Kitabı oku: «Mis suspiros llevan tu nombre», sayfa 4

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CAPÍTULO 3

Eran más de las cuatro de la tarde, sentía un hambre atroz, pero no había forma de convencer a Alex para que bajásemos a comer algo, no sé si pensaría que si nos movíamos de su habitación aquello se esfumaría como un sueño.

–¡Por favor vamos a bajar, me voy a desmayar! –Él seguía abrazándome muy fuerte y siseó para que callase– ¡Pues yo me voy! –Intenté levantarme, pero de nuevo me atrajo hasta él.

–¡Solo un poquito más!

–¡Alex tengo mucha hambre, mi hermano llegará de un momento a otro y nos va a hacer mil preguntas si ve que estamos solos y aún no hemos comido!

El ambiente de broma que había hasta ese instante dio un giro de 180º y me habló bastante serio:

–Sisí esto se va a acabar, he seguido con la tontería de lo de tu hermano por no meter la pata, pero ya no somos unos críos para tener que estar pendientes a sus caprichos, luego hablaré con él y pondré las cosas bien claras, no sé qué razones tendrá para que no quiera que estemos juntos, pero no le voy a aguantar ni una tontería más.

Cogí su cara entre mis manos, sabía que tenía razón, pero no quería que nuestra relación comenzara con mal pié.

–Escúchame por favor, no estás diciendo nada que no sea verdad, pero déjame que sea yo quien hable con él, con el carácter que tenéis los dos no vamos a conseguir que esto llegue a buen puerto, no podéis ponerme en medio de una encrucijada y tener que decantarme por uno o por otro. ¿Lo harás? ¿Me dejarás que yo hable primero con él?

–Pero tienes que hacerlo hoy mismo, no quiero perder un minuto más sin estar contigo. ¿De acuerdo?

Asentí con la cabeza, me cogió por mi nuca y me acercó de nuevo a su boca. Sin poder separarme de sus labios le dije:

–¡No, no, no, me voy, tengo mucha hambre!

Se echó a reír y aproveché el momento para levantarme de su cama, cogí su camisa, que estaba sobre el respaldo de la silla y me la puse.

Él seguía acostado, puso sus brazos por detrás de la cabeza y no movió un solo musculo más, yo notaba cómo no dejaba de observar cada uno de mis movimientos y me estaba poniendo nerviosa.

–¿Qué? –Le dije sin poder dejar de reírme.

–Que nunca me cansaré de decirte que eres lo más bonito que he visto en mi vida.

Me sonrojé al escucharlo. Él, que había viajado a las mejores ciudades del mundo, que habría conocido montones de chicas y a mí me miraba con esos ojos llenos de amor. Me puse al filo de la cama y lo besé, me abrazó con dulzura, pero de nuevo me atrapó entre sus brazos y me recostó a su lado. ¡Bueno al fin y al cabo tampoco tenía tanta hambre! Y todo empezó otra vez.

Nos habíamos quedado dormidos, exhaustos y hambrientos, el cansancio pudo con nosotros, pero el motor de la furgoneta de mi padre me despertó sobresaltada. Puse atención y lo pude escuchar entrando por el portón hacia el garaje.

Los nervios se apoderaron de mí. Alex seguía durmiendo, no quise despertarlo, mejor así. Fui corriendo hacía mi habitación y me puse algo de ropa, bajé enseguida al jardín recogiendo a mi paso toda la que nos habíamos ido quitado en nuestro camino hacia su dormitorio. Escuchaba la voz de mis amigas y no sabía cómo iba a responder mi hermano cuando se enterara de que habíamos pasado todo el día los dos solos.

–¡Hola!

Las chicas vinieron corriendo hacia mí, mientras ellos descargaban las cosas de la furgoneta.

–¡Hola Sisí! ¡Tenías que haberte venido con nosotros, lo hemos pasado genial!

Pensaba para mí, “tampoco yo lo he pasado muy mal que se diga”

–Bueno, así habéis podido estar toda la mañana con los “Don Juanes” –Las dos se echaron a reír.

