Kitabı oku: «Vida religiosa y casas de formación»

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Coronado Padilla, Fabio H.

Vida religiosa y casas de formación : experiencias y reflexiones en clave Lasallista / Fabio Humberto Coronado Padilla. -- Bogotá : Ediciones Unisalle, 2015.

246 páginas : ilustraciones ; 14 × 21 cm.

Incluye índice de contenido.

ISBN 978-958-8939-41-4

1. Universidad de la Salle - Métodos de enseñanza 2. Lasallismo 3. Educación Lasallista 4. Espiritualidad 5. Vida religiosa I. Tít.

268.43 cd 21 ed.

A1515889

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

ISBN: 978-958-8939-41-4

e-ISBN: 978-958-8939-42-1

Primera edición: Bogotá D.C., octubre de 2015

© Derechos reservados, Universidad de La Salle

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Dirección editorial

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Coordinación editorial

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Corrección de estilo

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Diagramación

Andrea Julieth Castellanos Leal

Diseño de figuras

Omar Hernando Lombana Colorado

Diseño de portada

Diana Paola Rivera Leguizamón

Fotografía de solapa

José Javier Torres Ortega

Diseño de ePub

Hipertexto

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier procedimiento, conforme a lo dispuesto por la ley.

Al Hermano Antonio Bedoya Cardona, Fsc.

Mi maestro de novicios, 1980

Al Hermano Jaume Pujol I Bardolet, Fsc.

Mi director del CIL, 1992

Contenido

Presentación

Resignificar las casas de formación

Primera Parte

Modelos, movimientos, ondas y preguntas: ¿retrospectiva o realidad?

Capítulo 1. Las casas de formación a examen

Modelos de casas de formación

Inventar algo nuevo

Capítulo 2. El caminar de la vida religiosa

Movimientos de la vida religiosa

El futuro que vendrá

Capítulo 3. El itinerario lasallista en la construcción de su identidad

Ondas creadoras de nueva identidad

Hermanos: ayer, hoy y mañana

Capítulo 4. Diez preguntas para repensar la formación

Primera: ¿dar a luz o iniciar?

Segunda: ¿un formador puede o no formar a un formando?

Tercera: ¿tiene importancia la teoría formativa para la acción formativa?

Cuarta: ¿cómo se debe preparar al formador?

Quinta: ¿el formando es obra de la naturaleza, la sociedad o de sí mismo?

Sexta: ¿podemos controlar el resultado formativo?

Séptima: ¿formación liberadora o condicionante?

Octava: ¿debe darse la misma formación a cada formando?

Novena: ¿formación por el trabajo?

Décima: ¿qué criterio último puede orientar el trabajo diario del formador?

Segunda Parte

Una lectura pedagógica de las casas de formación

Capítulo 5. Retóricas formativas y políticas formativas

Retóricas formativas

Políticas formativas

Hacia un modelo de análisis

Conclusión

Capítulo 6. Cambio de enfoque en la formación. De tradicional a clásica, de activa a interactiva

Muerte de la escuela y desaparición del maestro

Pedagogía tradicional y pedagogía activa

Pedagogía clásica y pedagogía interactiva

Competencias del perfil del maestro

Formación clásica y formación interactiva

Competencias del perfil del Hermano

Conclusión

Capítulo 7. Imaginarios pedagógicos y prácticas formativas

Imaginario transmisionista

Imaginario conductista

Imaginario libertario

Imaginario social-productivista

Imaginario pedagógico

Imaginario constructivista

Volver a pensar los imaginarios pedagógicos

Capítulo 8. Nuevas generaciones, nuevas relaciones

Una mirada desde nuestra realidad

Jóvenes, afectividad y comunidad

Como religiosos adultos ¿qué les podemos ofrecer a los jóvenes?

