Kitabı oku: «Miradas prospectivas desde el bicentenario», sayfa 4
Independencias, pensamiento crítico
y emancipaciones en el bicentenario
latinoamericano
PABLO A. VOMMARO
(UBA/CONICET - CLACSQ/FISYP)
Presentación
Para esta conversación les propongo dialogar acerca de tres términos que son claves para pensar el proceso histórico de América Latina, la producción de las Ciencias Sociales sobre el mismo y los desafíos que enfrentamos en el presente y el futuro. Estos términos son: la independencia, el pensamiento crítico y la emancipación. Los tres pueden pensarse en plural y en proceso, dinámicos y múltiples.
Podríamos comenzar acercándonos a estas nociones a partir de pensarlas en relación a sus opuestos. Independencia-colonia. Pensamiento crítico-conformismo, reproducción. Emancipación-subordinación, sumisión. Esto nos lleva a concebirlas en la diferencia respecto de; pero también como caminos, metas posibles a las que aspirar y que aún tienen vigencia y continúan siendo desafíos pendientes. Si encaramos estos desafíos en toda su magnitud y nos hacemos cargo de toda su potencia -y de nuestra capacidad de realizarla-, estos retos se vuelven disruptivos y transformadores del actual estado de cosas.
También podríamos abordar estos términos desde una perspectiva histórica, viendo cómo se desplegaron a lo largo del rico e intenso proceso histórico latinoamericano. Y aquí aparecen los problemas del Estado y de los sujetos sociales; y cómo desde las Ciencias Sociales encaramos su estudio e interpretación en un sentido transformador. Porque si no estamos conformes con el estado de cosas en que vivimos, tenemos que encarar su estudio, comprensión e interpretación para contribuir a cuestionarlo y modificarlo.
Al mirar hacia el proceso histórico -el presente es la historia actualizada y resignificada por la práctica vigente que hace posible la construcción del futuro-, las nociones de tradición y experiencia se nos presentan como muy potentes y necesarias para una comprensión integral del mismo. Y hablar de historia, tradición y experiencia es abordar, también, la construcción de la memoria individual; pero, sobre todo, social y colectiva.
En América Latina, la reconstrucción de la memoria de las luchas por la independencia y la emancipación es aún un desafío pendiente. Y esto es necesario para desarticular, al menos, dos dispositivos muy instalados. Por un lado, su negación por la escritura hegemónica. Por otro, su cristalización mediante la épica de una heroicidad individualista, basada en grandes hombres, antes que en procesos colectivos.
Esta relectura de la historia latinoamericana que proponemos no puede encorsetarse en los tiempos y espacios impuestos por la historia oficial. La reconstrucción del presente debe comenzar desde las resistencias de las culturas de las poblaciones originarias ante la devastación del genocidio colonizador. Los vínculos entre los procesos de organización y lucha indígenas, y los movimientos de independencia son múltiples y complejos y no han sido suficientemente estudiados.
Esta propuesta de estudios históricos y sociales supone el rescate actualizado y a la vez crítico de aquellos que pensaron y llevaron a la práctica los proyectos emancipadores latinoamericanos. Al mismo tiempo, precisa la investigación de aquellos grandes procesos que, desde las naciones originarias, hasta los diversos movimientos de lucha contra las opresiones presentes y pasadas, escribieron una historia censurada, invisibilizada, que está aún pendiente de ser contada desde abajo, colectiva y críticamente.
En el presente, los múltiples movimientos sociales, políticos y culturales, situados en una diversidad territorial y regional que constituye la riqueza de nuestro continente, expresan, por un lado, la supervivencia como actualización de una praxis siempre presente en la memoria colectiva. Por otro, enfrentan el gran desafío de proyectarse en el presente, desplegando proyectos superadores que insinúen hoy la sociedad que queremos construir e imaginamos.
Se despliegan aquí una diversidad de problemas y dimensiones del presente latinoamericano:
Las naciones originarias. Pensamientos y culturas. Unidad y diversidad. Su aniquilación necesaria para la vigencia y el avance del capitalismo colonialista y depredador.
La emergencia del pensamiento crítico en América Latina sistematizado en las ideas de los Libertadores. Coherencias y contradicciones entre praxis política y pensamiento. Características del pensamiento revolucionario y emancipador, en vinculación con las revoluciones de independencia que se sucedieron en el siglo XIX. La cristalización y la apropiación de su pensamiento por la cultura de la dominación.
