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LA DEMONOLOGÍA DE LOS APÓCRIFOS

La teología judía de los primeros siglos después del exilio admitió sin más la existencia de demonios, como cosa dada, sin plantearse el problema de su origen. Y se insertó sencillamente esta creencia en los demonios dentro de la religión yahvista.

Pero a partir del año 300 a. c. las creencias en demonios experimentan un florecimiento y se comienza a analizar el problema del origen de los demonios. Se buscaron diversas explicaciones que giraban en torno al tema del pecado y la caída de los ángeles; las especulaciones sobre la escisión del mundo angélico en espíritus buenos y malos, por ejemplo, se encuentra en escritos extrabíblicos (apócrifos).

El primer escrito que atribuye la presencia del mal en el mundo a un pecado de los ángeles es el llamado Enoc Etíope, el más extenso de los apócrifos judíos y el que ha ejercido más influencia sobre el pensamiento judío y cristiano. Ahí aparecen ya los tres grupos de poderes demoníacos que encontramos en el Nuevo Testamento: Satán, sus ángeles y los malos espíritus.

Qumran

Con esta secta surgió una forma de dualismo de rasgos muy definidos que se diferencia de todos los apócrifos precedentes por su renuncia total a explicaciones legendarias sobre el origen de los poderes malos. En la visión qumránica hay dos espíritus salidos de Dios, convertidos, por la virtud o el pecado, en parte del hombre. Aunque se acentúa el papel de Belial, parece que no pasa de ser un recurso para explicar la situación espiritual y moral en que se encuentra inserto el hombre piadoso en el tiempo y en el mundo. En realidad, la atención de estos escritos no gira en torno a Belial, sino que está centrada en Dios y su salvación.

SATÁN EN EL NUEVO TESTAMENTO

Las creencias cristianas en la realidad de Satán y los demonios no se apoyan en las especulaciones del judaísmo primitivo, sino en los escritos del Nuevo Testamento. Las afirmaciones del Nuevo Testamento sobre el origen de los sufrimientos y de todos los males de este mundo son muy claras.

Como causa última se aduce al Malo por antonomasia, al diablo —“el enemigo que la sembró [la cizaña] es el diablo” (parábola de la cizaña) (17) “cómo él [Jesús] pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo”—, (18) a Satán, (19) al enemigo, (20) llamado también el dragón, (21) la antigua serpiente, (22) Beelzebul (23) o Belial. (24) Como señor de este mundo, (25) siembra el mal en el campo de Dios, (26) provoca las posesiones diabólicas, la enfermedad y la muerte. (27) Sus obras son la ira, la soberbia, la maledicencia, toda forma de concupiscencia, y son su modo de arrastrar a los hombres a la perdición. (28) Pero el Nuevo Testamento no nos ofrece un desarrollo sistemático de la figura del diablo. Cuando se le menciona, es siempre en función del misterio de Cristo que es anunciado, la única manera de comprender su significado es en función de ese mismo misterio.

Podríamos resumir en las siguientes afirmaciones lo que el Nuevo Testamento dice sobre el diablo.

El diablo es el adversario del Reino de Dios

La predicación de Jesús se centra en la llegada del Reino de Dios, que es inminente, y vincula tal llegada a su persona; según el Nuevo Testamento, el Reino de Dios irrumpe en un mundo dominado por el diablo. En el evangelio de Juan se llama al diablo el dirigente de este mundo, (29) y Pablo habla de él como el dios de este mundo. (30) El diablo parece dominar todos los reinos y todos los poderes del mundo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. (31) La descripción del Apocalipsis (32) con los diez cuernos y las siete diademas indica el poder que ejerce sobre los hombres incitándoles al pecado: entra en Judas; (33) llena el corazón de Ananías para mentir al Espíritu Santo. (34) El dominio del diablo sobre la humanidad se manifiesta en la enfermedad, el dolor y la injusticia. La primera aparición del diablo en los Evangelios ocurre con motivo de las tentaciones de Jesús. (35)

