Kitabı oku: «Cuidándonos unos a otros & Lado a lado», sayfa 2
Conoce el corazón, conoce a la persona. Nuestro interés en ayudarnos unos a otros nos hace ir más allá de las conversaciones rutinarias y entrar a la esfera del corazón. Contar con una guía clara para este terreno puede enriquecer todas nuestras relaciones.
Alguien te pregunta: «¿Cómo estás?».
Tú respondes: «Bien, gracias. ¿Cómo estás tú?».
Es un saludo placentero.
Pero cuando alguien te pregunta «¿Cómo estás?», para todo lo que está haciendo y se sienta a escucharte, tiendes a decir más.
Eventos y circunstancias de la vida
En un comienzo, puede que ese más sea un simple recuento de los eventos del día.
Un padre le pregunta a su hija de doce años: «¿Cómo estuvo el día en la escuela?».
―«Bien».
―«Cuéntame un poco más».
―«Tuve matemáticas, después historia y después almorcé».
Es un comienzo, pero no queremos que nuestras conversaciones solo cubran eventos. Tenemos la sensación de que hay algo más profundo. Queremos saber qué es importante para la otra persona, y eso nos lleva a lo que la Escritura llama corazón.4
Cuestiones del corazón
Es posible que el corazón esté velado y sea difícil de conocer. Preferimos ocultar sus pensamientos menos atrayentes y algunas de sus heridas. Sin embargo, cuando estamos dispuestos a ser un poco más vulnerables y los demás tratan nuestro corazón con cuidado, descubrimos que conocer y ser conocidos es parte de nuestro diseño. Esas conversaciones son un deleite, y resultan esenciales si queremos cuidarnos, ayudarnos y animarnos bien los unos a los otros.
Imagínate al corazón como algo con capas y profundo. Es comparado con las raíces de un árbol (Jeremías 17:5–8), con aguas profundas (Proverbios 20:5) y con un tesoro que debemos buscar (Mateo 6:20). Como está lleno de muchas cosas, siempre habrá más por descubrir, aunque a veces alcanzarlo requiere tiempo y confianza.
Deseos naturales
Sabes que entraste al corazón cuando descubres carencias, afectos o deseos. Allí guardamos lo más importante para nosotros.
Queremos descanso y salud para nuestros cuerpos,
lo mejor para nuestros amigos y familiares,
protección de nuestros enemigos,
un trabajo significativo,
una vida que aporte,
paz,
amor.
Estos deseos del corazón son importantes para el Señor, y Él nos invita a derramar nuestros corazones delante de Él (Salmo 62:8). Así es cómo funciona Su amor. Él comparte los placeres y dolores de Sus amados. El Señor nos escucha en el sentido más pleno. Oye y se conmueve. Nos invita a hablar y responde con compasión, recordatorios de Su fidelidad pasada y la certidumbre de Sus promesas.
Entonces, en respuesta a Él, hacemos eso mismo los unos con los otros. Invitamos a hablar a los demás. Entramos al mundo de las otras personas. Buscamos escuchar los asuntos más importantes para el otro. Escuchamos y rastreamos las emociones de la persona, pues allí es donde encontramos carencias y deseos.
«¿Cuáles han sido los mejores momentos de tu día?».
«¿Qué ha sido especialmente difícil?».
Las preguntas como estas nos sitúan en la dirección correcta. Nos llevan a los deseos naturales satisfechos o frustrados, y suelen ser el primer paso para llegar al corazón.
Deseos morales
Justo abajo de nuestros deseos alborotados se encuentra la dirección moral de nuestra vida:
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45).
Una vez, un amigo me preguntó: «¿Cómo está tu corazón?».
Nota que estaba cavando más hondo. Estaba especialmente interesado en la forma en que mis deseos establecen el curso moral o espiritual de mi vida.
Aquí descubrimos que nuestro corazón puede ser recto, constante, limpio, penitente y puro o hipócrita, corrupto, duro y repleto de necedades.
