Kitabı oku: «Detrás de la máscara. Vol I»

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Editorial Mirahadas, 2021

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Producción del ePub: booqlab

Primera edición: agosto, 2021

ISBN: 9788418911897

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»

Yo no aprendo de mis errores,

mis padres son la cama de plumas al fondo del abismo.

Especialmente la luz que siempre ilumina mi camino,

porque con tu paciencia y confianza

has hecho que destruya mis límites y

supere los miedos que me encadenaban...

Prólogo

—¡Caaaaa! —Sahanna grita, desgañitándose, a la vez que agita los brazos por encima de su cabeza.

¡Cusom!, a la octava carrate y una vez allí, gire, iré indicándole…

—¡Cusom! Tranquila, sé dónde vas, he oído hablar de ti. —El hombre mira por el retrovisor buscando la mirada cómplice de su nueva pasajera, mientras una media sonrisa se perfila en su rostro.

—Ehhh… ¿CÓMO? —Sahanna eleva el tono de voz.

—¡No, no temas! —Separa una mano del volante haciendo aspavientos—, lo he dicho porque hace un tiempo que llegué a Trojo, ¡y poco a poco os voy conociendo a todos!

—¡Mi nombre es Sunmen, encantado!, espero que este trasto no me dé ningún problema, es tan antiguo…, una pregunta, niñita.

—¿Cómo?, «Odio que me llamen niñita, ¿quién se ha creído?»— El rostro de Sahanna se torna rojo por la ira contenida—. Perdone, ehh… Sunmen, no me gu… —Sahanna intenta hablar, pero Sunmen le corta la frase.

—¿Por qué quieres ir a ese lugar? —Sunmen lanza miradas furtivas a través del espejo retrovisor, intentando establecer contacto visual—. Sabes, está lleno de «raritos»…

—Ehhh, si me..., tengo…

—Ains, niñita, cómo ha cambiado todo…

—Ehhh, si no le imp…

—Soy demasiado mayor para adaptarme a este estilo de vida —el hombre mira al infinito, con la vista perdida—, tuve suerte de encontrar esto, pero…, ¡cómo ha cambiado el mundo!, ¿menuda lección nos dio ehh?, una durísima lección de poder, eres demasiado joven como para saberlo, ¿cómo has dicho que era tu nombre?

Sahanna titubea, no está segura de contestarle, aunque al final accede por cortesía, sabe que será un viaje incómodo.

—Ehhh, el caso es que no se lo he… bueno «A ver si esta vez es la definitiva»— Una amplia sonrisa se dibuja en su rostro dejando ver unos dientes pequeños y blancos como perlas—, ¡mi nombre es Sahanna!

—¿Cuántos años tienes, Sahanna? —pregunta Sunmen con entonación infantil—. No es frecuente ver a personas de tu edad, hace mucho tiempo que no veía a nadie que fuera tan joven.

—¡Ya tengo doce años! —Sahanna le regala una forzadasonrisa, se niega en rotundo a que su día se estropee, además, le queda aún un largo tramo de viaje—. «No hay más remedio que darle otra oportunidad».

—Admiro a las mujeres que tuvieron el valor de tener hijos como tu madre, bueno, admiro a las mujeres y punto, yo solo me preocupé de sobrevivir, no imagino cuidar de otro ser por encima de mí en aquella situación. Ehhh…, lo siento suena fatal, no me juzgues erróneamente, eran tiempos muy difíciles, hicimos muchas cosas para salir adelante, pero ahora que la vida vuelve a estar en calma me gustaría formar una familia, que me cuide y me quiera, este nuevo mundo hace que a veces me sienta muy solo…

«Vale, decidido, este señor no me gusta».

Algo comienza a apretar con ansia el estómago de Sahanna, desde muy pequeña había sabido reconocer, sin lugar a duda, los momentos en que su madre se sentía desesperada, recordaba aquellos profundos ojos azabache, clavándose cuales afilados cuchillos en ella, sepultándola bajo la losa de la culpabilidad, solo ellos, podían enterrar a cualquier ser o elevarlo desde lo más profundo hasta el infinito.

Observa cómo rápidamente pasan las últimas casas en hilera que forman la cola del pequeño reducto de civilización, colores vivos centellean ante sus ojos, fundiéndose, pero sin llegar a unirse totalmente entre ellos, no distingue ninguna forma especial, la emoción va creciendo impaciente en su interior, sabe que en breve se adentrarán en el camino que lleva a su objetivo.