Jesús ha vencido al diablo

El relato de las tentaciones es, en cierto modo, un relato programático de la actuación de Jesús; su vida entera es, en realidad, una lucha contra el diablo, en la cual éste último es derrotado. En los escritos del Nuevo Testamento los ángeles pierden prácticamente su importancia, el combate se desarrolla entre Cristo y el Espíritu, por un lado, y Satán y sus demonios, por el otro. Es así como podemos entender el sentido de la actividad exorcista de Jesús: “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. (36) Podemos sostener como afirmación central del Nuevo Testamento sobre el diablo que ha sido vencido por Jesucristo, según se desprende de los diferentes textos, por ejemplo: “Yo veía caer a Satanás del cielo como un rayo” (37) (éste es uno de los pocos textos de los Sinópticos referentes al diablo que reconocen los exégetas, precisando que el texto corresponde al Jesús histórico).

En el capítulo 12 de Juan se prepara el relato de la pasión de Jesús con estas palabras: “Ahora es la condena de este mundo, ahora el dirigente de este mundo va a ser expulsado fuera”. (38) Con la muerte y resurrección de Jesús tiene lugar su victoria definitiva contra el diablo, el poder del mal. En la carta a los Hebreos leemos: “así como los hijos participan de la sangre y de la carne, así también participó él de las mismas, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo”. (39)

El diablo, ya vencido, continúa su actuación en nuestra historia

Desde el Apocalipsis contemplamos la historia de la humanidad como una historia de combate entre el dragón y el cordero, (40) y la vida de la Iglesia, como la resistencia a los ataques del dragón. El resultado del combate está ya decidido: el dragón ha sido vencido, (41) aunque pueda todavía hacer guerra y combatir a los santos. (42) Asimismo, en las cartas de Pablo y en otros escritos del Nuevo Testamento encontramos que el triunfo de Cristo es definitivo; (43) sin embargo, el diablo sigue siendo el tentador; (44) ronda a los cristianos “como león rugiente buscando a quién devorar” (45) y continúa tratando de impedir la propagación del Reino. (46) Pero el cristiano sabe que el poder del mal va a desaparecer definitivamente: “El Dios de la paz hará pedazos a Satanás bajo nuestros pies rápidamente”. (47)

CONCLUSIÓN

No podemos negar que el poder del mal está ahí. Y, tradicionalmente, la fe ha utilizado la figura del diablo para expresarlo ¿Qué significa, entonces, el demonio como representación de este poder?

1. No se trata de un dios malo frente a un dios bueno, como sucedía en el dualismo iranio. Solamente hay un Dios fuente de toda la realidad y señor de toda la historia.

2. Dios no es la causa del mal. En los diversos relatos populares sobre el origen del demonio en cuanto ser malo, siempre se dice que el demonio se opuso a Dios libremente. El mal es fruto de la oposición a Dios.

3. El mal es un misterio. Tal vez mejor que ningún otro símbolo, la figura del diablo subraya el carácter de misterio que tiene el poder del mal. El mal y su fuerza es anterior a mi propia decisión personal. Cuando llegamos al mundo, nos encontramos ya aquí el pecado y la muerte, el mal y el sufrimiento. La existencia humana está afectada por la separación de Dios anteriormente a la propia responsabilidad (esto se expresa en la fe cristiana por medio del pecado original). El poder del mal es anterior a la actuación y responsabilidad de la humanidad. No es creado por Dios. Nos encontramos, pues, ante un misterio. En palabras de Pablo VI: “El mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa”. (48)

4. Todos los males que afectan al hombre tienen una única raíz: el egoísmo. En el caso del demonio, las categorías de su actuación son la muerte, la tentación y la mentira.

5. A la pregunta de si el demonio es un ser personal, responden algunos afirmativamente, ya que tanto los diferentes títulos con que se describen sus manifestaciones —principados, potestades, espíritus malignos, etcétera—, como toda su actuación descubren proyecciones de una inteligencia que actúa con fines concretos y de una voluntad dotada de libre albedrío. Otros opinan que sería un exceso atribuirle el ser persona, pues un ser personal es capaz de relación, de apertura, de amor. En el caso del demonio, su personalidad radica en enfrentarse a Dios y al hombre (de ahí su nombre hebreo: el adversario). Es un poder que combate, que está en una relación de enfrentamiento con Dios, con la historia y conmigo. El diablo no es apertura, sino cerrazón; no es amor, sino egoísmo. Es negación de la relación, la anti–relación, la cristalización del egoísmo.

