Kitabı oku: «Una Vez Enterrado », sayfa 2

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Ambos hostiles se desplomaron y dejaron de moverse.

Bill bajó su arma.

Riley le dio una palmadita en la espalda.

“Lo hiciste, Bill”, dijo Riley. “Estoy disfrutando de esto. ¿Qué más podemos hacer con estos robots?”.

Bill dijo: “Hay un programa en el que podemos acercarnos a ellos mientras disparamos”.

“Intentémoslo”.

Bill habló por el micrófono.

“A poca distancia”.

Los ocho hostiles comenzaron a moverse, y Bill y Riley avanzaron hacia ellos paso a paso, disparando en pequeñas ráfagas. Dos robots cayeron y los otros se movieron de un lado a lado, por lo que se hizo más difícil alcanzarlos.

Mientras Bill disparaba, se dio cuenta de que algo faltaba en esta simulación.

“Los robots no disparan”, pensó.

Además, su alivio por salvar al rehén no se sentía genuino. Después de todo, él y Riley habían salvado la vida de un robot.

No cambiaba la realidad de lo que había sucedido el mes pasado.

Y ciertamente no resucitaría a Lucy.

La culpa todavía lo atormentaba. ¿Alguna vez sería capaz de no sentirse así?

¿Y alguna vez sería capaz de volver a trabajar?

CAPÍTULO TRES

Después de sus ejercicios de tiro al blanco, Riley todavía estaba preocupada por Bill. Es cierto que se había recuperado rápidamente después de su momento de shock. Y en realidad pareció haber disfrutado de los disparos a corta distancia.

Hasta se había visto alegre justo antes de partir a su apartamento. Sin embargo, no era el mismo Bill que había sido su compañero durante tantos años, y quien hacía mucho tiempo se había convertido en su mejor amigo.

Ella sabía lo que más le preocupaba.

A Bill le asustaba el hecho de que jamás sería capaz de volver a trabajar.

Ella deseaba poder tranquilizarlo con palabras simples y amables, algo así como...

“Solo estás pasando por una mala racha. Nos sucede a todos. Lo superarás más temprano que tarde”.

Pero garantías simplistas no eran lo que Bill necesitaba en este momento. Y la verdad era que Riley no sabía si eso era cierto o no.

Ella también había sufrido de TEPT y sabía lo difícil que era recuperarse de eso. Solo tendría que ayudar a Bill durante ese terrible proceso.

Aunque Riley volvió a su oficina, en realidad tenía poco que hacer en la UAC. No estaba asignada a ningún caso, y acogía estos días lentos con beneplácito después de la intensidad del último caso en Iowa. Terminó lo poco que tenía pendiente y se fue.

Mientras Riley conducía a casa, se sintió contenta ante la idea de cenar con su familia. Se sintió especialmente contenta ya que había invitado a Blaine Hildreth y su hija a cenar con ellos esta noche.

Riley estaba encantada por el hecho de que Blaine formaba parte de su vida. Era un hombre guapo y encantador. Y, como ella, se había divorciado hace relativamente poco tiempo.

También era un hombre muy valiente.

Fue Blaine el que le disparó a Shane Hatcher cuando amenazó a la familia de Riley.

Riley siempre estaría agradecida con él por eso.

Había pasado una noche con Blaine hasta ahora, en su casa. Habían sido bastante discretos al respecto. Su hija, Crystal, había estado ausente visitando a sus primos durante las vacaciones de primavera. Riley sonrió ante el recuerdo de su sexo apasionado.

¿Esta noche terminaría de la misma forma?

*

El ama de llaves de Riley, Gabriela, había preparado una deliciosa cena de chiles rellenos, una receta familiar que ella había traído consigo de Guatemala. Todo el mundo estaba disfrutando de los pimientos rellenos deliciosos.

Riley sintió una profunda satisfacción ante la deliciosa cena y maravillosa compañía.

“¿No están muy picantes?”, preguntó Gabriela.

