Kitabı oku: «Cómo hicimos el 17 de octubre», sayfa 2

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4. Acaso el que expresa esa poética con las palabras justas es Raúl Scalabrini Ortiz. Recomendamos la lectura de su crónica del 17 de Octubre que acompaña el presente libro porque le pone palabras al mito.

5. Jauretche en su Manual de zonceras pintaba el falso cuadro de la colonización: “En la medida que las zonceras tienden a crearnos complejos de inferioridad para que no nos apartemos de la producción de materias primas alimenticias, estas zonceras son las destinadas a pintarnos con los más selectos colores de la paleta del destino que nos corresponde como coloniales. Bajo el signo de los ganados y las mieses, decorados con dioses helénicos y latinos, cestos y cornucopias, pámpanos, racimos, espigas, bifes, la pedagogía colonialista atiende a que no intentemos salir del sistema”.

6. Como lo hacen los políticos radicales como el diputado Ernesto Sanmartino.

7. Expresión que utiliza el dirigente socialista Américo Ghioldi.

8. “El kirchnerismo perturba, desacomoda, incomoda; desemprolija una historia que prolijamente iba cegando cualquier posibilidad de cambio. Bajo otra lógica, recobra aquella idea cookeana de lo maldito; rompe ese bloque bien ordenado del poder. El kirchnerismo introduce una febrilidad a la realidad, le sube la temperatura. Me interesa el kirchnerismo en la medida que perturba la buena conciencia argentina”, dice en una entrevista en Página/12.

EL SUBSUELO DE LA PATRIA SUBLEVADO

Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábitos de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de brea y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir. Los rostros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. Descendientes de meridionales europeos iban junto al rubio de trazos nórdicos y al trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún.

El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajíos con meandros improvisados sobre la arena, en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que ese río es el anticipo de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos de entusiasmo, que arribaban por la Avenida de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal…

Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hábito áspero en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y averías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora.

Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y el empleado de comercio. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el sustrato de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulo. Era el de nadie y el sin nada, en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por la misma verdad que una sola palabra traducía.

En las cosas humanas el número tiene una grandeza particular por sí mismo. En ese fenómeno majestuoso a que asistía, el hombre aislado es nadie, apenas algo más que un aterido grano de sombra que a sí mismo se sostiene y que el impalpable viento de las horas desparrama. Pero la multitud tiene un cuerpo y un ademán de siglos. Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río.

Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años, estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo.

Por inusitado ensalmo, junto a mí, yo mismo dentro, encarnado en una muchedumbre clamorosa de varios cientos de miles de almas, conglomeradas en un solo ser unívoco, aislado en sí mismo, rodeado por la animadversión de los soberbios de la fortuna, del poder, y del saber, enriquecido por las delegaciones impalpables del trabajo de las selvas, de los cañaverales, de las praderas, amalgamando designios adversarios, traduciendo en la firme línea de su voz conjunta su voluntad de grandeza, entrelazando en una sola aspiración simplificada la multivariedad de aspiraciones individuales, o consumiendo en la misma llama los cansancios y los desalientos personales, el espíritu de la tierra se erguía vibrando sobre la plaza de nuestras libertades, pleno en la confirmación de su existencia.

La sustancia del pueblo argentino, su quintaesencia de rudimentarismo estaba allí presente, afirmando su derecho a implantar por sí mismo la visión del mundo que le dicta su espíritu desnudo de tradiciones, de orgullos sanguíneos, de vanidades sociales, familiares o intelectuales. Estaba allí desnudo y solo, como la chispa de un suspiro: hijo transitorio de la tierra capaz de luminosa eternidad.

Raúl Scalabrini Ortiz

LOS FABULOSOS PERELMAN

Si bien el prologuista no necesita presentación, conviene recordar que tres años antes del suceso que comenta deslumbrado, sin empleo, desengañado de las posibilidades políticas nacionales, previendo el inminente retorno a la presidencia de Agustín P. Justo, (9) la reedición de lo peor de la Década Infame y la incorporación argentina a una nueva guerra entre los países imperialistas, Scalabrini se había trasladado a la región chaqueña contratado para realizar unas mensuras. (10)

Fue entonces que un día, al terminar una jornada de labor, se dirigió a un almacén de ramos generales, en el que encontró dos indios tobas.

—¿Cómo estando?— preguntó Scalabrini.

—Estando bien —respondieron—. Estando coronel Perón. Indio trabajando, patrón pagando.

Fue entonces que decidió regresar, seguro de que algo había empezado a cambiar en el país.