6. El mal ha sido vencido por Jesucristo. El diablo, el poder del mal en su centro y en sus manifestaciones, en su misterio y en su fuerza, ha sido vencido definitivamente por Jesucristo, cuya vida y enseñanzas se despliegan totalmente en la dirección contraria: la del amor y el servicio. El amor de Jesús desenmascara y supera todo egoísmo, y encuentra su culminación en la cruz; en la pasión y muerte de Jesús queda para siempre resquebrajado el poder de Satanás. En Jesucristo, muerto y resucitado, triunfa definitivamente el poder de Dios:

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? En todo esto logramos plenamente la victoria gracias al que nos ama; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni el presente, ni el futuro, ni las potencias, ni el alto cielo, ni el abismo profundo, ni ninguna otra creatura podrá separarnos del amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro. (49)

DEBATE

1. Si el diablo no es creación divina, ¿cómo apareció?

Mario: Me voy a limitar a mi campo. La Sagrada Escritura no responde a esta pregunta. Comprendo que ciertas personas —lo noté ya en las entrevistas radiofónicas— se sientan inconformes al no disponer de todas las respuestas deseadas, pero nuestra tarea es buscarlas.

Sin embargo, la literatura apócrifa judía sí responde. El libro de Enoc etíope es el que trae la historia, que todos aprendimos desde chicos, que los ángeles fueron creados y cómo, por su propia libertad, se dividieron en ángeles buenos y en ángeles malos; y cómo los segundos, por su rebeldía contra Dios, se convirtieron en demonios.

Como el dato proviene de un apócrifo, no se considera revelado; esto es, no se considera un dato de lo que hemos de aceptar como fe.

No disponemos de otra explicación sobre el origen del demonio. Digamos que en la Sagrada Escritura se le encuentra ya existente; eso sí, lo describe de diversas maneras, nos advierte contra él y lo considera derrotado, pero todavía actuante.

2. ¿Por qué se ha tomado como símbolo del demonio la serpiente?

Mario: Es un símbolo discutido. Mucho tiempo se consideró, efectivamente, que la serpiente era una representación del demonio. Recientemente algunos biblistas piensan que no es preciso atribuir al Génesis la identificación de la serpiente con el demonio. Lo que pasa es que los judíos, al llegar a Canaán, se encontraron con varios pueblos idólatras; la religión de éstos no dejaba de ejercer cierto atractivo sobre los judíos en diversos aspectos, que se centraban todos en el símbolo de la serpiente, pues ésta era un símbolo fálico, un símbolo de la fecundidad. Simbólicamente la serpiente era un ídolo rival del Dios verdadero. En este sentido pudo haber sido un ídolo muy tentador.

3. ¿Qué diferencia hay entre diablo y demonio?

Mario: Actualmente son sinónimos, aunque el origen de cada palabra es distinto, como expliqué en mi intervención.

4. ¿Por qué sigue actuando el demonio, si el misterio pascual ya se realizó?

Mario: El Nuevo Testamento no nos presenta un tratado sistemático sobre el diablo; sí nos dice que está vencido en cuanto no tiene la última palabra, esto es, en cuanto no puede dañar al hombre si el hombre no se lo permite. El Dios único ha sometido a ese ser y lo tiene bajo su dominio; y, sin embargo, lo ha dejado en libertad de poner tentaciones, como ha dejado al hombre en libertad de aceptar o no esas tentaciones. El misterio pascual de Jesús es definitivo en cuanto nos ha alcanzado la plenitud de su gracia, depende de nuestro libre albedrío el aceptar o no el misterio pascual o la tentación.

5. Partiendo de que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, me pregunto si el diablo conoce todos los pensamientos del hombre.

Mario: No tengo datos. Se dice que es un ser muy inteligente, y que sabe más por viejo que por diablo, pero no sé hasta dónde llegue su sapiencia.

6. Comprendí que el Antiguo Testamento no define qué es el demonio; y que el Nuevo Testamento no es claro sobre el tema. Entonces, ¿qué hemos de pensar los cristianos?

