Kitabı oku: «Boca diminuta»
colección la furia del pez
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Primera edición, agosto de 2011
Director general: Alejandro Zenker
Director de la colección La furia del pez: Víctor Roura
Cuidado editorial: Elizabeth González
Coordinadora de producción: Beatriz Hernández
Coordinadora de edición digital: Itzbe Rodríguez Ciurana
Portada: Carlos González
Agradecemos el apoyo para esta publicación de la Fundación Grupo Anjor, A.C.
© 2011, Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V.
Calle 2, número 21, San Pedro de los Pinos.
Teléfonos y fax (conmutador): 5515-1657
ISBN 978-607-8312-13-9
Hecho en México
Índice
I. Verbo ajeno
II. Vieja vida de años
III. ¿Y los íntimos decoros?
IV. ¡Qué pronto se va una mujer de nuestro lado!
V. Labios que son reloj de arena
VI. Excesivo onirismo
VII. Grito enmudecido
VIII. Y pensar que yo decía
IX. Corazones alados
X. De ásperos brazos
XI. Febriles ansias corporales
XII. Durante siete sílabas
XIII. Amores: pavores
XIV. Quebrantos, engaños, sinrazones
XV. Primera mirada
XVI. Olvidos violentos
XVII. Impulso amoroso
XVIII. Amores que no lo fueron
XIX. Implacable imaginación
XX. Delirio mío
XXI. Temblores antiguos
XXII. ¿Amor eterno?
XXIII. Amnesia y cordura
XXIV. No sabemos
XXV. Invisible ciencia
XXVI. Delicadeza y recato
XXVII. En los vientos tu nombre
XXVIII. Breves disturbios
XXIX. Rondas mortuorias
XXX. Añeja osadía
XXXI. En los miserables laberintos de mi ansia demudada
XXXII. Tu nombre es la condena
XXXIII. Deslenguado mortal
XXXIV. Tentación
XXXV. Versos pop
XXXVI. Ilusiones pintadas de quebranto azul
XXXVII. Duermo en las orillas de tus olvidos
XXXVIII. Rubor de maldiciones
XXXIX. Pequeña infelicidad
XL. Frágil decisión personal
XLI. Sermones y dones
XLII. No me conozco
XLIII. Anatomía
XLIV. Adopción
XLV. Acaso el rubor
XLVI. Promesa
XLVII. Caderas, aroma, cobardía
XLVIII. Besos parciales, no
XLIX. Dos turbaciones
L. Ocho horas
LI. Una adivinanza
LII. Ser de ti
LIII. Hechizos
LIV. Erótica
LV. Fantasmas visibles de los ayeres
LVI. Medidas y miradas
LVII. Si te das la vuelta
LVIII. Tiza y nudo
LIX. No te asombres
LX. Rascacielos
LXI. Una ciudad de mitos errados
LXII. Susurros en la medianoche
LXIII. Te digo un secreto
LXIV. Sucintos cantos
LXV. Mutuos placeres
LXVI. Amor
LXVII. Y deliran las manos
LXVIII. Aderezo
LXIX. Fatiga morosa
LXX. Si no lo grito
LXXI. Espada
LXXII. Minutero
LXXIII. El recuerdo de tus caderas
LXXIV. Pecados mínimos
LXXV. ¿Dó los hombres sin rutas?
LXXVI. Dudas
LXXVII. La balada del abandono
I. Verbo ajeno
Cauto, uso un paraguas
para protegerme
de la alharaquienta
caída fugaz
del ajeno verbo.
II. Vieja vida de años
¿Vida nueva en nuevo año?
Los días son los mismos;
las rutinas, también;
el desamor persiste
y de ayer son los gestos;
las palabras circulan
en monótono ritmo
en los antiguos labios.
¡Vieja es la vida en años
calificados nuevos!
III. ¿Y los íntimos decoros?
No me sorprenden los prejuicios
contra los íntimos decoros
de la sensual privacidad:
llena de mediáticos juicios,
la multitud levanta en coros
ínfimos su procacidad
que la rebosa de perjuicios
atónitos, complejos loros
de la inicua esterilidad.
IV. ¡Qué pronto se va una mujer de nuestro lado!
Santa, santa maldición,
diabólica pudrición:
me mato por los rubores
de los débiles amores.
•
Un eco en sordina:
anda la catrina
como una delfina.
Miro en la vitrina,
mujer cantarina,
tu decir de harina,
¡cuánta argucia fina!
•
Me he olvidado de los rezos,
¡qué pronto caen los cerezos!
Como vienen los bostezos,
¡se van de a poco los besos!
•
¡Tanto querer marchitado,
tanto sueño interpretado!
¡Y ahora en medio de la vida
la ira en el cuerpo se anida!
•
Así como de súbito llegó,
de tal manera, sigilosamente,
se retira, sin mirar una sola
vez hacia atrás: vino, estuvo, se fue.
No volverá más con el mismo nombre.
Tal vez sí con la misma intensidad,
pero con otra cara (¿más bien máscara?),
con otro gesto, con otra mirada,
con otro cuerpo, con otra promesa.
Y luego el amor se irá nuevamente,
tal como llegó: inesperadamente.
•
Uno quisiera acercarse. Y decirle:
me gustaría fusionar mi vida
con la tuya, seguramente etérea.
Pero se queda uno mejor callado,
contando con disimulo en los dedos
cómo otra mujer se ha ido tan de pronto
—altiva, en silencio— de nuestro lado.
•
Una boca femenina habla
más por lo que insinúa en su
gesto que por sus silenciosas
y sinuosas acotaciones.
•
¡Y pensar que en la
mirada lo dije
todo! ¡Y pensar que ella
se fue tan callada!