El hombre ha descamado de nuevo una herida que nunca cerrará del todo, la emoción la embriaga, pero su gran enemigo, el pasado, siempre al acecho, intenta engullirla, desencadenando que su entusiasmo y euforia mantengan una lucha encarnizada contra su mente, empeñada en proyectar recuerdos que impactan contra las paredes de su cabeza, rememorando el dolor de aquellos tiempos en que la dureza de su existencia hacía un suplicio el levantarse cada mañana.

Sunmen habla y habla, pero ahora el eco de su voz retumba muy lejos de los pensamientos de Sahanna.

Durante su corta infancia nunca entendió el porqué de aquella sensación de ahogamiento, su madre era su mundo, la admiración que sentía por ella emanaba de lo más profundo de su ser, mientras crecía aceleradamente se daba cuenta de lo dura que había sido la vida para su progenitora desde que ella apareció.

Nunca hablaban abiertamente de sentimientos y de la enorme carga que ambas soportaban, las pequeñas perlitas brillantes que en un principio habían sido expuestas, cual exquisito escaparate de joyería, van desapareciendo de su rostro lentamente al recordar sus miserias.

El hombre no para de hablar y gesticular, su mirada se posa en él, pero no lo ve, no lo oye, inclina ligeramente la cabeza para lograr un mejor ángulo de atención, ve sus labios moverse con premura a través del espejo, siente las vibraciones de su lejana voz, intenta salir de su ensimismamiento para darle al menos un veinte por ciento de atención a la absurda conversación, nunca ha entendido por qué el carrater (Nota del autor: hombre que transporta personas en Trojo), habla tanto, siempre pregunta y cuenta lo mismo, no le disgusta del todo aquel tipo, ella sí lo conocía, aunque él haga como que no recuerda las veces que se han visto anteriormente.

Siente cierta compasión por él, pero a la vez le fastidia soberanamente que siempre actúe como si no se conocieran, ¡es la única niña de su edad y ha montado muchas veces!, hace tiempo, llegó a la conclusión de que solo necesita desahogarse.

—Recuerdo cómo era darse un baño eterno, una copa de buen vino, el agua a la temperatura perfecta, el olor de las sales de frutas, el vapor apoderándose lentamente del ambiente hasta que todo se cubría y se hacía invisible, esa niebla…, ohhh mi jacuzzi, ¡cómo lo echo de menos! Vivía en el centro de París, qué gran ciudad, por desgracia la última imagen que quedó en mi retina es el gran atasco sufrido cuando el sistema cayó, el final de los Campos Elíseos colapsado, la gente saliendo de los vehículos peleándose como bestias, el caos reinante, fuego. —Cierra los ojos momentáneamente, rememorando en su mente la escena que acaba de relatar, unas tímidas lágrimas afloran por los laterales de sus ojos; al abrirlos, sus cuencas están inundadas.

»Era una ciudad maravillosa, hermosa por todos lados, fascinante, con rincones únicos, sí, olía bastante mal, casi como el interior del agujero norte de Trojo… Pero… ¡era mi ciudad!, todo era mágico, las noches eran una locura, todo podía suceder en sus barrios de luces eternas, ¡ohhhh!, te envolvían hasta turbarte la visión…

»¡¿Y por el día?!, ufff, por el día, con la luz, bueno…, cuando había jajaja, enseñaba aquel lado sexy y romántico que embelesaba, era de película, ¿sabes niñita?

—Ehhh «¡Cómo odio que me llamen niñita!». Ehh… «desisto». Solo he leído sobre París —Sahanna mira al cielo—, me he imaginado su belleza cientos de veces, a los enamorados paseando por los jardines, la estatua de la libertad saludando al río Sena desde la Isla de los Cisnes… Me encanta el mundo antiguo, los castillos de los viejos reinos, los restos de todos los imperios (Nota del autor: cuando dice imperios antiguos, realmente se refiere a los países del siglo XX), imagino cómo vivían, sus ropas, el alimento, he leído mucho, intento comprender cómo pudo pasar todo, investigo cómo eran cada uno de ellos y escribo…

—¿Escribir el qué niñita?

—Por favor, no me llame niñita, le he dicho que tengo doce, bueno, casi trece años.

