Kitabı oku: «Depresión, Ansiedad y la Vida Cristiana», sayfa 2
El plan de acción de Baxter para el discipulado
Una revisión más completa de la primera mitad de Un directorio cristiano se hace necesaria. El don de Baxter para el análisis temático le sirve mucho al ir a través de todo lo que ve involucrado en la conducta apropiada de la vida espiritual de uno. Esta reseña tiene la calidad y la autoridad de una obra maestra; es fundamental y constituye el marco dentro del cual la depresión espiritual debe ser percibida y tratada.
Seguidamente al material evangelístico y catequético con el que abre el Directorio (pues Baxter está claramente pensando en todo el trabajo sobre el modelo de un curso de catecismo), Baxter establece diecisiete “Indicaciones mayores” para una “Vida de fe y santidad: conteniendo los esenciales de la devoción y el cristianismo”.5
Así es como se ve el listado abreviado:
1.Entender la naturaleza, el fundamento, la razón y el orden de la fe y la devoción.
2.Cómo vivir por fe en Cristo.
3.Cómo creer en el Espíritu Santo y vivir por su gracia.
4.Para un conocimiento de Dios verdadero, ordenado y práctico.
5.De autoresignación ante Dios como nuestro dueño.
6.De la sujeción a Dios como nuestro rey soberano.
7.Aprender de Cristo como nuestro maestro. La imitación de Cristo.
8.Obedecer a Cristo nuestro médico o Salvador en su obra reparadora y sanadora.
9.De la guerra del cristiano bajo Cristo.
10.Cómo trabajar como siervos de Cristo nuestro Señor.
11.Amar a Dios como nuestro Padre y felicidad y fin.
12.Confiar absolutamente en Dios, con alma y cuerpo, y todo.
13.Que el temperamento de nuestra religión sea un deleite en Dios y la santidad.
14.Del agradecimiento a Dios, nuestro gran benefactor.
15.Para glorificar a Dios.
16.Para una conciencia celestial.
17.Para negarse a uno mismo.
Después de estas “instrucciones mayores” generales, vienen las instrucciones específicas para contrarrestar “los grandes pecados más directamente opuestos a la devoción”:6 incredulidad, dureza de corazón, hipocresía, complacencia del hombre y sensualidad, más guía para gobernar los pensamientos y la lengua de uno, las pasiones y los sentidos de uno y para practicar algunas otras formas de autocontrol. La obra se redondea con la discusión detallada de servir a Dios en el hogar y en la iglesia.
La relevancia de este material para nosotros es que muestra la calidad de vida a la que Baxter, al igual que otros puritanos, buscaba guiar a quienes pastoreaba, personas en depresión junto con el resto. La cultura actual ve a los depresivos como sanados cuando ellos pueden, una vez más, funcionar bien en la sociedad; sin embargo, los puritanos veían a todos los seres humanos como enfermos por el pecado y sin buena salud interna hasta que ellos aprendieran a conocer a Cristo y a vivir en la manera antes delineada. Los puritanos aconsejaban sobre la depresión y sobre la salvación; por lo tanto, las unían en una sola. (Un buen ejemplo de esto es El método correcto para una paz de conciencia establecida y el consuelo espiritual, de Baxter, anotado anteriormente).
Tres perspectivas básicas impregnan todos los escritos prácticos de Baxter, cada una es una guía hacia el bienestar espiritual como él lo entendía.
La primera es la prioridad del intelecto. Toda verdad, según él dice repetidamente, entra en el alma a través del entendimiento. Toda motivación empieza en la mente cuando uno contempla las realidades y las posibilidades que atraen afecto y deseo; toda camaradería con Cristo, el Mediador, también empieza en la mente, con conocimiento de su amor inmortal y su vida resucitada presente; toda obediencia empieza en la mente, con el reconocimiento de la revelación concerniente a su propósito y voluntad. Llama a considerar —a pensar, eso es, y de esa manera obtener la verdad de Dios clara, primero en la cabeza de uno y luego en el corazón de uno— son, por consiguiente, básicos para la instrucción de Baxter. La calidad considerablemente didáctica, intelectualmente demandante, que esto les imparte a sus escritos es, desde su punto de vista, una necesidad. Es la mente la que debe entender y dirigir.
