Kitabı oku: «Nuestra herencia», sayfa 2
7. La iglesia del advenimiento
La extraordinaria doctrina apostólica de la segunda venida de Cristo, el reavivamiento del interés en este evento producido por la predicación de los reformadores, y las señales que se iban cumpliendo y que indicaban la proximidad del retorno del Señor, constituyeron el trasfondo que dio ímpetu a la predicación de la doctrina de la Segunda Venida a principios del siglo XIX. La obra de Guillermo Miller fue importantísima en este movimiento. Pero también hubo otros hombres, en diversos países, a quienes Dios suscitó para que se levantaran y predicaran con vigor y entusiasmo la verdad de la inminente venida del Señor Jesús.
Su venida a la Tierra por segunda vez como Rey de reyes y Señor de señores, fue anunciada por los profetas del Antiguo Testamento y se repite insistentemente, en forma recurrente, en todo el Nuevo Testamento. La esperanza del regreso de Cristo fortaleció y sostuvo a los cristianos durante la época de iglesia de la Edad Oscura, a través de siglos de persecución y martirio. Los reformadores creían en las profecías que hablan de este evento, y expresaron su certidumbre de que no pasaría mucho tiempo antes de que Jesús volviera a esta Tierra. Pero, al llegar al siglo XIX descubrimos que el tema de la Segunda Venida se convierte en un tema dominante en muchos sectores de la iglesia, y que dicho tema fue responsable de un gran despertar religioso: el despertar adventista. Este aspecto emocionante de la historia de la iglesia será presentado en detalle en el próximo capítulo.
8. La iglesia del remanente
El término remanente es una palabra bíblica que describe, denomina, apellida y designa a la iglesia de Cristo en el último período de la historia de esta Tierra. Al igual que un retazo de tela es el último pedazo de una pieza de tela, así la iglesia remanente es la última parte de la iglesia a través de las edades. Y así como el último pedazo, o retazo, de una pieza de tela es idéntico a la tela del principio de la pieza, así también la iglesia remanente es la misma verdadera iglesia que Dios ha tenido en el mundo desde el comienzo de los tiempos.
En el libro del Apocalipsis, el apóstol Juan menciona las siguientes características de la iglesia remanente (memorizar los textos y sus referencias):
a. Guarda los Mandamientos de Dios (Apoc. 12:17).
b. Tiene el testimonio de Jesús, es decir, el Espíritu de Profecía (Apoc. 12:17; 19:10).
c. Proclama el mensaje de los tres ángeles a cada nación, tribu, lengua y pueblo (Apoc. 14:6-11).
d. Llama la atención de la gente a la hora del juicio de Dios (Apoc. 14:7).
e. Anuncia que la Babilonia espiritual ha caído (Apoc. 14:8).
f. Previene, alerta, a hombres y a mujeres sobre los resultados de recibir la marca de la bestia (Apoc. 14:9-11).
g. Tiene la paciencia, o perseverancia, de los santos (Apoc. 14:12).
h. Tiene la fe de Jesús (Apoc. 14:12).
La iglesia remanente debe defender, contender y luchar “ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). O, como dice la Biblia de Jerusalén, “combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez y para siempre”. El apóstol nos exhorta “a defender con firmeza la verdad que Dios, una vez y por todas, dio a su pueblo para que la guardara inmutable a través de los años” (versión La Biblia al día). En otras palabras, la iglesia remanente debe continuar la obra de restauración iniciada por la Reforma protestante. Debe iniciar de nuevo la “Protesta”, aun entre los mismos protestantes, conduciendo a hombres y a mujeres a protestar en contra de la sustitución de la verdad bíblica por la tradición de los hombres. Debe proclamar la reforma anunciada y bosquejada en la Palabra de Dios, para que la gente pueda caminar a la luz de la Palabra de Dios, en vez de hacerlo a la luz de las enseñanzas de los hombres.
