Kitabı oku: «Kino en California»
Kino en California Textos, cartografías y testimonios 1683-1711
Kino en California Textos, cartografías y testimonios 1683-1711
Carlos Lazcano Sahagún
Gabriel Gómez Padilla
INSTITUTO TECNOLÓGICO Y DE ESTUDIOS SUPERIORES DE OCCIDENTE
GOBIERNO DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
Índice de contenido
Portadilla
Legales
Presentaciones
Eusebio Francisco Kino: Nuevas visiones sobre un personaje fundamental para el estudio de California Jaime Bonilla Valdez Gobernador del Estado de Baja California
Un jesuita en búsqueda de la geografía ignorada Luis Arriaga Valenzuela, S.J. Rector del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara
Vínculos que unen Alberto Chini Presidente de la Asociación Cultural Padre Eusebio F. Chini
Prólogo
Exordio
Introducción. Contexto y motivaciones
Parte I: Kino en California (1683-1686) Nuestra Señora de Guadalupe de Californias Primera misión californiana 1683
Documentos 1-16
San Bruno, la aventura continua 1683-1685
Documentos 17-47
El derecho de los californios 1685-1686
Documentos 48-57
Parte II: La obra californiana de Kino desde Sonora 1687-1711 Entre Sonora y California 1687-1700
Documento 58
El paso por tierra 1698-1702
Documentos 59-69
La Nueva Navarra 1703-1707
Documentos 70-72
La visión de Kino 1707-1711
Documentos 73-74
Después de Kino
Documento 75
Reflexión final
Apéndices
Contexto cartográfico antes y después de las aportaciones de Eusebio Kino
Autoridades políticas y religiosas en los tiempos de Kino
Bibliografía y fuentes documentales
Fuentes primarias
Fuentes secundarias
Archivos cartográficos consultados
Archivos documentales
Índice de documentos
Índice de imágenes
Índice de mapas
Índice de analítico
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente
Luis Arriaga Valenzuela, S.J.
Rector
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Director de Relaciones Externas
Manuel Verduzco Espinoza
Director de la Oficina de Publicaciones
Gobierno del Estado de Baja California
Jaime Bonilla Valdez
Gobernador del Estado
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Secretario de Cultura
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Coordinadora General de Educación Artística y Fomento a la Lectura
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Directora Editorial y de Fomento a la Lectura
Universidad Iberoamericana
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Rector
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Director General de Difusión Cultural y Divulgación Universitaria
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Directora de Ediciones Ibero
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Foto de portada: Sergio Müller
1a. edición, Guadalajara, 2021.
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Tlaquepaque, Jalisco, México, CP 45604.
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Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en términos de la Ley Federal de Derecho de Autor y, en su caso, de los tratados internacionales aplicables.
ISBN edición digital (ePub): 978-607-8768-20-2
En memoria de Raquel Padilla Ramos por tu vida luminosa, generosa y solidaria. Kino hubiera apoyado tu lucha a favor de los yaquis y en contra de tantas injusticias. Deposito aquí tu entrañable recuerdo
En memoria de don Silvio Chini, incansable promotor de la obra y legado del padre Kino, agradeciéndole profundamente todo el amor y cariño que siempre tuvo por México, especialmente por las regiones donde estuvo Kino
En memoria de Tomás Rojo Valencia, asesinado por defender a su pueblo yaqui. Solidarizándonos con la lucha de los yaquis
Eusebio Francisco Kino: Nuevas visiones sobre un personaje fundamental para el estudio de California
Jaime Bonilla Valdez
Gobernador del Estado de Baja California
La Pimería no se explica sin California
California no se explica sin la Pimería
C.L.
ESTE LIBRO KINO EN CALIFORNIA: textos, cartografías y testimonios, 1683-1711 es una nueva contribución de los distinguidos historiadores Carlos Lazcano Sahagún y Gabriel Gómez Padilla. Se trata de un estudio profundo, fundamental, de la obra del misionero jesuita Eusebio Francisco Kino en la península de California, hoy llamada Baja California. Hablar de Kino es hablar de una de las raíces más importantes de Baja California. Su presencia determina la fundación misma de lo que hoy somos.
Mucho se ha escrito sobre Kino. Sin embargo, la inmensa mayoría de las publicaciones refieren al trabajo que realizó en los hoy estados de Sonora, en México, y Arizona, en Estados Unidos. Una tercera región en la que desarrolló una labor notable fue en la Antigua California, labor que, a pesar de su importancia, es bastante desconocida.