El pensamiento crítico en la constitución de los Estados nación latinoamericanos. Las tendencias hacia el positivismo, el caudillismo y el militarismo. Las incipientes luchas por la emancipación y sus pensadores. Los procesos migratorios externos e internos. La conformación de la fuerza de trabajo, los movimientos políticos, las múltiples aristas del pensamiento crítico. El pensamiento único y las primeras formas de resistencia en los Estados nacionales consolidados. Los populismos. Las organizaciones sociales de transformación social. Los distintos y contradictorios lugares de la iglesia en este proceso histórico. El terrorismo de Estado.
La relación entre la producción del pensamiento crítico y los movimientos sociales, culturales y políticos en la actualidad. Movimientos por la autogestión, autoorganización y emancipación del trabajo. Movimientos de construcción comunitaria y territorial. Movimientos de los pueblos originarios. Movimientos que cuestionan la globalización capitalista. Movimientos que proponen otras formas de vida, de producción. Movimientos de campesinos y movimientos de pobladores. Movimientos de jóvenes, estudiantes, colectivos culturales, organizaciones barriales.
Los desafíos de los estados latinoamericanos. Su relación con los movimientos sociales. Los procesos constituyentes multi y pluri culturales (Bolivia, Ecuador, Venezuela, Colombia, Nicaragua). Posibilidades, límites y perspectivas. Los nuevos socialismos latinoamericanos (el del siglo XXI venezolano, el socialismo comunitario y el capitalismo andino de Bolivia, la revolución ciudadana de Ecuador). El desafío de la integración.
Las tradiciones intelectuales latinoamericanas recuperadas críticamente, no para reproducirlas o repetirlas, sino para recrearlas, reformularlas y actualizarlas, como ya planteara Mariátegui. En la primera mitad del siglo XIX podemos resaltar las ideas de Bolívar, San Martín, Artigas, Morelos, Toussaint-Louverture, entre otros. Ya en el siglo XX nos encontramos con Martí, Mariátegui y Sandino. Y de los últimos cincuenta años podemos nutrirnos con las ideas de Florestán Fernandes, Agustín Cuevas, Álvaro García Linera, René Zavaleta, Adalberto Torres Rivas, Ruy Mauro Marini, Pablo González Casanova, Enzo Faletto, Carmen Miró, Emir Sader, Orlando Fals Borda, el subcomandante Marcos y Aníbal Quijano, entre tantos otros{1}. Además de su pensamiento agudo y disruptivo, podemos rescatar la práctica política y militante de estos intelectuales latinoamericanos{2}. Es decir, una praxis que articula producción intelectual con práctica política. Vemos así que rigurosidad y compromiso son nociones que lejos de contraponerse, se potencian mutuamente. No es posible un verdadero compromiso sin producir conocimiento riguroso; a la vez que no es posible lograr la rigurosidad si no se parte de un involucramiento con la realidad en la que vivimos y los caminos hacia su transformación.
Ciencias sociales, emancipaciones y sujetos sociales
Para abordar los estudios que proponemos es necesario adoptar perspectivas interdisciplinarias, dinámicas y complejas. Así, para encarar la cuestión de las revoluciones y el lugar de las clases y sujetos subalternos, creemos necesario introducir el tema de las independencias y de las emancipaciones.
La ruptura de las situaciones coloniales se realizó durante más de dos siglos mediante procesos revolucionarios que derivaron en la constitución de nuevos estados nacionales independientes. Las declaraciones de la independencia suelen ser consideradas el momento fundante de las nuevas naciones poscoloniales. Así, se construye un lazo histórico y conceptual entre revolución e independencias. Claro que este vínculo es también parte de una construcción hegemónica, ya que el proceso de construcción de los estados nacionales se ubica en el último tercio del siglo XIX y está muchas veces relacionado más con la desactivación que con la realización de las utopías más radicales de las revoluciones de independencia.
Así, los procesos independentistas latinoamericanos no fueron únicos ni homogéneos. Las diversidades son múltiples:
Distintas situaciones locales y regionales.
Diversos sujetos sociales en disputa y conflicto (aristocracias coloniales, incipientes burguesías para las que la situación colonial era una traba, grupos populares urbanos y rurales, líderes o caudillos regionales y locales).