Mario: No es que no digan nada esos libros. Como expliqué, algo dice el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento —la principal fuente de nuestra fe—, aunque no presente un tratado sistemático sobre el diablo en partes, capítulos y párrafos ordenados, sí ofrece una serie de afirmaciones fundamentales sobre el punto, y a las que debemos atenernos. Vimos que lo presenta como adversario de Dios y de su proyecto y, por tanto, también del hombre, a quien intenta destruir.

El propósito de estos trabajos es reflexionar, junto con ustedes, en torno a nuestra fe. Ni nuestra fe ni la teología que hagamos las fundamos en el tema del diablo, sino en Jesús. Esto sí, reflexionando sobre el diablo comprendemos mejor lo que significan la predicación de Jesús y su Reino.

7. Estoy confusa. Me enseñan que Dios es el Ser supremo y el Creador de todo. Luego aparece un ser que no sabemos ni qué ni quién es, ni de dónde sale y que se enfrenta nada menos que a Dios. Conocemos la historia que nos contaron; pero ahora resulta que proviene de un libro apócrifo, Enoc Etíope. Da la impresión de que esa historia es un cuento, un mito, sin valor. Entonces en realidad no sabemos nada. En definitiva, esa creatura o —no sé cómo llamarla, si Dios no la creó— ¿existe o no?

Mario: El que no tengamos claridad absoluta sobre el origen de un ser no es argumento decisivo para negar su existencia. En primer lugar, podemos constatar sus efectos. En segundo lugar, el libro de Enoc etíope, aunque no es canónico, tampoco es un escrito cualquiera; entre los judíos goza de enorme autoridad, y en la tradición cristiana no deja de tenerla. Un texto así no tendrá la misma autoridad que, por ejemplo, el Sermón del Monte; pero tampoco carece de toda autoridad.

Entonces es probable que no tengamos certeza sobre su origen, pero sí tenemos varias certezas: que hay un solo Dios, y no un Dios bueno y un Dios malo; que el diablo actúa; que el diablo ni es Dios ni es un ser humano, pero que eso sí, es muy inteligente, poderoso y adversario nuestro. Esto indica que hemos de estar alertas.

Siendo el diablo adversario de Cristo y del Reino de Cristo, no tiene, sin embargo, la última palabra ni el máximo poder. Estamos en una lucha (que descuidamos) cuando nos negamos a admitir la existencia del diablo sólo porque no podamos con toda claridad explicar su origen.

Abro un breve paréntesis, sé que aquí hay personas más preparadas que yo; con toda modestia los animaría a que con su aportación me ayudaran a mí y a las personas que preguntan.

8. ¿Por qué la Iglesia ha recurrido a ese texto apócrifo, y no a la Sagrada Escritura, para dar la explicación que recibimos en el catecismo?

Mario: Desconozco la razón y el momento histórico en que entró esa explicación. Los textos canónicos no hablan de ello, ustedes saben muy bien que la Sagrada Escritura responde a las principales inquietudes de los seres humanos, pero no es un libro científico, ni una enciclopedia que responda el cien por ciento de las preguntas. Podríamos concluir que el tema no era tan importante para los autores bíblicos.

9. Quizá el diablo no existe realmente, sino sólo en la mente. Me explico: cuando un individuo decide llevar una vida ética, para él dejó de existir el mal. Si todo mundo hiciera lo mismo, en ese momento dejaría de existir el mal, y dejaría de existir el diablo. Esto es, en ese momento desaparecería algo que nunca existió, que nada más era un pensamiento.

10. Yo estoy de acuerdo. El diablo podría ser una fuerza que ha creado la humanidad: la fuerza del mal. Pensamos negativamente, pecamos y eso lo transmitimos y contagiamos. Si no pensáramos negativamente ni pecaríamos, ni habría diablo.

Mario: En favor de ustedes está todo un grupo de cristianos actuales; toda una corriente que niega la existencia del diablo, y dice que lo que llamamos diablo no es sino el egoísmo humano proyectado fuera del mundo en forma de divisiones, pleitos y guerras; que es algo que está dentro de nosotros, y que somos nosotros los que hemos echado a perder la Creación divina tan bella y llena de bondad. Es una corriente que expuse y que ya tuvo su despedida del diablo.

