Kitabı oku: «Ideología y maldad», sayfa 9
Referencias bibliográficas
Althusser, L. (1970). Idéologie et appareils idéologiques d’État. Notes pour une recherché. La Pensée, 151, 3-38.
Álvarez, M. G. (2015). Las caras del mal. Barcelona: Luciérnaga.
Ansermet, F. y Magistretti, P. (2004). À chacun son cerveau. Plasticité neuronale et inconscíent. París: Odile Jacob. Traducción castellana: A cada cual su cerebro. Plasticidad neuronal e inconsciente. Buenos Aires: Katz, 2006.
Arendt, H. (1963). Eichmann in Jerusalem: A report on the banality of evil. New York: Viking Press. Traducción castellana: Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal. Barcelona: Lumen, 1999.
Armengol, R. (2018). La moral, el mal y la conciencia. El poder de las ideologías en la formación de la conciencia moral. Barcelona: Carena.
Baumeister, R. F. (1997). Evil: Inside human cruelty and violence. New York: Freeman.
Baumeister, R. F., Smart, L. y Boden, J. M. (1996). “Relation of threatened egotism to violence and aggression: The dark side of high self-esteem.” Psychological Review, 103, 5-33.
Browning, C. (1992). Ordinary Men: Reserve police battalion 101 and the final solution in Poland. New York: Harper & Collins. Traducción castellana: Aquellos hombres grises. El Batallón 101 y la solución final en Polonia. Barcelona: Edhasa, 2002.
Cáceres, A. (1991). Los habitantes del pozo. Vida y muerte en una cárcel-manicomio. Alicante: Aguaclara.
Di Cesare, D. (2016). Tortura. Torino: Boringhieri. Traducción castellana: Tortura. Barcelona: Gedisa, 2018.
Fiske, A. P. y Rai, T. (2015). Virtuous violence: Hurting and killing to create, sustain, end, and honor social relationships. New York: Cambridge University Press.
Frazzeto, G. (2013). How we feel. London: Doubleday. Traducción castellana: Cómo sentimos. Sobre lo que la neurociencia puede y no puede decirnos acerca de nuestras emociones. Barcelona: Anagrama, 2014.
Goldhagen, D. (1996). Hitler’s willing executioners: ordinary Germans and the Holocaust. New York: A. Knopf. Traducción castellana: Los verdugos voluntarios de Hitler. Madrid: Taurus, 1997.
Glover, J. (1999). Humanity. A moral history of the twentieth century. New Haven: Yale University Press. Traducción castellana: Humanidad e inhumanidad, Una historia moral del siglo XX. Madrid: Cátedra, 2001.
Kalyvas, S. N. (2006). The logic of violence in civil war. New York: Cambridge University Press. Traducción castellana: La lógica de la violencia en la guerra civil. Madrid: Akal, 2010.
Keizer, K., Lindenberg, S. y Steg, L. (2008). The spreading of disorder. Science, 322, 1681-1685.
Kekes, J. (2005). The roots of evil. New York: Cornell University Press. Traducción castellana: Las raíces del mal. Buenos Aires: El Ateneo, 2006.
Lorenz, K. (1963). Das sogenannte Böse zur Naturgeschichte der Aggression. Viena: Beretha - Schoeler. Traducción castellana: Sobre la agresión. El pretendido mal. Madrid: Siglo XXI, 1972.
Pardini, D., A., Raine, A., Erickson, K. y Loeber, R. (2024). Lower amygdala volume in men is associated with childhood aggression, early psychopathic traits and future violence. Biological Psychiatry, 75, 73-80.
Pfaff, D. W. (2015). The altruistic brain. How we are naturally good. Oxford: Oxford University Press. Traducción castellana: El cerebro altruista. Por qué somos naturalmente buenos. Barcelona: Herder, 2017.
Peteiro, J. (2011). «Ante el horror: la prevención científica del crimen». En: I. Ruiz (Comp.): La sociedad de la vigilancia y sus criminales. Madrid: Gredos. (pp. 110-128).
Roman, B. (2003). Ética ecológica y responsabilidad mundial: Del por qué al cómo. Ars Brevis, 9, 199-217.
Seguí, L. (2012). Sobre la responsabilidad criminal. Psicoanálisis y criminología. Madrid: FCE
Solomon, R. L. (1980). “The opponent-process theory of acquired motivations: The costs of pleasure and benefits of pain.” American Psychologist, 35, 691–712.
