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La presión inglesa: piratas y cortadores, siglo XVII-XVIII

Ambrosio Argüelles, en los albores del siglo XVII, se embarcaba con viento en popa para emprender la reducción militar de los indios cimarrones de la costa oriental de Yucatán, en las antiguas provincias mayas de Ecab y Uayamil-Chetemal. Era febrero de 1602 y el tardío conquistador acabó tempranamente su empresa en el Cabo Catoche cuando fue atajado por un barco pirata que lo despojó de su embarcación y de todos sus bienes. Escarmentado y sin ganas de volver a las armas, Ambrosio Argüelles regresó a Mérida (Quezada, 1989, p. 42).

Como muestra la narración anterior, la presencia inglesa en las costas de la provincia de Yucatán, a partir del siglo XVII, es un hecho irrefutable. Esta se tradujo en dos formas: por un lado, piratas como los que despojaron de sus bienes a Ambrosio; por otro lado, como cortadores de palo de tinte que se asentaban en pequeños ranchos para extraer la preciada madera. Esta subrepticia confrontación imperial fue determinante tanto en la fluctuación de la frontera colonial como en el flujo de población. La presencia pirática y sus ataques obligaron a los españoles a reubicar tanto pueblos de indios como villas españolas. Entre los primeros tenemos el caso de Cozumel, cuya población fue reubicada a mediados del siglo XVII en Xcan-Boloná (Antochiw, 1998, p. 4); asimismo, los pobladores de Tzama (Tulum) y Polé (Xcaret) fueron congregados en Boloná y Chemax, por el constante riesgo de entradas piratas (Goñi, 1999, p. 32). Es llamativo que en fecha tan temprana como 1578, el encomendero de Cozumel, Diego de Contreras, da testimonio de los embates de piratas, aunque de nacionalidad francesa: “suelen acudir […], y puede haber un año […] que los franceses robaron la dicha isla, llevándoles gran cantidad de maíz, gallinas y mantas de mi tributo, y la campana de la iglesia” (De la Garza, 1983, p. 190).

Respecto a las villas españolas, Bacalar fue la principal afectada por los embates piratas debido a su lejanía del área noroeste da la colonia hispana, donde existía una mayor concentración de población y poder militar. En conjunción con las rebeliones indígenas en la zona, los ataques piratas causaron el despoblamiento de la villa hacia 1696. Especialmente virulentas fueron las incursiones del corsario Abraham, matando a vecinos de la villa y secuestrando a las mujeres. El capitán Bartolomé Palomino organizó una expedición a través de la cual recuperó a las mujeres. Los vecinos de Bacalar decidieron moverse a Pacha, donde cuatro años después el corsario Abraham se internaría para cobrar venganza de Palomino y arrasar con el pueblo (Conover Blancas, 2013, p. 60).

Los ataques piráticos fueron una variable de mucho peso en el retroceso de la frontera colonial, pues hicieron fluctuar la frontera hacia atrás, por el ambiente inseguro que causaron, por las vidas que cobraron de los ya escasos pobladores de los confines españoles y por el despoblamiento que causaron, al ser un factor para la reubicación de asentamientos.

Por su parte, los cortadores de palo de tinte, como peregrinos en busca de su tierra prometida, aprovecharon sus andares para extraer la valiosa madera, primero en la región de cabo Catoche y Champotón, donde a la larga fueron expulsados de los tintales por los españoles; así, fueron a dar a la laguna de Términos, donde llegó a haber un establecimiento de 250 ingleses. Esa creciente presencia alertó nuevamente a los españoles, quienes los intentaron expulsar desde 1680 hasta conseguirlo, efectivamente, en 1716, por la comisión organizada por el gobernador de Yucatán Juan José Vértiz y Ontañón. Finalmente, los ingleses se movieron hacia la región entre el río Hondo y el río Wallis, donde a través de alianzas con mayas y misquitos lograron establecerse, aprovechando el despoblamiento de la villa de Bacalar y, por lo tanto, el laxo control colonial hispano de la frontera (Quezada, 2001, p. 89; Checa-Artasu, 2011, p. 129). A la larga, ese espacio sería apropiado por la Corona inglesa y transformado en una posesión colonial: Honduras Británica.

La recalcitrante presencia inglesa y su penetración cada vez mayor en el área continental, comprendida entre los ríos Wallis y Hondo, constituyó, desde mi óptica, una amenazante presión territorial que empujó la frontera colonial en retroceso y forzó a los españoles a reafirmar su dominio efectivo sobre esa región: “Fue hasta 1726 cuando la Corona española impulsó una política de repoblamiento para enfrentar a los ingleses que estaban asentados en el Wallis” (Espinosa Sánchez, 2011a, p. 86) y, como parte de ello, se comenzó la construcción del Fuerte de San Felipe de Bacalar. No obstante, estas políticas resultaron infructuosas, pues a la larga los asentamientos de cortadores ingleses —a la luz de acontecimientos internacionales como la firma del Tratado de Versalles el 3 de septiembre de 1783— adquirieron legitimidad y arraigo.