Pero si el prologuista no necesita presentación, sí le hace falta al prologado, un militante sindical y político olvidado, en ocasiones, hasta en el sindicato que fundó, y al que siguió perteneciendo a lo largo de toda su vida.

¿Quién era este integrante del subsuelo de la patria sublevado, autor de este libro?

Nacido en Odesa, el inmigrante judío Iahn Perelman, hombre de acción y tenaz militante comunista que casi no hablaba castellano, se desempeñaba como obrero en la gigantesca Tamet, la metalúrgica más importante de Sudamérica. Le habían tocado en suerte dos hijos muy rebeldes, el activo y encarador Ángel y el serio y reflexivo Adolfo, el intelectual de la familia, a quien en algún momento había echado de su casa debido a sus ideas.

Metalúrgico uno, textil el otro, ambos hermanos habían sido influidos por Liborio Justo, hijo del presidente Agustín P. Justo, que no estaba muy bien de la cabeza y con el alias de Quebracho apostrofaba al imperialismo norteamericano en las recepciones oficiales a Franklin Delano Roosevelt y se oponía públicamente al estalinismo, sumándose a las huestes del derrotado León Trotsky. Mientras, con el pseudónimo de Lobodón Garra, Liborio daba forma a textos costumbristas y conservacionistas, los hermanos Perelman también renegaban del Partido Comunista y colaboraban con el periódico Frente Obrero.

Frente Obrero, cuyo director era el casi adolescente Jorge Abelardo Ramos, hijo y nieto de anarquistas, meloneado en las ideas trotskistas por Adolfo Perelman, fungía de órgano del Partido Obrero Revolucionario Socialista (PORS), pequeño grupo de jóvenes activistas aglutinado en torno a Aurelio Narvaja.

Con el tiempo, atraído por la revolución boliviana, Adolfo viajará a La Paz, donde tendrá enorme influencia en el surgimiento de una izquierda nacional, hasta el punto de que el malogrado Sergio Almaraz, (11) que con justicia podría ser considerado el Scalabrini Ortiz de Bolivia, le dedicará su libro El poder y la caída, y será el inspirador de la primera fundición de estaño boliviana y redactor de la ley de nacionalización de la Gulf Oil Company en 1969. Dos de los discípulos de Adolfo serán Marcelo Quiroga Santa Cruz, (12) asesinado en 1980 por un grupo de militares argentinos durante el sangriento golpe de los narcotraficantes Luis García Meza (13) y Luis Arce Gómez, (14) y Andrés Solís Rada, (15) ministro de Hidrocarburos de Evo Morales.

Pero estamos en 1942, en el transcurso de una huelga metalúrgica declarada por una asamblea el 26 de junio, que a inicios de julio la dirección del SOIM (Sindicato de Obreros de la Industria Metalúrgica) en manos del Partido Comunista, decide levantar con el argumento de que los obreros le estarían “haciendo el juego a los nazis”. Ese es el momento en que el joven Ángel Perelman adquiere notoriedad, al volcar a favor de continuar la medida de fuerza a la asamblea de trabajadores de la Compañía Argentina de Talleres Industriales del Transporte y Afines (CATITA), una enorme metalúrgica de más de 3000 obreros. Para los trabajadores metalúrgicos —argumentará Perelman, de ahí en más delegado general de la planta— los nazis contra los que debían pelear no estaban en Berlín, sino en la Unión Industrial.

Ya desde el año anterior Perelman venía denunciando en Frente Obrero la complicidad de los dirigentes de su sindicato con Torcuato Di Tella (16) y el gobierno conservador a fin de reducir la conflictividad laboral y oponerse a los aumentos salariales reclamados por los trabajadores.

No se había equivocado. El 13 de julio de 1942, el SOIM consigue levantar la medida de fuerza, en medio de serios incidentes entre los trabajadores y los dirigentes del sindicato, el aparato del Partido y las fuerzas policiales. La defección del SOIM y la complicidad del Partido Comunista con la patronal quedan en evidencia.

Pocos meses después, un grupo de mecánicos de la fábrica Fontanares va a ver a Perelman, quien en su libro Cómo hicimos el 17 de octubre recordará:

Eran como yo, en esa época afiliados al Partido Socialista, disconformes con la orientación del partido y con la dirección comunista de nuestro gremio. Me propusieron la formación de un nuevo sindicato metalúrgico que organizase realmente a los trabajadores de nuestra industria rompiendo así, definitivamente, con los comunistas.