Tobeña, A. (2005). Mártires mortíferos. Un itinerario por el cerebro de los suicidas atacantes. Valencia: Publicacions de la Universitat de València.
—(2017). Neurología de la maldad. Mentes predadoras y perversas. Barcelona: Plataforma.
Tovar, J. y Ostrosky, F. (2013). Mentes criminales. ¿Eligen el mal? Estudios de cómo se general el juicio moral. México: Manual Moderno.
Villegas, M. (2011). El error de Prometeo. Psico(pato)logía del desarrollo moral. Barcelona: Herder.
—(2018). Psicología de los siete pecados capitales. Barcelona: Herder.
4. Tertulia de sabios Hablando sobre la maldad
Si nos colocaran en una situación extraña, nueva y cruel en el seno de un sistema poderoso, lo más probable es que no saliéramos siendo los mismos. No reconoceríamos nuestra vieja imagen si la viéramos en el espejo junto a la persona en la que nos hemos convertido. Todos queremos creer en nuestro poder interior, en nuestra capacidad de resistirnos a fuerzas situacionales… (…). Pero hay pocas personas así. Para la mayoría, esta creencia en el poder personal para hacer frente a las fuerzas situacionales y sistémicas es poco más que una ilusión de invulnerabilidad. Lo paradójico es que mantener esa ilusión nos hace aún más vulnerables a la manipulación, hace que no prestemos suficiente atención a las influencias negativas y sutiles que nos rodean.
Zimbardo, El efecto Lucifer. El porqué de la maldad.
Invitamos al lector a dejar volar su imaginación y a que nos acompañe en este coloquio atemporal, tan imposible en la realidad como factible en nuestro afán de acumular saberes1.
Estamos oyendo la radio. No vemos lo que sucede en el estudio, pero podría ser algo muy aproximado a lo siguiente:
Es una agradable mañana de primavera, soleada y calurosa. Quizás por eso mismo la temperatura del estudio de radio sorprende por su frescor. Sin duda, el aire acondicionado hace de las suyas, con cierta desmesura, como suele suceder tan a menudo en los ambientes de trabajo de radio y televisión.
Los invitados a la tertulia ya están todos en sus asientos y el presentador, que no es otro que el propio autor de este texto, da las últimas instrucciones para lograr una emisión ágil y sin demasiados tecnicismos. Les advierte que, aunque se trata de un espacio para oyentes de un cierto nivel cultural, tampoco hay que excederse.
La tertulia lleva por título «Hablando sobre la maldad», un tema que la dirección de la emisora cree que será de interés y de actualidad, dados los últimos acontecimientos sucedidos (un atentado terrorista en Barcelona, un crimen pasional en Teruel y un ataque con armas químicas en Siria).
Como es costumbre, tras la cortinilla de entrada, el presentador inicia el programa con una introducción general.
↘ Presentador: Buenos días. Hoy vamos a hablar sobre la maldad. Un tema que, sin duda, nos preocupa a todos y abre muchos interrogantes, especialmente tras los sucesos que estamos viviendo últimamente. En el programa anterior, como recordarán nuestros oyentes más asiduos, ya dejamos bien sentado que la maldad es una acción exclusivamente humana que provoca un daño o un dolor que podrían ser evitables. Así pues, retomamos el debate desde este punto.
Contamos hoy con un grupo de invitados de auténtico lujo. Les presento a los señores Sócrates e Immanuel Kant, representantes ilustres de la filosofía; a los insignes etólogos Konrad Lorenz e Irenäus Eibl-Eibesfeldt; a los reputados psicoanalistas Sigmund Freud y Erich Fromm y, por último, a Albert Bandura y Philip Zimbardo, psicólogos de prestigio internacional. A su vez, en este programa dejaremos las líneas telefónicas abiertas por si algún especialista a la escucha se anima a participar.
Antes de abrir el debate permítanme hacer unas reflexiones previas. Steven Pinker, en un libro que se ha hecho mundialmente famoso, titulado El angel que llevamos dentro, dice que la humanidad vive en el período más pacífico de su historia. Manejando gran cantidad de datos y referencias históricas, este psicólogo, profesor en Harvard, muestra cómo la violencia ha ido disminuyendo progresivamente a lo largo de los siglos y sostiene que la actual es la época menos cruel, peligrosa y violenta que hemos vivido nunca. Presenta argumentos difíciles de rebatir que demuestran que hay menos guerras, asesinatos, tortura, esclavitud, violaciones y vejaciones diversas; constata que se ha avanzado mucho en derechos para las mujeres, niños, ancianos y minorías antes estigmatizadas.
