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Su belleza radica en la sencillez de sus columnas y arcos.

Como en el caso anterior, se pretendió convertirlo en jardín, con los mismos resultados. Por ello se decidió tapar las jardineras con material no muy ecológico, pero se le dejó la fuente.

El patito feo de los patios es este último espacio abierto, al que recientemente se le dio el nombre de patio de usos múltiples. Esto, que parece sarcasmo, tiene como fundamento su humilde pasado: originalmente fue la huerta que abastecía a los filipenses, quienes vivieron entre sus paredes.

Sus funciones aumentaron de acuerdo con las necesidades de sus moradores e instalaciones: baños en todo el sentido de la palabra, bodegas, caballerizas, zona de juegos… Esto y más hasta la segunda mitad del siglo pasado, cuando se hizo la integración de criterios compositivos conforme al funcionalismo arquitectónico. A raíz de esto resaltó lo que ya se conocía bien: la discordancia del patio con respecto al conjunto del edificio.


A pesar de los recientes agregados, el edificio no está demeritado.

Y cómo no iba a ser de esta manera si, por ejemplo, siempre ha carecido de pasillos perimetrales y sólo se podía acceder por el baño de alumnos del lado poniente, acceso recientemente clausurado, y por dos pasillos. Pero el único que aún funciona como tal es el del extremo sur, ya que el del norte fue clausurado en 2012 para instalar un elevador de servicios.

A últimas fechas se ha utilizado este patio como espacio recreativo y para actividades deportivas.


Lo que no ha tenido de estético, lo ha tenido de útil.

La descripción de cada uno de los tres claustros del edificio no puede ser muy detallada. Lo mejor es referir algunos aspectos específicos de ellos.


Los arcos esbeltos y siempre en pares.

Además de la vistosa y característica arquería ya descrita, existen arcos pareados —llamados así porque se encuentran en pares— en el segundo piso del “patio romántico”. A diferencia de los demás, éstos son de poca luz, es decir, de no mucha anchura. Las esbeltas columnas que los sostienen terminan en curiosos capiteles en forma de tulipán.

También hay arcos peraltados —semicirculares pero más achatados que los de medio punto— inspirados en la arquitectura románica. Se encuentran en la planta baja, en el ingreso al edificio por su costado oriente y en el corredor localizado al fondo, que da a la calle San Felipe.

De la arquitectura gótica se tomó la idea de los arcos ojivales que enmarcan los vanos de algunas puertas y ventanas. Los de este tipo se combinan con arcos de medio punto en el piso superior del claustro del “patio mudéjar”; en los extremos norte y sur son tres, y uno más en cada uno de los extremos oriente y poniente. Ahí están los arcos de medio punto divididos en su mitad por un parteluz que no llega al punto más alto del arco, sino que se abre para formar dos vanos ojivales.


Ejemplo de su arquitectura gótica.

El edificio cuenta con tres escaleras, que conectan sus tres niveles. Una está en el extremo norte del corredor oriental, correspondiente a la esquina de González Ortega y Reforma, y otra en el fondo del corredor central o ingreso principal, así como en el lado norte. Esta última es la más antigua, ya que se construyó en la primera época del edificio y conducía de la huerta a la azotea.


Descanso de la escalera imperial.

La escalera principal se localiza en el corredor del antiguo acceso al inmueble. Sirve para comunicar el primero con el segundo piso del claustro principal. Inicia con una amplia rampa, y cuando llega al punto medio entre los pisos —el descanso— esta plataforma se divide en dos rampas que desembocan en el corredor de la planta alta. Por esta característica suele llamársele escalera imperial. Son acompañadas por pasamanos de rico trabajo de ebanistería y de herrería.


El toque de elegancia lo da el trabajo sobre madera y herrería.

En las paredes que forman el cubo de esta escalera se encuentra la pintura mural Universidad y educación popular, protegida de la intemperie por una cúpula de acrílico transparente.

Se dice que los muros fueron hechos con materiales de la región —adobe, piedras y arena— y su anchura es de 80 y 100 centímetros. En sus paredes se utilizó el ladrillo, y su espesor varía entre 50 y 70 centímetros. Los muros corresponden al primer nivel, las paredes al segundo.

