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Sueño zacatecano


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Primera edición electrónica, 2011

Textos

© 2011, Víctor Ronquillo

D.R. © 2011, Universidad de Guadalajara


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Ronquillo, Víctor

Sueño zacatecano. Historias de los otros migrantes / Victor Ronquillo. -- 1a ed. – Guadalajara, Jalisco : Universidad de Guadalajara : Editorial Universitaria : Universidad Autónoma de Zacatecas : Universidad Nacional Autónoma de México, 2011.

ISBN 978 607 450 380 7

1. Emigración e Inmigración-Estados Unidos 2. Mexicanos en Estados Unidos. 2. Emigración e inmigración-Narraciones 4. Emigración e inmigración- Zacatecas I. t.

325.2 .R77 DD21

JV 7401 .R77 LC

Coordinación editorial

Sayri Karp Mitastein

Cuidado editorial

Jorge Orendáin Caldera

Coordinación de diseño

Edgardo Flavio López Martínez

Diseño de forros

Lopx, Diseño y Comunicación Visual

Diseño de interiores

Sol Ortega Ruelas

Formación

Lopx, Diseño y Comunicación Visual

ISBN 978 607 450 380 7

Abril de 2011

Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Índice

Presentación

I. Las princesas venidas del norte

II. Día del Migrante

III. De vuelta a la tierra

IV. De Los Morales a Princeton

V. Los Ángeles, Zacatecas...

Presentación

La migración es el fenómeno social más importante del siglo xxi, su complejidad va más allá de lo económico. Migrar es sobrevivir, perpetuar la especie. Migramos como lo hemos hecho desde el principio de nuestra historia.

A pesar de muchas adversidades, de la discriminación en todas sus posibles expresiones, muchos inmigrantes mexicanos se han apropiado del sueño americano. Estos inmigrantes no corresponden al tradicional patrón que estigmatiza y condena, que llega a criminalizar la migración. Son parte de una realidad poco tratada con mayor frecuencia se habla de las causas de la migración, de la pobreza, de la falta de trabajo. También se han documentado con profusión los avatares que enfrentan los migrantes en su búsqueda de una mejor vida, lo peligroso de los cruces fronterizos, la actuación de verdaderas mafias que controlan el negocio del tráfico de seres humanos y la restrictiva política migratoria del gobierno de Estados Unidos. De lo que no se ha hablado es de los otros migrantes, quienes han construido oportunidades de desarrollo y logrado una posición significativa en la sociedad estadounidense. Ellos son empresarios, políticos y deportistas destacados.

Los zacatecanos del otro lado de la frontera son el mejor de los ejemplos de estos otros migrantes. Resultado de una tradición migratoria que data de más de 100 años, han establecido extensas redes sociales de apoyo.

Para comprender esta faceta de la realidad migratoria, Zacatecas resulta el mejor ejemplo. Un estado binacional, conformado por una población que se extiende más allá de nuestras fronteras. Conservadoramente se puede hablar de más de un millón de zacatecanos que viven en Estados Unidos, la mayoría mantiene un estrecho vínculo con su estado natal. Estos zacatecanos, hoy en día tienen una importante influencia política, en los últimos años han constituido clubes y federaciones, cuyo propósito fundamental es el apoyo a Zacatecas. Se trata de una activa sociedad civil.

Este libro busca comprender esta realidad, se aproxima a estos otros migrantes. Les da voz.

Quiero agradecer al gobierno de Zacatecas las facilidades para la realización de esta investigación. Especialmente a Juan Carlos Flores y María Elena Cantú. También a los protagonistas de estas páginas y a quienes apoyaron mi trabajo en Los Ángeles, como Francine Godoy y Carlos Bonilla.

I. Las princesas venidas del norte

Hora de levantarse, de seguir en ese viaje a lo profundo de la propia identidad, al reencuentro con la tierra de los padres y los abuelos. Las muchachas venidas del norte, las hijas de los migrantes, las princesas y reinas de belleza toman su lugar en el autobús. Durmieron en Nochistlán, uno de los muchos lugares en su itinerario por Zacatecas. El regreso a la tierra es siempre emotivo, guarda sorpresas, entrañables encuentros. La mayoría de estas muchachas nació del otro lado, allá creció, son parte de una generación de mexicanos nacidos y educados más allá de nuestras fronteras, sus padres migraron empujados por la pobreza hace poco más de dos décadas. Todos son ciudadanos de un estado binacional, Zacatecas, cuya mitad de la población vive en el norte. Un millón de zacatecanos hechos en Estados Unidos. Una realidad social distinta a todo intento de criminalizar la migración, de estigmatizar al que es diferente. Miles de mexicanos inmigrantes han logrado apropiarse del “american dream”, conquistado con esfuerzo las oportunidades, logrado ir más allá del confinamiento que impone el racismo, la inequidad y la pobreza de donde huyeron.

