Kitabı oku: «Clima, naturaleza y desastre», sayfa 3
Pero no fueron, como ya parecían indicar los fenómenos extremos comentados, los periodos cálidos los que dieron el tono, según nuestra fuente, a la primera mitad de los años 60. Ciertamente, buena parte de los inviernos resultaron suaves, y las menciones a puntas de temperatura por encima de lo normal tampoco faltan a finales del invierno y al principio de la primavera (14, 15, 18, 225), pero entendemos que forman parte de la variabilidad normal de la estación. Ahora bien, llama la atención la sucesión de meses con episodios de excesivo fresco o frío (incluso para La Granja) que se dan en algunas primaveras pero sobre todo en los veranos y otoños, precisamente en algunos de los años donde también hemos identificado olas de calor: 1761, 1762 y 1763 registraron episodios de esa naturaleza en verano; y 1760, 1761, 1762 y especialmente 1764 en otoño. El resultado es que 27 de los 65 meses observados registrarían valores inusuales, de los cuales 22 estarían por debajo de lo normal, y sólo 5 por encima. Hemos procurado emplear criterios restrictivos, pero si el observador no era especialmente sensible al frío –y no tenemos porqué pensarlo– el resultado sería un periodo con una clara tendencia a producir bruscas oscilaciones extemporáneas de tiempo fresco y frío. El mes de junio de 1762 puede servir de ejemplo, no siendo ni mucho menos el único: tras haber hecho ya calor en su primera mitad, las temperaturas cayeron como consecuencia de unas lluvias, de modo que lo cerraron aún vestidos de paño (119), unas prendas que tendrían que vestir ese mismo año antes de que terminase septiembre debido a la pronta caída de las temperaturas (133).73 Una muestra adicional de estos comportamientos inhabituales la tenemos en la primera semana de noviembre de 1763, cuando el rey escribía desde El Escorial –en un párrafo que no deja de recordarnos el conocido texto del barón de Maldá sobre lo extraño de las tormentas que él sufría en 178674– diciendo que tenían «un tiempo malísimo de lluvias, y truenos» (181), algo bastante poco habitual en la actualidad en aquella zona, incluso en observatorios de montaña, como el de Navacerrada. Por cierto, no es la única ocasión en la que el monarca alude al miedo que doña Isabel de Farnesio sentía por las tormentas.75
Sobre el tiempo en Parma
Como se ha dicho, el epistolario de Carlos III con Felipe de Parma contiene referencias indirectas al tiempo reinante en Parma durante el mismo periodo, extractadas de las cartas que le enviaba su hermano desde los distintos enclaves por los que si iba moviendo, en un circuito similar al de las jornadas reales españolas, si bien a escala más reducida y flexible (Parma, Sala, Colorno y Castelnuovo). En conjunto, contienen este tipo de referencias 177 cartas de Carlos III.76 Diversos factores aconsejan no efectuar por ahora la explotación de esta información. Ante todo, tanto por el hecho de tratarse de información secundaria, como creer no cerrada la posibilidad de poder localizar las cartas originales de D. Felipe a su hermano, si bien nuestros esfuerzos por hallarlas en diversos archivos españoles (Palacio Real, General de Simancas, Histórico Nacional) han resultado por el momento infructuosos. Hay que tener en cuenta también la menor densidad de la serie, que con ser importante, está claramente por debajo de la referida a la Península Ibérica; incluso el umbral de sensibilidad personal del duque de Parma, un hombre que también practicaba la caza pero que gustaba de la ópera y de otros placeres más cómodos, ajenos a los de su austero hermano, lo que bien podía generar unas percepciones diferentes del tiempo. Por todo ello, hemos preferido limitarnos a poner a disposición un extracto de las citas que contienen las cartas de Carlos III sobre el tiempo que su hermano le decía que tenía en Parma (anexo 2).
