Kitabı oku: «El futuro es libre», sayfa 2

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Esa es la idea básica de la verdadera acción kármica, en el sentido más elevado. Significa de forma automática la ausencia de velocidad, y esa ausencia de velocidad implica naturalmente que hay una sensación de suavidad y una sensación de calidez, que es la compasión. No tratas de lograr nada. Si no tienes ninguna ambición, ningún deseo de conseguir nada, sino que te limitas a estar ahí, eso se transforma en una expresión de compasión. Esa es la forma más elevada de compasión.

Esto es muy diferente del concepto de compasión de una relación amorosa, donde de forma deliberada tratas de ser amable con alguien, en base a algún fundamento metafísico o religioso. En cambio, esto es compasión genuina. Una persona necesita ayuda; por lo tanto, ayudas a esa persona. No es que quieras que alguien vea que la estás ayudando, sino que solo ayudas porque se necesita ayuda. Te sientes inspirado por la persona y trabajas de acuerdo con sus necesidades. Esa es la energía o el karma de la compasión que surge de la actividad búdica.

Por cierto, no estoy diciendo que el budismo sea la única religión que te salvará del materialismo espiritual. Por otro lado, cualquier religión o tradición que utilice la pretensión de la religión o de las ideas religiosas puede presentar el problema del materialismo espiritual. En la tradición budista, nos refugiamos en las tres joyas: el Buda, el Dharma y el Sangha. Eso es precisamente lo opuesto al materialismo espiritual. Una vez que te refugias en el Buda como un ejemplo, no adoras a ninguna deidad externa. No buscas ninguna seguridad extraordinaria. No te refugias en tus amigos ricos o poderosos. Renuncias a tu seguridad por completo.

Te refugias en el Dharma, en las enseñanzas, como el camino. Las situaciones de la vida contienen enseñanzas, así que no te amparas en el dogma. Aprendes de la vida. No tienes una inteligencia intelectual que te dice qué creer, sino que debes trabajar en ti mismo. Refugiarse en el Sangha se refiere a la compañía de los amigos, pero sin apoyarse el uno en el otro. En lugar de eso, os comportáis como un grupo de individuos. Así que, si una persona se cae, las demás pueden rescatarla. Por lo tanto, refugiarse es dar tres pasos hacia la independencia. Renuncias a toda tu seguridad. Renuncias al refuerzo espiritual, intelectual y doméstico. El refugio es la primera fase de la renuncia. Así que, si una persona se refugia apropiada y completamente, entonces eso se convierte en la situación opuesta al materialismo espiritual. Por supuesto, algunas personas siguen vagamente la disciplina sin relacionarse en profundidad con las implicaciones que hay detrás de ella. La disciplina de la renuncia es muy austera, en cierto sentido. De hecho, resulta demasiado austera para algunas personas. Muchas personas encuentran que no es lo suficientemente romántica. Es una dura verdad, una dura realidad.

Hemos estado hablando del karma en su forma de situación individual, pero la gente también siente curiosidad por las situaciones kármicas colectivas de las civilizaciones. Fundamentalmente, países enteros están viviendo o prosperando en la dualidad. La lógica dualista es un lenguaje común para todos. Muy pocas personas consiguen alcanzar el nivel en el que se trasciende la dualidad. Todo el mundo está en el mismo nivel, en términos de comunicación con el lenguaje dualista. Para observar el karma de una civilización, así como para observar el karma en general, se necesita tanto de luz como de oscuridad, para ver de forma adecuada la imagen. Cuando observamos el karma, tratamos de considerar las situaciones a medida que surgen. Aparecen como una caja de sorpresas, sin ninguna razón en absoluto. Las situaciones están ahí dispuestas.

Cuando aplicamos esa lógica budista básica a la observación de todo el desarrollo de la sociedad, no podemos decir que vaya a haber una edad de oro. Por esa razón, tampoco podemos decir que habrán tiempos oscuros.6 Pero los tiempos oscuros existen en ciertas áreas desfavorecidas de la energía en el mundo. En esa situación, la cuestión sigue siendo si las energías serán canalizadas hacia la destrucción y la negatividad o hacia lo creativo y lo positivo. En cualquier situación, siempre existe esa interacción.