Dios, en su designio, ordenó, o suscitó, un movimiento que precisamente antes de la segunda venida de Jesús predicaría el evangelio eterno y el mensaje de los tres ángeles en todo el mundo. Así como Juan el Bautista fue el heraldo, o precursor, del primer advenimiento de Cristo, así la iglesia remanente debía ser, según planes trazados por Dios, el heraldo de su Segundo Advenimiento. Las Escrituras dicen que “hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan” (Juan 1:6), a quien Dios envió como testigo de que Jesús era la luz verdadera. La Biblia además dice que habría una iglesia remanente enviada también por Dios.
Las enseñanzas de la Iglesia Adventista armonizan con las de la iglesia cristiana a través de los siglos. A medida que estudies la Biblia, descubrirás que verdades tales como la salvación por la gracia a través de la fe, el Juicio, la santidad del sábado, o séptimo día de la semana, el bautismo por inmersión, el diezmo, el don de profecía, el Segundo Advenimiento, el estado inconsciente del hombre durante la muerte, la separación del mundo, por mencionar solo algunas, fueron todas ellas enseñanzas sostenidas por la iglesia en otras épocas. El mismo Señor Jesús, que es nuestro ejemplo supremo, fue bautizado por inmersión, guardó el sábado como día de reposo, enseñó la santidad del matrimonio y la responsabilidad de devolver el diezmo, y alertó a los hombres acerca del Juicio venidero. Todas estas son enseñanzas de la Iglesia Adventista en nuestros días.
El Señor tiene ovejas en todas las religiones. Esas ovejas son aquellas personas que caminan y viven a la luz de su Palabra, a medida que la comprenden. Cuando el corazón honesto comprenda el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14, lo obedecerá. Juan dice que llegará el día cuando aquellas ovejas que están todavía dentro de la Babilonia espiritual saldrán de ella (Apoc. 18:4). Dios quiere que sus ovejas se unan a la iglesia remanente, para que puedan llegar a ser testigos de la verdad y que estén listos y esperando la venida de Jesús.
Tú tienes el privilegio de ser miembro de la iglesia remanente. Tienes mucha luz, y por eso Dios te ha dado la responsabilidad de vivir bajo esa luz. En los siguientes capítulos, presentaremos un bosquejo de la historia de la iglesia remanente. A medida que avancemos, sentirás que Dios ha estado guiando a la organización y las actividades de la iglesia remanente. Decídete hoy a ser, por la gracia de Dios, un verdadero representante de esta iglesia, un representante que honestamente pueda cantar: “Dame la fe de mi Jesús, / es mi oración, oh buen Señor, / la fe que al alma da la paz, / la fe que salva del temor; / fe de los santos galardón, / gloriosa fe de salvación” (Himnario Adventista, Nº 371).
Capítulo 2
Heraldos del mensaje del Segundo Advenimiento (1755-1843)
A. Tres señales espectaculares
Tres señales naturales, ocurridas en el mundo natural en 1755, 1780 y 1833, indicaron, señalaron y apuntaron dramáticamente hacia la segunda venida del Señor.
La primera se conoce como el sorprendente “terremoto de Lisboa”, por haber tenido allí su epicentro, aunque afectó grandes zonas de Europa y África. Se sintió tan al norte como Suecia y Noruega, y tan al oeste como Groenlandia, América del Norte y las Antillas. En total, abarcó una región de casi 7 millones de kilómetros cuadrados. Muchas personas corrían de un lado para el otro, gritando: “¡Llegó el fin del mundo! ¡Llegó el fin del mundo!” El terremoto del 1º de noviembre de 1755 cumplió la profecía de la apertura del sexto sello, registrada en Apocalipsis 6:12 y 13.
