Kitabı oku: «Ecuador, un país dolarizado: pasado, presente y futuro», sayfa 4
Se particularizan los efectos de los shocks externos
Supongamos que el precio de las flores ecuatorianas cae en el mercado internacional. Es importante añadir que el ajuste se particulariza al sector floricultor. Sabemos que este shock externo, reduce el ingreso de los floricultores y se produce un déficit en la balanza de pagos. En el modelo discrecional, se devalúa la moneda, lo cual recompensa a los floricultores de sus pérdidas, pero el costo se traspasa a todos los consumidores; en otras palabras, al ser afectada toda la economía pagan aun aquéllos que no tienen por qué. Por otro lado, también hay que recordar que la teoría económica dice que si aumentara el precio de las flores, la moneda debería revaluarse con lo cual se beneficiaría toda la sociedad, pero, como es costumbre en nuestros países, esto rara vez sucede, lo cual implica que solo los exportadores se benefician. Estos fenómenos asimétricos se conocen popularmente como socialización de las pérdidas y privatización de las ganancias.
En una economía dolarizada, como no se puede devaluar, el shock exógeno lo absorbe la industria afectada, no la economía en general. El ajuste se llevará a cabo reestructurando la producción de flores, disminuyendo costos de producción, renegociando los sueldos o salarios de los trabajadores, refinanciando préstamos, etc. Hay que recalcar que lo importante es que el ajuste no lo hace, ni tiene por qué hacerlo, toda la economía en general, sino que lo hace, y debe hacerlo, únicamente el sector afectado.
Permite el cálculo económico
Como indicamos anteriormente, las decisiones de inversión se hacen sobre estimaciones del futuro de la economía. La estabilidad monetaria permite —en buen grado, porque ningún pronóstico es 100 % cierto— que se tomen decisiones con riesgos calculados sobre los futuros flujos de ingresos y costos.
Se descubre la raíz de otros problemas estructurales
Una tercera clase de beneficios tiene que ver con la apertura y transparencia que se logran con una economía dolarizada. Además de que la dolarización particulariza los efectos de los shocks externos, como lo explicamos anteriormente, es una de las mejores formas de sincerar la economía. Las devaluaciones y la inflación son medidas que encubren estructuras defectuosas tanto en las instituciones como en la asignación de recursos.
Se estimula el desarrollo y la diversificación de las exportaciones
Es común afirmar que una devaluación favorece las exportaciones pues con ella se logra un mayor ingreso en moneda local. Este efecto, sin embargo, es pasajero y obnubila a los agentes económicos, entrampándolos en prácticas ineficaces e ineficientes de producción y administración de recursos.
Si cada vez que se produce una reducción del precio del producto exportado o cada vez que hay una disminución internacional de la demanda, el gobierno sale al rescate con una devaluación se crea lo que los economistas conocen como peligro moral. Esto significa que los productores de bienes exportables no responden a las fuerzas del mercado como debieran hacerlo. Si cae la demanda o bajan los precios, la teoría y práctica económica aconsejan una reestructuración de los recursos, los productores de bienes exportables, como todo productor ante estas circunstancias, deben reducir sus costos, pensar en una reingeniería en su producción, reformar sus cuadros administrativos, desarrollar nuevos productos, investigar y buscar nuevos mercados, etc. La devaluación es una venda que alivia pasajeramente el dolor, pero que a larga fomenta incompetencia reduciendo la competitividad de los productos exportables, a la vez que se perpetúan los mismos procesos y productos de siempre, por lo cual no se diversifican ni tecnifican las exportaciones.
La inflación encubre la inflexibilidad laboral
El salario real, es decir, el poder adquisitivo del salario se mueve en dirección inversa a la inflación. La inflexibilidad en los mercados laborales se “flexibiliza” mediante este mecanismo. Cuando se produce una recesión, la inflación reduce los costos laborales permitiendo a las empresas capear el temporal. Nuevamente, esta medida es un espejismo que evita la resolución del problema estructural de desempleo. La raíz de la desocupación estriba en la rigidez del mercado causada por las leyes laborales. El Código Laboral y otras reglas institucionales, algunas de ellas inclusive consagradas en la Constitución, favorecen a los que ya tienen empleo, pero perjudican a los que no lo tienen o los que lo pierden por las fluctuaciones económicas.
