Kitabı oku: «El ministerio de las publicaciones», sayfa 5
Sección II
Capítulo 5
Una obra sagrada
Proclámese el mensaje divino a todo el mundo.–Se me ha pedido que declare a nuestras casas editoras: Eleven el estandarte; elévenlo. Proclamen el mensaje del tercer ángel, para que todo el mundo lo oiga, y sepa que hay un pueblo que “guarda los mandamientos de Dios y tiene el testimonio de Jesucristo”. Que nuestras publicaciones presenten el mensaje como testimonio a todo el mundo.
Ahora, como nunca antes, la magnífica y admirable obra de este mensaje debe llevarse adelante. El mundo debe recibir la luz, y muchos conocerán la verdad por medio del ministerio evangelizador de la palabra en nuestros libros y revistas. Nuestros periódicos deben ser distribuidos por hombres y mujeres de toda posición social y profesión. Los jóvenes y los adultos deben desempeñar una parte. Estas publicaciones deben demostrar que el fin de todas las cosas está cerca.
Podría decirse que hemos estado dormidos en lo que respecta a este asunto. Hagamos ahora circular la palabra con determinada energía, para que el mundo pueda comprender los mensajes que Cristo dio a Juan en la Isla de Patmos.
Que todos los que profesan el nombre de Cristo desempeñen una parte en la proclamación del mensaje. “El fin de todas las cosas está cerca”; “prepárate para encontrarte con tu Dios”. Nuestras publicaciones debieran ir a todas partes. La circulación de nuestras revistas debiera aumentar mucho. El mensaje del tercer ángel debiera proclamarse por medio de las publicaciones evangélicas y del predicador viviente. Ustedes, los que creen en la verdad para este tiempo, despierten. Tenemos el deber de emplear todos los recursos posibles para ayudar en la proclamación de la verdad. Cuando viajemos en los medios de transporte, visitemos o conversemos con nuestros vecinos –en cualquier parte donde estemos–, hagamos brillar nuestra luz. Entreguemos revistas y folletos a las personas con quienes nos relacionamos, y digamos lo que convenga, mientras oramos que el Espíritu Santo haga que la semilla produzca fruto en algunos corazones. Esta obra será bendecida por Dios (SpTPW 231, 232).
Carácter sagrado de las instituciones de Dios.–Son muchos los que no reconocen distinción alguna entre una empresa comercial común, un taller, una fábrica o un campo de cereal, y una institución establecida especialmente para promover los intereses de la causa de Dios. Sin embargo, existe la misma distinción que Dios estableció en tiempos antiguos entre lo sagrado y lo común, lo santo y lo profano. Él desea que cada obrero de nuestras instituciones discierna y aprecie esta distinción. Los que ocupan un puesto en nuestras editoriales gozan de muy alto honor. Tienen un cargo sagrado. Están llamados a colaborar con Dios. Deben apreciar la oportunidad que significa estar tan estrechamente relacionados con los instrumentos celestiales, deben sentir que tienen un alto privilegio al poder dar a la institución del Señor su capacidad, su servicio y su vigilancia incansable. Deben tener un propósito vigoroso, una aspiración sublime y mucho celo para hacer de la casa editora exactamente lo que Dios quiere que sea: una luz en el mundo, un fiel testimonio para él, un monumento recordativo del sábado del cuarto mandamiento (TI 7:182).
Hay que tomar en cuenta a Dios en todas las actividades de la vida. Él se interesa en todas las empresas. Pero manifiesta interés especial en los diversos ramos de su obra y en las instituciones dedicadas a su promoción. Las casas editoras, por medio de las cuales la verdad debe proclamarse al mundo, son sagradas en su servicio (RH, 1º de julio de 1902).
La casa editora pertenece a Dios.–¿Dónde están los monumentos especiales de la obra de Dios entre los hombres, si no en nuestras instituciones, que son sus medios para preservar el conocimiento de su honor y gloria, para que su nombre sea temido? La casa editora ha sido solemnemente dedicada a Dios. Debiera considerarse como propiedad del Señor, un lugar en el que se está llevando a cabo su obra y en el que los hombres deben andar rectamente, desposeídos de egoísmo y codicia, que son idolatría.