Tercera Parte

La casa de formación imagina

Capítulo 9. La realidad y la vida reinventan las casas de formación

Vivimos un tiempo nuevo

Discernir los signos de los tiempos y de los lugares

La vida nueva nos llega de los jóvenes

Primer lineamiento

Capítulo 10. El formador, el equipo de formación y la comisión de formación

Perfil del formador

Configuración del equipo de formación

Tareas de la comisión de formación

Segundo lineamiento

Capítulo 11. Relanzando el protagonismo del centro del Instituto

El Instituto como centro de conexiones

El Instituto como generador de pensamiento

El Instituto como garante de la política formativa global

Tercer lineamiento

Capítulo 12. La vida consagrada nueva que nace: cerca de Dios, cerca de los pobres

Las enfermedades de la vida consagrada

Las tendencias que avizoran el futuro

Un antes y un después para la vida consagrada

Cuarto lineamiento

Colofón

Signo y no número

Bibliografía

Presentación


Resignificar las casas de formación

¿No os acordáis de lo pasado,

ni caéis en la cuenta de lo antiguo?

Pues bien, voy a hacer algo nuevo:

ya está en marcha, ¿no lo reconocéis?

(Isaías 43, 18-19)

Durante los últimos cincuenta años ha corrido mucha tinta y todavía no hemos logrado ponernos de acuerdo si la mejor expresión para denominar aquello que aportan en la iglesia para el mundo las familias carismáticas es vida religiosa o vida consagrada. En este libro no exploramos ni terciamos en ese debate, simplemente utilizamos ambos vocablos como intercambiables y sinónimos. Si bien, en sus páginas, hay una mirada retrospectiva a lo que le ha ocurrido a la vida religiosa tanto en su formulación teológica como en su práctica vital, el eje central sobre el cual discurre el pensamiento es el pasado, el presente y el futuro de las casas de formación, manifestación privilegiada del ser y del quehacer de la vida consagrada.

El ángulo de abordaje es muy preciso, una mirada desde la experiencia de los Hermanos Lasallistas, en Colombia, y desde el punto de vista de uno de sus protagonistas, quien esto escribe. Dada esta circunstancia, de entrada hay que precisar que, aunque el propósito ha sido el hacer una aproximación lo más objetiva posible, necesariamente conlleva su carga de subjetividad. Razón más que suficiente para invitar a otros actores para que también nos dejen su testimonio escrito con su particular visión sobre lo que ha ocurrido en la formación, en el discurrir histórico de la vida religiosa latinoamericana y caribeña de las últimas cinco décadas.

Las experiencias base que dan origen al texto comprenden un lapso de quince años, posteriores a las cuales transcurrieron otros diez años entre los primeros borradores y el punto final de la reflexión y la escritura. Por tanto, este es un libro que demoró haciéndose y escribiéndose veinticinco años. El lector avizor podrá descubrir los rastros de ese pasar del tiempo con sus avatares, ires y venires en los distintos capítulos.

Un agradecimiento especial al doctor Fernando Vásquez Rodríguez, mi mentor en las lides académicas y universitarias, quien, ante la duda, por todavía no estar satisfecho con lo escrito, me dio su sabio consejo de editor y escritor de muchos libros: “Fabio, póngale ya punto final, si no nunca va a escribir los otros libros con los que sueña”. Y así fue. Le puse punto final, exorcizando ese diablillo intelectual. He aquí, amable lector, que finalmente llega a sus manos.

Una pregunta inquietante recorre implícita toda la estructura del libro: ¿las casas de formación, como dispositivos formativos de los aspirantes a la vida religiosa, siguen siendo válidas hoy?, ¿la novedad de los tiempos actuales y de las generaciones jóvenes no estará exigiendo la supresión de las casas de formación y el reemplazo por algo totalmente distinto? La respuesta se va encontrando a lo largo de las reflexiones de este libro. Ciertamente, siguen siendo pertinentes, pero a condición de una honda resignificación tanto de sus ambientes (comunidades, procesos, proyectos y etapas) como de sus espacios formativos (arquitectura, ubicación geográfica, recursos).

El sacar adelante dicha transformación es responsabilidad de los formadores, de los equipos de formación, de las comisiones de formación y del centro del Instituto de cada Congregación. Mas no será posible si entre sus integrantes no se cuenta con religiosos visionarios, de avanzada, que saben correr las fronteras. Tampoco se logrará si no hay líderes con el carisma de la innovación y con el talante de refundadores.