Fue en base a esos trabajadores de Fontanares, delegados de Tamet como Fernando Carpio, (17) Ángel Perelman y Víctor Gossis (del PORS) y Nicolás Giuliani (18) y el grupo de delegados socialistas, tras sucesivas reuniones en la pieza de un conventillo de la calle México, el 20 de abril de 1943, en la sede de la Unión Ferroviaria, de Independencia 2880, unos sesenta delegados de varias fábricas deciden fundar la Unión Obrera Metalúrgica.

Por unanimidad, Ángel fue elegido secretario General, Carlos Etkin y Hugo Sylvester, asesores jurídicos, Adolfo Perelman, administrativo, Víctor Gossis y Nicolás Giuliani parte de la comisión directiva de quince trabajadores de diversas corrientes ideológicas, mayoritariamente socialistas. Iahn Perelman, comunista convencido, no perdonó la defección del SOIM y se sumó como asesor al nuevo sindicato, con el secreto propósito de controlar a sus dos descarriados hijos.

El nuevo sindicato comenzará a funcionar en una pequeña oficinita de la sede de la Unión Ferroviaria, dirigida por José Domenech (19) (líder de una de las dos facciones en que se había dividido la CGT) y cuya eminencia gris era el abogado socialista Juan Atilio Bramuglia, (20) quedando así de hecho incorporada a la CGT 1.

Un mes y medio más tarde, el 4 de junio de 1943, se producía un golpe de Estado y el nuevo gobierno, en sus inicios “orientado en sentido reaccionario”, recordará Perelman, interviene varios sindicatos.

Cuando poco después el general Edelmiro J. Farrell es designado ministro de Guerra, un insólito coronel Perón lo acompaña como secretario de la cartera, secundado por el teniente Coronel Mercante. (21) El coronel tenía una idea muy precisa de la importancia que adquirirían los trabajadores y así lo sostuvo en una conferencia dictada en la Escuela de Guerra, en la que ha de haber infartado a más de cuatro al afirmar que si la Revolución Francesa había terminado con el gobierno de las aristocracias, la Revolución Rusa terminaría con el gobierno de las burguesías. “Empieza —aseguró— el gobierno de las masas populares”.

Pero no le resultaría sencillo establecer alguna clase de vínculo con los dirigentes sindicales que, con buenas razones, desconfiaban de los militares, sus intenciones y su ideología.

El hielo se empieza a derretir por medio del teniente Coronel Mercante, hijo de un muy respetado dirigente de La Fraternidad, que insiste en la necesidad de que ambos gremios ferroviarios se entrevisten con los dos jóvenes oficiales. Será Hugo Mercante, hermano del teniente coronel y obrero ferroviario, quien lleve a Bramuglia y a Domenech a la Secretaría de Guerra.

Fue el primer paso. En los próximos meses, con la Secretaría de Guerra convertida en un Departamento del Trabajo paralelo, Perón sostendrá infinidad de reuniones con los dirigentes ferroviarios y delegados y militantes de base de diversos gremios.

La Comisión Directiva de la flamante Unión Obrera Metalúrgica rechaza la propuesta de Perelman de reunirse con Perón, y “Angelito” se siente obligado a renunciar. El 20 de septiembre otra asamblea general elige una nueva Comisión Directiva, designando secretario General a Nicolás Giuliani, apoyado por los socialistas. Perelman queda en minoría, aunque continúa integrando la Comisión Directiva. Lo recordará así: “Mi posición encontró gran resistencia entre los otros miembros de la Comisión. De los quince asistentes, votaron en contra trece, y solo dos a favor”.

No obstante, la Comisión autorizará a Perelman y a Ernesto Cleve —más tarde diputado nacional por el Partido Laborista— a reunirse con Perón, como metalúrgicos, pero a título personal.

En esos momentos, con gran aspamento, Perón y Mercante ocupaban el edificio del clausurado Consejo Deliberante porteño y Perón asumía la presidencia del Departamento Nacional del Trabajo, inmediatamente convertido en Secretaría. La única representación sindical presente en el acto fue la de la Unión Ferroviaria.

Perelman y Cleve concurren a entrevistarse con el secretario de Trabajo y salen muy entusiasmados de la reunión: el coronel se había comprometido a apoyar todas las demandas del gremio metalúrgico.

