Kitabı oku: «Universidades, colegios, poderes», sayfa 2

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Por estas fechas los hermanos Peset analizaron los índices condenatorio y expurgatorio del cardenal Gaspar de Quiroga para precisar el aislamiento y decadencia de la ciencia hispana.45 La inquisición contra judíos, erasmistas y protestantes limitó la circulación de libros, de ideas y pensamiento. Por otra parte, las universidades sufrieron honda caída de sus rentas, la corona no fundó ya nuevos estudios generales. Las cátedras de Salamanca, Valladolid y Alcalá eran ocupadas por los colegiales mayores, que pasaban pronto a mejores destinos en los consejos y audiencias, en cabildos y prelaturas: a fines del XVII se elimina la votación por los estudiantes… En Valencia se crearon pavordías en leyes, cánones y teología, clérigos con altos salarios de diezmos de la catedral que brillaron poco, aspirantes a canónigos y obispos. Decadencia y aislamiento en un marco general de crisis económica y guerras interminables,46 que culminarán con la invasión napoleónica y la independencia americana, y continuarán con guerras carlistas, alzamientos y juntas en los cambios de partido –en el XX, dos dictaduras y la guerra civil–. Brevísimo resumen de la historia de España.

En la Europa del XVII se formaron academias científicas, contrapuestas al viejo saber, amurallado en las universidades. Hubo academias filosóficas y de arte desde el renacimiento en Florencia o Roma, pero los primeros avances de la nueva ciencia se debieron en buena parte a hombres aislados, como Copérnico o el canciller Francis Bacon, Descartes… La filosofía moderna surgió en estrecho contacto con las matemáticas y la física fuera de las aulas: Kepler, Gassendi, el oratoriano Malebranche y Pascal, Spinoza y Leibniz… En 1589 Gian Battista Della Porta reunió en Nápoles la primera Academia secretorum naturae. Años después el príncipe Aquasparta creó en Roma la Academia dei Lincei, más ambiciosa, que pretendía extenderse por todo el continente. La condena de Galileo las condicionó, aunque se fundaron otras, en 1714 la academia de ciencias romana en el palacio Poggi… Hubo tertulias o reuniones de científicos en los colegios de Oxford y Cambridge. En 1662 se unieron en la Royal Society of Sciences, aprobada un año después por Carlos II Estuardo «para gloria de Dios creador y utilidad del género humano», bajo la presidencia de Isaac Newton –solo Holanda y Estados Unidos adoptaron el modelo inglés–. En 1666 Luis XIV funda la Académie des sciences de París, más centralizada. Ambas instituciones orientarán las ciencias, junto a otras numerosas academias –también las escuelas militares–. En Alemania se crea en 1657 una academia en Schweinfurt, sin sede fija, itinerante; aceptada por el emperador se denominaría «Leopoldina». En Berlín, Federico I –a propuesta de Leibniz– erige la academia prusiana de las ciencias (1711), que engrandecería Federico II –en Gotinga otra ligada a la universidad–. En Rusia Pedro I inicia la academia imperial de las ciencias en San Petersburgo, aprobada por Catalina I en 1725. Después, la academia sueca en 1739 y la danesa en 1742; siguieron Múnich (1759), Bonn (1777). Portugal abrió su academia de ciencias en 1779. Víctor Amadeo III de Saboya en 1783 erigió la Accademia delle scienze. Una red múltiple y extensa, mientras las universidades procuraban introducir en sus aulas las nuevas ciencias.47

En España hubo algunas tertulias o academias que se reunían y debatían sobre la nueva ciencia. La Regia sociedad de medicina y demás ciencias de Sevilla fue aprobada por Carlos II en 1700 y revalidada por Felipe V. El primer Borbón fundó las reales academias de la lengua y de historia, y aparecieron otras, la academia de medicina matritense o la medicopráctica de Barcelona, en Valladolid la Real academia de medicina y cirugía; en el colegio jesuita de Cordelles se reunían alumnos en una conferencia de física experimental, que con la expulsión se convirtió en academia de ciencias y artes. Pero hasta 1847 no se creó una academia de ciencias central, aunque hubo intentos del marqués de la Ensenada y del conde de Floridablanca. Se construyó el edificio del Prado, que al fin fue museo de bellas artes.48 La ciencia pugnó por entrar en las universidades, en los planes de Olavide o de Blasco, con escaso resultado; hasta Pidal no se separa una sección de ciencias en la facultad de filosofía, Moyano crea la facultad. Las polémicas de la ciencia española no deben ser desdeñadas, a pesar de las exageraciones en uno y otro bando.49