A mí, personalmente —como a otros muchos—, me parece que no podemos olvidar los textos del Nuevo Testamento en que se menciona al diablo como adversario, poderoso, tentador, enemigo, padre de la mentira, príncipe de este mundo. Difícilmente podríamos concluir que estos textos se refieran sólo al egoísmo humano, o sean un símbolo del mismo. Y sigue siendo doctrina de la Iglesia que se trata de un ser con las características indicadas.

11. ¿Qué opina usted de la corriente que dice que el diablo es un Anti–Dios? De la misma manera que hay blanco y negro, materia y antimateria.

Mario: Es una tesis inadmisible. No podemos tratar este problema ahora, se comprenderá mejor en el capítulo “El problema del mal. Perspectiva filosófica”.

12. Si el mal no tuvo principio, ¿cómo fue vencido?

Mario: No estoy de acuerdo en que no haya tenido principio. Si no tuvo principio, entonces sería el Dios malo o el Dios del mal, que ha convivido en toda la eternidad con el Dios del bien; llegaríamos a concluir que hay dos Dioses, cosa inadmisible.

13. Parece claro que hay dos dioses o principios, el del bien y el del mal. La tradición de la Iglesia nos dice que el diablo no fue creado como diablo, sino como ángel, que se rebeló por su propia voluntad. Quisiera se me aclarara lo que dice el programa que anuncia los trabajos: “Por la fe aceptamos las verdades reveladas; con la razón reflexionamos sobre ellas”.

Lo que recibimos de la Sagrada Escritura y de la Tradición es el amor de Dios y la historia de la salvación por medio de Jesucristo. No recibimos la prueba ni la refutación directa de la existencia del diablo. San Juan en su Evangelio nos dice que si todo lo que hizo y dijo Jesús se escribiera, no cabrían los libros en el mundo. Entonces ¿hemos de reflexionar para encontrar lo que no viene expresamente en la Biblia?

Mario: Claro. Y siguen otros trabajos en los que se harán reflexiones sobre aspectos diversos.

14. Varias observaciones: a) Primero sobre una frase suya. Me pareció que decía que no se demostraba la existencia de Dios. Prescindiendo de las demostraciones que se han hecho, por ejemplo, desde san Agustín, santo Tomás y otros, y aun ya antes, desde Aristóteles, la Iglesia sí enseña que se demuestra la existencia de Dios: en el Vaticano i, y después otra vez en el Vaticano II.

b) En algunas intervenciones se ha hablado del demonio como si fuera o un Dios del mal o un semidiós. En el Magisterio de la Iglesia —al que usted dijo que se iba a atener— en concreto en el Concilio Lateranense IV, el cuadro está claro: Dios creó a los ángeles, creó lo invisible y lo visible; explícitamente se dice que creó a los ángeles.

En la Escritura misma —en la que usted se ha basado— se sabe que hubo lucha; se sabe lo que es el demonio. No lo queramos levantar a la categoría de un Dios, ni atribuirle todo lo malo, no hace falta cargarle tanto el gatillo.

c) En cuanto a si es persona o no: sin recurrir al libro de Enoc Etíope, lo que dice el Evangelio nos basta para ver que sí es una persona: Cristo no estaba haciendo estupideces cuando hablaba con él y él le respondía.

Jorge: Como coordinador insisto ante todo en la observación general que hice al principio: el tema es como una intrincada madeja, que conviene estudiar hilo por hilo —por cierto, al estilo de santo Tomás—, y no todos al mismo tiempo, para no enredarla más. El tema de hoy es Exégesis. Es natural que algunas personas hayan dejado el tema y hecho preguntas más bien de tipo filosófico, por ejemplo, si el diablo sería una especie de segundo principio. Tal problemática es el tema del capítulo titulado “El problema del mal. Perspectiva filosófica”. Naturalmente también se han hecho preguntas respecto del Magisterio de la Iglesia, que es el tema del cuarto capítulo. Digo naturalmente porque todos los temas están interrelacionados. Pero por método debemos atenernos ahora al tema de la Exégesis. Lo cual, dicho de pasada, no significa ningún desdén al Magisterio de la Iglesia, pues éste se sirve con agrado de la investigación de los exégetas.

