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Perspectivas

Jessa Crispin y Virginie Despentes, ambas de singular inteligencia y lucidez, forman parte de una serie de autoras que nos brindan una excelente ilustración de los impasses, contradicciones y callejones sin salida en los que se incurre intentando prescindir del saber psicoanalítico cuando de féminas se trata.

En mi opinión el diálogo entre distintos movimientos feministas y el psicoanálisis es deseable y necesario, aunque sólo promete ser fructífero si aceptamos confluir en una articulación estratégica y política en lo relativo al sufrimiento de las mujeres, respecto a ciertos temas o aspectos en los que podemos colaborar, es decir, si nos planteamos un marco de actuación ilustrado y coherente. Producto de esta articulación podrán surgir dispositivos en los que la presencia de psicoanalistas ya se ha demostrado esencial al aportar la consideración clínica indispensable para ofrecer la atención adecuada a los malestares de los seres hablantes. Me refiero, por ejemplo, al tratamiento del maltrato conyugal y familiar, al acoso laboral y el bullying. Es un hecho que ningún protocolo que prescriba actuaciones estandarizadas puede llegar a resolver la magnitud de estos dramas personales; como tampoco es una panacea el empuje a la transparencia sin un cálculo de las consecuencias subjetivas que puede acarrear la dimensión pública de la exhibición de los traumas.

Por otra parte, el porcentaje elevadísimo de mujeres que transgrede la orden de alejamiento y de las que retiran las denuncias por malos tratos es un indicio suficiente para reclamar un tipo de atención singularizada –ningún caso se parece a otro aunque su calificación sea común– una vez garantizadas las medidas legales y de socorro económico por parte del estado.

Otro aspecto fundamental es la atención a las jóvenes en lo relativo a la mal llamada “educación sexual”, ofreciendo lugares de consulta respecto a las dudas sobre la identidad sexual y al cuidado de su cuerpo expuesto a nocivas experiencias, como cortes, prácticas sexuales o regímenes alimenticios. Las adicciones merecen una consideración particular, como lo indica el número creciente de chicas que han ingerido involuntariamente burundanga y fueron sometidas a vejaciones o violaciones, padeciendo una total amnesia posterior.

En los dispositivos de atención a mujeres la colaboración con otras disciplinas se demuestra esencial, como es el caso de médicos, orientadores y asistentes sociales. En muchas ocasiones se requiere una estrategia compleja y en diferentes direcciones para salvaguardar la persona o atender la urgencia subjetiva.

El creciente malestar nominado como “sufrimiento laboral” requeriría la interlocución con otros colectivos, en especial con los sindicatos.

En cuanto a los aspectos políticos, la colaboración puede ser fértil en la Universidad y en el asesoramiento para la elaboración de leyes o iniciativas ciudadanas orientadas a mejorar la vida de las mujeres, siempre teniendo en cuenta que nuestro deber freudiano es concederles un lugar una por una.

Parafraseando a Miller, debemos ofrecer un espacio de palabra en cuyo pórtico pudiera leerse: “Si entras aquí, no serás comparada”.

Bibliografía

Crispin, J., Por qué no soy feminista. Un manifiesto feminista, Los libros del lince, Barcelona, 2016.

Despentes, V., Teoría King Kong, Literatura Random House, Barcelona, 2007.

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Paglia, C., Feminismo pasado y presente, Turner Minor, Madrid, 2018.

Freud, Lacan y lo femenino

Mujeres que marchan Inés Sotelo

Para Martina y Bahía que comienzan la marcha

con sus primeros pasos

¿Por qué este tema en la universidad?

Desde las Cátedras “Psicoanálisis Orientación Lacaniana. Clínica y Escritura”, “Práctica Profesional Clínica de la Urgencia” de la Carrera de Psicología y “Psicopatología” de la Carrera de Musicoterapia de la Universidad de Buenos Aires convocamos permanentemente a los estudiantes a comprometerse en la interlocución con la civilización que, sostenemos, es el partenaire del psicoanalista.

Me interesa plantear aquí una afirmación de J.-A. Miller, quien sostiene que el psicoanálisis no es revolucionario ya que no se propone cambiar el mundo y, sin embargo, es subversivo en tanto va en contra de las identificaciones, de los ideales, del para todos, de los fenómenos de masa. No obstante, es muy probable que quien esté atravesado por el discurso analítico pueda decidir acerca de su posición sobre de ciertas cuestiones que atraviesan la vida política, ya que todo es político.