No estaban tan picantes, y Riley estaba segura de que Gabriela lo sabía. Gabriela siempre restringía sus recetas centroamericanas originales. Era evidente que estaba cazando cumplidos, los cuales llegaron fácilmente.

“No, están perfectos”, dijo la hija de quince años de edad de Riley, April.

“Demasiado sabrosos”, dijo Jilly, la niña de trece años de edad que Riley estaba en el proceso de adoptar.

“Simplemente increíble”, dijo Crystal, la mejor amiga de April.

El padre de Crystal, Blaine Hildreth, no dijo nada de inmediato. Pero Riley sabía por su expresión que estaba encantado con el plato. También sabía que la apreciación de Blaine era en parte profesional. Blaine era el dueño de un restaurante lujoso pero informal en Fredericksburg.

“¿Cómo los preparas, Gabriela?”, preguntó después de unos bocados.

“Es un secreto”, dijo Gabriela con una sonrisa traviesa.

“Un secreto, ¿eh?”, dijo Blaine. ¿Qué tipo de queso utilizaste? No lo distingo. Sé que no es Monterey Jack o Chihuahua. Manchego, ¿tal vez?”.

Gabriela negó con la cabeza.

“Nunca te lo diré”, dijo con una sonrisa.

Mientras Blaine y Gabriela siguieron hablando de la receta en inglés y en español, Riley se quedó pensando si ella y Blaine...

Se sonrojó un poco ante la idea.

“No, no va a pasar esta noche”.

Sería difícil hacerlo con todos aquí.

Sin embargo, eso no era nada malo.

Estar rodeada de gente que amaba era placer suficiente para esta noche en particular. Pero al ver a su familia y amigos pasándola bien, una nueva preocupación comenzó a inundar su mente.

Una persona en la mesa casi ni había hablado en toda la noche. Liam, el recién llegado a la familia de Riley. Tenía la misma edad de April, y los dos adolescentes fueron novios durante un tiempo. Riley había rescatado al chico alto y desgarbado de un padre abusivo y borracho. Había necesitado un lugar para vivir y eso significaba que estaba durmiendo en el sofá cama de la sala familiar de Riley.

Liam normalmente era hablador y extrovertido. Pero algo parecía estar molestándolo esta noche.

Riley preguntó: “¿Te pasa algo, Liam?”.

Parecía que ni la había escuchado.

Riley habló un poco más fuerte.

“Liam”.

Liam levantó la mirada de su comida, la que apenas había tocado.

“¿Eh?”, dijo.

“¿Te pasa algo?”.

“No. ¿Por qué?”.

Riley lo miró con inquietud. Algo definitivamente andaba mal. Liam rara vez hablaba en monosílabas.

“Solo me preguntaba”, dijo.

Tomó nota de hablar con Liam a solas más tarde.

*

Gabriela cerró la cena con broche de oro: un delicioso postre de flan. Riley y Blaine disfrutaron de unos tragos después de la cena mientras que los cuatro niños se entretuvieron en la sala familiar. Después de un largo rato, Blaine y su hija se fueron a casa.

Riley esperó hasta que April y Jilly se fueron a sus habitaciones. Luego se fue sola a la sala familiar. Liam estaba sentado en el sofá todavía cerrado con la mirada perdida.

“Liam, sé que algo anda mal. Quisiera que me contaras qué te pasa”.

“No pasa nada”, dijo Liam.

Riley se cruzó de brazos y no dijo nada. Sabía por su experiencia con las chicas que a veces lo mejor era esperar que hablaran.

Luego, Liam dijo: “No quiero hablar del tema”.

A Riley le sorprendió eso. Estaba acostumbrada al mal humor de adolescentes de April y Jilly, al menos de vez en cuando. Pero esto no era propio de Liam en absoluto. Siempre era agradable y servicial. También era un estudiante dedicado, y Riley apreciaba su influencia sobre April.

Riley siguió esperando en silencio.

Finalmente Liam dijo: “Mi papá me llamó hoy”.

Riley sintió un vacío en la boca del estómago.