Dulce González es una de esas muchachas venidas del norte, a mucha honra representa al club “Apulco Unidos”, parte de la Federación de Clubes Zacatecanos del Sur de California.

Dulce camina por el pueblo de Apulco de donde se fue cuando niña. La acompañan las reinas y princesas de belleza elegidas para este singular tour de regreso a los orígenes. Al llegar a la plaza del pueblo, arbolada, con las viejas bancas de siempre, en la festiva mañana en que las muchachas han traído su alegría de vivir, se encuentra con una tía, la tía Lupe. Se abrazan y su abrazo en el corazón de Apulco resulta una de las imágenes con las que se puede ilustrar este viaje adonde más de alguna de estas reinas, como dice la gente, tiene enterrado su ombligo.

—¿Qué representa el regreso a tu tierra? —pregunto a Dulce, cuando empieza la fiesta, una fiesta tempranera con tambora y desayuno. Los chilaquiles verdes servidos en las instalaciones del dif municipal son memorables.

—Representa el recordar y, como dicen, recordar es volver a vivir. Me acuerdo de cuando era niña. Nos tuvimos que ir para allá, por lo difícil que están las cosas aquí. Es cierto que en Estados Unidos hay muchas oportunidades, pero también que son difíciles de alcanzar.

El aquí y el allá representan para los inmigrantes dos realidades y tiempos distintos. El del presente de la vida del otro lado y el del pasado en la lejanía de la propia tierra, a la que se tuvo que abandonar por mera supervivencia.

Mis papás fueron los que decidieron que teníamos que irnos para encontrar un mejor futuro allá. Nos fuimos hace nueve años, terminé aquí la primaria y allá llegué a estudiar la secundaria.

La investigación Mexican immigrants in the United States, realizada por Migration Policy Institute, con información de la Oficina del Censo de Estados Unidos, señala que más de 11 millones de mexicanos residen en Estados Unidos. Se trata del 30 por ciento de la población migrante en ese país. La presencia de mexicanos se ha multiplicado en los últimos años, en 1980 apenas rebasaba los dos millones.

De acuerdo con estimaciones del Consejo Nacional de Población (Conapo), más de 600 mil mexicanos sólo en el año del 2007 se establecieron en Estados Unidos, la mayoría de ellos empujados por la precaria situación económica.

A la fiesta de bienvenida de las reinas venidas del norte que se celebra en el dif, llegan los amigos y parientes de Dulce. Han pasado varios años y traído historias de la vida de todos los días. Historias de los retoños como el recién nacido de la prima, también de la difícil realidad de quienes tuvieron que quedarse en el pueblo.

—Regreso y me encuentro con que muchos de mis compañeros y amigos tampoco ya viven aquí. Los que se quedaron —dice Dulce, con un dejo de tristeza y duda, quisiera imaginar que son felices.

—¿Cuál ha sido el momento más emotivo en este recorrido que han hecho por Zacatecas?

—Sin duda éste, el de mi regreso a Apulco. Tengo mucho orgullo de poderle contar a todas mis compañeras la historia de mi pueblo. Para quien es inmigrante, conocer la historia de su tierra vale más que tener dinero y llegar aquí y gastarlo, como muchos lo hacen.

—¿Vienes con frecuencia?

—No, en estos nueve años de ausencia, sólo he venido, además de ésta, otra vez. El regresar y ver a mis amigos como están de cambiados, me lleva a pensar qué tanto he perdido cuando me fui, dónde quedó todo.

La vida transcurrió en el aquí, mientras en el allá pasaron días, semanas, meses y años enteros. Dulce vive con su familia en Riverside, California, lejos de la tierra donde esta mañana, después del desayuno y a ritmo de la tambora, baila con su abuela, quien conserva la belleza de un rostro alumbrado por una luminosa mirada. La mujer disfruta la dicha de tener consigo a su nieta, nueve años después de que ella se marchó.

—¿Cómo es la vida allá, en Riverside?

