Kitabı oku: «Causalidad y contingencia en la filosofía de Juan Duns Escoto», sayfa 9

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3. Actividad autónoma y heterónoma: necesidad, contingencia y posibilidad

Los principios activos ‘naturaleza’ y ‘libertad’ dividen toda la causalidad eficiente, según la actividad del agente sea heterónoma o autónoma respectivamente, pero es un error identificar el modo por el que cada uno realiza su poder causal con los modos de necesidad ó contingencia, es decir, no son exactamente correlativos el modo ‘naturaleza’ con la necesidad y la ‘libertad’ con la contingencia. Escoto advierte del peligro de reducirlos en QQ. Quodl. 16.2 explicando que “la división entre principio natural y [principio] libre no es la misma que entre principio necesariamente activo y [principio activo] contingente, puesto que algo natural puede actuar contingentemente al ser impedido [por un factor extrínseco] y, de manera semejante, es posible que algún [principio] libre, manteniendo su libertad, actúe con necesidad.”251 En el presente apartado abordaremos, en primer lugar, el tema de la necesidad, según sus tipos y en cuanto perfección pura, a continuación indagaremos sobre la contingencia, en su perspectiva ontológica y dinámica, para finalizar con un análisis acerca de la posibilidad, evaluando las interpretaciones actuales sobre la postura del Doctor Sutil respecto del ‘principio de plenitud’.

i. La necesidad como modalidad entitativa y operativa

Hay dos textos capitales en los que aborda el tema de la necesidad según sus tipos, el primero es QQ. Quodl. 16 cuando pregunta si puede coexistir la libertad con la necesidad en un mismo acto de la voluntad, el otro es Rep. Par. I-A.39-40 sección en la que investiga el conocimiento divino sobre los futuros contingentes. Si bien ambos contextos son teológicos, el abordaje es formulado desde una teología natural por la que busca entender y profundizar en el dato de fe. Asimismo, hay en ambos textos observaciones sobre el mundo físico, que serán de gran importancia para la comprensión de la necesidad y contingencia respecto de los seres creados, desde una perspectiva ontológica pero también dinámica, es decir, acerca de la causalidad que afecta y configura su misma esencia.

La primera referencia tiene lugar al ofrecer su respuesta sobre la no contradicción entre necesidad y libertad en sentido absoluto, aunque sí exista respecto de alguna voluntad, esto es, para toda voluntad creada. Tomada la voluntad in communi no puede negarse la posibilidad de una volición necesaria, incluso sin destruir la libertad como modo de actuar propio de la voluntad, aunque sin embargo no se puede aplicar este proceder a toda voluntad concreta. Hay una necesidad que es característica del principio naturaleza, pero ahora se distingue una necesidad que es compatible con el principio libertad, por eso dice Escoto que “excluida la necesidad de coacción, de la cual no hablamos aquí, se puede entender una necesidad de inmutabilidad, la cual excluye la posibilidad de que suceda lo opuesto a lo que se da. Otra es la necesidad de inevitabilidad omnímoda o de determinación, la cual no solo excluye la posibilidad de que suceda lo opuesto a lo que de hecho se da, sino que excluye totalmente que lo opuesto pueda darse.”252 Hay, al menos, tres tipos de necesidad y una de ellas se diferencia de las otras dos en que es producto de una causa externa al agente, es decir, el sujeto no puede actuar de otra manera por coacción253. Por otro lado, se diferencian la ‘necesidad de inmutabilidad’ y la ‘necesidad de inevitabilidad’. El primer tipo corresponde solamente a la esencia divina, que a causa de su perfección absoluta posee un acto, que es a la vez inmutable y necesario, de tal manera que excluye que se pueda dar lo opuesto a lo que de hecho se da. El segundo tipo, también llamado de ‘determinación’, es un grado más intenso de necesidad en cuanto excluye totalmente que cualquier opuesto pueda darse, y en este sentido no todo acto divino puede caracterizarse con este tipo de necesidad, porque se negaría la libertad de su voluntad junto con la omnipotencia. Esta ‘necesidad de inevitabilidad’ también puede aplicarse a las creaturas254. Siguiendo la exposición de Escoto, consideraremos a continuación, de qué modo se da la necesidad en la esencia divina según sus actos y luego enfocaremos nuestro análisis en el mundo físico.