El lector encontrará en dicho cuadro un conjunto de indicaciones que son las propias de un clima como el de Parma, templado pero con claras diferencias respecto a los propios del interior ibérico (Cfa frente a los Csa/Csb de los Reales Sitios). Eso sí, de ser fieles las citas efectuadas por D. Carlos, el clima parmesano de estos años estuvo sometido a unas acusadísimas oscilaciones, tanto en lo que se refiere a temperaturas como a precipitaciones. Ello contribuye, en primera instancia, a enriquecer en cierta medida el vocabulario empleado a la hora de caracterizar dicho clima, especialmente el adverso. Así, cuando se trata del mal tiempo invernal, puede calificársele como «terrible» o «perverso»; o si se trata del calor veraniego, como «insufrible», «horrible», «excesivo», que no dejaba «vivir ni de día ni de noche». También se incorporan fenómenos nuevos o que apenas tienen representación en las descripciones del tiempo en España, como nevadas que dejaban mantos de nieve de mayor espesor y duración, heladas persistentes del suelo, desbordamientos y avenidas fluviales... todo lo cual llegaba a forzarle a permanecer en casa durante semanas sin poder salir, o interrumpía seriamente las comunicaciones. Por supuesto, algunos de estos episodios fueron lo bastante notables como para llamar la atención de los observadores. Así, en 1760 el mucho frío de mayo, las inundaciones de septiembre y la tierra helada de diciembre; en 1761 el atraso de las cosechas por el exceso de lluvias seguido de un verano muy cálido; en 1762, el exceso de nieve y hielo, en marzo, que se conceptúa más propio del mes de enero, las crecidas fluviales en abril, el insólitamente frío mes de junio («como en invierno») y el superlativo calor de julio y agosto; en enero de 1763, la caída de media vara de nieve y su persistencia, así como los campos «como mares» del mes de junio; y en 1764, de nuevo el frío mes de junio (calificado como «raro» y que les forzó a andar aún vestidos de paño), la prematura nevada del 30 de septiembre (considerada también «muy temprana»), y de nuevo las inundaciones de noviembre. Los testimonios, que es necesario contrastar aún más que en el caso de las informaciones sobre España, parecen apuntar a unos veranos anómalos (bien por unos meses de junio muy frescos o húmedos, bien por los de junio y julio muy cálidos), así como a un comportamiento muy frío y simétrico al español en el caso del inicio del otoño de 1764.
A MODO DE CONCLUSIONES
Es evidente que, tal como el profesor Alberola ha puesto recientemente de manifiesto,77 los epistolarios ofrecen grandes posibilidades para los trabajos de climatología histórica, en primer término como fuente de diversos proxy-data. Sin duda, es difícil que ofrezcan la continuidad y la consistencia de los aquí presentados y en cuyo análisis vamos a continuar, pero la abundancia de este tipo de fuentes en los archivos españoles, apenas explotada, abre un camino que debe ser explorado sistemáticamente.
Sin duda, ello exigirá el desarrollo de herramientas –hemos señalado las lexicográficas– y una sistematización metodológica adaptada a las peculiaridades de esta documentación y de los procedimientos de cuantificación ya establecidos.
Del mismo modo, hemos querido también poner de manifiesto la absoluta necesidad de contrastar la información obtenida mediante los epistolarios con la proporcionada por otro tipo de fuentes, en primer término las propias documentales (rogativas, dietarios...), pues es indudable que por sí solos los epistolarios –aun con el grado de consistencia del que hemos manejado– están lejos de permitirnos efectuar, por sí solos, una caracterización climática de los periodos en que fueron escritos.
ANEXO 1 Citas textuales sobre el clima en los reales sitios según la correspondencia italiana de Carlos III (1759-1765)
Fuente: ASP, Carteggio Farnesiano e Borbonico Estero-Spagna. Los textos entre comillas corresponden a citas textuales de la correspondencia. (1)Se indican sólo las cartas enviadas a Tanucci en Nápoles. El resto son todas las remitidas a D. Felipe de Parma. (2)Se trata de cartas enviadas en el curso del viaje a la corte, datadas todas en Zaragoza.