Si después de un período adecuado de prueba se llega a la conclusión de que algunos obreros no demuestran una consideración consciente por las cosas sagradas; si menosprecian a los mensajeros que Dios envía; si se apartan del mensaje y no demuestran interés en la obra especial para este tiempo, entonces debieran ser separados de la obra, y debiera elegirse a otros para que ocupen su lugar, reciban la luz que Dios envía a su pueblo y anden en esa luz (Manuscrito 29, 1895).
Carácter elevado y solemne de la obra de Dios.–Muchos no han logrado comprender el carácter sagrado de la obra a la que se dedican. Su carácter exaltado debiera mantenerse ante los obreros, tanto por precepto como por ejemplo. Que todos lean las instrucciones dadas por Cristo a Moisés. Estas disposiciones requerían que cada hombre ocupara su lugar e hiciera la parte de la obra a la que había sido designado y para la que había sido apartado. Si en las tareas de levantar o desarmar el tabernáculo se encontraba a alguien fuera del lugar que le correspondía, o si cometía alguna acción indebida, ese hombre debía ser muerto (Manuscrito 29, 1895).
Debe cuidarse con tanto celo como el arca.–Tanto los miembros de iglesia como los empleados de la casa editora debieran sentir que como obreros juntamente con Dios tienen que desempeñar una parte en el cuidado de su institución. Debieran ser guardianes fieles de sus intereses en todo sentido, y tratar de protegerla no sólo de pérdidas y desastres, sino todo lo que pudiera profanarla o contaminarla. Nunca su buena fama debiera resultar manchada a causa de sus actos, ni siquiera por el hálito de la crítica ni la censura descuidada. Las instituciones de Dios debieran considerarse como un legado a cuidar con tanto celo como el que manifestaban los antiguos israelitas al proteger el arca (TI 7:183).
La presencia del Señor Jehová en cada departamento.–La presencia del Señor Jehová debe reconocerse en cada oficina y departamento de la casa editora, así como su voz era reconocida por Adán y Eva en el huerto del Edén. El Señor va a su propio lugar en las oficinas17 de la Review and Herald, de la que deben salir las bendiciones de la luz de su presencia y llenar con su Espíritu a cada obrero que le sirve, para que ni una pizca de los atributos de Satanás se manifieste en lo que los ojos miran, en lo que los oídos escuchan, en las palabras que se hablan ni en las actitudes que se adoptan.
Los que están en posiciones de autoridad debieran decir con su comportamiento: “Soy un maestro, un ejemplo. Lo que he visto hacer a Cristo, mediante el ojo de la fe y la inteligencia de mi comprensión, al leer las preciosas lecciones que salían de sus labios divinos, como aprendiz de su humildad y mansedumbre de corazón, lo revelaré a todas las personas con quienes tenga contacto. Esta será la mejor ilustración que dar a los que se relacionen conmigo como aprendices, los cuales deben aprender cómo llevar a cabo un servicio puro, limpio y no adulterado, libre del fuego común, las teorías mundanas y las máximas comunes que prevalecen en las casas comerciales” (Carta 150, 1899).
Ángeles supervisores en la casa editora.–La maquinaria puede ser manejada por hombres hábiles en su dirección; pero cuán fácil sería dejar un tornillito, una pequeña pieza de la máquina fuera de su lugar, y cuán desastroso podría ser el resultado. ¿Quién ha impedido los accidentes? Los ángeles de Dios vigilan el trabajo. Si pudiesen abrir los ojos de los que manejan las máquinas, discernirían la custodia celestial. En cada dependencia de la editorial donde se realiza el trabajo hay un testigo que toma nota del espíritu con que se realiza, y anota la fidelidad y la abnegación que se revelan (JT 3:180).
He visto a los ángeles de Dios pasar de una dependencia a otra, observando los artículos que se estaban publicando, y también cada palabra y acción de los obreros. El gozo iluminaba sus rostros y sus manos se extendían en bendición.
Pero los ángeles de Dios se sienten agraviados por las manifestaciones de dureza. Dios ha dado una mente y una experiencia a cada uno, posiblemente una experiencia más elevada que la nuestra. Tenemos que aprender de Cristo a ser mansos y humildes de corazón. “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y os abrirán” [Mat. 7:7] (Manuscrito 73, 1906).
