Kitabı oku: «Las trincheras de los cuidados comunitarios»
Las trincheras de los cuidados comunitarios
Una etnografía sobre mujeres mayores en Santiago de Chile
Herminia Gonzálvez Torralbo y Menara Guizardi
Editoras
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 – Santiago de Chile
mgarciam@uahurtado.cl – 56-228897726
Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego. Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.
ISBN libro impreso: 978-956-357-303-9
ISBN libro digital: 978-956-357-304-6
Coordinador colección Antropología
Koen de Munter
Corrección de estilo
Edison Pérez
Dirección editorial
Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva
Beatriz García-Huidobro
Diseño interior y portada
Francisca Toral
Imagen de portada: iStock
Diagramación digital: ebooks Patagonia
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Con un afecto y cariño que cruzan fronteras, dedicamos este libro a todas las mujeres mayores de Chile. Con especial gratitud a quienes nos acompañaron en nuestra aventura etnográfica, haciéndonos un espacio en sus clubes, su “habitar propio”. Lo dedicamos, además, a nuestras madres, hermanas y abuelas en España y Brasil, mujeres con quienes aprendimos a interpretar y a vivir en las trincheras del cuidado.
ÍNDICE
Agradecimientos
Prólogo Dolors Comas d’Argemir i Cendra
Introducción Herminia Gonzálvez Torralbo y Menara Guizardi
Nosotras con ellas
Herminia
Menara
Lucía
Volver al futuro
Claves de lectura
Travesía
Primera parte El frente académico-político
Capítulo I Las mujeres mayores y el envejecimiento en la investigación social (1950-2018) Herminia Gonzálvez Torralbo y Menara Guizardi
Quebrando la conspiración del silencio
De la invisibilidad a la dependencia (1950-1970)
Un “problema social” (1970-1990)
El “giro género-edad” (1990-2000)
Cuidados y vejez (2000-2018)
¿Dónde quedan los cuidados comunitarios?
¿Pueden las mujeres mayores hablar?
Capítulo II Debates para situar las políticas públicas Herminia Gonzálvez Torralbo, Menara Guizardi y Sofia Larrazabal
El envejecimiento como contexto social
Debates latinoamericanos: perspectivas para el caso chileno
Organización social de los cuidados y envejecimiento en Chile
Familia
Estado
Mercado
Comunidad
Para pensar las políticas públicas
Capítulo III Las mujeres mayores, los cuidados y los clubes Herminia Gonzálvez Torralbo y Menara Guizardi
El interés por la vejez de las mujeres
Sinceramientos epistemológicos y metodológicos
Los clubes de adultos mayores y los centros de madres
Nuestra aproximación a los clubes y sus talleres
La participación observante
Nuestro modo de relacionarnos
Segunda parte Habitar en las trincheras del cuidado
Capítulo IV El club como trinchera Herminia Gonzálvez Torralbo, Menara Guizardi, Alfonsina Ramírez y Catalina Cano
Envejecimiento en Independencia: adentrando en la comuna
Club El Rosal: más que un espacio de sociabilidad femenina
Haciéndonos un lugar en el taller
Un espacio de cuidado (comunitario) para sí
Cuidados materiales
Cuidados emocionales
Múltiples descuidos
Puertas afuera
Puertas adentro
Un espacio libre de cuidado hacia otros/as
Situar el cuidado comunitario
Capital social y cultural
Habitar compartido
Superación de las violencias
Capítulo V La política y la poética de envejecer Herminia Gonzálvez Torralbo, Menara Guizardi y Francisca Ortiz
El envejecimiento en Santiago Centro
El centro comunitario, el club y el taller
Adentrando en el aula: el espacio y sus disposiciones
Mientras pintábamos
La materialidad y el cuerpo de las mujeres
Cuidadoras no remuneradas
Economía del envejecimiento femenino
Señoras políticamente situadas
Las dimensiones políticas del cuidado
Capítulo VI Negociar las distinciones Herminia Gonzálvez Torralbo, Sofia Larrazabal y Menara Guizardi
Élites, envejecimiento y distinción social
El envejecimiento en Providencia
Las señoras y las investigadoras
El taller
Entretejiendo género y cuidados
La política de las distinciones
Ejes conclusivos
Capítulo VII Dialécticas del cuidado comunitario Menara Guizardi y Herminia Gonzálvez Torralbo
Amar la trama
La aventura de los desenlaces
Dimensiones
Definiciones
Nosotras en ellas
Referencias
Las autoras
Anexos
Índice de mapas
Mapa 1. La comuna de Independencia (Región Metropolitana, Chile)
Mapa 2. La comuna de Santiago Centro (Región Metropolitana, Chile)
Mapa 3. La comuna de Providencia (Región Metropolitana, Chile)
Índice de tablas
Tabla 1. Perfil de las mujeres del Club de Adultos Mayores “El Rosal” de la comuna de Independencia (Región Metropolitana, Chile)
Tabla 2. Perfil de las mujeres del Club de Adultos Mayores de la comuna de Santiago Centro (Región Metropolitana, Chile)