—Jajaja, está bien, has dicho Sahanna, ¿no?

—Sí. «Creo que es la milmillonésima vez que se lo repito».

—Bonito nombre, escribir, ¿el qué?

Sahanna mira al exterior, le agrada que el «ca» (Nota del autor: el ca era un vehículo para transportar personas), no tenga puertas, nunca le gustó perderse nada del paisaje, su vista intenta captar nuevos elementos cada vez que realiza aquel camino, mientras su mente soñadora la transporta a su idílico mundo en el que todas las personas que ella amaba, están allí, felices, con grandes sonrisas dibujadas en sus rostros y en armonía.

—Quiero que las generaciones futuras sepan cómo era aquel mundo, la vida diaria, las numerosas especies que coexistían, dibujar los antiguos edificios, las enormes ciudades, investigar… ¡Mi madre me ha dicho que algún día cuando las cosas mejoren me llevará a ver los restos de todas esas ciudades de la historia, podré ver La Tour Eiffel y explorar todo lo que encontremos!, es una mujer magnífica, mi objetivo es encontrar todos los monumentos que salen en los libros que he leído, iré con mi ami Nana, veremos el mundo cuando crezcamos…

A la vez que habla sobre el futuro, su mente ha viajado hasta él, allí está, explorando y documentando todo lo que encuentra a su paso, puede visualizar a las generaciones futuras leyendo sus libros, estudiándolos, viendo la sonrisa de Nana con cada descubrimiento…

Una profunda y sonora inspiración llena el pecho del carrater, alertando a Sahanna de que está preparado para volver a hablar.

—Ains, niñita, ¡perdón!, Sahanna —el cerebro de Sahanna deja de proyectar su idílica película, obligándola a regresar a la conversación—, creo que has de olvidarte de ese mundo antiguo, tu madre no te lo habrá dicho para no herirte, pero me caes bien y pareces una chica lista. De aquello solo queda un espejismo, no hay que hurgar en el antaño, duele…

»Hemos de dar gracias a que los pocos que sobrevivimos supimos encontrarnos y poco a poco crear todo esto. Entiendo que Trojo se te quede pequeño, pero remover el pasado en este momento solo serviría para desmoralizarte a ti y a los que sigan el resultado de tus aventurillas, en mi opinión, creo que con lo inteligente que pareces deberías preocuparte más por el presente y el futuro de nuestro pueblo, nunca se sabe lo que puede pasar…

—Ehhh, no creo que…

—Niñit…, Sahanna, yo era abogado, de los buenos, ¿sabes lo que es un abogado?

—Ehhh, sí, he leído sobre ellos, en un libro que encontré les llamaban «chupasangre»…

—¡Ja, ja, ja! —Sunmen se ríe sonoramente.

Sahanna lo mira extrañada, prosigue su argumento sin perder un segundo, sabe que, si hace una pausa, por breve que sea, él hablará de nuevo y se quedará sin decir lo que quiere.

—Por lo que he deducido y mi madre me explicó, ¿eran algo parecido al señor que habla con las partes cuando hay algún problema de la colonia y no llegan a un acuerdo?, entiendo que ¿pactaban bebiendo sangre o la utilizaban para algo, no?, lo que he encontrado es confuso y mi madre no me aclara nada…

En realidad, no entiende del todo a qué se dedicaban exactamente, ni tampoco la relación de la palabra «chupasangre» que había leído en aquel manuscrito, le sonaba irracional, nociva, conocía al mediador de Trojo, siempre era justo y bondadoso. Cada vez que pregunta a su madre, esta responde con evasivas, odia profundamente las escapatorias que utiliza para no hablar de nada relacionado con el pasado.

De manera fugaz, su cerebro le grita que si le contesta lo que él quiere oír dejará de darle absurdos consejos cobardes y conformistas.

¡No!, «Si él se permite el lujo de decime estas estupideces, se las rebatiré abogando a la razón y al conocimiento, no estoy dispuesta a ceder ante este tipo solo por agradarle».

—¿Cómo? —El carrater ríe sin parar, con los ojos enfrascados en lágrimas, algo que a Sahanna le molesta profundamente—, algo así, niñita, eres demasiado joven para entender o conocer una profesión de las que había antes de la Gran Sequía, era parecido, pero no se podía ser amigo de todos, solo de una parte.