Veinticinco años después de este terremoto, se oscureció el sol, como cumplimiento de otra extraordinaria señal. Jesús había predicho este suceso en el Monte de las Olivas, cuando prenunció a sus discípulos: “Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor” (Mar. 13:24). El período profético de 1.260 años, al que Jesús hizo referencia al decir “en aquellos días”, terminó en 1798; pero la persecución, tal como la profecía lo predijo, fue acortada como resultado de la Reforma protestante. Esto sucedió por medio de un decreto de la emperatriz María Teresa, y las Actas de Tolerancia de 1773 a 1776. Por tanto, de acuerdo con la profecía, el oscurecimiento del sol tendría que suceder después de estas fechas y antes de que terminaran los 1.260 años en 1798. Y, efectivamente, ese fenómeno ocurrió el 19 de mayo de 1780, y quedó registrado en la historia como “el día oscuro”.
Los periódicos de ese día relatan las circunstancias extrañas del evento, que ocurrió en los Estados del nordeste de Norteamérica. Un año más tarde, Noé Webster escribiría: “Jamás se dio una razón satisfactoria para explicar la causa de ese oscurecimiento”. Quienes describen la oscuridad de la noche de ese día, noche de luna llena, dijeron que “si cada cuerpo luminoso del universo hubiese sido eliminado de su existencia, ni aun así la oscuridad podría haber sido tan completa”. Un médico que visitaba a sus pacientes cuando ocurrió el fenómeno, dijo que no podía ver el pañuelo blanco colocado ante sus ojos. La oscuridad era tan densa que parecía poder palparse.
Este fenómeno tuvo un efecto solemne sobre los hombres, las mujeres y los niños. Las iglesias abrieron sus puertas para realizar reuniones de oración, ya que la gente creía que había llegado el día del Juicio final. Luego de la medianoche, la oscuridad desapareció, y apareció la luna llena con apariencia de sangre.
Jesús predijo, también, una gran caída de las estrellas. Esa fue otra de las señales en el reino atmosférico, o cielos, para que todos pudieran observarla. De acuerdo con lo que dice Juan en el Apocalipsis, las estrellas caerían del cielo en todas direcciones, “como la higuera deja caer sus higos” (Apoc. 6:13). Este suceso tuvo lugar el 13 de noviembre de 1833 (en el hemisferio occidental, y se repitió pocos días después, el 25 de noviembre, sobre Europa), apenas dos años después de que Guillermo Miller comenzara a predicar la inminencia de la segunda venida del Señor Jesús.
Estas lluvias de meteoritos, “cuya semejanza no encuentra parangón ni fue registrada en los anales de los relatos históricos”, también fueron consignadas por los diarios locales. La primera fue descrita como “torrentes de fuego que descendían del cielo”, y “caían tan espesamente como flecos de nieve en una tempestad de nieve”. La segunda fue reseñada “como lluvia de fuego.... tornando la noche tan clara que las personas pensaban que las casas cercanas estaban en llamas. Los caballos, asustados, corrían y se caían al suelo. Hubo escenas de histeria y mucho miedo”.
Estas tres espectaculares señales en el mundo natural, o fenómenos atmosféricos, ocurrieron por la voluntad divina, con el propósito de llamar la atención de hombres y mujeres a la verdad de la proximidad del fin del mundo. Estas señales dieron un gran empuje a la predicación de las doctrinas adventistas.
B. Tres ángeles singulares
Cuando el reloj de Dios señaló la hora de dar el último mensaje de advertencia a un mundo que perecía, se descubrió que ese hecho histórico estaba profetizado y simbolizado por tres ángeles poderosos. Dios podría haber enviado a la Tierra, para proclamar el mensaje desde las cimas de las montañas, a seres celestiales en persona, rodeados de un deslumbrante resplandor. Pero ese no era su plan. Esos ángeles son símbolo de hombres, de mensajeros. A los miembros de la iglesia de Dios en nuestros días se les ha confiado pregonar el mensaje de estos tres ángeles, y el Espíritu Santo les da el poder para proclamarlo al mundo.