En este ensayo, Lazcano y Gómez nos demuestran como California marcó la vida de Kino, y todos sus afanes posteriores a su estancia en la península fueron realizados en función a esa tierra, al grado que, como lo afirman, La Pimería, es decir, el noroeste de Sonora, no se puede explicar sin California, pero igualmente es correcto lo contrario, sin La Pimería no se puede explicar California. Ante el impresionante testimonio de Kino, yo agregaría que es el amor, el amor a sus indios y a la tierra, lo que finalmente explica tanto a California como a La Pimería.
Esta obra contribuye de una manera importante al conocimiento de la obra de Kino en California, y por lo tanto, a uno de los momentos históricos fundamentales en el devenir bajacaliforniano y su relación con Sonora. Como su título lo menciona, este análisis descansa en la gran cantidad de textos que Kino dejó sobre sus afanes y sueños californianos, muchos de los cuales se incluyen, para que así el lector tenga la oportunidad de conocer algunos de los testimonios directos del misionero jesuita, así como de algunos de sus contemporáneos. Igualmente se incorporan numerosos mapas de la época, tanto de Kino como de otros cartógrafos y exploradores, los que muestran los resultados de sus registros y la influencia que estos tuvieron en la cartografía mundial. Mención especial merecen los más de 30 mapas elaborados por los autores, en donde se muestran las rutas de las numerosas exploraciones llevadas a cabo por Kino.
Con la participación en el financiamiento de este libro, el Gobierno del Estado de Baja California se complace en apoyar los esfuerzos para promover el conocimiento y la reflexión de la historia de Baja California y del noroeste de México. Gracias a su contenido ágil y accesible sin lugar a dudas contribuirá a acrecentar el amor e interés por la rica historia del noroeste de nuestra patria, especialmente de Baja California, fortaleciendo las raíces e identidades regionales.
Un jesuita en búsqueda de la geografía ignorada
Luis Arriaga Valenzuela, S.J.
Rector del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara
EUSEBIO FRANCISCO KINO ES UN hombre paradigmático. Es reconocido por su labor como explorador, geógrafo, cartógrafo y astrónomo, pero, sobre todo, por su actividad misionera y evangelizadora que dio pie a la fundación de la red de misiones jesuitas en California.
El padre Kino, como popularmente se conoce a este insigne sacerdote jesuita, desarrolló sus actividades en la región noroeste de la Nueva España, en lo que hoy son los estados de Sonora, Sinaloa y Arizona, así como en la península de Baja California. Pese a la relevancia de su quehacer en este último territorio, donde sus buenos oficios permitieron abrir un sendero en las entonces poco estudiadas y muchas veces inhóspitas latitudes peninsulares, hasta el momento no se le ha dado el reconocimiento debido a esta destacada labor.
El libro Kino en California, textos, cartografías y testimonios 1683-1711 compensa de buena manera algunos débitos que la historia sobre esta región tiene con uno de sus primeros procesos de exploración y reconocimiento, y en particular con las tareas evangelizadoras encabezadas por un hombre educado en el pensamiento y la acción de San Ignacio de Loyola.
Desde que se decidió por el sacerdocio, Eusebio Francisco Kino dirigió su interés hacia la labor misionera, uno de los pilares de la labor de la Compañía de Jesús. Aunque su destino parecía estar en China, que en aquella época representaba los confines del mundo, la suerte lo encausaría hacia ese otro confín que todavía eran, para los europeos, las grandes áreas de América, según nos informan Carlos Lazcano Sahagún y Gabriel Gómez Padilla, autores de este volumen.
Al incorporarse en 1683 a la expedición del almirante Isidro de Atondo y Antillón, cuyo objetivo eran las Californias, el padre Kino vio cumplida su opción de vida.
Si consideramos sus logros en la Pimería, como en aquellos tiempos se denominaba a la jurisdicción que abarca el noroeste de Sonora y sur de Arizona donde fundó numerosas y prósperas misiones, lo realizado por Kino en los dos años que permaneció en la Baja California puede parecer como poco exitoso. Pero justamente la lectura de la obra de Lazcano Sahagún y Gómez Padilla nos permite entender que no fue así.
Durante su estancia en la península, Kino realizó un trabajo intelectual y misionero que dejó una impronta que maduraría con el tiempo en un grueso compendio de información sobre los contornos de esta tierra y sus pobladores. Esto permitió al también jesuita Juan María de Salvatierra, configurar una cadena de misiones en la Baja y la Alta California a partir del establecimiento de Nuestra Señora de Loreto, la primera misión permanente en estos parajes.