–¡Jo, si vieses lo que te tenemos que contar! –Dijo Mónica dando saltitos.

–¿Qué?

Miriam no pudo esperar que Mónica continuara y la interrumpió:

–¡Qué ya es formal! Somos cuñadas, bueno tú no –le dijo a la pobre Mónica– ¡Pero tú y yo sí! –exclamó dirigiéndose a mí.

Lanzamos unos chirriantes grititos, cogí la mano de Mónica y le dije bajando mucho el tono de voz para que mi hermano no me escuchase:

–¡Tú y yo también y así por extensión las tres! ¡Yo estoy ya formalmente con Alex! –De nuevo nos pusimos como tres bobas a abrazarnos sin parar de dar aquellos incómodos gritos para los que nos escuchaban.

En ese instante un taxi paraba en la puerta de entrada de casa, Marisa se bajó y vino hacia nosotras.

–¡Hola! ¿Ahora llegáis?

–Sí, acabamos de hacerlo –dijo mi amiga. Ella continuó con su conversación.

–¡Yo estoy agotada, llevo desde esta mañana en el hospital con mi sobrina, menos mal que todo parece haber salido bien!

Y como si mi hermano y yo tuviésemos una conexión más allá de lo normal, ambos nos miramos; podía leer perfectamente en sus ojos lo que estaba pensando, vino hacia mí y me cogió del brazo apartándome de las miradas de todos que no entendían esa reacción por su parte, me metió casi arrastras hasta el hall de la casa.

–¿Habéis estado toda la mañana solos los dos?

Di un fuerte tirón de mi brazo y me liberé de él.

–¡Cálmate Raúl! Déjame que te explique.

–¿Qué tienes que explicar? Seguro que te ha llevado a la cama ¿a qué has picado como una idiota?

–¡Raúl, no sé por qué te desagrada Alex! ¡Es un tío genial y creo que le gusto enserio!

–¡Joder Sisí! ¿Sabes que se va en una semana y que no va a volver? ¿Te lo ha dicho? ¡Seguramente se van a vivir a Los Ángeles, ya es casi seguro si cierran este último contrato! –La voz de mi hermano sonaba cada vez con más fuerza, no me dejaba explicarle– ¡Va a hacer una gira y no volverá! ¡Además me ha contado Fran que su hermano es de los que van de una mujer a otra, sin nada estable! –Intenté contestarle, pero la voz de Alex me detuvo:

–Tu hermana sabe de sobra lo de mi gira, es verdad que estaremos un año separados, no se lo he ocultado, pero existen los aviones y siempre que pueda volveré para que podamos estar juntos y lo de las chicas, en parte es cierto, no he conseguido estar con nadie porque llevo enamorado de Sisí desde que era un crío y los pocos días que nos quedan para estar juntos, tú los estas echando a perder con tu intransigencia. ¡Déjanos en paz, ya estamos bastante creciditos para saber lo que queremos hacer, sin necesidad de que nadie nos diga lo que es mejor o peor para nosotros!

Alex agarró mi mano e intentó que pasásemos hacia el interior de la casa, pero Raúl me amenazó:

–¡Sisí, voy a llamar ahora mismo a papá y le voy a contar que te estás acostando con este tío!

Me volví hacía él y le contesté:

–¡Haz lo quieras! ¡Si quieres darle un mal rato llenándole la cabeza con esta tontería, hazlo! ¡Cómo si las preocupaciones que tiene ahora no fuesen ya bastante! Pero si vas a seguir adelante ten en cuenta una cosa, tú y yo terminamos aquí, vete olvidando que tienes una hermana. –Agarré con fuerza la mano de Alex y nada más dar un par de pasos separándome de Raúl me volví y le dije–: ¡Ahora nos vamos a comer, hemos estado toda la mañana juntos y no nos había dado tiempo aún!

Me di la vuelta y continué andando de la mano de Alex con los ojos casi entornados y rezando para que Raúl no hiciese la tontería de llamar a mi padre.

Al cabo de un instante escuché cómo el motor de la furgoneta se ponía en marcha, supuse que necesitaba algún tiempo para pensar que hacer, pero a mí me había chafado por completo aquel maravilloso día.

