Kitabı oku: «Más allá de las palabras», sayfa 3

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Si bien este esquema tiende a desaparecer, sigue siendo difícil encontrar un libro en Cuba unos meses tras su aparición en las librerías. La oferta es insuficiente: cuando se publica un nuevo título, los cubanos toman al asalto las librerías.

Una vía más segura para comprar un libro reciente sigue siendo la Feria del Libro, que tiene lugar cada año en febrero en La Habana, antes de trasladarse a otras ciudades de la isla. El evento atrae a una muchedumbre impresionante: cientos de miles de cubanos se apretujan en La Cabaña, donde se celebra la Feria. La ventaja es que allí se pueden comprar novedades en pesos cubanos. La Feria es uno de los únicos lugares en Cuba donde se puede hallar un poco de variedad. Sin embargo, allí también es mejor llegar en los primeros días porque las existencias se reducen rápidamente y los libros más buscados no se quedan expuestos mucho tiempo en los estantes. Hace poco, las obras presentadas allí por primera vez casi ya no se podían encontrar en las librerías después, ya que la mayoría de los ejemplares se vendían en la Feria. Esto explica en parte por qué las librerías de la isla están tan desesperadamente vacías: los pocos ejemplares de las obras recientes que llegan a las librerías tras la Feria desaparecen generalmente tan rápido como llegaron. Sin embargo, los libros vendidos en esta ocasión, incluso en pesos cubanos, son bastante caros con respecto a los sueldos de la isla. Y ni hablar de los que se venden en CUC.6 Por ejemplo, en la Feria del Libro de 2007, el primer tomo de las memorias de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, costaba más de 6 CUC en uno de los estantes de las editoriales extranjeras, o sea un 60% del sueldo medio en Cuba. Esta situación, a la que hay que añadir las kilométricas colas –que también afectan a la Feria–, explican que muchos cubanos regresen a casa con las manos vacías.

Fuera del mes de febrero, los libros no abundan en las librerías de la isla. Para los visitantes extranjeros, entrar en las librerías reputadas de La Habana es siempre un choque: los estantes vacíos de la librería de una institución tan importante como la Casa de las Américas, de la Librería Internacional o de la Librería Bella Habana son algo deprimentes. Es imposible hallar allí obras literarias cubanas –y menos todavía extranjeras– actuales, unos meses después de su publicación. Esto se explica también por el hecho de que las reediciones son escasas, sobre todo cuando se trata de jóvenes autores: las editoriales suelen reeditar las obras de los escritores que ya adquirieron cierta legitimidad y que, por consiguiente, se van a vender en el mercado. Fue, por ejemplo, el problema que se planteó para la mítica antología de cuentos de Salvador Redonet, Los últimos serán los primeros: la tirada fue muy limitada y nunca se reeditó, aunque es una obra fundadora ya que marca la entrada de una nueva generación de escritores cubanos, los Novísimos, en el mundo de las letras.

Para los amantes de la literatura que pueden pagar en pesos convertibles, solo queda una solución: los viejos libreros de la plaza de Armas, que poseen todavía algunos tesoros por los que sacan mucho dinero. Para tomar un ejemplo, la antología de Redonet se vendía allí por más de 30 pesos convertibles.

Si parte de los libros recién editados en la isla no llegan hasta el lector cubano por todas las razones expuestas, ni hablar de las obras cubanas que fueron galardonadas y publicadas en el extranjero. A no ser que el escritor le regale un ejemplar, el lector cubano no podrá adquirirlo. Es el caso de las obras de Antonio José Ponte que se publicaron en España, en los Estados Unidos o en México. Su último libro de cuentos, Un arte de hacer ruinas y otros cuentos, publicado por el Fondo de Cultura Económica –una gran editorial mexicana–, no se puede encontrar en Cuba. El escritor conservó un ejemplar y les regaló los pocos que le quedaban a sus allegados. Así, un escritor de fama internacional como Ponte es casi un desconocido para los lectores de la isla.