Más allá de las identidades, el psicoanálisis se dirige hacia las identificaciones, localiza los semblantes, identifica lo singular del modo de gozar. Miller sostiene que “el psicoanálisis da lo que Stendhal llamaba “la audacia de no ser como todo el mundo”. “Enfrentar al sujeto con su propio vacío, permitiéndole así despejar el sistema que, a su pesar, ordenaba sus lecciones y su destino”.

La época vive la pulsión a su modo, los objetos que la tecnociencia pone a nuestro alcance introducen modos de gozar que en otros tiempos ni imaginaríamos. Los mecanismos de control, las políticas, las segregaciones nos sorprenden, nos enojan o indignan y sin duda no pueden resultarnos ajenos.

Es necesario situar de qué hablamos hoy: la familia y la ciencia, las nuevas ficciones jurídicas, los nuevos síntomas que remiten a la fragilidad del padre, parentalidades en el lugar de las familias que conocíamos y, tal como lo planteó Éric Laurent en esta Facultad, están del lado de lo real. Lacan transformó el estatuto del padre freudiano con su referencia en el Edipo, situándolo en relación con una mujer.

Leer a Freud en clave Lacan y leer a Lacan en clave Miller, es el desafío que desde las Cátedras nos posibilita pensar la psicopatología, la urgencia, la clínica y la escritura con la orientación lacaniana.

El tema que nos convoca hoy, los feminismos, nos conduce sin duda a la “Conferencia 33°: La Feminidad”, que, según nos dice Freud en su prólogo de 1932, nunca fue dictada, por estar inhabilitado como orador por sus problemas de salud. Sin embargo, asegura que no va a escamotear problemas ni a desmentir las lagunas e incertidumbres. Bien, hacia allí vamos.

En esta conferencia, que podremos leer luego a la luz de las enseñanzas de Lacan, encontraremos algunas perlas en las que reconocemos un Freud que ha escuchado a las mujeres y, es más, nos reenvía a ellas, más allá de los prejuicios que el psicoanalista debe sortear.

Introduce el tema con una frase preciosa: “El enigma de la feminidad, ha puesto cavilosos a los hombres de todos los tiempos”, advirtiéndonos que masculino y femenino es la primera diferencia que establecemos en el encuentro con el otro, intentando resolverla con la certidumbre del “soy hombre” o “soy mujer”. Sin embargo, nos dice “no se ilusionen”: la masculinidad y feminidad son caracteres desconocidos que no se pueden atrapar ni mediante la anatomía como tampoco con el activo o pasivo que la psicología propone.

El psicoanálisis, afirma, no pretende describir qué es la mujer, tarea de imposible solución, sino cómo deviene, cómo se desarrolla la mujer a partir del niño de disposición bisexual.

A lo largo de la conferencia, la teoría del Edipo, el amor al padre, la ligazón a la madre, las pulsiones, las fuentes de hostilidad, la castración van dando cuenta de la posición de Freud en relación con el padre, pero también podemos leer allí con Lacan la relación con el objeto perdido por estructura para todo ser hablante, objeto que se vincula con el objeto causa, perdiendo toda naturalidad: mujeres y hombres, pasarán, según Freud, por el complejo de castración.

Freud hará referencia a las mujeres psicoanalistas y sus importantes contribuciones: Ruth Brunswick, Jeanne Lampl de Groot, Helen Deutsch, valorando sus aportes en una sociedad de hombres.

En clave Lacan, podríamos leer que Freud pone a la mujer en el centro de sus investigaciones, las escucha, aprende de ellas, las deja hablar y explica que ellas, como los hombres, tienen por primer amor a la madre, pero que, más allá del falo, alcanzan otro goce; alejando así la significación fálica de toda anatomía.

Concluye Freud que, si queremos saber de la feminidad, hay que investigar las experiencias de vida o dirigirse a los poetas.

Y a ellos nos lleva Lacan, esta vez en su “Discurso de Roma”, con el poema de Tudal:

Entre el hombre y el amor,

Hay la mujer.

Entre el hombre y la mujer,

Hay un mundo.

Entre el hombre y el mundo,

Hay un muro.

Antoine Tudal, en Paris en l’an 2000.

