Kitabı oku: «Un Rastro de Muerte », sayfa 6

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CAPÍTULO NUEVE

Lunes

Por la noche

Johnnie Cotton was already in Sala de Interrogatorio 1 when Keri got to la estación. She’d dropped Ray off at his car by Denton Rivers’ house and expected him to arrive any second. Hillman wasn’t around but Detective Cantwell caught her in the hall outside the room and told her that Hillman had put her back on the case and that she was authorized to question Cotton. dijo él it flatly, without emotion, but beneath that she could sense the veteran detective’s disdain. She chose to ignore it.

While she waited for her pareja to arrive, she stared at Johnnie Cotton through the one-way mirror of the Sala de Interrogatorio. Since they’d tried to avoid him back at his place, this was her first real chance to get a look at him.

He didn’t look like the stereotype of a pedophile. His eyes didn’t constantly water. His chin wasn’t especially weak. His shoulders didn’t slope. He wasn’t particularly pudgy or pale. He was just a regular-looking tipo—dark hair, medium build, quizás a little pimply-faced for a thirty-year-old man, quizás a little short. But on the whole, he was mostly unremarkable, which was, of course, far more troubling. It would have been preferable if these types were easily identifiable.

He stood in the corner of the room, his hands cuffed in front of him, with his back pressed against the wall. She suspected that had been his default position in prison just to survive. Pedophiles weren’t popular there.

Keri made a snap decision. She wasn’t going to wait for Ray. There was something about this tipo that made her think he’d just shut down if confronted by her pareja’s looming presence. She’d use it if necessary, but later. She walked into the room.

Cotton’s eyes darted at her when she walked in, then twisted away almost immediately.

—Come over here —dijo Keri. el hombre complied. —Now follow me.

She led him outside the Sala de Interrogatorio, into the hallway. Cantwell and Sterling, who had been chatting in the hall, turned to them, stunned.

—Locke, what are you doing? —Sterling demanded.

—We’ll be right back.

With that, she led him down the hall and into the women’s restroom, as her fellow detectives watched with astonishment.

—Wait here —she told them, then closed la puerta and focused on Cotton.

—There are no cameras in here. There are no microphones in here. She unbuttoned her blouse, exposing her bra and stomach, and said, —I’m not wearing a wire. Whatever you say, it’s just between you and me. Tell me you want a Abogado.

el hombre looked at her, confused.

—Say it —dijo Keri. —Say, ‘I want a Abogado.’”

He complied.

—I want a Abogado.

—No, you can’t have one —dijo Keri. —Do you see what just happened? If this place was wired, which it isn’t, nothing you say could ever be used against you now because I just denied you your constitutional rights. The bottom line is that we’re alone. I’m not here to hurt you. No estoy aquí para engañarte ¿Comprendes?

El hombre asintió.

—La única cosa que quiero es a Ashley Penn. El hombre abrió su boca para hablar, pero Keri le interrumpió. —No, no, no digas nada todavía. Déjame poner las cosas más en claro. Más temprano, al atardecer, irrumpí en tu casa, buscando a Ashley. Tú no estabas en casa. Vi la caja de zapatos en tu closet. Vi todas las fotos.

Una gota de sudor brilló en la frente del hombre.

—Cuando viniste a casa, viste que había sido revuelta. ¿Estoy en lo correcto?

Él asintió.

—Sabías que alguien las había visto. Las tomaste, te las llevaste a otro sitio, y las destruiste antes de ser arrestado. ¿Estoy en lo correcto?

—Sí.

—Bueno, entre tú y yo, eso no va a funcionar. Yo las vi y puedo testificar que las vi. Mi testimonio será más que suficiente para revocar tu libertad condicional. Todo lo que tengo que hacer es decirlo y tú regresarás directo a la prisión. Aquí está el trato. Yo consigo a Ashley Penn y tú conservas tu libertad.

El hombre lo sopesó.

Dijo entonces: —Esas fotografías, yo nunca las quise. Solo aparecen en el correo..

—Basura.

—No, es la verdad. Solo aparecen.

—De quién.

—No sé —dijo él—. Nunca hay remitente en el sobre.

—Bueno, si no las querías. ¿por qué sencillamente no las quemaste?

Él se encogió de hombros.

