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V
HACERSE CON EL CONTROL
Las elecciones al Reichstag de septiembre de 1930 hicieron del NSDAP una alternativa creíble a los partidos tradicionales. La importancia que acababa de adquirir en la política alemana aumentaría la influencia de la propaganda nacionalsocialista sobre las clases medias, los veteranos de guerra y la población rural (el NSDAP nunca llegó, en rigor, a introducirse en el proletariado urbano). En un momento en el que la Gran Depresión golpeaba el país, el canciller Brüning se vio obligado a tomar medidas de austeridad. Como nunca había formado parte de ningún gobierno nacional, el NSDAP estaba en condiciones óptimas para presentarse como un partido capaz de ofrecer algo nuevo.
El presidente Paul von Hindenburg, cuyo primer mandato iba a terminar en marzo de 1932, pensaba presentarse a la reelección. Hitler quería comprobar el apoyo electoral del que gozaba, así que decidió disputarle la presidencia. Iba a celebrarse la primera campaña electoral moderna, basada en la utilización de los medios de comunicación de masas. “Hitler sobrevuela Alemania” fue el eje temático de la estrategia nacionalsocialista, que combinaba la idea de Hitler como jefe del Estado con imágenes que lo mostraban trasladándose de una ciudad a otra en su avión privado, ofreciendo así la impresión de un hombre de acción joven y enérgico, en contraposición con el anciano Hindenburg; de ese modo podía, además, hacer campaña cada día en más de una ciudad. Su candidatura sembró el pánico entre los grandes partidos –los socialdemócratas, los conservadores y el Partido de Centro Católico–, que se unieron para apoyar a Hindenburg. Los otros candidatos eran el comunista Ernst Thälmann y el derechista Theodor Düsterberg, del Partido Nacional del Pueblo Alemán. En la primera vuelta de las elecciones, Hitler quedó segundo con más de once millones de votos (un 30,1% del total); Hindenburg obtuvo el 49,6%; Thälmann, el 13%; y Düsterberg, el 6,8%. En la segunda vuelta, Hindenburg alcanzó, como era de prever, el 50% de los votos, porcentaje necesario para lograr la reelección. No obstante, Hitler atrajo los sufragios de casi todos los que habían apoyado anteriormente a Düsterberg, aumentando su porcentaje en un 6,8%. Las elecciones consolidaron así al líder del NSDAP como una de las figuras más poderosas de la política alemana a nivel nacional.
Hindenburg comenzó su segundo mandato instando al gobierno a practicar una política más autoritaria y derechista: se trataba de contrarrestar el poder creciente de los nacionalsocialistas. Brüning, partidario de actuar con un mayor respeto hacia el parlamento, se resistió a obedecer al presidente, quien lo destituyó con todo su gabinete de manera fulminante, ofreciéndole la cancillería a Franz von Papen, un aristócrata católico que pertenecía al círculo íntimo de asesores de Hindenburg y contaba con el apoyo de los diputados conservadores del Reichstag. El nuevo canciller convocó elecciones federales para el mes de julio, confiando en obtener una mayoría parlamentaria. Pero los vientos soplaban a favor del NSDAP, que lograría el 37% de los votos y 230 escaños, convirtiéndose en el principal partido del Reichstag.
La única esperanza de Von Papen estaba en convencer al NSDAP de que entrara en el gobierno. Así que le ofreció la vicecancillería a Hitler, quien la rechazó aduciendo que no aceptaba ningún puesto inferior al de canciller, que le correspondía, según él, por ser el líder de la primera fuerza parlamentaria. Pero Hindenburg no estaba dispuesto a entregarle a ese “cabo austriaco” el segundo cargo político más importante del país.
El gobierno y el NSDAP pasaron el verano de 1932 maniobrando el uno contra el otro. Von Papen pretendía doblegar a los nacionalistas a base de perseverancia; mientras tanto, la SA y las SS, por un lado, y los paramilitares comunistas, por otro, libraban combates cada vez más violentos en la calle. Los éxitos electorales empezaban a perjudicar al NSDAP en ciertos aspectos: en el partido cundía el pesimismo, ya que el aumento espectacular del número de votos no lo había situado más cerca del poder; y, por lo demás, el movimiento estaba muy endeudado debido a las continuas campañas, y a que multitud de miembros de la SA vivían a costa del partido. Aun así, Von Papen no logró convencer a los nacionalsocialistas de que colaboraran con él, ni logró tampoco –lo que era más grave– formar una coalición parlamentaria para hacerles frente.