Fue importante que José Luis Peset fuera a doctorarse a Salamanca, que trabajase sus claustros y papeles durante el reinado de Carlos IV.50 Y en 1974 Mariano y José Luis publicaron La universidad española (siglos XVIII y XIX),51 época que no alcanzaban las viejas historias de nuestras universidades, Vicente de la Fuente o Ajo Zúñiga; solo Antonio

Álvarez de Morales había cubierto ese periodo.52 En aquel libro, tras una primera caracterización de las principales universidades, examinaban las reformas ilustradas –después las liberales–, centrados sobre todo en las facultades, en los profesores y escolares, en las ciencias y saberes que enseñaban y aprendían… En derecho sirvió de ayuda Gregorio Mayans, sus cartas, escritos y planes de estudio,53 junto a Vinio o Heinecio, mientras que en medicina se enfrentaron con Andrés Piquer, Herman Boerhaave o Cullen; el padre Tosca proporcionó física y matemáticas, mientras que en teología recurrieron a la bibliografía. En el XIX liberal, se orientaron a través de manuales y apuntes, Juan Sala o Pedro Gómez de la Serna, Pedro Mata o Letamendi, Bails… Una universidad no es solo una estructura –una osamenta institucional–, ni las biografías de sus profesores, sino unos conocimientos que aprenden y enseñan, su actividad conforme a derecho, o mejor, en la realidad, que puede ser distinta… Interesa en todo caso la ciencia que cultiva, con mayor o menor altura, ya que su proyección social, como juristas o teólogos, como médicos o ideólogos se hace por sus conocimientos. Por lo demás las universidades requieren una hacienda o finanzas, que también abordaron.

Luego fueron completando, retocaron algún punto, y ampliaron las consecuencias de la nueva planta en la universidad de Valencia.54 Es más, tuvieron que plantearse los métodos de la historia del derecho, carentes de crítica y hondura. Se centraba en las leyes, cómo se generaban y regulaban las instituciones, un positivismo trasladado a la historia que limitaba la investigación. Si a esto añadimos su dedicación a los siglos medievales y su escaso trabajo de archivo, su horizonte era bien corto. Hubo que destruir todo el montaje nacionalcatólico de la «escuela de Hinojosa».55 Debatíamos entonces sobre la miseria de la historia del derecho; ahora hemos tenido hasta un rector y director del Anuario que plagia sin vergüenza alguna –remitimos a Sebastián Martín y Bartolomé Clavero, a Manuel J. Peláez, en la red–. La decadencia o entropía hispana no cesa…

La historia de las instituciones, originaria de Francia, había enriquecido el relato tradicional de reyes, batallas y santos, con nuevos enfoques. Eduardo de Hinojosa la cultivó en sus monografías, mientras que Rafael Altamira la recogió en su Historia de España y de la civilización española (Barcelona, 1900-1911), extendiendo el relato a clases sociales y organización del poder, la legislación, la iglesia, la economía y la cultura, ciencias y artes, en distintos apartados. Historia de la civilización, denominada también historia interna o de las instituciones…56 Jaume Vicens Vives había estudiado como Hinojosa las guerras de remensa en torno a su tesis doctoral sobre Fernando el católico en Cataluña;57 en 1950 asiste al décimo congreso internacional de París, e introduce en parte avances de los Annales d’histoire économique et sociale, fundados en 1929 por Marc Bloch y Lucien Febvre, que continúa Fernand Braudel.58 Una historia geográfica, social y económica bien trabada, que se impone –en Inglaterra desde la revista Past and Present–.