La conversación que se mantiene en la casa editora debiera ser de carácter elevado, alejada de toda cosa baladí e insensata. Hay un exceso de conversaciones comunes. El Señor desea que todo lo que se relacione con su servicio esté sobre un plano elevado. Recordemos que los ángeles circulan por todas las dependencias de la casa editora (Manuscrito 81, 1901; ver también T 3:191, 192).
El Modelo perfecto de los obreros.–Los que trabajan en la casa editora y profesan creer la verdad debieran manifestar el poder de la verdad en su vida, y demostrar que en su trabajo se están proyectando hacia adelante y hacia arriba basados en principios. Debieran estar modelando su vida y su carácter sobre el Modelo perfecto...
El Señor requiere que todos los empleados de la casa editora trabajen impulsados por motivos elevados. Cristo, en su propia vida, les ha dado un ejemplo. Todos debieran trabajar con interés, dedicación y fe por la salvación de la gente. Si todos en la casa editora trabajaran con propósitos no egoístas, y si comprendieran el carácter sagrado de la obra, la bendición de Dios reposaría sobre ellos (T 3:190, 191).
Resultados trágicos del testimonio infiel.–Marcus Lichtenstein18 era un joven temeroso de Dios; pero vio tan pocos principios religiosos verdaderos en los que asistían a la iglesia y en los que trabajaban en la casa editora, que quedó confundido, angustiado y disgustado. Tropezó con la falta de escrupulosidad en la observancia del sábado, manifestada por algunos que profesaban observar los mandamientos. Marcus tenía una elevada consideración por la obra de la casa editora; pero la vanidad, la frivolidad y la falta de principios lo confundieron. Dios lo había levantado y en su providencia lo había relacionado con su obra en la editorial. Pero en esta institución algunos conocen tan poco la mente y la voluntad de Dios, que negaron importancia a la gran obra de la conversión de Marcus del judaísmo al cristianismo. No apreciaron su valor. Con frecuencia era afligido por el comportamiento de F y otros obreros; y cuando trataba de reconvenirlos, sus palabras eran recibidas con desprecio por tratar de instruirlos. Algunos de reían y divertían porque no hablaba correctamente el idioma.
Marcus sentía profundamente la situación de F, pero no veía cómo podía ayudarle. Él nunca habría salido de la casa editora si esos jóvenes hubieran sido fieles a su profesión de la verdad. Si su fe cristiana naufraga, su sangre ciertamente se encontrará en las vestiduras de esos jóvenes que profesan a Cristo, pero que por sus palabras y comportamiento, manifiestan claramente que no son de Cristo, sino del mundo. Esta deplorable condición de descuido, indiferencia e infidelidad debe cesar; en la casa editora debe efectuarse un cambio completo y permanente, porque en caso contrario, los que han recibido tanta luz y tan grandes privilegios tendrán que ser despedidos para que otros ocupen sus lugares, aunque sean incrédulos... No basta profesar la verdad. Debe realizarse una obra en el alma y ésta debe manifestarse en la vida (T 3:192, 193).
Preocupación por el bienestar espiritual de otros.–Hay cargos en los que alguien puede ganar mejor sueldo que en la casa editora, pero nunca podrán encontrar una posición más importante, más honrosa o más exaltada que la obra de Dios en la editorial. Los que trabajan fielmente y sin egoísmo serán recompensados. Para ellos hay preparada una corona de gloria, y en comparación con ella, todos los honores y placeres terrenales son como el fino polvo que cubre el platillo de la balanza. Serán bendecidos especialmente los que han sido fieles a Dios al preocuparse del bienestar espiritual de otros en la editorial...
Cada persona es de valor infinito y exige la atención más esmerada. Cada hombre temeroso de Dios en la casa editora debiera dejar de lado las cosas infantiles y vanas, y con verdadero valor moral debiera erguirse en la dignidad de su hombría y descartar las bajas manifestaciones de familiaridad, y sin embargo unirse corazón a corazón en el vínculo cristiano de interés y amor (T 3:194).
17 Por “oficinas” se quiere significar tanto las de la casa editora Review and Herald como las de la sede de la Asociación General, las cuales, en ese tiempo, estaban ubicadas en el ala oeste de la planta impresora de Battle Creek.
18 Un joven estudiante judío, empleado en las oficinas de la Review, que se desanimó como resultado de lo que vio en la vida inconsistente de algunos empleados del área de publicaciones.