Este libro está destinado a los actuales y futuros formadores, los responsables de la animación de la formación a nivel de Distritos, Regiones e Instituto, y a todos aquellos que deben desempeñar un rol de orientación y gobernanza de la vida religiosa. En primera instancia fue pensado para los Hermanos Lasallistas, luego para las distintas Congregaciones religiosas. Compartir la experiencia propia es significativo desde todo punto de vista.

La intencionalidad del presente libro no es mostrar cómo debe ser la casa de formación alternativa a la que actualmente tenemos, tan solo se proponen pistas, criterios de acción, experiencias y caminos que la historia ha enseñado. La ruta nueva está por ser construida a partir de lo vivido, claro, con la condición de que cada equipo de formadores responda: ¿qué dejar?, ¿qué reorientar?, y ¿qué crear?

En asuntos vocacionales no vivimos tiempos de vacas gordas. El descenso numérico es real para todas las congregaciones y, principalmente, para las de religiosos hermanos. Ello es un signo de los tiempos y de los lugares que hay que saber leer e interpretar. No es realista el esperar que vuelvan épocas de estadísticas altas. El buen Dios de la vida está indicando otras sendas, especialmente la de una vida consagrada de pequeñas comunidades de gran coherencia y autenticidad evangélica. Sin duda alguna, seguirán llegándonos jóvenes aspirantes a las distintas familias carismáticas, ciertamente en menor número que antes, pero con la certeza y la esperanza de que con ellos Dios hará su obra.

En este nuevo escenario, como bien lo escribiera el Hermano Jaume Pujol I Bardolet, en su libro Hacia el futuro de la vida consagrada (2008): “La vida consagrada deberá seguir siendo ‘memoria evangélica para el pueblo de Dios’ y tener capacidad vital de ‘servicio de crítica profética para la Iglesia y para el mundo’”. En consecuencia, porque ha nacido una vida religiosa muy diferente a la de los tiempos del Vaticano II, porque Dios sigue llamando a los jóvenes de hoy a este estilo de vida y porque se dan nuevos escenarios y dinámicas en el mundo contemporáneo, es que es imperativo con creatividad e ingenio idear y poner en acto una casa de formación no antes imaginada.

El autor

PRIMERA PARTE


Modelos, movimientos, ondas y preguntas: ¿retrospectiva o realidad?

Capítulo 1

Las casas de formación a examen

En el lenguaje y en la tradición formativa lasallista se entiende por casas de formación los espacios arquitectónicos (edificios, complejos físicos, conjuntos habitacionales) y los ambientes educativos (comunidades formadoras, procesos de acompañamiento, planes de formación, etapas formativas), en los cuales los formandos (jóvenes candidatos) se inician en la vida religiosa de Hermano. La experiencia ha consagrado fundamentalmente tres: postulantado, noviciado y escolasticado. Cabe precisar que, en un periodo de la historia, existió previo al postulantado el aspirantado y que el postulantado contemporáneo tiene un número variable de años, el último de estos suele denominarse prenoviciado.

Desde su nacimiento, la vida consagrada fue consciente de la necesidad e importancia de ofrecer una vivencia propedéutica, de discernimiento y ejercitación, en el espíritu y las costumbres que le eran propias, a todo aquel que tocara a sus puertas sintiéndose llamado a tal género de vida evangélica. En los primeros tiempos, de anacoretas y cenobitas, tal experiencia formativa consistía en vivir al lado de un monje solitario o en ingresar a un cenobio bajo la guía de un acompañante espiritual, quien siempre era el de mayor edad y experiencia, por tanto, el más probado en los caminos de la vida espiritual. Maestro y discípulo recorrían juntos un itinerario cotidiano —hecho de trabajo exigente, oración constante, servicio al otro, sencillez de vida y austeridad— tras la búsqueda de la experiencia profunda de Dios, para vivir el amor sin límites y seguir al Señor más de cerca.

A lo largo de los siglos, a medida que se fue desarrollando y diversificando la vida consagrada y gracias al aumento de candidatos a dicho estilo de vida, fueron apareciendo el rol del formador y los lugares específicos para ejercer su función, las casas de formación con toda su parafernalia. Pero, si por una parte, se perfeccionaron las artes formativas con sus procesos, etapas y programas junto con la arquitectura propia para el postulantado, el noviciado y el escolasticado, por otra, nunca dejó de ser central la vivencia formativa básica esencial por antonomasia, la interacción entre el maestro experto y el discípulo aprendiz, quien pide ser iniciado.