En aquel tiempo de historia social y económica, cuantitativa, Lawrence Stone, buen conocedor de la aristocracia y la historia inglesa, analizó la matrícula de Oxford y Cambridge, su notable incremento en el siglo XVI –una «revolución educativa»–, con máximos a mediados del XVII y descenso posterior. La nobleza abandona las aulas, quedan los clérigos…59 Surgen seminarios o colegios de nobles en Inglaterra y en los demás países europeos, con una formación más adaptada, equitación, matemáticas, derecho… En España se encargaron los colegios jesuitas, el más notorio, el imperial de Madrid fundado en 1623.60

Tiempo antes, en 1904, Franz Eulenburg había elaborado con técnica estadística la curva de las matrículas alemanas, que no coincidía.61 Richard L. Kagan62 analizó el número de escolares en las universidades castellanas modernas: Salamanca era la primera, su prestigio indudable atraía contingentes de toda la península, aunque escasos del exterior, salvo portugueses. Estos estudios se prodigaron aquellos años,63 y en esta línea se analizó la peregrinatio escolar medieval64 o se contaron estudiantes de Valencia y de México,65 comparando con otras peninsulares para determinar su respectivo tamaño, su tendencia: México y las de la corona de Aragón ascienden, mientras que bajan las castellanas; las oscilaciones en todo caso no presentan correlación con las crisis de precios del maíz o el trigo… Son universidades de clérigos, con predominio de teología y cánones, frente a leyes y medicina. Mortalidad o fracaso escolar: porciento de graduados respecto a matriculados. Origen geográfico… Salamanca va perdiendo su vis atractiva.66 En estos trabajos participaron María Fernanda Mancebo y Fernanda Peset, se puede decir que era una especie de empresa familiar.67

En ocasiones se recogen listas o datos de graduados que pueden aportar referencias sobre personas más o menos conocidas, quizá de menor valor para ponderar la dimensión de la universidad.68 Porque hay fugas académicas, desplazamientos para obtener el grado con mayor facilidad: Mayans estudió y se examinó de bachiller en Salamanca, pero el doctorado de leyes lo hizo en Valencia.69 Otro sector o ámbito en que no nos detendremos ahora es la vida y costumbres de los estudiantes universitarios.70

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Hemos hablado de alumnos o escolares, veamos ahora los catedráticos o profesores universitarios. Su número es menor, pueden rastrearse sus huellas en los archivos universitarios; y para tiempos más cercanos sus expedientes se guardan en el archivo de Alcalá de Henares. Salamanca y Valladolid cuentan con amplios repertorios,71 del rector Esperabé y de Mariano Alcocer Martínez. Es posible reconstruir sus grados y estudios, la carrera académica, publicaciones, cargos y prebendas que alcanzaron…

Los colegiales mayores, por su lado, han sido recogidos también en varios catálogos, ordenados alfabéticamente o por siglos, separados, como disecados, en espera de una consulta… Significa un paso más el reciente estudio de conjunto de Dámaso de Lario sobre los siete colegios mayores.72 Los presenta sobre un fondo de los colegios europeos, fundados para acoger estudiantes pobres, mientras que los de órdenes facilitaban a los regulares el estudio en las aulas universitarias. Pronto suavizaron la exigencia de pobreza e introdujeron el estatuto de limpieza de sangre, lo que les convirtió en un grupo poderoso, que copaba cátedras de leyes y cánones y desempeñaba altos cargos de la administración real y de la iglesia. En las facultades de artes y teología dominaban las órdenes, con cátedras separadas de cada opinión o escuela para evitar enfrentamientos. Colegiales y frailes opositaban y alcanzaban la cátedra en las universidades mayores, que conducía a los mejores puestos de la monarquía y de la iglesia, aunque las familias poderosas los obtenían directos. Las familias juegan cierto papel, numerosos colegiales son parientes; incluso hay afinidades regionales o de naciones: San Bartolomé estaba dominado por vizcaínos y montañeses o santanderinos. El autor reconstruye su presencia y carrera en los diversos reinos de la península, en Italia o en las Indias…

