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D. Embajadores del mensaje del Advenimiento en otros países

El movimiento del advenimiento comenzó al mismo tiempo en el continente europeo y en el americano, a medida que hombres de Dios eran inducidos a estudiar las profecías bíblicas. Fue providencial que diferentes cristianos, en diversos países, estudiaran independientemente unos de otros las Escrituras y llegaran al convencimiento de que Jesús vendría pronto. Mencionaremos algunos de los hombres que predicaron el mensaje en Europa y otros continentes.

1. José Wolff

Al mismo tiempo que, en los Estados Unidos, Guillermo Miller estudiaba las profecías y sentía que debía predicar el mensaje del primer ángel, José Wolff lo hacía en Europa. Entre 1821 y 1845 viajó por el África, Siria, Persia, la India, la isla de Santa Elena y lo Estados Unidos, donde, en 1837, predicó en Nueva York y muchas otras grandes ciudades.

Considerado un estudioso de los idiomas y el misionero ambulante más notable del mundo, llegó a ser conocido como “el misionero universal”. Nació en Alemania, y era hijo de un rabino judío. A los once años dejó la casa de su padre y salió a recorrer el mundo, para educarse por sí mismo y escoger su religión y su profesión. Se unió a la Iglesia Católica y fue a estudiar a Roma. Pero en aquella iglesia no podían tolerar sus ideas, y pronto fue despedido.

Hablaba catorce idiomas, lo que le facilitó el contacto con gobernantes de muchos países. Sus viajes por el Asia y el África implicaron muchos peligros y escapadas milagrosas. Fue golpeado, le hicieron pasar hambre, lo vendieron como esclavo, y tres veces fue condenado a muerte. Pero, a pesar de todas esas vicisitudes y de muchas enfermedades, Biblia en mano anunció a muchas razas el próximo Reino del Mesías. Fue un gran predicador del Segundo Advenimiento, y aprovechó cada oportunidad para dar el mensaje del Juicio inminente, llamando a hombres y a mujeres al arrepentimiento.

2. Juan A. Bengel

Ministro luterano que a principios del siglo XVIII enseñó en Alemania la verdad de la pronta venida de Jesús, antes de que aparecieran Wolff o Miller. Creía en la libertad de conciencia, y preparó a jóvenes para el ministerio. Falleció en 1752, pero sus escritos lo sobrevivieron, y gracias a ellos ejerció una gran influencia en cuanto a la segunda venida de Jesús, no solamente en Alemania sino también en Rusia. Se dijo de él: “Probablemente ningún otro teólogo continental hizo tanto como él para llamar la atención a las porciones proféticas de la Biblia, en especial las que se relacionan con la segunda venida de Cristo”.

3. Eduardo Irving

Fue un destacado predicador adventista en las Islas Británicas. Poco después de llegar a ser pastor de la iglesia de Escocia (completó sus estudios superiores a los 17 años), empezó a estudiar las profecías y prestó especial atención a las señales de la Segunda Venida. Su estatura (1,95 m) y elocuencia atraían a las clases privilegiadas, incluyendo a un primer ministro. Las iglesias estaban tan llenas, que el ingreso a sus disertaciones debía ser adquirido con seis semanas de antelación. Un clérigo de París, que lo escuchó predicar, le envió una copia del libro de Lacunza: La venida del Mesías en gloria y majestad. Irving (que aprendió castellano para poder leerlo, y luego traducirlo al inglés) se sintió cautivado por el mensaje de la pronta venida y continuó predicándolo con fervor. Fue participante clave en las conferencias de Albury, organizadas por Enrique Drummond.

4. Enrique Drummond

Banquero inglés y miembro del Parlamento, dedicó su vida al servicio cristiano. Durante años, ocupó parte de su tiempo en dictar anualmente una serie de cinco conferencias proféticas, donde se estudiaban los libros de Daniel y Apocalipsis. A ellas asistían unos veinte ministros de distintas confesiones religiosas, entre ellos, José Wolff. Estas conferencias proféticas añadieron gran interés a la predicación del mensaje del primer ángel tanto en Inglaterra como en otras partes del mundo. Sobre esto, Irving escribió: “Estábamos muy imbuidos por el único Espíritu de verdad y amor; era como si hubiésemos encontrado el camino de la armonía y la coincidencia en los puntos principales en todas esas cuestiones”.