Existió una capilla entre los claustros del lado oriente, cuya entrada era un corredor que desembocaba en la calle Reforma y fue tapiado en 1960. Sólo quedaron de ella, luego de su destrucción en 1914, los óculos de la parte superior de sus altos muros.

Según Guillermo R. Enciso, la preparatoria contaba en 1994 con: 32 aulas, tres laboratorios, dos bibliotecas, dirección, área administrativa, auditorio con aforo para 280 personas, taller, intendencia y ocho sanitarios. Todo esto en un total de 7,008.50 metros cuadrados de construcción. Desde luego, esta cifra ha cambiado con el paso del tiempo, así como su distribución; actualmente existen: dirección, secretaría, área administrativa, oficialía mayor, coordinación académica, colegio departamental, contabilidad, aula magna, biblioteca, tres laboratorios, archivo, 30 aulas, sala de consejo, sala de lectura, sala de listas, sala de maestros, dos salas de cómputo, módulo del sistema integral de informática y administración universitaria, radio y televisión, delegación sindical, comedor para trabajadores, robótica, seguridad, dos bodegas, intendencia, dos baños para profesores y cinco para alumnos, elevador, taller de mantenimiento, departamento de servicios educativos y orientación educativa.

Entre más cosas quedan otros detalles –mismos que regodean a los arquitectos- como pueden ser los medallones cuadrifoliados que se ven desde el “patio mudéjar”; capiteles; cornisas; las jambas de puertas y ventanas; triglifos; metopas; y otros tiquis miquis más.

Aun con todo lo expuesto hasta aquí, hay quienes no reconocen que en el edificio de la Escuela Preparatoria de Jalisco se sintetiza, en convivencia armónica, toda la historia de la arquitectura desarrollada en Guadalajara desde la Colonia hasta el presente. Más aún, se advierten, como se vio, características de la arquitectura del resto del mundo y de los tiempos más diversos (Románica, Gótica, Renacentista, Romántica, Barroca, Funcionalista) que nos hace sencillo identificar su estilo: Ecléctico.


Alzados del “gallinero” o tercer nivel y de los niveles segundo y primero.

Biblioteca

Como toda escuela, la Preparatoria de Jalisco cuenta con una magnífica biblioteca. El espacio que ocupa, que es tan importante como su acervo bibliográfico, fue diseñado por sus primeros moradores y profesores, los frailes de la orden de San Felipe Neri, a quienes se les conoció también como oratorianos y filipenses. Ellos lo diseñaron en la segunda mitad del siglo xviii para su Colegio Real.

Su terminación fue muy tardía, cuando la Compañía de Jesús, es decir, los jesuitas —que lo mismo eran monjes que soldados— tuvieron bajo su control el Instituto del Señor San José, en los inicios del siglo xx.

La biblioteca se localiza en el segundo piso, casi exactamente encima de la entrada sur del edificio (por la calle de San Felipe), lo que le permite contar con un par de ventanas con sus respectivos balcones. Se ubica precisamente enfrente del Aula Magna.


Así fue pensada la biblioteca desde su origen.

Cuenta con dos accesos. El principal se encuentra en el lado poniente y está flanqueado por placas de reconocimiento hechas de bronce. El otro, que recientemente se volvió a utilizar a solicitud de Protección Civil, está en el costado norte.

En su interior, la no totalmente Añeja Estantería hace una división que le permite contar con un nivel superior, al que se puede acceder por un par de escaleras. Encima de la entrada principal está una pintura que reproduce una fotografía de José Cornejo Franco, ya en edad madura; está ahí porque a la biblioteca se le puso su nombre.

Como si se tratara de un santo laico, su retrato está colocado como si estuviera en un templo. Alejado de todo prejuicio religioso, lo cierto es que Cornejo Franco era un santón de los libros. Así lo evidencia, por ejemplo, el hecho de que en dos ocasiones fuera director de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, y que la segunda vez ocupó este cargo por más de 38 años, del sábado 15 de abril de 1939 al lunes 26 de diciembre de 1977, año en que falleció.

Pero su personalidad y saber no quedó sólo como el de un bibliómano, también escribió. En sus trabajos se manifiesta su gran pasión por la historia. Entre sus textos publicados se encuentran: El conquistador. Etopeya de Guadalajara colonial (1959) y Documentos referentes a la fundación, extinción y restablecimiento de la Universidad de Guadalajara (1972). Al par de atributos manifestados, Agustín Yáñez le agregó los de “bibliófilo, escritor y hombre de bromas y veras”, cuando describió su persona.