No pudo evitar recordar ese día terrible cuando corrió a la casa de Liam para salvarlo de ser golpeado por su padre.

Sabía que esto no debería sorprenderla. Pero no sabía qué decir.

Liam dijo: “Me dijo que lamenta todo lo que pasó. Me dijo que me echa de menos”.

La preocupación de Riley se intensificó. No tenía la custodia legal sobre Liam. En este momento, estaba actuando como una especie de madre adoptiva improvisada, y no tenía idea de exactamente cuál papel desempeñaría en su vida a futuro.

“¿Quiere que vuelvas a casa?”, preguntó Riley.

Liam asintió.

Riley no pudo obligarse a hacer la pregunta obvia...

“¿Qué quieres hacer?”.

¿Qué haría, qué podía hacer, si Liam le decía que quería volver a su casa?

Riley sabía que Liam era un chico amable y misericordioso. Al igual que muchas víctimas de abuso, también era propenso a una profunda negación.

Riley se sentó a su lado.

Ella preguntó: “¿Te sientes feliz aquí?”.

Liam jadeó un poco. Por primera vez desde el comienzo de su conversación, Riley vio que estaba a punto de llorar.

“Ah, sí”, dijo él. “Esto ha sido... Me he sentido... tan feliz”.

Riley sintió un nudo en la garganta. Quería decirle que podía quedarse aquí todo el tiempo que quisiera. Pero ¿qué podía hacer si su padre exigía que volviera? No podría evitar que eso sucediera.

Una lágrima rodó por la mejilla de Liam.

“Es solo que... desde que mamá se fue... soy lo único que tiene papá. O al menos hasta que me fui. Ahora está solo. Dice que ha dejado de beber. Dice que jamás me volverá a hacer daño”.

Riley casi espetó...

“No le creas. Jamás le creas cuando te diga eso”.

En cambio, dijo: “Liam, debes saber que tu padre está muy enfermo”.

“Lo sé”, dijo Liam.

“Él tiene que buscar la ayuda que necesita. Pero hasta que lo haga… bueno, le será muy difícil cambiar”.

Riley se quedó callada por unos instantes.

Luego agregó: “Jamás olvides que esto no es tu culpa. Sabes eso, ¿verdad?”.

Liam ahogó un sollozo y asintió.

“¿No has vuelto a verlo?”, preguntó Riley.

Liam negó con la cabeza sin decir nada.

Riley le dio unas palmaditas en la mano.

“Solo quiero que me prometas una cosa. Si quieres ir a verlo, no vayas solo. Quiero estar contigo. ¿Lo prometes?”.

“Lo prometo”, dijo Liam.

Riley alcanzó una caja cercana de pañuelos y le ofreció uno a Liam, quien se secó los ojos y se sonó la nariz. Luego los dos se quedaron sentados allí sin decir más por unos momentos.

Finalmente Riley dijo: “¿Me necesitas para algo más?”.

“No. Ya estoy bien. Gracias por… bueno, ya sabes”.

Le sonrió débilmente.

“Por todo”, agregó.

“De nada”, dijo Riley, devolviéndole la sonrisa.

Salió de la sala familiar, se dirigió a la sala de estar y se sentó sola en el sofá.

De repente sintió un sollozo en su propia garganta, y se puso a llorar. Le sorprendió darse cuenta de lo mucho que su conversación con Liam la había afectado.

Pero era bastante fácil entender el por qué.

“Esto sobrepasa mis capacidades”, pensó.

Después de todo, todavía estaba tratando de finalizar la adopción de Jilly. Había rescatado a la pobre chica de horrores propios. Riley había encontrado a Jilly tratando de vender su cuerpo por pura desesperación.

Entonces ¿por qué Riley estaba haciendo esto, acogiendo a otro adolescente en su casa?

De repente deseaba que Blaine aún estuviera aquí, tenía ganas de hablar con él.

Blaine siempre parecía saber qué decir.

Había disfrutado de la pausa entre los casos, pero poco a poco algunas preocupaciones comenzaron a invadir su mente, preocupaciones relacionadas con su familia más que todo, y hoy relacionadas con Bill.

