Kitabı oku: «El universo femenino de don Juan de Austria», sayfa 2

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UNAS PALABRAS SOBRE DON LUIS MÉNDEZ DE QUIJADA

El hermano y tutor de doña Magdalena, don Rodrigo, tardó más de lo acostumbrado en aquellos tiempos en buscar un marido adecuado para su hermana. Cuando al fin se decidió a dar el visto bueno a quien consideró como un marido apropiado, ella ya tenía veinticuatro años, edad más que avanzada en aquellos tiempos, cuando las doncellas desposaban a los quince años más o menos. ¿Fue esta demora motivada porque al hermano le era gravoso deshacerse de la cuantiosa dote? ¿Acaso amaba a su hermana tanto que nadie le parecía suficiente para ella? Nunca lo sabremos con certeza. Tal vez el mismo césar, como acostumbraba, hubiese manifestado su interés en buscar un hombre de su confianza para ofrecerle tan buena boda.

Como ya dijimos, no era raro «premiar» a un hombre de la intimidad del soberano con una boda de alcurnia. En todo caso, don Luis Méndez de Quijada había acompañado a Carlos V durante varios años y al presente era su mayordomo mayor. Don Luis Quijada había entrado muy joven al servicio del emperador, al principio como paje y luego como soldado y mayordomo, acompañándole en todas sus campañas de África, Alemania, Italia, Francia y Flandes. El puesto de mayordomo mayor era una recompensa, un cargo de la mayor importancia y de la confianza del césar.

LUIS DE QUIJADA CASADO. SU VIAJE A ESPAÑA

Una vez casado por poderes, don Luis pidió licencia a su señor don Carlos para regresar a España y solucionar sus asuntos, entre ellos el de traer a su esposa junto a sí. Al parecer, le manifestó al rey que, habiendo muerto su hermano mayor, don Pedro, él, don Luis, era el mayorazgo y como tal había también de ocuparse de los asuntos de su familia, así como de su nueva esposa, siendo estas las razones por las que solicitaba permiso para ausentarse unos días.

Don Carlos no le dio su permiso inmediatamente, sino que le pidió que volviese al día siguiente para saber su decisión. Se sorprendió el caballero ante la respuesta, pero no le quedó otro remedio que obedecer. Volvió al día siguiente y, según Juan de Villafañe, en su libro La Limosnera de Dios, el césar le dijo las siguientes palabras, que si no son literales sí reflejan la verdad del suceso.

“Si los monarcas – dijo - hubiéramos alcanzado el cielo de la exención de aquellas

“pasiones que tiranizan el imperio del alma, y se enseñorean de la razón y fuéramos “más afortunados por este privilegio que por los dilatados reinos que ha puesto en

“nuestra mano la Providencia, pero ¡Ay!, que mandando en tantos reinos suelen

“servir ellos en más duro cautiverio el apetito (…) Yo ya no mozo habiendo carecido “por disposición divina de la compañía amable de la Emperatriz, mi Esposa, os

“confieso haber caído en los antojos de mi apetito de que la Providencia ha querido “darme un Infante por fruto de mi incontinencia…

En una palabra, que habiendo tomado compañía femenina le comunicaba que, de aquella, tenía un hijo bastardo.

BÁRBARA BLOMBERG, MADRE BIOLÓGICA DE DON JUAN DE AUSTRIA

Bueno será que sepamos algo de la madre del nacido y así podremos explicarnos mejor todos los problemas que surgieron a su alrededor y por qué ella nunca estuvo a cargo de su hijo. También cómo vino a ser que Magdalena de Ulloa tuviese que hacerse cargo no solo del niño, sino también de esta señora, e inclusive por qué se describió a Bárbara como ligera de cascos.

Bien dijo el césar que había conocido a la madre de su hijo cuando ya era viudo de la emperatriz doña Isabel, a la que había amado verdaderamente. Doña Isabel había muerto en 1530 y el encuentro con Bárbara fue en 1545. De los orígenes de Bárbara Blomberg, que tal era el nombre de la madre del real niño, se sabe poco. Sí sabemos a ciencia cierta que nació en Ratisbona y que su familia era burguesa. Ni pobre ni rica. Era la hija mayor de Wolfgang Blomberg y Sybille Lohman, un matrimonio de burgueses de Ratisbona dedicados a la compra y venta de pieles. Y fue precisamente en Ratisbona en donde la joven Bárbara alternó con el emperador. Como fruto de esta relación nació en 1545 —o, según Van der Hammen3, en 1547— un hijo a quien la historia conoce como don Juan de Austria.