¿Significa esto que la humanidad ha progresado moralmente? ¿Qué les parece si abrimos el debate con esta cuestión?
Sócrates: Buenos días. Como soy el más mayor tomaré la palabra en primer lugar, si me lo permiten. Respecto a esta cuestión inicial que usted plantea piense que en mi época, por ejemplo, tener esclavos era una cosa que estaba bien vista. Incluso Platón y Aristóteles la justificaban. Hoy en día esto sería impensable, pero, muy probablemente, por el cambio de las costumbres y las leyes, no tanto porque dispongamos de una conciencia moral mayor que antaño.
Zimbardo: Como psicólogo social quiero decir algo en este punto. No es fácil hablar de progreso moral. En primer lugar, porque el concepto de progreso moral no ha de entenderse equivalente a un cambio en la conducta moral individual. Decir que ha habido, o no, progreso moral, no implica que haya habido un cambio en las inclinaciones del sujeto particular. La valoración del progreso moral no se puede hacer en términos de conductas individuales. Quizá nos matamos menos que antaño, pero no sé si somos más bondadosos. En segundo lugar, es difícil hablar de progreso moral porque no se puede considerar a la humanidad como un ente único, dadas las enormes diferencias de todo tipo entre las poblaciones humanas. Lo que nos permite valorar si hay o no progreso en una determinada sociedad es contemplar la sensibilidad de la misma hacia el sufrimiento y el dolor, así como también el respeto de esa sociedad hacia el valor intrínseco de las personas, su dignidad y libertad. Esto se puede ver en las leyes, costumbres e instituciones de cada sociedad en particular.
↘ ¿Entonces podemos decir que, en este sentido, hay sociedades que han progresado más que otras?
Zimbardo: Al menos teóricamente sí. Aquellas sociedades que poseen leyes explícitas para evitar sufrimientos, proteger a los más débiles y respetar los derechos humanos, son, o pretenden ser, más morales que otras que no las tienen.
Fromm: Pero no olvidemos que los estados, incluso los más ricos y democráticos, siguen siendo severos con sus ciudadanos de a pie —no con las élites— y crueles con los inmigrantes y refugiados. Los fanatismos no parecen decaer en su empuje y los «ismos» de todo pelaje surgen por doquier. La pena de muerte continua vigente en muchos lugares y la tortura se practica en tres de cada cuatro países del mundo. Las guerras se ceban ahora en la población civil y los derechos fundamentales son pisoteados por los ejércitos, las mafias, ciertas corporaciones financieras y no pocas multinacionales y Estados.
↘ Eso es cierto. Hace poco vino un representante de Amnistía Internacional y nos trajo su último informe. La conclusión fue clara: ni de lejos se puede considerar que la humanidad haya alcanzado un estado de mansedumbre o generosidad.
Fromm: No cabe regocijarse demasiado sobre el supuesto progreso empático del género humano. En todas partes hay mucha anestesia moral o «ceguera moral», como diría Zygmunt Bauman.
↘ Quizás por ello, y teniendo en cuenta los tiempos que corren, no faltan iluminados que proponen la mejora moral de la humanidad a través de la psicofarmacología.
Freud: ¿Lo dice en serio?
↘ Desde luego. No solo hay médicos tras esta idea, también hay psicólogos y filósofos en un debate muy abierto. Hay quien cree que se podría plantear aumentar el altruismo, la empatía o disminuir el racismo, tomando píldoras de oxitocina, por ejemplo.
Freud: En mis tiempos, ya anuncié que se fabricarían fármacos para combatir los trastornos mentales, pero esto no lo podía imaginar.
Fromm: Pues a mí me parece una barbaridad. Ya estamos próximos al soma de Huxley.
↘ Desde luego, la relectura de Un mundo feliz da mucho que pensar en pleno siglo XXI. Habría tema para un largo debate, sin duda. Pero sugiero centrarnos en el tema de la maldad, propiamente dicha. La violencia y la maldad no son entes en sí mismos que cabe analizar asépticamente. Ambas se ejecutan en unos escenarios históricos, como las revoluciones o las rebeliones; en ámbitos políticos, familiares, religiosos, culturales, deportivos, ideológicos; y por medio de diferentes agentes, ya sean colectivos, como el Estado, el ejército, las bandas, las mafias, o individuales. De ahí que los profesionales de la filosofía, la etología, la sociología y la psicología nos auxiliarán en este complejo y entretenido camino. ¿Quién empieza?