Diferentes proyectos para reorganizar el estado poscolonial. Desde los distintos “radicalismos revolucionarios” (Ricaurte Soler, 1980), hasta los grupos que, bajo una nueva organización política, buscaban mantener o ampliar sus privilegios económicos. Se configuraba así el “dilema de la Independencia” que signará la dinámica histórica latinoamericana durante todo el siglo XIX y buena parte del XX (Guerra Vilaboy, 2007).
Avanzar en la cuestión de la emancipación nos lleva a indagar en la problemática asimilación del hecho independentista con el hecho emancipatorio. Sin duda, ambos procesos no son paralelos, sucesivos ni se presuponen, al menos así lo demuestra el proceso histórico latinoamericano. Y entonces se presenta el interrogante ¿para cuáles sujetos sociales la independencia significaba y significa el logro de emancipación y para cuáles no?
Mientras la revolución tiende a concentrarse en el proceso de ruptura y formación de una entidad política nueva, la independencia califica el estatus de lo nuevo. ¿Qué significa que un estado nacional sea independiente?, ¿cómo se puede sostener la noción de independencia en un mundo capitalista cada vez más mundializado? Un Estado nacional puede ser independiente en términos jurídicos, pero puede no serlo en términos económicos, culturales o incluso diplomáticos. Por ejemplo, ha sido una cuestión recurrente entre los intelectuales de la naciente América Latina del siglo XIX la necesidad de complementar la emancipación política con la emancipación cultural. Es decir, producir una nueva cultura, propia, desplegada a partir de las singularidades locales. Con el desarrollo del imperialismo en la segunda mitad del siglo XIX, la integración subordinada de las economías locales al mercado mundial introdujo una nueva incógnita sobre la independencia. ¿Se justifica llamar independiente a una economía que funciona en inequívoco sometimiento a ciclos o decisiones económicos metropolitanos?
Así, la problemática se complejiza si traspasamos el plano del Estado nación para ubicarnos en la dinámica social. ¿Cómo construir una sociedad independiente y emancipada? Aquí se abre camino la cuestión de la autonomía, que se reactualizó en la región con los procesos sociales, culturales y políticos de los últimos años.
Para muchos autores, la fragilidad de la independencia en las regiones periféricas del planeta ha conducido a diversas elaboraciones sobre su viabilidad como adjetivación de las realidades histórico-sociales. Veamos brevemente dos de ellas para extraer luego consecuencias para los problemas que aquí se presentan.
La noción de independencia del sometimiento colonial y la necesidad de erigir nuevas formaciones nacionales libres de la subordinación política a un centro metropolitano, debido a sus complejas articulaciones de deudas con el iluminismo y con el romanticismo (esta duplicidad aparentemente contradictoria ha sido un rasgo habitual en América Latina hasta la hegemonía del positivismo en la segunda mitad del siglo XIX) dejó una herencia sobre la independencia, que debía ser absoluta. Para que la independencia sea tal, como libertad de toda cadena externa, esta no puede ser mancillada, pues entonces se torna incompleta, interrumpida o falsa. Con el auge del nacionalismo en América Latina, a comienzos del siglo XX, y con la posterior inflexión producida por las revoluciones mexicana y rusa surgió el sintagma -ya enunciado por Martí- acerca de la necesidad de “segunda independencia”. Esta frase a veces se acompaña por el adjetivo “definitiva”.
Así, estas propuestas se refieren a un perfeccionamiento de una independencia que es considerada fallida, inconclusa o incompleta. Se supone que las rémoras del colonialismo o las formas de la sujeción imperialista posterior, crearon nuevas lógicas de subordinación. En general, las vías para la “segunda independencia” oscilaron, a veces conflictivamente, entre dos variantes. Por un lado, la liberación nacional de corte nacional– revolucionario. Por el otro, la construcción de un orden socialista. Desde puntos de vista distintos, ambas variantes venían a terminar una obra inconclusa. Lo interesante es que también en este segundo momento de independencia real la tarea se realizaba por medio de la acción revolucionaria, reintroduciendo la conexión conceptual entre independencia, revolución y emancipación.