5. Roberto Winter

Escuchó el mensaje del Segundo Advenimiento al asistir a unas reuniones campestres durante su visita a los Estados Unidos. En 1842 regresó a Inglaterra, donde se dedicó de corazón a predicar la inminencia del Advenimiento. En sus frecuentes cartas a sus amigos de los Estados Unidos, les contaba de sus progresos. En una de ellas, decía: “Predico en las calles con el diagrama profético sujeto a una vara... Nuestros libros vuelan, y están produciendo una gran conmoción en esta enorme ciudad”. Dios bendijo sus humildes esfuerzos con el bautismo de varios miles de conversos.

6. Horacio Bonar y Jorge Müller

Entre los predicadores del mensaje del Advenimiento en Inglaterra, también se encontraban Bonar, el bien conocido autor de himnos, y Müller, director del famoso orfanato de Bristol.

7. Los niños predicadores

Además, Dios usó a los niños para predicar la inminencia de la segunda venida de Cristo, especialmente en Suecia, que es un país confesional donde solo podían predicar los ministros de la iglesia oficial. Sin embargo, ocurrió que cuando a principios de 1840 llegó a Suecia el mensaje del Advenimiento, los clérigos de la iglesia oficial se negaron a predicarlo. Entonces Dios suscitó a niños y a jóvenes, algunos de los cuales todavía no sabían leer, para predicar el mensaje de la hora del Juicio y las profecías concernientes al regreso de Jesús.

Las autoridades hicieron todo lo posible para impedir que los jóvenes siguieran predicando, pero no pudieron. Los acusaron de estar locos y de padecer enfermedades físicas, pero todo fue inútil. Arrestaron a muchos, y algunos hasta fueron castigados físicamente; pero todo fue inútil. Dos de los niños predicadores, Ole Boquist y Erik Walbon, defendieron su fe en la Biblia, y finalmente fueron puestos en libertad por orden del rey. Continuaron predicando del advenimiento hasta 1844.

8. Manuel Lacunza

Sacerdote jesuita, llamó la atención a las profecías de Daniel y Apocalipsis. Nació en Chile, pero cuando se decretó la expulsión de los jesuitas de las colonias españolas se exilió primero en España y después en Italia. No se sentía satisfecho con la interpretación católica de las profecías, de modo que estudió por sí mismo la Biblia. Fue un extraordinario heraldo del Advenimiento dentro de la Iglesia Católica. Sus investigaciones lo llevaron a escribir un libro, que tituló: La venida del Mesías en gloria y majestad. Naturalmente, hubiera sido una imprudencia usar su verdadero nombre como autor del libro, de modo que lo publicó bajo el seudónimo de Juan Josafat Ben-Ezra, hebreo cristiano. A pesar de su laboriosa duplicación, ya que las copias eran hechas a mano, el libro circuló ampliamente y fue traducido al latín y al italiano, además de la edición en inglés hecha por Irving. De este modo, el libro de Lacunza se dio a conocer en Europa e influyó en los que lo leyeron, despertando en ellos el deseo de investigar más lo concerniente a la segunda venida de Cristo.

9. H. Heintzpeter

Director del Museo Real de Holanda y uno de los predicadores más capaces del país, se sintió impelido a estudiar el asunto del Advenimiento mediante un sueño, en el que vio que la venida de Cristo estaba cerca. Lo contó a varios de sus amigos, usando algunos textos bíblicos para probar su afirmación. Entre 1830 y 1842 escribió varios folletos bajo el título general de Un gran suceso mundial, en los cuales exponía sus ideas. Hasta 1842 ignoraba que hubiese otras personas que creyeran en la pronta venida de Cristo. El conocimiento de las doctrinas que predicaba Guillermo Miller no le llegó sino hasta doce años después de haber empezado a publicar dichos folletos.