Ya no como coordinador, sino como participante en esta sesión, quisiera aludir a esta intervención del Padre Rahaim. Me parece que se pasó de agudo, al dar una explicación llana de por qué el diablo es persona. No basta citar un texto bíblico, hay que saber interpretarlo. En la Biblia se dice también que los montes brincaron como carneros ante la gloria de Dios; ¿brincaron físicamente los montes?, ¿exactamente como carneros? Quizá la Palabra divina usa una metáfora para llevarnos a realidades más profundas que un fenómeno físico, por espectacular que pudiera ser. En la Liturgia de las Horas se lee con frecuencia el cántico de los tres jóvenes en el libro de Daniel: “Ballenas, ¡alaben al Señor! [...] sol y luna, estrellas, lluvia, rocío y escarcha, nubes y relámpago, ¡alaben al Señor!” (50) Todo ello es Palabra divina. Entonces, ¿o todos esos seres son personas, pues la alabanza a Dios supone un ser personal, o la Palabra divina dice cosas tontas?

Viniendo al diablo: leemos en la Sagrada Escritura que se le llama la serpiente antigua, se dice que anda como león rugiente buscando a quién devorar, que se le vio caer desde el cielo como un rayo. ¿Es rayo, león, serpiente?

Indudablemente la Biblia tiene un sentido literal que hay que respetar, pero aun ahí hay que dar atención a lo que puede ser metáfora. Es cuando interviene la exégesis para encontrar los sentidos más profundos. Considero que el trabajo de Mario ha sido la síntesis de muchos años de investigación, no sólo personal, sino de cabezas muy inteligentes de la Iglesia. Claro que el Magisterio —y no una simple broma— puede sobrevolar por encima de todas estas cabezas y declarar algo con propia fuerza. Pero esta noche estamos considerando precisamente el aspecto exegético. El capítulo IV tocará el tema del Magisterio.

Sobre la frase de Mario que sonó mal, que no se demuestra ni la existencia del diablo ni la no existencia, como tampoco se demuestra ni la existencia ni la no existencia de Dios. Es una frase lateral, y quizá no fue la más feliz. Pero me tomo la licencia de precisar: el Vaticano i define, en efecto, como dogma que la razón humana puede llegar a conocer a Dios a través de las creaturas, pero no por eso define como dogmas las aducidas pruebas de san Agustín, ni las de santo Tomás, ni mucho menos las de Aristóteles.

15. Al parecer se dan aquí dos corrientes. Una considera al diablo como un ente aparte. Otra, como parte de la esencia humana, según la cual tendríamos al mal en nosotros mismos; un mal al que debemos vencer. La Biblia es hermosa, algo maravilloso; sí, se vale muchas veces de la metáfora para darnos a conocer sus enseñanzas: se dice que las montañas brincan, y que las ballenas alaben a Dios. Entonces no creo que sea tan difícil ni incómodo negar la existencia del diablo como ente individual. ¿Será tal vez problema de interpretación? Para no nombrar todos los pecados se habría servido la Biblia de la palabra diablo, para englobar todos los males morales en un concepto dado.

Mario: Durante muchos años se utilizó en la Iglesia sólo el sentido literal. Luego se vio que no era el único sentido. Hay que ver según el texto, en qué libro, y en qué época se compuso el libro, para ver lo que el texto quiere decir. No es lo mismo un texto poético, como el de los salmos, o un texto histórico, como el de los Reyes, o un texto sapiencial, como el Proverbios o Sabiduría, que un texto reciente, como sería el Nuevo Testamento. Aun en éste hay que investigar, por ejemplo, hoy día no atribuiríamos nosotros todas las enfermedades a los demonios, como parece se hacía en tiempos de Jesús. De algunas enfermedades hoy diríamos que se debían a un virus que ellos desconocían y por eso pensaban que eran causadas por un demonio, como el demonio mudo. Con esto no quiero concluir que todos los textos sean simplemente metafóricos.

La exégesis ayuda al Magisterio de la Iglesia. Pero es este Magisterio el que dice la última palabra sobre la interpretación de la Biblia. Hace sólo dos años, Juan Pablo II, en la catequesis de los miércoles, volvió a repetir la explicación tradicional sobre la existencia de este ser.

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