Sócrates: De entrada déjenme decirles, como representante de los filósofos, que el tema del mal tiene una enorme tradición en nuestro gremio, como pueden imaginarse. Solo el punto del porqué un Dios benevolente tolera el mal ha consumido miles de páginas.
↘ Pero hoy día, este tópico está ya superado, ¿no es así?
Sócrates: Se equivocarían si lo creyesen. En la actualidad aún existen filósofos que tratan de aclarar la relación entre Dios y el mal. Incluso hay quien sostiene que el sufrimiento puede ser un privilegio, aunque venga impuesto. Por ejemplo, el famoso filósofo Richard Swinburne.
↘ Me sorprende un tanto, la verdad. Creía que nadie sería capaz de sostener algo así en los tiempos que corren.
Sócrates: Pues ya ven ustedes. Es una tradición filosófica que arranca en San Agustín y llega hasta el siglo XXI. Aún hay quien sigue discutiendo si Dios es o no omnipotente ya que no puede eliminar el mal.
↘ Me gustaría saber qué le diría este tal Swinburne a un torturado o a una víctima de Estado Islámico. Pero propongo que dejemos de lado estas divagaciones, porque creo que, hoy día, no nos llevarían muy lejos. No es a los dioses a los que hay que interpelar sobre la maldad, sino a los humanos. ¿No les parece?
Kant: En eso estoy de acuerdo. Ya el propio San Agustín decía, como Platón y Aristóteles, que el mal era una cuestión de la voluntad humana. Soy de los que creo que el ser humano posee una facultad moral intrínseca de la razón práctica. Pero hay quien desoye a la conciencia y actúa con maldad.
↘ ¿Todo hombre es portador de una moral intrínseca?
Kant: Sí, porque todo hombre es portador de razón y de la razón surge la ley moral. De ella se deriva lo que yo llamo «imperativo categórico», que, en una de sus formulaciones reza así: «obra de manera que la elección de tu voluntad pueda servir al propio tiempo como principio de legislación universal». Es decir, actúa de manera que tu acción pueda servir de norma y ejemplo para los que se encuentran en las mismas circunstancias.
↘ Entonces, ¿de dónde proviene el mal?
Kant: De la voluntad humana, que a veces se sustrae de la razón. El humano decide si sigue o no a la ley moral. Si pone por encima de la ley sus inclinaciones o, como se dice cotidianamente, sus tentaciones. Pero, la verdad, creo que el humano tiende a esto último de modo natural y a seguir más sus inclinaciones que la ley moral. Hay una propensión al mal moral. No siempre se sigue otra de mis formulaciones del imperativo categórico, aquella que dice: «obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio».
↘ Y ello ¿a qué se debe?
Kant: Se obvia la ley moral por tres características humanas: la fragilidad, la impureza y la malignidad. El frágil sabe lo que hay que hacer pero se deja vencer por sus inclinaciones e impulsos, su voluntad no es fuerte. Sería el caso del célebre Dr. Jekyll, que todos recordarán. El impuro no sabe muy bien qué es lo que hay que hacer, admite diversos motivos para actuar. El maligno, en cambio, permite permanentemente que sus impulsos sometan a su moral. En este sentido, creo que el hombre es por naturaleza malo, de modo innato.
Lorenz: Querido Immanuel, permítame discrepar. Considero insostenible decir que el ser humano posee una maldad innata.
Kant: Cuando digo esto no me refiero a la biología. Digo que el mal está en nuestra naturaleza, no que sea natural. Su posibilidad está en nuestra condición, en nuestra raíz, por eso hablo del «mal radical». Lo digo en el sentido de que lo que caracteriza la condición humana es la libertad y por ello el mal es el abuso sobre otros, en la medida en que se ejecuta una acción no universalizable. Sostengo que no se puede erradicar porque para ello tendríamos que eliminar la libertad.
Lorenz: De acuerdo, pero aun así creo que usted confunde agresión con maldad. La agresión sí es una disposición instintiva y, según como, muy útil. Sirve para establecer jerarquías, para la protección de las crías, para la caza en los depredadores, e incluso para establecer vínculos sociales. La maldad se produce cuando la agresión descarrila, pero no es innata. Luego volveré sobre este punto, que me parece fundamental.