Por ejemplo, en Estados Unidos se da una insatisfacción; existe un dolor y lamentos constantes. Y también, por eso, Estados Unidos se está convirtiendo en el centro espiritual del mundo. Ese tipo de interacción tiene lugar todo el tiempo. No se puede afirmar que un país o una era entera esté entrando en una edad de oro o de tiempos oscuros, como tales. La agresión, la velocidad y el caos de los individuos siempre plantean las mismas preguntas, sin importar cuál sea el panorama general, y esas preguntas proporcionan nuevas respuestas. No podemos destruir la civilización. La civilización no puede ser aniquilada, porque la civilización no es una entidad. Es un grupo. Es una mancomunidad. Y debido a que hay una riqueza común, cuando en un lado se presenta una depresión, el otro lado empieza a elevarse. Es como el cambio del día a la noche. La situación tiene lugar todo el tiempo.

Algunas personas hablan del Kali Yuga, que son los clásicos tiempos oscuros que se profetizaron para el continente indio. En realidad era una profecía localizada más que una predicción mundial y universal. Pero al mismo tiempo, el Kali Yuga podría ocurrir en este país o en cualquier otro. A veces, creo que cuando las personas piensan de esta manera van en busca de emociones. Han explorado toda la tierra, han inspeccionado todo el mundo y no han encontrado ninguna isla del tesoro ni ningún cielo en la tierra. Así que buscan más olas o esperan otro entretenimiento, pero ese entretenimiento no parece llegar en absoluto.

También podría ser útil diferenciar los problemas nacionales, internacionales y mundiales de los problemas individuales. Por ejemplo, podríamos buscar el conocimiento en esta vida, y justo antes de que estemos a punto de descubrir la respuesta, nos muramos. Pero otras personas pueden recoger el testigo de tu trabajo y pueden hacer ellas el descubrimiento. Esas personas encuentran la respuesta y son capaces de ponerla en práctica. Ese tipo de situación kármica a nivel nacional o mundial es muy poderosa. Es una situación que jamás perece. De forma automática, la depresión plantea la pregunta de por qué estamos aquí, y la pregunta, de forma automática, ofrece la respuesta y comenzamos a darnos cuenta de algo. Los dos lados de una situación juegan entre sí, que es el concepto indio de maya o lalita: bailar con una situación.

La situación en realidad baila consigo misma constantemente. La química ayuda a mantener ambos lados de la situación. La química positiva no puede existir sin la negativa, y viceversa. Así que la oscuridad y la luz son complementarias.

2. Karma y renacimiento

El karma se encuadra en el mismo marco que nuestra comprensión básica de la batalla del ego y de la naturaleza del ego. Podríamos decir que el karma es la ley que se rige por la acción y que esa acción se rige por nuestro estado psicológico. Así que «karma» es un término que se usa para ayudarnos a desarrollar una mayor comprensión de la acción samsárica.

La palabra karma también se refiere a una de las cinco familias búdicas, que describen la actividad de los seres iluminados.7 En este contexto, el tipo de karma, o la cualidad del karma, del estado iluminado también se refiere a la acción. Pero en ese caso la acción es una acción no-condicionada, libre de interdependencia y libre de causa y efecto. Es una forma de acción iluminada.

La naturaleza samsárica del karma se refiere a la creación perpetua de nuestra propia trampa, la creación perpetua de la neurosis y la confusión. De manera muy relevante, el karma nos proporciona la clara evidencia de que nuestras actividades son producto de nuestra propia acción. Nuestro estado no es resultado de un planificador divino que planea el mundo, o que cargó con obligaciones a unas personas en particular, o que castigó a algunas personas y ofreció una recompensa a otras. El karma es una evidencia bastante precisa con respecto a que lo que hacemos es nuestra propia acción y lo que obtenemos es nuestro propio resultado, nuestra propia situación.

Si de verdad entendemos esto, es posible desafiar el karma, para prevenir la inevitabilidad de la causa y el efecto, así como el flujo del karma. Podemos encauzar el karma de maneras diferentes: hacia un karma bueno o hacia un karma malo. Todos los diferentes tipos de karma que podamos tener podemos dirigirlos en diferentes direcciones, siempre y cuando sepamos cómo hacerlo. No solo eso, sino que es posible prevenir la causa y el efecto kármicos por completo y prevenir ese flujo kármico. Eso nos da una esperanza y libertad enormes, ya que no tenemos que hablar de boca para afuera a nadie, sino que tenemos que trabajar con nosotros mismos.