Pues bien, al igual que los colegiales, los demás catedráticos de estas u otras universidades aspiran a disfrutar cargos y prebendas en la iglesia –en Valencia hubo obispos y hasta un cardenal–; o colocarse en la administración de la monarquía, en los consejos y en las secretarías de estado y despacho, en las chancillerías y audiencias, incluso en corregimientos que despreciaban los colegiales.73 Es más, los bachilleres y doctores graduados en las facultades de teología, cánones y leyes también pretendían hacer carrera en la iglesia o la corona; los juristas, al menos ejercer como abogados de mayor o menor categoría.74 Margarita Menegus y Rodolfo Aguirre buscaron fuentes apropiadas para abordar este colectivo más amplio de graduados en algunas series del archivo general de la nación. Pronto encontró Margarita la vía adecuada: las relaciones de méritos del archivo de Indias en Sevilla, y analizó una muestra para conocer carreras, aspiraciones y cargos.75 Dirigió la tesis de Rodolfo Aguirre sobre los graduados de la Nueva España en el setecientos, y firmó con él Los indios, el sacerdocio y la universidad en Nueva España. Siglos XVI-XVIII (2006).76

Esta biografía colectiva o prosopografía enlaza con los estudiosos de la administración real y eclesiástica, de los consejos y audiencias, de los intendentes y corregidores o alcaldes, colegios de abogados…77 Los altos cargos de virreyes o capitanes generales se reservan a poderosas familias nobles en una sociedad estamental –con frecuencia militares–. En las audiencias hay cierta presencia, aunque la mayoría de los novohispanos comprasen el cargo. En el ámbito eclesiástico logran obispados, pero sobre todo canon jías y curatos…78 El ayuntamiento de México hizo una representación a Carlos III en 1771 en queja por los escasos nombramientos de americanos que consideraba más convenientes que peninsulares; la universidad se dirigió al rey en 1777 en ese sentido.79 Vísperas de la independencia…

Los políticos ilustrados, Campomanes desde el consejo real y Manuel de Roda, secretario del rey –ambos manteístas–, quisieron abatir aquel sistema cerrado, dominado por los jesuitas y los colegiales, que habían conseguido un turno en las cátedras salmantinas, de cada cinco solo una quedaba para manteístas. Desde el poder, promovieron hondos cambios en las universidades; Francisco Pérez Bayer presentó su memorial Por la libertad de la literatura española al rey Carlos III, quien reformó los colegios y quebrantó su fuerza.80 Mientras, la expulsión de los jesuitas y la supresión de la alternativa liberaron las aulas, lo que propició la intervención y reformas regias. Apenas se alteró la organización de algunas universidades –en Alcalá o Gandía–, aunque regularon los grados y oposiciones, y establecieron planes de estudio en cada una de las universidades americanas o peninsulares, impusieron manuales, versiones sencillas y panorámicas de la materia… O al menos lo intentaron.81

Sin duda los universitarios poseían unos conocimientos que favorecían sus aspiraciones y carreras. Las disciplinas académicas y los grados fueron comunes en todos los estudios generales desde su fundación medieval. Una misma lengua, el latín, unos mismos textos para la enseñanza, un método… Su materia procede de viejos textos, completados o reinterpretados: la Biblia y las sentencias de Pedro Lombardo, con las distintas escuelas, Hipócrates y Galeno, el corpus iuris de Justiniano, completado por libros canónicos y feudales, la glosa y la postglosa, la doctrina canónica… Las cátedras llevaron nombre de los viejos textos –Digesto o Código–, que se exponían conforme a constituciones.82 Los escolares aprendían a manejarlos, a interpretarlos y alcanzar soluciones… Bártolo o Baldo explicaban el derecho común, junto al particular de un reino o ciudad, que consideraban estatuto con menor importancia, aunque tuviera aplicación preferente. Pero los reyes pretendieron un orden propio: primero sus preceptos, incluso si faltaba se recurriría al bon seny e egualdat83 o se consultaría al monarca, para que diera solución.84 Es evidente que no logran imponerse, domina el derecho común y los autores, que se citan en las clases y en los pleitos con frecuencia hasta el setecientos, ya que la communis opinio era determinante.85 Aunque los historiadores del derecho español se creyeron el mandato real y relegaron el derecho común y los autores a mínimos en sus manuales y publicaciones.86

