Kitabı oku: «El futuro es libre», sayfa 3

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La gente a menudo cuestiona la diferencia entre el Buda y sus discípulos, aquellos que estuvieron con él en el transcurso de su vida. ¿Ellos también estaban iluminados? El Buda no tenía karma, pero sus discípulos sí que lo tenían. Por eso tuvieron que estudiar y practicar con él. Ananda, que fue asistente del Buda durante veinte años, tenía un karma muy potente. Ananda estuvo sirviendo todo el tiempo al Buda y estuvo con él cada minuto. Había escuchado todas las enseñanzas que el Buda había dado y conocía cada una de ellas teórica y experiencialmente. Pero de alguna manera se volvió muy cohibido y, aunque las enseñanzas del Buda le resultaban muy familiares, no le sucedió nada. Después de la muerte del Buda, el consejo del Sangha decidió expulsarlo de la comunidad, argumentando que tenía que agruparse. Puede considerarse un hecho muy grave que Ananda, alguien que había estado tan cerca del Buda, todavía permaneciera en el mundo samsárico. Fue terrible.

Así que Ananda buscó a un gurú, un maestro y recordó a su amigo, alguien a quien él mismo le había dado enseñanzas cuando este todavía estaba con el Buda. Ananda había enseñado a ese monje la práctica de la meditación y como resultado el monje había alcanzado el estado de arhat –se había convertido en un arhat consumado–. Así que Ananda fue a ver a su propio estudiante, y su estudiante le enseñó cómo practicar y cómo cultivar la iluminación. Y entonces Ananda practicó y logró iluminarse de verdad, y se convirtió en un discípulo de pleno derecho del Buda. Finalmente, regresó y fue incluido en el consejo del Sangha. Muchos de los estudiantes del Buda tenían complejos. No debemos pensar que todos los que estaban a su alrededor eran seres completamente iluminados. Eso solo sería un mito, de nuevo.

Las escrituras hablan de que el Buda alcanza el nirvana. El nirvana no es más que un estado de completa libertad –libertad de complejos, de todos los problemas–. Es el desarrollo de una visión mucho más amplia. Cuando nos referimos al nirvana o a la iluminación, sin embargo, tenemos que entender con mucha claridad que no se puede alcanzar la iluminación albergando alguna intención. De hecho, podríamos decir que Siddhartha no alcanzó la iluminación; Siddhartha simplemente desapareció. Siddhartha era el nombre que el Buda tenía antes de alcanzar la iluminación. No logró exactamente lo que quería, pero dejó de existir. Y en su lugar estaba Gautama, el Buda Gautama.12

Para todos nosotros, hay un instinto de autoexistencia, si podemos llamarlo así, ese es el instinto iluminado. No es del todo instintivo, pero es un patrón, un patrón incondicionado que existe y que con el tiempo deviene más y más relevante. Es una forma de inspiración. En el nivel de la séptima etapa, o bhumi,13 del sendero del bodhisattva, te vuelves consciente de ese instinto en particular, o medio hábil. Cuando reconoces tu instinto iluminado, funcionas libre de instinto de simio. Este instinto tiene una perspectiva omnipresente, una visión más amplia, por lo que no se basa únicamente en la búsqueda de alimento o de refugio. No se basa en la supervivencia. La diferencia entre estos dos tipos de instinto es que uno, el instinto de simio, solo va en busca de la supervivencia, mientras que el otro no busca nada en particular, sino que percibe las cosas tal como son, de forma muy amplia.

Si una persona está libre del hábito y de la acción reflexiva, nos preguntamos cómo puede coexistir en la vida cotidiana. ¿No implicaría perder el incentivo de seguir día a día entonces en la situación de la propia vida? Sin embargo, el incentivo para vivir y estar en este mundo no se limita a la existencia del ego. Este mundo no es exclusivo para las personas con ego. Este mundo es también el mundo para las personas sin ego. Podrías pensar que esas personas son superadas en número por aquellos de nosotros que tenemos un ego, pero eso no es necesariamente así. El propósito de la vida no es necesariamente una batalla por conseguir algún propósito, sino que el propósito de la vida es simplemente ser. Semejante vida no es para nada aburrida. De hecho, tienen lugar muchos intercambios y hay más celebración que antes. La cualidad de la celebración y la cualidad de inexistencia de un suelo tienen como resultado que el mundo sea encantador. La mayoría de nosotros vivimos nuestra vida en base a la lucha. Sentimos que tenemos que conseguir algo que nos mantenga ocupados. Pero esa es una visión parcial. Es posible disponer de un enfoque del todo diferente.