—En Riverside, California, la vida es estresante. Vives al día, vives pensando que alguna vez vas a alcanzar tus sueños, pero sabes que hay mucha gente con la que tienes que competir. El racismo es una realidad, te plantan un estereotipo y ya está, tú eres latina y lo que tienes que hacer es casarte o encontrar pareja para quedarte en tu casa educando a tus hijos. Es algo contra lo que tienes que luchar día con día. También tienes que luchar para no tener acento. El acento duele. Mi papá es el dueño de una compañía, pero su acento en inglés es bastante fuerte, a veces siento como que lo hacen menos por eso.

Dulce dice con convicción: “Por generaciones nosotros hemos hecho grande a ese país, pero allá hay mucha gente que ignora eso, muchos son desagradecidos.”

—¿Cómo es la situación de los inmigrantes hoy?

—En cuanto a lo económico es muy difícil, es increíble ver como hace poco tiempo el dólar estaba a la par que el euro, ahora el euro se ha disparado. Muchos inmigrantes han perdido sus trabajos, hay mucha gente que dice “mejor me voy para México, aquí no tengo más que deudas, no hay futuro”. Mucha gente que compró casa, gente que tiene deudas y ya no puede pagarlas, dicen “me voy para México, allá me pierdo”. Además, es difícil luchar en contra de mucha gente que está en contra de los inmigrantes.

En más de 100 ciudades y condados de Estados Unidos se han promulgado órdenes y resoluciones que ponen en la mira a los migrantes indocumentados. Lo mismo se les niega servicios públicos, que se prohíbe rentarles viviendas o se amenaza con el cese de contratos públicos a empresas que contraten trabajadores sospechosos de no tener papeles.

De acuerdo a un informe de la Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales, los 50 estados de la Unión Americana han considerado mil 400 proyectos de ley y promulgado 170 leyes en 41 estados en torno a la realidad migratoria. La mayoría de estas leyes establece algún tipo de medida antiinmigrante.

La música de tambora resuena esa mañana en Apulco, las muchachas venidas del norte, las hijas de los migrantes, han formado un círculo y bailan jubilosas. Confirmo lo que me han dicho, pueden estar develadas y cansadas, traer a cuestas todo el kilometraje recorrido tras sus visitas a medio Zacatecas, pero en cuanto escuchan la alegría de la música de su tierra, estas reinas y princesas de la belleza latina no pueden evitar pararse a bailar.

—¿A qué te dedicas?

—Soy estudiante, estuve trabajando con un dentista, pero ahora sólo estudio.

—Podría parecer que a veces en Estados Unidos la gente oculte su origen por el racismo, ¿qué te ha tocado vivir?

—Cuando no hablo creen que soy de allá, porque soy de piel blanca. No caigo en el estereotipo de la mexicana, la latina o la hispana, pero cuando hablo, por mi acento, tratan de hacerme sentir menos. Muchas veces es nuestra propia gente, gente que ha estado allá por años, quienes hacen esto. Realmente duele.

Te voy a contar una anécdota. Estaba en una clase de inglés y no podía escribir bien, lo que se me dificulta bastante. Al final entregué el papel al maestro. Al día siguiente, el maestro se acerca y me dice que pensaba que lo mejor era que dejara esa clase. Se atrevió a decirme que no estaba preparada para hacer eso. Me le quedé mirando y sólo le respondí: a usted le pagan por enseñarme. Gracias a Dios el director de esa escuela es hispano, nació en Michoacán; le dije a ese maestro que iba a hablar con el director: “vamos a ver quién es quien tiene que dejar la clase”. Al final me pidió disculpas. Allá tienes que evitar que la gente te pise.

Dulce andará por los veinte años, pertenece a la generación de los estudiantes hispanos que en los últimos años han colmado las escuelas públicas de Estados Unidos. Hoy en día de los 48 millones de alumnos en las escuelas públicas de allá, 10 millones son hispanos.

Estos datos provienen de un reporte sobre educación elaborado por el Pew Hispanic Center, donde además se afirma que entre 1990 y 2006 el número de estudiantes hispanos en escuelas públicas de Estados Unidos se ha duplicado.

—¿Cuáles serían las fotos, las imágenes que te llevas para el recuerdo de este viaje?

—Cuando abracé a mi tía Lupe; también de cuando íbamos entrando al museo de Guadalupe y, desde luego, los rostros de toda esa gente trabajadora, de la gente que aquí está luchando por que su país se supere.