Los diccionarios, en la línea desde Nicolás Antonio hasta la Enciclopedia Espasa o Wikipedia, poseen un valor secundario. Hasta la academia de la historia pensó que un diccionario suponía una gran investigación, y nos obsequió con una apología de Franco… En derecho se han publicado varios, de distinto valor;87 solo son breves vidas aisladas con algunos datos del autor, la relación de sus libros y publicaciones. La tarea del historiador no es amontonar datos, sino comprender y explicar.

Mayor interés tiene la biografía bien hecha sobre algún jurista, por ejemplo, las de Mayans sobre Francisco Ramos del Manzano o José Fernández de Retes, porque se ocupa de sus obras,88 aunque es más frecuente que se ocupen de detalles y aspectos externos de sus vidas, sin apenas entrar en sus escritos, que sería más esencial para entenderlos.89

Con todo, la ciencia del derecho o doctrina de autores ha ido logrando presencia en nuestra asignatura. Se utilizan sus obras para construir la historia jurídica, de instituciones y universidades,90 aun cuando no se alcancen los niveles de Alemania, Wieacker o Coing, o de Italia.91 La historia de la medicina o de las ciencias están más centradas en sabios y descubridores.92

En Salamanca se ha hecho un gran esfuerzo por recuperar la voz de antiguos catedráticos, manejando sus viejos infolios latinos. Esta universidad, como Bolonia, fue el centro de leyes y cánones durante siglos. M.ª Paz Alonso Romero afirma que el olvido en el que están los juristas castellanos modernos es todo un reto para el historiador del derecho, un deber casi para quien vive en Salamanca, donde aprendió historia del derecho con Valiente. Habrá que continuar afrontándolo. Y así lo ha hecho durante años, con buenos resultados, contraponiendo el derecho común y las leyes reales.93 Es imprescindible conocer esa savia jurídica que nutre a los juristas e inerva la administración y los pleitos de viejos siglos. Mientras, Salustiano de Dios repasa las ideas de numerosos juristas en torno al poder del príncipe,94 que justifican, como el jesuita Rivadeneira frente a Maquiavelo, o el dominico Vitoria en sus reelecciones acerca del dominio sobre las Indias…

Mayans estudió en Salamanca a inicios del setecientos, cuando todavía estaba viva la tradición de Ramos del Manzano y sus sucesores. Propugnaban el humanismo jurídico o mos gallicus en las facultades, como verdad histórica –teoría–, mientras los viejos juristas tradicionales deformaban y adaptaban el derecho común romano, con referencias al derecho regio –la práctica–. Primero los gramáticos Lorenzo Valla o Nebrija, después los juristas Antonio Agustín, Andrea Alciato o Jacques Cujas abrieron el camino hacia una interpretación histórica y crítica del derecho común. Sin embargo, la tradición bartolista no se pierde, indispensable para la vida y práctica del derecho. Los humanistas no se interesan por el derecho real, aunque puedan utilizarlo en algunas obras –nunca Cujas–, mientras que los prácticos citan con profusión a los noviores o humanistas como adorno o erudición –jurisprudencia mezclada, la llamaría Mayans–.95

Por estas fechas empezaron a introducirse manuales, inspirados en la instituta. La materia en sus líneas más generales, que servía de introito para después sumergirse en la riqueza de los Digestos, se convierte ahora en el centro de la docencia. El derecho común empezaba a resquebrajarse. Lutero había roto la unidad de la iglesia católica –la otra, la ortodoxa, estaba dominada por los turcos–. El derecho canónico romano deja de regir en la Europa septentrional; cada iglesia tendrá su religión, su teología y su derecho, su organización, ritos y plegarias… Las monarquías absolutas se distancian del emperador y del papado. La guerra se extiende durante treinta años por Europa… El derecho común había llegado a una enorme complejidad, los comentaristas se multiplicaban y se buscó versiones más ordenadas y sistemáticas: manuales de instituta, aunque los grados continuaron siendo tesis y argumentaciones. Fueron escritos manuales por Vinnen, Hotman y Minsinger… Mayans utilizó el Theophilus renovatus de Daniel Galtier, cuando el rector le obliga a explicar instituta, aunque era catedrático de código.96 Luego lo echaron de la facultad en una oposición a pavorde…