Queda una última posibilidad para acceder a ciertos textos cubanos actuales: las publicaciones en internet. El problema es que, una vez más, el lector cubano no accede a ellos ya que no puede navegar libremente en internet. Las instituciones cubanas se esfuerzan, sin embargo, por difundir hoy ciertas revistas de papel en internet: en el campo de la literatura, podemos citar El Caimán Barbudo o La Jiribilla,7 dos revistas que tienen una edición papel y una edición electrónica en la que podemos leer cada semana un cuento. Desde luego, para verse publicado en este tipo de revistas –además, en un sitio oficial–hay que llevarse bien con las autoridades. No esperemos leer allí los escritos de Antonio José Ponte o de Pedro Juan Gutiérrez, por ejemplo. Sus textos se pueden encontrar en internet en las revistas dedicadas a la cultura cubana y editadas en el extranjero8 o en páginas personales elaboradas por los aficionados a su obra. Ciertos escritores de la isla construyeron su propio sitio web. Tal es el caso de Jorge Alberto Aguiar Díaz (JAAD), que se desplaza a menudo fuera de la isla y que creó su propio blog, en el que podemos leer algunos de sus cuentos.9 Amir Valle –excluido de la isla en 2006– puso en línea algunos de sus textos, una especie de popurrí de sus múltiples publicaciones.10 Este autor llegó incluso a publicar en conjunto algunas de sus obras en internet. De esta manera pudimos leer una de sus novelas, Muchacha azul bajo la lluvia, y su ensayo sobre la literatura cubana de los años noventa titulado Brevísimas demencias: la narrativa cubana de los 90.11 Así, la publicación de obras cubanas en internet se dirige más bien a los lectores que no viven en la isla y que desean tener una muestra de la producción literaria cubana actual.

La crisis de los años noventa hubiera podido provocar el derrumbe del sistema editorial cubano. Este sobrevivió, no obstante, gracias a la creatividad y a la adaptación de los editores nacionales, aunque la calidad de sus publicaciones se vio afectada por la drástica reducción de los recursos materiales y financieros invertidos en este sector. Se exploraron otras vías para hacer frente a la crisis: reorientar las publicaciones, vender los libros en divisas, privilegiar las coediciones con editoriales extranjeras…De esta situación caótica debemos retener una cosa a la hora de analizar la literatura cubana actual: esta no se puede aprehender en su totalidad. La imposibilidad de publicar todas las obras que fueron escritas en este periodo, la ausencia de reediciones de la mayoría de las obras recientes y su escasa difusión hacen que parte de la creación literaria cubana de hoy se nos escape.

Por fin, pese a todo, este caos editorial quizá haya tenido un efecto beneficioso sobre la creación actual. Si, con la crisis, la relación entre el escritor y su público natural se astilló, pasó lo mismo con la relación que unía al escritor con el Estado. Como subraya Leonardo Padura:

…por primera vez desde el triunfo de la Revolución, una distancia se estableció entre el escritor y los aparatos de Estado. Estos controlaban toda la industria cultural. Frente a la parálisis de las editoriales cubanas, tuvieron que mirar hacia otros horizontes para publicar sus obras. El escritor ganó un espacio de libertad al conquistar un espacio en el extranjero (Barthélemy, 2001: 18-19).

Con una actividad editorial reducida al mínimo, los mecanismos de promoción y de control de la producción literaria se aflojaron. En este contexto especial, los escritores cubanos siguieron resistiendo y escribiendo. Para ellos, la situación era inédita: escribían sin siquiera pensar en una posibilidad de publicación. Jamás, sin duda, su libertad de creación fue tan grande.

BIBLIOGRAFÍA

ARANGO, Arturo: «Escribir en Cuba hoy (1995)», en Segundas reincidencias, Santa Clara, Capiro, 2002, p. 84.

BARTHÉLEMY, Françoise: «Cuba entre lassitude et fierté», Le Monde diplomatique, septembre de 2001, pp. 18-19, disponible en línea: <www.mondediplomatique.fr/2001/09/BARTHELEMY/15571> [consulta: 22/12/2008].

CHAVARRÍA, Daniel: «De qué depende el éxito. La producción artística y el mercado», Temas, XXXIII-XXXIV, La Habana, abril-septiembre de 2003, pp. 150-170.

RODRÍGUEZ CORONEL, Rogelio: «Venturas y desventuras de la narrativa cubana actual», Temas, XXIV-XXV, La Habana, enero-julio de 2001, pp. 166-192.

1.El testimonio del escritor Daniel Chavarría sobre este tema es revelador: «La gente se sorprendía cuando les decía que un libro mío de 450 páginas –estoy pensando en La sexta isla– costaba un peso y pico, y una cajetilla de cigarros, uno sesenta. Era una locura, ese mismo libro, publicado en España, cuando salió costaba diecisiete dólares» (Chavarría, 2003: 160).