La presencia inglesa en el territorio del río Wallis se conformó entonces como una presión territorial y confrontación imperial, en la coyuntura de la transformación de la concepción de la frontera de confín a límite y, sobre todo, con la introducción de la interpretación del Uti possidetis de facto; es decir, la posesión efectiva, como principio de posesión territorial, que adquirió reconocimiento con el Tratado de Madrid de 1750. Todas estas transformaciones hicieron que esta franja del Caribe se volviese, al igual que muchos otros puntos insulares y continentales del Gran Caribe, un espacio de competencia y disputa geopolítica imperial que se libró por más de una centuria entre ingleses e hispanos (Conover Blancas, 2013, p. 75). Esta disputa hizo fluctuar la frontera colonial, tanto por los ataques piráticos como por las incursiones de cortadores de palo de tinte y la obtención de legitimidad territorial, poco a poco, en el ámbito internacional. Así, la frontera fue mutando y delimitándose; el confín se desdibujó irónicamente en un límite geopolítico de confrontación imperial.

Epílogo: ¿la frontera fluctuante?

Complejidad. Esta fue una de las palabras que usé para describir el fenómeno de la fluctuación de la frontera colonial y de la fluidez poblacional. Esta complejidad es el resultado de las múltiples variables que deben tomarse en cuenta a la hora de tratar de comprender la frontera colonial de la provincia de Yucatán. Esta frontera fue móvil como muchas otras fronteras del Caribe y Latinoamérica, por la fluctuación tanto de avance como de retroceso de los proyectos imperiales, los intereses económicos en juego y la resistencia de las poblaciones nativas y afrocaribeñas. En el caso de Yucatán, de avance con las reducciones religiosas y militares, así como con el poblamiento de pueblos y villas en los confines; de retroceso, por la resistencia indígena, que fragilizó la estabilidad económica de la frontera, así como por la presión territorial ejercida por la subrepticia presencia inglesa. Finalmente, la lejanía, los caminos deficientes, la dificultad para poblar, así como la hostilidad del entorno natural, colaboraron de forma silenciosa en este proceso. La frontera permaneció móvil y fluctuante principalmente durante los siglos XVI y XVII, sobre todo cuando predominó la idea de frontera como confín, sustentada en la bula papal de 1493, pero hacia finales del siglo XVIII fue delimitándose, tendiendo a mutar de la movilidad propia del confín hacia la parcial quietud del límite, al menos en términos geopolíticos, a principios del siglo XX34, que no culturales ni sociales, como lo muestra la intrincada presencia cultural maya en la región o el variable estatuto pendular de la identidad en la Península entre lo nacional, lo local y lo regional caribeño-centroamericano.

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Anexos

Anexo 1. Mapa de la región de emancipación


Fuente: Bracamonte y Sosa, 2001, p. 69.

Anexo 2. Mapa de la Montaña


Fuente: Vázquez Barke, 2012, p. 62.

15. Si bien el concepto “Caribe” es un invento del siglo XX con muchos rostros —Caribe insular, han mostrado autores como Gaztambide-Géigel (1996) o González Arana y Vidal (2009)—, los lazos y procesos históricos compartidos en la región anteceden a su conceptualización como tal. Mi preocupación o interés parte del presente y busca releer los procesos históricos de la frontera yucateca a luz de esa región para abonar al conocimiento de los múltiples Caribes.

16. Sobre la función heurística y cognoscitiva de la metáfora en la ciencia, consultar Chamizo Domínguez (1998).

17. Tomo este concepto de Bracamonte y Sosa (2001), quien lo define como un “espacio ideal de libertad para escapar de la explotación [colonial] y recrear los significados de su propia cultura integrando nuevos elementos aportados por los colonizadores” (p. 77).

18. Arriaga Rodríguez (2013) denomina a la reducción religiosa y militar, sumada la creación de presidios como expresión del sistema defensivo colonial, como instituciones de frontera (p. 49).

19. Ejemplo de ello fue la producción de las Relaciones histórico-geográficas. Para consultar las pertenecientes a Yucatán, remito a la compilación de De la Garza (1983).

20. Aunque, como señala Conover Blancas (2013), desde 1660 había presencia de asentamientos ingleses en la Mosquitia (Guatemala) y la Montaña (Yucatán) (p. 55).

21. En el siguiente fragmento de la Bula Inter-Caetera se puede ver el principio de posesión territorial por descubrimiento: “A tenor de las presentes, os donamos concedemos y asignamos perpetuamente, a vosotros y a vuestros herederos y sucesores en los reinos de Castilla y León, todas y cada una de las islas y tierras predichas y desconocidas que hasta el momento han sido halladas por vuestros enviados, y las que se encontrasen en el futuro y que en la actualidad no se encuentren bajo el dominio de ningún otro señor cristiano, junto con todos sus dominios, ciudades, fortalezas, lugares y villas, con todos sus derechos, jurisdicciones correspondientes y con todas sus pertenencias” (Remeseiro Fernández, 2004, p. 6).