Así que la comprensión del karma aquí es muy amplia, muy abierta. Nos da la sensación de que todo depende de nosotros. Ese es el punto básico para entender el karma: que todo depende de nosotros y que tenemos que trabajar en nosotros mismos. Tal vez consigas ayuda de otras personas, pero aun así tienes que trabajar en ti mismo. Desde esta perspectiva, el logro de la iluminación trasciende los patrones habituales neuróticos, y para trascender los patrones habituales, hay que cortar a través de la raíz del karma, que es el sentido de seguridad del ego. El nacimiento del ego es el punto de origen de la cuestión esencial y original del karma.

3. Acción volitiva

Antes de poner el foco sobre las consecuencias del karma, examinamos el mecanismo básico del karma, cómo funciona. Toda la discusión del karma se basa en la comprensión de la idea de la acción. Como se ha dicho anteriormente, la palabra misma, karma, es un término sánscrito que significa «creación» o «acción». El karma es un patrón de acción. Consiste en actos que producen, o crean, otros actos.

Cuando hablamos de karma, no nos referimos a una entidad individual, a una fuerza kármica especial que está separada de la energía mundial existente. El karma se refiere a una situación interdependiente. El fuego, por ejemplo, es toda una situación kármica. Podríamos decir que el karma del fuego, la acción o actividad del fuego, produce calor. No podemos limitarnos a apuntar a una cosa, una entidad, y decir que este es el karma del fuego. En cambio, tenemos que hablar de una serie de factores: el combustible, la llama y la intensidad del fuego, que a su vez depende del combustible. Desde este punto de vista, el karma es un ente abstracto, un concepto que describe una situación interdependiente, en lugar de ser una sola entidad o cosa.

No en vano, aunque el karma puede parecer abstracto, las situaciones kármicas no se basan en ninguna ley cósmica abstracta ni en el aspecto abstracto de la moralidad, ni en nada de eso. Más bien, antes de que se inicie la moralidad, antes de que se ponga en funcionamiento la ley cósmica, existe una energía que crea acción volitiva. El karma surge de la energía de la confusión, el caos y la ignorancia. Este es el origen del karma.

Para que el karma funcione, tenemos que tener el encuentro de dos situaciones, lo cual produce una chispa de luz, por así decirlo.14 Si frotamos dos palos entre ellos, se produce fuego y calor. De manera similar, necesitamos un entorno básico, un entorno o terreno empático, para producir karma. Ese entorno es la ignorancia. El karma radica en nuestro estado psicológico más que en cualquier otra cosa. La ignorancia es el estado psicológico original donde la situación kármica nace y se desarrolla.

En la totalidad básica de nuestra ignorancia, tenemos tendencia a desconfiar de la energía. Esa desconfianza de la energía es también una tendencia a desconfiar de nuestra separación y a desconfiar de la totalidad original, en el dharmadhatu15 original o como sea que queramos llamar a ese espacio. Para ser precisos, la ignorancia no es tanto una tendencia a no creer en la totalidad como tal, sino más bien una tendencia a no creer en la individualidad, en las chispas particulares de energía que tienen lugar –las chispas de inteligencia, energía, compasión o sabiduría–. Tendemos a no poner en duda que los destellos que se manifiestan en este particular espacio exterior16 son entidades separadas. El hecho mismo de no creer que son entidades separadas solo produce o refuerza aún más la separación. Desconfiamos de la separación porque es una amenaza a nuestro propio sentido de solidaridad, o unidad, con el espacio de origen.

En cierto sentido, no queremos convertirnos en individuos separados de nuestro origen. Tratamos de aferrarnos a la situación original, a la totalidad original, pero aferrarnos a la totalidad original implica que nosotros mismos nos estamos separando. El origen de forma automática se convierte en algo que está separado de lo que somos nosotros mismos.