10. Luis Gaussen

El libro El conflicto de los siglos, en las páginas 413 al 415, resume de manera interesante el trabajo de Gaussen, y dice que él proclamó el mensaje del primer ángel en Francia y Suiza. Natural de Ginebra, se interesó particularmente en estudiar las profecías cuando ya era pastor de una iglesia evangélica. Declaró que las profecías eran la clave de la historia mundial, y al estudiar en forma combinada la historia y las profecías se convenció de que el fin del mundo estaba cerca. Pero ¿cómo podía hacerlo público? Los pastores sostenían que no se podía comprender las profecías de Daniel, y sabía que no aceptarían su descubrimiento. Finalmente, decidió comenzar con los niños. Su plan tuvo éxito, porque las personas mayores acudían a sus conferencias por cientos; algunos, incluso de países extranjeros.

Posteriormente publicó sus lecciones, pero pronto surgió la reacción, y a pesar de ser uno de los predicadores más consagrados y amados en lengua francesa, fue suspendido por usar la Biblia, para enseñar a los jóvenes en lugar del catecismo de la iglesia. Pero siguió haciendo su labor como profesor de Teología.

11. Francisco Ramos Mejía

Vale la pena notar el impacto que el concepto de la Segunda Venida tuvo en otro país, la Argentina. Entre los diversos líderes de ese país que luchaban por la independencia, había varios que llegaron a ser héroes nacionales, y que también eran estudiantes y creyentes en el advenimiento. Ramos Mejía (que murió antes de que Miller comenzara su predicación) se había convencido de que el retorno de Cristo era inminente, y para él la Biblia, y no la tradición, era la regla de fe; la educación era de la mayor importancia (tanto, que fundó escuelas para los indios); los Diez Mandamientos eran la norma para los cristianos (él mismo guardaba el sábado); y estableció la relación correcta entre la fe y las obras.

Además, sería bueno mencionar a Manuel Belgrano, creador de la bandera nacional; a Domingo Sarmiento, que llegó a ser presidente de la Argentina; y a muchos otros.

Capítulo 3
Surgimiento de la iglesia remanente (1844-1852)
A. El mensaje del segundo ángel

“Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación” (Apoc. 14:8).

El mensaje del segundo ángel, mensaje que se uniría al del primero, no parece, a primera vista, tener relación con este. Pero en este capítulo descubriremos que los dos mensajes iban juntos, y que ambos fueron dados en el tiempo exacto, cuando los corazones de la gente los aceptarían. La obra que Dios había planeado hacer mediante estos dos mensajes fue hecha en forma efectiva. El mensaje del segundo ángel fue proclamado principalmente durante el período de “demora”, que se extendió entre marzo y octubre de 1844.

Guillermo Miller empezó su ministerio público en 1831. Alrededor de esa fecha, y también en otras partes del mundo, se escucharon muchas voces que proclamaban la venida de Cristo. Sin embargo, el punto focal de la enseñanza de la inminencia del Advenimiento estaba en el Estado de Nueva Inglaterra, en la esquina nordeste de los Estados Unidos. Al principio, y durante varios años, Guillermo Miller trabajó casi solo. Pero en 1839 y 1840, hombres de influencia y capacidad, como escritores y predicadores, aceptaron la enseñanza y se unieron a Miller en su dedicado evangelismo.

B. Los congresos bíblicos adventistas

Entre 1840 y 1842 se realizó en varias ciudades de Nueva Inglaterra una serie de reuniones, o congresos generales, de los que creían en el advenimiento. Al principio, Guillermo Miller no pudo asistir a esas reuniones. Pero una sola a la que asistió, realizada en su pueblo, lo indujo a unirse al ferviente grupo, formado por hombres cultos y preparados que se habían unido al movimiento, algunos a través de sus enseñanzas y otros, a través del estudio personal.