En otras palabras, lo que ese hombre me estaba preguntado básicamente era: «¿Cómo te ha ido en las batallas espirituales? ¿Cómo estás lidiando con las tentaciones de la vida?». Por lo general, solo otorgamos acceso a estas áreas en las relaciones más curtidas que se caracterizan por el amor.
Deseos con respecto a Dios
Desde luego, nuestra dirección moral se basa en una persona. La dirección de nuestro corazón nunca es un mero asunto de guardar o quebrar la ley. En nuestro corazón, conocemos a nuestro Dios Creador (Romanos 1:19–21; 2:14–15), y todo lo que hay en nuestra vida se relaciona con Él:
Cuando violamos Su ley, deshonramos Su nombre y nos hemos alejado.
Cuando amamos a los demás, lo honramos y amamos a Él.
Cuando tenemos miedo, necesitamos conocer con mayor profundidad Quién es Él y Su cercanía.
Cuando nos enojamos, nos alejamos de Él y vivimos principalmente para nuestros propios deseos.
Cuando tenemos vergüenza, nos alejamos de Él porque creemos la mentira de que se alejó de nosotros.
Todos vivimos ante el rostro de Dios, estemos o no conscientes de esa realidad. La vida es sumamente personal. Él nos busca y nos invita a conocerlo mediante Jesús, es decir, a conocer lo que hay en Su corazón. Nosotros, a su vez, respondemos en una de estas dos maneras: o bien se despierta nuestro deseo piadoso y queremos escuchar, conocer y acudir a Jesús, unirnos a Él en la obra de Su Reino y hablar con Él, o nuestro deseo egoísta se aferra a otros dioses y reinos que consideramos más valiosos. Para decirlo de otro modo: o confiamos en Él o confiamos en nosotros mismos y en los objetos de nuestros afectos. O nos acercamos a Él o nos alejamos de Él.
En lo profundo de nuestro corazón, la cuestión no es tanto qué amamos, sino a quién amamos.5
Conoce y disfruta
Esta es la manera de profundizar en la vida de una persona:
1. Pregunta «¿Cómo estás?». Luego, sigue las emociones fuertes. Ese es el camino hacia el corazón, y allí es donde empieza la ayuda. Buscamos oír alegrías y tristezas, esperanzas y temores, y nos interesamos en ellos.
2. Disfruta lo bueno. Buscamos «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, [y] templanza» (Gálatas 5:22–23), además de otras características que se asemejen a Jesús. Cuando vemos o escuchamos esos reflejos de Cristo, los disfrutamos, los señalamos y simplemente nos complacemos en la persona.
3. Ten compasión cuando haya problemas, y habrá muchos (Juan 16:33). Mientras más tiempo camines con alguien, más problemas escucharás. Queremos que nuestra compasión crezca al oírlos.
4. A medida que sigas caminando con esa persona, puede que descubras un fundamento espiritual que es una mezcla de fe en Jesús y confianza en uno mismo. Entonces hablamos especialmente de Jesús y Su amor, y oramos para poder conocerlo mejor. Cuando nos alejamos, hemos olvidado quién es Él, y la fórmula es conocerlo mejor.
Todos somos santos, sufrientes y pecadores que esperan ser más transparentes con los demás. Tú también debes sincerarte con respecto a tus afectos cuando alguien te pregunte. Queremos conocer a los demás y que ellos también nos conozcan.
Discusión y reacción
1. Más abajo hay un esquema útil. En su centro, está el corazón. El círculo que rodea al corazón representa al cuerpo. Juntos, estos dos círculos comprenden a la persona. A medida que nos vamos alejando del centro, los otros círculos concéntricos son ejemplos de las influencias que moldean nuestras vidas. El círculo interior incluye las influencias visibles; el exterior contiene las que son menos visibles. La flecha sugiere que hay una interacción continua y bidireccional entre nuestros corazones y el Dios vivo. La flecha también indica que nuestro corazón se ve afectado por todas las circunstancias de la vida (la flecha se dirige hacia nosotros) y además interpreta toda la vida (la flecha se aleja de nosotros). En verdad, estamos llenos de muchas cosas.
¿Cómo es que entenderte de esta forma te ayuda a comprender tu propia alma?
