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La renovación de un museo o centro de ciencias: retos, reflexiones, propuestas y caminos por andar
Elaine Reynoso Haynes
Introducción
Universum, Museo de las Ciencias, fue pionero en el campo de la comunicación pública de la ciencia (CPC) al destacar como el primer museo de ciencias interactivo de la UNAM, planeado, diseñado, construido y operado por la propia universidad. El equipo que hizo Universum estableció una metodología para hacer exposiciones que incluía evaluaciones específicas en cada etapa del proyecto (la planeación, el diseño, la construcción, el montaje, la apertura al público y la operación del museo) con el fin de contar con criterios para el desarrollo y mejoras oportunas. Desde su apertura, el museo ofrece una oferta variada y actual de temas relacionados con la ciencia a través de exposiciones temporales (algunas propias y otras alquiladas), así como una programación de actividades complementarias que incluyen espectáculos y obras de teatro (muchas escritas y producidas por personal de Universum), talleres infantiles de ciencia, cursos para maestros y demostraciones. La entidad ha mantenido una relación activa con diversos públicos, en particular con el sector educativo, y ha capacitado a varias generaciones de guías del museo en diversos aspectos de la CPC en estos espacios. Estas actividades han hecho que Universum sea desde su creación un referente para otros museos de México y América Latina, así como asesor y desarrollador de estos.
Desde la inauguración del museo en 1992, han habido muchos cambios en el mundo que obligan a los profesionales de los MCC a reflexionar sobre el papel que deben desempeñar estas instituciones en la sociedad. En primer lugar, la ciencia ha cambiado en los temas que aborda, los objetivos que se persiguen y la forma de llevar a cabo tales investigaciones. Hoy en día existen varios ejemplos de lo que se denomina big science en contraposición con little science. Little science se refiere a la ciencia generada por grupos de investigación que trabajan en problemas que son de su interés con el objetivo fundamental de contribuir al campo de conocimiento por medio de publicaciones y comunicaciones formales (Aaron, https://www.britannica.com/science/Big-Science-science).
Big science se refiere a investigaciones realizadas por grupos de trabajo enormes, en las cuales participan miles de científicos que laboran en diferentes instituciones, incluso en diferentes países, para resolver problemas de interés mundial que frecuentemente obedecen a intereses fuera del ámbito académico. Ejemplos emblemáticos de big science son proyectos como la física de altas energías, las investigaciones espaciales y el genoma humano. En los primeros dos casos, se pueden mencionar el CERN (por sus siglas en francés Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire) y el Telescopio Espacial Hubble. En estos proyectos colaboran expertos (científicos, técnicos altamente especializados, ingenieros, administradores) de varios países para resolver problemas de frontera, empleando instrumentos de gran escala y de alta tecnología en instalaciones diseñadas específicamente para esos fines con el apoyo económico de gobiernos y agencias internacionales (Kukso, 2010).
Otra forma de big science es el Proyecto del Genoma Humano. En este caso el trabajo no se realiza en un único gran laboratorio, sino más bien en varios, por grupos de investigación en distintos países (incluido México) con una meta común. Este proyecto recibió financiamiento de las grandes empresas farmacéuticas con la esperanza de que los resultados fueran aplicables a la generación de nuevos productos médicos y farmacéuticos (Aaron, https://www.britannica.com/science/Big-Science-science).
En México, dos ejemplos notables de big science son los proyectos realizados y operados por el Instituto Nacional de Óptica y Electrónica (INAOE): el Gran Telescopio Milimétrico (GTM) y el HAWC (High-Altitude Water Cherenkov Gama Ray Observatory), ambos instalados en el Volcán Sierra Negra en el Estado de Puebla y son proyectos binacionales entre grupos de investigación de México y Estados Unidos (https://www.inaoep.mx).