Capítulo 6
Normas espirituales elevadas para los obreros de Dios
Se necesita mayor espiritualidad en los centros adventistas.–En ciertos centros adventistas existe la constante tentación de llevar a cabo la obra siguiendo métodos mundanos. Se me presentaron los peligros que nos aguardan en el futuro. He tratado de presentar esta luz mediante la pluma y la voz. Que la obra se haga avanzar en forma inteligente por medio de hombres y mujeres de fe sólida y estrictos principios religiosos.
Hay necesidad de mayor fe en nuestras filas. Nuestros hermanos de Wáshington y Mountain View no están en la condición espiritual que Dios requiere de ellos, y tampoco están haciendo la obra necesaria para este tiempo. Algunos comprenden hasta cierto punto los tiempos en que vivimos, pero sólo unos pocos parecen estar plenamente despiertos a la realidad. Hay una obra, además de sus negocios diarios habituales, que debiera efectuarse. No se mantiene la sencillez de la verdadera piedad. Tiene que haber una manifestación de mayor humildad (Carta 164, 1909).
Se necesitan hombres previsores y llenos del Espíritu.–Nuestra gran necesidad hoy es de hombres que estén bautizados por el Espíritu Santo de Dios, de hombres que anden con Dios como lo hizo Enoc. No queremos hombres de pensamiento tan estrecho que limiten la obra en vez de expandirla, o que sigan el lema de que “la religión es religión; el negocio es negocio”. Necesitamos hombres previsores que puedan evaluar una situación razonando de causa a efecto (TI 5:524).
Hombres que piensan y oran.–Los que llevan responsabilidades deben ser hombres preparados para la obra, a quienes Dios pueda instruir y a quienes él pueda honrar con sabiduría y entendimiento, como a Daniel. Han de ser pensadores, hombres que lleven la estampa de Dios y que crezcan constantemente en santidad, en dignidad moral y en la comprensión de su trabajo. Han de ser hombres de oración, hombres que suban al monte y contemplen la gloria de Dios y el esplendor de los seres celestiales, a quienes Dios haya ungido para que asuman el cargo de su obra. Entonces, como Moisés, seguirán el modelo que les fue dado sobre el monte; y estarán despiertos para obtener y vincular con la obra el mejor talento que se pueda conseguir. Si es que son hombres que crecen y poseen una inteligencia santificada; si escuchan la voz de Dios y procuran aprovechar todo rayo de luz que procede del cielo, entonces, cual el sol, seguirán un camino recto, y crecerán en sabiduría y en el favor de Dios.
El departamento de Publicaciones es un sector importante de la obra de Dios, y todos los que están relacionados con él deben sentir que ha sido establecido por Dios y que el cielo entero está interesado en él. Especialmente aquellos que tienen voz en la administración de la obra deben tener una mente amplia y un criterio santificado. No deben malgastar el dinero de su Señor por falta de juicio o tacto en los negocios; ni tampoco deben cometer el error de limitar la obra mediante la adopción de planes estrechos o por encomendarla en manos de hombres de habilidad limitada.
Repetidas veces se me ha manifestado que todas nuestras instituciones deben ser administradas por hombres de carácter espiritual, y que no inmiscuyan sus propias ideas y planes defectuosos en su gestión administrativa. Esta obra no debe dejarse en manos de hombres que mezclen lo sagrado con lo profano y que consideren que la obra de Dios está al mismo nivel que las cosas de la tierra, y que ha de manejarse más o menos en la misma manera común a que están acostumbrados a manejar sus propios negocios temporales. Hasta que no se unan a nuestras instituciones personas de mente amplia y que puedan trazar planes que estén en armonía con el crecimiento de la obra y con su carácter elevado, la tendencia seguirá siendo de achicar todo lo que se emprenda, y luego Dios quedará deshonrado (TI 5:518, 519).