ANEXO 2 Extracto de las anotaciones sobre el clima en Parma contenidas en la correspondencia italiana de Carlos III (1759-1765)
Fuente: ASP, Carteggio Farnesiano e Borbonico Estero-Spagna. Los párrafos entrecomillas corresponden a citas textuales de Carlos III. (1) La fecha de las cartas de D. Felipe de Parma la indica Carlos III al acusar recibo en la suya.
Notes
NOTA: Este estudio forma parte de los resultados del proyecto de investigación Riesgo y desastre natural en la España del siglo XVIII. Episodios meteorológicos extremos y sus efectos a través de la documentación oficial, la religiosidad popular y la reflexión científica (HAR2009-11928), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovació del Gobierno de España y los fondos FEDER.
1. A. Alberola Romá: «No puedo sujetar la pluma de puro frío, porque son extremados los yelos: el clima en la España de los reinados de Felipe V y Fernando VI a través de la correspondencia de algunos ilustrados», Investigaciones Geográficas, 49 (2009), pp. 65-88.
2. G. Anes: «Prólogo» a Carlos III. Cartas a Tanucci (1759-1763), introducción, transcripción y notas a cargo de M. Barrio Gozalo, Madrid (1988), p. XI. El propio Anes, en un innegable tono vindicativo, añade que estas cartas «permitirán escribir una biografía del rey que restablezca la verdad y que esté libre de prejuicios y de ignorancias» (ibid, p. XXVIII).
3. Estos epistolarios han sido profusamente empleados en biografías recientes del rey, tales como las de M. A. Pérez Samper: La vida y la época de Carlos III, Barcelona (1998), o R. Fernández: Carlos III, Madrid (2001). El Archivo Histórico Nacional (AHN), en su sección de Estado, conserva –entre otras– la co rrespondencia cruzada entre el infante D. Luis y D. Carlos con su madre; en el Archivo General de Simancas (AGS), también en su sección de Estado, se halla la correspondencia entre Carlos III y Tanucci (de la que nos ocuparemos a continuación), de la reina María Amalia con el mismo Tanucci, de D. Carlos con su madre, del duque Fernando de Parma –sucesor de D. Felipe– con el mismo rey, así como la correspondencia cruzada entre ministros, tales como la de Wall a Tanucci, o la de Grimaldi con Du Tillot. En el Archivio di Stato di Parma (ASP) obran las cartas enviadas por doña Isabel de Farnesio a su hijo D. Felipe.
4. Estas cartas se hallan en AGS, Estado, libros 318 a 355 (falta el libro correspondiente a las cartas del primer semestre de 1762); vid. M. Barrio Gozalo, op. cit., p. 2.
5. ASP, Carteggio Farnesiano e Borbonico Estero-Spagna, busta 150. En lo sucesivo, salvo indicación en contrario, citaremos este fondo indicando sólo el lugar y la fecha de redacción. D. Carlos desembarcó en el puerto de Barcelona el 17 de octubre de 1759; la muerte de D. Felipe se produjo el 18 de julio de 1765. Debemos el hallazgo de esta correspondencia al profesor E. Giménez López.
6. M. Barrio Gozalo, op. cit., p. 2.
7. Durante el viaje entre Barcelona y Madrid, hubo cuatro fechas en las que el rey escribió el correo semanal a su hermano pero no a Tanucci (las del 17, 21 y 29 de octubre, y 6 de noviembre de 1759). Sin embargo, D. Carlos sí escribió a Tanucci el 25 de octubre y el 1° y 8 de noviembre. Ya establecido en los Reales Sitios –sin tener en cuenta el primer semestre de 1762, que supone la pérdida de 23 cartas a Tanucci– y hasta mitad de 1763, hubo 28 semanas en las que el rey escribió a Tanucci pero no (o se han perdido) a D. Felipe de Parma: 6 corresponden a 1760, 15 a 1761, y 7 a 1763.