Kant: No creo confundir tales conceptos. Señalo que se hace el mal por elección, en base a la libertad de la que disponemos.
↘ De acuerdo, pero Dr. Lorenz, por favor, no deje de aclararnos qué significa eso de que «la agresión descarrila».
Lorenz: Lo haré, pero creo que piden la palabra.
Eibl-Eibesfeldt: Sí, por favor. Déjenme decirles que no es lo mismo innato que instintivo. Una distinción que no suele hacerse a menudo, pero es muy relevante. Hoy día, los etólogos hablamos poco de instinto, preferimos el término potencialidad. Suelo decir que estamos preprogramados para el comportamiento agresivo. Pero aquí la cultura jugará un papel fundamental. Como ha señalado un colega llamado Edward Wilson, padre de la sociobiología, lo innato se refiere a la probabilidad de que un rasgo se desarrollará en un ambiente dado, no a que se desarrollará en todos los ambientes. La agresión se disparará, o no, en función del medio ambiente. En este sentido, los humanos poseemos una predisposición hereditaria a la agresión, no un instinto agresivo que se ha de descargar automática y espontáneamente, como cree mi colega Lorenz, en un modelo hidráulico parecido al de Freud. Se hereda la posibilidad, pero la conducta concreta depende de las circunstancias. Sería más correcto decir que somos agresivos por naturaleza, no malvados por naturaleza.
Zimbardo: En eso de las circunstancias estoy muy de acuerdo, sí señor. Soy de los que opino, y me baso en muchas pruebas empíricas, que todos podemos cometer actos malvados en según qué circunstancias.
↘ Perdone. ¿Ha dicho que todos podemos cometer actos malvados en función de las circunstancias? Es un poco fuerte pensar que todos podemos ser asesinos o violadores o torturadores, ¿no le parece?
Zimbardo: Tocaré este punto, no se preocupe.
↘ No se olvide, por favor.
Sócrates: No sé si he acabado de entender muy bien eso de «la agresión que descarrila». Pero de la intervención del doctor Zimbardo creo deducir que, cuando las personas consideran que los fines justifican los medios o están en determinados ambientes donde creen que están haciendo lo correcto, entonces pueden cometer grandes barbaridades. Todo ello puede que tenga algo que ver con una de mis ideas principales: que el mal se comete por ignorancia. Quizás sea la ignorancia lo que hace descarrilar la agresividad humana y lo que provoca la maldad.
↘ Perdóneme, pero no le sigo. ¿Dice usted que la maldad se comete por ignorancia? No lo entiendo, hay grandes sabios que han sido muy malvados. Por otra parte, hay filósofos notables como Schmitt, Heidegger o Sartre que justificaron los crímenes del nazismo o el estalinismo. No eran ignorantes precisamente. De hecho, nuestro invitado el Dr. Lorenz, en su momento se afilió al partido nazi; espero que no le sepa mal que lo saque a colación.
Lorenz: No, no se preocupe. Ya mostré mi arrepentimiento hace años por tan lamentable actitud. Pido perdón de nuevo al mundo entero.
Sócrates: De acuerdo, pero con respecto a la ignorancia no me refería a esa clase de saber. Lo que quiero decir es que nadie es malo voluntariamente.
↘ ¿Cómo dice? Creo recordar que Aristóteles le contradice en este punto y, muy a menudo, vemos personas que cometen maldades y huyen para no ser atrapadas por la justicia; por tanto, es evidente que sabían lo que estaban haciendo.
Sócrates: Que huyan de la justicia no significa que conozcan el significado profundo de lo que han hecho. Huyen, mienten, se ocultan, porque no son tontos y saben que el Estado les perseguirá, pero ello no implica que se sientan malvados o sepan que han hecho un mal.
↘ Tiene razón. Ya veo que usted se dirige a un saber de otro tipo.
Sócrates: Sí, pero lo que deseo remarcar es que en muchos casos, no en todos, el mal se hace a causa de las ideas y se parte del convencimiento de que se está haciendo lo correcto. Se cree saber, cuando en realidad no se sabe. Se cree que se obra bien, se está convencido de la bondad de los propios actos. Los grandes males de la humanidad vienen por este falso saber. Lo cual, por cierto, no considero eximente para el juicio y castigo de estas acciones. Entonces, siguiendo el hilo de lo dicho hasta aquí, me atrevería a decir que lo que hace descarrillar la agresión humana y la convierte en maldad son las ideas, la ignorancia y la falta de reflexión sobre aquello de lo que se está convencido.