En esos congresos participaban unos doscientos conductores del movimiento, lo que unificó sus pensamientos y estimuló sus predicaciones. Muchos eran pastores de diversas iglesias, y representaban a la mayoría de las confesiones religiosas populares. Predicaban el mensaje del primer ángel desde los púlpitos de sus propias iglesias, en otras iglesias, en diversas reuniones públicas y en las célebres reuniones campestres. Circulaban muchas revistas sobre el Advenimiento, pero la que más se acercaba a lo que podríamos llamar un órgano oficial del grupo era Signs of the Times. Los asistentes habituales a estos congresos formaron una asociación de creyentes en el Advenimiento, sin que por eso dejaran en manera alguna de ser leales a sus propias confesiones, o congregaciones.

Las doctrinas que comúnmente discutían en esos congresos, y que después enseñaban a la gente, nos resultan familiares:

- La naturaleza o la manera de la venida de Cristo en las nubes de los cielos.

- Las señales de su venida, tales como el día oscuro, la lluvia de estrellas y las condiciones de desorden reinantes.

- Las profecías de Apocalipsis, terminando con los tres ayes y su confirmación, observada en la pérdida de la independencia del Imperio Otomano en 1840.

- Los 1.260 años de dominación papal, que culminaron en 1798, con la cautividad del Papa.

- Otras profecías relacionadas con el tiempo profético.

- Los 2.300 años de Daniel 8:14.

- La interpretación “premilenial” de la venida de Cristo “en algún momento de 1843”.

A pesar de la oposición ocasional, principalmente a la predicación de la enseñanza de la venida de Cristo antes del milenio, los mileritas predicaron y crecieron, manteniendo relaciones amigables con varias confesiones religiosas. Muchos infieles se convirtieron, y la venta de Biblias aumentó notablemente.

En el verano de 1843 del hemisferio norte, Carlos Fitch publicó un sermón que ya había presentado poco antes, en el que aplicaba los textos de Apocalipsis 14:8 y 18:2 al 4 tanto a las iglesias protestantes como a la Católica Romana. Sostenía que ambas ramas del cristianismo habían llegado a ser Babilonia, y que habían caído por haber rechazado los mensajes de la segunda venida de Cristo. Había buenos motivos para esta interpretación, puesto que en esa época muchas iglesias ya habían rechazado la predicación y a los que predicaban el Advenimiento.

En ese mismo verano, el grupo milerita ordenó ministros para predicar el mensaje de la inminente Segunda Venida, y en la revista Signs of the Times se aconsejó a los creyentes en el Advenimiento que se separaran de sus congregaciones. Al mismo tiempo, los dirigentes de las diversas iglesias pidieron a aquellos que simpatizaban con el movimiento milerita que abandonaran sus creencias en el premilenialismo (venida del Señor antes del milenio) o, de lo contrario, serían desfraternizados. Precisamente eso fue lo que pasó con la familia Harmon. Elena Harmon, posteriormente casada con Jaime White, recuerda la experiencia de su familia en el libro Primeros escritos, páginas 11 a 13. Y en el libro Life Sketches, páginas 50 a 53, donde cuenta también esa experiencia, concluye así el relato: “Al domingo siguiente, al principio de la festividad del amor, el anciano que presidía leyó nuestros nombres, siete en total, borrándolos de la lista de la iglesia”.

Cuando algunos de los predicadores del advenimiento comenzaron a aplicar el término “Babilonia” directamente a las iglesias que habían rechazado la doctrina de la hora del Juicio y el regreso de Jesús, entonces comenzó a proclamarse el mensaje del segundo ángel, uniéndose y combinándose con el del primer ángel. En Oswego, Nueva York, se publicó un folleto titulado Ha caído la gran Babilonia. Y en el verano de 1844, por lo menos cincuenta mil creyentes ya se habían separado de sus iglesias, para formar grupos aparte.

C. El clamor de medianoche

Guillermo Miller y otros estudiosos de las profecías trataron de determinar el momento del fin, o cumplimiento, de la profecía de los 2.300 días. Al principio, declararon que ocurriría “en algún momento durante 1843”. Luego, dieron como fecha límite el 21 de marzo de 1844, y después el 18 de abril de 1844, que correspondía al fin del año judaico de 1843. Pero la fecha pasó, sin que nada fuera de lo común sucediera.