—No pude.

—¿Porque te gustaban demasiado?

Él suspiró.

—Sé que es difícil de entender —dijo él—. Pienso que alguien me está tendiendo una trampa. Ellos las querían en mi casa. Sabían que no sería capaz de deshacerme de ellas. Querían que la policía las encontrara. Quieren enviarme de vuelta a la cárcel. Y ahora, está pasando. Debí haberlas quemado todas en cuanto aparecieron.

—Todavía puedes salir de esto —dijo Keri—. ¿Dónde está Ashley Penn?

—No lo sé.

Keri frunció el ceño.

—Dime qué hiciste con ella.

—Nada.

—No te creo, Johnnie.

—Lo juro por Dios —dijo él—. Según las noticias, ella fue raptada después de la salida de la escuela, ¿correcto? ¿A mitad de la tarde?

—Sí.

—Bueno, yo estaba en el trabajo —dijo él—. Trabajo en Rick’s Autos en Cerritos. Estuve allí todo el día. No me fui hasta después de las cinco. Puedes llamar a Rick y él te lo dirá. Él me advirtió que si dejaba de ir una vez más, me despediría.

—¿Dejas de ir muchas veces últimamente?

—Me salto uno que otro día. Pero Rick me lo advirtió, así que yo me cuidé de permanecer el día entero. Además, tienen cámaras de seguridad allí. Puedes verme en el sitio durante todo el día. Nunca me fui, ni una vez, ni siquiera por cinco minutos. Incluso comí mi almuerzo en el salón de receso. Revísenlo. Llámenlo, él les dirá.

Keri sintió una creciente inquietud. Su coartada eran tan específica que sería fácil encontrar agujeros en ella si no era verdadera, lo que significaba que probablemente lo era.

—¿Todo el día? —preguntó Keri.

—Sí. En cierto momento, recibí una llamada, hacia las dos, de un tipo que quería hacer una… compra...

—No te preocupes, Johnnie, no pretendo arrestarte por tráfico. Continúa.

—Bueno, quería que lo viera en el estacionamiento de Cerritos Mall parking lot. Pero no conocía al tipo y como dije, Rick...

—Te advirtió, lo sé. ¿Así que si estuviste allá, quién tenía tu van?

—Nadie. Estuvo conmigo todo el día.

—Alguien la tuvo.

—No, nadie —dijo él—. La tuve estacionada allí mismo en el lote. Literalmente estuve dando vueltas alrededor de ella todo el día. Estaba allí mismo.

—La tenemos en un videotape llevándose a Ashley.

—Eso es imposible. Estaba conmigo. Ve y mira las cámaras de Rick. La verás.

Keri llevó a Cotton de regreso a la Sala de Interrogatorio. Al salir, Ray la esperaba.

—No te puedo dejar sola por un segundo —dijo él.

—Sígueme —le dijo ella, no sintiéndose para bromas.

Se dirigieron al garaje donde la van negra de Cotton estaba siendo procesada. Keri tecleó el número de matrícula en la computadora. Para su asombro, no coincidía con la van. Las matrículas de la van de Johnnie Cotton pertenecían a un Camry blanco, propiedad de alguien llamado Barbara Green, de Silverlake.

—¿Qué diablos está pasando? —preguntó Ray, igualmente estupefacto.

—¿Quieres mi teoría? —dijo Keri.

—Por favor.

—Quienquiera que se llevó a Ashley Penn estaba tratando de tenderle una trampa a Johnnie Cotton —dijo ella—. Usó una van negra para el secuestro, misma marca y modelo que la de Cotton. Robó las matrículas de Cotton, de tal forma que eventualmente fueramos capaces de identificarle, pero cubrió la del frente para que se viera como si Cotton estuviera actuando furtivamente.

Ray siguió su razonamiento.

—Y reemplazó las matrículas de Cotton con las Barbara Green, de tal manera que el tipo probablemente no notaría la diferencia hasta que fuera demasiado tarde.

—Exactamente —concedió Keri—. Y apuesto a que quienquiera que hizo todo eso le envió a Cotton esas fotos de niñas. Cotton sostiene que ellas simplemente aparecieron en el correo, sin remitente. Quienquiera que fuese sabía que el tipo no sería capaz de tirarlas y que las encontraríamos cuando registráramos la casa, haciendo que se viera aún más culpable.