Siempre que intentas agarrar o sostener algo, estás haciendo automáticamente una declaración o una expresión de separación. Esto no significa necesariamente que en realidad estés separado del origen. Pero malinterpretas la situación y empiezas a admirar la totalidad, y esa admiración conduce al desconcierto. De manera muy tenue e inconsciente, te sientes bastante inseguro acerca de quién es quién, de qué es qué y a qué hay que agarrarse. El desconcierto y la separación son casi sinónimos desde este punto de vista.

Así que ignorar la separación es un problema, pero tratar de ser uno con la totalidad también es un problema, porque esto implica un giro. Ese deseo de llegar a ser uno es la semilla del samsara, la semilla del materialismo espiritual, que se planta desde el principio, antes de que puedas llegar a considerarte «tú».17

Podríamos llamar conciencia de la madre a nuestro sentido de solidaridad con el origen o con la totalidad. Pero al mismo tiempo no queremos considerarnos hijos de esa madre en particular. Al negarnos a creer que nosotros somos hijos de alguien, ya estamos en conflicto con nuestra madre. Estamos reaccionando contra nuestra madre más que contra cualquier otra cosa, así que estamos demostrando que ya somos un niño. Creer que no eres el niño no niega en absoluto que puedas tener una madre. De hecho, lo único que hace la creencia de que no eres el niño es confirmar la existencia de la madre. También confirma que eres alguna cosa. Hay alguien allí, tratando de aislarse de su madre.

Según el abhidharma y varios textos de maha ati, de forma tradicional se dice que existen tres fases o tipos de ignorancia. El primer tipo, o fase, de ignorancia es la ignorancia de la misma ignorancia. Esta es una situación de total ignorancia, en la que se ignora tanto a la madre, o la totalidad, como al niño.

El segundo tipo, o fase, de ignorancia es la ignorancia de la incomodidad. Esta incomodidad no es tan aguda o precisa como la incomodidad de la que generalmente hablamos, que suele ser bastante definida y específica. Aquí, nuestra incomodidad es leve, una vaga sensación de que existe algo en lo que en verdad no queremos intervenir. Hay una vaga posibilidad de meterse en algo y la vaguedad en sí misma es amenazante. Puede que no sea precisamente una amenaza, porque no hemos decidido si queremos entrar o si queremos salir de ella, independientemente de lo que «eso» sea. Preferimos considerar que las situaciones son decisivamente amenazantes o placenteras. La incertidumbre es muy alarmante, aunque se trate de una alarma inexistente y transparente.

La cualidad inexistente de la incomodidad es en gran medida amenazante. Hay algo que está sucediendo, que es incierto, hasta el punto de llegar a tener certeza de ello. Te preguntas si deberías sentirte amenazado o no. Es incierto; es muy vago, extraordinariamente vago. Esa vaguedad en sí misma se vuelve inquietante; algo sucede, pero no está del todo claro si ese algo es una cosa o una no-cosa. Esta incógnita se convierte en el problema, e incluso, si no surge la pregunta, la falta de una pregunta se convierte en un problema. En otras palabras, toda la situación se encuentra totalmente turbada.

Esa turbación a menudo se expresa como un aparente estado de paz o de tranquilidad. Pero esa experiencia de tranquilidad también se vuelve amenazante en el subconsciente más débil del subconsciente del subconsciente. Algo no anda bien, así que no queremos ceder a la tranquilidad. No puedes fiarte de ella. Hay algo ahí que es extraordinariamente vago e incierto.

Has perdido por completo tu suelo, el cual es una expresión de la ignorancia. Sin embargo, la ignorancia se vuelve muy manipuladora: para protegerse y darle sentido a lo que está sucediendo, es imposible lidiar con solo un área, y se necesita lidiar con todas las áreas a la vez. Este proceso proporciona constantemente el trasfondo de nuestra psicología, todo el tiempo. Esa vaga incomodidad es el punto focal a lo largo de nuestro camino. Cuando finaliza, se llega el final del camino.

La tercera fase de la ignorancia se llama ignorancia del concepto. No se trata de ignorar conceptos; más bien, es el acto de etiquetar, pero trasciende el mero etiquetaje. Es muy sutil. Debido a que hemos estado sufriendo de vaguedad, el problema de la vaguedad, nos sentimos con ánimos de dar un paso. ¿Deberíamos estar a favor o en contra de ello? Estar a favor o en contra se vuelve más importante que mantener o validar la vaguedad en sí misma.