—¿Y… cómo sabían cuál era la parte que tenía razón?

—Ains, niñita, qué fáciles son tus preguntas y qué difícil sería que las entendieras, dejémoslo, ¿de acuerdo?

—Ehhh, no soy imbécil, ¿sabe?, y le repito, no me llame niñita…

—Lo sé, lo siiiiennnnto, te contaré un poquito.

—«Solo quiero llegar, este idiota cada vez me cae peor…»—.

—Mi vida no era esta, ¿sabes?

—«Sí Sahanna, te lo va a contar otra vez, Nana, qué ganas tengo de verle…».

Sahanna vuelve a zambullirse de nuevo en su mente, bucea por su imaginación, de repente se acuerda, «la nieve», nunca la ha visto y tiene la certeza de que nunca lo hará, mete su mano en el bolsillo y saca una fotografía que siempre lleva con ella.

La analiza con cariño, recuerda el día en que, explorando, entró en una vieja casa abandonada, su madre le tenía prohibido meterse en lugares sin asegurar, a su parecer, su madre le tenía prohibido el casi total de las cosas divertidas de la vida.

Lo difícil para ambas, es que ella no creía en los límites de la curiosidad, así que, con mucho cuidado, desobedecía constantemente las órdenes, ruegos o cualquier frase que la condicionara a hacer algo, sobre todo si venía de su progenitora.

De pronto, una corriente eléctrica recorre su cuerpo, recuerda momentáneamente la alegría que le invadió cada célula de su sistema, cuando la vio, allí estaba, intacta, aquella antigua fotografía olvidada en una pared, insólitamente era de papel, protegida por un fino cristal, bordeado con un horrible marco plateado, un tesoro con aquel fondo blanco que resaltaba a la vista, una familia feliz en primer plano, extraña, llevaban mucha ropa encima y objetos en pies y manos, todos sonreían, en los pequeños trozos de cara que asomaban, resaltaban minúsculas rojeces que no llegaba a entender, rebosaban tal alegría que podía sentirla.

Siempre que observa la fotografía, se imagina que esa familia sonriente, sin miedo ni preocupaciones era la suya, disfrutando del momento como una familia «normal».

—Era socio de un gran bufete, eso es, bueno… era un sitio donde había muchos de esos «chupasangre», como bien has dicho, jajaja, nos encargábamos de defender a gente muy poderosa, culpable o inocente, no importaba, lo importante era el dinero, el maravilloso y abrumador dinero, el poder, deleitarse saboreando la punta de la pirámide sin importar cuántos cadáveres formaran los cimientos, una vida desenfrenada, llena de lujos, lujos son cosas que no necesitábamos, pero que teníamos en abundancia, además estaban las fiestas, sex…, ehhh y todas esas cosas maravillosas que ya no existen.

»Despilfarraba tanto que no sabía ya en qué gastar el dinero… Hay que ver cómo cambian los tiempos y cómo el mundo se rebeló ante nuestra raza. —Sus ojos vuelven a empañarse de lágrimas.

—Ehhh, señor, ¿qué es dinero?, no entiendo bien, suena maravilloso, ¡ojalá hubiera nacido antes de la Gran Sequía!

—El dinero era lo que usábamos para los trueques, ¡qué tiempos! —Sunmen inspira profundamente y espira—, lo destruyó todo… Un consejo te voy a dar, niñita, no dejes de lado a las personas que te quieren porque cuando las pierdes, las echas tanto de menos que desearías ser tú el que está bajo la árida tierra…

El carrater habla y habla de su vida pasada, sus fantasías, anhela y describe lugares y cosas que ella nunca llegó a conocer, a Sahanna esto siempre le provoca cierta envidia, el hombre usa un lenguaje que, a veces, no entiende del todo, dándose por vencida y agotada su paciencia, ajena a la voz del hombre, decide dedicarse a admirar la bella estampa que se abre ante su atenta mirada...

Preciosos paisajes de tonos rojizos se abren paso ante ellos, el viento caliente les golpea desestabilizando levemente el «stonefull» (Nota del autor: los «stonefull» o «tonef», son vehículos flotantes, especiales para terrenos donde el aire caliente azota con fuerza, poseen mayor estabilidad y un fuselaje apto para altas temperaturas).

