Kitabı oku: «La saga del viajero del tiempo», sayfa 2
El segundo preciso
Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, la tortuga estaba medio segundo adelante. Etcétera.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, resultó que los dodos podían morir a voluntad y el último estaba deprimido.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, tú te habías pasado de largo y leías esta palabra.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, resultó que mi padre y mi madre habían cerrado con llave la puerta de la habitación.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, el segundo hizo bang y se abrió revelando el espacio entero.
Qué cosa.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, decidió que le gustaba la maravilla, no intentó detenerse a sí mismo y se vio partir por primera vez.

Más información sobre
el Viajero del Tiempo
Si usted tuvo hoy una decepción, el Viajero del Tiempo puede darle una lista de todas las que aún le faltan.
—A veces ayuda —dice.
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El Viajero del Tiempo va a la infancia del funcionario que, en un futuro distópico y no tan remoto, prohibirá los viajes en el tiempo. Lo observa jugar con su pelota. Suspira.
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El Viajero del Tiempo miró (en cierta época de pobreza) el trozo de queso, duro y seco. Viajó hacia atrás una semana y el queso no solo estaba fresco sino entero. Se lo comió todo. Entonces comprendió su error.
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El Viajero del Tiempo muestra a Georges Méliès que allá lejos, en la vastedad sin límites del cosmos, todo se ve exactamente como en sus películas.
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El Viajero del Tiempo supo de un par de malos políticos de hoy cuando estaba en el futuro: allá, la historia de ambos, hermoseada, se enseña y aprende con fervor.
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El rey de Britania, allá por el siglo v, cuando el Viajero del Tiempo le contó las numerosas aventuras que se le atribuían, dijo:
—¿Qué clase de nombre es Arturo?
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El Viajero del Tiempo dice a Ray Bradbury:
—Cuando pisas a un dinosaurio, más bien muerde. ¿No sería mejor si el personaje de tu cuento pisa un insecto?
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El Viajero del Tiempo ha conocido varias culturas cuyos idiomas solo permitían decir cosas importantes.
—Todas se acaban rapidísimo —explica.
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—Ya sé —dijo Rimbaud al Viajero del Tiempo—, a los cuarenta años seré una piltrafa.
—No serás una piltrafa a los cuarenta —dijo el Viajero, y el chico (felizmente) no pidió más explicaciones.
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El Viajero del Tiempo cuenta la leyenda del Prisionero del Segundo, atorado en un instante oscuro de una madrugada de 1903 por desobedecer a sus padres.
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El Viajero del Tiempo bebe agua que lloverá dentro de unas horas. Se estremece: siente en la boca la altura y el vértigo y la caída.
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Cada tanto, alguien pide al Viajero del Tiempo que le ahorre trámites y lo lleve directo al instante de entrar con su chica (o chico) en el hotel.
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El Viajero del Tiempo pasó muchos días de desazón tras ir a visitar a Juana de Arco y verla gritar, ponerse de rodillas, alabarlo.
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El Viajero del Tiempo mira las bombas caer en Dresde y no piensa en la novela Matadero cinco, de Kurt Vonnegut, que trata del tiempo y de Dresde. Piensa en los muertos.
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El Viajero del Tiempo va a su momento favorito del concierto masivo: ese beso en un extremo del estadio, de espaldas a la banda estrella.
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Me quedé dormido. Cuando abrí los ojos el coche en que iba ya estaba en otro sitio. Brevísimamente fui el Viajero del Tiempo.
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El Viajero del Tiempo ve caer los muros de Troya desde adentro y afuera a la vez. El fulgor de la guerra lo deslumbra: casi se mata a sí mismo a flechazos.
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En el escenario, el actor que interpreta a Hamlet da la función de su vida: sostiene su propio cráneo, traído por el Viajero del Tiempo de no quiere decir qué fecha.
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“Deténme”, pedía la carta del suicida al Viajero del Tiempo.
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El Viajero del Tiempo regresa a ayudarse a sí mismo a descifrar, años antes, el manual con el que llegó la máquina del tiempo.
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Según el Viajero del Tiempo, en el siglo 17 332 podremos solicitar un remake de nuestras vidas cada año. Pero los derechos seguirán siendo todos de la Disney.
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En la estación de trenes, el Viajero del Tiempo pasó dos horas dando indicaciones equivocadas a Juan José Arreola, quien tenía tanta prisa.
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El latinista se quejó con el Viajero del Tiempo: ¿para qué lo había traído a la Roma Imperial, donde todos hablan latín y él, en vez de un académico prestigioso, no era más que un cualquiera?
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El Viajero del Tiempo colecciona demostraciones de imposibilidad. Por ejemplo, las del vuelo de los abejorros, la felicidad o el viaje por el tiempo.
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En la pesadilla, el Viajero del Tiempo solo podía trasladarse a las mismas dos horas de aquel examen de sexto de primaria.
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—Ni la entiendo ni me gusta —dice Giuseppe Garibaldi de la música de mariachi en la plaza Garibaldi. (Errores del Viajero del Tiempo.)
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El Viajero del Tiempo no entendió bien (por haberlo leído en español) y fue a ver si Descartes realmente pensaba primero y existía después.
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El Viajero del Tiempo compra en el siglo 99 una retrotele, para ver cualquier momento de su pasado. La prende y ve su partida del siglo 100.
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El Viajero del Tiempo puso su máquina en punto muerto y Duchamp miró, desde el interior, cómo su modelo bajaba las escaleras.