En septiembre se celebró la primera sesión del nuevo Reichstag, presidido por Hermann Göring (como representante del primer partido). Una mayoría del 84% aprobó una moción de censura planteada por el Partido Comunista, lo que obligó a convocar nuevas elecciones para el mes de noviembre. La SA y las SS se encargaron de recaudar fondos en la calle. En los comicios, como se había previsto, disminuyó el apoyo a los nacionalsocialistas, que obtuvieron algo más del 33% de los votos y 196 escaños. Seguía siendo la fuerza parlamentaria más importante, pero, en vista de su ligero retroceso, Von Papen supuso que a Hitler ya no le quedaría más remedio que aceptar la vicecancillería. Sin embargo, el líder del NSDAP volvió a rechazarla.
Fue entonces cuando empezaron a desbaratarse los planes del canciller, que había dado por sentado que seguiría en su cargo, y ejerciendo los poderes dictatoriales otorgados por Hindenburg. Pero varios miembros de su gobierno –en especial el ministro de Defensa, Kurt von Schleicher– se volvieron en contra de él.
Militar de carrera, Von Schleicher se había convertido a finales de la década de 1920 en el principal oficial de enlace entre el gobierno y el ejército. Entre 1930 y 1932 había sido el asesor más importante del entonces ministro de Defensa, el general Groener, asumiendo en la práctica el papel de eminencia gris del gobierno, gracias a su estrecha relación con Hindenburg, a quien conocía a través del hijo de este, Oskar. Había estado detrás de la destitución de Brüning y del nombramiento de Von Papen, y ahora insistía en la necesidad de que los nacionalsocialistas entrasen en el gobierno. Lo cierto es que ya había abierto un diálogo discreto con Gregor Strasser, que parecía representar al sector moderado del partido, con vistas a la incorporación del NSDAP a un gabinete que encabezaría el propio Von Schleicher. Estas maniobras obedecían al temor de que la situación de parálisis política llevase al país al desastre. En las elecciones de noviembre, los comunistas habían obtenido seis millones de votos y cien escaños en el Reichstag. Era obvio que, a menos que se hiciese algo para evitarlo, el Estado no tardaría en sufrir el ataque de la extrema izquierda y la extrema derecha, y que no quedarían en el centro suficientes personas dispuestas a defender la democracia.
El 1 de diciembre, en una reunión entre Hindenburg, Von Schleicher y Von Papen, este último reconoció que habían fracasado sus intentos de formar un gobierno de coalición, pero propuso seguir en el cargo, y que se prorrogara indefinidamente la legislatura a fin de introducir en la Constitución y en la ley electoral enmiendas que pusieran fin a la parálisis política. Schleicher sostuvo que esta solución vulneraba la Constitución, podía desencadenar una guerra civil y era, en todo caso, innecesaria, ya que él mismo estaba en condiciones de reunir una mayoría parlamentaria con los socialdemócratas, los centristas y los seguidores que conservaba Gregor Strasser en el NSDAP. Sorprendido por esta afirmación, Hindenburg decidió seguir apoyando, de momento, a Von Papen.
Pero los acontecimientos se sucedieron con rapidez. Al día siguiente, Von Schleicher anunció en una reunión del gabinete que las fuerzas armadas ya no confiaban en el canciller, y mostró un informe militar que indicaba que, en el caso de que se sublevaran los nacionalsocialistas y los comunistas, y Polonia aprovechase la oportunidad para atacar a Alemania por el este, el ejército se vería desbordado. Von Papen, anonadado, dio parte a Hindenburg, que comprendió que ya no le quedaba otra opción que destituirlo y nombrar en su lugar a Von Schleicher.
El nuevo canciller acudió directamente a Strasser. Dado que Hitler rechazaba la vicecancillería, le dijo, tal vez él estuviese dispuesto a aceptar el cargo, al que se podría añadir el de ministro-presidente de Prusia. Strasser, en efecto, estaba dispuesto, pero decidió informar de la entrevista a Hitler y a los demás dirigentes nacionalsocialistas, y pedirles consejo. Existían profundas diferencias al respecto. Strasser era plenamente consciente de que el apoyo de los electores al NSDAP se estaba debilitando, y de que este se encontraba, además, en graves apuros económicos; pero Hitler, Göring y Goebbels coincidían en que aceptar el cargo causaría un cisma en el movimiento, así que exigieron a Strasser que no lo hiciera. El 7 de diciembre, tras una serie de reuniones agrias, celebradas todas en Berlín, Strasser dimitió de su puesto en el partido sin acceder al ofrecimiento de Von Schleicher.
