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Cataratas

Teniendo en consideración su papel en la protección contra los daños por radicales libres, se puede predecir que la vitamina C previene las cataratas, una de las causas principales de disfunciones en la visión.44 Las cataratas se originan por varias razones, entre ellas la exposición continuada a la luz ultravioleta (UV) y a otras radiaciones ionizantes. También están asociadas con los altos niveles de glucosa de los diabéticos, y aumentan en frecuencia y gravedad con la edad. El primer efecto de las cataratas es el de desnaturalizar (deformar) ciertas proteínas llamadas cristalinas en la lente interna del ojo.

Las cataratas más graves están asociadas con niveles bajos de vitamina C en el ojo. Por lo tanto, no es de sorprender que un aumento de los niveles de ácido ascórbico en el plasma sanguíneo esté vinculado también con una disminución en la gravedad de las cataratas.45 Que el aumento de la ingesta de vitamina C esté asociado con una disminución de las cataratas figura en algunos estudios, pero no en todos ellos, presuntamente porque las dosis no eran lo bastante frecuentes como para aumentar de forma sistemática los niveles de la vitamina en sangre y ojos.46 Un ensayo clínico sobre los suplementos de antioxidantes – que abarcaba la vitamina C (500 mg), la vitamina E (400 UI) y el betacaroteno (15 mg)– en 4.629 adultos durante seis años no encontró efecto alguno en el desarrollo y progreso de las cataratas.47 Algunas de las razones posibles de esta carencia de efectos son que las dosis de vitamina C eran bajas y que a algunos de los participantes en el estudio se les suministraba cobre, que interactúa con la vitamina C, provocando la oxidación. Asimismo, el tipo de vitamina E que se utilizó era el dl-alfa-tocoferol sintético, que se usa a menudo en estudios pero que es menos biológicamente activa que la mezcla natural de tocotrienoles y tocoferoles.

Casi todas las enfermedades crónicas han sido relacionadas con una ingesta insuficiente de vitamina C en alguna etapa u otra. Las evidencias científicas disponibles son escasas y podría costar siglos establecer qué enfermedades crónicas están relacionadas con una carencia de ácido ascórbico. Entre tanto, la cantidad óptima de vitamina C es tema de debate continuo. Es hora de que los científicos médicos se den cuenta de que atacar y denigrar a la vitamina C y demás terapias nutricionales es algo que ya no puede tolerarse. Un planteamiento abierto y científico sobre la vitamina C y demás nutrientes podría ofrecer grandes beneficios a la humanidad.

Capítulo 2
Los pioneros en la investigación sobre la vitamina C

El punto de vista convencional sirve para protegernos del penoso trabajo de pensar.

John Kenneth Galbraith

«¡Cómete las frutas! ¡cómete las verduras! están llenas de cosas buenas», nos decían nuestras abuelas. El consejo era excelente, ya que esos alimentos contienen vitaminas esenciales, que junto con los minerales y los fitonutrientes contribuyen a prevenir las enfermedades y a mantenernos sanos. El consejo nutricional actual de consumir entre cinco y nueve raciones de frutas y verduras concuerda con el de nuestras abuelas, pero no reconoce los rápidos avances que la ciencia de la nutrición ha experimentado en las décadas recientes. Ahora podemos aislar e identificar las sustancias beneficiosas de los alimentos.

El descubrimiento de la vitamina C

Las primeras vitaminas se identificaron a principios del siglo xx. Christiaan Eijkman y su colaborador, Gerrit Grijns, habían demostrado que el salvado del arroz contiene pequeñas cantidades de una sustancia que previene enfermedades en las gallinas. Luego, en 1906, el bioquímico británico sir Frederick Hopkins alimentó ratas con leche artificial, hecha con proteínas, grasas, carbohidratos y sales minerales. Averiguó que las ratas no crecían como se esperaba; sin embargo, añadió un poco de leche de vaca a su dieta y eso les permitió desarrollarse rápidamente. Estaba claro que las ratas, para crecer, necesitaban alguna sustancia añadida a la leche.

En 1912, el doctor Hopkins y el bioquímico Casimir Funk propusieron que la ausencia de las cantidades suficientes de ciertas sustancias en los alimentos provoca enfermedades. Su «hipótesis de las vitaminas» proponía la existencia de cuatro vitaminas que proporcionan protección contra otras tantas enfermedades:

• La vitamina B1, que previene el beriberi.

• La vitamina B3, que previene la pelagra.