—Entonces Cotton no es nuestro hombre —dijo Ray.

—No. Pero eso no es lo peor. Quienquiera que sea el tipo lo ha estado planificando desde hace rato. Sabía que Cotton era el proveedor de Denton Rivers. Sabía que era un pedófilo. Procuró además minar la coartada de Cotton intentando verse con él en el mall.

—Así que volvemos de nuevo a la primera casilla —dijo Ray.

Keri sacudió su cabeza.

—Peor que la primera casilla —dijo ella—. Hemos gastado una cosa que Ashley Penn no tiene: tiempo.

CAPÍTULO DIEZ

Lunes

Por la noche

Ashley tenía problemas para abrir los ojos. Sabía que estaba consciente pero todo lo sentía pesado y confuso. Le recordaba cuando tenía once y se rompió un ligamento de su tobillo mientras surfeaba; tuvo que pasar por cirugía y la anestesiaron. Cuando despertó, tuvo la misma sensación, como si volviera, no de un sueño, sino de la muerte.

¿Por cuánto tiempo había estado acostada allí?

Su cabeza le dolía de verdad. No había una fuente de dolor en particular. Latía violentamente por todas partes, tanto que le hizo temer que el solo acto de moverse lo empeoraría.

A pesar de su aprensión por el dolor que podía causarle, Ashley decidió que era hora de abrir los ojos.

Negro cerrado. No podía ver nada.

Ahí fue cuando el miedo comenzó a apoderarse de ella. Esto no era un hospital.

¿Dónde estoy?

Imaginó que era lo que podía sentir después que alguien echa una droga en la bebida de uno. Eso disparó otra racha de miedo.

¿Cómo llegué a este lugar? ¿Por qué no puedo recordar nada?

Intentó controlar el terror que estaba empezando a atenazarla. Se recordó a sí misma cuando una ola realmente enorme la derribó de su tabla de surf y la empujó al lecho del océano. Enloquecer no le valía de nada. Ella no podía resistirse a una ola. Ella tenía que guardar la calma y esperar. Tenía que sentir el miedo y dejarlo rodar hasta que ella pudiera hacer algo una vez la ola pasara.

Se forzó a sí misma a hacer lo mismo. No podía ver ni podía recordar, pero eso no significaba que ella estuviera indefensa. Decidió tratar de sentarse.

Se apoyó en sus codos hasta sentarse derecha, ignorando el taladro en su cabeza. Luego que remitiera ligeramente, se revisó en la oscuridad. Todavía vestía su top y su falda. No había perdido su sostén y sus pantis, pero sí sus zapatos. Estaba sobre un delgado colchón, con sus pies descalzos rozando un áspero piso de madera. Aparte del malestar general y el dolor de cabeza no creía tener alguna lesión.

Su oído derecho se sentía raro. Lo tocó y se dio cuenta que le faltaba un pendiente y su lóbulo palpitaba. El pendiente izquierdo seguí en su sitio.

Extendió el brazo para tener una idea de lo que le rodeaba. El piso definitivamente era de madera pero había algo extraño en él que no podía definir. Continuó tanteando hasta que sus dedos tropezaron con una pared en la cabecera del colchón. Para su sorpresa, era metal. Le dio un golpe con sus nudillos. Aunque era gruesa, el ruido provocó un eco.

Usó la pared para apoyarse mientras se incorporaba y la recorría con sus dedos, dando pequeños y cautelosos pasos. Al cabo de un instante se volvió claro que la pared era curva. Recorrió el círculo hasta que sus pies toparon de nuevo con el colchón. Estaba en una especie de habitación cilíndrica. Era difícil calcular el tamaño pero estimó que era tan grande como un garaje para dos autos.

Se volvió a sentar en el colchón y la sorprendió el sonido que hizo. Golpeó con la planta del pie el piso de madera y entendió porqué le había parecido extraño un poco antes: se sentía vacío por debajo, como si estuviera sobre la tarima de un patio.

Ashley se sentó en silencio por un minuto, tratando de hacer memoria, cualquier memorias, pero terminaba con el mismo dolor de cabeza. Podía sentir que el miedo comenzaba a apoderarse de ella de nuevo.