Tabla 3. Perfil de las mujeres del Club de Adultos Mayores de la comuna de Providencia (Región Metropolitana, Chile)
Agradecimientos
El punto de partida de este volumen no podría ser otro, sino la expresión de nuestro profundo agradecimiento a las increíbles mujeres mayores de las comunas de Independencia, Santiago Centro1 y Providencia (en la Región Metropolitana de Chile), que han compartido con nosotras sus aventuras cotidianas: sus alegrías y tristezas, problemas y luchas, afectos y dolencias. Les expresamos nuestro inmenso reconocimiento, además, por algo que resulta central en este libro. Invitándonos a participar de las actividades de los clubes de recreación, arte y cuidado mutuo por ellas gestionados, hicieron mucho más que enseñarnos sobre sus experiencias: nos integraron a una parte de sus vidas con una generosidad que difícilmente podríamos sintetizar en palabras. Y es gracias a esta generosidad y sororidad femeninas que, en las páginas que siguen, el cuidado es una experiencia que cruza fronteras: es una teoría encarnada, sentida desde nuestras diversas experiencias femeninas. Una teoría nacida de la tríada de la reciprocidad –del dar, recibir y retribuir– al que las protagonistas de este libro nos socializaron mientras tejían, moldeaban y pintaban.
Por lo mismo, nuestro primer agradecimiento va a cada una de las mujeres mayores que nos han acompañado durante los tres años que ha durado la investigación. Ellas han sido el motivo por el cual nos hemos acercado al estudio del envejecimiento femenino en Santiago de Chile, pero también el impulso para investigar un tema que aún enfrenta muchas resistencias en las ciencias sociales en general, y en el feminismo en particular. La acogida que tuvimos de parte de cada una de ellas fue fundamental. Un reconocimiento especial, se lo dedicamos a las presidentas de estos clubes, quienes apoyaron la investigación desde el primer momento, comprometidas, además, con ayudar en la producción de conocimientos académicos sobre el envejecimiento femenino. También reconocemos el apoyo dado por las profesoras de los talleres, a quienes les agradecemos su paciencia en guiarnos en el papel que asumimos como alumnas de tejido, bordado y cerámica y su orientación fundamental para ir construyendo nuestra pertenencia a los clubes. Cada una de nosotras dedicaría especiales agradecimientos a diferentes figuras femeninas con la cuales interactuamos en los clubes, construyendo relaciones de mucha cercanía y afecto. No lo hacemos aquí por nuestro compromiso ético con mantener sus identidades protegidas, pero les guiñamos el ojo, enviándoles nuestro más tierno abrazo. Desde la camaradería construida, ellas sabrán recibir estos gestos y nuestro cariño genuino.
Pero, además de sostenerse en las redes humanas y afectivas, las investigaciones antropológicas también necesitan apoyarse en redes institucionales. El trabajo que realizamos fue posible gracias al respaldo de la entonces denominada Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile (actualmente, Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo). Todo el proceso de investigación que da origen a este volumen (elaborado entre 2016 y 2019) fue financiado con recursos del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Chile, a través del Proyecto Fondecyt Regular 1160683: “Ser Mujer Mayor en Santiago de Chile: organización social de los cuidados, feminización del envejecimiento y desigualdades acumuladas”, dirigido por Herminia Gonzálvez.
El financiamiento nos permitió algo fundamental para cualquier investigación social: componer un equipo con labores sostenidas a lo largo de tres años. En este equipo, contamos con jóvenes investigadoras interesadas por comprender las relaciones entre género, envejecimiento y cuidados, con quienes compartimos las experiencias etnográficas y el análisis que deslindamos en las páginas que siguen. Esta colaboración es parte fundamental del libro y está plasmada en la autoría de sus capítulos: Francisca Ortiz, Sofia Larrazabal, Alfonsina Ramírez y Catalina Cano, asistentes de investigación, han trabajado con nosotras en la elaboración de varios textos de este volumen y estamos muy agradecidas de su compromiso y colaboración. Pero también quisiéramos expresar nuestra gratitud a las colegas que nos han asistido en momentos puntuales del desarrollo del trabajo: Macarena Huaquimilla, Javiera Carrasco, Florencia Borquez y Natalia Arévalo; cada una de ellas responsables por contribuciones importantes para la etnografía que desarrollamos. El trabajo de cada una de estas colegas nutrió las reflexiones que, unidas, conforman este documento.