¿Qué preguntas tienes?
2. ¿Qué preguntas te ayudan a penetrar en tu propio corazón?
• ¿Qué es lo que amas? Esta apunta a los objetos de tus deseos.
• ¿Qué te hace feliz? Esta revela deseos insatisfechos.
• ¿Qué te entristece? Esta revela deseos pospuestos o frustrados.
• ¿Qué te enoja? Esta también revela deseos frustrados.
• ¿Qué temes? Esta apunta a los deseos en peligro.
Lo que queremos es practicar con nosotros mismos y crecer en transparencia delante del Señor. Cuando entendemos mejor cómo funciona nuestro corazón, podemos aprender a profundizar más en las vidas de otras personas.
3. Intenta ver lo bueno ―no solo circunstancias buenas, sino también bondad moral―. Nota cuando la persona es paciente aunque la estén tratando mal, amable aunque sean bruscos con ella, perdonadora, benigna y capaz de decirles «no» a los deseos rebeldes. Como regla general, debes esperar ver esto antes de hablar sobre asuntos más difíciles.
• En los últimos días, ¿qué cosas buenas has visto en las otras personas?
• ¿Por qué es importante ver lo bueno?
Si queremos ayudar de forma sabia, debemos conocer el corazón Y las influencias significativas de ese corazón. Entre esas muchas influencias, hay dos que destacan: las otras personas y nuestros cuerpos físicos.
Nuestros corazones siempre están tramando algo. Como podríamos esperar, hay un ajetreo incesante en torno a las cosas que son importantes para nosotros. Amamos, nos preocupamos, planificamos, descansamos, eludimos, adoramos, nos escondemos y hacemos muchas cosas más. Mientras tanto, el mundo que nos rodea también está incansable y activo. Perdemos el empleo, nuestros cónyuges se enojan con nosotros y los vehículos se estropean. Alguien nos invita a comer, nos recuperamos de una enfermedad y somos amados por otras personas. La vida siempre viene con dificultades y cosas buenas. Si queremos conocernos y ayudarnos unos a otros, debemos permanecer cerca del lugar donde confluyen los mundos y corazones de los demás.
Observa que, en el esquema, la flecha que conecta lo externo a nosotros y nuestros corazones apunta en ambas direcciones. Nuestros cuerpos, nuestro trabajo, nuestro dinero, nuestra cultura, otra gente e incluso las fuerzas espirituales están negociando con nuestro corazón, ya sea para cuestionar o confirmar nuestras creencias. Desde luego, Dios está por sobre todos esos factores, y Su voz es la que queremos oír con más claridad.
Es imposible conocer por completo la inmensa cantidad de factores que influyen en el corazón. Nuestro propósito es identificar las influencias que han sido más importantes. Entre las más comunes que encabezan la lista, se encuentran el impacto de las otras personas y las consecuencias de las debilidades corporales y cerebrales.
La gente sana, la gente hiere
El impacto más obvio en nuestra vida lo tiene la gente. Aunque vivamos en pobreza abyecta, juzgamos la vida según nuestras relaciones. Si somos ricos en amigos y familiares cercanos, la vida es buena. Si estamos aislados y desconectados, no hay suma de dinero que baste para contrarrestar esas dificultades. Si somos rechazados o abusados, parece que las secuelas no acaban nunca. Nuestras relaciones bendicen y también maldicen.
El Salmo 133 ensalza la bendición de la unidad.
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es
Habitar los hermanos juntos en armonía!
Es como el buen óleo sobre la cabeza,
El cual desciende sobre la barba,
La barba de Aarón,
Y baja hasta el borde de sus vestiduras
(v.1–2).
Al mismo tiempo, la mayoría de los salmos reconocen el dolor del aislamiento, de los amigos que actúan como enemigos, de los enemigos que actúan como enemigos y de los estragos de la injusticia.