Este fue el primer chasco, y significó un golpe duro para los creyentes. A esto le siguió un período de calma, el llamado “tiempo de espera” de la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25, tal como se interpretó más tarde dicha experiencia. Después de ese chasco, los investigadores volvieron a sus libros y descubrieron su error: según la profecía, los 2.300 años eran años completos, de modo que para que un suceso comenzado en algún momento del año 457 a.C. cumpliera la profecía, tendría que cumplirse en el mismo momento, pero de 1844, tal como ocurre con nuestra fecha de cumpleaños. Esto había sido mencionado un año antes, pero no le habían prestado mayor atención. De modo que ahora, en el verano de 1844, una nueva explosión de luz iluminó el movimiento adventista, llevándolo hasta su dramático clímax final en el mes de octubre.

En unas reuniones campestres celebradas en agosto de 1844 en New Hampshire, José Bates sintió que recibiría nueva luz. Invitó a Samuel S. Snow a presentar su tema sobre “el clamor de medianoche”. El hombre no solo predicó ese día, sino todos los días hasta que terminaron las reuniones. La gente estaba emocionada, porque la parábola de las diez vírgenes parecía aplicarse exactamente a ellos. El hermano Snow explicó que el pueblo adventista había esperado que el Señor viniera en la primavera de ese año, pero que se habían visto obligados a esperar, tal como ocurrió en la parábola. La profecía de los 2.300 años terminaría en la primavera de 1844, al finalizar el año judío 1843, si el decreto de Artajerjes se hubiera proclamado el primer día del año judío 457 a.C. Pero como el decreto no había sido publicado hasta el otoño de dicho año, la profecía no terminaría hasta el otoño de 1844. Además, un estudio más a fondo del Santuario y su servicio reveló que la purificación del Santuario tendría lugar el décimo día del séptimo mes hebreo, lo cual coincidía con la idea de que los 2.300 años terminarían en el otoño, porque precisamente el décimo día del séptimo mes del calendario hebreo caería ese año el 22 de octubre.

En la parábola de las diez vírgenes, el clamor “he aquí el esposo viene, salid a recibirle”, fue a la medianoche. Precisamente, el mensaje de Samuel Snow, dado a mediados del verano, parecía corresponder con el “clamor de medianoche”. La realidad de esta verdad prendió en los corazones de la gente que asistía a las reuniones campestres, y salió a proclamar a todo lo largo y lo ancho aquellas buenas nuevas. “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” El “clamor de medianoche” fue dado durante el “tiempo de tardanza”.

Los cincuenta mil creyentes en el inminente Advenimiento estaban tan impresionados con la realidad de que el Señor regresaría en ese entonces, que muchos dejaron de cultivar sus terrenos porque pensaban que el Señor vendría antes del tiempo de la próxima cosecha. Dedicaron todo su tiempo a proclamar el regreso del Señor.

D. El Gran Chasco

A medida que se acercaba el 22 de octubre de 1844, la tensión entre los adventistas aumentaba. Miles de personas estaban totalmente despreocupadas, u observaban los acontecimientos como meros espectadores. Muchos periódicos habían publicado reportajes sensacionalistas en cuanto a los mileritas, pero los reportajes serios y objetivos los describían como gente sincera y devota, seria y tranquila.

Entre los que creían en el Advenimiento, había varias clases de personas. Algunos se habían unido al movimiento por temor; otros rechazaban la exactitud de la fecha, como lo hizo el mismo Guillermo Miller hasta pocas semanas antes del 22 de octubre. Y también había creyentes honestos, la mayoría de los cuales aceptó la fecha y se preparó adecuadamente para encontrarse con Jesús.

Y llegó el día. Los adventistas se reunieron en salones de culto o en sus propias casas. Cantaban himnos o repasaban las evidencias de que el Señor vendría ese día. El día pasó y el sol se puso. Pero todavía seguían teniendo esperanza, porque “no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana” (Mar. 13:35). Finalmente, pasó la noche. Los ojos de los creyentes derramaban lágrimas mientras ofrecían oraciones. Estaban desconsolados, y se preguntaban unos a otros: “¿Habrán fallado las Escrituras?” El estudio diligente que realizaron posteriormente les revelaría que el tiempo del cumplimiento de la profecía era correcto, pero que el suceso que ocurriría había sido interpretado incorrectamente.