Un segundo ejemplo de la actualización de la problemática de la independencia es la creación de la teoría de la dependencia, que se planteó, en el campo de las ciencias sociales y de la política, como una superación del paradigma desarrollista. De esta manera, la teoría de la dependencia rompe con las concepciones que veían la demora de los países periféricos para superar las enormes dificultades de sus desarrollos económicos y sociales en el acceso a un capitalismo superior. Por el contrario, para el dependentismo, el problema se plantea en el modo en que el capitalismo efectivamente existente reproduce, e incluso profundiza, gracias a su mismo despliegue, las dinámicas de subordinación. La solución no consiste, en consecuencia, en incentivar una revolución a favor del capitalismo, sino en cuestionar el sistema general de la lógica capitalista. Por cierto, hubo diversas modulaciones de esta idea general de dependencia y emergieron propuestas que llegaron a conciliar ciertas lógicas capitalistas y aun la noción de una fractura con el mercado mundial como posibilidades de sortear la dinámica de la dominación. Lo que aquí nos interesa es subrayar cómo las teorías de la dependencia pusieron de nuevo en la palestra el problema de la independencia, que a partir de allí no podía ser reducida a la soberanía jurídica de un Estado nacional.
Desde los primeros lustros de la vida independiente de América Latina y el Caribe, la dimensión continental aportó un aspecto decisivo de la discusión sobre la independencia. Diversas formulaciones intentaron describir una condición persistente: para los países dependientes ninguna emancipación podía lograrse de manera total sin la colaboración y confluencia de los estados nacionales en la búsqueda de una independencia latinoamericana. Esta visión continental se expresó también en planteos acerca de la construcción de una nación latinoamericana, una patria grande que superase las divisiones que se habían gestado a la luz de las luchas revolucionarias de independencia. Esto fue posible por un tiempo, por ejemplo, en América Central y también en la zona de la Gran Colombia, aunque luego se diluyó por los intereses de las aristocracias y oligarquías locales, muchas veces aliadas al capital extrarregional (de Estados Unidos o países europeos).
Así se debatió la sobrevida del ideal bolivariano de una patria grande y el nutriente de los reiterados programas de una unidad subcontinental, que luego también alimentó José Martí. Fue también lo que indujo a pensar la revolución en dimensiones latinoamericanas o, más recientemente, a inscribir los procesos de reformas profundas en un horizonte latinoamericano.
La construcción de los Estados nacionales se hizo en muchos casos a costa de sectores o grupos que fueron perseguidos y sacrificados en beneficio de una idea homogénea, blanca y civilizada de nación. Numerosas etnias fueron así diezmadas y obligadas a adecuarse a las exigencias centralistas y etnocéntricas de los Estados nacionales. El movimiento obrero fue estigmatizado como portador de ideas extranjeras, ajenas al ser nacional, subversivas y, por tanto, excluidos del concepto de nación de las clases dominantes, preocupados por la denominada cuestión social.
Los Estados nacionales fueron construidos sobre la oposición civilización o barbarie (que en el río de La Plata acuñara Sarmiento, entre otros), lo que llevó a invisibilizar, subalternizar y, muchas veces, exterminar a grupos sociales que se oponían, práctica o potencialmente al Estado que se quería construir desde la dominación.
La pretensión de centralismo y etnocentrismo de los Estados nacionales puede observarse también respecto de las tensiones federales (provinciales o regionales) contra la imposición de poderes centrales y unitarios. Por cierto, ninguna de las tensiones entre escalas de soberanía y dependencia es natural. Todo recorte implica una lógica política y, por tanto, conflictiva. Así sucede con las demandas locales, regionales o provinciales, que, como se ha demostrado recientemente en algunos países latinoamericanos, pueden amparar tanto reivindicaciones de justicia como secesionismos clasistas y racistas. Se puede afirmar que la problemática de la independencia también se dirime en los espacios transnacionales y subnacionales tanto como en el nacional. De otro modo, el enfoque quedaría preso de las definiciones más o menos convencionales elaboradas por las élites y clases dominantes de los siglos precedentes, que constituyeron el Estado nacional como el garante del nuevo orden político y económico. Así como la revolución debe ser pensada en los planos continentales, nacionales y locales, igual debe ser problematizada la cuestión de la independencia y también la de la emancipación.