8. Según opinión asentada por Danvila y Collado y seguida por Anes, todas las cartas a Tanucci son autógrafas, «de su puño y letra, claras y concisas» (G. Anes, op. cit., p. XIII). Hemos podido comprobar que la caligrafía es idéntica. Un pasaje en una enviada a Tanucci (Aranjuez, 12-abril-1763; Barrio, op. cit., n.° 156, p. 422) dejaría claro que era el propio rey quien las escribía: aquejado por una dolencia leve, la carta es muy breve pues «no quieren que oy escriva mucho, y me regañan». Sin embargo, el hecho de tratarse de copias a limpio, junto con el volumen de escritura que suponían, nos lleva pese a todo a no excluir la posibilidad de la intervención de un amanuense.
9. M. Barrio Gozalo, op. cit., p. 2.
10. Con cierta frecuencia, el rey se disculpa por ello con Tanucci, indicando que las escribe apresuradamente por falta de tiempo. No encontramos nada parecido en las enviadas a D. Felipe.
11. Esto explicaría ciertas reiteraciones de asuntos que con alguna frecuencia se producen en el curso del epistolario.
12. G. Anes, op. cit., p. XVI.
13. San Ildefonso, 29-septiembre-1761; una expresión semejante en: Aranjuez, 29-mayo-1764.
14. Buen Retiro, 23-septiembre-1760.
15. San Ildefonso, 12-agosto-1760.
16. «Pido a Dios de todo corazón quiera illuminar una vez a aquel pobre Rey, y sacarle de la zeguedad en que está haziéndole ver las cosas como son, y el estado en que están, y que le libre de la revolución que me dizes está para sucederle en sus Dominios, lo que espero de la infinita misericordia de Dios que no permita suceda jamás» (Aranjuez, 10-junio-1760); «y de esto verás claramente el tiento con que es menester hir con ellos, y no dejarse llevar de sus primeras instancias, pues van a ver si les salen, o no; y assí con un poco de paciencia, y buen modo se les haze conocer la razón, y venir a lo justo, lo qual te lo digo con la confianza que nos tenemos, y por la experiencia que tengo de ellos» (Escorial, 10-noviembre-1761); «de lo qual por el rey no lo dudo, pero de los otros sí, y assí puedes creer que me fiaré quanto convenga» (Buen Retiro, 8-julio-1760); «y tienes razón en no fiarte de ellos» (Buen Retiro, 16-junio-1761).
17. El cese de Wall, su sustitución por Grimaldi y la correspondiente remodelación del gabinete fue comunicada de este modo por Carlos III al duque de Parma: «Haviéndome pedido el pobre Wall, por su edad, y achaques que le descargue de sus empleos, he venido en ello por ver que la devilidad de su vista no le permite cumplir con ellos, como lo ha echo hasta aquí a mi satisfacción dejándole sus honores, entradas y sueldos; y he nombrado por mi Secretario de Estado a Grimaldi, y para Embajador a Francia a Fuentes, y la Secretaría de Guerra la he unido a la de Acienda, que es todo lo que tengo que poderte dezir de particular» (San Ildefonso, 6-septiembre-1763).
18. V. Palacio Atard: «Política italiana de Carlos III: la cuestión del Placentino», Hispania (Madrid), 4:16 (1944), pp. 438-463. También M. Barrio Gozalo, op. cit., pp. 7-9.
19. Ante un paso en falso de D. Felipe dado por su cuenta y riesgo, cediendo a las iniciales presiones francesas, Carlos III le decía: «Dios te lo perdone, como el no avérmelo dicho luego que te sucedió para ver cómo lo podía remediar, y hazer lo que yo deseava de mantenerte, y a tus hijos lo que posees, pues aora con tu respuesta me saldrán siempre con que ya lo tenían echo, y que tienen tu contentamiento, con lo qual, y dejándome solo qué es lo que yo puedo hacer» (Aranjuez, 6-mayo-1760).