Así que en ese punto se empieza a generar una ligera insinuación de agresión, como de empujar o apartar; una débil sugerencia de pasión, como de magnetizar o atraer; y una débil sugerencia de ignorancia, ignorándolo todo, como de hacerse el ciego y seguir navegando.18 Esas tres posibilidades –de apartarse de las cosas, atraerlas e ignorarlas– surgen a la vez que las otras fases: la vaguedad, así como la primitiva, primordial y turbada situación de ignorancia. Estas tres cosas: la pasión, la agresión y la ignorancia nos dan la posibilidad de convertirnos en el yo, en mí mismo o en mi ego. «Soy lo que soy. Yo existo porque mis aspectos existen.» Esto es diferente de decir que existes debido a tus proyecciones. Este paso es la experiencia del espacio en el cual puedes exteriorizar o extender tu agresión, tu pasión y tu ignorancia al mundo. En otras palabras, puedes hacer que todo el mundo sea visible, en lo que a tu confusión se refiere. Decides salir de forma definitiva y crear tu propio mundo.

En ese momento, hay una tendencia a dar un pequeñísimo salto muy sutil. Las madres experimentan algo parecido cuando están pariendo. En el proceso de dar a luz, cuando la madre tiene que empujar y respirar, cada empujón se convierte en un esfuerzo heroico. Cuando de verdad llega el momento de dar a luz a tu hijo, quieres sacarlo de tu cuerpo. Estás haciendo una clara afirmación de que vas a tener este niño, que vas a hacer que el niño salga de tu cuerpo. Cuando las madres empujan y trabajan con su respiración durante el parto, el proceso es totalmente comparable al nacimiento del karma. Los empujones para dar a luz al mundo de la pasión, la agresión o la ignorancia tienen un sentido de continuidad, al igual que la continuidad que una madre siente al dar a luz a un hijo.

La madre siente que, si empuja, si da a luz, el niño continúa como una extensión de sí misma. Por lo tanto, no empuja porque quiera deshacerse del niño, sino porque quiere dar a luz al niño. La idea misma de dar a luz es la de crear una nueva vida a partir del propio cuerpo. «Este niño va a ser mi hijo. Yo voy a ser su madre.» Hay un sentido de propiedad y continuidad entre ella y su creación. En la creación del karma, se dice: «Este es mi mundo. Voy a entrar en este mundo, mi mundo». Hacemos un esfuerzo adicional para ser valientes, para romper con la vaguedad de la ignorancia. Y en ese punto hemos creado el karma, la acción volitiva.

La acción volitiva del karma no puede engendrarse a menos que dudes acerca de tu propia existencia. Cada vez que empujas para dar a luz, la duda regresa a ti, lo cual refuerza el deseo de empujar. Recibes un mensaje de reciprocidad que dice que esto podría ser tu muerte o, muy posiblemente, podrías dar a luz. Estos dos pensamientos se alternan todo el tiempo. De hecho, no son realmente pensamientos desde este punto de vista, sino solo una ligera percepción sensorial de algún tipo. Tiene lugar una leve conciencia inconsciente de la posibilidad inconsciente de hacer algo. Y te preguntas: «Si hiciera algo, ¿sería un acto válido o no?». Es algo muy vago.

El nacimiento del karma comienza aquí: cuando decidimos salir de nuestra confusión y participar en el mundo viviente. Cuando decidimos ocuparnos de nuestros propios asuntos y crearnos como una persona enojada, como una persona apasionada, como una persona ignorante o lo que sea, en ese momento hemos dado a luz al karma.

La energía de la agresión, la pasión y la ignorancia refuerza nuestra creencia en nuestra individualidad. Cada vez que sacas esta energía, te sientes amenazado, porque tienes la sensación de que exteriorizar tu energía puede ser algo inválido. Esto crea una reciprocidad constante de la reciprocidad de la reciprocidad. Finalmente, te endureces y te solidificas. Es como producir mantequilla a partir de la leche. La leche se bate, una y otra vez, hasta que finalmente la leche líquida se convierte en mantequilla sólida.

