Kitabı oku: «El canto del niño de las ocho jorobas»
TEXTOS BREVES SOBRE ASIA Y ÁFRICA
El canto del niño
de las ocho jorobas
Aṣṭāvakragītā
Traducción
Wendy Phillips
Yogendra Sharma
Universidad Nacional Autónoma de México
Dr. Enrique Graue Wiechers
Rector
Dr. Leonardo Lomelí Vanegas
Secretario General
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Secretario Administrativo
Coordinación de Humanidades
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Coordinador
Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África
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Coordinadora
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Secretaria Académica
Mtro. José Luis Maya Cruz
Secretario Técnico
Lic. Andrea Reyes Lozano
Publicaciones
Aviso Legal
Textos breves sobre Asia y África
El canto del niño de las ocho jorobas
Wendy Phillips y Yogendra Sharma (traductores)
Catalogación en la publicación UNAM. Dirección General de Bibliotecas Nombres: Phillips, Wendy, traductor. | Sharma, Yogendra, traductor. Título: El canto del niño de las ocho jorobas = Aṣṭāvakragītā / traducción, Wendy Phillips, Yogendra Sharma. Otros títulos:Aṣṭāvakragītā. Sánscrito. Descripción: Primera edición. | Ciudad de México : Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África, 2021. | Serie: Textos breves sobre Asia y África. Identificadores: LIBRUNAM 2061070 (impreso) | LIBRUNAM 2107851 (libro electrónico) | ISBN 9786073026147 (impreso) | ISBN 9786073048651 (libro electrónico). Temas: Advaita. | Vedanta. | Lo absoluto. Clasificación: LCC B132.A3.A7418 2019 (impreso) | LCC B132.A3 (libro electrónico) | DDC 181.482—dc23
Primera edición electrónica en formato epub: agosto 2021
DR © 2021. Universidad Nacional Autónoma de México
Coordinación de Humanidades
Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria,
Coyoacán, 04510, Ciudad de México
ISBN:978-607-30-4865-1
Esta edición de un ejemplar de (1 MB) fue realizada por el Área de Ediciones y Publicaciones Electrónicas del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África de la UNAM. La edición, formación y producción de este ejemplar fue realizado por María del Carmen Uribe Rangel.
Esta investigación, arbitrada por pares académicos, se privilegia con el aval de la institución editora.
La obra El Canto del niño de las ocho jorobas fue publicado en versión impresa en noviembre de 2019 por la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. El cuidado editorial estuvo a cargo de: Andrea Reyes Lozano. Diseño de portada: Yussef A. Galicia Galicia. Coordinación General de la Serie: José Luis Maya Cruz y Andrea Reyes Lozano.
Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio sin autorización escrita de los titulares de los derechos patrimoniales.
Esta edición y sus caracterpisticas son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Hecho en México / Made in Mexico
Índice
1 Introducción La vasija y el espacio La soga y la serpiente El mar y las olas
2 Sobre la presente traducción
3 I
4 II
5 III
6 IV
7 V
8 VI
9 VII
10 VIII
11 IX
12 X
13 XI
14 XII
15 XIII
16 XIV
17 XV
18 XVI
19 XVII
20 XVIII
21 XIX
22 XX
23 Referencias
Landmarks
1 Cover
¡No más que olas somos!
Nos levantamos brevemente…
para seguir siendo mar.
Juan Bañuelos (1932-2017),
poeta mexicano
Introducción
El canto del niño de las ocho jorobas (Aṣṭāvakragītā) es un texto perteneciente a la escuela advaita vedānta, una de las más conocidas formas de pensamiento no-dualista de la India.1 Este texto presenta el diálogo entre el rey Janaka2 —gobernante de Mithilā3— y Aṣṭāvakra (del sánscrito aṣṭa “ocho” y vakra “malformaciones, jorobas”), un niño deforme que llega a su corte y sorprende a todos con su sabiduría.
Perteneciente al género gītā,4 consiste en un diálogo entre maestro y discípulo en el que el primero procura hacer ver al segundo la realidad última de las cosas y culmina con la comprensión total del discípulo después de haber experimentado una revelación. Son, entonces, estos tres elementos los que marcan el desarrollo de la obra: enseñanza, revelación y comprensión.
El texto es sencillo pero demoledor. De forma sistemática, en no más de 300 dísticos, procede a invalidar todos los caminos, ortodoxos y heterodoxos, que la tradición india ha señalado hacia la trascendencia. No hay escuela de pensamiento que no resulte refutada por la verdad simple que el Aṣṭāvakragītā enarbola: no hay camino hacia la liberación, la liberación ya es —y siempre ha sido— nuestro estado natural.5 Lo único que hace falta es tomar conciencia de ello.
El diálogo inicia con una serie de preguntas simples y directas:
Janaka dijo:
¿Cómo se adquiere el conocimiento?
¿Cómo se alcanza la liberación?
¿Cómo se logra el desapego?
Maestro, háblame de ello. (1.1)
Sin embargo, hay que recordar que tales preguntas adquieren matices muy particulares cuando el discípulo es un rey sabio y estudioso, mientras que el maestro (sáns. prabhu) es un niño lleno de deformidades que acaba de llegar a su corte.
Aṣṭāvakra dijo:
Hijo mío, si lo que buscas es la liberación, rehúye los
objetos de los sentidos6 como si fueran veneno
y bebe el néctar del perdón, la honestidad, la compasión,
la simplicidad y la veracidad. (1.2)
Cuando Aṣṭāvakra llama “hijo mío” (tāta) al rey Janaka, no es sólo un recordatorio de que las apariencias son engañosas (el niño es el sabio, el hombre maduro es el necesitado de instrucción), sino que también da cuenta de una ternura, de una familiaridad y de una comprensión que sólo pueden darse en la relación maestro-discípulo, tan preciada para la cultura india.