Una comparación nos ayuda a comprender mejor lo dicho. Acudamos al arte teatral, tal y como lo describe Jorge Plata, quien se pregunta ¿qué es el fenómeno teatral? Para dar respuesta a tal interrogante, nos dice que debemos despojar al espectáculo de aquellos elementos que no hacen parte de su esencia; a saber: la escenografía, el vestuario, el maquillaje, la ambientación luminosa y sonora, el espacio físico, entre otros. Solo así se puede llegar al núcleo esencial que le da vida al fenómeno teatral. ¿Cuál es ese núcleo central? Con sus palabras: “No es otro que el encuentro de un ser humano (el actor) que se presenta transformado o en proceso de transformación, y en tiempo presente y sin mediaciones, ante otro ser humano que lo observa (el espectador)” (2013, p. 9).

Dicho encuentro esencial, continúa argumentando el autor, es el resultado de dos impulsos propios de algunas personas: el de transformación y el lúdico. El primero, corresponde al actor, capacidad de imitación (mímesis), el segundo, al espectador, necesidad lúdica, que le lleva a jugar y experimentar el ámbito de la libertad no utilitarista, el campo de las acciones gratuitas en las que encuentra placer, gozo y aprendizaje. Estos impulsos constituyen los elementos esenciales del fenómeno teatral la relación entre el actor y el espectador, que se realiza en tiempo presente y sin mediaciones.

Finaliza sus reflexiones Jorge Plata Saray, uno de los actores, directores, dramaturgos y profesores más representativos del teatro colombiano, haciéndonos caer en la cuenta de que el asunto quedaría incompleto si no se responde la pregunta ¿por qué se hace teatro? He aquí su respuesta: “Este es un arte cuyo único tema de representación es el comportamiento humano. En un espectáculo dramático, de manera realista o simbólica y en un escenario, se representan comportamientos humanos, individuales y sociales para que sean conocidos, analizados, comprendidos y para que se susciten la adhesión o el rechazo de la comunidad, presente y participante, de los espectadores” (2013, p. 10).

Si despojamos a la formación de sus ropajes, entiéndase de las casas de formación con todos sus recursos físicos y materiales (hábitat, mobiliario, computadores, internet, etc.) como también de sus proyectos formativos, aflora la esencia del fenómeno formativo: la relación entre el formador y el formando, que es lo mismo que decir la interacción entre maestro espiritual y discípulo. Y si nos preguntamos, dentro de este contexto, ¿por qué se hace formación? podríamos responder, llana y simplemente, para iniciar al joven candidato en un carisma e itinerario espiritual particular, dentro del cual se autentica o no su llamado vocacional; y el aspirante hace opciones profundas a la vida religiosa, comprometiéndose con un estilo de vida particular: la vida fraterna en comunidad con su correspondiente misión dentro de la Iglesia.

Modelos de casas de formación

Ya hemos visto cómo la esencia del fenómeno formativo fue, desde los inicios de la vida religiosa, una relación educativa personalizada como acompañamiento fraterno, dentro de la inspiración evangélica: “quédate con nosotros” (Lc 24, 29) y “ven y lo verás” (Jn 1, 46). A medida que el testimonio de este estilo de vida fue cautivando y atrayendo a un número cada vez más significativo de aspirantes, fue necesario crear estructuras formativas que respondieran a la demanda creciente, lo cual vino a oficializarse a través de los siglos con la ya clásica expresión: casas de formación.

