Kitabı oku: «Traslados y abandonos de ciudades y villas»

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Traslados y abandonos

de ciudades y villas

Nuevo Reino de Granada y Popayán, siglos xvi y xvii

Yirla Marisol Acosta Franco


© Yirla Marisol Acosta Franco

© Universidad de Antioquia, Fondo Editorial fcsh de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

ISBN: 978-958-5596-72-6

ISBN E-book: 978-958-5596-73-3

Primera edición: junio de 2020

Imagen de cubierta: Occidentalis Americae partis... (detalle)/ Theodoro de Bry (1594). Cartografía.

1 mapa; 33,5 x 49 cm. Biblioteca Nacional de Francia.

Disponible en: ark:/12148/btv1b8596190d.

Coordinación editorial:

Diana Patricia Carmona Hernández

Diseño de la colección:

Neftalí Vanegas Menguán

Corrección de texto e indización:

Daniel Zapata

Diagramación:

Luisa Fernanda Bernal Bernal,

Imprenta Universidad de Antioquia

Hecho en Medellín, Colombia/

Made in Medellín, Colombia

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita del Fondo Editorial fcsh, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia

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El contenido de la obra corresponde al derecho de expresión de la autora y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad de Antioquia ni desata su responsabilidad frente a terceros. La autora asume la responsabilidad por los derechos de autor y conexos.

Yirla Marisol Acosta Franco

Historiadora y Magíster en Historia, Universidad de Antioquia. Estudiante de Doctorado en Historia, Écoles des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia). Miembro del Grupo de Investigación en Historia Social de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia.

Este libro es el resultado de una investigación calificada con mención Summa Cum Laude por la Maestría en Historia de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. La investigación fue asesorada por el profesor Gregorio Saldarriaga y acompañada por el Grupo de Investigación en Historia Social (gihs) de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. Para la presente publicación se contó con el apoyo de la Maestría en Historia.

A mi Estrella y a mi Lucero, que con su amor

y fortaleza han llenado mi vida de inspiración.

Listado de siglas

agn Archivo General de la Nación, Bogotá

agi Archivo General de Indias, Sevilla

acc Archivo Central del Cauca, Popayán

dihc Documentos inéditos para la historia de Colombia, coleccionados en el Archivo General de Indias de Sevilla por el académico correspondiente Juan Friede, de orden de la Academia Colombiana de Historia. Diez tomos. Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1955-1960

Agradecimientos

La culminación de esta investigación y su publicación no habrían sido posibles sin el apoyo, asesoría y compañía de profesores, amigos y familiares. Agradezco a la Maestría en Historia y al Grupo de Investigación en Historia Social por su marcado interés y apoyo en el desarrollo de este proyecto. Al Comité Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, pues su ayuda ha sido fundamental para que esta investigación conozca la luz. La asesoría y el acompañamiento de Gregorio Saldarriaga han sido fundamentales, agradezco cada pregunta, comentario, sugerencia y corrección que me hizo y, sobre todo, su inmensa disposición para escucharme, reconocer cada logro que fuimos consiguiendo y animarme a seguir adelante.

Los comentarios y preguntas de Óscar Calvo, César Lenis y Sebastián Gómez fueron importantes para dar mayor claridad a la investigación y abrir otros horizontes de comprensión al problema estudiado. A Sebastián Gómez le agradezco especialmente por permitirme participar en su investigación y acercarme a fuentes que fueron significativas para este proyecto. A mis compañeros de la Maestría: Diego Álvarez, Felipe Marín y Francisco Sibaja les doy las gracias por sus observaciones y el diálogo sostenido en cada curso; Francisco, con sus palabras e inquietudes, hizo que me esforzara más en la investigación y escritura. La voz de aliento y la compañía de Paola Berrío, Leidy Osorio y Lina Vargas fueron generosas y reconfortantes.