22. Resulta interesante comparar el mapa de la región de emancipación que propone Bracamonte y Sosa con el de la montaña de Vázquez Barke. El primero abarca un área mucho mayor en comparación con el segundo. Ello radica en que la región de emancipación, según la concibe Bracamonte, abarca al monte, a la montaña y a la alta montaña. Los mapas se pueden consultar en el Anexo.

23. Bracamonte (2004) interpreta este concepto como uno ideologizado que invisibilizaba a la población indígena a través de distintos fenómenos como el subregistro, los movimientos poblacionales (congregaciones y reducciones), las epidemias, la concentración de la fuerza de trabajo, la resistencia indígena, y la huida al sur (pp. 53-56). Rocher Salas (2011) da una interpretación más radical al despoblamiento en los mapas coloniales: “Esa era la montaña: tierra de nadie, pues para el régimen colonial ‘nadie’ eran los indios rebeldes o los fugitivos de las cargas coloniales” (p. 99).

24. Si bien Bacalar fue la villa de los confines con población española, otros pueblos también cumplieron esta función en distintos momentos: Chichanhá, fundado en 1687, al inicio como presidio militar y, posteriormente, como vicaría, o los pueblos de indios de Cahuich (1604) y Sahcabchén (1615). Asimismo, San Miguel y Santa María fueron, en cierta forma, pueblos de frontera, pues Cozumel formó parte de la montaña al albergar indios huidos, pero también como frontera externa respecto a la presencia de piratas ingleses y franceses (Antochiw, 1998, pp. 7-8; Espinosa Sánchez, 2011b; Rocher Salas, 2011 y 2014).

25. Macías Richard (2006) hace una detallada descripción de la selva suroriental de la Península. Asimismo, señala la presencia en las costas de bajos que forman aguadas conocidas como akalchés (pp. 240-241).

26. Informe al rey del obispo Diego Vázquez de Mercado sobre su visita a la banda del Sur y la situación en Bacalar [ff. 409r-410r, 369]. (12 de diciembre de 1605). Archivo General de Indias, México. En Bracamonte y Sosa y Solís Robledo, 2006, pp. 513-514.

27. Sobre la extensión territorial del partido de Bacalar en el XVI, Vázquez Barke (2014) señala: “comprendía el sur de la Bahía de la Ascensión, la del Espíritu Santo y Chetumal, así como la laguna hoy conocida como de Los Siete Colores, Xibún y el Tipú, incluía la porción norte del Petén guatemalteco y ocupaba más de la mitad del territorio que actualmente comprende Belice” (p. 329). La extensión, aunada a la gran cantidad de pueblos dispersos, dificultaba un control efectivo del área por parte de los pocos españoles asentados en la villa.

28. Informe del contador Alonso Dávila, teniente de gobernador y capitán en las partes de Yucatán, a Vuestra Majestad Carlos I de España, sobre la diligencia hecha para descubrir oro y sentar una villa en un pueblo que se dice Chetemal a la costa de este mar de Yucatán Salamanca [Patronato, 20, N. 2, R. 3 /1/ ff. 1-19]. (3 de julio de 1533). Archivo General de Indias, Sevilla, España. Versión paleográfica en Macías Richard, 2006, p. 272.

29. Informe del contador Alonso Dávila… (en Macías Richard, 2006, p. 273).

30. Informe del contador Alonso Dávila… (en Macías Richard, 2006, p. 271).

31. Hay que tomar con cuidado las observaciones de este encomendero, pues tenía un enfrentamiento con este grupo de religiosos. Fray Francisco de Toral, obispo de Yucatán, solicitaba en una carta al rey que le fuese retirada la encomienda a Contreras pues no velaba por el bien espiritual de los indios. Posteriormente, este encomendero no apoyó e, incluso, estorbó el viaje del padre Ascencio a la isla de Cozumel para evangelizar y doctrinar a los indios (Bracamonte y Sosa y Solís Robledo, 2006, pp. 460-461).

32. Informe al rey del obispo Diego Vázquez de Mercado… (en Bracamonte y Sosa y Solís Robledo, 2006, p. 513).

33. Carta al rey del obispo Alonso de Ocón sobre la reducción de Bacalar, Mérida [369, ff.529r-532r]. (5 de marzo de 1643). Archivo General de Indias, México (en Bracamonte y Sosa y Solís Robledo, 2006, p. 516).

34. En realidad, la delimitación geopolítica se prolongó hasta finales del siglo XIX, durante el Porfiriato, con la firma del Tratado de Límites de 1893, y durante el periodo revolucionario con los trabajos cartográficos realizados entre 1916 y 1921 por la Comisión Geográfica Exploradora y la Comisión Geográfica de la República (Tamayo Pérez, 2015; González Vázquez, 2018, pp. 52-58).

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