Hitler vio aumentar rápidamente el número de sus seguidores en el partido; mientras, Von Schleicher buscaba apoyos en otras organizaciones: sindicatos, socialdemócratas y Partido de Centro Católico. Pero ninguna de ellas se fiaba de él, y los empresarios industriales y agrícolas empezaron a oponerse violentamente a sus políticas sociales, destinadas principalmente a reducir el desempleo. Con todo, creía ingenuamente que podría revertir la situación.
Entonces Von Papen volvió al ataque. Indignado por la traición de Von Schleicher y deseoso de cobrarse su venganza, se erigió en líder de una camarilla de empresarios y banqueros empeñados en derrocar al nuevo canciller. El 4 de enero de 1933 se entrevistó en secreto con Hitler en una casa de Colonia. Tras discutir cómo podían trabajar juntos para apartar a Von Schleicher de la cancillería, los dos políticos decidieron que Von Papen intentaría convencer a Hindenburg y a la derecha conservadora de que aceptaran la presencia de los nacionalsocialistas en un gobierno de coalición, mientras sus acaudalados amigos enjugarían discretamente las deudas del NSDAP, que así podría seguir haciendo campaña.
Finalmente, el 23 de enero, Von Schleicher se reconoció incapaz de formar una coalición, y le pidió a Hindenburg que disolviera el Reichstag y le otorgara poderes dictatoriales. El presidente se negó, utilizando los mismos argumentos que había esgrimido Von Schleicher para derribar a Von Papen. Cinco días más tarde se repitió el ruego, con idéntico resultado; para entonces, Hindenburg ya sabía que Von Papen estaba a punto de lograr una alianza con los nacionalistas y el NSDAP. Von Schleicher no tuvo más remedio que dimitir.
Von Papen fue cerrando su coalición en una jornada de negociaciones frenéticas, mientras corría el rumor de que Von Schleicher trataba de incitar a la guarnición de Potsdam, al suroeste de Berlín, a sublevarse. Lo cierto es que Hindenburg había decidido ofrecer al general Von Blomberg el Ministerio de Defensa en el nuevo gobierno, nombramiento que se interpretaría como una muestra de la adhesión del ejército a Hitler. Nada se interponía ya en el camino del líder del NSDAP a la cancillería. El 30 de enero de 1933 asumió el cargo.
Años después, Hitler y los nacionalsocialistas en general se complacerían en difundir la falacia de que habían “tomado” el poder en 1933. Los acontecimientos de finales de 1932 y principios de 1933 indican que, en realidad, llegaron al gobierno por una de esas intrigas políticas que supuestamente despreciaba Hitler.2 Tal y como señala uno de sus biógrafos, “una maniobra secreta lo llevó al poder”.
Las SS desempeñaron un papel secundario en este proceso; se limitaron a amedrentar a los adversarios, vender periódicos, recaudar fondos y hacer campaña a favor del partido. En un primer momento, además, dio la impresión de que Himmler no iba a sacar apenas provecho de la nueva situación política. En marzo de 1933 obtuvo como única recompensa el cargo de jefe de la policía de Múnich, mientras que su rival, Daluege, pasó a dirigir la Ordnungspolizei [Policía del Orden], el cuerpo uniformado de policía de Prusia, y recibió de Göring, ministro del Interior (además de ministro sin cartera) del gabinete de Hitler, el rango de teniente general de la policía. Es cierto que se empleó a miembros de las SS como policías auxiliares, pero esta función la desempeñaron en mucho mayor número los hombres de la SA. Esta organización parecía al principio tener más probabilidades que las SS de beneficiarse de la hegemonía nacionalsocialista; pero Himmler no tardó en hacerse con el control de la mayor parte del aparato policial en todo el país, lo que se debió tanto a su inteligencia como a la suerte.