Después de comer algo rápido Alex se despidió de mí con un beso, sin importarle que su hermano y mis amigas estuvieran delante y volvió a sus prácticas con el piano. El ambiente no era el más agradable, todos estábamos incómodos por la situación que se había creado entre mi hermano y yo, Miriam fue la primera en romper el hielo.

–¡Jo, qué mal rollo! Con lo contentos que estábamos.

La miré, mi humor no era el mejor en ese momento tampoco.

–¡Yo no he tenido la culpa! Es que realmente no sé qué ve de malo mi hermano en Alex. No podía pedir alguien mejor para mí, ni siquiera cuando le conté lo que me había ocurrido con Carlos se lo tomó tan mal.

Fran entró en la conversación:

–Creo que yo he sido el culpable de todo esto.

Las tres lo miramos.

–Estoy tan enfadado con mi abuelo por culpa de la gira de Alejandro, que no he dejado de despotricar sobre él, tu hermano lleva estos tres meses escuchándome hablar mal sobre el mío, como si el pobre hubiese tenido otra opción que aceptar el destino que mi abuelo lleva trazando para él desde que murieron mis padres.

Mónica le contestó rápidamente:

–¡Eso es absurdo! En el tiempo en el que vivimos nadie obliga a nadie a hacer algo que no quiere, si tu hermano no quisiera hacer la gira, tu abuelo no podría obligarlo.

Él la miró, dio un suspiro y le respondió:

–Se nota que no conoces a mi abuelo, no lo consiguió con mi padre y se propuso no fracasar en este empeño con mi hermano, lo lleva obligando a tocar ocho horas diarias desde que tenía diez años. Alejandro es un hombre muy íntegro y se siente agradecido por criarnos a los dos, o por lo menos mi abuelo le ha hecho sentirse obligado a estarlo con él, es un manipulador. Ahora está organizando esta estúpida gira y tendremos que mudarnos a los Ángeles, le he pedido mil veces que me deje quedar en España, pero él se niega, por lo único que no le obligo a hacerlo es por no abandonar totalmente a mi hermano en sus manos –lo miraba algo sorprendida, siempre había pensado que Fran tenía un poco de envidia de su hermano, pero era al contrario, lo que realmente sentía era lástima por él, por la situación en la que se había visto envuelto a causa de la ambición y manipulación de su abuelo. Fran continuó hablándome–…Y tú hermano no te lo ha dicho, pero cuando le contaste lo que te ocurrió con aquel tío, le dio tal cantidad de golpes que no pudo asistir a clase durante una semana.

Me quedé perpleja. ¡No me había dicho nada, me dijeron que se había caído “chuleando” con la moto! Miriam dio un grito que me sorprendió sacándome de golpe de mis pensamientos:

–¡Vamos a olvidarnos ahora de esto! Tenemos que empezar a organizar vuestro cumpleaños, estamos a miércoles y es el sábado.

–¡Lo que me faltaba, más jaleos!

–Déjate de tonterías, no están ahora las cosas para fiestas.

–Bueno hoy no, pero tu hermano va a entrar en razón seguro y si es verdad que vosotros os vais –dijo dirigiéndose a Fran–, la fiesta nos servirá también de despedida.

Fran hizo un mohín con su boca y nos dijo:

–No veo por qué no, déjame que yo hable con tu hermano y tú deberás hacerlo con el mío –me dijo a mí.

–Fran, yo no tengo ganas de hacerle esa encerrona, él necesita tranquilidad, sabes lo que opina tu abuelo de todas estas cosas.

–¿Sabes que mi hermano no ha tenido nunca ni un solo capricho en su vida por no disgustar al viejo? Ha hecho siempre su santa voluntad, ¡déjalo que intente vivir un poco, el año que le espera no se lo desearía ni a mi peor enemigo!

–¡Bueno, se lo preguntaré, pero no creo que le haga ninguna gracia!

Mis amigas sin atender a mi respuesta, empezaron a hacer planes de la que querían liar. Pegué un suspiro levantando mis manos hacia el cielo. ¡Nada, ni caso!