Según la tradición budista, la situación kármica se desarrolló justo al principio del nacimiento del ego. El karma surge en la primera fase, o skandha, del ego: el skandha de la forma, cuando se desarrolla el desconcierto básico. Ese desconcierto básico se encuentra presente cuando se desarrolla un sentido de separación, un sentido de «yo» y «el otro». Y en ese mismo momento, se crea la acción volitiva del karma. La analogía para la creación del karma, según la tradición budista, es una olla hecha sobre un torno de alfarero. El torno gira todo el tiempo y, cuando echas arcilla sobre él, la arcilla se convierte en una maceta. La pugna constante por tratar de mantenerse a uno mismo es como el torno giratorio de un alfarero. El intento de solidificar nuestras acciones con el propósito de preservar la seguridad es comparable a echar arcilla en el torno del alfarero. Cuando se termina de hacer la olla, hemos construido nuestro propio ataúd. Hemos creado nuestro propio cielo o infierno –cualquiera que sea el mundo que hayamos creado–. Entonces el recuerdo de nuestra acción pasada evoca un patrón habitual.

Esto se describe en las escrituras como la cara que ponemos cuando alguien dice «agrio» o cuando pensamos en lamer un limón. Como ya hemos tenido la experiencia de comer un limón y hemos saboreado esa acidez, con solo pensar en esa experiencia, hacemos una mueca y arrugamos nuestro rostro como si en ese momento estuviéramos de hecho comiendo el limón. El hábito se forma a partir del recuerdo, desde ese punto de vista. El recuerdo de ciertas cosas es placentero, y algunos recuerdos son dolorosos. A menudo remodelamos nuestra situación actual de acuerdo con ese hábito, o instinto de simio, como podríamos llamarlo.

Al seguir ese hábito, nos ajustamos a ciertos patrones particulares. Entonces un hábito o patrón da a luz al siguiente. Lo solidificamos y se vuelve muy familiar. Cuando has hecho algo dos veces, tres veces, por cuarta vez, por quinta vez, resulta más fácil repetir el patrón una y otra vez. En lugar de empezar de nuevo con algo novedoso, podemos retornar a lo que hicimos en el pasado, lo cual nos resulta más fácil que hallar una gran variedad de nuevas maneras de lidiar con la situación. El patrón ya está desarrollado. Esto es a lo que nos referimos cuando decimos que somos gobernados por el karma. Por lo tanto, la siembra constante de semillas de karma depende del recuerdo.

En realidad, ese recuerdo no tiene nada que ver con el pasado. Ocurre en nuestro estado actual. Tienes un ligero recuerdo del pasado, pero ese recuerdo tiene lugar en el presente. Y a través de ese recuerdo, se desarrollan hábitos mentales de todo tipo. Tratamos todo el tiempo de exagerar esos recuerdos o hábitos con el fin de improvisar una mejor línea de actuación.

De hecho, entender el karma y aprender su funcionamiento es muy aburrido. Tal vez la única noticia emocionante es que podemos hacer algo respecto al karma. Podemos arrancar de raíz el karma. Tenemos toda la potencia y la capacidad para hacerlo. Esa idea es muy aventurera y fresca. Durante millones de miles de millones de años, nunca lo hemos intentado. Sin embargo, podemos hacerlo en esta ocasión, lo que es muy emocionante. No lo has hecho jamás en tu vida. Y no nos referimos solo a esta vida, sino que durante vidas y vidas y vidas y vidas nunca lo hemos logrado. Pero ahora existe una posibilidad altísima de que lo consigas.

A su vez, por supuesto, el enfrentamiento con tu patrón habitual parece algo bastante aterrador. Piensas para ti mismo: si no hago caso de mis hábitos, ¿cómo puedo orientarme en mi vida? ¿Cómo sabría cómo desayunar, almorzar o cenar? ¿Cómo me lavaré la cara, me cepillaré los dientes y me ataré los cordones de los zapatos?

Pero de alguna manera no resulta tan difícil o problemático. Los hábitos son patrones neuróticos que en realidad no dirigen tu vida. Simplemente te brindan una falsa sensación de seguridad y un sentimiento de familiaridad en tu vida. No obstante, puedes liberarte de la mente habitual y seguir adelante con las necesidades biológicas y físicas reales y estar completamente libre de cualquier hábito. Esto se puede conseguir. Es posible. Al percatarnos de ello, estamos empezando a tener una pista, o una visión, de la actividad búdica, el karma iluminado que mencionamos al principio de este capítulo.