En este escrito, nos habla de Freud, sosteniendo que comprendió acabadamente el alcance seductor de lo imaginario, pero no se dejó engañar y su posición nos asombra entrando en el juego (del goce) del sujeto. Freud implica al sujeto en su mensaje y agrega Lacan: “Para que el mensaje del analista responda a la interrogación profunda del sujeto, es preciso que el sujeto lo oiga como la respuesta que le es particular […]”, Y, así, entran las mujeres, una por una, “Freud llega incluso a tomarse libertades con la exactitud de los hechos, cuando se trata de alcanzar la verdad del sujeto.”.

La construcción de una obra epistemológica monumental que subvertiría la cultura, el psicoanálisis, tendrá como protagonistas a Freud y las mujeres, a Freud con las mujeres abriéndose paso en un mundo de hombres.

Lacan lee a Freud, retorna, va más allá y en “Lituraterre”, afirma que lo femenino se localiza entre centro y ausencia, ubicando un espacio muy singular sin bordes limitados. Bassols dirá de esta desbordada: “ni la maternidad, ni la encarnación del falo en el hijo, pero tampoco ninguno de los diversos símbolos de la feminidad, agota el territorio de lo femenino. Terra incógnita que esta fuera del mapa del Falocentrismo”.

Entre centro y ausencia ubica Lacan a La Mujer, afirmando que no existe, ya que no hay mujer-ruiseñor, es decir, en clave Miller, no hay mujer que represente a la especie, la mujer es una por una, aunque hagamos el esfuerzo por hacer existir la comunidad allí donde el Otro no existe.

Leer a Freud en clave Lacan y a Lacan en clave orientación lacaniana de Miller nos posibilita leer la “Conferencia 33º” con Aún, donde afirma contundentemente “El falo es la objeción de conciencia que hace uno de los seres sexuados al servicio que tiene que rendir al otro […] la mujer se define con una posición que señalé como el no-todo en lo que respecta al goce fálico”.

El psicoanálisis enseña así algo sobre el poder, del que el patriarcado es su rotunda manifestación y es acerca de la influencia que se puede ejercer sobre el semejante ya que no hace falta mucho para imponerse: esencialmente, algunas palabras bien elegidas. A la vez, también entendemos de qué modo la mujer logra con su goce otro subvertir lo prohibido por el Otro de la prohibición paterna; superyoización de la pulsión, como la llama Miller, que la articula y la separa del Otro.

Nos proponemos hoy conversar con los feminismos, tampoco allí hay identidad, las posiciones son diversas, las tácticas y estrategias, también.

Las mujeres, una por una, pero marchando juntas, levantan desde hace muchos años sus voces, sus pancartas, sus pañuelos.

Nuestra historia tiene pañuelos blancos que son hoy símbolos patrios y que han sido levantados por mujeres extraordinarias. También recorren nuestras calles los pañuelos verdes, celestes, naranjas, voces que se alzan, discrepan, con consignas unísonas y goces singulares.

Mujeres que marcharon por el derecho al voto, por la igualdad de oportunidades, por el derecho a elegir vivir la sexualidad. De algún modo, esa es la política también del psicoanálisis, su ética: la oportunidad singular, el voto y la elección íntima y privada, el goce siempre queer.

Bibliografía

Bassols, M., Lo femenino entre centro y ausencia, Grama, Buenos Aires, 2017.

Freud, S., (1933 [1932]) “33° Conferencia: La feminidad. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, en Obras completas, t. 22, Amorrortu, Buenos Aires, 1979.

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Lacan, J., (1971) “Lituraterre”, en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.

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Miller, J.-A. & Laurent, É., (1996-1997) El otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, Buenos Aires, 2005.

Miller, J.-A., (2012) “Anguila”, Página 12, edición del 26/04/2012, recuperado de: https://bit.ly/31usqbo.

Freud, Lacan y lo femenino Osvaldo Delgado

Buenos días, en principio, quiero decir muchísimas gracias a Inés Sotelo por la invitación. Muy agradecido, es muy importante estar aquí con ustedes para trabajar ciertas cuestiones de enorme importancia. Tan enorme importancia que justamente yo, por mi parte, considero a lo que se ha dado en llamar “los feminismos” la revolución cultural más importante de las últimas décadas. Es la revolución cultural más importante, felizmente.

Es cierto que puede haber aspectos no deseados, ciertos excesos, ciertos desencuentros, ciertos malentendidos, pero así ocurre con todas las grandes transformaciones culturales. Es tan así, que uno hasta puede definir qué es y como es una sociedad de acuerdo al lugar que la misma le ha dado o le da a lo femenino.