En este sentido, el karma es el impulso de crear, o podríamos ser más precisos si decimos que es una tendencia a crear. Hay una determinada dirección o deseo de hacer algo sólido, pero seguimos sin estar seguros de la validez de lo que estamos haciendo, así que tendemos a hacerlo de forma muy delicada.

Tradicionalmente, como hemos comentado, el nacimiento del karma se simboliza con un alfarero fabricando una vasija de barro sobre un torno de alfarero. La rueda gira, constantemente y sigue y sigue y sigue. Al final, a medida que la rueda sigue girando, se crea una olla, que puede contener otras cosas: agua, harina, comida o lo que sea. Hemos producido un gran contenedor o recipiente, dentro del cual se pueden acomodar las cosas y que podemos usar para marcar los contornos o los límites de nuestro propio territorio: lo que me pertenece a mí, lo que pertenece al otro, etcétera.

Así que el punto de partida básico del karma es esa ignorancia fundamental. Ignoras los mensajes que recibes y exteriorizas tus propios mensajes –a través de tu pasión, agresividad e ignorancia– en forma de un constante acto subconsciente. Este es el punto de partida del karma, el nacimiento del karma. Lo que hemos estado tratando aquí está conectado con el primer skandha o aspecto del ego, que es la forma.19 Así que podríamos decir que la creación kármica viene del reino de la forma. Forma aquí se refiere a las formas de los objetos tocables y también a cómo empezamos a congelar la relación de esto y de aquello.

Con respecto a la explicación del nacimiento del karma como algo análogo a una madre que da a luz, quiero clarificar que esto no tiene nada que ver con el karma real de un niño que está naciendo. El karma de un bebé no se crea cuando nace. El bebé ya ha tenido su vida anterior. En esta vida, con el paso del tiempo se despierta de los problemas físicos de tener un nuevo cuerpo y aprende a ser móvil, aprende a usar sus músculos y su cerebro. Los bebés aprenden a caminar, a chupar y a tirar cosas. Cuando nacen, sus cuerpos no funcionan plenamente, por lo que sus mentes no pueden funcionar todavía como un mecanismo de sincronización. Mente y cuerpo son una situación recíproca.

Pero esto no significa que los niños sean inocentes cuando nacen. Los bebés cuentan con la continuidad de la situación kármica de su nacimiento anterior. En otras palabras, los bebés se despiertan cuando se recuperan de la enfermedad física de ser bebés, por así decirlo. A medida que sus cuerpos se desarrollan, sus mentes empiezan a despertar a sus anteriores complejos, sean los que sean. Así que sería engañoso decir que un niño es una persona absolutamente inocente al nacer. Eso desmentiría por completo la idea de la reencarnación, el principio del renacimiento. No se considera que los niños sean particularmente inocentes.

También me gustaría precisar que, cuando hablamos de la creación del karma al principio de todo, el cual surge de la ignorancia, no estamos hablando desde el punto de vista de nadie, sino de algo mucho más intangible: el punto de vista en sí mismo. El karma no es particularmente antropocéntrico en absoluto; es la totalidad de la situación kármica, que da lugar, según la tradición budista, a los seis reinos: el mundo de los dioses, el de los dioses envidiosos, el de los seres humanos, el de los fantasmas hambrientos, el de los animales y el del infierno. Esta no es una situación antropocéntrica en absoluto. Es la totalidad de la existencia.

Las rocas y los árboles y el cielo, las montañas y los ríos están conectados con situaciones kármicas y con la forma en que rebotan o en que se relacionan con nosotros. Si estás sentado en una tienda de campaña, esa tienda no tiene karma como si fuera un asunto individual. Pero debido a que nosotros montamos esta tienda y nos sentamos debajo de ella, la tienda se convierte en nuestro karma, no por sí sola, sino porque nos encontramos en ella.

Pueden surgir todo tipo de conceptos erróneos sobre nuestra relación con el mundo natural. Por ejemplo, la gente habla de poner música para ayudar a que sus plantas crezcan mejor. Hay personas que sostienen que, si ignoran a sus plantas o dicen cosas malas sobre ellas, las plantas crecen mal y mueren, como si la condición de la planta dependiera puramente del dueño de la planta. La planta es solo una cosa. No tiene ninguna actitud. Esa actitud es solo espacio. Pero el dueño piensa que, si a él le gusta Beethoven, tal vez la planta apreciará a Beethoven. En realidad, la planta no tiene nada que ver con Beethoven. No es más que una simple planta. Si tienes un crisantemo importado hace poco de Japón, ¿deberías poner música de Beethoven o de Bob Dylan? Crees que aceptará tu música porque es tu planta. Deberíamos tener cuidado al imponer ese tipo de ideas.