Así como la sociedad ha cambiado y sigue cambiando vertiginosamente la vida religiosa no se ha quedado atrás en su puesta al día, lo cual ha implicado, a su vez, una transformación radical del rol de formador y de la idea misma de casa de formación con sus correspondientes concreciones. A medida que fue evolucionando la vida consagrada, durante los siglos, de igual modo fueron apareciendo visiones distintas de casas de formación asociadas a cada nuevo estilo de vida religiosa. El arco de tiempo, dentro del cual se enmarcan las disquisiciones del presente libro, corresponde a los últimos cincuenta años, más exactamente al lapso comprendido entre la clausura del Concilio Vaticano II, en diciembre de 1965, y nuestro 2015 —año dedicado a la vida consagrada por iniciativa del papa Francisco—. Podemos señalar que estas décadas han sido muy creativas para responder a la manera de ser de las nuevas generaciones de candidatos a la vida religiosa, como también a las nuevas demandas de la sociedad y de la historia, que han interpelado y modificado la misión lasallista. Al menos en estas cinco décadas es posible rastrear cinco modelos distintos de casas de formación: modelo clásico, modelo familia, modelo inserción, modelo inter y, el más reciente, modelo neoconservador.

Figura 1. Modelos de casas de formación


Fuente: elaboración propia.

Utilizamos la categoría modelos en tanto nos permite construir una abstracción teórica de un fragmento de la realidad, caracterizar sus rasgos más sobresalientes, presentar de manera pedagógica una aproximación a lo que se ha ido creando, lo que ya murió y lo que está naciendo en cuanto a formación para la vida religiosa se refiere. Los modelos son artificiales en cierta manera, subjetivos e incompletos. También son integradores, pues no son puros en sí mismos, ya que recogen lo perenne de la tradición formativa en consonancia con las innovaciones del presente, son permeables a la novedad impredecible de la acción del Espíritu, quien renueva las cosas donde quiere y cuando quiere, a tiempo y destiempo (Jn 3, 8; 16, 13).

El modelo clásico corresponde a unas grandes edificaciones de dos o más pisos, diseñadas, normalmente, siguiendo el típico claustro del convento monacal con sus amplios corredores, arcadas, patios y capilla central, y rodeadas de canchas deportivas al igual que de campos para las labores agropecuarias. Se escogían, para su construcción, lugares alejados de los centros urbanos. Su tamaño y sus múltiples servicios (habitaciones, salones de clase, salas de estudio, comedor, cocina, etc.) imitaban los grandes internados de la época. En estos se alojaban varios cientos de jóvenes que se formaban desde muy niños para la vida religiosa. Llegaban, como aspirantes, a terminar su primaria o bachillerato, seguían de postulantes, luego novicios y finalmente escolásticos. Todas las etapas de formación se hacían, habitualmente, en el mismo lugar, en algunas ocasiones el noviciado contó con su propia casa en una ubicación diferente, y con locales apropiados con capacidad para cincuenta o más novicios. Por estos años, las distintas comunidades religiosas registraban en sus estadísticas números elevados tanto de personal religioso como de formandos.

El modelo familia aparece cuando la realidad numérica de las congregaciones religiosas experimenta un descenso vertiginoso tanto por las salidas de sus efectivos, con votos temporales o perpetuos, como por el reducido número de nuevas vocaciones que ingresaban cada año. Las grandes construcciones se quedan vacías, la fraternidad religiosa que, normalmente, contaba con cuarenta o cincuenta religiosos para dirigir una obra educativa, de repente se ve drásticamente disminuida a diez, siete o menos Hermanos. Se abandonan las grandes casas de formación, el aspirantado (especie de colegio exclusivo para niños y jóvenes destinados a la vida religiosa) es suprimido. Desde este momento se ingresa a la formación inicial teniendo como mínimo el grado de bachiller, y cada etapa de formación cuenta con su casa específica: una para el postulantado, una para el noviciado y otra para el escolasticado. Tanto el postulantado como el escolasticado son trasladados a casas de familia adaptadas a tal propósito, situadas en barrios no muy distantes de los lugares de estudio (universidades) e instituciones educativas donde se hacía la práctica pedagógica (escuelas y colegios). La idea de fondo era no estar alejados de la cotidianidad de la gente, compartir su vida y su experiencia. Para el noviciado se construyó una edificación, que se caracterizó por la funcionalidad y sobriedad, con capacidad para una docena de novicios, y eso sí, siguió siendo en un lugar retirado en medio de la naturaleza.