Otro cambio fundamental desde la década de 1990 se relaciona con los grandes desafíos a los que se enfrenta la sociedad contemporánea y cuya solución requiere la colaboración de científicos, pero también de expertos de diversas áreas del conocimiento con el fin de generar saberes nuevos para la solución de estos retos. Retos como los relacionados con el cambio climático, los problemas ambientales, la pérdida de la biodiversidad, los riesgos asociados con los desastres naturales, el desabasto del agua potable, la necesidad de recurrir a fuentes alternas de energía, los transgénicos y la salud pública, precisan de la fusión de los saberes y experiencia de científicos de diferentes áreas de conocimiento, así como de expertos en campos como la economía, la política y las ciencias sociales. Sin embargo, las propuestas generadas no tienen ningún sentido si no se cuenta con políticas públicas adecuadas para su implementación. A su vez, las medidas propuestas y las políticas públicas no tendrán éxito sin la participación de la sociedad civil, para lo cual es necesario que sus individuos cuenten con los elementos básicos de una cultura científica y un pensamiento crítico que les permita tomar decisiones informadas y actuar de manera responsable con su entorno natural, social y cultural. En todos los casos, la CPC constituye una herramienta indispensable para la construcción de la cultura científica que requiere la población, y los MCC tienen un potencial único para convertirse en aliados protagónicos de la sociedad en esta tarea. Esta nueva y urgente función social de los museos debe ser un ingrediente fundamental del planteamiento de un proyecto de renovación.
Por otro lado, en el último cuarto de siglo, tanto el campo de conocimiento de la CPC como el de los MCC han evolucionado. Existen nuevas tendencias museológicas que se reflejan en discusiones y propuestas relacionadas con la misión, la visión, los objetivos, la dependencia con el contexto y los usuarios; las metodologías para su desarrollo y operación; los criterios para seleccionar los contenidos y la forma de comunicarlos; las actividades que se llevan a cabo en estos espacios, la capacitación del personal que labora en ellos (en particular de los guías); la incorporación de las nuevas tecnologías de la comunicación y la evaluación. También es notorio el proceso de profesionalización en los MCC. Prueba de ello es el incremento considerable de libros y publicaciones periódicas especializadas, tesis de licenciatura y posgrado en diferentes temas de la CPC y de los MCC, asociaciones académicas, cursos y posgrados relacionados con estos campos, así como foros, congresos, coloquios y seminarios.
Por último, los públicos también han cambiado. Los niños que visitaron los modernos museos interactivos de los años setenta, ochenta y noventa del siglo pasado ya son adultos, madres y padres de familia y algunos hasta abuelos. Los museos interactivos ya no son la novedad. Los jóvenes actuales tienen muchas opciones para obtener información actualizada y de manera inmediata; se relacionan entre sí de una manera distinta a como lo hacían las generaciones anteriores y tienen varias opciones para el tiempo libre.
Durante estos años Universum se ha ido modificando como resultado de la evolución del campo de conocimiento, la experiencia, la evaluación y la necesidad de ofrecer una propuesta atractiva y actualizada al público. Al igual que muchos museos, estas modificaciones han consistido en la sustitución total o parcial de algunas salas o el remozamiento de las actuales. Sin embargo, el resultado suele ser que el museo se ve irregular con fuertes contrastes entre lo nuevo y lo viejo, en lo que se refiere a su contenido y propuesta museológica. Para evitar esto, es indispensable pensar en una renovación integral con base en una reflexión fundamentada en los cambios en la ciencia, la evolución de los museos de ciencias, las necesidades de los distintos públicos, el papel social de los museos y los recursos humanos, técnicos y financieros requeridos. A partir de este análisis se deberán definir la misión, la visión y los objetivos los cuales serán los ejes rectores para el desarrollo del proyecto de renovación. Pocos museos se pueden dar el lujo de cerrar sus puertas por varios años mientras llevan a cabo esta renovación. Por lo anterior, tienen que encontrar la fórmula para llevar a cabo esta reestructuración sin dejar de funcionar y al mismo tiempo ofrecer un servicio de calidad.