El amor y la alegría brindados por mi familia han sido incalculables, no tengo palabras para agradecer el cariño y el soporte que siempre me han ofrecido. A mi madre, Luz Estela, que siempre ha estado a mi lado, espero retribuirle todo el amor y el apoyo que he recibido de su parte. Carlos Ospina, con su incondicional apoyo y compañía, su amor, su alegría y las risas que me brindó, hizo que este camino fuera mucho más ligero.

No puedo dejar de mencionar los momentos de ternura, juego y esparcimiento que he disfrutado con Ginebra, Tomy y Harley.

Introducción

Que las ciudades o las villas fueran trasladadas una, dos, tres o más veces era una realidad y hasta una condición para su perpetuidad en los siglos xvi y xvii. Comprender las causas y circunstancias que rodearon la determinación de mover la ubicación de un centro urbano, con todo su armazón jurídico, simbólico y físico implica el análisis de los diversos factores que influyeron en el complejo poblamiento del Nuevo Reino de Granada; es a partir de ese objetivo que se desarrolla esta investigación. Para ello fue importante tener como referencia lo que significaba la ciudad para sus fundadores y pobladores y, en esa medida, comprender los argumentos ofrecidos por estos, las ideas políticas que subyacen en la justificación del traslado o abandono en relación con el contexto en que se llevaron a cabo.

Esta investigación expone las causas por las que se mudaban o desaparecían las ciudades, pero más específicamente, revela cómo la idea de ciudad y la cultura política de los habitantes influyeron en los movimientos de los centros urbanos. A partir de esto, es posible entender cómo el entorno geográfico y la economía, si bien proporcionaban argumentos a favor o en contra de la permanencia, no eran “hechos objetivos”, sino elementos contextuales y subjetivos que variaban en el término de poco tiempo, que se utilizaban como herramientas retóricas.

La “grandeza de una ciudad se llama no al espacio del sitio ni a la extensión de las murallas, sino a la multitud de sus habitantes y posesiones. Ahora los hombres se reúnen movidos o por la autoridad, o por la fuerza, o por el placer, o por la utilidad que produce”1, señaló el teólogo Giovanni Botero en 1588. En la descripción anterior se presentaron dos elementos que servían para definir lo que era la ciudad: la urbs y la civitas, la primera entendida como la estructura física y, la segunda, como el cuerpo político que le da su existencia. En vista de que la mayoría de los centros urbanos identificados en este estudio no contaron con una estructura urbana sólida y consolidada, es preciso hacer hincapié en la noción de ciudad como el cuerpo político que se asentaba en un lugar para vivir bajo un mismo gobierno2.

La ciudad sería ese espacio en donde era posible desarrollar una vida perfecta en términos del gobierno, de la virtud y de la felicidad, como lo señaló Aristóteles3. Además, esta expectativa de perfección se unía o encontraba asidero en una ciudad bien trazada, en términos geométricos, en la que se tuviera presente la dirección de los vientos, las defensas, las calles principales y los edificios públicos y religiosos. Estos dos pensamientos se unieron y tomaron fuerza en el Renacimiento para construir unas ciudades que tuvieran un orden desde la fundación y construcción de las mismas.

La comunidad que sostenía la lógica de ciudad, sus intereses y reivindicaciones se hizo notar a través de los oficiales del cabildo y sus solicitudes a la Corona, con las cuales se vincularon a la monarquía y justificaron también las decisiones de traslados o abandonos, puesto que “los oficiales constituían esos ‘sólidos lazos humanos’ mediante los cuales el rey prudente mantenía sus territorios”.4 Ello era respaldado por el contenido simbólico y jurídico que poseían las ciudades, ya que estas formaban parte de una estructura jerárquica y de poder mucho más amplia.

Los asentamientos tenían jerarquías y eran incorporados a un orden provincial e incluso monárquico, el estatus de los vecinos estaba ligado a la existencia de la ciudad y en ellas se daban relaciones de poder y prestigio. Es en ese espacio en el que cada centro urbano procuró demostrar su importancia para los intereses reales, lo cual se logró a partir de las labores desempeñadas por los cabildos y gobernadores, especialmente. Al respecto, la idea cultural y política que se tenía de la ciudad ayudó a su perdurabilidad y también a su movilidad.