Para todos nosotros, cabe en gran medida la posibilidad de que podamos arrancar el karma de raíz. La quinta y última fase del ego, el skandha de la conciencia, y la primera fase, el skandha de la forma o la ignorancia, coinciden en este punto crucial e importante. La práctica de la meditación es el medio de arrancar el karma de raíz. Puedes cortar a través de tu pensamiento discursivo y lidiar con los problemas de la mente en el nivel del quinto skandha, el nivel del ego plenamente desarrollado. Pero al mismo tiempo estás en contacto con la raíz de todo el asunto, que es el primer skandha, el punto de partida del ego. Hay una sensación de estar constantemente al borde de la inexistencia del ego.

La práctica sentada de meditación es la manera de cortar la acción volitiva del karma. En la práctica de la sesión, no estás formulando nada en profundidad. Estamos siendo lo que somos de una forma muy sencilla. No nos movemos por instinto o por patrones mentales habituales. Simplemente estamos sentados. Eso, de forma automática, provoca una sensación de aburrimiento, una impresión de que no sucede nada. Y al vivir con el aburrimiento, al permitirnos estar aburridos y seguir sentados, boicoteamos las posibilidades de las consecuencias kármicas.

Al practicar la meditación, empiezas a cortar el sentido de seguridad, de existencia individual y de beneficio personal. Entonces la meditación se convierte en un enfoque directo y sencillo. Representa un duro golpe al momento presente y todo tiene lugar aquí, en el ahora, sin ninguna intencionalidad. O si existe alguna intención, la intención se convierte en parte de tu proceso de pensamiento, así que empiezas a perder toda la perspectiva de la ambición. No tienes ningún plan ni ninguna estrategia, sino que te limitas a meditar, simplemente lo haces. Esa simplicidad en sí misma conlleva un sentido de apertura. En ese momento, no hay nada que te alimente; estás aportando, y estás favoreciendo la entrada de aire fresco. En ese momento, cesa la colección constante de semillas kármicas. Cuando ya no dispones de un proyecto, te liberas de la siembra constante de semillas kármicas. Y como no tienes ningún proyecto, por consiguiente, no existe ningún suelo, ninguna base. Las semillas kármicas se sembrarían si tuvieras un territorio que defender o cosas que manipular. Pero en la práctica de la meditación, cuando estás desprovisto de una base, no recoges ni siembras semillas de karma. En la práctica de meditación sentada, estás realizando tu técnica de una manera muy sencilla, de una manera muy simplista. Esa simplicidad provoca el caos en las maniobras altamente sofisticadas que tienen lugar en el estado de ego.

Ver la lógica de esto podría plantearnos la cuestión de si el logro de la iluminación es posible tan solo con la meditación. La meditación en sí misma no proporciona ningún truco de magia como tal. Al mismo tiempo, debido a la forma en que se instala en nuestra vida, en nuestros estados de ánimo, la meditación utiliza lo que se halla en nuestra mente y no incorpora nada nuevo a nuestra situación, a nuestro estado de existencia. Así que en un momento dado empezaremos a quedarnos desprovistos de material. Por supuesto, en nuestras situaciones ordinarias de la vida cotidiana intentamos volver a situarnos en la casilla de salida de las tendencias habituales. Cuando no somos conscientes de nosotros mismos, estamos constantemente recolectando más material y depositándolo en nuestra mente, pero si no fuéramos practicantes de meditación, estaríamos haciendo eso en nuestras vidas de todos modos. Sin embargo, cuando aparece un pequeño hueco, en ese instante que se presenta el hueco, dejamos de acumular material. Eso parece ser muy importante y extremadamente poderoso.

Esa visión de la iluminación está exenta del patrón habitual del karma, lo cual corta de forma simultánea la causa y el efecto. Así que en ese momento, no siembras una semilla kármica, y estás libre de los patrones habituales. No olvidas esos vislumbres, pero experimentas las ensoñaciones cuando vuelves a la normalidad samsárica. Después tiene lugar otro destello, y esos destellos se vuelven más frecuentes. El problema es que, si tratas de prolongar o cultivar esos destellos, eso se convierte en una forma de alejarlos. Así que hay que mantenerse abierto, serlo, en lugar de tratar de cultivar el destello.