Paralelamente, Bramuglia es designado director General de Asistencia Social de la Secretaría, y Mercante desplaza al capitán de Fragata Raúl Puyol de la intervención a la Unión Ferroviaria y La Fraternidad, asumiendo la administración del gremio rodeado de sus dirigentes. De inmediato, unifica todas las entidades mutuales ferroviarias, organiza el sistema integral de asistencia y previsión, al que suma el Hospital Ferroviario y las colonias de vacaciones e imponiendo un 12% de aporte provisional a las empresas, sanea el sistema jubilatorio y reglamenta el alcance de las pensiones e indemnizaciones por fallecimiento.

Ángel Perelman, cuya oficina de la UOM en la Unión Ferroviaria es contigua a la de Domingo Mercante, observa cómo, en apenas dos meses, los ferroviarios concretaban viejos reclamos que ni en sueños habían pensado en satisfacer. Vuelve a la carga y finalmente consigue persuadir a la Comisión Directiva de entrevistarse con Perón.

Para asombro de la mayoría, en esa reunión se formaliza el acuerdo con las reivindicaciones del gremio metalúrgico y se resuelve organizar un acto público con el propio Perón, el miércoles 6 de septiembre de 1944 en el salón del edificio de Perú y Diagonal Sur para hacer públicos el convenio y los acuerdos.

“Fijada la fecha —dice Perelman— calculamos que podríamos llenar con mil metalúrgicos el Salón de Sesiones del Consejo Deliberante”. Sorprendidos, los dirigentes observarán que, tras colmar el salón de actos, en la Diagonal Roca se había concentrado una enorme multitud de cerca de 20.000 metalúrgicos.

A partir de ese momento, la UOM no cesará de crecer. Perelman y un pequeño grupo de trabajadores trotskistas que pronto formarán la izquierda nacional, habían creado la que con el tiempo y la acelerada industrialización llevada adelante por el gobierno de Juan Perón, sería la organización más poderosa del movimiento obrero y auténtico emblema del sindicalismo peronista.

Luego de su activo papel en las jornadas del 17 de Octubre, como especialista en convenios colectivos, Ángel Perelman conservará enorme influencia en la UOM, tanto durante el periodo peronista como luego de su retorno del exilio tras la amnistía dictada por Arturo Frondizi. En la asamblea que consigue normalizar el sindicato, cuando el viejo dirigente Paulino Niembro, que había sido uno de los sesenta delegados iniciales, rechaza el cargo de secretario General para el que había sido proclamado, proponiendo en su lugar al joven Augusto T. Vandor, Ángel Perelman estaba a su lado.

En 1968, en el documental La hora de los hornos, junto a un grupo de delegados obreros Perelman sostendrá:

El sindicalismo argentino no lucha únicamente por un salario más, sino que, verdaderamente, nosotros soñamos y creemos en la posibilidad de una gran revolución social y nacional para reivindicaciones ya no únicamente de la clase trabajadora sino para todo el país.

Tal como sostuvieron Solanas y Getino, a lo largo de la larga noche que cayó sobre Argentina en 1955, Ángel Perelman será un auténtico ejemplo de que “los delegados, comisiones internas y dirigentes sindicales fueron la única vanguardia intelectual y efectiva que se autoproporcionó el movimiento nacional”.

A los 25 años de edad, ese obrero trotskista, prototipo de una nueva camada de activistas sindicales, había sido el fundador y primer secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica y nada menos que el gestor de un acercamiento al coronel Perón que resultará clave y providencial.

Luego de una intensa trayectoria en la Unión Obrera Metalúrgica, Ángel Perelman morirá en 1973, a los 56 años de edad. Aquí, las versiones difieren. Para algunos fue enterrado en la Chacarita y para otros está sepultado en el cementerio judío de La Tablada que, si dispone de un sector especial para putas y cafishios, seguramente dispondrá de otro para nipo-nazi-falanjo-peronistas.

Teodoro Boot

9. Ex ministro de Guerra de Marcelo T. de Alvear y gestor en las sombras del golpe de 1930 que derrocó a Hipólito Yrigoyen, proscrito el radicalismo yrigoyenista y habiendo optado Alvear por una extravagante abstención revolucionara en París, el 8 de noviembre de 1931 Agustín P. Justo se impuso como candidato a presidente contra la fórmula de Lisandro de la Torre y Nicolás Repetto.

Con sus principales enemigos proscriptos, el apoyo de la autodenominada Concordancia (coalición integrada por los partidos Demócrata Nacional, Socialista Independiente y Unión Cívica Radical antipersonalista) era suficiente para imponerse, lo que de ninguna manera impidió que se privara de hacer un monumental fraude.