Estos tres mensajes contienen, en sí mismos, muchas doctrinas, pero pueden resumirse de la siguiente manera:
1. El mensaje del primer ángel pide a los hombres que sean leales a Dios, el Creador de los cielos y de la Tierra; y los alerta, o previene, de que la hora del Juicio ha comenzado.
2. El mensaje del segundo ángel declara que la Babilonia espiritual ha caído.
3. El mensaje del tercer ángel advierte a los hombres y las mujeres, que viven en la época de la iglesia remanente, en contra del peligro de recibir la marca de la bestia.
Los libros proféticos de Daniel y Apocalipsis tienen un significado especial para el último período de la historia del mundo, y quienes viven hoy hacen bien en estudiarlos detenidamente. Los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14 resumen algunas de las enseñanzas especiales de ambos libros. Esas enseñanzas, o doctrinas, deben ser proclamadas por los miembros de la iglesia remanente, para que quienes viven en estos últimos días puedan decidirse por la verdad, en vez de ser atrapados en las trampas de la tradición.
C. Embajadores adventistas en América del Norte
1. Guillermo Miller (1782-1849)
Fue el predicador más destacado de la doctrina de la segunda venida de Cristo durante la primera mitad del siglo XIX. Debido a que era el mayor de 16 hermanos, no pudo recibir una buena educación académica; pero su deseo por adquirir conocimiento lo llevó a estudiar por sí mismo y convertirse en un autodidacta. Con el tiempo, y debido a su relación con incrédulos en los círculos políticos, llegó a ser deísta, aunque no estaba totalmente persuadido de esa posición y todavía tenía cierta fe en la Biblia. Luego, de forma casi milagrosa, pasó del deísmo a una fe total en Dios y en la Biblia, lo que hizo que sus amigos deístas lo desafiaran en cuanto a su incuestionable fe en la Biblia. Con el fin de vindicar su nueva fe, se dedicó a estudiar cuidadosamente la Biblia durante varios años. En ese proceso, llegó a sentir la convicción de la cercanía del advenimiento del Señor.
Sus estudios se extendieron intensivamente desde 1816 hasta 1831, y cuanto más estudiaba, más se convencía de que debía compartir con los demás sus notables e importantes descubrimientos. A los cincuenta años, y sin preparación en el arte de hablar en público, resistía el impulso de contar a otros lo que había descubierto y aprendido. Sin embargo, y como una forma de aliviar su carga, prometió a Dios que predicaría si le ofrecían la oportunidad de hacerlo. Un sábado de mañana, en el mes de agosto de 1831, mientras estudiaba la Biblia en su finca situada cerca del límite entre Nueva York y Vermont, llegó su sobrino, Irving Guilford, con el mensaje de que el pastor bautista de su pueblo (Poultney, en Vermont) no estaría ese domingo, y que su padre lo enviaba para invitarlo a que fuera y predicase en el culto sobre el tema del Segundo Advenimiento.
Desde entonces, Guillermo Miller predicó ininterrumpidamente en las comarcas rurales cercanas a su casa. La gente iba a escucharlo desde todos los distritos, y le llovían invitaciones para predicar. Predicaba acerca de las señales de la Segunda Venida: mencionaba la señal, ya cumplida, del día oscuro del 19 de mayo de 1780, y su mensaje fue respaldado por la caída de estrellas del 13 de noviembre de 1833. Su amistad con Josué V. Himes, de Boston, hizo que le llegaran invitaciones para predicar también en las ciudades. Comenzó predicando en Nueva York, en 1840, y continuó en otras importantes ciudades, estimándose que unas cien mil personas aceptaron sus enseñanzas.
Miller había estudiado la profecía de los 2.300 días de los capítulos 8 y 9 de Daniel, y estaba convencido de que la purificación del Santuario era la purificación de la Tierra por medio del fuego, en ocasión de la segunda venida de Cristo. Aunque predicaba mucho acerca de la Segunda Venida, no aceptó fijar una fecha determinada hasta fines de 1844, aunque en enero de 1843 había dicho que Cristo vendría en algún momento entre marzo de 1843 y marzo de 1844.