El padre Kino participó en el viaje expedicionario de Atondo no solo como superior de este proyecto de evangelización —que desempeñó con el auxilio del sacerdote Matías Goñi— sino que también portaba el título de cosmógrafo real. En el ejercicio de esa atribución, levantó las coordenadas de Nuestra Señora de Guadalupe, su primer asentamiento; cartografió de una manera precisa el Golfo de Cortés y elaboró, entre muchos otros, dos de los mapas fundacionales de la geografía local: el de la bahía de La Paz y sus islas circundantes, y el denominado Paso por tierra a la California. Este último puntea el trayecto desde el Golfo de California hasta el Océano Pacífico efectuado con el propósito de localizar un espacio de resguardo para el Galeón de Manila.
La competencia acumulada en estas materias le permitiría a Kino atajar, años después, la confusión que explicaba a la Baja California como una isla.
A la diversidad de sus faenas, que iban de la historia natural a la etnografía, Kino y Goñi agregaron además la de lingüistas. Apenas los misioneros establecieron contacto con los pobladores de la península, se dedicaron a confeccionar, “con el tintero en la mano” según describe un testigo presencial, unos pequeños vocabularios con algunos de los términos de las lenguas guaicura y cora.
Al abundar sobre el desempeño del sacerdote y con base en un voluminoso soporte documental, los autores proponen una novedad respecto a los estudios relativos a lo realizado por Kino en California, con la afirmación de que la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe (que permaneció en la bahía de La Paz de abril a julio de 1683) fue la primera en esas tierras, y no la Misión de San Bruno, como hasta ahora han afirmado los expertos.
Estas páginas abonan también a la mayor comprensión de nuestro insigne personaje con la inclusión del Diario de San Bruno, un texto “sumamente raro, publicado únicamente en 1857”, y en el que el padre Kino relata, con el aliento de sus propias palabras, sus diligencias en un periodo que va de diciembre de 1683 a mayo de 1684.
Ambos temas pudieran valer de suyo para ensayar nuevos derroteros en las interpretaciones de la obra del sacerdote jesuita en la península bajacaliforniana.
Kino en California, textos, cartografías y testimonios 1683-1711, transmite la certeza de que el sacerdote jesuita nunca se desentendió de la Alta y la Baja California; sus decisiones desde la Pimería resultaron determinantes para que en aquella región se consolidara el programa misional. Aporta, además, elementos imprescindibles para redimensionar su perseverancia, sin la que no podría entenderse lo que hoy ha llegado a ser la Baja California.
Eusebio Francisco Kino “descubrió toda una geografía ignorada”, nos dicen Carlos Lazcano y Gabriel Gómez en este libro, pero el principal sentido de su trabajo “fue humano, es decir, estaba dirigido a los indios”.
Es por esta labor a favor de los indígenas de Norteamérica, a quienes llevó la palabra de Dios, y por su contribución al desarrollo del conocimiento, que la obra de Eusebio Francisco Kino ha sido reconocida. Son también elogiadas sus “virtudes heroicas”, según las palabras del Papa Francisco que dio luz verde a la canonización del sacerdote jesuita.
Todo ello hace doblemente interesante el libro escrito por Carlos Lazcano Sahagún y Gabriel Gómez Padilla. Kino en California es una lectura apasionante, bien documentada y reveladora sobre la labor de un hombre insigne que contribuyó a construir la historia de México y de Estados Unidos, así como a cimentar el trabajo de la Compañía de Jesús en ambas naciones.
Nací en Tijuana y soy jesuita. Por estas razones este libro me resulta doblemente entrañable. Desde que era niño veía el monumento al padre Kino que se erige en mi ciudad, muy cerca de la línea fronteriza. Ahora comprendo la grandeza de este hombre que puso su inteligencia, su valentía y su perseverancia al servicio de los demás y para la mayor gloria de Dios.
Vínculos que unen
Alberto Chini
Presidente de la Asociación Cultural Padre Eusebio F. Chini
NUMEROSOS SON LOS LIBROS QUE se han publicado sobre el padre Eusebio Francisco Kino, sin embargo, este trabajo de Carlos Lazcano y Gabriel Gómez Padilla, Kino en California, aporta otra importante pieza para completar el gran mosaico que fue la vida y obra de nuestro misionero; pone en evidencia y documenta su actividad en Baja California.