No existen recetas ni fórmulas únicas para desarrollar un proyecto museológico, pero sí existe un cuerpo de conocimiento considerable basado en la enorme experiencia acumulada y documentada sobre muy diversos rubros de este medio para comunicar la ciencia. Los autores de este libro realizaron numerosos estudios en Universum con el fin de construir fundamentos teóricos y metodológicos para la realización del plan maestro de renovación del museo, los cuales son aplicables a otros proyectos similares. Todavía existen muchas áreas por explorar y propuestas que probar. El presente libro ofrece algunas líneas de investigación que se pueden emplear para la planeación, desarrollo, evaluación y operación de MCC.
Renovarse o morir
A finales de la década de 1990, el mundo de los MCC se encontraba en pleno auge y en un estado de crecimiento vertiginoso. El surgimiento de nuevos MCC en Estados Unidos y Europa parecía no tener fin. Otros países también se unieron a este movimiento y México no fue la excepción con alrededor de quince MCC, número que se duplicaría en las siguientes dos décadas de acuerdo con las cifras de la Asociación Mexicana de Museos y Centros de Ciencia y Tecnología (AMMCCyT, www.ammccyt.org.mx).
Esta era la situación cuando apareció un artículo de Bradburne (1998) que cimbró a la comunidad de museos, en el cual se afirmaba que los MCC estaban condenados a desaparecer. Entre sus argumentos, Bradburne asevera que los MCC son caros de crear, mantener y cambiar; tienen requerimientos específicos con complicaciones técnicas, necesitan personal con perfiles muy variados para desarrollarse y operar, además de que sus costos de funcionamiento son elevados. Aunado a ello, no tienen la capacidad de cambiar lo suficientemente rápido como para satisfacer las demandas de los usuarios, ni de competir con otras opciones de educación informal y de tiempo libre; y difícilmente pueden mantenerse al día con las nuevas tecnologías. El autor aseguraba que los MCC sólo podrían sobrevivir si lograban ofrecer un servicio que no se pudiera obtener en ningún otro lado a un precio competitivo. En un artículo posterior, Bradburne (2004) comentó que los museos de mediana edad son particularmente vulnerables y que un reflejo de la pérdida de interés en estos es el decrecimiento en el número de visitantes.
A pesar de esta terrible predicción, Bradburne (1998) ofrece soluciones para evitar esta catástrofe y hace una invitación a repensar los MCC. Lo primero es reconocer que la misión de los MCC ya no es relevante. Ya no basta simplemente informar a la sociedad sobre temas de ciencia y tecnología con el fin de generar una imagen más positiva de las mismas; los nuevos retos de la sociedad requieren mucho más que el entendimiento de la ciencia, ya que involucran factores sociales, económicos y políticos, además de los científicos.
El éxito inicial de los MCC fue que proporcionaban experiencias que no se podían obtener en el aula. Ahora, la “interactividad”, uno de sus distintivos, ya no es suficiente para mantener el interés de los visitantes, ya que existen otros espacios donde se pueden vivir experiencias similares a menor precio. Sin embargo, Bradburne consideraba que no hay como el espacio físico y el contacto con personas y objetos reales. Propone explotar esta característica y pensar en nuevas propuestas educativas y en la generación de oportunidades para el aprendizaje informal y la educación para toda la vida. Los MCC deben estimular las destrezas, más que proporcionar información y despertar la curiosidad. Deben volver a ser recintos en los cuales sus visitantes encuentren experiencias que no se pueden vivir en ningún otro lado.
Más que pensar en visitantes, la meta de los MCC debe ser que estos se conviertan en usuarios y que vean estos recintos como un lugar de investigación y un espacio para el aprendizaje y la construcción de conocimiento nuevo.
Por último, el autor sugiere que cada museo busque su nicho, algo que lo distinga, un componente local que lo haga único. Concluye que solo con estas recomendaciones el MCC puede ser autosostenible y un espacio para la sociedad del conocimiento y aprendizaje.