Eran más de las ocho de la tarde cuando vi llegar a mi hermano, yo estaba sentada en una de las sillas del jardín intentando echar una ojeada a uno de mis libros. Él bajó del coche, me puse en pie esperando que viniese hacia mí, pero no lo hizo y lo llamé:

–¡Raúl! ¡Raúl, por favor!

Me miró, se quedó quieto, sabía que dudaba lo que hacer, entonces insistí:

–¡Por favor, déjame explicarte! No quiero que estemos enfadados.

Él jugaba con las llaves sin levantar la cabeza y con la voz bastante baja me contestó:

–Yo tampoco quiero estar disgustado contigo, solo intentaba que no te hicieran daño.

Yo corrí a abrazarlo, él había sido siempre mi héroe, mi compañero de juegos, mi confidente. De pequeña, cuando tenía pesadillas me metía en su cama y él me abrazaba con tanta fuerza que todos mis miedos desaparecían, estábamos conectados por algo más fuerte que el cariño.

–Sé que me voy a sentir horrible cuando se vaya, pero Raúl, me he enamorado como una idiota de él, ¿cómo crees que me sentiría si ni siquiera intentara tener una relación, por muy corta que sepa que esta vaya a ser, solo por miedo a lo que me duela después? Debo intentarlo, pero por algún extraño motivo necesito saber que tengo tu aprobación, me he sentido tan mal intentando engañarte, sin poder contarte todo lo que me estaba pasando, sabes que nunca te he ocultado nada.

Me abrazó con mucho cariño.

–Por favor perdóname, he sido un entrometido, no debía haberme metido en tu vida del modo en el que lo he hecho, pero tienes razón y lo peor es que lo sabes, vas a pasarlo fatal cuando se vaya.

Me agarré a su brazo y comenzamos andar hacia el interior de la casa.

–Lo sé, pero ya nos preocuparemos de esa parte cuando ocurra, ¿de acuerdo?

Él besó mi frente y cogió mi mano con fuerza.

–Sabes que eres lo único que tengo en este mundo, aparte de papá, es como si sintiera la obligación continuamente de cuidarte y no me doy cuenta que tú ya sabes hacerlo solita.

Sonreí al escucharlo.

–¿Por eso vas pegando palizas a diestro y siniestro a mis conquistas? –Me miró algo sorprendido, haciendo un gesto con sus ojos preguntándome a qué me referiría. Yo le expliqué–: No te hagas el tonto, me he enterado que tu ex querido amigo Carlos no se cayó de la moto, sino que lo “tiraron”.

Sonrió de nuevo y me contestó:

–¡Se lo buscó por gilipollas, con mi hermanita no se juega!

Entramos hasta el salón, Fran jugaba con el videojuego y Alex estaba de pie junto a la ventana, desde allí se veía el jardín y supuse que había presenciado la escena entre mi hermano y yo. No sabía cómo reaccionarían al verse cara a cara, pero yo se lo había implorado: “No me pongas en la encrucijada de tener que elegir”. Antes de que mi hermano abriera la boca para disculparse, él se acercó a nosotros con su mano extendida y se dirigió a Raúl.

–¿Amigos?

Mi hermano sonrió y asintió con la cabeza.

–Amigos.

El suspiro que lancé pudo haber sido un huracán en cualquier lugar del mundo, los miré a los dos y ahora fui yo la que sonrió aliviada. Jamás hubiese podido elegir. Mi hermano me miró y me preguntó:

–¡¿Por lo menos habréis tomado alguna precaución?! ¿No? Yo no quiero ser tío tan pronto.

–¡Raúl!

Me puse tan colorada que tuve que salir de la habitación bajo las risotadas de los tres.

Esa noche volvimos a dormir juntos, bueno, mejor dicho, pasamos la noche juntos, porque dormir, lo que se dice dormir, lo hicimos poco, no podíamos perder un segundo del tiempo que nos quedaba por pasar uno en compañía del otro. Alex hacía algunos planes para poder vernos a lo largo del año, pero ambos sabíamos que debido a su agenda y los miles de kilómetros que nos separaba, iba a ser casi imposible, pero supongo que el soñar era gratis y así era más fácil para los dos.