La segunda perspectiva es la unidad de la vida humana ante el Señor. Dios nos hizo para cumplir simultáneamente dos grandes mandatos: amar a Dios en su ser trino, lo cual la parte 1 del Directorio nos enseña a hacer, y amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos, a lo que nos llevan las partes 2 a 4 sobre nuestras responsabilidades en el hogar, la iglesia y la comunidad. Observe, por cierto, que el amor al prójimo, lo cual después de todo, es una forma de caridad, tiene que empezar en el hogar; este es el énfasis bíblico y de la Reforma. La familia es la sociedad principal de la humanidad, y aquellos que no aprenden a amar y servir a sus prójimos en el hogar: cónyuge, hijos, siervos, se quedan hipócritas y discípulos falsos sin importar cuánto se esfuercen para servir a los demás en la iglesia y más allá de esta. ¡Lo primero es lo primero!
La tercera perspectiva es la centralidad de la eternidad. El cielo y el infierno son realidades, y la grandeza del alma humana consiste parcialmente, por lo menos, en el hecho de que nunca dejaremos de existir; sin embargo, debemos habitar eternamente en uno u otro de estos destinos. El propósito de la vida es descubrir y seguir el camino al cielo, por medio de la conversión y la santificación en fe, esperanza y amor. Al suplicarles a sus oyentes y lectores que tomaran la eternidad seriamente, a pensar frecuentemente en ella, y así, a apresurarse para obtener la gloria celestial, Baxter seguramente dijo una palabra que los cristianos de hoy, inclinados al materialismo y a la mundanalidad hasta decir basta, necesitan verdaderamente escuchar. El devocional pujante y de mayor venta que se menciona antes, el cual lanzó a Baxter a la prominencia en 1650, y que ha sido ligado a su nombre desde entonces, El descanso eterno de los santos, insiste en este tema con gran énfasis, y su escritura evangelística y pastoral de allí en adelante nunca se perdió de vista.
Consejero para los cristianos en depresión
Para los puritanos, como un cuerpo, la buena vida era la vida devota, y la vida devota era un producto del pensamiento: pensamiento sobre la infraestructura de las obligaciones (deberes) que Dios ha establecido en su Palabra, pensamiento sobre el perdón comprado con sangre y la aceptación por la que viven los cristianos, pensamiento sobre las promesas misericordiosas de Dios, pensamiento sobre los medios y los fines, y pensamiento sobre la gloria de Dios como el objetivo verdadero de toda vida creada. La instrucción puritana en el comportamiento y las relaciones era, por lo tanto, primera y principalmente un asunto de enseñarle a la gente a pensar (o, para usar su palabra regular para esto, a considerar): eso es, reflexionar sobre cómo servir y complacer a Dios en respuesta a la verdad y la gracia que él ha dado a conocer en la creación, en Cristo y a través de Él. Es aquí, sin embargo, tal como los puritanos vieron claramente, donde surgieron los problemas. Claro está, ellos sabían, de la misma forma que lo sabía y lo sabe casi todo mundo en el mundo occidental, que cada ser humano es una unidad psicofísica, en la que el cuerpo y la mente, aunque distintos, son actualmente inseparables, y cualquiera de los dos puede dejar su huella funcionalmente sobre el otro, para bien o para mal. Hay un problema aquí; los factores físicos llevaban a una medida de desequilibrio mental, eso era lo que los puritanos etiquetaban como melancolía. Aunque diagnosticado de manera diferente, aún permanece con nosotros hoy día.