Kino sufrió mucho cuando tuvo que abandonar a sus indios californios, ya que empezaba a tener muy buenos resultados con ellos y dejaba la esperanza de una buena cosecha. Hizo todos los esfuerzos posibles para que la expedición californiana no se interrumpiera. A partir de ahí el vínculo amoroso que estableció con California fue de por vida, lo que estimuló su actividad científica, pero sobre todo humana, siempre al servicio de Dios y de sus hijos más necesitados.
Además de hacer una destacada actividad misionera en la Pimería Alta, donde Kino fundó numerosas misiones y consolidó un importante desarrollo con base en la agricultura y la ganadería; nunca olvidó a sus indios californios y encontró la manera de que este desarrollo igualmente los beneficiara. Buscó las mejores maneras de apoyarlos por mar, enviando suministros vía barco, consolidando puertos e incluso construyendo barcos, proyecto que le fue bloqueado.
Sus continuas exploraciones, la búsqueda de un paso por tierra a California, su labor cartográfica, así como otras actividades que resultaron importantes contribuciones a la ciencia, no fueron porque buscara dichos méritos, sino para ayudar a sus indios californios. Kino siempre estuvo atento a las necesidades de los grupos indígenas que encontró, se colocó a su nivel y compartía sus problemas, respetando sus tradiciones y constituyéndose también como defensor de sus derechos cuando era necesario.
La obra de Kino sigue teniendo actualidad y se manifiesta cuando vemos mucha de la realidad que hoy se vive, marcada por el individualismo y el egoísmo y menospreciando los graves problemas que caracterizan nuestros días. Especialmente se tiene en México e Hispanoamérica por la alta marginación en que se encuentran sus grupos indígenas el día de hoy. Kino fue siempre un hombre de paz, creando puentes entre las poblaciones que conoció, es una de sus enseñanzas para todos nosotros. Hoy más que nunca se necesita de su ejemplo para construir puentes y derribar barreras.
Muchísimas son las actividades e iniciativas que hoy en día se emprenden en nombre de Kino alrededor del mundo. Este libro es otro ejemplo de la actualidad del Padre Kino, ya que refuerza esos vínculos que Kino creara con su actividad, vínculos que unen a Europa con América, a Baja California, Sonora y Arizona con su tierra natal en Italia. Incluso en el Trentino, en Segno, su pueblo natal, el recuerdo del Padre Kino es vivo y actual: el monumento ecuestre, el museo, la iglesia donde fue bautizado, todos testimonian el profundo reconocimiento de las personas que pueblan la tierra que lo vio nacer y en donde vivió y trabajó sus primeros años antes de partir a su destino. Existe ahí una devoción hacia él y todos estamos muy orgullosos de la incesante actividad que realizara más allá del océano, que es estímulo y ejemplo también para nosotros.
La profundización de la actividad del Padre Kino en Baja California, con este precioso libro, permite abrir nuevos horizontes y colaboraciones, da la posibilidad de unir a los pueblos y diócesis de Baja California en la difusión de su obra y contribuir al sostenimiento y promoción de la Causa de beatificación. Todos juntos podemos hacer una gran contribución a la causa, cada uno con nuestras actividades y nuestra oración. Inicia ahora un nuevo camino, el paso de la venerabilidad a la de beato que requiere de un milagro: la actualidad de la figura del Padre Kino, su ejemplo, después de 300 años, ¿se puede considerar un milagro?
Segno, Trentino, Italia
Julio del 2020
Prólogo
LA PALABRA PRIMERA ES LA que deja huella, esa que dura más que el que la pintó y queda para la posteridad, le llamamos testimonio cuando esta huella nos sirve de oriente e inspira a seguir con la andadura. Uno de estos testimonios lo encontramos de forma tangible e intangible ante todo en la vida y la cultura de los pueblos del noroeste de México en los estados que hoy llamamos Baja California y Sonora y también en el sur de los Estados Unidos, en el estado de Arizona; sus coterráneos europeos también atestiguan a la fecha no solo su carácter, sino su espíritu de solidaridad para con muchos pueblos del mundo.
Nos referimos al testimonio de Eusebio Francisco Kino, el jesuita, cuyo espíritu es un referente o coordenada, en calles, lugares, instituciones, diversas iniciativas académicas, de derechos humanos, eventos culturales, que surgen como de los surcos abiertos o se vuelven puntos de encuentro en medio de los caminos trazados en el afán de la cooperación y el mutuo entendimiento entre los pueblos.
El 10 de agosto de 1645 al pie de la pila bautismal fue registrado con el nombre de Eusebio, como el santo patrono de la pequeña iglesia a la que asistía su familia en la villa de Torra, cercana a su natal Segno, provincia de Trento, Italia, un territorio de frontera que da a su origen un destino.