• La vitamina D, que previene el raquitismo.

• La vitamina C, que previene el escorbuto.

Los doctores Eijkman y Hopkins compartieron el Premio Nobel de Medicina de 1929 por el descubrimiento de que las vitaminas son esenciales para el mantenimiento de la salud.

Cuando se le dio el nombre vitamina C a la sustancia antiescorbuto, todos desconocían lo que era. Sabían que se encontraba en las frutas, porque pioneros como James Lind habían demostrado en el siglo xviii que los cítricos podían curar el escorbuto de los marineros. No obstante, para que la hipótesis de la vitamina C fuese correcta, tenía que haber una sustancia química específica en las frutas y verduras que previniese y curase el escorbuto. En 1928, el doctor Albert Szent-Györgyi, un bioquímico húngaro que trabajaba en Cambridge, aisló un fuerte antioxidante, un polvo blanco que se encontraba en frutas y verduras. Se dio cuenta de que había hallado la esquiva vitamina C, por lo que se le concedió el Premio Nobel de Medicina en 1937. El doctor Szent-Györgyi manifestó sistemáticamente que la gente podría necesitar ingestas de gramos de vitamina C para disfrutar de buena salud, pero su punto de vista no fue muy compartido.

Se había definido a las vitaminas como micronutrientes, y ese paradigma se aplicó también al ascorbato. Sin embargo, la idea de que el ascorbato era algo diferente y de que la gente necesitaría ingestas masivas de vitamina C ya existía cuando fue identificado y aislado por primera vez. Desde entonces los puntos de vista se han polarizado y los médicos que estudian nuestra necesidad de grandes ingestas de vitamina C han sido marginados. Durante décadas, médicos pioneros han investigado los efectos clínicos de las dosis masivas de ácido ascórbico. Sus informes sobre los notables beneficios clínicos han sido reproducidos muchas veces y sus contribuciones se han hecho parte de los fundamentos de la medicina ortomolecular.

Irwin Stone

El doctor Irwin Stone (1907–1984) fue uno de los primeros científicos que se dieron cuenta del potencial de la vitamina C. El doctor Stone era un químico industrial que empezó a considerar su uso como conservante de alimentos antes de que la sustancia cambiase su vida. Se había formado como bioquímico e ingeniero químico en Nueva York. De 1924 a 1934 trabajó en los Laboratorios Pease, al principio como ayudante de bacteriólogo, hasta que al final lo ascendieron a jefe químico.48 Siguió su carrera organizando y dirigiendo un primer laboratorio de bioquímica para la compañía Wallerstein. El doctor Stone utilizaba la vitamina C para evitar la oxidación de los alimentos, algo para lo que todavía se emplea. Obtuvo las primeras patentes sobre las aplicaciones industriales del ácido ascórbico como conservante y antioxidante alimentario, llegó a publicar más de ciento veinte artículos científicos y consiguió veintiséis patentes en los Estados Unidos.

Estaba convencido de que ingestas elevadas de vitamina C podrían ser muy beneficiosas para la salud. En la década de 1930, poco después de que estuviera disponible comercialmente por primera vez, el doctor Stone comenzó a suplementar su dieta con grandes cantidades de vitamina C. Propuso que los seres humanos habíamos heredado la característica genética de necesitar, pero no fabricar, el ácido ascórbico.49 Esta dependencia innata puede ser satisfecha por nuestras dietas, pero no de forma fácil.50 Según el doctor Stone, las recomendaciones actuales para la vitamina C son más de cien veces menores de lo que verdaderamente necesitamos, basándose en la cantidad producida endógenamente cada día por los demás mamíferos,51 y afirmó repetidamente que ignorar este hecho sería fatal.52

Un ejemplo supremo de enfermedad atribuida a la deficiencia de vitamina C es el síndrome de muerte súbita infantil (SMSI). Dos médicos australianos, los doctores Archie Kalokerinos y Glenn Dettman, demostraron que el SMSI puede ser una manifestación del escorbuto infantil. Las madres dependen únicamente de sus dietas para obtener la vitamina C, de modo que si estas dietas son deficitarias en ella, los niños nacen con un escorbuto crónico subclínico. Si estos médicos están en lo correcto, aumentar la ingesta de vitamina C de los niños prevendría el SMSI.53 El doctor Stone indica que unos diez mil niños al año mueren de SMSI innecesariamente. Por desgracia, el estamento médico, satisfecho con la idea de que el escorbuto es una enfermedad del pasado, ha hecho caso omiso de estas observaciones clínicas.