Hiram Edson dijo: “Hay un Dios en el cielo. Él se nos ha revelado en bendiciones, en perdón, en redención; y él no nos fallará. Pronto, en algún momento, este misterio será resuelto”.

Muchos mileritas se separaron del grupo tan pronto pasó el chasco, aunque un grupo importante se mantuvo unido durante varios años. Guillermo Miller murió en diciembre de 1849. Algunos de sus colaboradores siguieron fijando fechas durante varios años. Llegaron a ser los llamados “adventistas evangélicos”, que creían en el estado consciente de los muertos y en un infierno que arde eternamente. Gradualmente fueron declinando, hasta su extinción. Otro grupo, que creía en el estado inconsciente de los muertos, pero que seguía guardando el domingo, tomó el nombre de “Cristianos adventistas”; iglesia que todavía existe hoy.

La explosión del chasco produjo otros grupos con diferentes ideas, y algunos cayeron en el fanatismo. Nosotros nos interesaremos, principalmente, en el grupo que incluía a Hiram Edson, José Bates, Jaime White y Elena Harmon, quienes formaron el núcleo de la iglesia remanente. (Jaime White y Elena Harmon Gould se casaron el 30 de agosto de 1846).

Los que formaron parte de ese núcleo original de la iglesia remanente compartieron las amarguras y los sufrimientos del chasco con los demás creyentes. La mayoría de los que se habían reunido en la casa de la finca de Edson para esperar juntos al Señor, se fueron tristes a sus casas la mañana del 23 de octubre. Hiram Edson y algunos amigos íntimos fueron al granero, para tener una sesión de oración, lo cual les dio la seguridad de que el Señor les mostraría el camino.

Después de desayunar, Edson dijo a uno de sus amigos que se había quedado: “Vamos a consolar a los creyentes con esta certidumbre”. Los dos hombres salieron atravesando los maizales sembrados por Edson, y que todavía estaban sin cosechar. Iban meditando, pensando en el chasco. Al llegar aproximadamente al centro del maizal, Edson se detuvo. Le pareció ver el Santuario en el cielo y a Cristo como Sumo Sacerdote, pasando del Lugar Santo al Lugar Santísimo. Edson describió así su visión: “Vi en forma distinta y clara que, en lugar de que nuestro Sumo Sacerdote viniera desde el Lugar Santísimo del Santuario celestial a esta Tierra el décimo día del séptimo mes, al finalizar los 2.300 años, lo que hizo fue entrar por primera vez en el segundo departamento del Santuario; y que tenía una obra que realizar en el Lugar Santísimo antes de venir a esta Tierra”. Esta purificación del Santuario marcó el comienzo del Juicio investigador.

Su compañero, que había continuado atravesando el campo, al llegar a la cerca y ver que Edson no lo seguía, lo llamó: “Hermano Edson, ¿porqué se ha quedado ahí parado?”

Edson respondió: “El Señor estaba respondiendo a nuestra oración de esta mañana”; y alcanzando a su amigo le contó su nueva comprensión del asunto.

Esta experiencia en el maizal indujo a estos hombres, y a otros, a estudiar intensamente todo lo relacionado con los servicios que se realizaban en el Santuario dado a Israel, y el significado de la doctrina de los 2.300 días. Publicaron sus descubrimientos en las revistas adventistas, e Hiram Edson convocó a un congreso para finales de 1845.

Ahora estaba resuelto el misterio y las fechas, confirmadas. El mensaje del primer ángel continuó dándose como la verdad presente. Fue, y continúa siendo, una doctrina poderosa para convertir a los pecadores a Cristo en este tiempo del Juicio. El mensaje del segundo ángel tuvo su importancia y significado para el período que precedió al chasco, y tiene un significado adicional para el futuro.

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