Estas no parecían unas vacaciones.

Riley no pudo evitar preguntarse...

“¿Qué diablos anda mal en mí?”.

¿Simplemente era incapaz de disfrutar de una vida tranquila?

De todos modos, sabía algo con certeza.

Este período de calma no duraría. En algún lugar, algún monstruo estaba cometiendo algún acto atroz, y ella tendría que detenerlo.

CAPÍTULO CUATRO

Riley fue despertada la mañana siguiente por el sonido de su teléfono vibrando.

Se quejó en voz alta mientras se despertaba.

“La calma ha terminado”, pensó.

Miró su teléfono y vio que tenía razón. Era un mensaje de texto de su jefe de equipo en la UAC, Brent Meredith. Le decía que debía reunirse con él, y estaba escrito en su típico estilo conciso...

UAC 8:00

Miró la hora y se dio cuenta de que tendría que darse prisa para poder llegar a la cita prevista a tiempo. Quántico solo quedaba a media hora de su casa, pero tendría que salir de aquí rápido.

Le tomó a Riley solo unos minutos cepillarse los dientes, peinarse, vestirse y bajar las escaleras deprisa.

Gabriela ya estaba preparando el desayuno en la cocina.

“¿Ya el café está listo?”, preguntó Riley.

“Sí”, dijo Gabriela antes de servirle una taza caliente.

Riley se tomó el café rápidamente.

“¿No te da tiempo de desayunar?”, le preguntó Gabriela.

“Me temo que no”.

Gabriela le entregó un panecillo.

“Entonces llévate esto. Debes comer algo”.

Riley le dio las gracias a Gabriela, bebió un poco más de café y se precipitó hacia su auto.

Durante el corto viaje a Quántico, fue inundada por una sensación peculiar.

Comenzó a sentirse mejor de como se había sentido durante los últimos días, hasta un poco eufórica.

Era en parte una subida de adrenalina, por supuesto, ya que su cuerpo y mente estaban preparadas para un nuevo caso.

Pero también era algo bastante inquietante, una sensación de que las cosas de alguna manera estaban volviendo a la normalidad.

Riley suspiró al darse cuenta de eso.

Se preguntó qué significaba el hecho de que cazar monstruos se sentía más normal para ella que pasar tiempo con la gente que amaba.

“No puede ser... normal”, pensó.

Peor aún, le recordó a algo que su padre, un oficial de la Marina brutal y amargado, le había dicho antes de morir.

“Eres una cazadora. Te mataría si trataras de vivir mucho tiempo en aquello que las personas llaman normal”.

Riley deseaba con todo su corazón que eso no fuera cierto.

Pero en momentos como estos, no pudo evitar preocuparse. ¿Era imposible para ella desempeñar los papeles de esposa, madre y amiga?

¿Era inútil siquiera intentarlo?

¿“La caza” era lo único que realmente tenía en la vida?

No, definitivamente no era lo único.

Seguramente ni siquiera lo más importante en su vida.

Con firmeza, se sacó la cuestión desagradable de su mente.

Cuando llegó al edificio de la UAC, se estacionó, entró a toda prisa y se dirigió directamente a la oficina de Brent Meredith.

Ella vio que Jenn ya estaba allí, viéndose bastante más despierta de lo que Riley se sentía. Riley sabía que Jenn, como Bill, tenían un apartamento en la ciudad de Quántico, así que no había estado tan apurada en llegar. Pero Riley también atribuyó parte de la frescura mañanera de Jenn a su juventud.

Riley había sido igual a Jenn de joven, lista y ansiosa de entrar en acción en cualquier momento, a cualquier hora del día o de la noche, y capaz de pasar mucho tiempo sin dormir si así lo exigía el trabajo en cuestión.

¿Esos días habían quedado atrás?

No era un pensamiento agradable, y no hizo nada para mejorar el estado de ánimo ya inquieto de Riley.

Sentado en su escritorio, Brent Meredith se veía tan formidable como siempre, con sus rasgos negros y angulosos y mirada severa.