Las personas a menudo piensan en el karma en relación con el renacimiento. El renacimiento físico, cuando mueres y renaces de nuevo, es el mismo proceso que cuando renaces en tu situación de la vida diaria. Tu primera respiración muere y la segunda está naciendo. Vives toda tu vida de esa manera: se produce un nacimiento y una muerte constantes. En términos del renacimiento físico, mueres y después experimentas estar en un estado de suspensión, lo que se conoce como bardo.8 Sientes miedo, debido a la pérdida de tu cuerpo, así como debido a perder a tus parientes, posesiones, etcétera. Cuando te estás muriendo, puedes sentir la torpeza de tener un cuerpo y luego puedes experimentar una sensación de alivio cuando lo pierdes. Entonces, al final, te sientes completamente perdido y empiezas a buscar un nuevo cuerpo, una nueva situación. En algún momento, ves a tus futuros padres, antes de que entres en el útero.

Tu renacimiento depende del nivel de tu neurosis. El potente flujo del karma te lleva a tu renacimiento. A veces te sientes tan perdido que no te importa qué tipo de cuerpo tienes, siempre y cuando tengas un cuerpo. Lo único que quieres es volver a tener un cuerpo. Entonces podrías convertirte en una pulga, o podrías convertirte en un guerrero, un hombre, una mujer, un unicornio o una avispa. El nivel de neurosis, esa intensidad de confusión y deseo, dicta vidas diferentes, nacimientos diferentes. Es como si tuvieras mucha sed. Tienes tanta sed que te bebes cualquier cosa. Incluso estás dispuesto a beber veneno, si así sacias tu sed. Ese es el tipo de deseo que se desarrolla. Quieres volver a tu cuerpo, encontrar un cuerpo en alguna parte.

Así que el renacimiento está gobernado por el sentido del deseo. El deseo determina la rapidez con la que quieres renacer. El deseo, obviamente, proviene de la búsqueda de un suelo, el suelo que te da seguridad, que está conectado de nuevo con el primer skandha, de la forma.

La siguiente pregunta que se presenta en la discusión del renacimiento es: dada la realidad de que no existe ningún ego, ¿qué es lo que renace? ¿Qué es lo que acumula karma y, por lo tanto, se transmite de nacimiento en nacimiento? La inexistencia de un ego es nuestro maquillaje básico, nuestra naturaleza básica, pero al mismo tiempo reconocer que no contamos con una forma real, reconocer que no existimos, nos lleva a tener miedo. Tenemos miedo de que la falsedad de la forma o del ego sea expuesta, y solidificamos estas cosas. Desde este punto de vista, la falsedad existe, en cierto sentido. Hay algo de realidad en la falsedad que hay que trascender. Debido a que tal falsedad es muy poderosa, se solidifica como un escenario o una plataforma inexistente donde se puede acampar o montar la tienda de campaña. Es como acampar en un bloque de hielo, que eventual o fundamentalmente no existe; estás acampando sobre el agua, pero aun así te parece sólido. Por esto la realidad aparente, o la apariencia, a menudo se llama «ilusión» o «espejismo de arcoíris» en las enseñanzas budistas.

Son metáforas de la cualidad ilusoria de los fenómenos. El espejismo existe debido a la inexistencia. Pero la inexistencia cuenta con una base aparentemente sólida. Así, se dice que la verdad del samsara debe ser comprendida como una falsedad, pero su falsedad es verdadera.

Puede que todavía nos quede una pregunta: cuando una persona muere y renace, ¿qué es lo que pasa de nuevo de la muerte a la vida? ¿Es un alma o algo por el estilo? Según la creencia budista, no existe tal cosa como un alma, en particular. Lo único que pasa a la siguiente vida es la discontinuidad. La discontinuidad es, a su manera, también continuidad. Por lo tanto, la discontinuidad puede continuar porque tiene la capacidad de originar. Por ejemplo, si tú y tus padres no estuvierais separados, tú no podrías existir. Sin embargo, gracias a la separación entre tú y tus padres, tú has nacido. En una situación familiar esa es una forma muy cruda de discontinuidad, en la que cada una de las personas en la línea familiar es diferente, está separada. Del mismo modo, lo mismo sucede constantemente con nuestra situación actual. Una experiencia ocurre y muere, y entonces nace una nueva experiencia. Entonces eso también muere, de modo que existe una continuidad de las discontinuidades que tienen lugar.