—Me llama la atención que menciones a la gente trabajadora, ¿es muy importante para ti el trabajo, esa cultura del esfuerzo de la que hablan en el norte de México?

—Sí, mi abuelo murió cuando mi padre tenía 13 o 14 años. Como eran siete de familia, no les alcanzaba con la pensión del Seguro Social de Estados Unidos, fue entonces que mi padre se tuvo que ir para allá. Mientras trabajaba en un restaurante estudiaba, y así se superó. Él me ha demostrado que si luchas por algo terminas por lograrlo. Me ha enseñado que vale más ganarte un peso con el sudor de tu frente y saber gastarlo, a que te lo regalen en la calle y Dios sepa a dónde se fue.

Otro dato del reporte sobre educación elaborado por el Pew Hispanic Center: el 70 por ciento de los estudiantes hispanos habla español en casa, además de inglés.

—¿Por qué preservar tu cultura, seguir hablando español?

—Lo quiero seguir haciendo porque siento el orgullo de saber de dónde vengo y saber quién soy.

Éxito del otro lado

A David Flores lo nombraron zacatecano del año, nacido en Mezquital del Oro, no olvida su tierra, el pueblo donde creció. Los vínculos de los migrantes zacatecanos se expresan de manera económica y política. Más allá de las remesas y el famoso programa tres por uno. Flores, como muchos zacatecanos de quienes viajaron al norte en la década de los años ochenta del siglo pasado, lograron lo que parecía imposible: tener éxito del otro lado, aprovechar las oportunidades, apropiarse del american dream.

Lo primero para muchos inmigrantes fue regularizar su situación migratoria. En 1986, durante el gobierno de Ronald Reagan, vientos políticos soplaron a favor de los inmigrantes al instaurarse la Inmigration Control and Reform Act of 1986. Lo segundo para David Flores fue desarrollar su propia empresa, convertirse en un próspero empresario mueblero, con residencia en Merced, California.

Treinta y tres años después de haber llegado a Estados Unidos, David decidió emprender un singular viaje de vuelta a Zacatecas, compartir el viaje de las reinas de belleza a sus orígenes. Conversamos a bordo del autobús, en el trayecto de Apulco a Loreto.

—¿Cuáles son los méritos para ser designado zacatecano del año?

—En primer lugar hay que ser activo en algún club zacatecano de inmigrantes. Soy presidente del Club Mezquital del Oro y estoy afiliado a la Federación de San José, del norte de California. La Federación reconoce lo que hace la gente por sus comunidades, sus méritos. Es un trabajo voluntario. Hay además aportaciones económicas de la gente de allá en beneficio de obras para la gente de aquí.

—¿Cómo funcionan los programas tres por uno?

—Se trata de proyectos que benefician a comunidades de municipios de Zacatecas. Las gestiones se hacen a través de nuestra federación, trabajamos también con los presidentes municipales. La petición de alguna obra la pueden hacer los clubes por la inquietud de alguno de sus miembros, quienes quieren beneficiar a su comunidad de origen. De forma simultánea se pide al presidente municipal que apoye esa petición, para que de esa manera el club aporte los recursos económicos solicitados; luego vendrán los apoyos municipales, los del gobierno del estado y los del gobierno federal.

Flores habla de lo que puede considerarse una eficaz estrategia para multiplicar los recursos aportados por los migrantes a su tierra. La nostalgia se transforma en dólares y obras concretas a través de la sociedad civil mexicana que vive del otro lado.

—¿Qué obras son las que se realizan con mayor frecuencia?

—Son escuelas en áreas rurales, la infraestructura para el agua potable, la pavimentación de caminos o la realización de caminos, la extensión de la red eléctrica, y también la construcción de centros de salud. Estamos restaurando algunos templos, porque son parte de nuestro patrimonio cultural. Hay muchas necesidades. Lo bonito de esto es que por cada dólar que los inmigrantes aportan a través de los clubes, obtenemos otros tres. El dinero se multiplica.

—Háblame del trabajo que realizan ustedes, en el Club Mezquital del Oro.

—Para recaudar fondos, organizamos eventos, por ejemplo, las típicas kermeses mexicanas. También recaudamos fondos a través de sorteos y rifas, organizamos bailes; todo lo recaudado va a un fondo de tesorería y de ahí los directivos del club decidimos qué obra queremos realizar.

Por eso suceden cosas inverosímiles, como disfrutar el sabor de un tradicional asado de boda zacatecano en un salón de Merced, California, donde se celebra un baile mexicano bajo cualquier pretexto con el propósito de reunir los dólares que viajarán rumbo al sur.