Llamada entrante: Hola, Soy Aristóteles.
↘ Es un honor para nosotros recibir su llamada.
Aristóteles: Es cierto que me atrevo a desmentir a Sócrates, al menos en parte. Creo que el mal se hace a sabiendas, por dos tipos de vicios: por incontinencia o por desenfreno. El incontinente sabe lo que está mal y lo que está bien, pero se deja arrastrar por la pasión. Es algo parecido a lo que Kant llama fragilidad. Por su parte, el desenfrenado es aquel que cree que lo que hace es lo mejor y lo más adecuado para él y no tiene ninguna razón para oponerse a ello. Kant lo llama malignidad.
Sócrates: Sostengo que este último no sabe. Desconoce el mal que hace. Es un ignorante.
Aristóteles: Bueno, es que una cosa es saber y otra obrar con respecto a ese saber. El incontinente sí sabe, pero la pasión lo domina, acalla el razonamiento. Cuando la borrachera de pasión desaparece, vuelve a ser el mismo. El desenfrenado no posee una recta razón.
↘ Muchas gracias por su intervención. Lo que nos acaba de decir el docto Aristóteles me sugiere una pregunta. ¿Hasta qué punto se es, o no, siempre malvado? ¿El incontinente, como el borracho, no lo sería siempre y el desenfrenado sí?
Kant: Creo que esa sería una buena respuesta. Este tema ha dado lugar a interesantes reflexiones filosóficas y prácticas. La filósofa Agnes Heller escribió sobre este punto después de la caída del régimen comunista.
↘ ¿Y qué decía?
Kant: Decía que en un régimen totalitario hay los «malvados originales» y los «malvados por infección». Los primeros crean las máximas, los principios, y les son fieles hasta el final. Eso puede verse en las filmaciones del juicio de Núremberg, por ejemplo. Impresiona ver cómo los acusados, responsables directos de millones de muertos, sostenían sus teorías y no expresaban remordimiento alguno. Los infectados, o seguidores de los primeros, en cambio, pueden reescribir su pasado, dejar de ser totalitarios y no ejecutar otros males.
↘ ¿Se les ofuscó la razón, entonces?
Kant: Fueron incontinentes, frágiles, se dejaron llevar por las ideas de otros. Por eso es tan importante poner coto a nuestros deseos. Insisto: no debemos tratar a los otros como medios sino como fines. Séneca, un romano al que no conocí decía: homo, res sacra hominiest, o sea, «el hombre es cosa sagrada para el hombre».
Sócrates: ¿Quién podría negar el valor de esta sentencia, que se contrapone a la famosa máxima «el hombre es un lobo para el hombre», de nuestro amigo inglés Thomas Hobbes? Sin duda, un amor excesivo por uno mismo y la incontinencia frente a los propios deseos es fuente de grandes males. Pero aquellos males más enormes, más numerosos, aunque se articulan también a través de los deseos de algún humano, derivan de las ideas y de la razón. No olvidemos que Hobbes veía al hombre como malvado porque consideraba que cualquiera que sea el deseo de un hombre, a sus ojos siempre será un bien. Es decir, ese hombre estará, en muchas ocasiones actuando con ignorancia, que es lo que sostengo.
Eibl-Eibesfeldt: Puesto que ha salido esta frase tan famosa de Hobbes, me gustaría matizarla. Creo que si pudiésemos comportarnos, en según qué aspectos, más como lobos que como hombres, algunas cosas nos irían mejor. Así que dejemos a los lobos en paz, que no poseen maldad alguna, excepto el del cuento de Caperucita Roja.
↘ Bueno, ya nos enseñó Bruno Bettelheim que, en ese relato, el lobo representa aspectos de la propia niña que ahora no vienen al caso.
Eibl-Eibesfeldt: Sí, por eso es muy importante saber que los lobos, y muchos otros vertebrados, poseen mecanismos de inhibición de la agresividad y los humanos también. Estos mecanismos evitan males mayores en caso de conflicto.