El modelo inserción surge cuando la vida religiosa opta por comprometerse con los más pobres, siguiendo el carisma primigenio de sus fundadores; para ello inicia un éxodo que la lleva a encarnarse en barrios populares, en municipios alejados de las grandes capitales, a realizar su misión en aquellas poblaciones con mayores necesidades y menores oportunidades. Las casas de formación, especialmente postulantado y escolasticado, son desplazadas a los barrios de estratos más bajos de las ciudades o a lugares de misión en regiones de frontera y carentes de las posibilidades, servicios y bienestar de los grandes centros urbanos. El noviciado, con su tradicional encierro y aislamiento, sufre una gran apertura, permitiendo que los novicios puedan trabajar en la evangelización y promoción de la justicia de los más pobres de las veredas de su zona de influencia. Es una época de múltiples experimentos e innovaciones, toda una revolución.

El modelo inter expresa el nuevo rostro de la vida consagrada que pasa de un formato isla, donde cada congregación religiosa realiza su misión en solitario y totalmente independiente de las demás, a un talante colaborativo y de pastoral de conjunto. Las casas de formación lasallistas se reinventan cuando empiezan a funcionar de forma interdistrital, internacional, intercultural e intercongregacional. De ahora en adelante cada provincia religiosa no tendrá sus propias y exclusivas casas de formación, pues los postulantados, noviciados y escolasticados se tornan en subregionales o regionales, interdistritales, internacionales y multiculturales. Toda una novedad y riqueza, cuyo caminar fue dando sus frutos, mostrando poco a poco las mejores rutas y estrategias formativas. Mención especial merecen las casas de formación intercongregacionales, para nuestro caso lasallista, únicamente un país tuvo casas con formandos procedentes de diferentes congregaciones de Hermanos; camino ya desaparecido, no suficientemente exitoso, pero que expresó en su momento la búsqueda de una nueva manera de ser de la vida religiosa.

El modelo neoconservador toma la delantera cuando la última innovación tras la exploración de una nueva manera de ser de la casa de formación para el siglo XXI se diluye. Consistió en que, ante el impulso de la misión compartida entre religiosos y seglares, se establecieron casas de formación donde futuros Hermanos y Colaboradores laicos vivían y se formaban juntos en los idearios lasallistas; la cuestión no funcionó por la sencilla razón que se trató de mezclar dos vocaciones muy diferentes, que requerían sus particulares procesos de formación. Así es como la casa de formación actual se identifica por ser autorreferencial y endogámica, por mezclar todo tipo de enfoques y vivencias, sobresaliendo por una vuelta al pasado, en la que se recuperan expresiones ya superadas de la antigua vida religiosa. El modelo actual, en su generalidad, es de tendencia neoconservadora, porque se da una especie de involución y estancamiento, perdió su norte de seguir en fidelidad creativa tras un itinerario de búsqueda de las mociones nuevas, a las cuales siempre llama el Espíritu.

Hasta aquí esta tipología de modelos de casas de formación. Es oportuno aclarar que, intencionalmente, nos hemos centrado en una breve descripción de su arquitectura, de su ubicación geográfica, de sus destinatarios y, someramente, de algunos rasgos distintivos de sus correspondientes proyectos formativos. En los próximos capítulos nos referiremos más ampliamente a sus fines, pedagogías y procesos de manera tal que se pueda contar con una radiografía más completa de cada modelo.

También es importante precisar que los cinco modelos anteriores no se suscitaron en la historia de manera lineal, uno tras otro, de forma tal que al desaparecer uno fuera remplazado de inmediato por otro. Tampoco fueron producto de previsiones rigurosas ni de planeaciones milimétricas. El cincuentenario al que hacemos referencia se caracterizó por ser más que una época de cambios, un cambio de época; la cual se tradujo, en la cotidianidad, en un permanente e inusitado florecer de novedades, experimentos y transformaciones en todos los campos. En consecuencia, en cuanto a casas de formación se refiere, el camino se hizo al andar, generándose con el discurrir del tiempo una especie de cohabitación de los distintos modelos, hasta llegar a nuestro hoy, donde predomina una especie de mixtura ecléctica de modelos.

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217 s. 12 illüstrasyon
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9789588939421
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