Los empresarios aceptan esta medida transitoria pues no tienen que enfrentarse a la reestructuración de sus empresas. Los políticos no tienen que enfrentarse a los costos que significa rediseñar nuevas políticas laborales. Los más beneficiados son los dirigentes sindicales los cuales aprovechan la coyuntura inflacionaria para reclamar aumento de sueldos sin tener que preocuparse de los niveles de productividad que justificarían ese aumento. Consecuentemente, los procesos inflacionarios esconden la necesidad de mejorar la productividad laboral, perpetúan el círculo vicioso: inflación-costos laborales-inflación; mientras que el desempleo continúa en aumento pues los altos costos laborales y la falta de conexión entre productividad y salario no incentivan la creación de nuevas fuentes de trabajo.
La dolarización revela estos problemas laborales y obliga a la sociedad a buscar soluciones al problema del desempleo estructural. Como anotaremos más adelante, no hay relación entre desempleo y modelo monetario. Es decir, la dolarización no mejora ni empeora la situación ocupacional, pero sí permite el análisis y la observación de las causas y raíces del desempleo y de la desocupación.
Disciplina el gasto fiscal y blinda a la economía de las crisis fiscales
La falta de inversión es una de las razones por las cuales un país no crece a un ritmo sostenido. Los déficits presupuestarios fiscales reducen el ahorro interno y desplazan el ahorro privado hacia operaciones especulativas no productivas. Como el gobierno no puede emitir dinero, la corrección del déficit fiscal solo se puede hacer mediante préstamos o impuestos. Los préstamos del exterior, en la actualidad, imponen condiciones de disciplina fiscal. Además, la tributación tiene un costo político que los gobernantes deben enfrentar.
Esto obliga no solo a equilibrar las cuentas fiscales, sino también a que el gasto sea de mejor calidad —de mayor rendimiento social—. Los pueblos se resisten a pagar impuestos cuando observan o perciben que sus dineros se derrochan o se malversan. Por ello, buscan que se mejore el sistema de rendición de cuentas, lo cual hace que, a la larga, la corrupción disminuya y se mejore el ethos de la sociedad.
Uno de los males que sufren las economías en desarrollo es la inestabilidad producida por las crisis políticas. La dolarización desnuda los atropellos que cometen los gobernantes, unos por inoperancia, otros por mala fe. Como dice Gabriela Calderón de Burgos: “Viene a ser como una isla de Estado de derecho en medio de un océano de disparates políticos y económicos”.
Se reducen algunos costos de transacción
Cuando se dolariza, se eliminan las transacciones de compra y venta de moneda extranjera. El diferencial entre el precio de compra y de venta es un ahorro para toda la sociedad porque la intermediación, sobre todo la especulativa, que aprovecha los cambios en la valoración de la moneda no es socialmente productiva, aunque sí lo es para contados miembros de la sociedad.
Otro ahorro es la eliminación de doble facturación, doble contabilidad y otras operaciones que deben realizar las empresas con actividades internacionales. Aún más, muchas de las operaciones de defensa contra posibles devaluaciones desaparecerían, lo cual facilitaría la inversión y el comercio internacional. Esto también ocurriría con los bancos que no necesitarían un cojín para cubrir el riesgo cambiario, lo cual les permitiría reducir el nivel de reservas y, por consiguiente, el costo de oportunidad asociado con la liquidez de la cartera.
Condición indispensable: la integración financiera
Finalmente, debido a la reducción de los costos cambiarios y otros costos de transacción, se crean los incentivos para que una economía pequeña como la ecuatoriana partícipe de los flujos de capital del mundo globalizado actual. Para lograrlo, además de la dolarización, se debe también permitir y facilitar el ingreso de instituciones financieras internacionales, en libre competencia con la banca local. De esta manera, tanto los activos como los pasivos financieros pasen a ser parte de una fuente gigante de liquidez y de fondos. Consecuentemente, el origen o el destino de los préstamos o de los depósitos tienen poca importancia, pues no están ligados a los fondos locales.
Una economía dolarizada incentiva la presencia de grandes bancos internacionales y pronto se establecerían centros financieros —como ha sucedido en Panamá o en las Bahamas— que permite el flujo de capitales de tal manera que cualquier shock externo es contrarrestado por esta integración financiera con el resto del mundo. Es decir, si la balanza de pagos entra en déficit, la brecha la cubre un ingreso de capitales del exterior, cuando hay un superávit, el exceso se presta al exterior. En resumen, la integración financiera elimina las crisis de la balanza-depagos. Aún más, como estos ajustes son automáticos dejan de justificarse las racionalizaciones para controlar el flujo de capitales u otras medidas al efecto que distorsionan las transacciones internacionales.