El espionaje, uno de los cometidos principales de las SS desde su fundación, no había estado centralizado hasta el nombramiento de Himmler como Reichsführer. Los jefes locales y sus subordinados se habían encargado de obtener información y suministrársela a la cúpula nacionalsocialista por iniciativa propia. De ahí que se tratara casi siempre de información general, rumores y habladurías sobre los “enemigos” del movimiento que difícilmente podían serles de utilidad a los dirigentes, y que no cabía considerar, desde luego, información en sentido estricto.1 Consciente de este problema, Himmler dispuso, al reorganizar las SS en 1929, que cada unidad local tuviese asignado un oficial Ic, que se ocuparía de coordinar las labores de espionaje y analizar la información obtenida antes de remitirla a la sede central.2 Al principio, el Ic también tuvo que ejercer de ayudante del comandante local, lo que parece indicar que la organización no tenía por objetivo prioritario el espionaje.3
Posteriormente, en el verano de 1931, Himmler tomó una de las decisiones más importantes de sus primeros años como Reichsführer de las SS, el nombramiento de Reinhard Tristan Eugen Heydrich como jefe del servicio de inteligencia. Este genio del mal sería uno de los protagonistas ausentes de los juicios de Núremberg: su asesinato, en junio de 1942, lo libraría de la justicia de los aliados. Y es que cabe atribuirle gran parte de la responsabilidad en uno de los mayores crímenes de la historia: el Holocausto. Cuesta entender los motivos que llevaron a este hombre instruido, culto y de notable inteligencia a desempeñar –como Himmler– un papel decisivo en la maquinaria de represión política del Tercer Reich y, finalmente, en el genocidio.
Heydrich nació el 7 de marzo de 1904 en la ciudad de Halle, en Sajonia, en el seno de una familia de clase media acomodada. Su padre, Bruno, era compositor y cantante de ópera, y había fundado el conservatorio de Halle; su madre, Elisabeth, era cantante y pianista. Bruno, devoto de Wagner, cantaba en el festival de Bayreuth, que dirigía la viuda del músico, Cosima, con quien llegaría a trabar amistad. Reinhard heredó el talento musical de sus padres, pues aprendió a tocar el piano y el violín a una edad muy temprana y destacó en este último instrumento, que no abandonaría nunca.4 Era, además, un apasionado del deporte. Cuando tenía seis meses sufrió un edema cerebral que puso en peligro su vida, al que siguieron varias enfermedades. Su padre lo animó a practicar toda clase de deportes para superarlas, entre ellos el atletismo, la equitación, la esgrima, el fútbol y la natación. En la década de 1930 llegó a competir en el equipo nacional de esgrima, al tiempo que ejercía de jefe de inteligencia en las SS.
La familia de Heydrich era, al parecer, de talante severo y partidaria de la disciplina, pero a la vez afectuosa. El padre, un hombre alto y corpulento con fama de bromista, tenía una vena autoritaria, aunque se desentendió de la educación de sus hijos. No obstante, les dio a conocer (como hizo Gebhard Himmler con los suyos) las leyendas populares de Alemania a una edad temprana. Existen multitud de rumores –casi todos sin fundamento– sobre el origen familiar y la infancia y juventud de Heydrich. La mayoría de ellos vienen alimentados, al parecer, por la suposición de que sufrió un trauma de niño, un choque emocional que acaso explique las atrocidades que cometería más tarde. El rumor más pertinaz (que ya circuló en vida de Heydrich, llegando a causarle problemas) le atribuye falsamente raíces judías. El malentendido se debe a que la abuela de Heydrich se casó con un cerrajero llamado Gustav Süss tras la muerte de su primer marido, el padre de Bruno. Süss era un apellido común entre los judíos alemanes en aquella época,3 si bien Gustav no era judío. Sin embargo, como la abuela de Heydrich de vez en cuando se hacía llamar Frau Süss-Heydrich, la gente dio por sentado que la familia tenía sangre judía. A este error contribuyó también el hecho de que su padre figurara en la edición de 1916 del Musiker-Lexicon de Riemann, la guía de músicos alemanes, como “Heydrich, Bruno alias Süss”.5 Bruno, simpatizante del nacionalismo, insistió en que se corrigiera el epígrafe en las sucesivas ediciones. En todo caso, ya en 1932, Heydrich logró disipar las dudas del NSDAP y de las SS sobre su origen racial después de que el rumor hubiese llegado a oídos de Himmler.