No está cerrada la disputa erudita sobre la fecha exacta del nacimiento de don Juan, así que aceptaremos como el común de los investigadores que nació en Ratisbona un 24 —o 25 según otros— de abril de 1545. Sabemos que Carlos V conoció del nacimiento del infante cuando se hallaba en Bruselas, a donde había viajado para enterarse de primera mano de la situación de esos estados, siempre difíciles.

Parece ser que el emperador se distraía en sus ratos de ocio con señoritas poco recomendables. Bárbara Blomberg era por entonces una joven de gran belleza acostumbrada a alternar con señores y poseedora de una voz agradable que encantaba a los caballeros. Cuando el emperador y Bárbara se encontraron, ella tenía 19 años y él 49. Era lo que hoy llamaríamos, más o menos, una amable «señorita de compañía». Según informes que llegaron a Madrid, Bárbara cambiaba con facilidad de amante/protector y mantenía relaciones «lucrativas» con una madame propietaria de una casa de señoritas de la ciudad de Amberes. Con semejante historial se comprende que en la Corte se tratase de ocultar las verdaderas actividades de la joven madre del bastardo del emperador.

Tras dar a luz, Bárbara Blomberg se trasladó de lugar de residencia y en 1548 contrajo matrimonio —o se le facilitó contraerlo a cambio de una pensión de por vida, según otros—. El esposo era un tal Jerónimo Pyramo Kegel, al cual, a cambio, se le nombró comisario del Ejército del emperador en la Corte de doña María de Hungría, hermana del emperador, que residía en Bruselas, en donde ya vivía doña Bárbara. Con tales promesas Jerónimo Pyramus se casó y prometió cubrir aquel temprano desliz de su nueva esposa.

De su consorte Jerónimo tuvo Bárbara dos hijos, un primero que se ahogó de niño en un pozo y un segundo que llegó adulto y que usando el apellido Pyramus sirvió en el Ejército español de los Países Bajos. Fue protegido por Alejandro Farnesio, hijo de Margarita de Parma y Octavio Farnesio. Este Pyramus llegó a coronel y casó con la baronesa de Saint-Martín. De estos hermanos de Jeromín no necesitamos saber más.

DOÑA BÁRBARA VIUDA

Tenía ya don Juan veinticuatro años cuando murió Jerónimo Pyramus dejando a Bárbara Blomberg viuda. Al enterarse de la situación de su madre biológica, don Juan rogó a su hermano Felipe II que velara por ella, sugiriendo que tal vez el hombre adecuado para supervisar esta posible asistencia era el que en ese momento desempeñaba el cargo de gobernador en los Países Bajos: el duque de Alba. Deseando satisfacer la petición de su hermano, el rey don Felipe encargó al duque que protegiera a la señora Blomberg, y también le insinuó el rey la conveniencia de que la madre de don Juan se trasladase a España; pero el duque, que conocía las andanzas de Bárbara, calificó a la Blomberg como ligera de cascos y por ello no consideró prudente la sugerencia del monarca. Se temía que al trasladarse la señora a la península trasladase asimismo sus escándalos, con el consiguiente desgaste del prestigio de las personas reales, sobre todo, de la de don Juan de Austria, que por entonces era un personaje famoso, muy querido por el pueblo y reconocido como hermano de S.M. el rey Felipe II. Una mujer incontinente y escandalosa no era conveniente para el prestigio de la Corona.

En todo caso, invitada a venir a España, ella se resistió cuanto pudo, tal vez había oído que en esta tierra las costumbres eran más severas y pensó que aquí se vería truncada su vida alegre. Como quiera que fuese, por su viudedad se le asignó una pensión de 4944 florines4 con la que se entregó a una existencia «lujosa y desenfrenada», y rechazó en todo momento las amonestaciones que le hacía el duque de Alba en cuanto a que no debía hacerse notar de tal manera ya que su hijo era un personaje importante del reino y hermano del soberano. Bárbara, desatada, hizo caso omiso de todos los llamamientos a la discreción. Era atolondrada y se comportaba como tal.