Lorenz: No lo creo. Como el ser humano no posee armas naturales, estos mecanismos inhibitorios no aparecieron en su filogénesis. No eran necesarios. Lo que ha pasado con el ser humano es que su evolución intelectual y tecnológica ha sido vertiginosa y no le ha dado tiempo a amortiguar su poder destructor. Esto es lo que ha hecho descarrilar la agresión natural y la convierte en un problema. En pocos años el hombre ha fabricado armas muy mortíferas y ello ha roto el equilibrio natural, por así decirlo.
Eibl-Eibesfeldt: Eso de que el humano no posee mecanismos inhibitorios de la agresión no lo tengo tan claro. Pero con el concepto de «agresión descarrilada» sí estoy de acuerdo. En ese salirse de la vía marcada biológicamente, la agresión humana se puede transformar en maldad.
Lorenz: Gracias. Por eso hace falta lo que denomino «moral responsable». Es lo único que puede compensar, a duras penas, el desequilibrio que mencioné antes. Soy moderadamente optimista, la verdad, con respecto a lo que puede suceder en un futuro. Creo que se puede enseñar a la humanidad a controlar mejor todo esto.
↘ ¿Cómo?
Lorenz: No quiero extenderme, pero con un mayor conocimiento de las raíces biológicas de la conducta, fomentando la amistad, la cooperación y la sublimación, con educación humanista y canalizando el entusiasmo de las masas, las cosas podrían cambiar algo.
Fromm: Bueno. Con todo respeto, estas me parecen recetas un tanto manidas. Creo que hace usted extrapolaciones excesivas al aplicar sus conclusiones biológicas al ser humano. Ya se lo dijo su amigo Niko Tinbergen, etólogo y premio Nobel: «no se puede trazar una línea recta entre los peces, los gansos, los primates y el ser humano». Sostengo que el hombre es una anomalía del universo, porque trasciende las leyes de la naturaleza. La historia social y cultural del ser humano exige otras consideraciones, más allá de la biología evolutiva.
Lorenz: Sí, ya sé que usted cuestiona seriamente mis propuestas. Pero se le escapa una cuestión muy importante al criticarme. La de que los animales también poseen rudimentos de moralidad. Déjeme explicarle que ya en 1902 un ruso llamado Piotr Kropotkin, un hombre de vida fascinante, escribió un libro sobre la ayuda mutua en el que señalaba que la cooperación entre seres vivos es un elemento fundamental para la supervivencia. Un elemento diferencial con las ideas de Darwin. Es decir, no solo de lucha se vive. Y, hoy en día sabemos, como le decía, que los animales presentan muchos aspectos morales. Esto podría, además de explicar el enlace naturaleza y cultura, apoyar mis propuestas sobre un fomento de la moralidad y el control de la agresión, puesto que se ha demostrado que la moralidad también posee unas bases evolutivas.
↘ ¿Nos puede ampliar esa idea, por favor?
Lorenz: La investigación moderna confirma que los humanos no somos los únicos seres morales. No podemos entrar en detalles, pero les diré que los animales poseen una variedad de comportamientos morales. Algunos tienen que ver con la cooperación, otros con la empatía. Kropotkin tenía razón, la naturaleza no es solo algo rojo con dientes y garras, cómo decía Darwin. La cooperación es también una estrategia adaptativa que ha evolucionado en muchas sociedades animales, incluida la humana.
Kant: Señor Lorenz, con todos mis respetos, déjeme decirle que me parece que no entiende bien lo que significa el término moral. Usted, con su anterior aportación, lo que hace es, en realidad, presuponer una determinada moralidad objetiva y entonces, al constatar esos mismos comportamientos en los animales, tildarlos de morales. Sin embargo, todo el sentido de la ética radica en la libertad, condición de la que los animales carecen, por lo que resulta inadecuado atribuirles una moralidad.
↘ Creo que muchos oyentes, como yo mismo, estarán esperando sus explicaciones.
Lorenz: No son investigaciones mías sino de colegas en el ramo de la etología, pero, si me lo permiten, les puedo hacer una breve síntesis.
↘ No solo se lo permitimos, se lo rogamos. Pero me imagino que está usted hablando solo de los primates.
Lorenz: Para hablar de conducta moral hace falta que el animal posea cierta complejidad en la estructura social, con normas de conducta bien establecidas, una cierta capacidad cerebral, con capacidades cognitivas avanzadas y flexibilidad conductual. Hay ejemplos de cooperación entre ratones, hienas, lobos, primates, y de empatía entre ballenas, ratones, monos y elefantes.