¿Qué lugar es este? ¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué no puedo recordar nada?

—¡Hola!

El eco regresó al instante, dándole la noción de una estructura cerrada con techo alto. Nadie respondió.

—¿Hay alguien allí?

No hubo sonido.

Pensó entonces en sus padres. ¿Estaban buscándola? ¿Se había ido hacía tanto tiempo como para que ellos se preocuparan? ¿Notaría incluso su padre que ella se había ido?

Las lágrimas asomaron a sus ojos. Molesta se las limpió con el dorso de la mano. El Senador Stafford Penn no le gustaban los llorones.

—¡Mamá! —gritó, escuchando el pánico elevarse por encima de su voz— ¡Mamá, ayúdame!

Su garganta se sentía como papel de lija. ¿Desde cuándo no había bebido nada? ¿Por cuánto tiempo había estado allí?

Se arrastró por el suelo, tocando cualquier cosa que no fuera el colchón. Para su sorpresa, su mano tropezó con un contenedor de plástico en el centro de la habitación. Tocó la parte de arriba y sintió que por dentro era redondeado. Había varias botellas de plástico, varios envases, y... ¿una linterna?

¡Sí!

Ashley la encendió y el recinto cobró vida. Casi de inmediato se dio cuenta que no estaba en una habitación. Ella estaba en una suerte de silo, arriba, cerca del tope, donde el techo se estrechaba hasta terminar en punta tres metros por encima de su cabeza. En el contenedor de plástico había botellas de agua, algo de sopa, mantequilla de maní, cecina, papel higiénico, y una hogaza de pan. Cerca del contenedor había un cubo de plástico. Podía adivinar para qué era.

Iluminó con la linterna las paredes, aspirando contra toda esperanza a que pudiera haber una puerta. Nada. Lo que llamó su atención, sin embargo, fueron todos los escritos de las paredes.

Se movió al más cercano, escrito con un marcador blanco

Soy Brenda Walker. Morí aquí en Julio 2016. Díganle a mi madre y a m padre y a mi hermana Hanna que siempre los amaré.

Seguía un número telefónico. Tenía un código de área 818 —el Valle de San Fernando.

¡Jesus!

Ashley movió la luz a lo largo de las paredes. Había otros mensajes con otros estilos de escritura. Algunos eran cortos e iban al grano, como el de Brenda. Otros eran largos y erráticos, escritos al parecer a lo largo de varios días. Había al menos una docena de nombres distintos, y sus mensajes literalmente cubrían las paredes.

Ashley sintió que empezaba a hiperventilar. Sus rodillas se tambalearon y ella cayó al piso, agarrándose de los bordes del contenedor para sostenerse. La linterna cayó sobre la hogaza de pan. Cerró bien los ojos y respiró lentamentamente, aspirando y espirando, tratando de sacar de su cabeza los mensajes escritos en la pared.

Al cabo de un minuto abrió sus ojos de nuevo y echó un vistazo al contenedor. La linterna había rodado por el pan y estaba ahora en el fondo, junto a la mantequilla de maní.

Muy bien que me caerá, considerando que soy alérgica a esta cosa.

Sacó la linterna y le dio un golpecito al envase de mantequilla de maní. Al revolver el contenedor, vio algo en el fondo que había pasado por alto. Se inclinó, para verlo más de cerca. Era un grueso marcador negro.

Fue entonces cuando Ashley comenzó a gritar.

CAPÍTULO ONCE

Lunes

Por la noche

Keri aguardó ne la entrada principal, tratando de ser paciente. Llevaba dos minutos parada allí.

Luego que la pista de Johnnie Cotton quedó en nada, Hillman le ordenó que comenzaran de cero. Todavía tenían que confirmar todo lo que Cotton había dicho. Patterson estaba supervisando el registro, por parte de la Unidad de Escena del Crimen, de la van de Cotton, por si acaso algo aparecía. Sterling fue enviado a Rick’s Autos en Cerritos para hablar con el jefe de Cotton y revisar el video de vigilancia, y así confirmar su coartada.