Cuando hayas muerto, si has agotado el deseo de tener un cuerpo, podrías pensar que simplemente te quedarías en ese espacio entre el nacimiento y la muerte, pero no sería particularmente agradable encontrarte allí suspendido. La alternativa sería convertirse en un buda sambhogakaya, un buda en otro plano. Pero tenemos que ser muy cuidadosos. Es posible que haya personas que sepan que, en el momento de la muerte, existen lugares donde el principio de conciencia puede ser dirigido y encarnarse. Puede que hayas oído que los budistas creen en la Tierra Pura, la cual puede considerarse casi como el cielo. Se dice que estos lugares son muy buenos para las actividades del bodhisattva. Así que te preguntarás por qué los budistas mahayana dicen que, en última instancia, tenemos que volver a la tierra y, en definitiva, nuestro mejor trabajo se puede hacer en la forma humana. Por un lado, el cielo Tushita, o la Tierra Pura, puede crearse cuando y donde seas capaz de hacerlo. No se considera que esté allá arriba, en el cielo. Opera con otros seres sintientes. Como bodhisattva, tu enfoque es, desde el primer momento: no alcanzaré la iluminación a menos que pueda salvar a todos los seres sintientes. Debido a la gran intensidad de este voto, trabajas de forma muy ardua para beneficiar a los seres sintientes y, por consiguiente, tú mismo llegas a iluminarte. Pero, aun así, ese poder y el voto perduran. La existencia de un Buda solo es posible debido a que hay no-Budas a su alrededor, todos los cuales son seres sensibles. El propósito de la iluminación es puramente enseñar y ayudar a los demás. Así que la Tierra Pura, o cualquier tipo de cielo que pueda ser descrito, no se considera un lugar para que los budas estén de vacaciones.

Básicamente, no podemos responder de manera lógica todas las preguntas sobre el renacimiento y lo que renace. Llega un punto en que las palabras pierden su significado. De hecho, de eso se trata, y es precisamente el propósito de todo esto: que lo descubras personalmente. En cuanto al renacimiento, lo más importante que hay que recordar acerca de tu muerte es disponer de alguna apertura y, de nuevo, de sentido del humor. Esa es la gracia salvadora.

Las personas me preguntan por qué no pueden recordar sus vidas pasadas. O por qué es mucho más fácil recordar cosas que sucedieron en esta vida que en una anterior. Esta vida está mucho más próxima a nosotros. Por lo demás, es mucho más fácil recordar lo que sucedió esta mañana que lo que pasó el año pasado. Nuestra memoria es muy corta. Debido a que estamos siendo constantemente fastidiados y nos implicamos de forma continua en nuestra vida, nos tomamos a nosotros mismos muy en serio y tendemos a olvidar las cosas a largo plazo. Si tratas de pensar en tu vida pasada, estarás completamente confundido, y te preguntarás en todo momento si eso lo estás inventando o si de verdad sucedió. El pasado es algo tan leve como eso. Sucede lo mismo con tu infancia. Si tratas de recordar el pasado, es posible que algunas experiencias de tu infancia sean muy tenues. Nos tomamos las cosas muy en serio; somos demasiado honestos, demasiado serios, y otorgamos tanto significado que, en consecuencia, tenemos pocos recuerdos.

En términos de nuestras vidas pasadas, creo que lo más importante que hay que tener en cuenta es que estás aquí. Estás bastante seguro de esto. Y por otro lado, todo esto podría ser meramente un mito (que de hecho, lo es).

Con respecto a la forma en que trabajamos con la situación actual, como ya hemos dicho, no nos referimos tan solo a ser fieles al buen karma y tratar de evitar el mal karma. Esa podría ser la actividad temporal. Tal vez el buen karma implica la existencia de menos neurosis de algún tipo por la razón de que se es menos salvaje, en lugar de ser un tanto culto. Uno aprende a comportarse; uno aprende sus modales, por así decirlo. Trabajar con el buen karma es aprender a comportarse mejor, de una manera más amable; y el mal karma es totalmente traicionero y brutal, y se convierte por completo en algo monstruoso. Pero de una forma u otra ambas cosas son condicionales. Fundamentalmente, tanto el karma bueno como el malo son un refuerzo adicional del samsara.