Como la ciudad existía gracias a la comunidad política que le daba vida es necesario conocer cuál era esa comunidad, cuáles eran sus intereses, qué las unía y cómo se presentaban ante la Corona. La fundación de ciudades creaba unas condiciones jurídicas que asentaba la conquista y garantizaba el acceso a los recursos, “un nuevo núcleo urbano significaba la posesión de tierras y la sujeción de los pueblos que las habitaban. Desde las ciudades se organizaba la explotación de las regiones conquistadas y se administraban las unidades económicas”5.

Es por eso que para los soldados la fundación era parte de un objetivo, ya que obtenían nuevas posiciones económicas y sociales mediante el acceso a encomiendas y a oficios del cabildo como retribución por los servicios prestados al rey. Es así que los primeros pobladores de las ciudades y villas fueron los soldados que participaban en las jornadas de conquista y se convirtieron en vecinos, encomenderos y oficiales que, a su vez, ganaban nuevas obligaciones que estaban enmarcadas en los deberes de protección a las ciudades y a los indígenas para mantener su condición de fieles vasallos que servían a su rey y eran dignos de sus mercedes reales.

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La etapa de conquista antillana generó una experiencia en el poblamiento del territorio, la cual condujo a la creación de directrices que pretendían guiar la instalación de la sociedad castellana en América. La existencia de una serie de ordenanzas reales evidencia el esfuerzo de la Corona por guiar el poblamiento, estas fueron consignadas en cédulas reales y provisiones desde el año 1513, con el nombramiento de Pedrarias Dávila como gobernador de Castilla del Oro. En 1573 fueron promulgadas las Ordenanzas de poblamiento por Felipe II, en las que se instituían los mandatos para establecer el orden físico que debían tener las ciudades y villas. Por un lado, fue dispuesto que debían asentarse en lugares saludables, con buen temple, buen aire, buenos mantenimientos, tierras para siembra y cría de ganados, así como disponibilidad de aguas. Por otro lado, la regulación de la estructura de la ciudad pasó por la reglamentación de que debían contar con buenos caminos, entradas y salidas para facilitar el comercio y la defensa de los lugares, debían delimitarse también los solares para el pueblo, ejidos, dehesa, iglesia y cabildo. La planta, plaza, calles y solares de la ciudad debían trazarse a regla y cordel, asegurando que en la medida en que creciera la ciudad no se perdería el orden.6

La Corona se esforzó por dirigir el establecimiento de la sociedad española en los centros urbanos, pero la realidad geográfica, ambiental y demográfica de América y del Nuevo Reino de Granada, en especial, condicionaron las posibilidades de cumplimiento de estos parámetros en un sentido urbanístico de manera estricta. No obstante, el acto de toma de posesión y de fundación siempre se llevó a cabo por los capitanes con la solemnidad debida ya que este representaba la incorporación de las tierras descubiertas bajo el dominio imperial y la obediencia de los soldados y futuros vecinos de los centros urbanos7. La ceremonia consistía en que el capitán cabalgaba alrededor del lugar, daba gritos y cuchilladas en los árboles, bebía agua, inquiría a quien tuviera alguna contradicción y ponía el rollo de la justicia8.

Bajo estas condiciones hubo un cumplimiento en la legalización jurídica de la toma de posesión y del acto que fundaba las ciudades y villas, lo que garantizaba su existencia como parte de los dominios reales, luego de estos actos solemnes se efectuaba el poblamiento. Al respecto, John Elliott sintetizó que la dominación de América implicó “tres procesos relacionados: la toma de posesión simbólica, la ocupación material –que acarreaba o bien el sometimiento o bien la expulsión de los habitantes indígenas– y la población o repoblación de las tierras por parte de los colonizadores”.9 Los intereses personales y colectivos de los capitanes, soldados, diferentes oficiales y pobladores desempeñaron un papel fundamental para establecer las ciudades y villas en condiciones contrarias a las estipuladas por la Corona y al tiempo mantuvieron la idea de ciudad como comunidad; y usaron los elementos de sanidad, urbanismo y servicio de forma retórica permitiendo su continuidad.