La palabra melancolía, que hoy día es simplemente un sinónimo de tristeza, era en el siglo XVII un término médico. Proviene de dos palabras griegas que significan “bilis negra”. La teoría era que el cuerpo humano contenía cuatro “humores” en diferentes proporciones; especialmente: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Una de estas, al ser predominante, determina el temperamento (otro término técnico en aquellos días) de cada persona; es decir, la calidad de la conducta y disposición de uno. Una persona podía ser sanguínea (abundar en sangre: optimista, emprendedora y responsable de trabajar demasiado), o flemática (tranquila, objetiva, apática, y quizá fría), o colérica (impetuosa, agresiva, y a veces, explosiva), o melancólica (sombría, pesimista, propensa a huir asustada, sufre de desesperación, fantasías destructivas). 7 La mente observadora y analítica de Baxter, la que le sirvió para desenvolverse por un tiempo como el doctor principiante de Kidderminster, lo equipó para enfocar y describir a la melancolía con precisión sobre la base de la interacción pastoral y observacional de primera mano. Su descripción puede resumirse como sigue:
La melancolía, según Baxter la percibía, era una realidad psicofísica, una “enfermedad de locura… de la imaginación”8 que podría ser causada porque el cuerpo estaba decaído (tristeza que proviene de su bazo”),9 o por la sobrecarga o fatiga excesiva de la mente, o quizá, por ambas cosas juntas. Sus síntomas eran reconocibles en muchos puntos como distorsiones de las ideas y los ideales puritanos que impregnaban la cultura. Estos incluían temores descabellados: centrados en el infierno, descontrol en la mente y el corazón; además, impresiones engañosas de escuchar voces, ver luces brillantes, sentir roces y ser impulsado a blasfemar o cometer suicidio. Las pesadillas eran frecuentes. Los melancólicos característicamente no podían controlar sus pensamientos; eran incapaces de dejar de desesperarse por todo o de empezar una disciplina de agradecimiento y regocijo en Cristo, o de concentrarse en algo que no fuera su propia desesperanza y la certidumbre sentida de condenación. Ellos cultivaban la soledad y la pereza; pasaban horas sin hacer nada. Insistían en que los demás no los comprendían y que ellos no estaban enfermos, sino que eran realistas acerca de sí mismos, y resultaban neciamente obstinados en el tema de tomar medicamentos.
El tratamiento que Baxter, como pastor, recomendó se reduce a nunca dejar que los melancólicos pierdan de vista el amor redentor de Dios, la oferta gratuita de vida en Cristo y la grandeza de la gracia en cada punto en el evangelio; no intentar practicar el “deber secreto” de la meditación y la oración por cuenta propia, sino orar en voz alta y acompañado; cultivar la comunidad cristiana alegre (“no hay júbilo como el júbilo de los creyentes”),10 evitar el ocio y hacer buen uso de un médico capaz, un pastor perceptivo y otros mentores y amigos cristianos y fieles, para recibir apoyo, guía y la sanidad.
En dirección a la evaluación
La medida de nuestra apreciación del ministerio de Baxter a los cristianos deprimidos será seguramente el alcance al que vayamos con su punto de vista del hombre, el pecado y la gracia. No hay conflicto en que la teología puritana era genéricamente reformada, y la teología reformada era (y es) genéricamente agustina, y la teología de Agustín era genéricamente paulina y joánica, sobre la base de una visión de la Escritura como una verdad divina acreditada, sin alteraciones e invariable. Tanto Pablo como Juan insisten en la perversidad radical del corazón humano caído, y la calidad igualmente radical del cambio interior que el Espíritu Santo efectúa cuando lleva a la persona a una fe salvadora en el Señor Jesucristo. Sintonizándose con las imágenes de Ezequiel del nuevo corazón y nuevo espíritu (Ezequiel 36:26),11 Pablo habla de este cambio como una nueva creación (2 Corintios 5:17),12 y Juan lo describe, tal como lo hizo Jesús mismo, como un nuevo nacimiento (1 Juan 2:29-3:9,13 vea también Juan 3:3-12).14 Los pastores puritanos como un cuerpo, al igual que Baxter, veían a todos como sujetados natural y profundamente por el pecado: es decir, rebeldía, soberbia contra Dios y egocentrismo. Tomaron como incumbencia propia presentarles a los pecadores la verdad sobre Jesucristo, el Salvador, y la realidad de Cristo mismo, el Señor resucitado, vivo y presente; para hacerles un llamado para responder a las buenas nueva de la gracia; y para guiar a la gloria a los fieles que respondieron al entrenarlos en un discipulado lúcido e incondicional a su Maestro.