Edgerton, el experto en tecnología, había tomado el celular que Cotton le había entregado sin poner trabas, para rastrear el teléfono del autor de la misteriosa llamada en la que le pedían una reunión para compra de droga en el estacionamiento del centro comercial. Un oficial estaba también trayéndole la laptop de Ashley, para que él pudiera escanearla a fondo, a fin de descubrir cualquier cosa que ella pudiera estar ocultando.

Suárez estaba tecleando los reportes de sus entrevistas con Thelma Gray y Miranda Sánchez. Cantwell estaba haciendo una búsqueda de las ventas de van negras que coincidieran con la del secuestrador en el Condado de Los Ángeles en el último mes, y chequeando a los propietarios para ver si tenían registros criminales.

Ray había regresado a la secundaria de Ashley para reunirse con el director y revisar los videos de vigilancia de las calles vecinas en días recientes. Tenían la esperanza de que el secuestrador hubiera rondado la escuela y cometido algún error, que quizás se hubiese descuidado y hubiese salido de la van y así podría ser identificado.

Brody había sido sacado de la búsqueda para investigar un tiroteo callejero en Westchester. Hillman mismo estaba revisando casos recientes de raptos de adolescentes en el condado, buscando similitudes.

Keri hizo que Hillman la dejara chequear a Walker Lee, el sujeto mayor de quien Ashley parecía haberse enamorado en las últimas semanas. Ella sabía que él diría que sí solo para tenerla fuera de la estación y lejos del núcleo de la investigación. Pero a ella no le importaba. Ella no albergaba muchas esperanzas por esas otras áreas de búsqueda y se imaginaba que podía tambíen abrir una nueva línea.

Walker Lee vivía en North Venice junto a la Avenida Rose. En el área pululaban galerías de arte, comederos veganos, spas orgánicos, y cientos de lofts de artistas, lo que era una forma glamorosa de describir apartamentos tipo estudio, sin amoblar. Pero debido a que eran llamados “lofts” y estaba ubicados en Venice, los propietarios podían cobrar $2.500 al mes por menos de cincuenta metros cuadrados. El mismo sitio en Sherman Oaks estaría por debajo de los $1.000.

El sitio de Lee parecía ser una variación del tema. Estaba en lo que parecía un viejo taller de latonería, en el que cada estación de reparación había sido separada de las otras por medio de paredes y transformada en un habitáculo. Keri dudó que la ruidosa música que sus vecinos escuchaban salir de allí pudiera ser amortiguada de alguna forma por los baratos separadores de yeso.

Golpeó la puerta de nuevo. Minutos antes, Walker Lee había gritado que acababa de salir de la ducha y necesitaba un minuto para vestirse.

—Es suficiente, Sr. Lee. Abra ahora o voy a abrir esta puerta por usted.

Un segundo después, la puerta se abrió.

Walker Lee —el nuevo novio de Ashley— se paró enfrente de ella. Se veía como el tipo de las fotos. Al igual como en muchas de ellas, no tenía puesta camisa ni zapatos, solo un par de jeans con un botón abierto y un cierre a medio camino que mostraba sus impresionantes abdominales. Su largo pelo rubio estaba mojado y el agua goteaba de las mechas cayendo en el piso de concreto. Era tan bello que Keri tuvo que hacer un esfuerzo para no quedarse contemplándolo.

—Pase adelante. ¿Dice que tiene algunas preguntas sobre Ashley? —dijo él mientras se pasaba la toalla por su cabello.

Keri asintió y le siguió al loft, tratando de no contemplar sus espaldas. No era de maravillarse que Ashley se hubiera enamorado. El tipo era un colirio para los ojos, incluso para los estándares de Hollywood. Él la condujo al área principal, que servía de dormitorio, a través de la cocina que había sido la oficina del taller, y dentro de lo que ella supuso habría sido el salón de descanso. Keri notó que la puerta y las paredes eran acolchadas. Su sistema interno de alerta se apagó por un instante mientras se preguntaba por qué la estaba guiando a un salón a prueba de sonido. Pero cuando miró el interior, comprendió. La habían convertido en un diminuto estudio de ensayos, completo con cornetas, batería, micrófonos, amplificadores, guitarras, tableros de control, cajas, rollos de cable, e incluso un sofá donde echarse Apenas había sitio para moverse. Lee se tiró en el sofá y esperó que Keri hablara. Ella tomó asiento en una silla de metal plegable enfrente de él.