Los puntos de semejanzas y diferencias entre diversas regiones del Nuevo Reino amplían la visión del fenómeno del poblamiento. Este no se dio por una simple yuxtaposición de centros urbanos en unas condiciones regionales existentes antes de la conquista pues, en muchos casos, las órdenes de poblamiento se adecuaron de acuerdo con las posibilidades del espacio y los intereses de vecinos en la explotación de recursos. Esta idea está unida al planteamiento de Germán Colmenares sobre las posibilidades del asentamiento español mediado por las condiciones regionales existentes antes de la llegada de españoles.10 Un planteamiento similar propone Marta Herrera Ángel para el caso de la provincia de Popayán, la cual sentó sus bases sobre estructuras prehispánicas de una larga duración11.

Los desplazamientos de los centros urbanos son un importante problema de análisis para comprender la configuración y construcción espacial y jurídica del Nuevo Reino de Granada y Popayán en los siglos xvi y xvii, ya que la movilidad geográfica que sufrieron los centros urbanos ayuda a explicar los intereses de la población por asentarse en determinados lugares. De igual manera, no solo se identifican estos intereses sino los de la Corona y el impacto que estos tuvieron en las formas de asentamiento, ya que poblaciones que estaban dedicadas a la minería obedecían a formas e intereses de poblamiento divergentes a las poblaciones agrícolas.

Una comparación entre patrones de poblamiento en las diferentes zonas del Nuevo Reino de Granada, entre ciudades y villas que tenían vocaciones diversas son un interesante aporte a la historiografía colombiana sobre los procesos tempranos de poblamiento, traslados y abandonos de centros urbanos, y a la historiografía sobre la Monarquía hispánica por la complejidad del poblamiento americano ligado a las particularidades del espacio y a los intereses de capitanes y soldados. Con todo esto, el ejercicio investigativo sobre esta problemática del poblamiento contribuye a la comprensión de las dinámicas locales bajo las que se construyó el orden político en las Indias.

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El desarrollo de una investigación de esta naturaleza, que busca seguir el rastro o cualquier pista sobre las ciudades y las villas desaparecidas o trasladadas, obliga a una labor de búsqueda detallada y persistente por los diversos fondos documentales del Archivo General de la Nación, del Archivo General de Indias y del Archivo Central del Cauca, así como a los numerosos documentos transcritos y compilados por investigadores y a las crónicas y memoriales. Las actas capitulares de todas las ciudades no existen, así como las actas de fundación y los registros de cada movimiento. Mucha de la información reposa en fondos distintos a los asuntos que debían tratarse en los centros urbanos, de ahí la dificultad para encontrar la información precisa, pues en ocasiones solo hay una corta mención a una ciudad abandonada o al traslado antes de asentar la ciudad definitivamente.

La ausencia de documentación también refleja parte del proceso que vivieron los centros urbanos estudiados: su fragilidad e inestabilidad, las pretensiones de sus vecinos y oficiales para lograr su consolidación y cierta autonomía de algunas gobernaciones para manejar sus asuntos internos. Es comprensible que exista un vacío de fuentes en las ciudades o villas que se fundaron en un contexto bélico y que solo duraron unos meses, así como las que estaban ubicadas en la periferia y no mantuvieron una comunicación fluida con el centro.

Siempre es bueno contar con el detalle de todos los testimonios que proporcionen claridad sobre los debates internos de los cabildos, cuando intentaban dirimir la complejidad de tomar la decisión de abandonar o trasladar los centros urbanos, así como de las condiciones externas que las afectaban y lo que se pretendía lograr con cada determinación. Disponer de toda la documentación es una condición excepcional, con toda seguridad hay información dispersa que se escapó en esta investigación, pero con la información recopilada fue posible tratar el problema de una manera rigurosa.