Por eso es posible disfrutar cualquier día de la alegría de una kermese mexicana allá del otro lado.

La mayoría de los mexicanos de allá, el 83 por ciento, de acuerdo al mencionado estudio Mexican Inmigrants in the United States, realizado por el Migration Policy, vive en 10 estados, la mayoría en California, con más de cuatro millones. En Texas, viven más de dos millones de inmigrantes mexicanos; en Illinois más de 700 mil y en Arizona más de 600 mil.

—¿Qué obras se han desarrollado en Mezquital del Oro?

—Acabamos de hacer nuestro palacio de gobierno, la nueva presidencia municipal. El edificio anterior estaba viejo y ya no era funcional. Se derribó, y en el mismo terreno se construyó otro edificio que cuenta con el doble de espacio para trabajar. Todo es más funcional; además, la cárcel municipal, que estaba en el sótano de ese edificio, se llevó a un lugar más seguro, por lo que ya no está en el centro del pueblo.

También hemos rehabilitado escuelas. Donamos 35 computadoras para diferentes escuelas y para el centro de cómputo del municipio. Se han hecho varias obras de instalación de electricidad en comunidades que no contaban con ese servicio. También se han construido pozos de agua potable. Ahora estamos trabajando una obra productiva, una mezcalera, dado que en el municipio existen ya muchas hectáreas plantadas de agave. La inversión en esta mezcalera, muy cercana a la cabecera municipal, es de 150 millones de pesos.

—Ese es el nuevo horizonte, el apoyo económico a proyectos productivos con el programa Tres por Uno.

—Exacto.

—¿Por qué te marchaste del país?

—Entonces era joven, tenía 18 años, había terminado la secundaria y me fui del país. No había los recursos económicos para irse a estudiar a Guadalajara, que es la capital más cercana al municipio. La mayoría de los jóvenes de mi edad ya habían migrado y, como muchos paisanos, me quise ir para allá a buscar suerte.

Siempre tuve la inquietud de no ser un trabajador del campo toda la vida, no quedarme estancado como mucha gente que se queda trabajando en el campo.

La historia de Flores es la de muchos inmigrantes. La mano de obra de los mexicanos robustece a la economía de California y más allá de toda metáfora genera los frutos de sus campos.

—Llegué al condado mendocino, al norte de San Francisco. Mi primer trabajo fue pizcar peras, después uvas. En tiempo de frío me tocó hacer las podas, podar los árboles. Fue muy pesado, pero en ese tiempo estaba joven. Después me enseñé a cultivar la tierra, a sembrar, pero me di cuenta de que eso no era lo mío, decidí ir a la escuela. Lo primero que estudié fue inglés. Estuve becado y luego me fui a un colegio comunitario, donde me dieron la oportunidad de trabajar como consejero bilingüe, ayudaba con programas nuevos para estudiantes inmigrantes. Para entonces, estaba ya en otro nivel de trabajo.

La llave para abrir la puerta de las oportunidades, coinciden los protagonistas de este libro, fue el haber aprendido inglés y acceder a la educación.

—Después me dieron otra beca para ir a la Universidad del estado de California, donde obtuve el título en Administración de Empresas. Dos años después me hice empresario. Ahora cuento con siete mueblerías en el centro de California, lo que comprende Merced, Fresno, Madera. Tengo siete mueblerías en cinco condados, empleo a 40 personas, la mayoría de estos empleados son zacatecanos.

Más allá de exacerbados nacionalismos, la patria verdadera es la lengua que se habla.

—La mayoría de los mexicanos inmigrantes insiste en la necesidad de seguir hablando español.

—Eso es muy importante, no perder la propia tradición, las raíces, nuestra lengua. Aunque yo aprendí el inglés como segunda lengua y lo habló sin problemas, cuando tengo la oportunidad de hablar español lo hablo. Tengo cuatro hijos, todos nacidos allá, su primera lengua es el español, aprendieron el inglés cuando fueron a la escuela. Hoy hablan perfectamente dos lenguas, al igual que yo, y eso para mí es un orgullo.

—¿Cómo es la comunidad hispana con la que convives en Merced?

—Más del 80 por ciento somos mexicanos, tenemos diferentes orígenes, llegamos allá provenientes de distintos estados, hay muchos zacatecanos, michoacanos y jaliscienses.

—¿Es una comunidad unida?