La vida de Bárbara Blomberg fue de todo menos ejemplar, de modo que, cuando el hijo tenido con el emperador ejerció la máxima autoridad en los Países Bajos, se decidió que lo mejor era trasladarla a España para que no siguiese dando escándalos en menoscabo del prestigio de don Juan de Austria. Ya, anteriormente, el duque de Alba, a quien Felipe II había encomendado que ejerciese sobre esta señora una custodia discreta, había calificado la vida que llevaba como lujosa y desenfrenada. El deseo de Felipe II de ejercer algún control sobre la señora Madama, como era llamada, hizo que terminara sus días en España, donde fue traída con engaños para que no se comentasen sus hechos como fémina ligera, pues había hecho caso omiso a todos los llamamientos realizados para que fuese más discreta.

En verdad, durante toda su vida la dicha señora no dejó de causar problemas. Así, a la muerte de su esposo en 1569, la viuda no se conformó y entró en contacto con el duque de Alba, gobernador de esas tierras de Flandes en aquel momento, para comunicarle su nuevo estado y aprovechar la ocasión para manifestarle asimismo el triste estado de sus finanzas y sus muchas deudas.

El duque, que ya estaba sobradamente informado de la clase de vida que llevaba la señora, escribió a don Felipe por medio de un correo reservado, y a través del secretario de Estado5, sobre la nueva situación que se les presentaba ante la viudez de Bárbara Blomberg, señora de costumbres livianas que podía con su conducta desprestigiar a don Juan de Austria.

A fin de evitar los escándalos a que podía dar lugar la viuda doña Bárbara, el duque, al contrario de lo que había opinado antes, propuso que se la llevasen a España, en donde quizás sería más controlable o, al menos, al ser desconocida por el pueblo, sus escándalos, si los hubiese, repercutirían menos. Se preguntaba el de Alba si sería posible recluirla en un monasterio.

Vuestra merced – escribía el de Alba al secretario Gabriel de Zayas6 – me haga decir a Su Majestad que la madre de Señor Don Juan vive con tanta libertad y tan fuera de lo que debe a madre de tal hijo que conviene mucho ponerle remedio, porque el negocio es tan público, y con tanta libertad y soltura, que viene la cosa a que me han avisado que ya no hay mujer honrada que quiera entrar por sus puertas; porque llega a términos que se van mudando los servidores por semanas; y con mi ausencia ha pasado tan adelante que los demás días hay danzas y banquetes; y ha echado dos demoiselles viejas muy honradas que yo le di y metido en su lugar dos ruines mujeres.

Es terrible y de una cabeza muy dura. Su Majestad vea lo que me manda; que yo resuelto estaba a hacerla tomar una noche y meterla en un monasterio; pero no he querido sin consultarlo primero”.

Don Felipe quedó enterado de la situación y respondió:

Zayas me mostró la carta que le escribisteis sobre el particular de la madre de don Juan, mi hermano, que por las causas que apuntáis y se deja considerar, me pesa mucho no viva en honestidad y recogimiento que debiera, y así me parece lo mismo que a vos; pues que no hay otro remedio, se traiga acá ... Y porque yo entiendo que el traerla a de ser por mar, y si lo barruntase, es verosímil que haría algún desatino, sería bien disimular con ella hasta que haya comodidad de pasaje seguro; y entonces estando aprestado y el tiempo hecho para navegar, la haréis meter en la nave quiera o no quiera, con la compañía que convenga; dando orden de que se la provea de lo necesario para el viaje y que en él se le haga buen tratamiento. Y avisaréisme a tiempo para que yo mande que se acuda a puerto, y de allí se lleve al monasterio que fuere más apropósito, que aún no he mirado cual será.

En todo caso, don Felipe lo consultó con su hermano don Juan y este, confiado en el buen juicio de doña Magdalena, y también porque quizás doña Bárbara no aceptaría ser encerrada en un convento, sugirió dejar el caso en manos de Magdalena de Ulloa, seguro de que ella encontraría una salida digna para todos.

Una vez más, el duque de Alba escribió al rey en relación a doña Bárbara, indicándole que darle dinero era arrojarlo al río; porque en dos días lo tiene banqueteado. En una misiva fechada el 17 de noviembre de 1569 escribía a su señor:

No faltan hombres que querrían casarse con ella; y aún no sé si ella le falta voluntad de hacerlo; porque le parece que aún está moza. Yo le he enviado a decir que no trate de casarse en ninguna manera del mundo –

Seguramente, el duque se temía alguna boda inconveniente para la posición del hijo. Ella tenía la cabeza dura y ningún sentido de la dignidad.