La misma didáctica se impone en otras facultades hacia el setecientos –en medicina Herman Boerhaave de Leiden–, y se multiplicaron los manuales –el sistema– en los planes de Carlos III… La mayoría son extranjeros, de otros países europeos. Alguno propio, de Juan Sala, copia a Vinio, castigado y luego plagiado. Más original fue su Ilustración del derecho real de España (1802), que alcanzó presencia durante décadas en los planes liberales, incluso se adaptó para las nuevas naciones americanas.97

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En verdad, hemos trabajado bastante sobre los siglos XIX y XX, el hondo cambio desde el antiguo régimen al liberalismo, una época de hundimiento de nuestras universidades. Ya en Cádiz se pretendió sujetarlas al nuevo poder bajo una dirección de estudios, compuesta de notables, y transformarlas de acuerdo con moldes franceses. Manuel José Quintana, poeta e intelectual del momento, inspiró el primer modelo liberal aprobado por el reglamento de 1821.98 Siguieron años de guerras civiles y desencuentro hasta que asumieron el poder los moderados. El ministro Pedro José Pidal en 1845 impuso otro modelo universitario, diseñado por Antonio Gil de Zárate –primer historiador de las universidades españolas y dramaturgo mediocre–. Sometida al poder político, empobrecida, en decadencia…99 Claudio Moyano confirmó el modelo, vigente casi hasta nuestros días. Los catedráticos formaron un escalafón nacional, funcionarios del estado tras opositar en Madrid.100 Y el ministro nombraba los rectores y regulaba hasta el último detalle, los planes de estudio, los programas y los manuales que debían explicar. 101 Madrid, universidad central, monopolizaba el doctorado, un simple discurso sobre un tema de una lista fijada cada año por los profesores, sin apenas valor. Hacia fines de siglo mejoraron un tanto, supusieron un estudio individual, aunque salvo excepciones, parecen de escasa valía.102 Fue una etapa de decadencia indudable, tanto en la ciencia jurídica, como en otros ámbitos del saber.103 Eugenia Torijano ha ido investigando con minucia los últimos fulgores de los profesores salmantinos en el siglo XIX.104

Sin embargo, España se fue recuperando un tanto, había en las facultades estudiosos que creían y cultivaron la ciencia. En pugna con integristas, carlistas y conservadores, se afirma una corriente krausista, inaugurada por el viaje de Julián Sanz del Río a Alemania.105 En 1865 Emilio Castelar escribió un artículo, «El rasgo», donde reprochaba a la reina que, al ceder el patrimonio real al estado, se había reservado el veinticinco por ciento. Fue destituido de su cátedra y los estudiantes de Madrid le dedicaron una serenata y manifestación la noche de San Daniel. Estalla la primera cuestión universitaria por el decreto de 22 de enero de 1867 del ministro Orovio, que exigió a los profesores, bajo pena de separación de cátedra, declarar que no enseñarían «doctrinas erróneas o perniciosas en el orden religioso, moral o político…». Se negaron a firmar algunos, los más de filiación krausista, y perdieron sus cátedras. En 1868 la reina fue expulsada por la gloriosa revolución, que los repuso. En la restauración Orovio exigió de nuevo ortodoxia política y religiosa, fueron separados krausistas –repuestos en 1881–, que crearon la Institución Libre de Enseñanza, que adoptó nuevos métodos pedagógicos e impulsó la investigación.106 Esta minoría, cuyo símbolo y cumbre sería Santiago Ramón y Cajal, investiga en circunstancias adversas. El médico aragonés presidiría la Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas, creada por el ministro de Instrucción Pública Amalio Gimeno en 1907 y administrada y ampliada por los hombres de la institución con laboratorios y centros: el centro de estudios históricos de Ramón Menéndez Pidal, el de Cajal, el laboratorio de Negrín, el instituto Rockefeller de física.107 Los políticos siguieron diciendo que iban a mejorar los estudios universitarios…108 Sin duda, la aspiración más común entre catedráticos era crear buenos despachos y clínicas, alcanzar algún escaño o entrar en el senado por su universidad, participar en el gobierno… Lucirse en un retórico y colorido discurso de apertura y redactar su manual para completar ingresos. Con todo, hay en los claustros un ambiente de mejora, de cierta esperanza…109