La planeación, el desarrollo, la operación y la evaluación de un MCC implican un gran reto intelectual, creativo y ético. Los museos se deben a sus públicos y a la comunidad en la cual están inmersos. Por lo anterior, todo proyecto de un museo nuevo o de renovación del mismo debe basarse en un análisis del contexto social, económico y cultural en el que está inmerso, en congruencia con la institución que lo alberga. Debe hacerse explícito para todo el equipo de trabajo que la propuesta (intencionada o no) se basa en una determinada imagen de qué es y cómo se hace la ciencia, una postura sobre la CPC y una propuesta del papel que pueden desempeñar los MCC en la sociedad. En este libro, Carmen Sánchez presenta un análisis sobre cómo han evolucionado estos enfoques en el capítulo “Fundamentos teóricos y metodológicos para establecer la narrativa del proyecto de renovación de un Museo y Centro de Ciencias”, y muestra cómo la conformación de los equipos de trabajo para hacerlas y la relación que se busca con los distintos públicos influyen en el tipo de exhibiciones que se desarrollan.
Con base en lo anterior, el primer paso de cualquier proyecto museológico debe ser definir la misión, la visión y los objetivos del futuro museo o del museo por renovar en función del contexto del mismo.
La misión y la visión
Definir la misión del museo es mucho más que un simple requerimiento formal. Es la base que sustenta los objetivos y las metas, así como las estrategias relacionadas con el rumbo que debe tomar el proyecto. Es la guía para definir los temas y los programas; para la aceptación o el rechazo de propuestas; una referencia obligada para medir resultados (Grinell, 1992).
Fleming (citado en McCarthy, 2015) considera que para definir la misión es necesario responder a preguntas como: ¿para qué existe el museo?, ¿cuál es su propósito?, ¿qué busca obtener? y ¿cuáles son sus metas? Esta reflexión es la base de la esencia del museo, los valores que se buscan fomentar y la función social del mismo. Por ende, es el punto de partida para definir el rumbo de la institución, es decir la visión que debe ser una fuente de inspiración. El conjunto misión-valores-visión está íntimamente ligado al contexto en el que está inmerso el museo y debe ser la guía en todo momento. Debe estar presente a lo largo de todo el desarrollo del proyecto, desde la etapa de planeación hasta la apertura y en todo lo que se haga después de la inauguración del museo. Lo que exhibe y lo que ofrece la institución debe ser compatible con la misión, la visión y los valores. Todo el personal que labora en y para el museo (directivos, responsables de la planeación, realizadores, educadores, promotores, administrativos, el personal que atiende al público, los guías, los que venden los boletos y los vigilantes) deben actuar de acuerdo con esta misión y visión, así como con los valores que se promueven. Todos deben tener una visión general de lo que ofrece el museo. Cualquier incongruencia o contradicción entre los diferentes elementos que conforman el mensaje general del museo se verá reflejada en una mala comunicación con los destinatarios (Reynoso, 2007). En conclusión, esta tríada misión-valores-visión será la luz que guíe el camino, la utopía, como propuso Eduardo Galeano en su poema “Ventana sobre la utopía”.
Ella está en el horizonte.
Yo me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar.
Fleming (2015) afirma que los museos no deben verse como instituciones lucrativas y por lo tanto la ganancia del museo no se debe medir en términos monetarios. La ganancia de los museos está en la incorporación de los valores que transmiten por parte de quienes los visitan. Sin duda, esta afirmación se aplica a un museo universitario como Universum.
Como museo universitario, las tres funciones sustantivas de la universidad (la docencia, la investigación y la difusión de la cultura) proporcionan el marco ideal para esta reflexión y deben sustentar la misión, la visión, los mensajes, los objetivos, la selección de contenidos, la forma de comunicar estos contenidos, la operación, la evaluación de los resultados, la relación con los diferentes sectores de la población y las modificaciones (Reynoso, 2012).