El intenso calor aprieta en la zona, conforme se acercan a su destino sienten cómo el fuego emana de las entrañas de la tierra, para ella es algo normal, no conoce otro clima, Sunmen empieza a sudar copiosamente, saca un pañuelo sucio del bolsillo del pantalón, se seca el sudor que le cubre toda la cara. Sahanna cuenta los segundos que quedan antes de que aquel hombre empiece a quejarse como siempre por llevarla hasta aquel lugar y del lugar en sí, es bastante molesto, abre la boca para replicarle, pero antes de que la voz se escape de su garganta, su mente ha sopesado los problemas que le puede causar con su madre si es grosera y aunque tenga razones para ello, decide guardar silencio una vez más.

—No entiendo para qué vienes aquí, es horrible, el calor quema los pelos de la nariz, los «raritos» están acostumbrados, nadie en su sano juicio querría ni acercarse, no sé cómo tu madre…

Sermonea y se queja sin parar, ya no la mira por el espejo retrovisor, ahora se dirige al mundo en general, es una situación incómoda, a ella no le interesa enfrentarse, así que ocupa su mente en la próxima aventura que le propondrá a su ami, está segura de que será algo emocionante, a Nana siempre se le ocurren planes increíbles.

Describir a Sahanna sería como explicar el contenido de una caja de Pandora, inquietudes cocinadas a fuego lento que luchan por salir, presionando las paredes que las mantienen cautivas, sus ansias por descubrir el mundo y su energía la hacen un ser especial.

Aunque, sin lugar a duda, lo que más la corroe y empuja a desear crecer aceleradamente, es el diario que su familia y otros escribieron, una mezcla de aventuras, descubrimientos, pérdidas y renaceres que designaron como: «Historia de la nueva humanidad».

Su madre le aseguró que cuando fuera más mayor, sin especificar a qué cifra se refería exactamente, se lo dejaría leer, así comprendería la historia de su pueblo, de las breves pero intensas fases a las que el mundo se había visto sometido, cómo este se había transformado hasta llegar a lo que es hoy, descubriría la respuesta a tantos enigmas, ansiaba con ganas «ser mayor» de una vez.

Para ella, el saberlo todo se había vuelto una necesidad, le gustaba su vida, pero fantaseaba con muchas de las cosas que la gente mayor de Trojo le contaba, para eso necesitaba a Nana. Sahanna creía que cada ser viviente necesitaba de su complemento espiritual.

A veces, jugaba a vivir esa vida, a hacer todo lo que leía en los libros antiguos, «irse de compras» (aunque no entendiera del todo el concepto), hacer fotos a monumentos, aunque no había visto ninguno, admirar preciosos cuadros, cenar en restaurantes de ensueño, solo había visto uno en ruinas, aunque su mente lo reproducía en todo su esplendor, soñaba despierta con ese mundo que algún día su madre le revelaría con más exactitud…

……….

«No sé qué día es, no importa, estamos vivos, encontramos una vieja fábrica de papel.

Gracias a esta anónima empresa del pasado, plasmaremos el presente para recordarlo en el futuro».

Charles T.

1

Año 2075 y siguientes…

La sociedad había llegado casi a la cúspide del conocimiento, científicamente avanzaba a pasos agigantados.

Las relaciones sociales habían sido engullidas al completo por la tecnología, los únicos hándicaps que seguían existiendo en cuanto a la absoluta sabiduría, eran el espacio y las profundidades marinas…

La Era del control mental, en matrimonio, con la fabricación de seres autómatas, vacíos y controlables, compuestos de frágiles cuerpos hechos de células vivas.

Una tecnología que evolucionaba tan rápido que parecía alcanzar la cima en breve, nada cambiaba, todo cambiaba, la explotación de unos sobre otros, la obsesión por el poder, todo ello en concordancia para que la tierra girara en torno a algo que no era su eje natural.

El tiempo de vida de los organismos era bastante amplio, los estrepitosos fracasos de los acuerdos internacionales para el control de la natalidad, la procreación masiva, inversamente proporcional a los recursos existentes. Todos estos factores y alguno que otro más, hicieron que todo lo que hasta el momento en la sociedad no había sido una preocupación prioritaria, empezara a serlo cuando ya era demasiado tarde.

La raza humana vivía despreocupadamente, basando sus razonamientos de seguridad en el egoísmo personal y la confianza en el sistema por comodidad.