Los primeros años son sin duda donde se forja una disciplina que va configurando el espíritu humano, para Kino el empeño en la palabra dada, el amor al trabajo y la aguda capacidad de observación se desarrollan en este origen. Hay experiencias en la vida que las consideramos una nueva oportunidad para vivir, que marcan y llevan a tomar cambios radicales, tal es el caso del joven Eusebio que al padecer una enfermedad vive un proceso de reconfiguración de sus propósitos, a modo de los grandes místicos que lo registran como una conversión o nuevo nacimiento: promete formarse como misionero al modo de Ignacio de Loyola y Francisco Xavier y servir en el oriente, tal promesa le acompañaría como una raíz revitalizadora y será recordada al asumir de por vida el nombre de Francisco, el santo que entregó su vida y que le inspiraría a:
— Vivir con la mirada en el horizonte siguiendo la regla del Maestro que le envía a la misión.
— Disponibilidad para ir más allá de los confines propios aprendiendo los lenguajes necesarios para una mayor eficacia evangelizadora (idiomas, ciencias cartográficas, diplomacia…).
Prefiere la misión a los puestos catedráticos en prestigiados institutos o universidades.
— Desarrolla la creatividad para comunicar en la lengua y mentalidad propia de la cultura que visita, el mensaje básico del Evangelio, sobre todo con el testimonio de vida.
— Gestiona lo necesario para la misión tanto de recursos materiales como humanos para dotar de viabilidad las obras emprendidas, dicha gestión es respaldada por su empeño personal y la persuasión de los hechos mismos.
— El celo por la misión nace de la identificación del rostro indígena como prójimos y sujetos de su propia historia y resuenan en su corazón aquellas palabras del Apóstol de las Indias, la preocupación aquella de Francisco Xavier: muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que se ocupen en la evangelización. Muchas veces me mueven pensamientos de ir a esas Universidades dando voces como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en la Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas; ¡cuántas almas dejan de ir a la gloria y van al infierno por negligencia de ellos! Es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en estas partes, en esta tierra donde ando, que muchas veces me parece tener cansados los brazos de bautizar, y no poder hablar de tantas veces de decir Credo y mandamientos en su lengua de ellos y las otras oraciones.
— El reconocimiento de la dignidad de los pueblos indígenas se ve en la intención de no dejarlos desamparados y expuestos al extermino por la avaricia del conquistador, de san Francisco aprendió el valor profético de la denuncia sobre las injusticias y vejaciones que se les imponen los propios oficiales de Vuestra Magestad.
— También, como su santo patrono, le acompaña el ímpetu por condiciones de concordia y de paz entre los pueblos.
Como vemos, esta promesa que se vuelve derrotero en la vida de Eusebio Francisco Kino, va más allá de ser un acto piadoso del ámbito de los rezos, es por ello que coloca en su acción misionera el nombre de Francisco Xavier tanto en la devoción de la gente como en el modo de ir haciendo las cosas. Sus mismas palabras dan crédito a tal afirmación:
Al gloriosísimo y piadosísimo taumaturgo y apóstol de las Indias, San Francisco Xavier, todos le debemos muy mucho. Yo le debo: I, la vida que me la tenían desahuciada los médicos de la ciudad de Hall del Tirol, el año de 1663; y II, le debo la entrada a la Compañía de Jesús, y III, la venida a estas misiones índicas. Y porque sé que debo y no sé si pago, pido y suplico a toda la corte celestial y a todo el universo, me ayuden a darle los debidos agradecimientos de tantos favores celestiales hechos al más indigno de todo el orbe.
Sabemos que a Kino no le bastó una vida para lograr tal propósito, han transcurrido ya 375 años y los Favores Celestiales se siguen dando, de lo cual nos dan testimonio miles de peregrinos que cada año acuden a visitar al santo en Magdalena, teniendo que ser a pie o a caballo, sintiendo palmo a palmo el camino y encontrando consuelo en quien te auxilia, ánimo e impulso en quien se hace compañero de camino hasta encontrarse con una imagen que bien emula la propia condición de agotamiento, pero a la vez de quien encuentra descanso en el cumplimiento de las promesas.