Las dos dictaduras de Primo de Rivera y después de Franco truncaron aquel despertar prometedor. El estudio de la época franquista, que era historia y a la vez vida reciente, se ha demorado un tanto. En las actas del congreso de Zaragoza de 1989, organizado por Juan José Carreras Ares y Miguel Ángel Ruiz Carnicer, muestra ya su vigor la investigación sobre universidades y movimientos estudiantiles; sobre la ley de Ibáñez Martín de 1943 –su exposición de motivos es delirante–, que recoge la tradición de Moyano, con aditamentos totalitarios.110 Después se entraría en el estudio de las depuraciones111 y en el exilio de los profesores112 por Europa y América: en suma, la brutal represión de la dictadura, la destrucción de aquella universidad que había alcanzado un notable nivel. Javier Infante evoca el claustro de Salamanca en la postguerra113 con viejas eminencias conservadoras –algunos se llamaban pudorosamente demócratas cristianos–, falangistas y miembros del Opus Dei –los tecnócratas de Franco–. Unos y otros habían entrado mediante oposiciones «patrióticas», que atendían más a la ideología y fidelidades políticas que a los conocimientos, docencia o publicaciones. Las empezó a estudiar Yolanda Blasco Gil, luego junto con M.ª Fernanda Mancebo o Jorge Correa continuó esta fecunda brecha.114 Bartolomé Clavero ha valorado sus trabajos frente a la falsa cantinela de que el Opus no es un grupo o facción política.115 Monseñor Escrivá buscaba sin duda formar universitarios, estudiosos e intelectuales católicos, frente a los hombres de la institución libre: basta leer sus consejos en Camino. Aunque luego vieron mejores posibilidades en la política, la empresa, en Roma…116

La ley franquista de 1943, la ideología nacionalcatólica más cerril cubre todo el periodo, con retoques menores. En cambio, el ministro Villar Palasí, cercano al Opus, cambió el escenario por su ley general de educación de 1970, que dotaba a las universidades y financiaba nuevas, reorganizaba su administración y los estudios. Un camino que seguiría la transición con varias reformas… Los profesores universitarios encontraron entonces acceso a puestos políticos, en el gobierno central o en las autonomías… Después descendió su presencia sin duda; pero la complejidad de la organización universitaria, la excesiva burocracia, les proporcionó poderes y podercillos de los que siguen disfrutando, mientras tejen la tela de Penélope –una futura perfección, que nunca llega–; otros prefieren sus despachos y clínicas, pocos están dedicados a la investigación. Como participar en esa burocracia está remunerado y bien valorado, puede decirse que existe una prima por no investigar y ahorrarse docencia –y no es una paradoja–. Las últimas crisis han limitado la financiación y el número de cátedras y titularidades –muchos son asociados y contratados–, se ha producido un corte en la continuidad de la investigación, que costará remediar, si es que algún día se intenta… Un desperdicio de inteligencias, tan usual en España…

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Con este congreso continuamos en la brecha que empezamos hace tanto tiempo. Esta es nuestra verdadera historia de la historiografía de las universidades hispanas, desde nuestra perspectiva y convicciones. Un detallado balance de los primeros años de esfuerzo, junto a otros aspectos y cuestiones de su historia. Una exposición clara, crítica, que pronto esperamos completar…117

MARIANO PESET, YOLANDA BLASCO GIL, JORGE CORREA

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1380 s. 35 illüstrasyon
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