20. Aranjuez, 21-abril-1761.
21. «Gracias a Dios llega el correo de Grimaldi con la total conclusión de las cosas ya firmadas según yo lo deseava, lo qual te dejo considerar el sumo gozo que me causa, pues he obtenido lo que tanto deseava de verte pacífico posesor de lo que tienes, y yo ya fuera del cuidado que me causaba asta lograrlo» (Buen Retiro, 21-junio-1763).
22. Op. cit., pp. 4-7.
23. «No te puedo explicar el sumo sentimiento que me causa el ver lo que me dizes de que después de la última conferencia que avían tenido en Roma los Cardenales delegados sobre tus negocios Eclesiásticos, se aya visto claramente que no tiran sino a engañarte, y no azer nada; por lo que te veías obligado a hazer una memoria, o sea especie de manifiesto en que agas ver la justicia de tus razones, y el mal modo de proceder de la Corte de Roma, y empezar a obrar por ti mismo en quanto tus derechos te lo permitan canónicamente; pues te aseguro que huviera deseado que todo se huviese compuesto como se devía amigablemente, y a tu satisfacción, y que no te huviesen obligado a lo que me dizes, pero estoy bien seguro saviendo tus intenciones que no te apartarás de los Cánones, ni que arás la menor cosa que sea contra tu conciencia, y sin estar bien asegurado de ella después de averlo pensado, y madurado bien; y con la confianza que nos tenemos te diré que mientras que dure el ministerio presente en aquella Corte, no es tiempo de tratar con ella, y que lo mejor es hir tirando adelante lo mejor que se puede, que es el método que he tomado para aquí, hasta que Dios nos dé ocasión más oportuna, que es todo lo que creo deverte dezir deseando tu bien como el mío» (Aranjuez, 12-junio-1764).
24. El tratamiento de estos asuntos en la correspondencia con Tanucci en M. Barrio Gozalo, op. cit., pp. 9-16.
25. Escorial, 16-noviembre-1762. También en la de la misma fecha a Tanucci.
26. Aranjuez, 10-mayo-1763.
27. Buen Retiro, 29-marzo-1763.
28. «Nos han sorprendido, y echo prisioneros cinco compañías de Milicias, y una de Dragones en Valencia de Alcántara, lo que sólo he sentido porque se hayan dejado sorprender, pues por lo demás bien ves que no es nada» (San Ildefonso, 7-septiembre-1762).
29. Escorial, 12-octubre-1762.
30. G. Anes, op. cit., p. XVII; M. Barrio Gozalo, op. cit., p. 13.
31. Barrio Gozalo, op. cit., p. 12.
32. San Ildefonso, 15-septiembre-1761.
33. Corresponden 6 a 1759, 41 a 1760, 35 a 1761, 47 a 1762, 34 a 1763, 32 a 1764 y 9 a 1765.
34. No se observan discrepancias notables, como cabía esperar, en la información sobre el tiempo que se proporciona a Tanucci. Si cabe, tenemos la impresión de que es menor que la facilitada a D. Felipe, aunque sólo el futuro vaciado exhaustivo de las cartas a Tanucci permitirá confirmarlo.
35. Corresponden 5 a 1760, 11 a 1761 y 6 a 1763.
36 Dicho sea de paso, no deja de llamar la atención que, en el siglo del empirismo sensista, todo un rey se afane tanto en transmitirnos sus impresiones meteorológicas.
37. El 9 de septiembre de 1760, desde San Ildefonso, Carlos III escribía que, después del último episodio de tercianas que había sufrido la reina, «los médicos han juzgado por conveniente que para su restablecimiento la aga mudar de aire». En consecuencia, partieron de inmediato para Madrid.