2.Salvo este ensayo editado por Vigía, las únicas obras publicadas en Cuba de este autor son: un libro de poesía, Asiento en las ruinas, y un cuento, Corazón de skitalietz. La primera obra fue publicada por Letras Cubanas en 1997 y la segunda por Reina del Mar –una pequeña editorial de Cienfuegos– en 1998.

3.Gracias al coste reducido de producción de sus publicaciones y a su autogestión, Vigía pudo sobrevivir cuando todo el sistema editorial se vino abajo. Esta editorial lanzó incluso su revista literaria, costeada con sus propios fondos: La Revista del Vigía. Según el escritor Ronaldo Menéndez, Vigía publicaría la única revista literaria cubana de interés en la isla en la medida en que Unión se publica en México; La Gaceta de Cuba, de difusión bastante limitada, se publica gracias a fondos extranjeros, mientras que Casa de las Américas es una revista internacional.

4.Hoy se venden en pesos convertibles, lo que, para los cubanos, no cambia nada.

5.Recordemos que La Habana sola alberga 2,2 millones de habitantes. La población de la isla supera los once millones y la tasa de alfabetización alcanza el 96,9%.

6.CUC: peso cubano convertible.

7.Disponibles en línea en <www.caimanbarbudo.cu> y <www.lajiribilla.cu>.

8.Pensamos, por ejemplo, en la revista publicada en Madrid, Encuentro de la Cultura cubana (<www.cubaencuentro.com>) o en la revista publicada desde Dallas La Habana Elegante (<www.habanaelegante.com>).

9.Véase <jorgealbertoagiardiaz.blogspot.com>.

10.Disponible en línea en <www.amirvalle.com>.

11.Ambas obras fueron consultadas en marzo de 2006; ya no están disponibles en este formato.

LA POPULARIDAD DE ISABEL ALLENDE EN ESPAÑA DESDE UNA PERSPECTIVA «EXTRALITERARIA»

María C. Fanjul Fanjul Nottingham Trent University

La mayor parte de los estudios críticos sobre la narrativa de Isabel Allende se han centrado en el análisis de elementos propiamente textuales; sin embargo, la difusión, la producción y el consumo de la obra de Allende en determinados contextos culturales todavía no han recibido la atención requerida por parte de la crítica. Fundamentalmente, este trabajo se centra en el análisis de los discursos públicos mediáticamente difundidos en lengua española que circulan sobre la autora y su obra –y de los cuales la autora también es partícipe–, y cómo estos han contribuido a su popularidad. Ahora bien, popularidad no simplemente entendida en términos comerciales, como veremos a lo largo de este trabajo.

Es muy grande el número de artículos, reportajes, entrevistas, reseñas, etc. que han sido publicados a lo largo de la andadura literaria de Allende y por ello este análisis no pretende ser exhaustivo, sino más bien representativo. A pesar de la proliferación de información que existe en torno a la autora y su obra, fácilmente se pueden agrupar temáticamente las constantes que aparecen a lo largo de los años. Pero antes de analizar estos discursos, me gustaría hacer un pequeño inciso y empezar considerando brevemente el papel que desempeñó el contexto sociopolítico español a principios de los ochenta y de qué manera este ayudó al temprano éxito alcanzado por la autora en España.

1. FACTORES INICIALES QUE HAN CONTRIBUIDO AL ÉXITO DE ISABEL ALLENDE EN ESPAÑA

Existen una serie de factores sociopolíticos e históricos que favorecieron la producción y el consumo de la primera novela de Isabel Allende en España. Plaza y Janés publica La casa de los espíritus en 1982, momento en el que miles de chilenos habían abandonado su país por la situación política que se vivía en Chile desde el golpe de estado en 1973 (Wright y Oñate, 2004: 57-65). Muchos de estos exiliados se habían afincado en nuestro país y en esos momentos en España se respiraba un aire de optimismo con la llegada al poder del Gobierno socialista de Felipe González. No obstante, las dificultades y los sinsabores encontrados en el camino para alcanzar la tan deseada democracia todavía estaban presentes y tal vez nos hacían sentir solidarios ante lo que estaba ocurriendo al otro lado del Atlántico, ya que –salvando las distancias– nos recordaba nuestra no muy lejana historia. Por ello la publicación de La casa de los espíritus se produce en un momento político y social más bien favorable que ayudaría a explicar parte del éxito que obtiene la novela en España desde un primer momento.