Cornejo Franco fue un jalisciense alteño nacido en Tepatitlán en 1900. Fue profesor de Historia de México y de Literatura en la Preparatoria de Jalisco, donde cursó el bachillerato. Corrían sus años estudiantiles cuando Fortino Jaime Ibarra expresó su opinión de lo que sería el quehacer de Cornejo Franco: “precoz crítico, apasionado amante del arte; se ha asimilado variadas lecturas y en lo poco que ha escrito (pues es muy zorro en el decir) revela un gran espíritu de observación y buen gusto, esperando mucho de su talento”.

Cuando se hizo este comentario, Cornejo Franco tenía 19 años de edad. Ya cumplidos los 20, su dilecto maestro y director de la Preparatoria de Jalisco, Agustín Basave y del Castillo Negrete, lo designó para el cargo de bibliotecario (en el registro de la historia, le correspondió a Aurelio Hidalgo ser el primero, desde la apertura de la escuela).


Zona de resguardo de los fondos especiales.

Por este motivo, entre otros, en sesión solemne del Consejo General Universitario efectuada en octubre de 1957, se le nombró Maestro Vitalicio de la Universidad de Guadalajara.

Continuando con la descripción del interior de la biblioteca, en la parte superior se encuentran sus fondos especiales, que se permite consultar a quienes se acrediten como investigadores, ya sean hombres o mujeres.


Su estructura estimula la intimidad entre el libro y el lector.

En el centro de la sala están dos largas mesas unidas por una de sus cabeceras, y a cada lado de ellas se distribuye una docena de sillas, y más dos en cada extremidad.

Inmediatamente después de la entrada principal está un pequeño escritorio de hechura reciente que utiliza el responsable de la biblioteca.

En 2007, al fondo del recinto se instalaron cinco computadoras para ofrecer al estudiantado el servicio de internet. De esta forma, cuando hay “casa llena” es porque 31 personas hacen uso de sus servicios.

De acuerdo con un conteo muy reciente de su acervo, la biblioteca cuenta con 5,588 títulos y 8,377 volúmenes. De ellos, 1,744 integran sus fondos. En 1999 y 2000 recibió en donación un par de fondos, uno por cada año.

El primero de ellos —donado por José Guadalupe Guerrero Beas, personaje mejor conocido como el Manotas— fue entregado personalmente por su sobrino Ernesto Guerrero Águila en representación de los familiares de tan querido profesor, fallecido poco tiempo antes. Quien hizo la entrega manifestó que hacía por algo bien sabido por todos: el enorme cariño de su tío por la Preparatoria de Jalisco.

El otro fondo fue entregado personalmente por su donador, el exestudiante de esta escuela Guillermo Cosío Vidaurri.

Sin embargo, por ser un centro educativo, los libros más solicitados en esta biblioteca son los de consulta, relacionados con las materias que en él se imparten.

Uno de los textos más antiguos que resguardan la estantería de la biblioteca data de 1785. Es la traducción al castellano de Espectáculo de la Naturaleza, o conversiones a cerca de las particularidades de la Historia Natural, que escribió originalmente en francés el abad M. Pluche. Es el tomo segundo y contiene 284 páginas, más índice alfabético, tabla de estampas, índice y fe de erratas.

Quien acude a la biblioteca no puede dejar de admirar el excelente trabajo del tallado de la madera de ébano en las molduras, tornos y remates de estilo neoclásico de su estantería, mesas, puertas y sillería.

Aunque lo más exquisito del trabajo con la madera no se encuentra aquí, sino en la que fue la Dirección del Instituto del Señor San José, espacio que actualmente da cobijo a la sala de maestros y a la delegación sindical. La riqueza del tallado es propia de la moda de su época, es Art Nouveau.



Elementos y detalles del tallado en madera.