Al final mis amigas se salieron con la suya y convencieron a mi chico para poder organizar la fiesta de cumpleaños en su casa. Aunque ya desde el principio estaba empezando a ser un descontrol, el rumor se había corrido como la pólvora y me pasé los dos días siguientes recibiendo mensajes de confirmación de gente que ni conocía. ¡Madre mía, como se enterase el viejo aquello sería terrible!

Teníamos planeado punto por punto cada uno de los pasos a seguir. Alex le había dado el fin de semana libre a Marisa, con la excusa que los cuatro pasaríamos esos días fuera y su sobrina necesitaba de sus cuidados, unos amigos de mi hermano se encargarían de las luces y el sonido, otros amigos de Fran venían desde Madrid para tocar en la fiesta, mis inseparables y yo nos habíamos encargado de organizar la comida y la bebida y otro grupo de nuestros amigos vendrían temprano para ayudarnos a prepararlo todo. ¡Total planazo completo!

CAPÍTULO 4

–Despierta preciosidad.

Abrí los ojos, mientras mi guapísimo pianista pasaba su dedo por el perfil de mi cara.

–Feliz cumpleaños, pelirroja.

Me desperecé y sonreí.

–¡Gracias!

– ¿Cómo te sientes con veintiún añazos?

A la vez que bostezaba le contesté:

–¡Vieja, me siento vieja!

Él se echó a reír.

–Pues eres la vieja más bonita que he visto nunca.

Nos besamos y de pronto me enseñó una caja de color verde agua, con un lacito crema.

Me incorporé un poco.

–¡Qué cajita más linda! Parece de las que salen en las películas, la de esa joyería de “Desayuno con Diamantes”.

–Es qué es de allí, mira el nombre.

–¡Oh Alex! ¿Qué es?

–¡Ábrelo mujer! Espero que te guste.

Quise recrearme en ese momento, deshice con mucho cuidado aquel lazo y antes de abrir la caja, le pregunté:

–¿Cuándo has estado en New York para comprarme el regalo?

Sonrió de nuevo.

–¿Sabes que existe internet?, ¿verdad?

Le di un empujón.

–¡Bobo! Solamente me preguntaba cómo lo habías comprado.

–Ya hay tiendas de esa marca en muchos lugares, no solo en New York, y esta marca de pulsera pude comprarla en cualquier sitio de aquí, pero quise que fuese precisamente de Tiffany para hacer tu regalo más especial – Yo lo miraba embobada, él entonces se impacientó– ¡Pero ábrelo!

Me puse de nuevo manos a la obra y quité la tapadera de aquella cajita. Era una preciosa pulsera de “Pandora” en oro blanco, con unos abalorios que representaban un pequeño piano, un corazón y una llave.

–¡Qué cosa más bonita!

–¿Te gusta? –Me preguntó, mientras se incorporaba para poder ponérmela.

–Es preciosa, pero esto debe ser carísimo. ¡Fíjate, tiene tu piano!

–No encontré otra cosa que pudiese recordarte a mí en los momentos que no estemos juntos.

–¿Y el corazón y la llave?

–Supongo que es mi corazón, la llave es para que sepas que solo tú puedes abrirlo.

–¡Oh Alex! No era necesario, mira todo el jaleo que has permitido a mis amigas organizar para mí.

–Te lo mereces todo, en este momento soy la persona más feliz del mundo, así que he pensado devolverte un poquito de esa felicidad. Hoy durante todo el día quiero darte algunas sorpresas.

Con las dos manos cogí su cara y lo besé con todas mis fuerzas.

–¡Alex, no voy a poder querer a nadie más en toda mi vida que a ti! ¡Prométeme que volveremos a vernos, qué estos días no serán los últimos!

–¡¿Cómo puedes dudarlo, siquiera?! Sisí cielo, me moriría si pensara que no iba a poder verte nunca más.