Por último, quisiéramos cerrar esta sección dirigiendo estas palabras de gratitud hacia Dolors Comas d’Argemir i Cendra, Joan Prat, Yolanda Bodoque y Montserrat Soronellas y, desde ellos, al Departamento de Antropología y Trabajo Social de la Universidad de Tarragona (Estado Español), cuya acogida fue fundamental para avanzar en la edición de este manuscrito. Una mención especial está dirigida a Dolors Comas d’Argemir i Cendra, quien no solo recibió a Herminia Gonzálvez en su casa, sino que también le abrió las puertas de su hogar, en Altafulla, convirtiéndola en un espacio fundamental de cuidado y de apoyo para la escritura. Su generosidad infinita confirma que una genealogía feminista transnacional (en este caso, entre el Estado Español y Chile) no solo es posible, sino que es necesaria. A Joan Prat, vecino de Altafulla, le dedicamos las últimas palabras de estos agradecimientos. Su curiosidad por conocer los avances semanales de la edición del manuscrito fue un bello y necesario impulso para finalizarlo.
Herminia Gonzálvez y Menara Guizardi
Santiago de Chile, mayo de 2020
1 El uso de la expresión “Santiago Centro” para referirse a la comuna es coloquial, no oficial. La adoptamos a lo largo del libro para evitar confusiones con la denominación de la Región Metropolitana, que también se nombra “de Santiago” y del “Gran Santiago” (conurbación que aglutina varias comunas de la región).
Prólogo
Quiero empezar este prólogo comentando el título de este libro y lo que evoca. Las trincheras de los cuidados comunitarios. Una etnografía sobre mujeres mayores en Santiago de Chile. Las autoras han elegido una metáfora bélica para dar título al libro, y una especificación descriptiva para el subtítulo. La trinchera, en terminología militar, es la zanja defensiva que permite estar a cubierto y al mismo tiempo atacar al enemigo. ¿Por qué el cuidado comunitario aparece como una trinchera? ¿De qué se han de defender estas mujeres mayores santiaguinas de las que habla el libro? ¿Y quién es el enemigo? Son preguntas retóricas, para empezar a pensar, que requieren sin embargo del complemento que ofrece el subtítulo. Se trata de mujeres mayores que, en el contexto de una ciudad tan grande y compleja como es Santiago de Chile, seguramente no se trata de un colectivo homogéneo. Se añade, además, la palabra “etnografía”, que informa sobre el método del estudio. Pero vayamos por partes.
El cuidado comunitario es una buena defensa que tienen las mujeres mayores para resistir los embates de lo que ha significado una vida dedicada al cuidado de los demás: de sus hijos e hijas, de su marido, de sus nietos y nietas, de sus familiares. Esta atención hacia otras personas estructura la vida de las mujeres, condiciona sus tiempos de vida, sus actividades, su participación en la sociedad. Los clubes proporcionan un espacio y un tiempo que las mujeres pueden dedicar a ellas mismas. Comparten actividades, vivencias, deseos y frustraciones; por unas horas abandonan su cotidianeidad dedicada a los demás, para ser ellas las protagonistas. Pueden dedicarse al tejido, al bordado, a la pintura o a la cerámica, pero también a la escucha, al relato de sus inquietudes, a dar consejos y a recibirlos desde la lógica de la complicidad, de no dar muchas explicaciones, de discutirse y debatir, de bromear, de practicar la inteligencia emocional.
Esta es la trinchera de resistencia, pero también de agencia que permite seguir en la lucha cotidiana. Una lucha en que el enemigo es poderoso, persistente y no siempre visible. Es esta estructura social que oprime especialmente a las mujeres, dando poco valor a sus actividades y trabajos, que además no son considerados como trabajo, ya que no se pagan y hay que hacer nomás, simplemente por el hecho de ser mujer. A veces esta estructura de opresión se encarna en hechos concretos: en los salarios bajos, un marido autoritario y ausente, en la tensión entre la necesidad de obtener ingresos y la necesidad de cuidar a los hijos o a la madre enferma. Se encarna también en el problema de las pensiones, insuficientes para vivir, en el precio del transporte, o en las dificultades de acceso a la sanidad. Lo que hacen las mujeres mayores en los clubes es cuidado, porque cuidan unas de otras a través de la lógica de compartir y de los afectos, y es comunitario porque emerge de los lazos sociales creados entre ellas a través de los clubes.