—Sí, aunque desde la perspectiva de los clubes y las federaciones me parece que la comunidad más unida es la zacatecana. Todos son unidos, los michoacanos tienen sus grupos, sus sociedades y también se reúnen. Me parece que nosotros somos líderes en cuanto al trabajo de las federaciones y los clubes, así se nos ha reconocido en México y en Estados Unidos. Se considera que somos los que más aportamos en obras concretas.

—¿Fue difícil para ti el migrar, el hacer la vida, incluso el triunfar en un país distinto, con otra lengua?

—Para mí no fue tan difícil, nunca sentí lo que llaman discriminación, siento que todos somos humanos y que gozamos de los mismos derechos. Estoy convencido de que cuando das respeto recibes respeto, no importa de qué raza o cuál sea tu origen, nunca me he sentido diferente, ni mejor, ni peor ante los demás, incluyendo a los llamados anglosajones. Estados Unidos me dio muchas oportunidades que en su momento supe aprovechar.

David Flores bien se pudo olvidar de su origen, hacer del sueño americano una realidad, que además de las oportunidades de las que habla incluyera una identidad nueva. Nada del recuerdo de la pobreza, del vergonzante pasado de la miseria ante el espejo del próspero empresario que se reconoce como american citizen.

—¿Por qué mantener el vínculo con México, con Zacatecas, con la lengua? —le pregunto mientras avanzamos por la carretera. El árido paisaje zacatecano corre frente a nosotros, una suerte de espectáculo natural que en esta conversación cobra singular fuerza.

—Por el amor que le tiene uno a su gente, a su tierra, a su comunidad de origen. Ese lazo de amor es lo que te trae aquí, de vuelta. Si no existiera ese amor en tu corazón, esos deseos de estar en la tierra que te vio nacer, donde diste tus primeros pasos, donde viviste tu primera juventud, no existiría ese vínculo con Zacatecas.

—¿Tus hijos, una nueva generación de inmigrantes, mantienen ese vínculo?

—Sí, sobre todo los más grandes, siempre quieren venir a Zacatecas, conocen el estado, conocen a su gente, a sus familiares que viven aquí. Mantienen ese vínculo y estoy seguro de que quieren continuarlo.

En el 2042 uno de cada tres estadounidenses será latino. Las proyecciones del Buró del Censo de Estados Unidos incluyen también la previsión de que a la mitad de este siglo las minorías étnicas de Estados Unidos conformarán la mayoría de su población. Un país donde no predominará más el blanco de la piel, un país de la más diversa composición étnica y cultural.

—¿Es todavía Estados Unidos un país de inmigrantes?, ¿cuál es tu experiencia?

—Siempre lo ha sido, así se formó y lo seguirá siendo, aunque ahora sabemos que están tratando de cerrar fronteras, de reducir en lo máximo la migración al país dadas las circunstancias y la raquítica economía que se está viviendo, la falta de empleo, la inflación. Todo eso provoca que se cierren fronteras para no tener ese flujo tan grande de inmigrantes, lo que para mucha gente, lejos de ser un beneficio, perjudica a la nación.

—¿Mantienes las dos nacionalidades?

—Sí, nací y crecí en Zacatecas, emigré a Estados Unidos; posteriormente, me hice ciudadano de Estados Unidos, naturalizado. Conservo las dos ciudadanías y estoy activo políticamente en ambos países.

—¿De qué manera?

—Me mantuve activo en el 2006, trabajamos muy duro y ganamos los tres niveles de gobierno, ganamos la presidencia municipal, la diputación local y la gobernatura del estado, con la señora Amalia García.

—¿En el caso de Estados Unidos?

—Yo trabajo por el Partido Demócrata.

—¿Hay muchos hispanos con una actividad política de importancia en Estados Unidos?

—Sí, hay muchos, los hay también ocupando puestos importantes en los tres niveles de gobierno de Estados Unidos. Desafortunadamente, todavía no hemos podido acercarnos a la presidencia, pero ya hay una fuerza política hispana muy importante en Estados Unidos.

—¿Los hispanos participan más en el Partido Demócrata?

—Creo que participan en los dos partidos. En un tiempo, se consideraba que las minorías éramos más demócratas, pero ahora hay más división, mucha gente se ha ido al otro partido, ya no se puede decir que el hispano es demócrata por tradición, sino que ven las posiciones, ven lo que ofrece cada candidato y cada quien elige lo que es mejor para su gente, para su persona.

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