Sabemos esto: Dios está activo en medio de las relaciones difíciles, la victimización y la opresión. El éxodo de Egipto de los israelitas comenzó porque Dios respondió a los clamores de los esclavos, aunque ni siquiera estaban clamándole a Él. El mismo Jesús, nuestro Gran Sumo Sacerdote, vino a este mundo de incomprensión y violencia cuando Se hizo «en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser [un] misericordioso y fiel sumo sacerdote» que actuara en favor de los heridos y maltratados (Hebreos 2:17).
Sin embargo, mientras Dios está activo, también lo está Satanás. Sabemos que Satanás usa estas dificultades para sembrar dudas sobre el cuidado y la compasión de Dios. ¿De verdad Le importa a Dios? Un buen padre, ¿permitiría que sus hijos pasaran por cosas así? Todas las circunstancias dolorosas pueden suscitar un estruendo confuso de voces en conflicto que desnudan o abruman nuestro corazón, y es posible que tengamos reacciones contrapuestas:
• Podemos confiar en el poder y la justicia de Dios, y mantenernos agradecidos.
• Podemos amargarnos y tomar el asunto en nuestras propias manos.
• Podemos mantenernos confiados en el amor de Dios porque tenemos los ojos puestos en Jesús.
• Podemos creer que Dios está distante y es indiferente a nuestro dolor.
Aquí los ayudantes deben moverse con cuidado. Estas respuestas revelan cuestiones importantes, pero, al cuidar de los demás, lo primero que hacemos rara vez es indagar en las respuestas del corazón. Más bien, nos detenemos en las relaciones que han sido dolorosas. No empezaríamos una conversación con Job diciéndole: «¿Cómo has respondido ante del Señor por las muertes de tus hijos y tus propios achaques y dolores?». Esas preguntas omiten la compasión y suelen ser innecesarias.
Eso no significa que pospongamos las conversaciones sobre el Señor, sino solo que seremos cuidadosos al acercarnos al corazón de otra persona. La mejor asistencia trae a Cristo de forma temprana y frecuente. Cuando escuchamos de circunstancias y relaciones abrumadoras, debemos ayudarnos mutuamente a hablar de esos problemas con el Señor, pedirle Su compasión y poder, y asegurarnos de Su amor fiel.
Cuando escuchamos de las buenas relaciones de alguien, somos bendecidos junto a esa persona. Si escuchamos de relaciones difíciles, tomamos nota, esperamos oír más en algún momento y preguntamos cómo podemos orar.
Nuestros cuerpos son fuertes, nuestros cuerpos son débiles
El impacto de las otras personas compite con el impacto de nuestro cuerpo. Nuestros cuerpos somos nosotros, pero también actúan como una especie de influencia sobre nuestros corazones, que es similar a la ejercida por la gente. Por lo tanto, en el esquema, el cuerpo se presenta como un círculo, lo que sugiere que, aunque es nosotros, también nos afecta. Por ejemplo, vemos la mala salud como algo que nos ocurre, y es una de las cosas más importantes que nos ocurren.
El saludo más común del mundo es «¿Cómo está tu salud?».
Nuestra petición de oración más frecuente es «¿Podrías orar por sanidad?».
Somos seres físicos y siempre lo seremos. Se acerca el momento en el que nuestros cuerpos serán renovados, pero por ahora pueden ser quisquillosos. En su mejor estado, nuestro cuerpo (y cerebro) es fuerte y saludable. Todo parece funcionar bien y no hay molestias ni dolores que requieran atención. Por lo demás, nuestros cuerpos son débiles y se van desgastando, en cuyo caso pueden transformarse en inquietudes e intromisiones para las tareas cotidianas de la vida. El apóstol Pablo resume así esta idea:
Aunque este nuestro hombre exterior [nuestro cuerpo] se va desgastando, el interior [nuestro corazón o alma] no obstante se renueva de día en día (2 Corintios 4:16).
Nuestro objetivo es estar cada vez más conscientes de esas fortalezas y debilidades físicas.