El libro El pastor reformado de Baxter muestra lo que esta tarea significaba para él en lo personal, y el Sr. Gran Corazón, en la segunda parte de libro Pilgrim’s Progress de Bunyan lo describe en términos aún más amplios. Lo que nosotros llamamos depresión y Baxter llamaba melancolía, compuesta como lo es de irracionalidad, alucinación, la pereza de la inactividad y la pesadumbre de la desesperación, les impide a sus víctimas comprometerse reflexiva, perceptiva y decididamente a Cristo, con la esperanza, el gozo y el amor que requiere el evangelio. Así que no debería sorprendernos que Baxter viera el alivio de la melancolía como una tarea primordial para el pastor y tampoco que él prescribiera para su alivio una versión modificada de las disciplinas devocionales cristianas.
De todas maneras, la manera de abordar la depresión que marca al mundo occidental del presente se separa de la de Baxter y sus colegas puritanos en todas partes. Para comenzar, la noción cristiana histórica de comunidad ha sido reemplazada por un patrón de pensamiento secular, pragmático y mundano que da por garantizado que el objetivo apropiado de cada uno es una eficiencia funcional, libre de dolor, bien socializada y autosatisfactoria en cualquier estilo de vida que uno elija aceptar. La depresión es vista ahora no como un desorden específico de una naturaleza humana ya desordenada y mal dirigida, sino como una enfermedad mental, un fenómeno a la par de la enfermedad física, concretamente, el mal funcionamiento de un órgano o proceso que está incrustado en el sistema humano. La depresión clínica es una etiqueta para cualquier estado de pesadumbre y tristeza difusa que niega el empeño, el logro y la satisfacción con la vida, y en su lugar reproduce descontento y desesperanza. Hoy en día, está ligada con el desorden de pánico y los aspectos de la esquizofrenia y el trastorno bipolar, como una condición que un medicamento bien elegido debería poder aliviar.
Por ahora, sin duda, muy cierto. Mi único punto es que cuando los cristianos están en depresión, esta no es toda la historia; pues tal depresión no es vista generalmente como evidencia de que la naturaleza humana en sí está perdiendo la forma, ni como una realidad con la que los pastores de iglesias o líderes de grupos cristianos estén de manera alguna calificados para tratar. El supuesto es que las personas deprimidas deberían ser guiadas a los médicos, terapeutas y profesionales de apoyo, y se espera que dichas personas, con la ayuda de drogas antidepresivas aunadas, donde sea necesario, con consejería estructurada tengan éxito en restaurar a las víctimas de la tristeza opresiva a una vida de iniciativa racional y animada. Dentro de este mundo de diagnóstico y tratamiento, se supone comúnmente que todas las formas de religión son excentricidades desequilibradas, y en particular, a los pastores cristianos, en efecto, se les pide de vez en cuando, a veces explícitamente, que se mantengan al margen.
Indiscutiblemente, hay una ganancia, dentro de los límites, en el desarrollo moderno de la terapia para la depresión, sin embargo, también parece haber pérdidas. Los pastores en las tradiciones reformada, puritana y evangélica ven como responsabilidad propia seguir enseñando la verdad acerca de Jesucristo, crucificado y glorificado, a través de quien el Espíritu Santo habrá una obra de transformación moral y espiritual en la vida de aquellos que se vuelven a Él, buscando salvación de la culpa y del poder del pecado. Tales pastores, que sirven a la gente de esta manera, al enfrentarse con la depresión desearían seguramente traer al menos algo del pensamiento que Baxter ejemplifica para lidiar con la situación. Entonces ¿no parece haber necesidad de un patrón de asociación entre ellos y aquellos psiquiatras que no eliminan la religión como un elemento en la vida buena? Esta pregunta requiere mayor discusión. Sin embargo, por el momento, debemos hacernos a un lado y dejar que Baxter lo explique por sí mismo.