Laboratorio de física

No es una exageración afirmar que es obligatorio describir este espacio dedicado a la ciencia, ya que posee cinco particularidades que lo hacen único respecto del resto del inmueble que ocupa la escuela. En primer lugar, aunque parezca ilógico, es más antiguo que la propia institución, pues entró en funciones desde la creación del Instituto del Señor San José; y en segundo, desde su apertura hasta el presente se encuentra en el mismo sitio: en la pared oriental (la que da a la calle de González Ortega, pero se carga hacia el norte, a la de San Felipe) y en el segundo nivel. Ocupa el espacio de un par de salones amplios y desde él se puede ver al exterior porque cuenta con seis ventanas con sus respectivos balcones.

Una tercera peculiaridad de este espacio es que en su interior hay siete majestuosas vitrinas. Se les puede dar este calificativo no sólo por su tamaño, sino también por el elegante, recio y delicado trabajo de ebanistería en ellas realizado. Por sus dimensiones, tuvieron que ser fabricadas ahí mismo, pues era imposible introducirlas por la puerta de acceso.



El laboratorio de física: un museo en la preparatoria.

La originalidad del mobiliario no se pudo mantener en su totalidad. Los cinco gabinetes sobre los que se trabaja son un producto híbrido ya que su base original es de principios del siglo xx, en la cubierta se utilizó simple aglomerado y los escritorios son de hechura reciente.

También es único el equipo con el cual realiza las prácticas de electricidad, mecánica, óptica y calor su comunidad estudiantil. En ninguna de las preparatorias del Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara se cuenta con su Phywe, de manufactura alemana.

Otros instrumentos que guardan las vitrinas —visibles a través de sus vidrios transparentes, tan añejos como ellas mismas—permiten asegurar que se está en un museo científico. En este laboratorio se puede apreciar la colección de aparatos E. Leybold’s Nachfolger, que algún día debieron de presumirse como lo más novedoso en lo referente a la modernidad científica. Entre otros, están: un electroscopio, el anillo de Gravesande, un generador Wimsherst, el aparato de proyección universal, un radiómetro, el prisma óptico, una caldera para transferencia de energía, tubos de descarga de rayos catódicos, una botella de Leyden, un péndulo electrostático, una balanza de torsión, la máquina de Toepler-Holtz, un carrete de Ruhmkorff…



Aparatos del laboratorio de física de finales del siglo XIX.

Pero en toda una centuria se ha repetido la cantaleta de quienes quieren restarle mérito a esta posesión; una y otra y otra vez se repite y remarca que todo esto es herencia de los jesuitas. Quienes esto afirman no mencionan que cuando las “salvajes” tropas revolucionarias ocuparon el inmueble y lo transformaron en cuartel respetaron los salones de laboratorios y lo que en ellos había, como lo externó el coronel de la “horda” constitucionalista Juan Bautista Calderón al rector jesuita, de nombre Gerardo Decorme.

Fue tanto el interés del militar revolucionario por los aparatos científicos que se al respecto se le preguntó al rector del Instituto: “¿Dónde están sus profesores? para que hagan experimentos a mis soldados”.

Esta ocurrencia adquiere otra dimensión cuando se lee lo que María Teresa Mendiola Cueto escribió en la publicación plegable titulada Un legado de la ciencia:

En 1876, James Clerk Maxwell, definía a los scientific apparatus, como “cualquier objeto necesario para realizar un experimento. El instrumento científico puede ser empleado para la producción de un fenómeno particular, la eliminación de los efectos de agentes externos al proceso estudiado o la regulación de las condiciones físicas de un fenómeno”.

El laboratorio de física, ya como parte de la Preparatoria de Jalisco, al ser reorganizado después de la ocupación revolucionaria por los sabios científicos —por encima de su investidura sacerdotal— José María Arreola Mendoza y Severo Díaz Galindo, ha tenido hasta el día de hoy como sus encargados, además de ellos y en ese orden, a Ernesto Venegas Serratos, Víctor Yamaguchi Izdumi y Martín Gerardo Herrera Sandoval.