El trabajo del doctor Stone con la vitamina C continuó, y hacia el final de la década de 1950 había llegado a la conclusión de que el escorbuto estaba mucho más extendido de lo que se pensaba. Además, la vitamina C no tenía las esperadas propiedades de los micronutrientes, ya que el cuerpo necesita cantidades más elevadas.54 Desde su punto de vista, el ácido ascórbico no era una vitamina en absoluto, sino un agente dietético esencial que se necesitaba en cantidades mucho más altas que los micronutrientes.55 Los animales fabrican grandes cantidades de ácido ascórbico en sus hígados o en sus riñones. El doctor Stone creía que la gente necesita cantidades mucho mayores de vitamina C que las que recomienda el estamento médico.56

En abril de 1966 el doctor Stone conoció al doctor Linus Pauling y le habló de sus ideas sobre la vitamina C.57 Este último, que por entonces tenía entre sesenta y cinco y sesenta y seis años, dijo que le gustaría vivir otros veinticinco años, ya que la ciencia avanzaba rápidamente y desearía estar presente para seguir su desarrollo. El doctor Stone le sugirió que podría lograr ese objetivo tomando megadosis de vitamina C. El doctor Pauling, convencido por los argumentos, se embarcó en un régimen de dosis altas de vitamina C y consiguió vivir los veinticinco años que pedía y unos cuantos más.58

Por entonces el doctor Stone había reunido una gran colección de artículos sobre la vitamina C. Odiaba particularmente el término «vitamina C» y utilizaba sus nombres técnicos alternativos ácido ascórbico o ascorbato. Parece que acuñó la palabra «megavitamina» y que utilizaba «hipoascorbemia» para definir la deficiencia subclínica de vitamina C.59 Argumentaba que el escorbuto no era una enfermedad por deficiencia, sino un error metabólico. Después de jubilarse en 1971, dedicó el resto de su vida a estudiar y a concienciar a la gente de la necesidad de un consumo diario de varios gramos vitamina C.

En 1972, el doctor Stone publicó su trabajo de investigación y observación durante cincuenta años en su libro The Healing Factor: Vitamin C Against Disease. Esta obra contiene un relato condensado de sus eficaces tratamientos con vitamina C contra las infecciones (tanto bacterianas como víricas), las alergias, el asma, el envenenamiento, las úlceras, los efectos del tabaco y las enfermedades oculares, incluso el glaucoma. También describió el tratamiento para el cáncer, las enfermedades cardíacas, la diabetes, las fracturas, las enfermedades de la vejiga y de los riñones, el tétanos, la conmoción cerebral, las heridas y las complicaciones del embarazo. A pesar de que la Federación Sanitaria Nacional afirmó que este podría ser «el libro sobre la salud más importante jamás escrito», la medicina convencional lo ignoró casi totalmente.

La vitamina C le salvó la vida

Las elevadas dosis de vitamina C que tomaba el doctor Stone incluso podrían haberle salvado la vida. El ácido ascórbico y los demás antioxidantes pueden reducir el estrés asociado con los traumatismos.60 Para él, esta actividad de la vitamina C fue decisiva en su recuperación de un grave accidente de carretera. Así lo cuenta él mismo:

En las afueras de Rapid City, en Dakota del Sur, tuvimos un gravísimo accidente de automóvil cuando un borracho que conducía por el carril contrario de la carretera dirigió su coche a ciento treinta kilómetros por hora a una colisión frontal con el nuestro. Mi mujer y yo resultamos gravemente heridos, y la única razón por la que sobrevivimos fue el hecho de que durante décadas habíamos tomado regularmente megadosis diarias de ascorbato. No caímos nunca en la conmoción profunda que mata a muchas víctimas de accidentes, y yo fui capaz de verificar experimentalmente el gran poder curativo y el valor para la supervivencia del ascorbato, tomando entre 50 y 60 g diarios durante nuestra hospitalización… Pasé por cinco operaciones graves sin padecer choque quirúrgico alguno, y mis múltiples heridas óseas sanaron tan rápido que fuimos capaces de abandonar el hospital en menos de tres meses, de hacer un viaje de vuelta a casa en tren de más de tres mil kilómetros y de volver al trabajo de dirigir mi laboratorio dos meses después… Mi laringe resultó dañada porque un trozo del volante me ocasionó una profunda herida en la garganta y los médicos no tenían esperanzas de que volviera a hablar de nuevo. Con la ayuda de los megaascórbicos este problema se resolvió poco a poco y conseguí reanudar mi trabajo de hablar en público.61