Además de incrementar la estabilidad macroeconómica, la integración financiera mejora la calidad del sistema financiero, pues permite a los depositantes y ahorristas la opción de escoger entre bancos e instituciones financieras de prestigio internacional. Esta competencia obliga a la banca local a mejorar sus condiciones de operación. Las casas matrices de los bancos internacionales se convierten en prestamistas de última instancia, operación que actualmente está a cargo del Banco Central.
Lastimosamente, se acusa a la dolarización de ser una camisa de fuerza frente a factores externos. En particular, a una dependencia de los vaivenes de la economía de los Estados Unidos. Sin embargo, se soslaya que la dolarización exige un mercado laboral flexible y moderno, la libre circulación de capitales y unas finanzas públicas sanas con ahorros a fin de evitar impactos adversos de shocks, sobre todo de origen externo. Estos requisitos, entre otros, no se han cumplido, lo que debilita el régimen cambiario de la dolarización.
Condición indispensable: eliminación del Banco Central
Un banco central típico es emisor de moneda, depositario del encaje bancario —las reservas de la banca para cubrir retiro de sus depósitos— y prestamista de última instancia. Si se pretende mantener estas dos últimas funciones, puede ser una tentación enorme para que los gobernantes echen mano a los fondos allí depositados. Por ejemplo, extraer dinero a cambio de “papeles” (bonos) fiscales o simplemente apropiarse del dinero.
Al eliminarlo se fortalece la regulación bancaria, los bancos mantienen el encaje en bancos del exterior, las cuentas del gobierno, de los municipios y otros gobiernos seccionales se mantienen en el sector privado. Como dijimos hace poco, la banca extranjera se convierte en prestamista de última instancia. Esto elimina la tentación de “meterle mano” a los bolsillos de los depósitos bancarios, pues de estos no son dueños los bancos sino los depositantes y ahorristas.
Los costos sociales de la dolarización
Hasta aquí se podría dar la impresión de que la dolarización es una panacea para los males de un país. No es así. Existen también costos sociales que no se pueden soslayar. No obstante, se debe hacer hincapié en que estos costos son mucho menores que los beneficios de la dolarización.
El costo de la pérdida de señoreaje
El señoreaje es la diferencia que existe entre el costo intrínseco del papel más su impresión como billetes y el poder adquisitivo del mismo. El reemplazo de la moneda local implica la adquisición de dólares en billetes. Estos dólares tienen un poder adquisitivo en bienes y servicios, pero al ser utilizados como medios de pago se pierde la oportunidad de adquirir mercaderías u otros haberes. Según el economista Stanley Fischer, este costo en el peor de los casos es la reserva monetaria internacional dividida para el PIB —en el Ecuador aproximadamente el 7,5 %—, debemos recordar que ya se había incurrido en ese costo. Como la reserva monetaria internacional ya se había acumulado, la pérdida de poder adquisitivo es un costo ya realizado, no es un costo adicional que debe hacer el país. Por ello, el mismo Fischer aconseja que el costo se debería medir como el flujo anual que se dejaría de recibir por utilizar el dólar como medio de pago.
En este caso, el costo sería el ingreso que dejaría de recibir el banco central porque las reservas internacionales normalmente están colocadas en instrumentos financieros que perciben una tasa de interés. En el Ecuador, con una reserva productiva —porque no toda la reserva gana intereses— de 800 millones, el señoreaje podría haber llegado a 37,5 millones de dólares por año o un 0,23 % del PIB.
No obstante, se debe advertir que el diferencial entre las tasas de interés que existe debido estrictamente al riesgo cambiario es un costo social mucho más alto que la pérdida de señoreaje.
Otros costos
Hay economistas que califican a la dolarización como un “desastre”, particularmente, porque la tasa de cambio a la que se la realizó fue altísima. Muchos ahorristas, pensionados y otros perdieron a esa tasa. Lo que se ignora es que las pérdidas de poder adquisitivo no se debieron a la dolarización, sino a las condiciones económicas —esas sí “desastrosas”— que prevalecían en 1999.
También se deben considerar los costos de transformar las cuentas bancarias, las cajas registradoras o los sistemas contables, inclusive se podría pensar como un costo, el tiempo que lleve a la población a aprender a utilizar el dólar en lugar del sucre. Pero estos son costos menores, en verdad, intrascendentes en términos de costos sociales.
El desempeño de la dolarización en el Ecuador
Después de 21 años de haberse adoptado el dólar estadounidense es posible estudiar si los resultados experimentados en estos años se ajustan a los argüidos teóricamente —como los expuestos en el presente artículo—, aunque dejo para otros autores las observaciones estadísticas.