El libro nos muestra los entresijos de este cuidado comunitario, cómo se despliega, la materialidad y emocionalidad que se imbrican en él. ¿Qué interés tiene analizar el cuidado comunitario, y qué interés tiene que sus protagonistas sean mujeres mayores y que lo sean de distintas comunas de Santiago de Chile? El libro aporta conocimiento sobre todas estas dimensiones. Y el interés es doble, académico y político: académico porque analiza temas relevantes, como son el cuidado, lo comunitario y las mujeres mayores, y político porque revela el significado e importancia del cuidado comunitario y porque da visibilidad a las mujeres mayores mostrando su diversidad, sus iniciativas y estrategias en sus vidas. Además, se trata de una aportación a las ciencias sociales desde Latinoamérica.
Analizar el cuidado es relevante, aunque su interés académico y político es reciente. Como ámbito de estudio entra de la mano en la década de los setenta del feminismo académico desde distintas disciplinas: sociología, antropología, economía, politología, trabajo social, historia, psicología social, filosofía. El germen se encuentra en los debates que tuvieron lugar en los años setenta sobre el trabajo doméstico y su papel en la reproducción del capitalismo: se diferencia entonces el concepto de trabajo del de empleo y se desvela que el trabajo doméstico resulta esencial para la reproducción social. Es a partir de los años ochenta cuando el cuidado se diferencia del trabajo doméstico, subrayando sus relaciones afectivas y morales, así como los vínculos y la interdependencia. Fue relevante también mostrar el valor económico del trabajo que se realiza en los hogares y el impacto de la producción doméstica sobre las economías nacionales, así como la información derivada de las encuestas sobre los usos del tiempo. Posteriormente, la literatura académica ha sido especialmente abundante y prolija en este tema.
El cuidado importa. Asistir y mantener la vida es a lo que llamamos cuidado. En el día a día; en la salud y en la enfermedad; en la niñez, en la edad adulta, al envejecer. Sin cuidado no hay vida, sin relaciones sociales que la sustenten, tampoco. Y sin cuidado ni relaciones sociales no hay sociedad, sencillamente. Las actividades de cuidado son fragmentadas y diversas y se ejercen con mayor o menor intensidad según el ciclo vital de las personas o de coyunturas críticas. Nos autocuidamos cada uno de nosotros en el día a día, pero son las mujeres las que asumen la mayor parte de estas tareas, tanto si se trata de cuidar a personas que no pueden valerse por sí mismas como a personas que sí pueden hacerlo; tanto si se cuida en la familia como se si hace de forma remunerada. Y como el cuidado es vital, no se puede elegir no cuidar. Y esto es lo que genera la brecha de los cuidados, que estructura las trayectorias vitales de las mujeres y las sitúa en desventaja respecto a los hombres.
Una parte esencial del cuidado sirve para resolver los riesgos de adversidad y las situaciones de dependencia. Y es esta parte la que ha entrado en la agenda política. El cuidado entra en la agenda política cuando desborda el marco familiar, las mujeres no pueden ocuparse como lo hacían antes y el envejecimiento de la población incrementa las necesidades de cuidados. El derecho a ser cuidado forma parte actualmente de debates sociales y políticos en distintos países y en organismos internacionales. El cuidado ha pasado a ser pues una cuestión social y política.
Estudiar el cuidado comunitario tiene un interés especial. Sabemos que el cuidado es provisto en una variedad de formas institucionales: familia, Estado, mercado y comunidad. El contexto comunitario es una especie de magma en el que se pueden incluir muchas iniciativas y actividades. Es el aspecto que requiere en estos momentos mayor reflexión académica, justamente por su complejidad y también por su importancia política. En un momento en que las políticas sociales acusan retrocesos en prácticamente todo el mundo debido a la expansión de la lógica neoliberal individualizadora, es importante rescatar las experiencias comunitarias, que han sido especialmente relevantes en Latinoamérica. Efectivamente, el marco comunitario ofrece elementos de autoorganización y protagonismo de la sociedad civil frente a las obligaciones familiares, hoy tan transformadas, frente a cierto paternalismo del Estado cuando ofrece los servicios públicos y frente a la inequidad asociada a los servicios de mercado. Redescubrir lo comunitario es una necesidad. Combinar la dinámica que emerge de la sociedad civil con la responsabilidad redistributiva del Estado conduce hacia lógicas más democráticas basadas en la justicia social y en la justicia de género. En ese sentido el libro aporta conocimiento sobre dinámicas comunitarias, los clubes de mujeres mayores, y lo hace desde una forma original de análisis que se sitúa como un elemento de referencia en los estudios sobre cuidado y contribuye a la literatura latinoamericana sobre estos temas.