Pedro Vargas Ávalos fue contundente al considerar al par sacerdotes como “notables pilares” de la Sociedad de Geografía y Estadística de Jalisco. Otro integrante de la referida institución lo fue desde 1938, año en que ingresó, Ernesto Venegas Serratos. Sobre él escribió Aurelio Cortés Díaz en 1988:

…la clase la ilustraba don Severo con una de sus prácticas, y para esto, le decía a su preparador… “A ver, Corcobilla… sácate el aparatejo” …Corcobilla, cuando yo entré a esta materia, usaba una barba cuadrada y hubiera jurado que era ruso… supe su nombre, cuando una vez por órdenes del “Pater” fui… Sr. Corcobilla… dice don Severo que me ponga dos… lo que con voz de trueno me confesó… yo no soy Corcobilla, me llamo Ernesto Venegas Serratos… a lo que todo aturdido dije… Sí, señor Corcobilla… perdóneme.

Con el paso del tiempo se le cambió este sobrenombre, entre otros, por los de Sabio o El compañero tres pelos.

Logro extra —y de manera inmejorable para homenajear a Severo Díaz Galindo— fue que por iniciativa de este laboratorio se gestó, recién iniciado el tercer milenio, un taller de astronomía para su propia comunidad.

CAPÍTULO 2.
Obra plástica
Murales: su mensaje y técnica

La Preparatoria de Jalisco posee valiosas manifestaciones de la creación artística, particularmente de escultura y pintura mural y de caballete.

El artista plástico Guillermo Chávez Vega y el director de esta escuela, Pedro Vallín Esparza, tenían una añeja amistad cuando éste le pidió al pintor que realizara en la Preparatoria de Jalisco uno de sus trabajos monumentales, en homenaje a tres jóvenes universitarios internacionalistas caídos en la Guerra Civil que sufrió España de1936 a 1939.


Guillermo Chávez Vega en la Preparatoria.

Así las cosas, el director entregó los muros del plantel y el pinto se dio a la tarea de plasmar en ellos un mensaje en dibujos precisos y de gran colorido. Esta obra se concluyó en 1978 y lleva por título Universidad y educación popular. Se encuentra en el cubo de la escalera principal y fue realizada en acrílico sobre los cuatro muros, que en su conjunto suman un centenar de metros cuadrados.


Boceto del mural.

Como continuador de la mundialmente reconocida escuela mural mexicana y de la tradición plástica del Taller de Gráfica Popular, el trabajo de Chávez Vega está cargado de contenido político y filosófico.

El muro principal, el del centro, tiene una composición de forma piramidal en cuya base están los cadáveres de los jóvenes militantes del Frente de Estudiantes Socialistas de Occidente (feso) Carlos Gallo, Ricardo Solórzano y Manuel Zavala. Esta tríada juvenil había formado parte del círculo de artistas plásticos animado principalmente por José de Jesús Guerrero Galván y al que se le recuerda como el Grupo de la Universidad. Otros de sus integrantes y animadores fueron Alfonso Michel y Francisco Sánchez Flores, y los particularmente interesantes para la historia de la Preparatoria de Jalisco, que fueron José Parres Arias, Leopoldo Bancalari y León Muñiz.


Vista frontal del mural.

Siguiendo con la descripción del mural, de entre estos cuerpos inertes, como eje vertical y horizontal, está el cuerpo desnudo de un joven vigoroso que porta en su mano diestra un libro como representación de las artes, mientras que con la siniestra sujeta una escuadra alusiva a las ciencias.


Detalle del muro central.

En el lado derecho se ve una aguerrida joven desnuda —la figura femenina casi nunca falta en la obra mural de Chávez Vega— que ha relegado a los enemigos tradicionales de los mexicanos. Los representa con las nefastas y caricaturescas figuras de los adoradores del bíblico becerro de oro o plutocracia, la Iglesia y el imperialismo norteamericano. Con el brazo izquierdo en alto, ella enarbola firmemente en su mano una bandera teñida de sangre, símbolo del origen de su causa.


Detalle que muestra el estilo particular de ironía del pintor.

Al otro lado de la humana figura convertida en columna, otro cuerpo juvenil intenta ponerse de pie después de ir venciendo manifestaciones de la decadencia del hombre como la drogadicción y el alcoholismo.

Dichas imágenes corpóreas, de noble y recia voluntad, son producto de la influencia pictórica de David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, quienes se valen del escorzo, es decir, de la aplicación de la perspectiva.


Detalle del muro frontal.

La pared de la izquierda, localizada en el lado norte, representa la fuerza laboral y el sustento de la ideología de la Universidad de Guadalajara: el proletariado. Se le ve en la figura de un minero y en la de un campesino que deposita en un bebé la semilla que habrá de germinar en generaciones sin mácula sobre su conciencia de clase.