Todos entendemos un poco sobre las debilidades del cuerpo. Sabemos de los problemas de visión, el dolor crónico, los accidentes vasculares y las fracturas. Sin embargo, al igual que en todos los aspectos de nuestro conocimiento mutuo, queremos saber más. Por ejemplo, considera cómo estructuramos la vida. Hay personas que pueden establecer pasos claros para conseguir un fin específico; otras son más desordenadas. Este proceso se debe a fortalezas o debilidades físicas ―es decir, relacionadas con el cerebro―. Algunas personas se enfocan mucho en los detalles; otras ven el panorama general y se olvidan de los elementos específicos. Eso también puede deberse a diferencias cerebrales.
Los estudios recientes sobre el vínculo entre el cerebro y el comportamiento nos han dado más información sobre problemas difíciles como la demencia en adultos y las diferencias de aprendizaje de los niños. Los últimos avances de la psiquiatría moderna nos han alertado de la interdependencia de nuestros pensamientos y emociones, y el funcionamiento del cerebro. No tenemos que ser expertos en estas áreas de estudio, pero sí queremos aprender lo que podamos, recibir la ayuda de los que tienen más experiencia y ser humildes ante la complejidad humana.
Cuando oímos de buena salud, disfrutamos las bendiciones de esa persona; cuando oímos de discapacidad y enfermedades, esperamos entender más, mostramos compasión y oramos.
• Agradecemos por la buena salud.
• Oramos por sanidad en la enfermedad.
• Oramos para que la fe se renueve en la enfermedad.
Esta es una regla general: mientras mejor entiendas las debilidades físicas de una persona, más paciente serás con ella.
El poder de las circunstancias
Las circunstancias de la vida no tienen el poder de alejarnos de Jesús o hacernos amarlo más; esa es la jurisdicción del corazón. Sin embargo, sí pueden facilitar la vida o hacerla más miserable, y pueden transformarse en pruebas difíciles que revelan cosas sorprendentes sobre lo que alguna vez estuvo latente en nuestro corazón. Cuando nos topamos con un desvío en el peor momento, nos damos cuenta de que nuestros corazones son más iracundos y demandantes que lo que pensábamos.
Por lo tanto, escuchamos en la intersección de la vida y el corazón. Allí, descubrimos que la gente que parece seria y distante ha sido herida, y que su amabilidad emerge cuando solo cavamos un poquito. O tal vez descubramos que los temerosos son los gigantes espirituales en medio nuestro y que los violentados que hablan abiertamente son de los más valientes de nuestras filas. En todas las personas hay profundidades y rincones infinitos. Tenemos el privilegio de compartir y conocer algunos de esos lugares. Aunque nunca podamos conocernos los unos a los otros de forma exhaustiva, sí podemos conocernos con precisión y en verdad.
Discusión y reacción
1. Hay un sinnúmero de influencias que moldean nuestras vidas: las personas, el cuerpo y el cerebro, la educación, el clima, la cultura local, los líderes políticos, la raza y las guerras. ¿Cuál ha sido la influencia predominante de tu vida? ¿Cómo ha afectado tu corazón?
2. Nuestra época ha sido más cuidadosa para describir las diferencias relacionadas con el cerebro. ¿Cuáles te han resultado útiles para entenderte a ti mismo y a los demás? ¿Cómo es que conocer los detalles de las debilidades físicas de otras personas te ha ayudado a amarlas y ser paciente con ellas?
3. El Salmo 130 es un ejemplo de cómo podemos pasar con naturalidad de las circunstancias al corazón:
De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo.
Señor, oye mi voz;
Estén atentos tus oídos
A la voz de mi súplica.
JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?
Pero en ti hay perdón,
Para que seas reverenciado (v. 1–4).
Cualquiera que hayan sido las circunstancias del salmista, eran extremas. El salmista describe una experiencia en que no podría haber estado más cerca de la muerte y seguir con vida. Sin embargo, dirige sus súplicas al Señor. Recuerda esto: si el Señor, en Su bondad, perdona a Sus enemigos, podemos estar seguros de que estará con nosotros en nuestros períodos de necesidad.
No negamos las dificultades de la vida. Más bien, queremos hablar de ellas con el Dios que nos escucha, recordar Sus promesas y amor fiel, y confiar más en Él.
Dense el tiempo de orar para que podamos expresar salmos similares.