Cuando Guillermo Miller y otros comenzaron a predicar el mensaje de las profecías, los dirigentes de las iglesias protestantes se disgustaron. A partir de la última parte de 1843 y durante 1844, muchos de aquellos que creyeron en el mensaje del pronto advenimiento del Señor en gloria y majestad fueron expulsados o borrados de las iglesias a las que pertenecían, amaban y querían ayudar. Entre quienes fueron desfraternizados, se encontraba Roberto Harmon (padre de la que luego sería Elena de White) y su familia. La oposición a los que aceptaban este mensaje se fue haciendo cada vez más fuerte, y en 1844 era ya evidente que las iglesias protestantes habían rechazado el mensaje del primer ángel, tal como había sido proclamado por los predicadores adventistas.
Aunque 1843 y 1844 pasaron y Jesús no vino, la fe de Guillermo Miller no se resintió. Continuó predicando la verdad de la Segunda Venida hasta finalizar su ministerio público en 1845, y falleció en 1849. Durante toda su vida, Miller fue un líder en la obra de Dios y un agudo estudiante de la Biblia; sin embargo, no alcanzó a vislumbrar la verdad de la santidad del sábado.
En diez años, Guillermo Miller predicó más de tres mil veces, en unos mil lugares diferentes. En 1848, el veterano obrero quedó ciego, y al año siguiente murió, confiando en la esperanza del pronto regreso del Salvador. Recibió poca retribución monetaria por sus labores, pero su nombre está ligado inseparablemente al movimiento adventista; fue el líder del movimiento del cual hoy nosotros formamos parte.
A fines de 1842 dio a conocer al mundo su credo, que en su mayor parte representaba la fe de todos los creyentes adventistas. Así estableció sus convicciones:
“(1) Creo que Jesucristo volverá de nuevo a esta Tierra.
“(2) Creo que vendrá en la gloria de su Padre.
“(3) Creo que vendrá en las nubes de los cielos.
“(4) Creo que entonces recibirá su Reino; Reino que será eterno.
“(5) Creo que los santos poseerán entonces el Reino para siempre.
“(6) Creo que, en ocasión de la segunda venida de Cristo, el cuerpo de cada santo fallecido resucitará así como resucitó el glorioso cuerpo de Cristo.
“(7) Creo que los cuerpos de los justos que vivan en la Tierra cuando él venga, serán transformados de mortales a inmortales, y juntamente con los justos fallecidos que resucitaron, serán arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire, y estarán para siempre con el Señor.
“(8) Creo que entonces los santos serán presentados a Dios sin ninguna falta, mancha, ni arruga, en amor.
“(9) Creo que cuando Cristo regrese, vendrá para terminar con la controversia de Sión, para liberarlos del poder del tentador, es decir, del demonio.
“(10) Creo que cuando Cristo venga destruirá los cuerpos de todos los impíos que estén vivos por medio del fuego, tal como destruyó a los impíos de la antigüedad por medio del agua, y que sus almas quedarán encerradas en el infierno hasta que resuciten para condenación.
“(11) Creo que luego de que la Tierra sea purificada por el fuego, Cristo y sus santos tomarán posesión de ella y morarán para siempre en ella.
“(12) Creo que Dios ha señalado el momento en que todas estas cosas sucederán.
“(13) Creo que Dios ha revelado cuándo será ese momento.
“(14) Creo que muchos que son profesores y predicadores nunca creerán o conocerán ese momento hasta que llegue.
“(15) Creo que los entendidos, los que brillan como las estrellas del firmamento (Dan. 12:3), conocerán el tiempo.