Para sortear esta condición es menester valorar cada testimonio sin importar lo diminuto, fragmentado y disperso que esté, pues cuando se complementa y contrasta con otros testimonios, acordes a las situaciones contextuales y a los procesos macro, dicha información brinda más posibilidades de comprensión y generación de espacios para realizar más preguntas. Es labor de ir tejiendo los fragmentos de la historia para dotarlos de sentido. Para la valoración de la información que los diferentes testimonios proporcionan fue importante reconocer los argumentos que presentaban e identificar las representaciones, las posiciones y los discursos que asumieron gobernantes y gobernados, oficiales y vecinos en torno a las decisiones de fundación, traslación y abandonos de los centros urbanos, lo que exhibe la situación interna de cada comunidad en los momentos más coyunturales en su proceso de consolidación del poblamiento.

Es esencial indicar que en vista de que el problema de investigación que se aborda en esta ocasión no ha sido objeto de un estudio sistemático y de debate en la historiografía sobre el Nuevo Reino de Granada y Popayán, las referencias bibliográficas proporcionan elementos adyacentes o datos que dan cuenta de indicativos del poblamiento o despoblamiento, pues los intereses investigativos han estado enfocados en resolver otras problemáticas como las dinámicas y estrategias de guerras de españoles e indígenas, por citar un ejemplo.

El estudio de las ciudades o la historia urbana en el periodo colonial ha estado marcado por una preocupación por entender la lógica mediante la cual se articuló el territorio descubierto y sus habitantes al mandato imperial.12 En los estudios sobre las ciudades coloniales en América hay una gran diversidad de problemáticas, enfoques y metodologías. Entre ellos, se destaca la obra de Francisco de Solano que abarca aspectos relativos a la fundación, la traza urbanística, la función de las ciudades, de la plaza mayor, la importancia de los cabildos, las poblaciones indígenas y el mestizaje.13

Existe un grupo de investigadores dedicados a estudiar la implementación de proyectos urbanísticos, bajo el modelo de Vitrubio y las trazas regulares, en América. Estas investigaciones están apoyadas, fundamentalmente, en cartografía y planos de época en la que es posible identificar una regularidad, simetría y coherencia con los referentes europeos. Por esta razón, la mayoría de las obras hacen hincapié en el proceso urbanístico de Nueva España y Perú, los dos grandes virreinatos en los que se adelantaron proyectos urbanísticos de gran envergadura.14

La clásica obra de José Luis Romero estudia el papel desempeñado por las ciudades en la historia latinoamericana para el establecimiento de la cultura europea y la ideología mercantilista.15 Así mismo, Manuel Lucena Giraldo sugiere que en las ciudades fundadas por los españoles era el lugar en donde se reproducía la tradición europea; no obstante, estas fueron fundadas sobre un núcleo urbano indígena, lo cual era necesario para cumplir los mandatos reales de conquistar y poblar. Esto conllevó a que primara una ciudad política sobre una natural, ya que los conquistadores aprovecharon las condiciones naturales e implementaron en estas su política de poblamiento.16 Así mismo, Darío Barriera apunta que el patrón urbano es el articulador del núcleo colonial al tiempo que desestructura el espacio prehispánico, todo ello a partir del poder de la fundación de ciudades.17

La historia de estos primeros asentamientos ha sido abarcada desde diferentes enfoques y puede considerarse que hay una preocupación inicial por el espacio geográfico de la zona de poblamiento; así como un interés por vincular a sus pobladores nativos como la razón de existencia de las ciudades y, cómo entre territorio y habitantes existe una relación de dominación en la medida en que ambos se ven determinados por la coexistencia.