El budismo Mahayana en particular recomienda que escapemos de todas las situaciones kármicas. Tal vez, al principio, el propósito de tu práctica espiritual sea acumular buen karma, pero eventualmente hay que cortar incluso a través de eso. Así que la enseñanza budista básica acerca del karma es que el buen karma no se considera particularmente valioso a largo plazo. Incluso el buen karma crea neurosis y crea el skandha de la forma constantemente. Por ejemplo, uno de los sutras relacionados con Manjushri describe cómo incluso el más leve deseo de iluminarse sigue creando una deuda kármica.9

La comprensión popular del karma a menudo refuerza la moralidad convencional, exhortándonos a que desarrollemos el buen karma y evitemos el mal karma. La moralidad y el karma en cierto sentido trabajan al unísono. La moral genuina es un estado de conciencia, en el que todo se percibe con claridad y exactitud, y todo se gestiona de forma deliberada y precisa. Existen dos maneras de abordar esa conciencia: o bien podría convertirse en una buena práctica de karma, por la razón de que tratas de ser bueno, o bien esa conciencia podría estar trascendiendo el karma si tu práctica de la disciplina y la moralidad no tiene un propósito orientado al ego, sino que simplemente eres para el mero hecho de ser, en lugar de ser para ser bueno. Así que esos son los dos enfoques de la moralidad. Tratar de ser bueno es crear karma y tratar de ser justo sencillamente porque eres,10 lo cual no tiene ningún propósito, es un enfoque que trasciende el karma. La verdadera moralidad, shila paramita, desde ese punto de vista, tan solo puede desarrollarse a través de la práctica de la meditación. Si no, estás pensando en algún objeto.

Un problema para entender el karma, que es más propio de los occidentales, es que el sentido de culpa está incorporado en la religión y la tradición cristiana convencional. La noción popular del cristianismo fomenta la culpa porque algo salió mal al principio, con el pecado original, y tenemos que pagar esa deuda. Ese enfoque de la moralidad, cargado de culpa, ni siquiera está desarrollando buen karma, sino que solo está generando más neurosis, que se encuentra prácticamente del lado del mal karma.

Cuando tratas de aferrarte a tu buen karma con demasiada fuerza, estás creando otro problema, en cuyo caso el buen karma puede convertirse en mal karma. Si cuentas con un sentido de justicia muy desarrollado acerca de tu buen karma o si sientes que tienes que estar supeditado al buen karma y defenderlo, entonces se vuelve agrio y termina del lado del mal karma. El buen karma genuino es que alguien te enseñó a practicar la meditación sentada y lo haces una y otra vez, para que sepas cómo gestionarte y trabajar contigo mismo. Haber aprendido la técnica de la práctica sentada de la meditación se considera un buen karma. Y eso es todo, no hay que darle más vueltas.

Si llegas a un punto o te encuentras en un momento en el que estás libre de hábitos o condicionamientos y no estás persiguiendo karma bueno ni malo, podrías preguntarte qué es lo que dirige las acciones en ese momento. El Buda en la tierra, Shakyamuni, es obviamente un ejemplo de esto. Tenía una vida como cualquier otra persona. Se acostaba y dormía por la noche y se levantaba cuando era de día; comía, se lavaba, iba vestido, respiraba y pestañeaba. Se comportó como cualquiera de nosotros.

Según la tradición Mahayana, el Buda en esta tierra estaba completamente libre de cualquier deuda kármica. Su cuerpo y su existencia en la tierra se deben a las necesidades de los seres sintientes. Él existió debido a su compasión, no debido a que estuviera atrapado por ninguna deuda kármica final de ningún tipo. Por otro lado, los hinayanistas11 dirían que el Buda todavía tenía algo que resolver; por eso estaba en la tierra y por eso tenía que enseñar. Tuvo que pagar su última deuda kármica. Sin embargo, independientemente de la opinión, es cierto que el Buda estaba libre de cualquier neurosis. No importa si su cuerpo pertenecía a los seres samsáricos o a los iluminados. De verdad, no es importante.

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202 s. 4 illüstrasyon
ISBN:
9788499887838
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