Me abracé a su pecho, sin querer que me mirara a la cara, en ese momento ya rodaban unas lágrimas de mis ojos, que no quise, ni pude retener. Tenía la certeza que después de estos días, no iba a volver a verlo y lo que le había dicho era verdad, lo quería tanto que jamás iba a poder amar del modo que le amaba a él.

La mañana transcurría entre carreras, risas y recibir amigos que desde primera hora se acercaban para echarnos una mano con la organización, me encantaba ver cómo Alex disfrutaba igual que nosotros, cómo bromeaba con todos, nunca lo había visto tan relajado, hablando con su hermano y con el mío. ¡¿Dios, por qué todo aquello tenía que terminar?! Adoraba a ese hombre más cada segundo que pasaba a su lado. Me gustaba su carácter, su determinación, cómo era conmigo, todo, no había un pedacito de él que no me atrajera, aprovechábamos cada ocasión en la que nos cruzábamos para besarnos y tocarnos. Pero esta situación solamente era humo, en unos días todo esto no sería más que recuerdos. No quería ni pensarlo y mantenía mi cabeza totalmente ocupada en cualquier cosa que me entretuviese.

Después de comer decidí bajar con mis amigas hasta mi casa, quería arreglarme allí para hacerlo con tranquilidad y que me viese cuando ya estuviese bien bonita. Siempre andaba con mi short y en camiseta, con estos pelos que no había manera de domar y quería que también tuviese el recuerdo de mí como el de una mujer sofisticada cómo las que conocería durante sus conciertos. Aunque, solo entre nosotros, realmente, no sabía cómo iba a logarlo.

Pero antes de salir me llamó, yo volví mi cara, él estaba en su habitación y me pidió que lo esperara. Al llegar a mi altura me dijo:

–Se me había olvidado darte mi segundo regalo.

Me pasó un sobre, yo lo miré sonriendo:

–¿Qué es?

–¿Por qué no intentas verlo por ti misma, sin preguntar siempre qué es?

Lo empujé un poco en su pecho, cuando le daba la gana era de un “borde” conmigo.

–¿Un billete de avión?

–Sí, no sé cuándo tendré la oportunidad de volver, por eso quiero que en cuanto tú puedas vueles a mi lado, mira, la fecha y el destino están abiertos, puedes ir cuando y donde quie….

No le dejé terminar de hablar me abracé a él con todas mis ganas.

–¡Ten la seguridad que lo utilizaré!

Él apartó el pelo de mi cara y sin dejar de sonreír me respondió:

–Y en cuanto lo hagas, tendrás otro esperándote para que siempre vuelvas a mi lado.

Lo besé con todo mi amor, aunque los gritos de mis amigas diciéndome que no nos iba a dar tiempo a arreglarnos rompieron aquel impresionante momento.

Andaba rebuscando en mi armario, mientras mis inseparables se maquillaban ya, pero no encontraba nada que me pareciera lo adecuado para aquella noche. El sonido de mi teléfono detuvo mi búsqueda, era una llamada de mi padre.

 ¡Felicidades cariño!

 ¡Gracias! ¡Papá, por fin consigo hablar contigo!

 Lo siento, es que en el hospital son muy estrictos con lo de los teléfonos, aunque ya sabes por los mensajes que todo va muy bien, ¿verdad?

 Sí papi, lo leí.

 ¿Y qué, tenéis pensado hacer algo especial hoy tu hermano y tú por vuestro cumpleaños?

¡Madre mía si se enteraba de la que teníamos organizado, se plantaba aquí antes de decir Amén!

 No, iba a salir con las chicas, pero quería ponerme muy guapa y no tengo nada que merezca la pena.

 Sisí, mamá tenía un vestido que se compró para la boda de una amiga que no llegó a estrenar, está guardado en una caja en el altillo de mi armario, ella decía que era el vestido más bonito que había tenido en su vida, y si a ti te gusta, seguro que estaría encantada con que te lo pusieses, creo que te quedará bien, como se quedó tan delgada quizás sea tu talla.

 ¿De verdad no te importará si me lo pongo?