—Como ya dije, la razón por la que estoy aquí es Ashley Penn. ¿Sabes dónde está?

El hombre peinó sus cabellos con sus dedos, una mirada de confusión en su rostro.

—¿En casa?

—No.

—Ella no está aquí si eso es a lo que quieres llegar.

—¿Tienes una van negra?

—No.

—¿Sabes de alguien que posea una van negra? ¿Alguien de la banda, quizás?

—No. No entiendo. ¿Quieres decirme qué está pasando?

—¿No ves las noticias?

—No tengo tele y como no tenemos toque esta noche he estado ensayando aquí toda la tarde. Solo he suspendido para ducharme hace quince minutos.

—¿Estabas solo? ¿Puede alguno de tus compañeros de la banda verificar tu paradero?

—No. Me gusta trabajar en el nuevo material a solas. ¿Estás preguntando si tengo una coartada? En serio, ¿qué pasa?

Keri le explicó como Ashley había desaparecido después de clases esa tarde, mientras estudiaba su rostro, tratando de detectar si ya él sabía lo que ella le estaba diciendo. Él no dejó traslucir nada, excepto que estaba impactado. Ella no sabía si era genuino o si sus dotes en el escenario se extendían a las entrevistas policiales.

Mientras ella hablaba, él agarró dos vasos cañeros, sirvió whisky en ambos y le ofreció uno a Keri.

Ella sacudió su cabeza así que él lo puso sobre la corneta.

—Gracias, pero no.

—¿No bebes?

—No cuando estoy en servicio —mintió—. ¿Quién querría llevarse a Ashley?

Walker vació su vaso.

—Hay unos asuntos por allí —dijo él—. Pero hombre, no puedo hablarle a los policías

—¿Por qué no?

—Porque podría regresar y morderme en el trasero.

—Mira, no es nada personal pero me importa un carajo tu trasero —dijo Keri—. A menos que tengas algo que ver con ello, no estoy interesada en ti. Así que deja el drama y habla conmigo.

—Ah, hombre...

—Quieres ayudarla, ¿correcto?

—Por supuesto.

—Entonces habla. Dime lo que sabes.

Parecía estar contemplando sus opciones, miró entonces a Keri directo a los ojos y dijo:

—Bebe tu vaso primero.

—Ya te dije...

—Sí, lo sé, que estás en servicio —dijo él—. ¿Quieres que hable y te diga algo que podría terminar mordiéndome? Perfecto, empatemos el juego. Haz algo que puede terminar mordiéndote a ti. Tú bebes, yo hablo. Ese es el trato.

Keri lo midió con los ojos. Tomó entonces el vaso cañero y se inclinó hacia él, poniendo algo de ese flirteo que recordaba de una vida pasada.

—Déjame hacerte primero una pregunta —dijo Keri, previendo la respuesta, —Tú, ¿qué edad tienes?

—Veintitres. ¿Demasiado joven para ti, Detective?

—Te sorprenderías —le dijo ella, recostándose de nuevo—. Y Ashley tiene quince, si mal no recuerdo. Así que lo que le has estado haciendo a ella es técnicamente violación estatutaria. Presumo que es una de las cosas que te preocupa terminen mordiéndote.

El hombre asintió. Keri bajó el vaso cañero y le miró a él con dureza.

—Aclaremos esto, Walker. ¿No te importa que te llame Walker, verdad?

Él sacudió su cabeza, no estaba seguro de si ella seguía flirteando o no. Ella se lo aclaró.

—Walker, además de violación estatutoria, presumo que tu teléfono tiene varias fotos de Ashley desnuda. Eso es posesión de pornografía infantil, que también es un crimen sexual. De hecho, cada foto es un cargo separado. Usualmente, yo llamaría a mi enorme pareja y dejaría que te golpeara hasta tus entrañas vueltas puré se fueran por el retrete, pero ahora mismo no tengo tiempo. La única cosa para la que tengo tiempo es para encontrar a Ashley. Así que habla. Dime algo, dime lo que sea, y deja de preocuparte por ti mismo por diez segundos. Si eres honesto conmigo, no tendrás nada de qué preocuparte. Si no lo eres, voy a ser tu peor pesadilla, te lo garantizo.