“(16) Creo que todos los que deseen comprender y estar preparados para su Venida, conocerán el tiempo. Y estoy completamente convencido de que en algún momento entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844, de acuerdo con el método judío de computar el tiempo, Cristo vendrá y llevará a todos sus santos con él; y que entonces recompensará a cada uno según sus obras” (Life of William Miller, pp. 170-173).
Guillermo Miller ha sido llamado apropiadamente “el lucero de la mañana del movimiento adventista”, porque:
a) Recomendó y encareció que se predicara el mensaje del primer ángel.
b) Proclamó el evangelio con tal vigor y fervor, que nuestra obra fue conocida durante algunos años como “milerismo”, y sus seguidores fueron llamados mileritas.
2. Josué V. Himes (1805-1895)
Es considerado el segundo más descollante predicador adventista en América del Norte. Nació en Rhode Island, y su padre quería que fuera ministro de la Iglesia Episcopal. Sin embargo, un gran desastre financiero obligó al padre a colocarlo como aprendiz en la casa de un ebanista. No obstante, su interés en la iglesia aumentó, y a los 22 años llegó a ser pastor de la Iglesia Cristiana.
Himes y Miller se conocieron en Exeter, New Hampshire, en 1839 (Miller tenía 57 años). Josué quedó tan impresionado con los sermones de Miller, que lo invitó a hablar en la iglesia que pastoreaba en Boston. Los dos hombres se convirtieron en compañeros, en la tarea de predicar la esperanza del adventismo en los Estados Unidos.
Después de escuchar a Miller, Himes lo confrontó con dos preguntas: “¿Cree usted en serio esta doctrina?” Miller le respondió: “Sí”. Himes preguntó de nuevo: “¿Qué está haciendo usted para esparcirla en todo el mundo?” Miller le aseguró que estaba haciendo todo lo que podía, dentro de sus limitadas posibilidades. Himes no le discutió, pero insistió en que el mensaje apenas era conocido en la nación; a lo que Miller replicó: “¿Qué puede hacer un viejo campesino como yo? Nunca había hablado antes en público. Estoy solo. Aunque trabajé mucho y vi a muchas personas convertidas a Dios y a la verdad, aun así nadie parece haber captado el objetivo y el espíritu de mi misión, hasta el punto de serme una ayuda eficaz. Los pastores quieren que yo predique y que confirme sus iglesias; pero allí termina todo, en la mayoría de los casos. He estado buscando ayuda. Necesito ayuda”.
Para Josué Himes, que ya había aceptado los puntos de vista de Miller, había solo una cosa que hacer. Él respondió: “Me pongo a mí mismo, y pongo a mi familia, a la sociedad y mi reputación, todo, en el altar de Dios para ayudarlo con todas mis facultades, hasta el fin”.
Josué V. Himes comenzó a publicar en 1840, en Boston, la primera revista del movimiento, que tituló Sings of the Times (Señales de los tiempos). Posteriormente aparecieron otras, entre ellas, The Midnight Cry (El Clamor de Medianoche), editada en Nueva York (1842), que llegó a tener una tirada diaria de diez mil ejemplares durante sus primeras cuatro semanas, para pasar luego a una edición semanal. Las reuniones campestres, a las que asistían miles de personas, fueron un importante elemento en la propagación del mensaje.
Himes tenía un carácter extraordinario; era un líder notable, y fue el verdadero promotor y organizador del movimiento milerita. Su contribución al editar la primera revista del movimiento de la Segunda Venida permitió proclamar el mensaje del advenimiento en los Estados Unidos. Su trayectoria después de 1850 no es relevante para lo fines de este manual, porque después del chasco no se unió al grupo de los adventistas del séptimo día, aunque quedó esperando el regreso de Cristo durante toda su larga vida. Murió en 1895.