Por su parte, Alain Musset ofrece un estudio importante que plantea el problema del traslado de las ciudades en el Nuevo Mundo como un tema fundamental para comprender la historia urbana del continente y que ha sido descuidado por la historiografía colonial. En ciudades nómadas, Musset aborda el estudio de las ciudades con un enfoque geográfico, sin perder de vista los referentes culturales y políticos que definieron las ciudades en este periodo. En su investigación, que abarca las Antillas, Nueva España, América central, Colombia-Venezuela, la Audiencia de Quito y Lima, y el cono sur, desde inicios de la conquista hasta el siglo xix, contabilizó 162 ciudades que sufrieron reubicaciones, la mayoría causados por fenómenos naturales; sin embargo, por la amplitud de esta investigación no hay una mayor profundización en el caso del Nuevo Reino de Granada, lo que deja abierta la posibilidad de su estudio y del acercamiento con otros enfoques.18

Este autor señaló que la existencia efímera que tuvieron las ciudades mineras se debía al infortunio de no encontrar los filones de Zacatecas o Potosí. Además, sostiene que estos centros urbanos no contaron con apoyos oficiales ni funciones administrativas; vivieron de la oferta y la demanda, producto del oro extraído; no diversificaron su economía mediante la agricultura, la ganadería o el comercio, es por ello que su ruina era causada por el agotamiento de las minas; como ejemplo de ello citó el abandono de la ciudad de Victoria y la decadencia de Guamocó.19

Es preciso indicar que en esta investigación se contaron 49 ciudades o villas trasladadas o abandonadas y esta situación no obedeció a desastres naturales, como en la mayoría de los casos analizados por Musset, sino a decisiones tomadas por la comunidad en beneficio de sus intereses económicos, por la inestabilidad frente a las poblaciones indígenas y a la necesidad de consolidar un poder en ciertos territorios. Es por esto que el enfoque de estudio refuerza la idea de que la cultura política y la civitas fueron fundamentales para la consolidación de los centros urbanos y es indispensable comprender este problema a la luz de esos marcos culturales.

Los traslados y abandonos de centros urbanos, fundados entre los siglos xvi y xvii en el Nuevo Reino de Granada y Popayán, son un problema crucial para comprender las formas de asentamiento español en épocas tempranas de la ocupación ibérica en América. Esta es una característica transversal en la historia colonial de la cual hay escasos trabajos en la historiografía colombiana que desarrollen ampliamente esta temática, a pesar de la atención que los historiadores han prestado al tema sobre la fundación de ciudades y el poblamiento hispano, muchos de ellos se han enfocado en ciertas regiones como la provincia del Nuevo Reino, el Caribe o las ciudades fundadas por la hueste de Robledo y Belalcázar20.

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Los traslados y abandonos de centros urbanos en el Nuevo Reino de Granada permiten el análisis de un problema particular referente al urbanismo, así como reflexionar sobre las distintas etapas de la apropiación del territorio y su poblamiento. Por esta razón, la investigación está dividida de manera que es posible comprender las causas y circunstancias de los movimientos o desapariciones de ciudades y villas vinculadas a los procesos de conquista, pacificación y consolidación del poblamiento, no en el sentido en que uno determine al otro sino en la medida en que abre el escenario para comprender mejor cada proceso y las afectaciones que sufrieron los centros urbanos.

El primer capítulo presenta los traslados y abandonos en el primer momento de la conquista: desde 1509 hasta 1573; ya que el hecho urbano otorgó a los recién llegados a tierras americanas un proyecto de permanencia y vecindad, tal y como lo señaló Manuel Lucena Giraldo.21 Este periodo abarca la fundación de Santa María de la Antigua de Darién, la primera ciudad en Tierra Firme; las fundaciones de centros urbanos de la mano de conquistadores que emprendieron el poblamiento como parte de sus campañas privadas por las que reclamaron y recibieron diferentes mercedes reales; la creación de la Audiencia de Santa Fe en 1550 que en adelante dirigió las expediciones y fundaciones por medio de comisiones entregadas a capitanes. Esta condición cambió la forma en que se llevó a cabo el poblamiento puesto que las ciudades o villas debían estar autorizadas por la Audiencia, lo que de alguna manera refleja que estas se vincularon a un propósito mayor en el poblamiento que al solo hecho de servir a los intereses particulares de capitanes y soldados.