Según ciertos testimonios, sufrió el hostigamiento de sus compañeros de colegio por la supuesta condición judía de su padre; aunque parece improbable que empezara a gestarse entonces su feroz antisemitismo. De hecho, fue sobre todo su voz extraña y atiplada lo que le hizo objeto de burlas: por ella le apodaron “Hebbe” [cabra]. Heydrich fue, por lo demás, un niño solitario y altanero, incapaz de congeniar con los de su edad, a quienes daba la impresión de despreciar.
Los ingresos familiares fueron disminuyendo durante la guerra, conforme lo hacía el número de alumnos del conservatorio. Después del armisticio, los Heydrich no fueron ajenos a la agitación política que vivió el país. En marzo de 1919, con apenas quince años (le faltaban dos para alcanzar la mayoría de edad), y al tiempo que estudiaba, Reinhard se alistó como voluntario en el Freikorps Maercker –sirviendo más de un año como mensajero en esta organización–, así como en el Einwohnerwehr de Halle. Más tarde se incorporó a otro grupo armado, la Völkischer Schutz– und Trutzbund [Liga para la Protección y la Defensa Popular], de ideología nacionalista radical, y vinculada con la Sociedad Thule. Todo ello indica que Heydrich simpatizaba con la extrema derecha en cuestiones raciales mucho antes de ingresar en el NSDAP y en las SS.
En 1922, terminados sus estudios de secundaria de Halle, se incorporó al ejército como aspirante a oficial. Recibió parte de su instrucción militar en el crucero Berlin, cuyo primer oficial era el comandante Wilhelm Canaris, que en 1935 sería nombrado jefe de los servicios de inteligencia militar del Tercer Reich. Heydrich siguió una trayectoria regular en la Armada: en 1926 fue ascendido a Fähnrich zur See [guardiamarina] y más tarde a Leutnant zur See [alférez]; tras estudiar en la escuela de señales navales, se convirtió en oficial de comunicaciones en el Schleswig-Holstein, uno de los pocos acorazados de la Primera Guerra Mundial que los aliados le habían permitido conservar a Alemania. Posteriormente fue destinado a la división de comunicaciones de la base naval del mar Báltico, en Kiel. Es posible que también colaborara en esta época con el servicio de inteligencia del cuartel general de la Armada.6
Un asunto de faldas, sin embargo, puso fin repentino a su carrera militar. Según Walter Schellenberg, que más tarde se haría cargo de los servicios de inteligencia exterior de las SS, “el único punto débil de Heydrich era su irrefrenable apetito sexual; cedía a él de manera temeraria, abandonando por completo la fría circunspección con la que se comportaba siempre”.7 En diciembre de 1930 se comprometió con Lina von Osten, de diecinueve años, una mujer rubia, muy guapa, cuyo padre era maestro de escuela en la isla de Fehmarn, en el Báltico. Poco después apareció una exnovia que aseguraba que Heydrich le había pedido matrimonio tras pasar una noche con ella en un hotel. Él lo desmintió enérgicamente, pero el padre de la joven presentó una queja ante el comandante en jefe de la Armada, y a principios de 1931 se reunió un tribunal de honor para examinar la conducta de Heydrich. Según la versión de los hechos más aceptada, el acusado se defendió con una seguridad en sí mismo rayana en la arrogancia (lo que llevó al tribunal a amonestarlo por insubordinación), y al final fue expulsado de las fuerzas navales por “falta de decoro”. Peter Padfield, sin embargo, cree muy improbable que un oficial prometedor tuviese que abandonar la Armada únicamente por haber engañado a una joven, y propone dos hipótesis alternativas: que Heydrich se infiltró en las SS por orden de los servicios de inteligencia de la Armada para observar las acciones del movimiento nacionalsocialista desde el interior de su nueva división “policial”; o que fue realmente expulsado, pero no por el asunto de la mujer, sino porque participaba ya en la actividad política de los nacionalsocialistas.8 No hay, por desgracia, datos que apoyen ninguna de estas hipótesis; no se conservan las actas del tribunal ni se ha establecido nunca de manera concluyente la identidad de la joven despechada. Según Lina von Osten, que se casó con Heydrich y viviría hasta la década de 1980, este “no era más que un oficial de la Armada; estaba volcado por completo en su carrera naval. Aparte de eso, solo le interesaba el deporte. No sabía nada de política ni había mostrado nunca gran interés por ella”.9 Conviene tomar estas palabras con sumo escepticismo, ya que Von Osten participaba con entusiasmo del ideario nacionalsocialista en aquella época y además fue su mujer quien lo convenció que se afiliara al NSDAP. En cualquier caso, es curioso que, a pesar del inmenso poder que llegaría a tener después, Heydrich no tomara nunca represalias contra los miembros del tribunal que lo había expulsado de la fuerzas navales.