3. Josías Litch
Durante el tiempo de la predicación de Miller, más de doscientos inistros y quinientos disertantes se unirían a él en la predicación del mensaje del advenimiento. Josías Litch fue uno de los primeros ministros protestantes que aceptó dicho mensaje y lo predicó. Se convirtió al cristianismo a los 17 años, uniéndose a la Iglesia Metodista, de la cual llegó a ser pastor. Al comenzar, en 1838, a leer un libro escrito por Guillermo Miller, le surgieron dudas en cuanto a sus enseñanzas, y pensó que en pocos minutos descubriría sus errores. Pero, tal como luego confesó, “antes de terminar de leerlo me sentí satisfecho, porque los argumentos eran tan claros y bíblicos que era imposible rechazar la posición que el señor Miller había logrado establecer”.
Al principio, tuvo una tremenda lucha para hacer lo que sabía que era correcto, pero poco después se unió valientemente a los predicadores del advenimiento. Publicó un folleto de 48 páginas sobre la Segunda Venida, y colaboró con Miller y Himes predicando en las campañas de evangelización. Colaboró, también, en el staff editorial de la revista adventista Signs of the Times.
4. Carlos Fitch
Pastor de la Iglesia Congregacionalista de Boston, se convenció en 1838 de las creencias adventistas, mediante le lectura del libro de las conferencias de Guillermo Miller. Aunque vaciló durante tres años, finalmente se decidió y empezó a predicar el mensaje del advenimiento.
Contribuyó de cuatro maneras a proclamar dicho mensaje en los Estados Unidos. Como:
a. Predicador. Fue un orador muy popular, y su tema central era: “Prepárate para encontrarte con tu Dios”. Entre los pastores adventistas de aquel tiempo, quizá no hubo ninguno que fuese más querido que Carlos Fitch. Era un predicador persuasivo, con una sonrisa que desarmaba.
b. Escritor. Publicó la revista The Second Advent of Christ (El Segundo Advenimiento de Cristo), que llegó a tener amplia circulación. Por medio de ella, muchos que no podían asistir a sus reuniones recibieron la verdad.
c. Compositor de himnos. Como autor, su intenso amor por el mensaje adventista se refleja en sus himnos.
d. Dibujante. Impresionado por Habacuc 2:2, se sintió inducido a diseñar los carteles proféticos que fueron de tanta ayuda para dar el mensaje en aquellos tiempos (1842 en adelante). De esta manera, introdujo el concepto de lo audiovisual en la evangelización pública.
Los dos incidentes que siguen revelan la sinceridad y el vigor de Ficth en la predicación del mensaje de un Salvador próximo a venir:
Cierta vez, cuando pidió que pasaran al frente los pecadores penitentes, un hombre grande y torpe bajó de la galería, tropezó y casi se cayó, antes de llegar. La congregación comenzó a reír, pero Fitch exclamó: “¡No te aflijas, hermano! Es mejor entrar tropezando al cielo, que caminar derecho al infierno”. Las risas cesaron enseguida.
El 14 de octubre de 1844, volviendo de haber bautizado a un grupo de personas en el lago, se encontró con otros que querían ser bautizados. Al regresar de este segundo bautismo, se encontró con un tercer grupo, a los que también bautizó. Como consecuencia del frío, tuvo un resfrío que se convirtió en neumonía, y murió poco después, solo unos pocos días antes del 22 de octubre, fecha acerca de la cual había predicado tan fervientemente.
5. Jorge Storrs, Silvestre Bliss, S. S. Snow y muchos otros
Storrs y Bliss fueron destacados dirigentes mileritas. Bliss es recordado por sus memorias acerca de Guillermo Miller (escritas en 1853) y por su asociación con Josué Himes. También formó parte del staff editorial de Sings of the Times.
Snow, otro líder milerita, fue el primero que estableció que los 2.300 años de la profecía de Daniel 8:14 terminaban en el otoño del hemisferio norte del año 1844, en lugar de en la primavera, como se creía hasta entonces.
Jaime White, por entonces de 21 años, también realizó campañas evangelizadoras, viajando a caballo en pleno invierno, e informó a sus autoridades de más de mil conversos en tres meses de predicación.