Además, no hay que olvidar que las editoriales españolas tradicionalmente habían publicado y seguían publicando numerosas obras de autores latinoamericanos. Una de las casas editoriales más influyentes que promovía activamente a autores pertenecientes al conocido boom latinoamericano, especialmente mediante la creación de concursos internacionales de narrativa como el conocido premio Biblioteca Breve, era Seix Barral. Uno de los atractivos de este premio para los autores galardonados era la publicación asegurada de su obra simultáneamente en catorce países diferentes (Rama, 1981: 66-67; Saval, 2002: 208). Incluso aún más importante para el tema que estamos tratando aquí es señalar que editoriales como Seix Barral han ayudado posteriormente a otros autores latinoamericanos desconocidos y no pertenecientes al boom a incursionar no solo en el mercado literario español, sino también el europeo, como es el caso de Allende.

No podemos subestimar entonces la importancia que tuvo el contexto sociopolítico en el que La casa de los espíritus fue publicada, aunque es insuficiente para explicar su popularidad desde una perspectiva «extraliteraria». Es en este punto donde paso a analizar las constantes que aparecen en los discursos que han difundido los medios de comunicación en lengua española sobre la autora y su obra durante los últimos quince años. Para ello van a ser agrupados temáticamente en tres bloques: cuestiones de género, compromiso político y la relación existente entre la autora y el mundo académico y literario.

2. CUESTIONES DE GÉNERO

La escritora, ensayista y periodista Laura Freixas (2000) afirma en su libro Literatura y mujeres que hoy en día cualquier mujer escritora suscita un mayor interés entre los medios de comunicación simplemente por el hecho de ser mujer y encontrarse en un círculo tradicionalmente asociado a los hombres. Freixas, asimismo, mantiene que desde que nuestra sociedad actual está libre de «ideologías un tanto polémicas» y en donde los artistas ya no se definen por su estética o por sus ideas políticas, sino por ser hombre o mujer, el género del autor se ha convertido en el mecanismo clasificatorio por el que los medios de comunicación se rigen (Freixas, 2000: 37). Las mujeres escritoras atraen el interés mediático no solo por ser una minoría, sino por constituir una minoría que no se ajusta a la «norma», es decir, como mujeres «se visten, se pintan, se peinan y posan» (Freixas, 2000: 37). Por este motivo, las referencias a Allende y su apariencia física son continuas en la construcción de discursos en torno a su imagen pública. Las numerosas imágenes fotográficas nos muestran la importancia que cobra «lo corpóreo» (Marshall, 1997), aunque hay que decir que actualmente este interés también se hace extensivo a los hombres.

El caso de Allende no es menos y en algunas ocasiones los periodistas ofrecen su propia lectura sobre la apariencia física y personalidad de la autora donde van surgiendo una serie de elementos comunes. Por ejemplo, existen múltiples referencias a su edad, que suele desvelarse con cierto tacto, haciendo simplemente mención de su fecha de nacimiento. Además, tanto explícita como implícitamente, su belleza es asociada a la edad sugiriendo que a pesar del paso de los años se la ve estupendamente. En cuanto a su personalidad, se la presenta como mujer fuerte, luchadora y con recursos para enfrentarse a lo que se le ponga por delante: «Tremendo carácter […] Tiene que haber sido la fuerza de su carácter la que la ha ayudado a salir de las complicaciones que ha encontrado en su vida» (Rojo, 2002) o de modo similar se la describe como: «Infatigable luchadora por todas las causas, empezando por la de la mujer, la escritora Isabel Allende, que hoy presentó El bosque de los pigmeos…» (Sigüenza, 2004).

Con estos ejemplos se puede observar que, por una parte, se ofrece la imagen de una mujer que es capaz de realizarse en la esfera pública como novelista de éxito internacional y, por otra parte, como alguien que también tiene los pies en la tierra y que conoce muy bien las dificultades con las que hoy en día se enfrentan millones de mujeres simplemente porque a ella también le ha tocado vivirlas.