Hay una cierta subestimación en el relato del doctor Stone. Su hijo Steve, abogado de patentes jubilado, añade que el automóvil de sus padres fue golpeado con tanta fuerza que todos los miembros de su padre estaban rotos, menos el brazo derecho, y que sufrió enormes heridas internas. El doctor Stone necesitó una traqueotomía de urgencia y para cuando llegó al hospital había perdido mucha sangre, pero aun así nunca entró en shock. Ambos estuvieron en el hospital desde mayo hasta agosto. En cuanto pudo comunicarse, el doctor Stone insistió en que le suministrasen suplementos de vitamina C y convenció a quienes le cuidaban de que esa fue la razón de que sobreviviera.62

Un pionero de las megavitaminas

Linus Pauling fue un devoto partidario del trabajo del doctor Stone, como lo fue el doctor Szent-Györgyi. En 1982 Stone escribió a Szent-Györgyi sobre un amigo de cuarenta y dos años de edad que tenía cáncer de próstata y había sido tratado con cirugía y radiación.63 Desgraciadamente, el cáncer se había extendido al hueso pélvico y al amigo le dijeron que solo le quedaba un año más de vida. Por suerte, el doctor Stone fue uno de los primeros investigadores en valorar que la vitamina C podría ser beneficiosa contra el cáncer, tanto para la prevención como para su tratamiento.64 Su carta proporciona un relato anecdótico del uso de dosis orales de vitamina C contra el cáncer:

Desde que comenzó a tomar 80 g al día en 1979, su salud ha sido excelente; asegura que se siente estupendamente la mayor parte del tiempo. Ha sido capaz de seguir trabajando todos los días y ha vivido una vida bastante normal todos los años que han pasado desde noviembre de 1978, cuando la medicina ortodoxa decía que ya estaría muerto.

A la vista parece más un atleta que un enfermo terminal de cáncer… ¡En las últimas semanas ha sido capaz de mejorar su bienestar aumentando su ingesta de ascorbato entre 130 y 150 g al día! Ha estado tomando cada hora dosis orales de 5 a 10 g de una mezcla de nueve partes de ascorbato sódico más una parte de ácido ascórbico disuelta en agua. [Las dosis ingeridas con esos intervalos tan cortos producirían un alto nivel sostenido de ascorbato en los tejidos, así como en la sangre (flujo dinámico).] Esas dosis son bien toleradas y, en lo que se refiere a la tolerancia intestinal, no ha tenido problema alguno de diarrea, excepto últimamente, cuando ha tenido que reducir la dosis de 150 g al día a 130 g.

Creo que su caso es una buena demostración clásica de que, si se suministra el suficiente ascorbato para contrarrestar plenamente todas las tensiones incidentales, el cáncer puede ser controlado. Si se administran grandes dosis lo bastante pronto en esta enfermedad, el cáncer ya no será un problema. Hasta ahora no nos habíamos dado cuenta de lo elevadas que tenían que ser esas dosis controladoras diarias.

El doctor Stone comprendió que es necesario suministrar dosis altas de vitamina C a intervalos cortos. Las dosis masivas descritas son típicas en aquellos que informan de éxitos en el tratamiento de la enfermedad.65 Contaba también que el médico del paciente realizó unos análisis de ascorbato que resultaron en los mayores niveles en sangre que hubiera visto nunca: ¡35 mg por ciento! La así llamada población normal tiene un promedio de 1 mg por ciento o menos, y el umbral renal es del 1,4 por ciento. El doctor Stone afirmó que «me gustaría ver un programa de ascorbato intensivo que se empezara en pacientes terminales de cáncer y utilizara dosis en los intervalos que se ha averiguado que mantienen el cáncer bajo control. Puesto que esos pacientes ‘‘terminales’’ ya han sido desahuciados por la medicina ortodoxa, no tienen nada que perder excepto su mala salud».

El nivel sanguíneo que describe el doctor Stone para el umbral renal (1,4 mg por ciento) corresponde a un nivel en sangre de unos 80 µM/L, que ha sido confirmado después por los resultados de los Institutos Nacionales de Salud.66 Este es el nivel de referencia mínimo que el cuerpo retiene para prevenir el escorbuto agudo.67 El nivel del 35 % corresponde a una cantidad veinticinco veces mayor (1.980 µM/L), mucho más elevada que los valores máximos que se declaran en personas sanas. El informe inicial del doctor Stone sobre los beneficios que reportan dosis de ascorbato de 80-150 g al día para un paciente de cáncer es sorprendente; su descubrimiento de niveles tan altos de ascorbato por dosis orales medido en sangre es asombroso.