Hemos estado hablando de cómo la ignorancia engendra el karma. Hemos visto cómo la experiencia proporciona un sentido de totalidad, y cuando esa experiencia está basada en la ignorancia, en realidad implica que estamos separados de la totalidad. Pero existe otra posibilidad: la posibilidad de no tener ninguna experiencia de nada en absoluto. Ni siquiera existe un sentido de totalidad. En esa situación, estás incluido en la totalidad misma, existiendo espontáneamente. Existe una conciencia de la propia conciencia, más que conciencia de alguna cosa. Ni siquiera se puede decir que existe una conciencia real de sí misma, sino solo una conciencia de.

A veces la gente habla de no crear más karma, pero eso es muy delicado. Intentar no crear karma muy posiblemente lleve a crear más karma. Depende de cómo lo hagas. Piensas que funcionas sin estar creando karma, pero el karma se está aproximando por la retaguardia. No puedes limitarte a hacer el bien para quemar tu karma, ni a hacer el mal para quemar el karma. De hecho, para no crear más karma, tu ignorancia tendría que dejar de funcionar. ¡Eso es mucho pedir!

A veces tratamos de ver el origen del karma en el tiempo, tratamos de encontrar el punto de partida en el que la ignorancia comenzó y puso en funcionamiento el karma. El karma se origina cuando no existe un concepto. Eso podría ser ahora mismo o pudo ser hace cientos de millones de millones de miles de millones de años. Eso depende exclusivamente de ti. No puedes medir tu karma con una predicción astrológica o computarizada. En este punto, el concepto de espacio-tiempo resulta inútil. De hecho, no nos referimos al tiempo y al espacio desde este punto de vista, sino que nos estamos refiriendo al sujeto del espacio y al sujeto del tiempo.

Cuando estás en el camino, ya has entrado en la situación del tiempo. Estás constantemente siendo ahora y ahora y ahora y ahora. Incluso el logro de la iluminación desde este punto de vista es el logro del ahora, más que el logro de la totalidad. O quizás podríamos decir que tu logro de la totalidad es también tu logro del ahora absoluto. Por lo tanto, eso excluye el pasado o el futuro.

Así que, cuando hablamos acerca de todo el origen del karma, no estamos hablando de karma «bueno» o de karma «malo». Estamos hablando de cómo toda la fabricación del karma, toda la fuerza, se inició. Es comparable a hablar de la producción de electricidad. Ya sea que apagues o enciendas la electricidad, esa electricidad es parte del flujo eléctrico general.

A medida que andamos el camino, nos movemos hacia el espacio abierto original, el espacio antes de que surja la ignorancia y el desconcierto. Si cabe la posibilidad de regresar al origen, antes de que todo surgiera, te preguntarás por qué no lo volvemos a poner en marcha. No cometemos ese error dos veces porque es un error gigantesco, un error descomunal y nos produce una gran impresión. Es un error total y un despertar total de forma simultánea. Así que no puede ocurrir dos veces, desde ese punto de vista. Además, se vuelve al origen, a la situación original, en lugar de fabricar alguna cosa. Una vez que se regresa al origen, es menos probable reincidir. Sigues pudiendo percibir tu error original y, por lo tanto, puedes evitar cometerlo de nuevo. Entonces te conviertes en un buda, o como quiera que lo llamemos, lo que significa que has despertado de la resaca.

Sin embargo, nunca olvidas tu pasado. El pasado se convierte en tu camino, y esa experiencia, que se convierte en tu camino, podría relacionarse con otras personas como la enseñanza de la doctrina, el dharma.

En última instancia, este mundo no es visto como una deuda. Se convierte en una deuda muy grande cuando tu ignorancia está involucrada. Pero es muy posible tener un mundo libre, un mundo sin deudas. Los budas y bodhisattvas funcionan en un mundo sin deudas. Es posible.

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