 No cariño, tal vez fuese el regalo que mamá te compró para que este día ella estuviese presente en tu vida.

 Te quiero mucho papá.

 Y yo a vosotros. Dale un beso al gamberro de tu hermano que no me coge el teléfono.

 Se lo daré de tu parte.

 Nos vemos pronto, ¿de acuerdo?

 Sí, papá, dale tú también muchos besos al tito.

Le di un beso a través del teléfono, era el padre más bueno del mundo, siempre estaba a mi lado para cualquier cosa que lo necesitara.

Fui hasta su dormitorio y efectivamente, encima de su altillo, debajo de unas mantas de cuna, de cuando éramos pequeños, había una caja algo descolorida por el paso del tiempo. La puse sobre la cama con cuidado de no estropearla, abrí la tapa y aparté unos papeles de seda que envolvían el vestido más delicado que había visto en mi vida. Era una preciosa gasa de un suave color nudge; aunque ese verano había cogido algo de color, el blanco de mi piel apenas se tornaba en rosa; lo puse sobre mi cuerpo, ni en mis mejores sueños había pensado tener algo tan bonito. Cogido en un solo tirante en una preciosa lazada con unos diminutos cristalitos, y una falda plisada y larga. ¡Me quedaba que ni hecho a medida! Mis amigas me recogieron el pelo con un moño alto; hubiese dado parte de mi vida por que hubiese sido mi madre la que estuviera conmigo ese día, ayudándome a arreglarme, contra más mayor me hacía más la necesitaba. Suspiré consolándome a mí misma. Las risas de mis inseparables me trajeron de nuevo a la realidad. Con aquel precioso vestido y un cuidado maquillaje, parecía de verdad la mujer que podía hacer pareja con un hombre como Alejandro Grajal, no la niñata con la que Alex se reía.

Llegamos hasta la casa de mi chico, él estaba en el jardín hablando con mi hermano de espaldas a la entrada, ambos arreglados, recibiendo ya a los primeros invitados a la fiesta.

Mi hermano inclinó un poco la cabeza, creo que para cerciorarse que era yo la que llegaba, en sus labios se dibujó una sonrisa de aprobación. Alex se volteó para ver qué era lo que llamaba tanto su atención. Se quedó quieto con una elegante expresión y una preciosa sonrisa en sus labios. Esperó a que cruzara el jardín y me detuviera enfrente a ellos, al llegar los miré:

–¿No vais a decir nada ninguno de los dos?

Raúl habló primero:

–¡Es que no creía que eras tú, pareces una mujer!

–¡Hombre gracias! ¿Y hasta ahora qué parecía, un camello?

Alex acarició mi cara con su mano y con una voz profunda me contestó:

–No, siempre has sido la mujer más bonita del mundo.

No me importó mi pintura de labios, me acerqué hasta él y lo besé con dulzura. ¡Dios mío, ¿por qué me hacías quererlo tanto?! No quise ponerme triste y sonreí sin darle importancia a lo que sentía por dentro.

–¡Vosotros sí que estáis guapos los dos! Voy a ser la más envidiada de toda la fiesta.

En pocos minutos aquello era un hervidero de gente, los músicos amigos de Fran eran geniales y en nada todo el jardín daba saltos bailando al son de la música. Era tan feliz, los brazos de Alex rodeaban mi cuerpo continuamente, estaba pendiente a mí en todo momento, sus labios apenas se despegaban de los míos. Cuando más animada estaba la noche se apagaron las luces, él cogió mi mano y me llevó cerca del escenario.

–¡Ven, ya está preparado mi otro regalo para ti!

–¿Qué es? No veo nada.

–Espera un poco –dijo con voz resignada.

De pronto sonó un piano y la luz se encendió. Todas las chicas gritaron. ¡No podíamos creerlo! Pablo Alborán estaba tocando, sabía cuánto me gustaba y lo había llevado a mi fiesta. Mis amigas corrieron hasta mí y como en el concierto que había dado en Málaga, las tres nos pusimos las primeras, aunque algunas se ganaron algunos empujones por cruzarse en nuestro camino.