La amplitud de carácter es indispensable.–Debe actuarse con sabiduría al elegir a los jefes de los diferentes departamentos. Es imposible que alguien pueda controlar a otros hasta que aprenda a controlarse a sí mismo. El gerente debiera ser un hombre que ame y tema a Dios. Debiera proteger sagradamente su reputación y no dar ocasión a que nadie reproche la causa de Dios. No debiera ser estrecho de pensamiento, ni de ideas fijas. Un hombre cambiante, que en un momento es complaciente y luego se muestra frío e inaccesible, o bien crítico, exigente y dominador, no está capacitado para ocupar esta posición; como tampoco lo está el que abriga sospechas, celos, pasión o terquedad. Estos rasgos no agradan a Dios, y no deben manifestarse en ninguna persona que tome a Jesús por modelo y consejero. El gerente debe manifestar el espíritu de Cristo, y sin embargo debe restringir el mal con firmeza. Un descuido de este deber pone de manifiesto su incompetencia para ocupar ese cargo. Dios requiere fidelidad de sus mayordomos. Un gerente debe ser una persona en crecimiento, con el fin de hacer frente a las dificultades y también a las oportunidades que surgen constantemente. Debiera poder discernir con rapidez lo que se debe hacer y adoptar medidas dinámicas para llevar a cabo la obra en el tiempo apropiado (Carta 74, 1896; SpTMWI 4, 5).
El primer negocio de la vida.–Debiera elegirse a hombres como jefes de nuestras instituciones que no sólo posean juicio sólido, sino también un elevado tono moral, que mantengan un comportamiento circunspecto y un lenguaje puro, porque están conscientes de su elevada y santa vocación y de la presencia de un Vigilante y Testigo de cada palabra y acto...
Administradores y obreros, ¿está su alma unida con Cristo así como las ramas están unidas a la vid viviente? Si no se han renovado en el espíritu de la mente, por el bien de su alma, no demoren en conseguir que su vida esté oculta con Cristo en Dios.
Este es el primer negocio de la vida de ustedes. Cuando Cristo more en su corazón, no serán livianos y frívolos e inmodestos, sino circunspectos y dignos de confianza en todo lugar, pronunciando palabras puras como una corriente que mana de una fuente pura, que refresca a todas las personas con quienes se ponen en contacto. Si deciden continuar con sus conversaciones insustanciales y comportamiento frívolo, es mejor que vayan a otro lugar donde su ejemplo e influencia no ejerzan una amplia acción contaminadora sobre las personas...
Ya es tiempo de que como cristianos alcancemos una norma más elevada. Dios no quiere que ninguna de las instituciones que ha hecho surgir se convierta en un medio para engañar a las almas, un lugar donde se enseña la iniquidad. Que todos aprendan en la escuela de la mansedumbre, la pureza y la humildad de corazón de Cristo. Que ellos afirmen su alma desvalida en Jesús. Vivan en la luz que brilla de las revelaciones de Dios. Eduquen la mente y el corazón para que conciban pensamientos puros, elevados y santos. “Sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Ped. 1:15).
Para cambiar este orden de cosas, ahora es necesario que hagan importantes decisiones en relación con el carácter. Ningún débil esfuerzo logrará llevar a cabo la obra. No pueden hacerlo por su propia cuenta, sino que deben tener la gracia de Cristo, porque sin eso nunca podrán ser vencedores. Todos sus planes fracasarán a menos que sean movidos por motivos más elevados y sostenidos por una fortaleza mayor que los que pueden tener en ustedes mismos (Carta 74, 1896; SpTMWI 14-16).
Fieles en el culto público.–Los dirigentes que están al frente de la obra de publicaciones debieran recordar que son un ejemplo para muchos; y deben ser fieles en su participación en el culto público de adoración a Dios, así como quisieran que los trabajadores de todos los departamentos fuesen fieles en eso. Si se los ve sólo ocasionalmente en la casa de culto, otros tomarán su descuido como excusa para hacer lo mismo. Estos hombres de negocios pueden hablar con fluidez e inteligencia sobre temas comerciales en cualquier tiempo, con lo que demuestra que no en vano han ejercido sus facultades en esa dirección. Han incorporado tacto, habilidad y conocimiento en su trabajo; pero cuán importante es que su corazón, su mente y todas sus facultades también se preparen para el servicio fiel en la causa y la adoración de Dios; que sean capaces de señalar el camino de la salvación a través de Cristo con un lenguaje elocuentemente sencillo. Deben ser hombres de fervorosa oración y de firme dependencia de Dios; hombres que, como Abrahán, gobiernen bien sus casas y que manifiesten interés especial en el bienestar espiritual de todos los que están vinculados con la casa editora (TI 5:385).