En el caso de los MCC, la difusión de la cultura, en particular de la científica, es su tarea primordial. A través de la difusión, la comunidad universitaria puede conocer mejor su universidad y establecer contactos para el intercambio y la colaboración con el fin de generar conocimiento nuevo y hasta para innovar. En cuanto al público que no es universitario, los MCC son los sitios idóneos para que conozcan temas de la ciencia universal y en particular lo que se hace en el país en este campo. Para muchos visitantes un museo universitario como Universum es su primer y único contacto con la universidad y por lo tanto una magnífica ventana hacia la institución.
Una de las grandes ventajas de los museos, en particular de los museos universitarios, es que gozan de gran credibilidad por parte de la población. Muchos de los visitantes acuden al museo y asisten a las actividades que ofrecen en busca de información o para adquirir un conocimiento que consideran confiable. Por lo tanto, estos recintos se convierten en espacios de encuentro y convivencia entre la comunidad universitaria y otros sectores de la población, ya sea para informarse, aprender algo nuevo, vivir una experiencia diferente o como un foro para el debate y el cambio (Reynoso y Franco, 2015).
Bradburne (1998) propuso convertir los museos en una especie de plaza pública, como un lugar de convivencia y esparcimiento. La mayoría de los visitantes al museo acuden acompañados o en grupo, por lo cual estos espacios son idóneos para poner en práctica destrezas de socialización. Para funcionar como plaza, el museo debe ampliar su oferta de actividades y pensar que la experiencia de visitar el museo es mucho más que simplemente ver las exhibiciones permanentes. La visita al museo es una experiencia social como comer, conversar y comprar. Las salas deben verse como una especie de “parque intelectual” en el cual los visitantes pueden pasear entre los objetos e ideas y compartir experiencias. La investigación muestra que lo que más recuerdan los visitantes es la experiencia social, por lo tanto se tiene que ofrecer una gama amplia de experiencias potenciales para la socialización. Si los museos se conciben como una plaza pública, tienen más posibilidades de éxito.
Sin duda, la función sustantiva más importante de la universidad es la docente, la formación integral de los cuadros profesionales, intelectuales y técnicos que el país requiere. Los museos universitarios pueden contribuir y enriquecer esta función sustantiva considerablemente, para lo cual se puede hablar de dos dimensiones que están estrechamente ligadas entre sí. La primera se refiere al compromiso como universitarios de formar, capacitar y actualizar a nuestro personal. La Comunicación Pública de la Ciencia (CPC) es un campo de conocimientos que conjunta saberes y experiencias de diversas disciplinas científicas (naturales, exactas, humanas), artísticas, de la comunicación y la tecnología. Debido a que el campo de conocimiento de la CPC es amplio y diverso, es necesario que sus profesionales se especialicen, ya sea en temas específicos de ciencia, el medio que emplean o el público al que se dirigen, o bien una combinación de estos. También existen otras actividades profesionales relacionadas, como son la investigación, la evaluación, la gestión y la comercialización, por mencionar algunas. Por lo tanto, la capacitación y actualización requerida para ejercer la CPC en un determinado espacio o medio dependerá de la naturaleza del proyecto y de los objetivos. En el caso específico de los MCC es imprescindible que quienes van a participar en el desarrollo de proyectos museológicos puedan capacitarse y actualizarse en el campo. Los guías (anfitriones) también requieren de una formación general en diversas áreas de la CPC de la ciencia y en MCC, así como se específica de acuerdo al tipo de actividades que van a realizar (Reynoso y Franco, 2015).
La función externa de la docencia tiene también diversos componentes. Como institución educativa, debemos compartir nuestros conocimientos y experiencias con otras instituciones que desempeñan labores afines, y asesorar a aquellas con menor experiencia. Una de las labores educativas más importantes se relaciona con el enorme potencial que tienen estos espacios de servir como apoyo a la educación formal. En el caso específico de los museos, y debido a que una parte considerable del público es escolar, se deben tener programas especiales para alumnos, así como de apoyo a docentes y materiales complementarios. En virtud de que el público es heterogéneo y que posiblemente los usuarios sean de un amplio espectro de edades y grados educativos, se deben considerar programas especiales para cada sector.