Y nos permite una orientación muy importante. Ciertamente, esto conmociona todo el cuerpo social, conmueve la teoría social y conmueve profundamente al psicoanálisis. Estas jornadas están a la altura de lo que está pasando en nuestra República Argentina con el movimiento feminista, Inés Sotelo lo nombraba antes. Y la Universidad tiene la obligación de estar a la altura de los debates sociales y culturales que se producen en la sociedad que habita. No puede estar desamarrada de eso, porque si lo estuviera, no sería una Universidad. Para que sea una Universidad viva tiene que estar inserta en los grandes debates de la época.

Efectivamente, yo soy titular en tres Cátedras en la Universidad de Buenos Aires, entre ellas la Cátedra I de Psicoanálisis Freud, que es una de las primeras materias que los alumnos cursan y en la que se encuentran con ciertas lecturas que realiza Freud que producen cierto efecto, a veces, de desencuentro, de malentendido y de rechazo.

Hay dos vertientes en eso que ocurre, una es que justamente Freud era hijo de su época, donde la moral victoriana era la que reinaba, muy lejos de nuestra actualidad. Y, en efecto, hay ciertos deslizamientos que deben esperar a Jacques Lacan para que se resuelvan. Es Lacan quien los va a resolver.

Pero, también, hay otros desencuentros con la lectura de Freud que se producen por malas, muy malas, lecturas de Freud. Como tema de debate hace poco en el Consejo Superior de la Universidad se trató la propuesta de algunos sectores de quitar de las diferentes materias de la Carrera todo aquello que tuviera que ver con lo que Freud planteaba sobre la sexualidad femenina. Quitarlo directamente.

Como Consejero Superior del Claustro de Profesores planteé que, en ese caso, entonces, como el neoliberalismo contemporáneo no es la economía capitalista fordista de la época de Carlos Marx, habría que eliminar también el concepto de plusvalía en la Carrera de Ciencias Sociales. Lo que sería una barbaridad.

Aunque haya malas lecturas de su obra, yo les voy a decir algunas cosas de Freud que espero los sorprendan mucho.

En las Cátedras I de Psicoanálisis Freud y Construcción de los Conceptos Psicoanalíticos estamos haciendo una investigación sobre feminismos y psicoanálisis, que no es sólo teórica. Acabamos de tener el día martes de esta semana la primera reunión en la Facultad de Psicología con la Asociación de Travestis y Transexuales, que es un acuerdo que la cátedra logró, que yo he firmado, para desarrollar conjuntamente con esta Asociación un trabajo de investigación y clínica. Comenzamos el martes pasado y ya tenemos un aula que nos cedió el Decano para que funcione como consultorio.

Este lazo que hemos establecido implica también el trabajo y la redefinición de ciertos conceptos en intercambio con la Asociación. Efectivamente, hay ciertos conceptos de Freud que están muy mal leídos. Por ejemplo, en el Capítulo 8 de “Psicología de las Masas…” , Freud dice que amar es ubicar el objeto en el lugar del Ideal del yo, pero ese modo de lazo amoroso se vuelve superyoico en cualquier momento. En el Capítulo 12, del mismo texto, dice que existen en el mundo sólo dos cosas que no hacen masa, es más, que son disgregativas del efecto de masa, sólo dos cosas: una es el síntoma, ya que el síntoma neurótico es radicalmente singular, no hace masa. Esto ustedes lo saben, cada uno con su síntoma, como cada uno con su rasgo de goce, su fijación, diría Freud. Pero hay otra cosa, señala Freud, que no hace masa y que es absolutamente disgregativa del efecto masa, el amor por una mujer.

Ese amor no tiene nada que ver con el Ideal del yo, sino que funciona como causa, atraviesa todas las limitaciones culturales, religiosas, ideológicas y de raza y es el logro cultural más importante de la humanidad. Estoy repitiendo a Freud.

Por otro lado, otro texto que conocerán, “El tabú de la virginidad”, que siempre fue tomado y por Lacan también en el Seminario 17, respecto a la hostilidad histérica por la desfloración. Si ustedes recuerdan el cuentito de que, en pueblos primitivos, ante el casamiento la novia, era desflorada por el brujo de la tribu, una persona especial de la tribu, para que la hostilidad por la desfloración no recaiga sobre el joven marido. Es cierto que Freud dice esto, pero en el texto no hay una sola versión sobre la hostilidad, hay cuatro. Una de ellas, que es la que más nos importa, es cuando Freud dice lo siguiente: la mujer siempre ajena, inhallable, siempre con su incógnita, la mujer como tal, por esos rasgos, se nos presenta como sumamente inquietante. La ajenidad, la otredad de la mujer es absolutamente inquietante para el varón.