En general, la razón primordial esgrimida para la dolarización fue el control de la inflación. La segunda razón fue la estabilidad macroeconómica. Una tercera, la revelación de males estructurales. Y varios otros, entre ellos, la instauración de otros incentivos que facilitan el aumento del volumen de comercio internacional y la inversión extranjera.
Los beneficios de la estabilidad de precios
Una búsqueda en Google: dolarización en Ecuador entrega alrededor de 1.700.000 resultados. En el portal www.academia.edu —una página web para encontrar artículos de investigadores académicos— hay 3315 en los que la palabra “dolarización y Ecuador” aparece en el título, 4152 resultados cuando va incluida en los textos, 344 artículos en revistas y 122 libros. Me atrevo a afirmar en que en todos ellos se acepta que la dolarización en el Ecuador cumplió su papel principal: derrotar la inflación. Aunque, como explicamos anteriormente, las tasas de inflación en relación con las de los Estados Unidos no fueron iguales, ni las tasas de interés hayan coincidido, precisamente porque el excesivo gasto fiscal estimuló la demanda, se impusieron salvaguardias, hubo cambios frecuentes a la sistema tributario, el excesivo endeudamiento incrementó el riesgo país, la administración de Correa monetizó fondos del BCE —más de 4 mil millones— y la falta de integración financiera hizo que la banca opere como un oligopolio.
El apoyo de los ecuatorianos la hizo irreversible
La prueba más fehaciente de su desempeño es el apoyo de la población a mantener el dólar como la moneda del país. Según una encuesta que se realizó en el país sobre el tema, que data de 2015, un 85 % de los ecuatorianos no quiere regresar a una moneda local, apunta Susana Herrera: “Quizás el evento económico que más nos une a todos los ecuatorianos independientemente de nuestra condición económica, social, etnia, género es precisamente esa pasión por la dolarización, que cuesta tanto entender desde fuera y la principal razón para esta oda a este fenómeno económico es la desconfianza que hay hacia las propias instituciones ecuatorianas. Por ello, no necesita apoyo de los políticos —diríamos que se defiende sola— y cualquier medida que tenga como propuesta desdolarizar se topa con un costo político inconmensurable”.
Rafael Correa, desde su posición de profesor universitario, fue un denostado opositor a la dolarización. Ya de presidente, ante la caída de los precios del petróleo deploraba no tener moneda propia, intentó crear una moneda electrónica. No pasó del intento. Un grafiti en Ambato ilustra el tema: “Chao dólar, chao Correa”.
El apoyo popular a una moneda fuerte no debería llamar la atención pues es un fenómeno normal. Cuando se pretende hacerlo, los ciudadanos inmediatamente retiran sus depósitos bancarios —creando una gran precariedad financiera—, los que pueden las llevan al exterior, otros a esconderlos en el colchónbank. En Grecia, cada vez que se mencionaba en serio que saldría de la zona del euro, había una corrida bancaria y fuga de capitales. Ante lo cual, a las autoridades no les quedaba sino dar pie atrás.
El fortalecimiento del derecho a la propiedad
Más allá de la estabilidad monetaria, según Pablo Lucio Paredes, el gran beneficio fue la equidad:
La dolarización cambió a que todos los grupos sociales estén cubiertos por el mismo paraguas monetario —lo cual no significa que los pobres dejen de serlo solo por razones monetarias—. Uno de los mayores males sociales de las economías con moneda propia es que los pobres están cubiertos por un paraguas monetario de muy mala calidad, mientras los grupos de mayores recursos se cubren con un paraguas en moneda extranjera, que no solo les protege, sino que en muchos casos les genera ganancias relativas adicionales.
Las devaluaciones constituyen violaciones al principio de soberanía individual sobre su propiedad privada. El apoyo de la población demuestra claramente que el dinero es un factor de libertad. Una moneda dura provee a los ciudadanos de dominio sobre sus propios recursos. Una moneda “suave”, como lo fue el sucre, permitía que una clase económica se aprovechara de las devaluaciones, los ricos podían colocar sus ahorros en dólares, no así la clase media. Cuando un gobierno tiene la opción de devaluar es equivalente a despojar a los ciudadanos de su poder de compra y sus derechos a la propiedad son confiscados de una manera arbitraria. En otras palabras: el gobierno mete la mano en los bolsillos, la dolarización blinda a los ciudadanos de esta arbitrariedad.
La idea de “soberanía”, trivializada por la izquierda, es ubicua en las élites políticas. La “pérdida” de la moneda se supone implica pérdida de soberanía; lastimosamente, esta noción es contradictoria a la que a la soberanía que adquiere el ciudadano sobre la moneda de la cual es dueño y no el gobierno o el banco central.
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