Riley se sentó, y Meredith fue directo al grano.

“Hubo un asesinato esta mañana. Sucedió en la playa pública de la Reserva Natural Belle Terre. ¿Alguna de ustedes está familiarizada con el lugar?”.

Jenn dijo: “He ido un par de veces. Un lugar estupendo para ir de excursión”.

“Yo también he ido”, dijo Riley.

Riley recordaba la reserva natural bastante bien. Quedaba en la Bahía de Chesapeake, a un poco más de dos horas en auto de Quántico. Tenía varios cientos de hectáreas de bosque y una gran playa pública en la bahía. Era una zona popular para los amantes del aire libre.

Meredith tamborileó los dedos sobre su escritorio.

“La víctima se llamaba Todd Brier, un pastor luterano de la ciudad cercana de Sattler. Fue enterrado vivo en la playa”.

Riley se estremeció un poco.

¡Enterrado vivo!

Había tenido pesadillas con eso, pero en realidad nunca había trabajado en un caso relacionado con este tipo de asesinato macabro.

Meredith continuó: “Brier fue encontrado aproximadamente a las siete de las mañana, y parecía que solo llevaba muerto aproximadamente una hora”.

Jenn preguntó: “¿Por qué es un caso del FBI?”.

Meredith dijo: “Brier no es la primera víctima. Ayer fue encontrado otro cuerpo cerca, una joven llamada Courtney Wallace”.

Riley contuvo un suspiro.

“No me digas”, dijo. “También enterrada viva”.

“Exacto”, dijo Meredith. “La mataron en una de las rutas de senderismo en la misma reserva natural, al parecer también temprano en la mañana. Fue descubierta más tarde ese día cuando un excursionista se encontró con el suelo movido y llamó a los servicios del parque”.

Meredith se echó hacia atrás en su silla y la movió de un lado a otro.

Dijo: “Hasta ahora, la policía local no tiene ningún sospechoso o testigo. Aparte de los lugares y el MO, no tienen casi nada. Ambas víctimas eran personas jóvenes y sanas. No ha habido tiempo para averiguar si estuvieron conectadas de alguna forma, aparte del hecho que ambas estuvieran allí temprano en la mañana”.

Riley trató de darle sentido a lo que acababa de oír, pero no tenía casi información.

Ella preguntó: “¿La policía local acordonó el área?”.

Meredith asintió.

“Cerraron la zona boscosa cerca de ese sendero y la mitad de la playa al público. Les dije que no movieran el cuerpo en la playa hasta que mi gente llegara”.

“¿Y el cuerpo de la mujer?”, preguntó Jenn.

“Está en la morgue de Sattler, la ciudad más cercana. El médico forense del distrito Tidewater está en la playa en este momento. Quiero que ustedes se vayan para allá lo antes posible. Llévense un vehículo del FBI, algo que llame la atención. Tengo la esperanza de que si al menos el FBI está visible en la escena, eso desacelere al asesino. Mi conjetura es que estos no serán sus últimos asesinatos”.

Meredith miró a Riley y Jenn.

“¿Alguna pregunta?”, preguntó.

Riley tenía una pregunta, pero no sabía si debía hacerla.

Finalmente dijo: “Señor, quiero hacer una petición”.

“¿Qué?”, dijo Meredith, reclinándose en su silla de nuevo.

“Quiero que el agente especial Jeffreys sea asignado a este caso”.

Los ojos de Meredith se abrieron.

“El agente Jeffreys está de licencia”, dijo. “Estoy seguro de que la agente Roston y tú pueden manejar este caso perfectamente bien”.

“Eso no lo dudo”, dijo Riley. “Pero…”.

Ella vaciló.

“Pero ¿qué?”, preguntó Meredith.

Riley tragó grueso. Sabía que a Meredith no le gustaba cuando los agentes pedían favores personales.

Ella dijo: “Creo que tiene que volver al trabajo, señor. Creo que le haría bien”.

Meredith frunció el ceño y no dijo nada por un momento.