La necesidad es, según el Doctor Sutil, una perfección pura. “En cualquier condición del ente que no sea imperfecta por su naturaleza, la necesidad es una perfección pura (simpliciter perfectionis). Luego, también lo será en la producción, porque ella no indica de suyo una imperfección.”255 La perfección de la esencia divina conlleva su compatibilidad con la necesidad, que se da tanto a nivel ontológico, su ser es necesario, como dinámico-productivo, de diferentes maneras según las distintas producciones. En la esencia divina se dan los dos tipos de necesidad, y ambas encuentran su fundamento en el modo de ser necesario per se que sólo ella posee, a diferencia de todos los seres creados, quienes comparten un estatus ontológico contingente. Ahora bien, respecto de la actividad divina, la necesidad de inmutabilidad consiste en que “Dios quiere necesariamente todo aquello que quiere, porque no puede suceder [que quiera] lo opuesto a lo que se da, ni de parte del acto ni del objeto, de lo contario no podría darse [aquello] sin alguna mutación en Dios. Así, que el objeto sea querido no pone nada fuera del mismo Dios, y no puede volverse querido a partir de lo no querido o, viceversa, sin que haya mutación en alguien.”256 El obrar divino, siendo verdadero dinamismo, no implica nunca su mutabilidad, que es signo de imperfección, ni en su actividad ad intra (respecto de las relaciones de origen, su intelección y volición) ni ad extra (hacia la creación), no hay pasaje de no-x a x o viceversa, puesto que contiene en sí virtualmente todos los objetos hacia los cuales su querer fluye257. Este tipo de necesidad tiene como característica principal que sólo puede aplicarse a la esencia divina, puesto que únicamente en ella se da un acto de querer eterno, que tiene como objeto primario a sí misma y en ella a todo lo creado en cuanto objetos secundarios.

El tema de la necesidad de inmutabilidad es retomado por el Doctor Sutil en Rep. Par. I-A.39.40, a partir de su lectura sobre la Metafísica donde Aristóteles expone cuatro tipos distintos de necesidad y del último afirma que “lo que no puede ser de otro modo, decimos que es necesario que sea así.”258 La interpretación que formula apunta a señalar que la idea de necesidad no se corresponde totalmente con la inmutabilidad, sino que la primera le agrega una restricción a la segunda, en cuanto “lo necesario excluye ambas posibilidades, a saber, una sucesiva y otra que es hacia opuestos simultáneos y por separado.”259 Ya hemos indicado que las posibilidades sucesivas no pueden darse por mutación en un ser inmutable, como lo es la esencia divina. También se ha explicado en qué sentido hay apertura a opuestos por parte de la voluntad divina, por tanto ¿cómo debe entenderse que la necesidad de inmutabilidad implica que no haya ese tipo de posibilidad? Duns Escoto está pensando en las actividades ad intra, como por ejemplo el amor que Dios tiene de sí, pero también en toda la actividad ad extra, porque con un sólo acto eterno quiere todas las cosas que se darán sucesivamente en el tiempo, como se dijo antes. Asimismo, opera una desconexión260 entre las nociones de ‘necesidad’ e ‘inmutabilidad’ permitiendo que sea compatible la inmutabilidad divina con la contingencia, como es el caso del conocimiento divino sobre las voliciones libres de los seres creados, aunque encontrándose en un mismo acto eterno y necesariamente presentes al intelecto divino, sin embargo son conocidas en cuanto contingentes.