Se jugó a la ruleta rusa con la paciencia y el aguante físico del planeta, venía haciéndose desde hacía muchos siglos, hasta que el Estado de Bienestar se vio arruinado por el duro castigo de la madre naturaleza.

Tras años de soportar catástrofes naturales, ver cómo países enteros eran arrasados unos tras otros, la Gran Sequía sepultó todos los sueños y esperanzas de futuro.

Asoló el mundo e hizo que toda la población dejara de lado el consumismo, la era digital y lo relativo a lo que la sociedad y el individuo consideraban importante para centrarse en su nueva prioridad: sobrevivir.

(Nota del autor: No mencionaré las clases bajas, sociedades ni individuos que ya basaban desde siempre, su existencia en una lucha diaria por la supervivencia, porque ellos simplemente «desaparecieron del sistema», una explicación incompleta y tal vez ambigua, pero no se me ocurre otra que mejor lo defina).

La lucha por los recursos, se tornó en una guerra individualista, cada persona superaba todos sus límites para salir adelante, no era un conflicto entre Gobiernos, era mucho más cruel, terrible, drástico…

Los inmigrantes climáticos se convirtieron en una plaga para los países en los que los recursos todavía eran «accesibles», se sellaron fronteras, reventadas por avalanchas de personas desesperadas, para, al final, dejar de existir en un mundo donde todos nos convertimos en inmigrantes o mejor llamados, nómadas por la supervivencia.

Cada uno conocería que no existen los límites cuando la muerte acecha en cada esquina, intentar salvar a las personas amadas se convertiría en una condena a muerte asegurada.

El agua y cualquier líquido que sirviera para la hidratación corporal, se privatizó, personas con altísimo nivel adquisitivo, lo compraron y embotellaron, para luego venderlo a precios desorbitados o guardarlo en lugares secretos para su supervivencia.

La inflación del mercado se tornó insostenible, la gente enloqueció de una forma atroz, los que se habían visto sometidos a luchar para vivir, aprendieron rápidamente que en un Estado anárquico donde ya no cabe más desesperación, aniquilar a cualquiera sin miramientos no era una opción, sino una obligación para obtener beneficios y poder optar al líquido, la violencia cada vez era más desgarradora y desmesurada, la piedad no cabía en aquellos días.

Por el contrario, para los que tenían el control del mercado a distintos niveles, la delincuencia no era un problema, era la realidad del día a día y la solución a la inminente extinción de todos los seres del planeta, solo debían esperar pacientemente a que «el problema» se resolviera por sí solo. Lo que no calcularon es que las personas encargadas de protegerles, sus salvadores en incontables ocasiones, al final se convertirían en sus verdugos.

Miles de lugares secretos llenos de diferentes líquidos quedaron en el olvido, las enfermedades lo asolaron todo, ningún ser tenía mejor suerte, los que no morían rápidamente, eran aniquilados para sustento o comercio.

La raza humana se auto exterminó a pasos agigantados, aproximadamente solo un diez por ciento de población sobrevivió, tal vez algo más, no existe una contabilización certera.

El problema añadido para la proliferación de la especie, era que quienes no habían muerto, lo hacían lentamente y de paso, mataban a todo lo que se encontraran en su camino, la violencia había llegado a su punto álgido y no parecía que fuera a retornar.

Sobre la tierra quedaba ya menos vida casi que bajo ella, la falta de mantenimiento en las centrales energéticas provocó que los aparatos desintegradores de moléculas (los cuales necesitaban una enorme cantidad de la misma), no funcionaran correctamente, volviéndose paulatinamente al antiguo método enterrando los cadáveres o casi cadáveres (a los moribundos en fase final se les enterraba de igual modo), esta ardua tarea, cada vez era más difícil terminarla debido a que había que emplear un elevado gasto energético humano, sumado a las altas temperaturas y al peligro que en sí existía, mientras se estaba distraído con el cometido, quedando con frecuencia, los moribundos y cadáveres sobre la superficie, expuestos a las condiciones climáticas.

Todo ello contribuyó a la proliferación de numerosas enfermedades que se sumaban así a la exterminación de los seres vivos que quedaban.

En un intento desesperado para la reconstrucción del planeta, UGSO («Unified Goverment in the Search for Solutions»), creando la mayor campaña de márquetin de la historia, «rogaron» (por decirlo de alguna manera), a la población viva que se inscribiera en un registro y expusiera las cualidades y conocimientos que cada individuo poseía, a cambio de promesas garantizando seguridad y esperanza de vida.