Sin embargo, aunque a Allende se la presente como mujer «fuerte» y con recursos, al mismo tiempo y como contrapunto, estas cualidades están teñidas de cierta vulnerabilidad explícitamente puesta de manifiesto a través de las declaraciones que hace la propia autora sobre la muerte de su hija y su posterior depresión:

Fueron tres años de depresión […] Imagínese […] Tomaba Prozac pero no funcionaba. Claro que no era una depresión que se pasara con pastillas, era tristeza, mucha tristeza lo que yo tenía, y solo el tiempo te puede llegar a curar de eso (Parrondo, 2002).

Esta imagen de mujer vulnerable puede entenderse como mecanismo utilizado para contrarrestar tan extraordinaria personalidad, ya que tal vez la imagen de mujer «invencible» podría provocar un distanciamiento en su público lector –formado en su mayoría por mujeres– al considerar dicha imagen como realmente inexistente. Además no solo se trata de ofrecer cierta vulnerabilidad, sino que también este tipo de confesiones públicas sobre un asunto tan privado como puede ser la pérdida de una hija son percibidas como muestras de sinceridad y autenticidad. Al hacernos partícipes de su vida más íntima, los novelistas hoy en día son tratados por los medios de comunicación más bien como celebridades, ya que la temática que incluyen en sus entrevistas y declaraciones es común a la que se les atribuye a los famosos en la industria musical y cinematográfica. Según la crítica Frances Bonner: «the stress is overwhelmingly on relationships, consumption and leisure, and work is quite minor. This is part of the establishment of a form of parasocial intimacy with the celebrity» (Bonner, 2005: 65). Es decir, el trabajo pasa a un segundo plano para dar más relevancia a otros temas como pueden ser las relaciones sentimentales, qué consumen y/o cómo disfrutan de su tiempo libre. En el caso de Allende, incluso esta imagen de sinceridad y autenticidad se ve reforzada al presentar su escritura como algo «natural» que emana de una experiencia personal1 y que por lo tanto requiere mínimo esfuerzo: «Al contrario, siempre la tendencia es volver a escribir sobre lo que conozco mejor, sobre lo que no tengo que investigar porque lo siento adentro» («Estoy entre los fanatizados», 2004).

Es así como Allende acorta la distancia entre realidad y ficción, y su novela de corte autobiográfico Paula es sin duda el mejor ejemplo de ello y tal vez la clave de su éxito. De modo paralelo, esta imagen de sinceridad y autenticidad tan característica de sus declaraciones en la prensa también enturbia la distancia existente entre la Allende escritora y la «verdadera» Allende, mujer, madre y esposa.

Pero esta naturalidad con la que escribe, basada en lo personal, es en ocasiones puntualizada por declaraciones que resaltan el esfuerzo que supone también el proceso de escritura. Dichas puntualizaciones tal vez tengan como función minimizar el impacto negativo que puede tener en términos de valor literario el que Allende escriba de modo «natural»: «El que la obra esté situada en el siglo XIX ha supuesto para Isabel Allende […] un verdadero esfuerzo de documentación histórica y trabajar doce horas diarias durante siete meses para lograr sacar a la luz su nueva novela» («Plaza Janés inagura», 1999). O, igualmente, en alguna ocasión se hace referencia a su ética de trabajo con estas palabras: «Trabaja de manera metódica, con una disciplina espartana y a un ritmo de ocho a doce horas diarias. Incluye una hora de cierre, como en su época de periodista» (Delano, 2003).

Al presentar su escritura como un trabajo arduo, que exige disciplina y preparación, Allende está apelando al público lector que ve la lectura como modo de acrecentar su «capital cultural» (Bourdieu, 1984) y que por tanto valorará encontrar elementos como una acertada contextualización histórica.

Entonces, aunque Allende persigue por un lado que sus lectores conozcan quién realmente es y que la consideren como una persona común y corriente, por otra parte, dicho acercamiento nos desvela una realidad que no es tan común como parece ser a simple vista. Es decir, si personajes como Clara del Valle o Alexander Cold acaban mostrándose extraordinarios en las novelas, esto nos lleva a pensar que en realidad las personas y el mundo que rodean e inspiran a la escritora son también extraordinarios y no tan comunes como se nos quiere hacer pensar en un principio.