La necesidad de inevitabilidad es más restrictiva, puesto que no sólo indica que no puede darse lo opuesto a lo que se da en un momento determinado, sino que también quita la posibilidad de todo opuesto, y en este sentido, se puede afirmar que es contradictoria a cualquier tipo de contingencia. No se puede aplicar esta necesidad en la esencia divina respecto de las creaturas, porque su omnipotencia elige unas posibilidades dejando de lado otras, que continúan teniendo esa modalidad, y es por ello que toda la actividad ad extra es contingente. Así lo aclara en QQ. Quodl. 16.1: “aunque la voluntad divina tenga necesariamente un acto de complacencia respecto de todo lo inteligible, en cuanto en ello se muestra cierta participación de su propia bondad, con todo, no quiere necesariamente todo lo creado con volición eficaz o determinativa para la existencia ad extra. Por el contario, quiere contingentemente que la creatura exista y contingentemente la crea, porque si quisiera necesariamente, con esta segunda necesidad, que ella exista, la crearía también necesariamente, con necesidad de inevitabilidad, al menos cuando quiere que ella exista.”261 Una lectura atenta de este pasaje nos permite reconocer, además, que hay una necesidad en la voluntad divina hacia sí misma como objeto amable, a través de un acto de complacencia hacia los inteligibles a partir de la bondad que poseen como participación de la bondad original, que es la misma esencia divina.

En efecto, tanto el amor de Dios a sí mismo como las producciones ad intra conllevan este tipo de necesidad, que les viene dada por el mismo modo de ser necesario de su causa, a través de los principios productivos perfectos –intelecto y voluntad– que cada uno, según su modo, permite la procesión interna de las personas divinas. Lo que nos interesa de esta explicación teológica, es la conclusión que sostiene Duns Escoto, a saber, son compatibles el principio activo ‘libertad’ y la ‘necesidad’, o dicho de otro modo, la necesidad es una perfección pura que puede darse en ambos modos de los principios activos. Si bien la necesidad de inevitabilidad es caracterizada como ‘determinística’262, en el caso de la voluntad divina no debe identificarse este tipo de necesidad con la del principio activo naturaleza. La determinación a actuar puede estar fijada en la estructura esencial de un ente irracional, como sucede con el sol o los animales, pero también por la voluntad libre, en el caso del ser racional, puesto que es dueño de sus actos y por ello la voluntad determina por sí misma el actuar personal. La presencia de la necesidad de inevitabilidad en la esencia divina parece poner en riesgo la libertad con la que se ama a sí misma y espira amor por su voluntad, pero el Doctor Sutil justificará su posición a partir de la idea de firmitas, por la que el querer divino es constante en su elección y al decretar con un querer tal lo que es recto, conllevar como consecuencia la inevitabilidad de que suceda lo opuesto, como lo sintetiza E. Gilson: “aunque la voluntad de Dios ame libremente su esencia, la inevitabilidad de su amor equivale a una necesidad.”263

La necesidad del amor divino, en el interior de su esencia, viene dado por la infinitud de su ser y deriva hacia su obrar. Un ser infinito debe poseer un acto igualmente infinito, el cual se dirige a un objeto, que no puede ser sino infinitamente perfecto. Para Escoto la infinitud es sinónimo de perfección, es decir, la reunión de las perfecciones puras que se encuentran formando su esencia, por ello tanto la libertad como la necesidad se encuentran juntas (stant) y son compatibles entre sí. Sin embargo, como el querer es un acto de la voluntad y ésta lo lleva a cabo siempre de modo libre, la necesidad en el acto de la voluntad está dada por la firmeza con que el agente lo elicita. Además, el querer divino siempre es recto y fuente de rectitud, por lo que no es concebible que pueda darse un acto contrario, esto es, un no-querer sobre sí mismo, lo que se indica mediante la necesidad de inevitabilidad. Ahora bien, que Dios no pueda no quererse a sí mismo, no indica una necesidad de coacción o como se posee por el principio ‘naturaleza’, sino que hay un acto espontáneo de amor que determina toda la infinitud de su ser hacia sí mismo, ya que es el único objeto capaz de completar la perfección de tal acto. De esta manera, es más perfecto para un agente actuar con libertad que hacerlo por naturaleza, pero respecto del obrar divino es preferible la necesidad ejercida libremente, en cuanto “se toma la necesidad como constancia (firmitas) e inmovilidad de adhesión de la potencia al objeto, pero no como una coacción e impetuosidad, de modo que sea impelido a ese acto (porque entonces sería un agente del tipo naturaleza). Por tanto, lo libre se da con lo posible y lo necesario (…). De manera semejante, el obrar con libertad se da con lo que puede obrar de una manera y no de otra, como con lo necesario y contingente.”264