Esta etapa está marcada por el afán de poblar para asegurar la conquista que hacían los soldados, así como por la elección de lugares inadecuados, contrarios a todas las ordenanzas para el establecimiento de la población, pues los diversos intereses de la conquista determinaron la ubicación de los centros urbanos, ya fuera para aprovechar la población nativa o los recursos mineros. Ese escenario contribuyó a una rápida movilidad de las ciudades y villas recién fundadas –como Ibagué, Cali y Antioquia– y al abandono de otras por la voluntad explícita de sus fundadores, casos como el de Neiva, Tudela y La Palma reflejan esa situación que refuerza la idea de la importancia de la comunidad política para la preservación de la ciudad y de esa misma comunidad que se tejía en la ciudad.

El segundo capítulo abarca el periodo que va desde 1573 hasta 1615 porque abre el análisis de los traslados y desapariciones de los centros urbanos en el contexto de la guerra con diferentes grupos indígenas. Además, en 1573 fueron emanadas las Ordenanzas de poblamiento de Felipe II y resulta significativo notar cómo las ciudades que se fundaron a partir de esa fecha cumplieron o no con estas disposiciones en un contexto de guerra. Si bien el término “pacificación” fue introducido mucho antes, el hecho de que se presentara en las reglamentaciones para el poblamiento, con el propósito de dar fin al proceso de conquista, es bastante revelador para entender que la pacificación y el poblamiento eran procesos complementarios. Se dieron comisiones para pacificar diversas provincias indígenas y fundar ciudades para garantizar la paz y doctrina de los indios. El caso de la ciudad de Toro es contundente para mostrar ese quiebre en el proceso. Nuestra Señora de la Consolación de Toro fue fundada en 1573 con el fin de pacificar y allanar los indios que salían a los caminos entre Cartago y Cali. En la comisión que otorgó el gobernador Gerónimo de Silva, Melchor Velásquez debía cumplir con “las provisiones cédulas e capítulos dados por su majestad para las nuevas poblaciones”.22

En este momento de guerras de pacificación se dio un proceso de reorganización jurídica del Nuevo Reino de Granada ya que la fundación y abandono de centros urbanos marcaba la ocupación del territorio; un territorio que ya había superado la dinámica del descubrimiento y la conquista y que tenía definidas sus fronteras externas. Es decir, la guerra se libró en sitios ya descubiertos en el Nuevo Reino y con una población española circunvecina importante, que en la medida en que se avanzaba en la pacificación se hacía lo propio en el establecimiento de ciudades o villas y en la creación de nuevas gobernaciones como la del Chocó, los Muzos y el Valle de la Plata. Entonces, los ataques indígenas no solo afectaron a las ciudades y villas que estaban establecidas para ese momento, sino que con motivo de la pacificación se fundaron otras que igualmente resultaron quemadas, destruidas, trasladadas o abandonadas.

Las ciudades que se fundaron con ocasión de la guerra procuraban servir de cuña para repeler los ataques, salvaguardar los demás centros urbanos y lanzar las incursiones de los españoles con el fin de castigar a estas provincias. En esta coyuntura se notará con mayor claridad la voluntad de los oficiales y vecinos por preservar los centros urbanos, ciudades como Medina de las Torres podían ser abandonadas fácilmente después de un ataque indígena, pero sus traslados demuestran la importancia y la necesidad de preservar ciertos espacios.

Como estos procesos no fueron sincrónicos ni semejantes en todas las regiones del Nuevo Reino de Granada, las guerras con las provincias indígenas se dieron en unas fronteras ya establecidas. En contraste, en la zona oriental, en el piedemonte llanero en ese mismo periodo se estaba realizando un proceso de ampliación de frontera, descubrimiento y fundación de centros urbanos, por lo que las condiciones de estos no estuvieron sujetas a los designios de la pacificación.