Autor ideológico del Pacto Roca-Runciman, mediante el que la oligarquía bonaerense entregó el país al Imperio Británico a cambio de la sobrevivencia de sí misma, no descansó un segundo en el engaño, la manipulación y la corrupción moral e intelectual de los argentinos.

Durante su periodo presidencial tuvieron lugar notables estafas al Estado, como la de la corrupción de los niños cantores de la Lotería Nacional, los sobreprecios pagados por los terrenos para uso militar de Palomar, el turbio negocio de la exportación de carnes, que desembocó en la interpelación de los ministros Duhau y Pinedo, en cuyo transcurso se produjo el asesinato del senador Enzo Bordabehere, y del llamado “escándalo de la CADE”. Caudillo indiscutido de un Ejército que él mismo se había ocupado de depurar de elementos radicales, se disponía a volver a la presidencia, lo que luego de la muerte de Marcelo T. de Alvear ya nadie se encontraba en condiciones de impedirle. El fraude patriótico, la Concordancia, la corrupción, el escepticismo, la neutralización del Ejército y el desgano general lo garantizaban, pero el 11 de enero de 1943 Agustín Pedro Justo partió rumbo al más allá, un año antes de que pudiera volver a convertirse en presidente, precipitando los acontecimientos.

Su personalidad mordaz, cínica, amoral y descreída marcó toda una época. La nombró el periodista José Luis Torres, pero a la Década Infame la inventó él.

10. El notable investigador y escritor, cuando no podía malvivir como periodista, lo hacía ejerciendo su profesión: la agrimensura.

11. Historiador, periodista y político, el sociólogo Sergio Almaraz Paz, fue un activo estudioso y denunciador de las estructuras del poder mediante las que ejercía la dominación extranjera, particularmente de la “rosca” minera dirigida por el multimillonario Simón Patiño, lo que lo acercó al movimiento nacionalista, al que de todos modos se negó a integrarse. Autor de El petróleo en Bolivia, El poder y la caída, Réquiem para una república y Para abrir el diálogo. Falleció el 11 de mayo de 1968, a los 39 años de edad (N. del E.).

12. Escritor, periodista, político y docente universitario, fue diputado nacional en 1966 por la alianza integrada por la democracia Cristiana y Falanje Socialista Boliviana y desaforado y preso tiempo después debido a sus críticas al general René Barrientos. Nombrado ministro de Minas y Petróleo en 1969 por el gobierno del general Alfredo Ovando Candía y, posteriormente, de Energía e Hidrocarburos, fue autor de la nacionalización de la Bolivian Gulf Oil Company, de los decretos que establecieron el monopolio del comercio exterior de minerales y la obligación de entregar al Banco Central la totalidad de las divisas generadas por las exportaciones. Alejado del gobierno debido a lo que consideró un giro a la derecha de Ovando Candia, funda el Partido Socialista. El 17 de julio de 1980, al producirse el sangriento golpe financiado por la dictadura argentina, fue herido y secuestrado durante el asalto a la Central Obrera Boliviana (COB). Aún permanece desaparecido (N. del E.).

13. Luego del triunfo electoral del nacionalista Hernán Siles Zuazo, el comandante en jefe del ejército el general García Meza impidió la asunción del presidente electo derrocando a la presidenta constitucional Lidia Guéiler. Procesado por sus vinculaciones con el narcotráfico, fue más tarde condenado por crímenes de lesa humanidad debido, entre otros, el secuestro y desaparición de Marcelo Quiroga Santa Cruz (N. del E.).

14. Luis Arce Gómez fue uno de los autores del golpe de Estado que encumbró en la presidencia a García Meza, ministro de Interior de ese gobierno y autor de una lista negra de 115 dirigentes políticos, sindicalistas, militares, periodistas y sacerdotes que debían ser eliminados. Implicado en serios casos de narcotráfico, estuvo involucrado en narcotráfico y fue extraditado a los Estados Unidos, donde estuvo preso hasta 2009, cuando fue expulsado hacia Bolivia. Condenado por los delitos de alzamiento armado y organización e integración de grupos irregulares, delitos contra la libertad de prensa, y homicidio de varios integrantes del MIR, fue acusado de la desaparición de unos 28 dirigentes políticos y sindicales. Falleció en prisión en marzo de 2020 (N. del E.).