Los museos tienen un gran potencial didáctico y formativo, así que pueden ser un excelente apoyo a la educación formal, siempre y cuando se comprenda que el aprendizaje en estos espacios no es igual que en la escuela. Para sensibilizar al sector educativo sobre la conveniencia de emplear el museo como apoyo a la educación formal es recomendable diseñar estrategias para los diferentes estratos de este sector, acerca de cómo usar el museo para explotar al máximo su potencial didáctico. Habrá que iniciar con las autoridades educativas. Además de que conozcan la oferta de productos y actividades que ofrecen los MCC también es importante mostrarles las ventajas de emplear estos recursos como apoyo al aprendizaje y como complemento del curriculum escolar para que las propias autoridades, a su vez, transmitan estas ideas a los profesores. El segundo paso es trabajar con los maestros para mostrarles las opciones que ofrecen los MCC. Es fundamental insistir en que no reproduzcan en los MCC las prácticas del aula, porque al hacerlo se desaprovecha la rica experiencia de aprendizaje que ofrecen estos espacios.
Feher y Diamond (1990) destacan una ventaja adicional de los museos: son buenos sitios para estudiar cómo aprende la gente debido a que los visita un público heterogéneo, porque son ambientes en los cuales la gente puede elegir libremente lo que quiere hacer y porque los diferentes elementos que integran el discurso del museo permite explorar aspectos específicos de la interpretación de los conceptos e ideas que se presentan. El hecho de que los alumnos se encuentren en un ámbito en el cual no sienten la presión de que van a ser evaluados, ofrece al docente oportunidades únicas para conocer aspectos de sus alumnos que no puede observar en el aula. En estos espacios, los estudiantes, al sentirse libres de evaluaciones y de ciertas conductas esperadas en un salón de clases pueden buscar lo que les interesa. Por lo anterior, es importante incluir esta “libertad” en la programación de la visita escolar. Además, en este ámbito educativo informal es más factible que el alumno responda de acuerdo a lo que verdaderamente entiende, utilizando su sentido común y no respuestas memorizadas para pasar un examen. Por lo tanto, es un buen sitio para explorar los conocimientos previos de las personas, cómo interpretan la información que se les presenta y cómo van estructurando su conocimiento, información que es de suma utilidad para los maestros y para el personal del museo.
A final de la década de los años 80 del siglo pasado, una de las preocupaciones más importantes en el ámbito de la enseñanza de la ciencia fue la creciente evidencia empírica de que los alumnos poseen ciertas ideas previas a la instrucción en relación a temas científicos que verán en clase, que frecuentemente están en contradicción con lo que se enseña (Serrano y Blanco, 1988 y Hills, 1989). Lo más sorprendente y preocupante es que estas ideas permanecen casi o totalmente inalteradas, aun después de la enseñanza formal (Viennot, 1979). Matilde Vicentini (1978) afirmaba que estas ideas no estaban aisladas sino que más bien formaban parte de una red de experiencias e interpretaciones que todos construimos a lo largo de nuestra vida como resultado de la interacción con el medio natural y social en el que estamos inmersos. Muchas de estas experiencias e ideas son socializadas por la comunidad y quedan enmarcados dentro de esquemas que se comparten y que se denomina sentido común. Estos esquemas incluyen conceptos e ideas, correctas o incorrectas desde el punto de vista de la ciencia y resultan muy resistentes al cambio. Driver y Easly (citado en Hills, 1989) propusieron, que como punto de partida del diseño de estrategias educativas, sería muy útil analizar el contenido de estas ideas y cómo están estructuradas con el fin de comprender las dificultades intelectuales a los que se enfrentan los alumnos para entender conceptos científicos. A partir de ese momento surgieron cantidad de artículos en relación a las ideas previas a la instrucción de los alumnos y el contraste con las ideas científicas en temas como movimiento, energía, electricidad, fuerza, gravedad, calor, evolución, selección natural, fotosíntesis y estructura de la materia por mencionar algunos (Hills, 1989).