En efecto, la voluntad divina tiene como característica esencial una firmitas que no se encuentra en la voluntad finita265, puesto que aunque ésta pueda alcanzarla por medio de la virtud, es ontológicamente mudable a causa de su imperfección y así lo experimentamos frecuentemente, por ello “la firmitas (firmeza) es una perfección de la voluntad ejercida por las creaturas, pero no es una parte esencial de ella.”266 La voluntad divina del ser infinito actúa libremente y con la mayor perfección posible de acuerdo al objeto de su complacencia, de tal manera que la acción hacia el objeto perfecto será libremente necesaria, en cuanto quiere mantener con la firmeza más fuerte posible ese acto y, a su vez, la acción que recae en las creaturas es contingente y evitable, por la imperfección de su ser y la dependencia que tienen hacia su omnipotencia. Por eso, se lee en QQ. Quodl. 16.2 que “la acción acerca del fin último es la más perfectísima. En esa acción, la constancia (firmitas) en el obrar es su perfección. Por tanto, su necesidad no quita nada sino que más bien pone aquello que es perfección, de cuyo modo es la libertad.”267

Para cerrar el análisis de la necesidad en la divinidad, queremos resaltar la no identidad entre los principios naturaleza-libertad y los modos necesario-contingente. La libertad de la voluntad puede darse junto con la necesidad, pero esto sólo sucede en la esencia divina, por su ser infinito y el perfecto dinamismo en la actividad ad intra. De todas maneras, esto no quiere decir que la voluntad actúe con la necesidad del modo naturaleza sino con otro grado de necesidad que es compatible con la libertad, lo que Duns Escoto describe como firmeza o constancia en el actuar eterno respecto del objeto perfecto que es su misma esencia.

Retomando el tema desde la perspectiva de las creaturas, diremos que no se les puede designar la necesidad de inmutabilidad. Sin embargo, el segundo grado de necesidad, es decir, la ‘inevitabilidad’ es aplicado por Duns Escoto al mundo creado y especialmente a los entes físicos, que actúan según el modo ‘naturaleza’. Dice en Rep. Par. I-A.39-40 que “la necesidad de inevitabilidad es aquella por la que un evento de alguna cosa futura se dice que es inevitable, aunque en sí mismo no sea inmutable ni necesario, como que el sol saldrá mañana, lo que es necesario con necesidad de inevitabilidad. También otros movimientos naturales son necesarios de esta manera y, sin embargo, aunque algunos de ellos pueden llegar a acontecer de diferente manera, luego, no son absolutamente necesarios ni inmutables.”268 De aquí podemos extraer tres puntualizaciones sobre la necesidad en los seres creados, a saber, corresponde al plano dinámico y no al ontológico, su actividad es necesaria ex se y no es absolutamente necesaria en relación con otros agentes (esta característica marca la discusión de Escoto con el ‘necesitarismo’ de los ‘filósofos’ como veremos en un momento).

La necesidad que se manifiesta en los seres finitos sólo atañe a su dinamismo, porque ontológicamente son contingentes, ya que siendo actualmente pueden dejar de ser e incluso podrían no haber sido en absoluto, es decir, la posibilidad que se de el opuesto está siempre presente como contrapartida de su existencia. Pero tal necesidad en el obrar no es de ‘inmutabilidad’, que sólo le corresponde a la perfección de la esencia divina, sino que, por la intrínseca imperfección del ser finito, todo su dinamismo requiere mutación ‘de’ o ‘en’ el sujeto. En este sentido, Duns Escoto retoma la filosofía natural de Aristóteles acerca del movimiento269 porque le parece la explicación más eficaz, aunque reinterpretándola y modificándola como en el caso de la entidad positiva que le asigna a la materia primera270.