Cantó algunas canciones, ¡increíble como siempre! Cuando se despidió, Alex me llevó hasta él para presentarnos, como una idiota me quedé paralizada, sin poder dejar de sonreír, él me dio un par de besos felicitándome, pero yo era incapaz de contestarle. Mi chico al verme tan inusualmente tímida le dijo:

–¡Aunque no te lo creas Pablo, creo que es la primera vez que la he visto sin hablar durante tanto tiempo seguido!

Él se echó a reír y yo seguía sin poder articular palabra, y tan colorada que hasta parecía otra persona.

Entre ellos había una complicidad que no me explicaba, ¿si Alex sabía cuánto me gustaba Alborán, porqué nunca me había dicho que lo conocía? enseguida comenzaron a charlar, yo miraba a uno y a otro y me parecía increíble vivir lo que estaba viviendo en ese instante. Al final conseguí entrar en la conversación y era tan agradable como yo imaginaba, por desgracia tuvo que irse pronto aunque ya pasada la vergüenza inicial, todas nos hicimos fotos con él y pasamos un rato maravilloso.

–¿Te ha gustado mi tercera sorpresa?

–¡Oh Alex, no puedes ni imaginártelo! ¡Creo que no he sido más feliz en toda mi vida que como lo estoy siendo hoy!

–Pues ya tengo lista la cuarta sorpresa, seguro que esta no te gusta tanto como las anteriores, pero la he preparado con todo mi amor.

Cogió mi mano y me llevó hasta la sala de música que estaba cerrada para que nadie pudiera pasar.

–Siéntate por favor.

Me senté en el sillón donde solía hacerlo su abuelo mientras lo escuchaba tocar, él lo hizo delante de su piano me miró y sonrió.

–Sé que no es la música que más te gusta, pero esta pieza la compuse pensando en ti hace ya un par de años, me inspiré mientras te veía entre las flores del jardín desde mi habitación; como es tuya he querido regalártela y la he registrado a tu nombre.

–¡¿Hace un par de años?!

–Te lo dije, llevo toda mi vida enamorado de ti, has sido mi primer amor y no creo que nunca pueda querer a nadie tanto como te quiero a ti.

Empezó a sonar una suave melodía, era tan maravilloso verlo tocar, eran tan pocas veces las que lo había disfrutado, la música envolvía mi alma y cada una de sus notas se clavaba en mi corazón. Alex la había compuesto para mí, y yo pensando que él ni siquiera sabía que existía, ahora estaba segura que me quería de verdad, ese hombre que siempre había sido algo inalcanzable, hoy sentía que era todo mío. Me levanté y rocé con mis dedos sus hombros, mis labios buscaron su cuello mientras él continuaba tocando; deslicé el vestido por mi cuerpo, metí mi mano por el interior de su camisa, buscando su carne y muy suave al oído le musité:

–Hazme el amor ahora, envuélveme entre tus brazos y no dejes que me separe de ti jamás.

Él retiro un poco la banqueta, me senté a horcajadas sobre él, sus ojos buscaron los míos y sus manos abrazaban mi espalda con fuerza, nuestros labios se unieron en un único beso, desabroché su cinturón y bajé la cremallera del pantalón.

–Espera un segundo.

Sacó de su bolsillo un preservativo y me preguntó:

–¿Lo pones tú?

Sonreí, sabía el pudor que me producían todavía todas esas cosas, pero no lo dudé y con mucho cuidado lo acaricié al ponérselo.

Allí mismo, de una forma suave, tan suave como su música, sentí su carne en la mía, desde mi garganta un gemido de placer inundó la habitación, podía sentir con aquella postura cada centímetro de su piel, su boca saboreando con dulzura mis pechos, mientras sus manos recorrían cada palmo de mí.

–Te amo Sisí, te amo tanto, no puedes ni imaginarlo.

–Y yo a ti cariño, lo eres todo para mí.

Nuestro éxtasis llegaba en segundos, no había sitio para más en esa habitación, solo para amarnos con locura y desesperación, no queríamos separarnos, la vida no podía ser tan cruel de alejar un amor tan grande.

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