38. En 1764 se alteró la práctica habitual, pues pasaron en El Pardo la primera quincena de febrero; en la segunda, se regresó al Buen Retiro; y de nuevo a El Pardo en la primera quincena de marzo. Es posible datar exactamente alguno de estos traslados. En 1761, el traslado a El Pardo fue el 7 de enero (Buen Retiro, 30-diciembre-1760); el mismo día en 1765 (Palacio Real Madrid, 1-enero-1765).
39. V. gr. en 1763, en que debido a lo temprano de la Semana Santa, se reintegraron al Retiro el 18 de marzo (AGS, Estado, libro 323, ff. 73-79, Carlos III a Tanucci, El Pardo, 15-marzo-1763; Apud M. Barrio Gozalo, op. cit., P. 413).
40. Así lo indica explícitamente en su carta de 23-marzo-1763, Pardo; y en la de Palacio Real Madrid, 19-marzo-1765. A modo de ejemplo, la Pascua de 1765 cayó el 7 de abril; ese año el regreso a Madrid desde El Pardo se efectuó el 23 de marzo, y el traslado a Aranjuez el 10 de abril (Pardo, 19-marzo-1765; Palacio Real Madrid, 2-abril-1765).
41. En estos años, las fechas de la Pascua variaron entre el 22 de marzo (1761) y el 22 de abril (1764); todas las primeras cartas datadas en Aranjuez son correspondientemente posteriores a la de la Pascua del año respectivo.
42. Cartas desde Aranjuez de 10-junio-1760, 1 y 8-junio-1762, y 12-junio-1764.
43. Los días de junio fueron: el 14 en 1760; el 15 en 1761; el 16 en 1762; el 18 en 1763; y el 16 en 1764.
44. La mención explícita de El Campillo como lugar de descanso en este viaje aparece en carta escrita desde el Buen Retiro, 12-julio-1763.
45. Buen Retiro, 15-julio-1760.
46. Buen Retiro, 7 y 21 de julio de 1761.
47. Buen Retiro, 29 de junio y 13 de julio de 1761.
48. Buen Retiro, 12-julio-1761.
49. Buen Retiro, 3-julio-1761.
50. San Ildefonso, 5-agosto-1760.
51. El Escorial, 30-octubre-1764.
52. Como se ha dicho, en 1760 el regreso fue anticipado a mitad de septiembre y sin detenerse en El Escorial. En 1761, el viaje al Escorial tuvo lugar el 7 de octubre (Granja, 29 septiembre y 6 octubre 1761). Para el resto de los años no tenemos la fecha precisa, pero las primeras cartas datadas en El Escorial corresponden al 13 de octubre de 1761, 12 de octubre de 1762, 11 de octubre de 1763 y 30 de octubre de 1764.
53. Disponemos de las fechas exactas de este traslado para 1761, que lo fue el 14 de noviembre (Escorial, 10-noviembre-1761); 1762, que lo fue el 24 de noviembre (Escorial, 23-noviembre-1762); y 1764, que lo fue el 1° de diciembre (Escorial, 27-noviembre-1764).
54. Palacio Real Madrid, 4-diciembre-1764.
55. El Escorial, 27-noviembre-1764.
56. M. Barriendos y C. Llasat: «The case of the ‘Maldà’ Anomaly in the Western Mediterranean Basin (AD 1760-1800): An example of a Strong Climatic Variability», Climatic Change, 61 (2003), pp. 191-216 (versión española: «El caso de la anomalía “Maldà” en la cuenca mediterránea occidental (1760-1800). Un ejemplo de fuerte variabilidad climática», en A. Alberola y J. Olcina (eds.), op. cit., pp. 253-286. Citamos por esta versión).