Por otro lado, ya hemos mencionado que hay una necesidad ex se por la que el dinamismo de estos seres está determinado según el modo de ser de su naturaleza. Recordemos que su obrar es automático y heterónomo, esto es, dadas ciertas circunstancias exteriores el agente natural pondrá en acto su actividad según lo último de su potencialidad. Estas características están asociadas intrínsecamente con la necesidad de ‘inevitabilidad’, ya que, en lo que depende del agente, su obrar es inevitable dados los factores externos, como sucede con el fuego, siempre que se halle en presencia de combustible y aire. “En tales casos, algo puede ser contingente según su naturaleza, pero necesariamente conectado a otro evento. Su ocurrencia es, por tanto, inevitable. Todos los eventos naturales son necesarios en este sentido, de acuerdo a Escoto.”271 Con todo, este tipo de necesidad no es unívoco sino que en Dios se encuentra de modo propio, puesto que se determina libremente y su actuar no es impedido por nada extraño a sí; pero las creaturas lo poseen de manera condicionada272, tanto por su propia estructura natural como por otros agentes que pueden impedir la realización de su dinamismo en la medida en que tal poder logre sobreponerse a su actividad.

Nos resulta sugerente el ejemplo que propone el Doctor Sutil al exponer la necesidad de inevitabilidad aplicada al mundo creado, ‘el sol saldrá mañana’ es una afirmación justificada por el dinamismo específico que posee la estrella lumínica y, sin embargo, tal actividad no es absolutamente necesaria. En efecto, los seres físicos se encuentran en interdependencia, al mismo tiempo que dependen esencial y causalmente del primer eficiente que los creó y conserva. En este sentido, Duns Escoto ve un problema en la física de los filósofos, porque la percibe como confinada a un necesitarismo rígido, que no permite una interpretación adecuada, no sólo respecto de la fe sino tampoco con la experiencia, puesto que hay eventos esperados que no suceden o lo hacen de una manera no esperada, como cuando el fuego no quema o el sol se detiene (según lo atestiguan algunos relatos bíblicos).

En Ord. I.8 cuando trata sobre la inmutabilidad divina, Escoto responde primero afirmando la parte positiva del problema, ‘sólo Dios es inmutable’, y a continuación elabora el análisis sobre la parte negativa, ‘nada distinto de Dios es inmutable’, la cual es –según él– un punto decisivo de controversia entre ‘filósofos’ y ‘teólogos’. Sobre esta cuestión, “Aristóteles y Avicena concuerdan en lo que se deduce a partir de un principio falso (el cual comparten), a saber, que Dios está necesariamente dispuesto hacia todas las cosas que existen ad extra, hacia las cuales se compara de manera inmediata o mediata”273, de tal manera que la necesidad en el universo físico se debe a la necesidad con la que actúa su causa primera respecto de él. El principal problema que tiene esta postura consiste en negar la contingencia que de hecho existe en todo el ámbito de lo creado, puesto que, si los entes están relacionados con la esencia divina de modo necesario, cuando ellos dejan de existir lo mismo debería ocurrir con su causa y fundamento274, lo que es absurdo y erróneo afirmar sobre el ser necesario que los creó y conserva. Ningún ser finito es formalmente necesario, sino que por el contrario necesitan del movimiento para alcanzar su propia perfección, y así poder actualizar sus potencialidades. Además, todos ellos están expuestos al cambio desde el no ser al ser y viceversa, versio según la propuesta de Juan Damasceno275 a la que refiere Escoto. En definitiva, la actividad de la causa primera es contingente cuando se dirige ad extra y esto tiene una incidencia directa en sus efectos no sólo a nivel ontológico sino también sobre la causalidad que ellos ejercen.

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