Centrarse en las mujeres mayores es otro acierto y otra aportación. Envejecer no es lo mismo para las mujeres que para los hombres, ya que los cursos vitales están condicionados por los patrones de género y el desempeño de roles generizados a lo largo de la vida establecen desigualdades que llegan hasta la vejez (desigualdades acumuladas, en términos de las autoras). En general, las mujeres tienen una situación más desventajosa que los hombres al envejecer debido a que son más vulnerables a la pobreza. Las generaciones de mujeres mayores actuales han dedicado buena parte de sus vidas a las responsabilidades familiares, lo cual repercute en tener bajas pensiones; muchas de ellas tienen un escaso nivel educacional, lo que condiciona el acceso a los bienes culturales, de ocio y participación; alcanzan edades muy avanzadas que pueden implicar severas limitaciones en la calidad de vida y, finalmente, sus aportaciones a la familia y a la sociedad están muy invisibilizadas. Paradójicamente, hay una realidad muy llamativa, y es que las mujeres mayores siguen aportando atención y cuidados familiares, tanto en su propio hogar como en el de sus hijos e hijas, contribuyendo al cuidado de sus nietos y proporcionando apoyo en la vida cotidiana. Esta labor de provisión de cuidados contribuye muy activamente al desarrollo de sus familias y al bienestar de la sociedad. Todas estas situaciones quedan muy bien reflejadas en el libro.
Otro factor de diversidad en la vejez es el que deriva de las diferencias sociales. No se llega igual a la vejez si se procede del grupo social rico o del pobre y sus matices. La mayor longevidad actual constituye una democratización de la supervivencia. Sin embargo, persisten las desigualdades en salud, que están estrechamente relacionadas con las diferencias sociales, de manera que las personas con menos recursos envejecen en peores condiciones de salud. Hay pues una injusticia social que se traduce también en la vejez. Múltiples son los factores que inciden en las desventajas de las personas con menos recursos: la precariedad de las condiciones de vida y de trabajo desde la niñez a la vejez, menores niveles de educación y de renta, menor posibilidad de acceso a los recursos, estilos de vida poco saludables (en relación con la dieta, la actividad física, la alimentación en general). Las mujeres mayores pobres sufren especialmente las injusticias en la vejez. Más pobres que los hombres y más dependientes de la solidaridad familiar que ellas mismas han construido, experimentan las posibles tensiones y conflictos de lealtad en forma de culpa, inseguridad y miedo. Miedo a no poder valerse por sí mismas, a la soledad, a convertirse en una carga para los hijos e hijas. La existencia de vínculos familiares y comunitarios sólidos actúa como una red protectora ante las situaciones de adversidad que padecen las personas ancianas y tienen especial relevancia en los países con políticas sociales más débiles.
Esta intersección entre edad, género y clase está magistralmente recogida en el libro. Ha sido también un acierto metodológico escoger clubes en tres comunas de áreas muy diferenciadas socialmente: Independencia, Santiago Centro y Providencia, donde se expresan estas formas distintas de envejecer. La metáfora de la trinchera se aplica de forma muy clara a la dinámica del club de Independencia, donde la comunidad actúa como una forma de protección de las mujeres y ayuda a seguir adelante a pesar de sus problemas y dificultades. Ayudas materiales y emocionales que permiten compensar, aunque sea en parte, los múltiples “descuidos” que sufren estas mujeres. En el caso de Santiago Centro se destaca la poética de la vejez, la capacidad para aportar vida y calor al inhóspito y rígido espacio del edificio en que se alberga el club y en el que predomina el cemento, que tanto contrasta con el local que tenían antes. Conseguir romper las normas estrictas del orden establecido por los funcionarios municipales constituye una suma de pequeñas victorias que dotan de sentido y significado a los espacios y actividades compartidas. En el caso de Providencia se destaca en el texto la negociación de las distinciones. Se trata de mujeres con nivel educativo elevado, que negocian con las propias investigadoras sus métodos y estrategias de análisis, que han sufrido el menoscabo masculino a partir del cuestionamiento o subvaloración de sus actividades, donde el club es un espacio de libertad y que se caracterizan por tener una elevada consciencia y participación política.