A eso que es inquietante el varón, como defensa, lo nombra como hostil. Entonces, en vez de ser inquietantes, radicalmente des-semejantes, radicalmente otras, inatrapables por cualquier concepto, la posición masculina las nombra como hostiles. No es que son hostiles, sino que es una atribución desde la posición masculina. Lo vemos todo el tiempo. Por ejemplo, cuando una mujer osa dar lugar a su deseo y decir “no te amo más”, una respuesta es el asesinato. Como una de las tantas respuestas en la actualidad. Eso está en Freud.

Cuando Freud se refiere a que la libido es masculina, no se está refiriendo a la teoría de género, él mismo lo aclara, dice: no encuentro un término mejor para referirme a este estado de la libido que masculino, lo que quiero formular es que la libido es siempre activa. No es “masculino” como en la teoría de género, no tiene nada que ver con eso, sino que es el modo que Freud encuentra para definir que la libido siempre es activa.

Por otro lado, en su texto mayor que se llama “Análisis Terminable e Interminable”, Freud habla de la roca de base de la castración, la envidia del pene y la amenaza de castración en el varón. Pero, al hablar de complejo, está tratando a la castración de un modo muy particular. En verdad tanto lo uno como lo otro, tanto envidia del pene como hostilidad frente a la amenaza de castración, ambas son defensas ante la castración estructural. Ni los varones ni las mujeres quieren saber de la castración estructural y, desde una posición u otra, rechazan la castración estructural, que ahora les voy a decir cuál es, lo dice Freud, no yo. Rechazan la castración estructural, unos con la envidia del pene y otros con la amenaza, la hostilidad, la amenaza de castración. Luego de decir esto, en un Capítulo posterior, del mismo texto, Freud dice lo siguiente: ambos sexos desestiman la feminidad. Ese es el punto. La desestimación de la feminidad como tal, por lo inquietante, lo inatrapable, lo a-conceptual, lo imposible de reducir a una teoría.

Quiero referirme a un texto llamado El siglo, de Alain Badiou, un filósofo francés muy importante, al que personalmente valoro mucho. Él dice en este texto maravilloso, que fue un Seminario que dicto, que el escándalo freudiano sobre la sexualidad no es que los niños tienen sexualidad, ya que eso ya lo sabían los padres de la iglesia desde hacía mucho tiempo, casi era un comentario de época. Dice que lo inquietante de la sexualidad, de lo que produjo Freud, lo más inquietante de todo es que la sexualidad es inatrapable por cualquier concepto y la sexualidad femenina más aún puntualmente, no hay ningún concepto que pueda atraparla. Es estructuralmente, absolutamente, desfasada de toda posibilidad de ser capturada por un concepto.

Y, efectivamente, por eso Lacan nos va a formular y con esto voy a ir concluyendo, que la ética psicoanalítica es radicalmente hétero, pero no hétero en el sentido vulgar del término, como heterosexual, no tiene nada que ver con eso. Lo aclaro porque también hay críticas desde cierto sector del feminismo porque Lacan dice que la ética psicoanalítica es radicalmente hétero, no tiene nada que ver con lo que se dice normalmente, sentido común de heterosexual, es radicalmente hétero en el sentido del más absoluto respeto a lo radicalmente otro, a lo radicalmente diferente. Es poder respetar y, agrego, amar a lo radicalmente otro, a lo radicalmente diferente, a lo que es inatrapable, porque ahí hétero quiere decir “absolutamente inatrapable” por cualquier concepto, por cualquier cosmovisión y por cualquier formación cultural. Es poder entrar en una relación no hostil con lo radicalmente otro, porque el psicoanálisis, si es algo, es radical y absolutamente antisegregacionista. La ética psicoanalítica es radical y absolutamente anti segregacionista, en el tratamiento del mayor respeto hacia lo radicalmente otro. Hay, por otro lado, un tema especial que no lo voy a desarrollar aquí, ya que entraríamos en otro tema, pero lo mencionaré simplemente y es cuando lo radicalmente otro es un asesino. Eso es otra cosa, es un goce oscuro, sin límite.