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Un siglo antes, al Viajero del Tiempo lo barrió otra ola, que lo saludó con su voz de agua.
—Ya habías estado aquí dentro de un siglo —le dijo.
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El Viajero del Tiempo va al Paleolítico a ver a mi más remoto antepasado, al que llaman profeta por contar historias del Viajero del Tiempo.
Apócrifos
(Cosas que probablemente no sucedieron, al contrario del resto, que es absolutamente real)
El Viajero del Tiempo vino a Comala muchas veces y nunca pudo estar seguro de que su propia voz no se oía entre el resto de los murmullos.
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El Viajero del Tiempo llevó a Atlas a que pusiera en su lugar, de una vez por todas, la piedra de Sísifo.
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El Viajero del Tiempo se llevó a los controladores del aeropuerto de Creta para que guiaran el descenso de Ícaro.
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El Viajero del Tiempo sabe de la letra anterior a la A, análoga al cero, que los jázaros empleaban para hablar de lo ausente y lo temible.
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El Viajero del Tiempo regresó y persuadió al conde Vlad de atacar, primero que nadie, a Bram Stoker. Perdimos una gran novela pero también mil malas.
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Sir Canterville fue con el Viajero del Tiempo a conocer a Oscar Wilde. ¡Y qué susto le dieron al aparecer de pronto, sin más, en su sala!
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El Viajero del Tiempo convenció a Helena de que Paris no le convenía.
—Bueno —comentó Menelao—, la versión de los hechos en la película de Brad Pitt es todavía peor.
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El Viajero del Tiempo regresó al Edén. La Serpiente se robó la Máquina. Desde entonces el mal espera en todas las épocas.
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El Viajero del Tiempo conoció al andrógino antes de que se convirtiera en Adán y Eva. Solo por esto lo persiguen muchos en todos los siglos.
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El Viajero insistía: había habido un error: criaturas como él, y no los hornos de microondas, habían sido la especie dominante de la Tierra.
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Al Viajero del Tiempo le pesa visitar a Fernando Pessoa: Caeiro, Reis y los demás se ponen celosos y exigen que se los visite también.
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El Viajero del Tiempo sacó de la cárcel al Hombre Invisible, quien se sintió feliz —justificado en sus planes malévolos— hasta que el Viajero lo dejó en el País de los Ciegos.

El Viajero del Tiempo regresó a asesinar a H. G. Wells. Luego vivió feliz, y en secreto, por toda la eternidad.
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El Viajero del Tiempo se disculpa: atorado en el siglo vii, no podrá traer hoy al Hombre Que Fue Jueves, así que seguirá siendo miércoles.
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El Viajero del Tiempo vio al rayo caer, borrar al DeLorean volador, seguir su camino al suelo e incendiar la zarza para horror de Moisés.
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El Viajero del Tiempo ve levantarse al monstruo de Frankenstein, al humo negro en el campo de exterminio, al último sol de 999 y de 1999.
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El Viajero del Tiempo fue hasta al Fin de Todo. Como no había nadie, pudo borrar los logotipos que estaban tras los Últimos Créditos.
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El Viajero del Tiempo no sabía qué difícil es enseñar a un cuervo a decir Nunca más o, de hecho, cualquier otra cosa.
Pero nada de esto aclara todavía
quién es el Viajero del Tiempo, ¿o sí?
En el parque, el contador Herrera habla con el Viajero del Tiempo.
—¿Por qué tiene usted una máquina del tiempo y la demás gente no?
—No sé —dice el Viajero del Tiempo—. ¿Le gustaría tener una?
—¿Se gana dinero?
La banca es de acero pintado de verde oscuro. En un área cercana alrededor de una fuente, cubierta de cemento maltratado, varias parejas bailan danzón. Un poco más lejos, varios grupos de chicas y chicos con uniforme de escuela secundaria conversan. Ríen. Alguien besa a alguien más de vez en cuando.
—En realidad, no —dice el Viajero del Tiempo.
—Yo vi una película en la que alguien ganaba dinero apostando en su pasado —dice el contador Herrera.
—Yo vi otra donde dicen que eso no se puede hacer —dice el Viajero del Tiempo—. La verdad es que nunca lo he intentado. ¿Le gustaría dar una vuelta en mi máquina? Es muy interesante, aunque tal vez no sea lo que usted espera.
—Recuerdo —dice de pronto el contador Herrera, mirando a lo lejos— cuando yo tenía la edad de ellos.
Los dos callan por un momento. Al señor Herrera le da la impresión de que uno de los chicos se le parece mucho. Es natural. Él estudió en la misma escuela que ellos… Siempre ha vivido en este barrio… El uniforme no ha cambiado…
Pero después de dejarse llevar por sus propios pensamientos, el contador Herrera tiene una impresión muy extraña: le parece que su vida entera nunca ha cambiado. Es absurdo, por supuesto. Él ha crecido desde que estuvo en esa escuela. Se ha hecho hombre. Se ha conseguido un trabajo y una carrera. Tiene esposa e hijos. Le han aumentado las angustias y disminuido las alegrías, como siempre dijo que no le pasaría, porque no deseaba ser como los adultos.
Mira de lejos, otra vez, al muchacho. Tiene la misma frente ancha que tiene el contador; el mismo remolino en el pelo; la misma nariz chata…
—Debería llevárselo a él —dice el contador—. A dar un paseo.
—¿Usted no quiere? —pregunta el Viajero— ¿Seguro? —y el contador, como en muchos otros momentos de su vida, duda. Es un problema que tiene. Le cuesta tomar ciertas decisiones.
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