“Indicaciones sobre la melancolía” y “La cura de la melancolía”
Durante sus años de expulsión del pastorado por los términos del Acta de Uniformidad de 1662, Baxter, aunque vivía tranquilamente en Londres o en sus alrededores, ganó una reputación como consultor sobre varios desórdenes espirituales, siendo la melancolía uno de ellos. No debería sorprendernos, por lo tanto, que cuando se hicieron los planes para una serie de lecturas-sermones temático-textuales sobre problemas pastorales, cada uno dado por un clérigo iconoclasta y para ser publicados, Baxter, debe habérsele encargado predicar sobre la pregunta: “¿Cuáles son los mejores preservantes contra la melancolía y demasiada tristeza?” y hacerlo con referencia a 2 Corintios 2:7, donde se halla la frase “demasiada tristeza” (RVR1960). Baxter tenía un pensamiento inclinado hacia los tratados que siempre procuraba decir, aunque fuera brevemente, todo lo que sabía sobre el tema en mente; y aquí, él tomó la oportunidad para detallar todo lo que sabía sobre el manejo pastoral de la depresión y sus diferentes formas.
Dos veces previamente (en la segunda “Indicación” de su Método correcto para una paz de conciencia establecida y el consuelo espiritual; y en “Instrucciones sobre la melancolía acerca de sus pensamientos”, en su Directorio cristiano reproducido en nuestro capítulo 3 como “Consejo para los cristianos deprimidos y ansiosos”), él había escrito un retalo de la condición melancólica, vista como una disfunción espiritual. En “La cura para la melancolía y la demasiada tristeza” (reproducido en nuestro capítulo 4 como “La resolución de la depresión y la tristeza abrumadora a través de la fe”), él lo expone como una bloqueo para la fe, la esperanza, el gozo y el amor. Habiéndolo contextualizado como una forma de “demasiada tristeza”, él se esfuerza en cubrir todas las bases de la ministración pastoral correctiva y potencialmente curativa que la Biblia ofrece.
1. Para una de las varias ediciones recientes, vea: Sibbes, The Bruised Reed (Edinburgh: Banner of Truth, 1998).
2. Richard Baxter, A Breviate of the Life of Margaret, the Daughter of Francis Charlton, of Apply in Shropshire, Esq., y esposa de Richard Baxter. Una edición del compendio es J. I. Packer, A Grief Sanctified: Through Sorrow to Eternal Hope (Wheaton, IL: Crossway, 2002).
3. William Haller, The Rise of Puritanism (New York: Columbia University Press, 1938), Cap. 1.
4. Vea la versión actualizada de Michael Lundy de “The Duty of Physicians” en el Apéndice.
5. Richard Baxter, A Christian Directory, pt. 1, Christian Ethics, Cap. 3 (título).
6. Baxter, Christian Ethics, Cap. 4 (título).
7. La adherencia de Baxter a esta perspectiva aparece cuando escribe que Satanás puede “mucho más fácil tentar a una persona colérica al enojo, que a otra; y a una persona flemática, carnal a la pereza; y a una persona sanguínea o de temperamento alterado a la lujuria, y promiscuidad; así también, a una persona melancólica a pensamientos blasfemos, infidelidad y desesperación” (Baxter, Christian Ethics, Cap. 6, “Directions for the Government of the Thoughts,” título 5, “Directions to the Melancholy about Their Thoughts,” no. 26).
8. Baxter, “Directions to the Melancholy,” introductory par.
9. Richard Baxter, The Right Method for a Settled Peace of Conscience and Spiritual Comfort (1653), direct. 2, no. 2.
10. Baxter, Right Method for a Settled Peace, direct. 2, no. 3.
11. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”. (Ezequiel 36:26).
12. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2 Corintios 5:17).
13. “Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él. Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” (1 Juan 2:29–3:9).
14. “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?’” (Juan 3:3–12).