Luego dijo: “No lo asignaré oficialmente al caso. Pero si quieres que trabaje con ustedes de manera informal, no me opondré”.

Riley le dio las gracias, tratando de no ser demasiado efusiva para que no cambiara de parecer. Luego ella y Jenn requisaron un VUD oficial del FBI.

A lo que Jenn comenzó a conducir hacia el sur, Riley sacó su teléfono celular y le envió un mensaje de texto a Bill.

Estoy trabajando en un nuevo caso con Roston. El jefe dice que puedes trabajar con nosotras. Quiero que trabajes con nosotras.

Riley esperó unos momentos. Su corazón latió con un poco más de fuerza cuando el mensaje fue marcado como “leído”.

Luego escribió...

¿Podemos contar contigo?

Una vez más, el mensaje fue marcado como “leído”, pero no hubo respuesta.

El ánimo de Riley se hundió.

“Tal vez esto no es una buena idea”, pensó. “Tal vez todavía es demasiado pronto”.

Deseaba que Bill le respondiera, aunque solo para decirle que no.

CAPÍTULO CINCO

Mientras Jenn conducía la camioneta al sur hacia su destino, Riley siguió mirando los mensajes de texto que había enviado desde su teléfono celular.

Bill todavía no había respondido.

Finalmente decidió llamarlo.

Marcó su número. Para su frustración, solo oyó su correo de voz.

Ante el pitido, ella simplemente dijo: “Bill, llámame. Ahora mismo”.

A lo que Riley colocó su teléfono en su regazo, Jenn la miró desde detrás del volante.

“¿Pasa algo?”, preguntó Jenn.

“No lo sé”, dijo Riley. “Espero que no”.

Su preocupación siguió en aumento mientras Jenn conducía. Recordó un mensaje de texto que había recibido de Bill mientras había estado trabajando en su caso más reciente en Iowa...

Solo para que sepas. Llevo rato sentado aquí con una pistola en mi boca.

Riley se estremeció ante el mero recuerdo de la llamada telefónica desesperada que había venido después, cuando logró disuadirlo de suicidarse.

¿Estaba pasando lo mismo?

Si era así, ¿qué podía hacer Riley al respecto?

Un ruido agudo y repentino alejó estos pensamientos de la mente de Riley. Le tomó un segundo darse cuenta de que Jenn había encendido la sirena después de encontrarse con tráfico lento.

La sirena sirvió como un gran recordatorio para Riley.

“Tengo que mantenerme enfocada en el trabajo en cuestión”.

*

Riley y Jenn llegaron a la Reserva Natural Belle Terre a eso de las diez y media. Siguieron un camino a la playa hasta que encontraron un par de patrullas y la furgoneta de un médico forense. Más allá de los vehículos, en una zona herbosa, había una barrera de cinta policial para mantener al público alejado de la playa.

No vieron la playa de inmediato a lo que se bajaron de la camioneta. Pero Riley vio gaviotas volando sobre su cabeza, sintió una brisa fresca en su cara, el aire olía a sal y oyó el sonido de las olas.

A Riley le consternaba, más no le sorprendía, el hecho de que un pequeño grupo de periodistas ya se habían aglomerado en la zona de estacionamiento más allá de la escena del crimen. Se amontonaron alrededor de Riley y Jenn, haciéndoles preguntas.

“Hubo dos asesinatos en dos días. ¿Esto es obra de un asesino en serie?”.

“Dieron a conocer el nombre de la víctima de ayer. ¿Ya identificaron a la nueva víctima?”.

“¿Se comunicaron con la familia de la víctima?”.

“¿Es cierto que las dos víctimas fueron enterradas vivas?”.

Riley se encogió ante la última pregunta. Obviamente no le sorprendía el hecho de que ya se sabía cómo habían muerto las víctimas. Los reporteros probablemente se habían enterado de eso escuchando a los escáneres de la policía local. Pero no tenía ninguna duda de que los medios de comunicación caerían en el sensacionalismo respecto a estos asesinatos.