En 1576 hubo de acudir don Juan a Flandes para sofocar la insurrección de aquellas provincias, de las cuales, diecisiete estaban ya en abierta rebelión contra la metrópoli. Solamente Luxemburgo permanecía fiel, y fue en Luxemburgo donde conoció don Juan de Austria a su madre, convenciéndose al ver de cerca su estilo de vida de que no había más remedio que enviarla a España. Escribió: Por convenir [decía] a vuestro real servicio y a mi conciencia y honra7.

BÁRBARA BLOMBERG EN ESPAÑA. VIDA Y MUERTE.

Desde luego, Bárbara Blomberg no consentiría en venir a España, así que se maquinó una añagaza a fin de hacerle venir sin que sospechase el fin del viaje; el destino de la viuda sería ponerla en manos de Magdalena de Ulloa, quien cuidaría de ella. Se pensaba en llevarla a San Cebrián de Mazote, Valladolid, perteneciente al señorío de Ulloa, en donde había un convento de dominicas de Santa María la Real. A este fin, don Juan comunicó a su madre, doña Bárbara, que su hermana mayor, Margarita de Austria (duquesa de Parma), la invitaba a pasar una temporada en su palacio de Aquila de los Abruzos en Italia. Esto halagó mucho a la vanidad de la Madama Blomberg que aceptó gustosa, pero a condición de fijar después su residencia donde ella quisiese. Enseguida se organizó el viaje que salió de Luxemburgo con un hombre de confianza de don Juan, llamado Juan de Mazateve, que era aposentador suyo y lo había sido también del emperador.

El aposentador tenía a su cargo el cuidado de los aposentos reales y señalar habitación a los que tenían que vivir en palacio. Toda esta dignidad, protocolo y magnificencia agradó a Madama que aceptó gustosa la presencia y compañía de su aposentador.

La pequeña corte arribó en Génova y allí hicieron trasbordo a una galera muy lujosa. Se explicó a Madama que la galera estaba preparada con todo boato y comodidades para ir hasta Nápoles y de allí por tierra al palacio de la duquesa de Parma en Aquila de los Abruzos. Pero lo cierto es que, al salir de Génova la galera hizo rumbo a España, atracando en Laredo a los pocos días de navegación.

Es de suponer la sorpresa de la viuda cuando, tras ser engañada, se halló, no en el palacio de la duquesa de Parma, sino en España para ser llevada a San Cebrián de Mazote; en todo caso, para aminorar el golpe, allí la esperaba doña Magdalena de Ulloa, quien hubo de aguantar los primeros desahogos furiosos de Madama Blomberg.

El señorío de San Cebrián de Mazote pertenecía al hermano de doña Magdalena, el marqués de la Mota, Rodrigo, quien tenía en ese lugar una casa-palacio. Es allí donde el marqués de la Mota y Magdalena de Ulloa llevaron a Bárbara Blomberg y, tras tratarla con todo cariño y agasajarla a su satisfacción en la dicha casa-palacio, consiguieron que se apaciguase.

Tras meses de convivencia parecía que Bárbara Blomberg había cambiado y, cuando Magdalena de Ulloa manifestó que había de volver a su casa de Valladolid. Bárbara, de su misma voluntad, manifestó su deseo de retirarse al convento de las dominicas de Santa María la Real, que había en dicho pueblo. Una decisión que pareció complacer a todo el mundo y doña Magdalena se encargó de prepararle un aposento cómodo. Al no ser monja profesa, la señora Blomberg podría entrar y salir libremente.

Es de anotar que, desde que Madama había desembarcado en Laredo el 3 de mayo de 1577 y hasta fines de 1579, todos los gastos de Madama Blomberg y su comitiva corrieron a cargo de doña Magdalena, a quien había pedido don Juan de Austria que le suministrase cuanto le hiciese falta, poniéndolo a cuenta suya. Más adelante se inició un pleito entre Magdalena de Ulloa y el aposentador por algunas cantidades que este había adelantado. También en el archivo de los duques de Alba hay unos documentos firmados de mano de doña Magdalena que dice literalmente: Lo que yo Doña Magdalena de Ulloa he pagado por virtud de dos cartas del serenísimo señor don Juan de Austria –que sea en gloria– la una fecha en Lovaina a 23 de abril de 1577, la otra en Bruselas a 4 de julio.