En ese afán de una memoria agradecida y en esa conciencia de ser un pecador redimido –el más indigno– está dispuesto a recorrer el orbe y dar testimonio de ello en tono de petición y súplica, enseñando a rezar y confiar como condición para recorrer el camino que conduce a Dios, compartiendo el sentido de vida que de ahí se desprende… por tal el espíritu de este hombre de frontera se extiende en una vastedad territorial, geográfica y social, por lo que la presente obra Kino en California, igualmente vasta, nos da la oportunidad de desplazarnos entre textos, cartografías y testimonios, al calce de una huella que permanece fresca y necesaria de ser transitada, para ello los autores nos ofrecen una proximidad con los hechos históricos y con el propósito de la empresa kiniana que trasciende las coordenadas geográficas y temporales.
La vida cotidiana es el escenario de donde se nutre todo un elenco de fuentes documentales que proporciona esta obra y daría para otras tantas, pues es bien sabida la disciplina del misionero jesuita que se da a la tarea, en medio de su intensa labor, de poner su conciencia a disposición del Espíritu para mantener la transparencia y la sinceridad personal como terreno propicio para encarnar la Palabra. El tomar nota de lo que han visto y oído bajo distintas modalidades ha dado pie a una ardua tarea de recuperación y ordenamiento de piezas de forma cronológica, geográfica y hasta podríamos decir también temática, ya que nos permite obtener la visión de un todo y la constante en el espíritu de Kino de modo que bien se puede graficar una especie de “cartografía espiritual” del misionero.
Es posible descubrir en estos textos, mapas y testimonios al hombre que ante circunstancias nuevas sabe equilibrar fidelidad con creatividad y apertura, de modo que ya no vive de la comparación entre unos y otros, de la añoranza por un pasado que no fue o del delirio de un futuro que no logra armonizar con sus propósitos.
El mar del Sur resultaba sumamente atractivo para los planes expansionistas de la Nueva España, el mismo Hernán Cortés personalmente se encarga de ir abriendo camino y dar fe de un territorio cercano al que sus hombres llaman California. Los intentos frustrados por establecerse ahí será la regla en los siguientes 150 años. Desde la primera vez, en 1535, por el propio Cortés, hasta los intentos de los buscadores de perlas a todo lo largo del siglo XVII, se siguen los fracasos por una razón muy sencilla y básica: no encuentran lo que buscan. La idea preconcebida de lo que debería ser ese territorio va decepcionando a cuantos intentan acercarse a él con el fin de obtener poder y riqueza. Finalmente la mirada fue puesta más allá y los intereses cambian, se explora ahora la posibilidad de recuperar el original proyecto de llegar y controlar la ruta de las especias con sus respectivos proyectos de encontrar un buen punto de apoyo para la navegación comercial entre Asia y la Nueva España.
Muchos recursos y hombres de valor lo intentaron y sin duda hicieron su aporte, pero ¿qué clase de persona o proyecto puede embonar en dicha hazaña?, ¿cuánto habrá que esperar y qué perfil habría de tener la persona adecuada para tal empresa?; ese hombre nacería poco más de un siglo después de las primeras exploraciones y fue quien hizo del fracaso una causa resiliente y quien tuvo la mirada muy cercana a la de Jesús de Nazareth para descubrir aquel territorio como la mies madura en la que manos harán falta para cosecharla (cfr. Mc. 9, 37-38). Se trata pues de nuestro misionero Eusebio Francisco Kino que en 1681 es enviado a entrarle a esta labor pendiente, y lo hace con toda aquella carga emocional, intelectual y fuerza física para disponerse además a cumplirle al santo su palabra empeñada: allanar el camino que conduce al oriente mientras vive bajo esa condición de apóstol del Evangelio, enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres.
Muy significativo resulta la citación del Diario de San Bruno (1683-1684), que informa la labor misionera en este segundo intento de hacer presencia en esta tierra llamada California ahora bajo una nueva consigna muy clara y arraigada en el corazón: ofrecerle a los indios mejores formas de vida que las que llevaban, sobre todo más humanas y armoniosa con quienes ya era un hecho que llegarían, como lo cita y se empeña en demostrar esta obra. Por tanto, una preocupación constante será el advertir al español la necesidad de un trato digno y justo, así como hacer del desarrollo el camino del empoderamiento de los pueblos indígenas como sujetos de su propio destino. Había también de este lado alguien distinto que no tenía como motor la avaricia, la riqueza o el deseo de hacer carrera por el poder, sino como aquellas personas que dejándolo todo están dispuestos a asumir un estilo de vida en la pobreza que los hace más libres de ataduras y compromisos mundanos. Esto marca la diferencia y juega un papel determinante en la germinación del nuevo proyecto emprendido.