En mayo de 1984, el doctor Stone se disponía a acudir a una reunión de la Sociedad Médica Ortomolecular y la Academia de Psiquiatría Ortomolecular en Los Ángeles, en la que iba a recibir el Premio Linus Pauling como distinción a sus logros. Desgraciadamente murió la noche anterior, muy probablemente de un ataque cardíaco. En sus setenta y siete años de inmensamente productiva vida, Irwin Stone, a partir del trabajo del doctor Szent-Györgyi, edificó los fundamentos teóricos y prácticos de la medicina ortomolecular. Como ocurre a menudo, se pasa por alto a tales pioneros y el doctor Stone murió unas pocas horas antes de recibir un poco del reconocimiento que merecía.

Frederick R. Klenner

El doctor Frederick R. Klenner (1907–1984) nació en Pensilvania y llevó a cabo sus estudios universitarios y su licenciatura en Biología en las universidades de St. Vincent y St. Francis. Consiguió su doctorado en Medicina en la Universidad Duke en 1936. Tres años después, a continuación de su época de residente médico hospitalario, comenzó su práctica privada en Reidsville, Carolina del Norte, donde vivió el resto de su vida.

En 1946, el doctor Klenner ayudó a traer al mundo a los cuatrillizos Fultz, los primeros cuatrillizos que sobrevivieron en los estados del sur de Estados Unidos. Antes del advenimiento de los fármacos para la fertilidad, este nacimiento fue lo bastante insólito como para que la Universal Pictures enviase un equipo de rodaje. El hospital Annie Penn, donde nacieron, tenía pocas instalaciones modernas y estaba mal equipado para los partos múltiples. En lugar de incubadora, el doctor Klenner utilizó mantas de gasa y puso a los niños juntos para que compartieran el calor corporal. Hay que decir que nacieron bajo un régimen alto en vitamina C, lo que pudo haber contribuido a su supervivencia. La madre, Ann Marie, era sordomuda, vivía en una granja de aparceros sin agua corriente y ya tenía otros seis hijos.

Siguiendo la tradición de los científicos médicos primitivos, el doctor Klenner experimentaba frecuentemente en sí mismo con grandes dosis de vitamina C. Su especialidad eran las afecciones del pecho, lo que le llevó a interesarse en el ácido ascórbico contra los virus. En 1948 publicó su primer artículo sobre la vitamina C y su uso en el tratamiento de enfermedades víricas. Justo un año después, presentó un artículo a la Asociación Médica Americana en el que detallaba la curación completa de seis pacientes de polio, para la que utilizó ascorbato sódico por vía intravenosa y suplementos por vía oral.

Las dosis de ascorbato del doctor Klenner eran masivas, de hasta 300 g al día. Publicó una serie de artículos que abarcaban el empleo de la vitamina C en el tratamiento de más de treinta enfermedades. Según él, los efectos de la vitamina C eran tan universales y llamativos que, cualquiera que fuera la enfermedad, la primera respuesta de los médicos debería ser suministrar vitamina C. El doctor Klenner se pasó cuarenta años utilizándola en el tratamiento de numerosas enfermedades graves, como la neumonía, el herpes, la mononucleosis, la hepatitis, la esclerosis múltiple, determinadas dolencias infantiles, las fiebres y la encefalitis. Los pacientes y los médicos ortodoxos se asombran a menudo cuando saben que prescribía 1.000 mg por kilo de peso al día.

Uno solamente puede especular sobre cuánto sufrimiento se podría haber evitado si los facultativos de la década de 1950 le hubieran escuchado. Sin embargo, el doctor Klenner inspiró a Linus Pauling y a Irwin Stone a desarrollar la investigación sobre los amplios beneficios de la vitamina C.

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47.Grupo de investigación de estudios de enfermedades oculares relacionadas con la edad. «Ensayo clínico aleatorio con control de placebo sobre las dosis altas de suplementos de vitaminas C y E y betacaroteno para las cataratas y pérdidas de visión relacionadas con la edad: informe AREDS número 9». Arch Ophthalmol 119: 10 (2001): 1439–1452.
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22 mart 2024
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9788478089970
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