57. Ibidem, p. 282.
58. Ibidem, pp. 282-283.
59. I. Font Tullot: Historia del clima en España. Cambios climáticos y sus causas, Madrid, 1988, pp. 99 y 102.
60. A. Alberola Romá: Quan la pluja no sap ploure. Sequeres i riuades al País Valencià en l'edat moderna, Valencia, 2010, pp. 168-170; Id.: «Clima, crisis y reformismo agrario en tiempos del conde de Floridablanca», Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 39(2), 2009, pp. 107-110.
61. Id.: Quan la pluja..., pp, 107-108.
62. M. Barriendos: «La climatología histórica en el marco de la antigua monarquía hispana», Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, 53 (diciembre 1999), <http://www.ub.edu/geocrit/sn-53.htm>. Un ejemplo de reflexión metodológica y de tratamiento de una fuente documental, en este caso dietarios, en M. A. Martí Escayol: «“Esto advartesch per la espariencia dels qui vindran”. Dietaris, percepció de desastre i gestió de risc natural», en A. Alberola y J. Olcina (eds.), op. cit., pp. 77-129.
63. Bien es cierto que contamos con un vacío entre la del 27 de diciembre de 1763 y la del 24 de enero de 1764.
64. En adelante, citamos remitiendo al número de orden que corresponde en el anexo 1.
65. Agradecemos esta información, facilitada por M. Barriendos.
66. Esto debe ser tenido en cuenta a la hora de asignar el valor correspondiente en la tabla: aunque en ese mismo mes llueva, la expresión de la preocupación por la sequía lleva a trasladar un valor negativo a la celda.
67. Información también facilitada por M. Barriendos.
68. Se advierte, por tanto, que algunos meses consignados con 0, en tanto que meses normales o sin datos, pueden contener alguna precipitación moderada.
69. Por otra parte, el número medio de días de nieve en Madrid ha sido igualmente 0 para el mes marzo, aunque en los valores extremos marzo y abril han registrado nevadas. Por lo demás, Madrid conoció el que quizá ha sido chubasco de nieve más temprano el 12 de octubre de 1975.
70. Con el solo fin de ofrecer una referencia, indicaremos que para los valores normales el número medio de días de nieve en el puerto de Navacerrada (1.894 m.s.n.m.) para el periodo internacional de referencia 1971-2000 ha sido de 1 para el mes de septiembre y de 3 para el mes de octubre.
71. En cuanto al hielo, el número medio de días de helada en Segovia (estación más próxima con registros completos para el periodo internacional de referencia, aunque a una cota algo menor), ha sido de 0 en septiembre, tan sólo 1 en octubre, y 6 en noviembre; en cuanto a valores extremos, la temperatura mínima absoluta registrada en Segovia fue de 0.8° el 18 de septiembre de 1994, y de –3.2 el 22 de octubre de 1991, mientras que el mismo mes del año siguiente ostenta el máximo de días de nieve (3)
72. El Escorial, 30-octubre-1764.
73. Son los únicos ejemplos en los que se expresa este indicador, pero el 10 de mayo del año siguiente, también en Aranjuez, aún andaban con las chimeneas encendidas (163).
74. Barriendos y Llasat, op. cit., p. 269.
75. Los únicos episodios que se refieren a tempestades figuran en las cartas de 9 de junio de 1761 (73), 27 de julio de 1762 (124) y 8 de noviembre de 1763 (181). Suponemos que la «fuerte piedra» que cayó en Madrid a fines de junio de 1763, matando a bastantes pájaros, iría acompañada de tormenta, aunque D. Carlos no lo especifica (170).
76. Puesto que en cinco de ellas, D. Carlos acusaba recibo de dos de su hermano, en principio al menos 182 cartas de D. Felipe mencionarían el tiempo reinante en Parma: 8 de 1759, 34 de 1760, 31 de 1761, 43 de 1762, 27 de 1763, 32 de 1764 y 7 de 1765.
77. A. Alberola: «No puedo sujetar la pluma...», op. cit.