3. LA ACTIVISTA POLÍTICA

Otro de los elementos importantes que emerge al analizar los discursos sobre Allende en los medios de comunicación en lengua española es la relación de Allende con la política. Uno de los aspectos que se resalta y que a la vez recuerda al lector la relación estrecha entre la autora y la historia política de Chile es su apellido, Allende. No estamos hablando de cualquier escritora chilena, estamos hablando de Isabel Allende, cuyo padre era primo carnal de Salvador Allende. De hecho, probablemente parte del éxito inicial que tuvo La casa de los espíritus en España –y posiblemente en otros países también– se deba a esta conexión, presente en todo momento a lo largo de su carrera. Es más, en casi todas sus entrevistas se menciona a Salvador Allende y a Augusto Pinochet. Incluso la conexión con este último se reavivó una vez terminada la dictadura en Chile y con motivo del arresto domiciliario del dictador en Londres en 1998 y posterior fallecimiento en 2006.

Cabe destacar que el vínculo familiar que une a la autora con Salvador Allende hace que, a su vez, la autenticidad de la que hablaba anteriormente también pueda aplicarse a la versión que ofrece la escritora de la historia chilena presente tanto en su narrativa como en sus intervenciones mediáticas. No obstante, llevar el apellido Allende ha hecho que en numerosas ocasiones se asocie su popularidad con su apellido, asociación que la autora ha rechazado: «Si alguien puede vender algo, cualquier cosa, porque se llama Allende durante 20 años, es una cosa ridícula» («Isabel Allende defiende», 2002).

Se ha dicho que he vendido porque mi apellido es Allende: a ver como si el apellido vendiera algo en alguna parte. Algunos creen que el marketing es una varita mágica. Si fuera por eso, los editores harían marketing de cada libro. Y no es así. Yo vendo mis libros porque a la gente le gusta leerlos (Delano, 2003).

Con declaraciones como estas, la escritora intenta quitarle importancia al impacto que pueda tener el apellido Allende. Estos argumentos son, a mi modo de ver, hasta cierto punto válidos, pero también habría que reconocer su peso e importancia sobre todo al principio de su andadura literaria en España.

Otros aspectos que destacan los medios de comunicación son las opiniones políticas de la escritora con respecto a numerosos asuntos, dejando claro que se trata de una mujer activa y comprometida políticamente. En numerosas entrevistas más recientes, Chile ha pasado a un segundo plano para dar protagonismo a temas que afectan a los Estados Unidos, ya que la autora lleva residiendo en California desde 1989. Por ejemplo, Allende ha sido explícita en sus declaraciones en relación con el expresidente George W. Bush: «Bush es un tejano que piensa en términos de petróleo y nos va a llevar a una guerra, mundial tal vez, por el petróleo. No me hablen de Bush, por favor» («Isabel Allende critica», 2003). Así como muestra abiertamente su desagrado por Bush, de igual modo ha declarado su simpatía hacia Barack Obama: «La elección de Obama fue una cosa fascinante […] pero hay mucho racismo subliminal, oculto en este momento en Estados Unidos en la oposición contra Obama» («Hay mucho racismo», 2009).

Incluso en una visita en 2011 a Alcalá de Henares para recibir el Premio Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras, la autora ofrece su opinión respecto a las protestas de los indignados diciendo que «…espera que cundan como una oleada mundial…» porque «los jóvenes no tienen nada que heredar en estos momentos más que un desastre. Si no toman el poder, no tienen vida futura» (Mendoza, 2011). Este despliegue de opiniones y comentarios sobre asuntos de corte político por un lado sirven de contrapunto a la «naturalidad» que caracteriza a su persona y narrativa, que, como he dicho anteriormente, emana de experiencias personales de la autora. No obstante, esta nueva faceta podría interpretarse como un intento de llegar a un público más amplio y dar a entender que sus novelas no solo tratan de historias familiares, sino que también incluyen temas considerados «serios», como pueden ser la política y la historia.

4. ISABEL ALLENDE: SU AMBIGUA RELACIÓN CON EL MUNDO ACADÉMICO Y EL CANON LITERARIO

La crítica sitúa la obra de Allende dentro del conocido postboom latinoamericano; tal vez por ello, y durante años, no se la ha dejado de comparar a Gabriel García Márquez y, en concreto, La casa de los espíritus con la renombrada Cien años de soledad. Algo parecido ocurre en los medios de comunicación, donde la producción literaria de Allende se presenta como «deuda literaria» con un progenitor, García Márquez, en vez de ser juzgada y valorada por sus propios méritos. Por otro lado, este vínculo tan estrecho que en un principio se estableció entre Allende y García Márquez puede haber sido beneficioso a lo largo de los años para la propia autora, ya que automáticamente se la ha asociado con los «grandes» de la literatura del boom. No obstante, y a pesar de lo positivo de dicha relación, esta a su vez perpetúa la ambigua conexión actualmente existente entre la obra de Allende, los círculos académicos españoles y el canon.