Otro aspecto interesante es que en el museo cambian las dinámicas y los roles que se establecen en el salón de clases, ya que los alumnos pueden recurrir a otros conocimientos, habilidades o destrezas que no tienen la oportunidad de emplear en el aula. Por lo tanto, el maestro puede descubrir otras características de sus alumnos que desconocía.
Los museos deben contar con un departamento de servicios educativos y atención al visitante, que oriente y ayude a cada escuela a planear su visita y a obtener el máximo provecho de la experiencia. Es recomendable que se produzcan materiales escritos con propuestas didácticas para los maestros y que se les sugieran actividades para antes, durante y después de la visita. El museo también se beneficia de esta relación con el sector educativo ya que la experiencia de los docentes puede aportar información muy valiosa para el desarrollo de proyectos museológicos.
La labor educativa en los MCC no debe limitarse a los escolares. Los museos tienen el potencial para convertirse en espacios de educación para toda la vida (Delors, et al., 1996) por lo que es indispensable tener una amplia disponibilidad de equipos, programas y actividades para todos los sectores de la población (Reynoso y Franco, 2015).
La UNESCO en diferentes conferencias internacionales ha profundizado sobre las diferentes conceptualizaciones que debe tener una educación que se prolongue a lo largo de toda la vida de las personas. Desde la denominación de educación permanente, que abarca todas las facetas y ámbitos de la educación, hasta la denominación más actual de la educación para toda la vida y que se la ha consolidado con el Informe Delors de 1997. Es evidente, que con el paso del tiempo, la educación ha ido transformando sus perspectivas y ha dejado de ser una función destinada a preparar a los individuos para la vida y ha pasado a ser una constante en la evolución de las personas durante toda su existencia (Camacho, 2006/2007).
La tercera función sustantiva es la investigación. Aquí nuevamente se puede pensar en una dimensión interna y otra externa. En la parte interna, al llevar a cabo las labores de la CPC en los MCC, se deberá asumir una actitud crítica, considerando los fundamentos teóricos y metodológicos, así como la experiencia acumulada. Algunos aspectos a considerar son los estudios de públicos, de los diseños de equipos y los espacios; la evaluación, la experimentación y la reflexión sobre su práctica. Al igual que en cualquier otro campo, las personas dedicadas a la CPC en este medio deberán estar al día en relación con las nuevas propuestas para analizarlas, ponerlas en práctica y abrirlas a la experimentación, la crítica y la evaluación. Es indispensable incrementar la investigación en MCC con la finalidad de mejorar las propuestas teóricas y metodológicas que lleven a nuevas contribuciones al campo de conocimiento y a mejorar los productos, actividades y servicios que ofrecen los MCC. Los resultados de investigaciones, estudios y reflexiones deberán someterse al debate y la crítica entre pares en seminarios, congresos, comunicaciones formales y publicaciones (Reynoso y Franco, 2015).
La función externa de la investigación está íntimamente ligada con la difusión de la ciencia que se realiza en el país y en la institución. Los MCC son excelentes foros para que diferentes sectores de la sociedad convivan y compartan conocimientos y experiencias con la comunidad académica en un ambiente cordial y de intercambio de saberes. Estos diálogos pueden ser la base de conocimiento nuevo más acorde a las necesidades locales. Es conveniente que en este intercambio de saberes participen diversos sectores de la sociedad civil, incluyendo empresarios y tomadores de decisiones. Ejemplos de temas que se podrían explorar son los relacionados con la salud, la seguridad alimentaria, el cambio climático, la sustentabilidad, las fuentes alternas de energía y las adicciones, por mencionar algunos. En el proyecto de renovación del museo Universum se propone incluir estos espacios de debate y reflexión.