Las personas comenzaron a salir de sus escondites, UGSO, enfundaba valor y protección, garantizaron el fin de la violencia, víveres y un nuevo comienzo, todo esto hizo que la gente colaborara activamente en las inscripciones masivas, lo que quedaba del mundo se volcó en ayudar a un fin común: renacer.

Como la mayoría de utopías, esta duró poco, ya que conforme avanzaba el tiempo, el hambre y sobre todo la sed, hicieron que afloraran de nuevo poco a poco los más bajos instintos del ser humano.

Lo que en un primer momento fue una colaboración conjunta para la supervivencia, se convirtió en una lucha entre los diferentes grupos repartidos por el mundo.

Los supervivientes eran confinados en «campos» cercados por «su seguridad», organizados en base a la funcionalidad de cada individuo.

Áridas extensiones de tierra, donde se construyeron grandes cabañas, sub-búnkeres subterráneos con capacidad para un número ilimitado de personas, en los que las condiciones de vida distaban mucho de ser dignas.

Además, por cada campo había un búnker, donde vivían los líderes con sus familias, un sistema cerrado de comunidad, aislado y altamente protegido.

Científicos, médicos y demás gremios que pudieran aportar calidad de vida a los líderes del UGSO, se encontraban concentrados en los sub-búnkers, situados normalmente en la parte oeste del campo, semienterrados, sometidos a presiones constantes para servir fielmente a los «intereses comunes y al bien de la humanidad», ya fuera creando tecnología, avanzando en la medicina, etc. Siendo el precio, a veces, demasiado alto para los que aún poseían moral.

Las personas constructoras, encargadas de ser la mano de obra para el levantamiento de edificaciones, paulatinamente, sin darse cuenta, pasaron a ser los esclavos de los dirigentes y su peculiar «sistema de reconstrucción de la humanidad».

Los elegidos como «soldados», adiestrados a conciencia, poseían las armas con las que exterminaban a quien no fuera funcional en los propósitos establecidos, quien discrepara en las actuaciones del UGSO o produjera algún altercado.

Los niños que no eran «aprobados» por los dirigentes del UGSO, así como enfermos, ancianos y personas con minusvalías eran una fuente de pérdidas que en un principio «desaparecían», siendo supuestamente reubicados en otros campos; se sabía que realmente seguían el «modelo espartano», utilizando un abismo oceánico seco para la «optimización de los recursos», aunque eso nunca pudo demostrarse.

Solo los aptos y obedientes para los trabajos eran conservados en los campos, el poder terminar el día vivo se convirtió en una pericia digna de premiar con el don del sueño (dormir era un don, puesto que la mayoría nunca lo hacía).

Sin duda, la mayor aberración que se produjo en estos lugares fueron los vulgarmente llamados «criaderos», cuya misión era repoblar la especie, apartaban mujeres fértiles para la procreación, encerradas, en condiciones infrahumanas, cometiendo contra ellas abusos innombrables con la excusa de la proliferación de la raza al servicio de los líderes del UGSO, puesto que solo su prole era la idónea para la repoblación.

Cabe mencionar que la que no era fértil o dejaba de serlo, era abandonada a la muerte, fuera del campo, sin fuerzas, sin comida, con diversas enfermedades, sumando que muchas de ellas desarrollaban ceguera, causada por el confinamiento en la oscuridad, sin ninguna oportunidad.

Con este sistema de «eliminación discriminada para la mejora», contribuyeron activamente a exterminar a la gran parte de población que aún quedaba sobre la tierra.

Estos lugares semejantes al más aterrador de los infiernos que pueda existir en cualquier pesadilla, se bautizaron como: «Bgul», que significaba «Better than Gulaj», reproduciendo fielmente o mejor dicho recrudeciendo aún más, las duras condiciones y el trato a los «trabajadores» de los campos originales rusos, se ubicaban en distintas partes de Europa, donde la concentración de población viva se estimaba más alta, aunque personas de todas partes del mundo alertadas por la llamada, acudían con cuentagotas dándose de bruces con la realidad; la mayoría, desesperadas, preferían experimentar el horror que desconocían a enfrentarse al camino de vuelta que seguro les llevaría a la muerte.

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