Para entender este vínculo problemático he de volver a insistir en el género de la autora y el de sus lectores. La mayoría de los lectores que leen a Allende son mujeres. Pero esto no debería sorprendernos porque, al fin y al cabo, las mujeres leen más libros que los hombres según encuestas realizadas por el Ministerio de Cultura, la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y el Grupo Planeta, por poner algunos ejemplos (Freixas, 2000: 42-43). Entonces, ¿hasta qué punto la percepción que se tiene de Allende como escritora que escribe para mujeres impacta en el reconocimiento de su obra literaria? A mi modo de ver, sí impacta y de un modo negativo. Además, a esto hay que añadir que la literatura consumida en su mayoría por mujeres siempre ha sido considerada «popular» –en el sentido de literatura de baja calidad– por «imponer falsas necesidades a sus consumidores creándoles igualmente falsas inquietudes» y por no saber «cómo inscribir –ya sea abierta o simbólicamente– los verdaderos problemas y tensiones de la experiencia femenina, proporcionándoles aunque sea en un plano utópico, soluciones satisfactorias» (Sánchez-Palencia, 1997: 41-42).

No solo esto, sino que junto con la negatividad que se atribuye al género de su público lector se encuentra, como hemos dicho, el de la propia autora. En este ámbito y según Christine Bridgwood (1986), la escritura femenina tiende a ser devaluada por el modo en el que ciertos géneros como las sagas familiares son comercializados, sugiriendo que las mujeres simplemente escriben sobre lo conocido –es decir, sus familias– y como consecuencia no poseen destrezas artístico-literarias. En este sentido, el ser mujer y escritora a la vez equivale a «popular» (en el sentido de baja calidad por cuestiones de género literario y la falta de destrezas literarias).

Todos estos factores hacen que la relación entre Allende, los círculos académicos españoles y el canon sea difícil y esté marcada por su exclusión. Tal vez esta dualidad que rodea el estatus literario de Allende junto con las duplicidades que se presentan en los discursos públicos de la autora es lo que precisamente genera tanta atracción.

CONCLUSIÓN

A modo de conclusión, en primer lugar quisiera recordar que la publicación de La casa de los espíritus en 1982 en España se hizo en unas condiciones sociopolíticas favorables para que la novela tuviera éxito. Ahora bien, ¿hasta qué punto los discursos públicos han contribuido al éxito alcanzado por Allende a lo largo de los años? Los temas recurrentes discutidos y analizados hacen referencia a la persona/personalidad de Allende, su vida familiar, cómo esta ha servido de fuente de inspiración para sus novelas, sus opiniones políticas y su lugar en el mundo literario y académico. Pero a pesar de las diferentes facetas que se muestran de la autora, existe una constante en todas ellas. Esta constante se podría resumir con una palabra: dualidad. Por un lado, la vemos como una mujer sincera, una más entre nosotras, que sobrelleva del mejor modo posible los momentos difíciles en su vida, donde la escritura surge como algo «natural», «innato», haciéndonos ver que en cada una de nosotras existe el potencial para escribir el próximo best seller. Ahora bien, al mismo tiempo, dentro de la cotidianeidad que rodea a Allende, existe otra parte extraordinaria y fascinante que ha servido en numerosas ocasiones de inspiración en su creación literaria. Además, se trata de una mujer políticamente comprometida, es decir, no únicamente habla públicamente de lo conocido, del ámbito familiar, sino de multitud de aspectos que afectan a comunidades, algunas cercanas y otras no tanto a la autora. Esta duplicidad también se hace extensiva al ámbito literario. Por una parte, se la reconoce literariamente al pertenecer al postboom latinoamericano, pero por otra se la considera «popular» por su éxito de ventas, por ser mujer escritora y leída por mujeres, a las que a su vez se asocia con literatura de baja calidad. Pero cabría destacar que es precisamente esta dualidad la clave de su éxito, la que le permite llegar a encandilar a un público diverso, que puede sentirse atraído en un primer momento por una o más de las múltiples facetas que los discursos públicos transmiten en torno a su persona y que igualmente caracterizan su obra.

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372 s. 21 illüstrasyon
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9788437096971
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