Los gastos que había autorizado don Juan de Austria para que los adelantase doña Magdalena en beneficio de su madre eran para aderezar su aposento, así como para el gasto ordinario y extraordinario de esta persona y criados, pajes y vestidos, y otras cosas, algunas de menaje, forzosas y necesarias todas para su servicio, las cuales se entregaron a sus criados. Doña Magdalena lo enumera todo en 36 partidas que detalla en un documento, el cual concluye:

…De manera que lo que yo he pagado por orden de su Alteza conforme a las dichas cartas en lo tocante a labrar la casa y los demás adherentes della, y al sustento de la casa y criados de dicha Madama, su madre, monta un cuento y trescientos cuarenta mil y ciento noventa y dos maravedises (1.340.192); los cuales todos, así como dije en las partidas los he entregado y dado a Madama y sus criados, en Dios y en conciencia... Y por ser esto ansí verda catorce días del mes de julio de mil quinientos y ochenta y dos años 8 .

Parece ser que la madre de don Juan se halló a gusto en su retiro, allí pasó casi tres años y fue allí en donde recibió la noticia del fallecimiento de su hijo don Juan el 1 de octubre de 1578.

Permaneció en San Cebrián desde 1577 hasta 1580. Terminada su estancia, Juan de Mazateve, el antes aposentador y ahora mayordomo de la señora doña Bárbara Blomberg, como había manejado cantidades de dinero pidió a esta que firmase una conformidad del estado de las cuentas, cosa que hizo la interesada.

Cuando Madama 9 hizo saber que su estancia en San Cebrián de Mazote había tocado a su fin, su mayordomo, Juan de Mazateve, para cerrar las cuentas de estancia en San Cebrían le pidió una certificación en la que aprobase y diese por buenas las cuentas que se le habían presentado,

e teniéndolo por bien – escribió doña Bárbara Blomberg – se le hacen cargos de los maravedises que se quedaron en su poder a diez de julio de mil e quinientos y setenta y siete, que fue el día que yo llegué a esta villa, y de los demás dineros que él había recibido de Doña Magdalena de Ulloa para el gasto de la casa.

El documento de la señora está firmado en San Cebrián de Mazote el 15 de enero de 1580:

Estante al presente en esta villa yo Madame Blombergh, madre que fui del serenísimo señor Don Juan de Austria.

A la muerte de don Juan, quien en último término corría con los gastos de su madre, el rey don Felipe asignó a esta una pensión anual de tres mil ducados, con lo que podría vivir dignamente. Su segunda residencia en España fue Colindres.

Una vez que doña Bárbara abandonó el convento de las dominicas de Santa María la Real, se fue a Colindres (Santander) y de allí a Ambroseros,10 lugar seguramente recomendado por su mayordomo, ya que era el pueblo en donde este había nacido y no había razón alguna para que Madama escogiera este lugar. El biógrafo de don Juan de Austria, Van der Hammen, nos dice que Madama Blomberg solicitó al rey licencia para acercarse a Laredo cansada de tanto retiro. Don Felipe lo tuvo por bien y le señaló para su vivienda las casas del secretario Escobedo en Colindres, donde estuvo algunos años. Como quiera que fuese, debió de agradarle el lugar pues en él se quedó desde 1580 hasta su muerte en 1597; y allí pidió ser enterrada.

Muchos han dudado de la estancia de doña Bárbara en Colindres, pero en los archivos parroquiales se hallan un par de documentos que lo confirman. En una partida de bautismo de 17 de septiembre de 1581 aparece como madrina del neófito y vecina del lugar. Fueron padrinos [expresa] la ilustre Señora Bárbara de Blombergh, madre del serenísimo Don Juan de Austria y Francisco Bolívar, vecinos de este lugar. Lo mismo ocurre en la partida del 30 de mayo de 1582 y en la de 21 de octubre de 1584. En todos los casos los bautizados estaban emparentados con la familia de su mayordomo Juan de Mazateve, con quien parece que le unió una verdadera amistad.

Falleció la madre de don Juan de Austria, Madama Bárbara Blomberg, en 1597 y doña Magdalena de Ulloa lo haría un año más tarde, en 1598.

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