Walker tragó grueso. Era simpático ver como desaparecía la sonrisa de suficiencia de su rostro, aunque fuera brevemente. En cuanto hubo recuperado la tranquilidad, lo escupió todo.

Según él, aunque su banda, Rave, lo estaba haciendo bien en LA —tenían incluso un sencillo al aire en KROQ—, él no creía que pudieran sobresalir del montón. Acá había mucha competencia. Walker —vocalista líder y compositor— estaba pensando dejar la banda e irse a Las Vegas para intentarlo en solitario. Él era el rostro de la banda, él escribía las canciones, él tocaba la guitarra principal. Le parecía que sería un gran pez en un estanque más pequeño allá en el desierto. Una vez establecido, regresaría y llenaría teatros en lugar de clubes. Ashley iba a venir con él.

—¿Así que ustedes dos iban a escapar?

Walker se encogió de hombros. —Más bien comenzar una vida. Voy a ser grande. Ella también. La ha visto, ¿correcto? Ella es preciosa. Ha estado mirando algunas agencias de modelaje de allá. Ellos estaban interesados.

Su información encajaba con las búsquedas en la web que Keri había encontrado en la laptop del dormitorio de Ashley.

—Solo había una pequeña pega —continuó—. Ella siempre ha tenido dinero, nunca ha tenido que pedirlo. Sabía que sus padres no le darían nada si ella simplemente se fuera. Así que comenzó a bromear sobre simular su propio secuestro y pedirles un rescate.

Keri trató de ocultar el impacto que sintió. ¿Podría Ashley estar en realidad detrás de su propia desaparición? Eso no encajaba con el caso a estas alturas.

—¿Piensas que eso es lo que pasó?

Él sacudió su cabeza.

—No, era solo un chiste. Si tuviera que poner dinero, pondría toda esta basura a los pies Artie North.

Keri no había escuchado ese nombre.

—¿Quién es Artie North?

—Es un superlerdo guardia de seguridad en la escuela de Ashley. El nos sorprendió a Ashley y a mí un día, detrás de las gradas, tú sabes, muy… juntos. Tomó un video con su teléfono. Entonces el pequeño anormal intentó chantajear a Ashley para que tuviera sexo con él. De no hacerlo, dijo que lo subiría a una pila de sitios porno.

—¿Y lo hizo ella? ¿Tuvo sexo con él?

—No. En vez de eso, alguien le dio una paliza.

—¿Tú?

Él se encogió de hombros.

—No recuerdo. Lo importante es, que ella me dijo que él le ha estado lanzando miradas obscenas desde entonces.

A Keri la cabeza le daba vueltas, tratando de hallarle sentido a todo lo que le habían dicho. Juguetes de un depredador aspirante a estrella de rock, lerdos guardias de seguridad, posibles falsos secuestros —de carecer de pistas había pasado a tener demasiadas. Se levantó de su asiento.

—No dejes la ciudad, Walker. Voy a chequear cada una de estas pistas. Y si resulta que me has estado engañando, voy a traer a mi pareja para una visita más cercana y personal, ¿lo comprendes?

Él asintió. Ella tomó el vaso que estaba sobre el altavoz, lo vació de un trago, y le lanzó a él el vaso vacío mientras se dirigía a la puerta.

—Y por amor de Dios, ponte una condenada camisa.

Ya afuera, llamó a Suárez y le pidió que trabajara sobre cualquier cosa que tuviera de Artie North y se lo enviara a ella de inmediato. Llamó entonces a Ray.

—¿Dónde estás? —preguntó ella.

—Ya terminé con la escuela. Regreso a la estación.

—Te veo allí para recogerte. No entres siquiera.

—¿Qué hay de nuevo?

—Tenemos un nuevo sospechoso. Y quiero tu compañía cuando tenga una pequeña charla con él.

—Okey. Suenas animada.

—Tengo nuevas pistas luego de ser seducida por un cabeza hueca, así que ya sabes, la confianza está a millón.

—Me alegro por ti —dijo Ray con sarcasmo.

—Sabía que lo estarías. Te veo en cinco.

Keri colgó, puso la sirena en el techo, y la encendió. Adoraba conducir con la sirena prendida.

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 ekim 2019
Hacim:
231 s. 3 illüstrasyon
ISBN:
9781640291065
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