15. Docente, político, periodista y dirigente sindical, Andrés Soliz Rada fue un destacado defensor de los recursos naturales de Bolivia. Propulsor de la nacionalización de los hidrocarburos, vinculado a Jorge Abelardo Ramos, fue autor, entre otros libros, de La caracterización de Bolivia y la contradicción fundamental, El gas en el destino nacional, La conciencia enclaustrada y Jorge Abelardo Ramos y la Unión Sudamericana. Falleció el 2 de septiembre de 2016 (N. del E.).

16. Fundador de la metalúrgica SIAM (Sociedad Industrial de Amasadoras Mecánicas), el italiano Torcuato Di Tella, llegado a los 13 años a la Argentina, combatió en la Primera Guerra Mundial y fue un destacado activista antifascista, lo que lo vinculó al dirigente comunista Vittorio Codovilla. Miembro del directorio de la Unión Industrial Argentina, representó al país en la Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (N. del E.).

17. Manuel Fernando Carpio fue delegado gremial en cuanta fábrica trabajó (Tamet, CATITA, Alba y RCA Victor) será el primer secretario general del Partido Socialista de la Izquierda Nacional y cofundador del FIP (Frente de Izquierda Popular). Tenaz activista sindical y político y protagonista tanto del 17 de Octubre como de las luchas posteriores al derrocamiento de Perón, falleció el 15 de abril de 1980 (N. del E.).

18. Integrante del Partido Socialista, tenido erróneamente, aun por el propio sindicato, como el primer secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (N. del E.).

19. Si bien de tendencia socialista, José Domenech, secretario General de la Unión Ferroviaria, fue designado al frente de la CGT Número 1, que pretendía mantener la mayor autonomía de los partidos políticos. En la asamblea de obreros ferroviarios del 9 de diciembre de 1943 fue el primero en definir a Perón como “primer trabajador argentino”. Si bien durante el periodo peronista se mantendría alejado del poder, regresando a su lugar de trabajo, luego del golpe de Estado de 1955, tras el saqueo de su humilde casa de Banfield, sería encarcelado y salvajemente torturado. Radicado con su familia en Corrientes, cuando Pedro Eugenio Aramburu asumió el poder, buscará refugio en Paraguay (N. del E.).

20. Hijo de un obrero ferroviario y obrero él mismo, no bien se recibió de abogado Juan Atilio Bramuglia pasó a asesorar a la Unión Ferroviaria. Vinculado muy pronto a la dupla Perón-Mercante, no bien Perón ocupó la secretaría de Trabajo, fue designado al frente de la Dirección de Previsión Social. Interventor federal de la provincia de Buenos Aires en enero de 1945, sería destituido no bien Perón fue detenido y enviado a Martín García. Luego de 1946, si bien aspiraba a la Secretaría de Trabajo fue designado ministro de Relaciones Exteriores, cartera en la que realizó una labor muy destacada y valorada internacionalmente, si bien no consiguió sobrevivir al sabotaje y boicot de la burocracia de la Cancillería. Tras el golpe de Estado de 1955 fundaría la Unión Popular, diferenciándose del discurso beligerante de Juan Perón, de quien se distanciaría, hasta que en 1962 La Unión Popular llevaría como candidato a la gobernación al dirigente sindical Andrés Framini y a Marcos Anglada. Si bien la Unión Popular se impondría cómodamente con el eslogan “Framini, Anglada Perón en la Rosada”, las elecciones serían anuladas, la provincia intervenida y finalmente el presidente Frondizi derrocado por un nuevo golpe de Estado. Falleció en septiembre de 1962, a los 59 años de edad (N. del E.).

21. Domingo Mercante, “El corazón de Perón”, será interventor de la Unión Ferroviaria, activo nexo entre Perón y los sindicatos, cumpliendo un papel destacado en los sucesos de octubre de 1945, más tarde electo gobernador de la provincia de Buenos Aires y en 1949 presidente de la Convención Constituyente. Firme candidato a ocupar la vicepresidencia cuando se produjera la reelección de Perón, cargo al que también aspiraba Eva Perón, por lo que el presidente optó por cortar por lo sano y fiel a su consigna de no cambiar de caballo en mitad del río, volvió a llevar como vice al ya muy anciano Hortensio Quijano, quien fallecería poco después. Raleado del círculo gobernante, la notable obra de gobierno de Mercante, probablemente el mejor gobernador de la provincia de Buenos Aires desde 1853 en adelante, será sistemáticamente ocultada e ignorada por el propio peronismo, que solo comenzó a reivindicarlo en tiempos recientes (N. del E.).

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12 aralık 2023
Hacim:
140 s. 1 illüstrasyon
ISBN:
9789874465764
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