El método etnográfico ha sido aplicado desde la sensibilidad y quehacer feminista. Las investigadoras han participado en las actividades de los clubes estudiados, en los que se incorporan de forma prudente y tímida al inicio y donde acaban teniendo su propio estatuto. Han “habitado las trincheras” según sus propias palabras, y para ello han tenido que negociar su presencia en cada uno de los clubes. Y, en este proceso, las etnógrafas consiguen tener un espacio asignado, un rol atribuido y unas relaciones definidas. Ellas están allí para observar desde la participación en la actividad. Y, al mismo tiempo, ellas son observadas, clasificadas, etiquetadas. Esta interacción entre observar y ser observadas condiciona la forma de obtener el conocimiento. Es muy ilustrativo ver cómo las investigadoras entran ellas mismas en las lógicas del cuidado comunitario y cómo ellas mismas cuidan las interacciones que generan. Y esto otorga también valor al libro como producto de esta forma de investigar. La observación participante permite reconstruir las prácticas sociales que desempeñan agentes específicos en el contexto en que se generan. Haber participado en los talleres ha permitido realizar el análisis sutil de las dinámicas en su interior.
El libro aporta además unos capítulos introductorios útiles: un estado de la cuestión sobre las mujeres mayores en la investigación social, un capítulo dedicado a presentar la organización social de los cuidados y el envejecimiento en Chile (el papel de la familia, del Estado, del mercado y de la comunidad) y otro que explica las estrategias metodológicas para aproximarse a los clubes de mujeres y para relacionarse con sus componentes. Finaliza con conclusiones que sintetizan las principales características del cuidado comunitario, desde sus dimensiones sociales y políticas.
Y acabaré refiriéndome a las autoras. Conocí a Herminia Gonzálvez Torralbo en un congreso que se celebró en Barcelona. Recuerdo perfectamente el momento en que me explicó la investigación que estaba llevando a cabo en Santiago de Chile sobre mujeres, vejez y cuidados comunitarios. Estábamos compartiendo mesa mientras almorzábamos, éramos un grupo grande y estábamos cerca. Me interesó lo que me explicaba, hablaba con pasión de su trabajo; percibí que no era una mera formalidad lo que estaba haciendo, sino que le interesaba mi opinión. Esto sería el inicio de un diálogo y colaboración académica y también de un vínculo personal y de amistad. Porque la relación con Herminia no puede ser de otra forma. O es una relación fuerte o no es. Porque es alguien que cuida de ella misma y cuida de su entorno; es prudente y valiente al mismo tiempo; tiene iniciativa y ambición y, a la vez, tiene en cuenta con quien está y cuáles son los deseos y expectativas de los demás. No menciono esto gratuitamente: esta actitud cuidadora impregna las páginas de este libro que tienen entre manos.
El libro es una obra colectiva. Herminia Gonzálvez y Menara Guizardi son quienes conducen la investigación y arman la publicación. Comparten autoría con Alfonsina Ramírez, Catalina Cano, Francisca Ortiz y Sofia Larrazabal. Se trata pues de un trabajo en equipo. Tuve oportunidad de conocer a parte de sus componentes en la breve estancia que realicé en Santiago de Chile en octubre del año 2018. Hicimos alguna sesión de trabajo conjunto para comentar la investigación y aprecié la calidad humana e investigadora que se mostraba. Lo cual nos habla de una formación de calidad, y de un funcionamiento que sabe aprovechar las cualidades que cada miembro puede aportar. No puedo escribir sobre cada una de las autoras con el detalle e intensidad que he hecho con Herminia, pero sí debo dar valor a lo que significa una investigación realizada en equipo, que no solo posibilita sumar los aportes de cada investigadora, sino que los multiplica.
No me queda más que recomendar la lectura de este texto, escrito con rigurosidad y bien hacer, que aporta conocimiento sobre dimensiones de la sociedad chilena, sobre las mujeres mayores y sobre el cuidado comunitario. La vejez es abrumadoramente femenina. Y en nuestras sociedades las personas mayores son cada vez más numerosas. Vale la pena pues conocer lo que el libro nos relata.
Dolors Comas d’Argemir
Catedrática de antropología social y cultural.
Universidad Rovira i Virgili, Tarragona, España.