Muro norte.

Encima de la ventana hay un par de retratos, que son testigos silentes de todo ello: José Guadalupe Zuno Hernández y Enrique Díaz de León.

Como complemento decorativo se utilizaron elementos fitomorfos en desarrollo.

En la pared de enfrente, en el lado sur, también por encima de la ventana, se ve otro par de retratos; el de la izquierda es José Parres Arias y el de la derecha Carlos Ramírez Ladewig. En 2006, un exalumno de este plantel, Bernardo González Mora, publicó su novela Las razones en la que lo describió como “delgado, de pelo ondulado y orejas desproporcionadas; de mirada serena pero firme, de modales finos y voz educada”.

Abajo de esta ventana hay un libro abierto en una cuyas páginas se lee “piensa”, y en la siguiente, “trabaja” Con ellas se forma en lema de la Universidad de Guadalajara.

Al volver la vista a la derecha se encuentra la figura de un pensador De su cabeza emerge una voluta de fuego, como símbolo de la inspiración. Cerca de sus pies se halla una pila formada por seis libros.


Detalle del muro sur.

En la pared poniente sólo se ve otro de los elementos iconográficos que nunca falta en los trabajos de grandes dimensiones de Chávez Vega: un enorme par de manos, una en cada extremo. La del lado izquierdo se encuentra extendida, mostrando la palma en señal de amistad, mientras que la del lado derecho aparece agresivamente empuñada.


Vista del auditorio desde el escenario.

Aunque en la placa alusiva dice 1978, fue en 1979 cuando se concluyó el conjunto muralístico titulado Los puntos cardinales. Es una obra del artista plástico Jorge Navarro Hernández, llevada a cabo en el Aula Magna “José Guadalupe Zuno”.


Muro sur.

Desde el ingreso principal de este lugar, viendo el muro de la izquierda, al sur, se distingue en él

La Casa de las Transformaciones, que contiene emblemas cosmogónicos de nuestros antepasados. Es flanqueado por dos símbolos katín (casas) que simbolizan el mundo, de las que se desprenden dos serpientes cuyos colores rojo y blanco, respectivamente, acusan su origen cardinal. En el centro del mural, la representación libre y sintetizada del quincunce se caracteriza por la presencia de puntos dispuestos a modo de esquinas de un cuadrilátero y unificados por un centro concebido en un sentido direccional.

La descripción de toda la obra fue realizada por María Teresa Mendiola Cueto y está contenida en un gráfico plegable que se publicó en 2012.

El quincunce es una figura clave de la cosmogonía azteca, representado en este mural por un círculo amarillo y azul. Contiene en el interior los cinco sentidos formados por círculos de color gris oscuro y tres círculos mayores que los anteriores en posición triangular que simbolizan: el azul la voluntad, el blanco la inteligencia y el negro la memoria, atributos de Huitzilopochtli, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca.


Detalle del muro sur.

Frente a la entrada antes señalada está el muro poniente, que “alude a la muerte, con un sentido que trasciende la figura del duelo; de sobria composición, está dividido en estratos geométricos contrastantes por su forma y su color, para manifestar el sentimiento por la muerte.”


Detalle al centro del muro poniente.

La pintura del lado norte tiene por nombre Renace la serpiente. De ella, María Teresa Mendiola Cueto comentó que “es una alegoría de la confrontación de los pensamientos: uno que, por medio del símbolo de la cruz, impone la visión del Medievo europeo y otro, que emerge sobre el paisaje de montañas que representa a la serpiente, es el desarrollo del ser social político y universal.”


Muro norte.

La rosa de los vientos se completa con la representación plasmada en el muro oriente. Ahí “se representa el principio dominante del mundo espiritual de los aztecas, el dualismo: la lucha cotidiana del día y la noche, del sol y la luna. En la cosmovisión azteca estos símbolos interrelacionaban promoviendo el equilibrio armónico del mundo.”


Muro oriente.

Su coloración es profusa y está pintado sobre paredes texturizadas con la técnica de acrílico. El conjunto mural manifiesta una equilibrada composición cuyos ritmos son dinámicos y armónicos, es fundamentalmente de carácter abstracto.

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