Quiero llamar vuestra atención a la importancia que tiene asistir a nuestras reuniones anuales; no sólo a las reuniones de negocios, sino también a las reuniones que servirán para iluminarlos espiritualmente. No se dan cuenta de la necesidad de mantener una estrecha relación con el cielo. Sin esta conexión, ninguno de ustedes está seguro; ninguno está capacitado para hacer la obra de Dios en forma aceptable (TI 7:179).
Siento una gran preocupación; nuestras casas editoras se encuentran muy cerca de mi corazón. Mi guía señaló algunas cosas que, si no se corrigen, acarrearán ruina a nuestras instituciones. Un espíritu extraño invade a muchos que aceptan cargos de responsabilidad. Algunos dejan de asistir a las reuniones religiosas que son de máxima importancia para ellos.
Sus voces se oyen pocas veces en la congregación de los santos. Actúan como si se encontraran tan adelantados que pueden vivir sin orar fervientemente a Dios. No sienten su necesidad de educación en la escuela de Cristo, para aprender su mansedumbre y humildad de corazón. Manifiestan rasgos de carácter fuertes que deben ser corregidos, porque en caso contrario no están calificados para el cargo que ocupan (Manuscrito 16, 1890).
Se debe comprender el fundamento del éxito verdadero.–Una estrecha relación con el cielo dará el tono adecuado a vuestra fidelidad y será el fundamento del éxito. Los sentimientos de dependencia conducirán a la oración, y vuestro sentido del deber inducirá a la acción. La oración y la acción, la acción y la oración, deben ser el negocio de vuestra vida. Deben orar como si la eficiencia y la alabanza se debieran únicamente a Dios, y como si el trabajo y el deber fueran de ustedes. Si quieren poder, pueden tenerlo, porque está esperando que echen mano de él. Sólo crean en Dios, confíen en su palabra, obren por fe y, como resultado, vendrán las bendiciones.
En este asunto, el genio, la lógica y la elocuencia no servirán de nada. Los que poseen un corazón humilde y contrito son aceptados por Dios, y él escucha su oración, y cuando Dios ayuda desaparecen todos los obstáculos. Cuántos hombres que poseían notables habilidades naturales y esmerada educación, han fallado cuando fueron puestos en cargos de responsabilidad, mientras que otros de intelecto más débil, con un ambiente menos favorable, han alcanzado un éxito admirable. En esto consistía el secreto: los primeros confiaban en ellos mismos, mientras que los últimos se unieron con él, que es un admirable Consejero y poderoso en obras para llevar a cabo lo que él quiere (T 4:538, 539).
Disfrutando de la presencia perpetua de Jesús.–Los que están relacionados con la causa del Señor debieran desempeñar sus responsabilidades en el temor y el amor de Dios, mirando constantemente a Jesús y haciendo todo el tiempo su obra con el único fin de tributarle gloria; y preguntando a cada paso: “¿Es éste el método del Señor?” Entonces su devoción aumentará poco a poco y crecerán constantemente en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo... Contemplando a Cristo somos transformados (Manuscrito 24, 1891).
Los obreros deben estudiar el Libro de los libros.–Necesitan en gran medida una experiencia práctica en la vida cristiana. Tienen que capacitar la mente para la obra de Dios. El carácter de vuestra experiencia religiosa se manifiesta mayormente por medio del carácter de los libros que eligen para leer en sus momentos de ocio. La Biblia es el Libro de los libros, y, si aman las Escrituras, deben leerlas cuando tienen oportunidad para apoderarse de los ricos tesoros de la Palabra de Dios y abundar en buenas obras; entonces tendrán la seguridad de que Jesús los está atrayendo hacia sí mismo. Pero leer las Escrituras en una forma casual, sin tratar de comprender las lecciones de Cristo para satisfacer sus requerimientos, no es suficiente. Hay ricos tesoros en la Palabra de Dios que pueden descubrirse sólo cavando profundamente en la mina de la verdad. Las Escrituras han sido dadas para nuestro beneficio con el fin de que dispongamos de instrucciones en la justicia. Preciosos rayos de luz han sido oscurecidos por las nubes del error, pero Cristo está listo para dispersar la niebla del error y la superstición, y para revelarnos el resplandor de la gloria del Padre, de modo que podamos decir como sus discípulos: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, cuando nos hablaba en el camino?” [Luc. 24:32]...