La expulsión se produjo apenas unas semanas antes de que Heydrich adquiriera el derecho a cobrar una pensión de la Armada;10 por lo demás, y dada la grave situación económica que vivía Alemania en mayo de 1931, había pocas posibilidades de encontrar un buen trabajo. Sopesó la idea de dar clases de navegación en un club náutico, así como la de ingresar en la marina mercante, pero ninguna de las dos lo convencía. Así que, animado por su mujer, se incorporó a la división naval de la SA, y se valió de un contacto familiar para conseguir un puesto remunerado en el NSDAP. El contacto era el hijo de su madrina, Friedrich Karl Freiherr von Eberstein, diez años mayor que él, quien, tras una brillante carrera como oficial de reserva en la Primera Guerra Mundial, se había hecho banquero. Había ingresado en el NSDAP muy pronto, en octubre de 1922, reincorporándose a él en 1925, poco después de que volviera a legalizarse. Fue uno de los primeros oficiales de las SS; reclutado por Himmler en abril de 1929, dos años más tarde poseía el doble grado de comandante de compañía de las SS y comandante de regimiento de la SA (como ayudante del intendente del Estado Mayor). Posiblemente vio en Heydrich cualidades útiles para las SS. En vista de que se estaba ampliando la organización, escribió al Reichsführer-SS recomendándole.
En un discurso pronunciado en 1943, Himmler explicaría el motivo que le había llevado a nombrar a Heydrich jefe del servicio de inteligencia:
Elegí al teniente Heydrich por recomendación del entonces Gruppenführer Von Eberstein. La decisión se debió a un malentendido. Por lo menos, hasta cierto punto. Heydrich era Nachrichtenoffizier [oficial de información o comunicaciones]. En 1930 [sic: fue en 1931] no entendía mucho del asunto, así que pensé que un Nachrichtenoffizier se encargaba de obtener Nachrichten.11
Nachrichten significa noticias e información (los actuales servicios secretos de Alemania se llaman Bundesnachrichtendienst), pero es también el término militar que designa el sistema de comunicaciones. Heydrich había recibido instrucción como técnico de señales.
El 15 de junio, en una entrevista celebrada en la granja de Himmler, este le preguntó al joven Heydrich cómo organizaría una división de inteligencia en las SS. Al joven formado como oficial en la Armada no le costó demasiado responder, pese a su falta de experiencia en el espionaje. Himmler le ofreció el cargo casi en el acto. A su regreso a Hamburgo, Heydrich empezó a prepararse para su nuevo trabajo. Fue nombrado comandante de compañía de las SS el 10 de agosto, incorporándose al círculo íntimo de colaboradores de Himmler, y, tras instalarse en Múnich, se puso a trabajar en los archivos de inteligencia de la organización. Todavía no coordinaba las labores de espionaje de las unidades locales, sino que se limitaba a recopilar la información suministrada por el ayudante de Himmler, Waldeck-Pyrmont.12
Oportunista como era, pronto cayó en la cuenta de las ventajas que le proporcionaba el cargo en el seno de un movimiento cuya identidad venía definida hasta cierto punto por sus enemigos, reales e imaginarios. George Browder señala que “Heydrich fundó su poder en la capacidad para presentar de manera persuasiva la imagen de un movimiento, el nacionalsocialista, rodeado e infestado de enemigos que conseguían infiltrarse en él haciéndose pasar por leales servidores de su causa; una idea que también aplicaría luego a la comunidad nacional”.13 Convenció a Himmler de que valía la pena poner en práctica su concepción del Ic-Dienst [servicio de inteligencia] como un medio para vigilar y controlar todos los aspectos de la vida social, asegurando de ese modo la hegemonía absoluta del NSDAP. Este órgano de las SS tuvo, no obstante, unas dimensiones muy modestas al principio: no era más que un departamento dentro de la sede central de Múnich que estaba en contacto con los oficiales de inteligencia adscritos a las sedes secundarias.