Riley y Jenn se abrieron paso entre los reporteros sin decir nada. Luego fueron recibidas por un par de policías locales, quienes las acompañaron más allá de la cinta policial y la zona herbosa hacia la playa. Riley sintió la arena metiéndose en sus zapatos mientras caminaba.

En un momento vieron la escena del crimen.

Varios hombres rodeaban un hoyo cavado en la arena donde el cuerpo aún permanecía. Dos de ellos se dirigieron hacia Riley y Jenn a medida que se aproximaban. Uno de ellos era un hombre robusto y pelirrojo con uniforme. El otro, un hombre delgado con pelo negro rizado, llevaba una camisa blanca.

“Me alegra que llegaran tan rápido”, dijo el hombre pelirrojo cuando Riley y Jenn se presentaron. “Soy Parker Belt, el jefe de policía de Sattler. Este es Zane Terzis, el médico forense del distrito Tidewater”.

El jefe Belt llevó a Riley y Jenn hacia el hoyo y bajaron la mirada al cuerpo medio descubierto.

Riley estaba más que acostumbrada a ver cadáveres en varios estados de mutilación y descomposición. A pesar de ello, este la sacudió con una especie única de terror.

Era un hombre rubio, de unos treinta años de edad, y llevaba ropa para correr adecuada para una caminata fresca de mañana de verano por la playa. Sus brazos permanecían tendidos en rigor mortis de sus intentos desesperados de desenterrarse. Sus ojos estaban bien cerrados, y su boca abierta estaba llena de arena.

El jefe Belt se detuvo junto a Riley y Jenn.

Belt dijo: “El asesino no se llevó su cartera, la cual tenía un montón de identificación. Aunque no la necesitamos. Lo reconocí justo cuando Terzis y sus hombres descubrieron su rostro. Su nombre es Todd Brier, y él era un pastor luterano en Sattler. Yo no asistía a su iglesia, soy metodista. Pero lo conocía. Éramos buenos amigos. Fuimos a pescar juntos varias veces”.

La voz de Belt estaba llena de tristeza y conmoción.

“¿Cómo fue encontrado el cuerpo?”, preguntó Riley.

“Un tipo pasó caminando con su perro”, dijo Belt. “El perro se detuvo aquí, oliendo y haciendo ruido, y luego comenzó a cavar, y apareció una mano de inmediato”.

“¿El tipo que encontró el cuerpo sigue aquí?”, preguntó Riley.

Belt negó con la cabeza.

“Lo enviamos a casa. Estaba bastante conmovido. Pero le dijimos que tenía que estar disponible por si teníamos preguntas. Te puedo comunicar con él”.

Riley levantó la mirada del cuerpo al agua, que estaba a unos quince metros de distancia. Las aguas de la Bahía de Chesapeake eran de color azul oscuro, sus olas alcanzando la arena suavemente. Riley veía que la marea estaba en bajante.

Riley preguntó: “¿Este fue el segundo asesinato?”.

“Sí”, respondió Belt tristemente.

“¿Ha sucedido algo como esto antes?”.

“¿Aquí en Belle Terre?”, dijo Belt. “No, para nada. Esta es una reserva pacífica para aves y vida silvestre. La gente local utiliza esta playa, en su mayoría familias. De vez en cuando tenemos que detener a algún cazador furtivo o resolver una discusión entre visitantes. También tenemos que ahuyentar a vagabundos de vez en cuando. Eso es lo más grave que sucede aquí”.

Riley caminó alrededor del hoyo para mirar el cuerpo desde un ángulo diferente. Ella vio una mancha de sangre en la parte posterior de la cabeza de la víctima.

“¿Qué piensas de esta herida?”, le preguntó a Terzis.

“Parece que fue golpeado por un objeto duro”, dijo el forense. “La estudiaré mejor cuando tenga el cuerpo en la morgue. Pero por su aspecto, diría que probablemente fue suficiente para aturdirlo, solo el tiempo suficiente para que no pudiera pelear mientras que el asesino lo estaba enterrando. Dudo que estaba totalmente inconsciente. Es bastante obvio que luchó mucho”.