La situación misma del diálogo y los personajes que lo protagonizan son ya una enseñanza del texto: Janaka ha abandonado su “Yo”, su ego, su importancia humana, ante una verdad más profunda, simple (como un niño) y no realmente atractiva para el hombre común (como su aparente deformidad).
En la literatura sánscrita existe un ciclo narrativo alrededor de la figura de Aṣṭāvakra. Por ejemplo, en el tercer libro del Mahābhārata (Āraṇyakaparvan 132-134) se cuenta que sus padres vivían en un ashram, de tal suerte que desde el vientre de su madre comenzó a aprender los Veda y a internalizar su recitación. Tal era su conocimiento de los textos sagrados, que en una ocasión en que su padre —considerado un gran sabio— cometió un error al recitarlos, Aṣṭāvakra lo reconvino haciendo escuchar su voz desde el vientre materno. Para el padre, Kahoda, ésa fue una muestra de soberbia por parte del hijo aún no nacido y por ello lo maldijo, condenándolo a nacer con ocho deformidades en el cuerpo.
Para el momento del nacimiento, sin embargo, Kahoda ya no estaba presente, pues había acudido a la corte del rey Janaka a retar al sabio Bandin en un duelo de inteligencias.7 Bandin, quien permanecía invicto, había derrotado a todos cuantos lo desafiaban. El padre de Aṣṭāvakra no fue la excepción, y tuvo que sufrir el mismo castigo que los otros perdedores: desaparecer en el fondo del mar. Cuando Aṣṭāvakra cumplió 12 años se enteró de lo que había ocurrido con su progenitor y decidió acudir él mismo a desafiar al imbatible Bandin.
Al presentarse en la corte, el guardián le negó la entrada diciendo que sólo hombres sabios, y por lo tanto viejos, podían ser admitidos. Aṣṭāvakra logró darle razones para demostrarle que su conocimiento era tan profundo que podía permitírsele entrar a la asamblea. Una vez allí, el mismo rey Janaka, quizá un poco preocupado por la suerte que esperaba al niño ante la astucia de su oponente, trató de disuadirlo de su propósito. Sin embargo, después de ponerlo a prueba con varios acertijos que Aṣṭāvakra respondió con toda soltura, finalmente accedió a llamar a Bandin. El niño lo venció fácilmente, y con aquella derrota Bandin fue obligado a hacer regresar del río a todos los sabios a quienes había vencido con anterioridad,8 entre ellos a Kahoda, quien reconoció a su hijo en aquel muchachito mal formado y se arrepintió de la maldición que le había lanzado.9 Así concluye la narración delMahābhārata.10 Sin embargo, es posible que cuando padre e hijo pretendían abandonar la corte para volver a su ashram, el rey Janaka pidiera a Aṣṭāvakra que antes de marcharse se convirtiera en su maestro. Allí iniciaría el texto que nos ocupa.
La narrativa que lleva al diálogo puede encontrarse con muchas variantes en distintas fuentes.11 Sin embargo, lo que aquí importa no es cómo los personajes llegan al diálogo, sino el diálogo mismo y algunas de las imágenes específicas que el Aṣṭāvakragītā presenta para dar cuenta de la no-dualidad.
Tal como en un collar de perlas, las imágenes que el texto ofrece se van hilando una junto a la otra y en muchas ocasiones parecen idénticas; en realidad lo son, pues se trata sólo de pequeñas pistas —imperfectas, insuficientes, pero con frecuencia bellas y útiles— para hacernos visualizar una realidad más trascendente: la unicidad de todas las cosas.
La vasija y el espacio
Aṣṭāvakra dijo:
Tal como el espacio permea a la vasija
por dentro y por fuera,
Brahman, eterno y constante, está
en todos los seres. (1.20)
Ésta es una de las imágenes frecuentes en el discurso de Aṣṭāvakra y es de particular importancia porque da una clave fundamental para entender el mensaje codificado en su deformidad. Cuando el niño se presenta ante la corte del rey Janaka, llena de hombres instruidos e importantes, su figura maltrecha y su andar desvencijado provocan risa en la asamblea. Para sorpresa de todos, lejos de mostrar enojo o vergüenza, la respuesta de Aṣṭāvakra es comenzar a reír él también (Balsekar, 10). Cuando Janaka, intrigado, le pregunta cuál es el motivo de su risa, el niño responde que ríe porque él pensaba que estaba entrando a una corte llena de sabios, pero se da cuenta de que en realidad todos los allí reunidos son tontos e ingenuos, pues no han entendido la naturaleza verdadera de los seres y se dejan engañar por la apariencia.
Haciendo uso de la imagen del espacio (vyoma) que al mismo tiempo llena la vasija y fluye alrededor de ella, Aṣṭāvakra demuestra que no importa la forma que tengan los seres, pues aquello que les da existencia no se ve modificado por los accidentes que les ocurran. ¿O es que acaso el espacio se transforma para acoger un cántaro cuadrado o uno redondo? Más aún, ¿se rompe el espacio cuando circunda a un cántaro roto? El cuerpo contrahecho de Aṣṭāvakra, sus ocho deformidades, son una prueba de que Brahman, intacto, lo envuelve por dentro y por fuera.12 Él tiene conciencia de ello y por tal razón vive dichoso. Los desventurados son aquellos que no son capaces de reconocer esta verdad y fundamentan su felicidad en las cosas externas. Aṣṭāvakra se ríe de ellos, pues teniendo la oportunidad de vivir una existencia de gozo absoluto —como él hace—, se gastan en cosas banales y sufren por los pequeños embates que les presenta la vida.
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