Heydrich se esforzó mucho en los dos años siguientes por ampliar su organización, sirviéndose para ello de la relación muy estrecha que logró desarrollar con Himmler. No hubo nunca, sin embargo, la menor duda sobre quién mandaba, pues Heydrich mostró siempre un gran respeto al Reichsführer de las SS. Este, por su parte, apreciaba enormemente el trabajo del jefe de inteligencia, que le iba suministrando cada vez más información sobre los enemigos en potencia –interiores y exteriores– del movimiento. Más tarde, al asumir la jefatura de la policía de Múnich, Himmler quiso, como es lógico, que Heydrich siguiera trabajando para él.
Nada más llegar a la cancillería, el 30 de enero de 1933, Hitler convenció al presidente Hindenburg de que volviera a convocar elecciones, pues confiaba en obtener una mayoría suficiente en el Reichstag para aprobar la Ley Habilitante, que le permitiría gobernar por decreto. El 5 de marzo fue la fecha fijada para los comicios. Durante la campaña, el NSDAP aprovechó al máximo el control que ejercía sobre una parte del aparato del Estado: el 22 de febrero, el ministro del Interior prusiano, Göring, creó una fuerza policial formada por cincuenta mil hombres, entre ellos veinticinco mil miembros de la SA y quince mil de las SS.14 De este modo se legitimaba la violencia nacionalsocialista contra los enemigos políticos –en especial los socialdemócratas y los comunistas–, y el Estado pasaba a financiar una parte importante de la maquinaria paramilitar del NSDAP. Los nacionalsocialistas justificaron la medida por la necesidad de evitar una rebelión inminente por parte de la izquierda. Esta explicación suscitó un clima de histeria que iba a favorecer electoralmente al partido.
La noche del 27 de febrero de 1933 ardió el Reichstag. La policía de Berlín consiguió detener al pirómano, que corría de un lado a otro, sin camisa, en el interior del edificio. Se trataba de Marinus van der Lubbe, un izquierdista holandés de veinticuatro años.4 A lo largo de los años se ha especulado mucho sobre el incendio; se ha dicho que fueron los nacionalsocialistas quienes lo provocaron. Pero ahora parece claro que el suceso les sorprendió por completo.15 Puede, incluso, que vieran en él el preludio de una revolución izquierdista. Todo indica, sin embargo, que Van der Lubbe actuó por su cuenta, movido por la indignación que le habían causado la llegada al poder del NSDAP y la subsiguiente pasividad del Partido Comunista Alemán. Como era de esperar, los nacionalsocialistas lo presentaron de inmediato como el agente de una conspiración de la izquierda; y los comunistas, como un hombre trastornado que servía a los fines del NSDAP.16 La mayoría de la gente corriente no sabía a quién creer.
Fuesen cuales fuesen las motivaciones de Van der Lubbe, el incendio tuvo una consecuencia inmediata y funesta: el llamado “Decreto del Incendio del Reichstag”, promulgado el 28 de febrero tras una serie de discusiones apresuradas, que terminó con las libertades civiles en Alemania. Quedaron suspendidos el hábeas corpus y las libertades de expresión, asociación y reunión, así como el derecho a la confidencialidad de las comunicaciones, a la inviolabilidad del domicilio y a la protección de la propiedad.17 Esta disposición se había redactado originalmente en el Ministerio del Interior de Prusia con validez exclusiva en esta región, pero el ministro del Interior alemán, Wilhelm Frick, no había tardado en presentar una versión susceptible de ser aplicada en todo el país, y que aprobó el gobierno de Hitler y firmó Hindenburg el mismo día. Lo cierto es que el presidente padecía demencia senil y, en general, andaba mal de salud, hasta tal punto que su hijo Oskar lo manejaba en gran medida.
El decreto vino a legitimar una campaña de terror contra la oposición y contribuyó de forma decisiva a la creación del estado policial nacionalsocialista. Permitía, ante todo, ejercer el poder de detención al margen de los jueces. Los agentes del gobierno, incluidos los miembros de las fuerzas auxiliares recién creadas por Göring, podían capturar a cualquier sospechoso y retenerlo indefinidamente sin que ningún magistrado examinara los cargos que se le imputaban. A raíz de ello fue frecuente que los parientes y amigos de una persona detenida desconocieran el motivo de su arresto, así como el lugar donde se la retenía.