Riley se estremeció.

Sí, eso era evidente.

Ella le dijo a Jenn: “Toma fotos y envíamelas”.

Jenn inmediatamente sacó su teléfono celular y comenzó a sacar fotos del hoyo y el cadáver. Mientras tanto, Riley caminó lentamente alrededor del hoyo, mirando la playa desde todas las direcciones. El asesino no había dejado muchas pistas. La arena alrededor del hoyo obviamente había sido movida por el asesino cuando cavó, y había un rastro de huellas por donde se había acercado el trotador.

El asesino tampoco había dejado muchas huellas. La arena seca no tenía la forma de un zapato. Pero Riley veía donde las yerbas pantanosas por las que había llegado habían sido movidas por otra persona.

Ella señaló y le dijo a Belt: “Haz que tus chicos recorran la hierba cuidadosamente para ver si alguna fibra quedó atrapada allí”.

El jefe asintió con la cabeza.

Riley comenzó a sentir una sensación familiar, una sensación que a veces la inundaba en una escena del crimen.

No la había sentido mucho durante sus casos más recientes. Pero era una sensación bienvenida, una que sabía que podía utilizar como una herramienta.

Era una sensación extraña del asesino en sí.

Si permitía que esa sensación la inundara por completo, probablemente obtendría alguna idea sobre lo que había ocurrido aquí.

Riley se alejó unos pasos del grupo reunido en la escena. Miró a Jenn y vio que su compañera la estaba observando. Riley sabía que Jenn estaba al tanto de su reputación de entrar en las mentes de los asesinos. Riley asintió, y vio a Jenn entrar en acción, haciendo preguntas propias, distrayendo a los demás en la escena y dándole a Riley unos momentos para concentrar sus habilidades.

Riley cerró los ojos y trató de imaginarse la escena en el momento del asesinato.

Imágenes y sonidos la asaltaron con bastante facilidad.

Estaba un poco oscuro, y la playa estaba tenebrosa, pero había rastros de luz en el cielo al otro lado del agua, desde donde el sol saldría más tarde, y al menos se podía ver.

La marea estaba alta, y el agua probablemente solo estaba a un tiro de piedra de distancia, por lo que el sonido de las olas era fuerte.

“Lo suficientemente fuerte como para apenas poder oírse a sí mismo cavar”, se dio cuenta Riley.

En ese momento, a Riley no le costó entrar en una mente extraña…

Sí, él estaba cavando, y ella sentía la tensión de sus músculos mientras echaba paladas de arena, sentía la mezcla de sudor y bruma en su rostro.

Cavar no era una tarea fácil. De hecho, era un poco frustrante.

No era fácil cavar un hoyo en arena de playa como esta.

La arena tenía una forma de volver a llenar parcialmente el espacio donde cavaba.

Él estaba pensando…

“No será muy profundo. Pero no tiene que ser profundo”.

No dejaba de mirar hacia la playa, en busca de su presa. Y, por supuesto, no tardó en aparecer, corriendo por ahí con satisfacción.

Y en el momento perfecto, ya que el hoyo estaba lo suficientemente profundo.

El asesino empujó la pala en la arena, levantó las manos y saludó.

“¡Ven aquí!”, le gritó al trotador.

Aunque no importaba lo que gritara. Sobre el sonido de las olas, el trotador no sería capaz de distinguir sus palabras, solo un grito ahogado.

El trotador se detuvo ante el sonido y miró en su dirección.

Luego se acercó al asesino.

El trotador estaba sonriendo mientras se acercaba, y el asesino le devolvió la sonrisa.

En poco tiempo estuvieron al alcance del oído del otro.

“¿Qué pasa?”, gritó el trotador sobre las olas.

“Ven aquí, te lo mostraré”, le gritó el asesino.

El trotador se acercó al lugar donde se encontraba el asesino.

“Mira ahí abajo”, dijo el asesino. “Mira muy de cerca”.

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10 ekim 2019
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