¿Sigue vigente la aspiración a una vida común independiente en un tiempo en que la dependencia tecnológica y mercantil parece estructurar la realidad? La pregunta nos desafía, sobre todo para realizar el análisis de los procesos reales que sucedieron y que suceden, de los sujetos sociales de esos y estos procesos, de las relaciones sociales que se imponen, de las bases económico-sociales hegemónicas, de los procesos emancipadores habidos y en curso. La muy actual idea de globalización o mundialización imprime urgencia a la noción de independencia, pues da relieve a la interconexión del mundo, las migraciones, los intercambios, la difusión de idiomas y costumbres, la circulación de mercancías e ideologías. No obstante, también enfatiza las lógicas singulares de coagulación de las mencionadas tendencias, su carácter difícil y a veces violento. La independencia también puede y debe ser discutida a la luz de la situación contemporánea, pues es el otro aspecto de una creciente interdependencia que, si no es pensada críticamente, conduce a la legitimación de las asimetrías de un mundo en apariencia uniforme.
Asimismo, las alternativas emancipatorias deben ser consideradas desde su historia pero en clave contemporánea, y en relación con la independencia. Abordar la trayectoria histórica de dos siglos latinoamericanos -el Bicentenario- a partir de las rupturas del orden colonial y sus consecuencias, reconfiguraciones y transformaciones, y en la perspectiva de una reflexión sobre sus independencias y las alternativas emancipadoras supone trabajar sobre las tres nociones centrales que propusimos. Por un lado, la de revoluciones de la independencia, cuya relevancia se extiende generalmente durante el siglo XIX, desde la revolución en Haití hasta la independencia cubana de 1898-1902. Por otro lado, la de revolución y segunda y definitiva independencia, como hemos dicho, tensionada entre las realizaciones socialistas y nacionalistas planteadas en el siglo XX. En tercer lugar, e íntimamente relacionado con los anteriores, la noción de emancipación, que permite vincular la lucha contra la opresión y la lucha contra la explotación, planteando cambios sustanciales de estructuras socioeconómicas, políticas y culturales. Pensamos que la postulación y articulación de estos tres conceptos permite organizar una investigación que comprenda los dos siglos del Bicentenario a la luz de una trama conceptual sintética y consistente.
Respecto de la escala de análisis, aparecen al menos cuatro planos: subcontinental, nacional, subnacional y local. Esto permite recuperar un análisis que supere las historias meramente nacionales que han dominado el conocimiento producido hasta el momento, a la vez que inscribir estos desafíos en la recuperación del ideal bolivariano de integración latinoamericana y caribeña.
Además de la importancia formativa de las temáticas de las revoluciones, las independencias y las alternativas emancipatorias para las ciencias sociales, las mismas son relevantes para nuestro tiempo, donde la crisis del paradigma neoliberal y la emergencia de nuevos proyectos populares y democráticos reintroducen los tres conceptos que aquí enhebran al Bicentenario latinoamericano y caribeño.
El vínculo entre revolución, independencia y emancipación puede ser rastreado en numerosas vertientes culturales e ideológicas, desde el romanticismo al socialismo, pasando por el nacionalismo revolucionario y el tercermundismo. Pero, también tienen tradiciones teóricas, desde el marxismo a la teología de la liberación, desde la teoría de la dependencia a la crítica poscolonial.
Si pensamos que el proceso de construcción de conocimiento crítico y transformador no puede estar escindido de la práctica social y política concreta. Si estamos convencidos de que rigurosidad científica y compromiso intelectual no son términos o momentos contradictorios, sino que se necesitan y potencian mutuamente, se plantearán nuevos problemas en el presente a la luz de los procesos históricos y las prácticas concretas y situadas.
Así, nuevas realidades, y en ellas, el reconocimiento de sujetos invisibilizados y oprimidos, de nacionalidades y culturas relegadas, la construcción de nuevas integraciones, así como la asunción de que la opresión y explotación social continúan, nos alientan en la búsqueda intelectual y política que proponemos.
Los desafíos del presente y el futuro latinoamericano
Pensar el presente del Bicentenario latinoamericano implica también asumir desafíos que se proyectan hacia el futuro. Enumeraremos ahora los principales, sin pretensiones totalizantes; sino como una posible guía hacia la construcción de una praxis crítica desde y hacia América Latina.
Un presente configurado por diversidades. El desafío de construir lo común a partir de las diversidades. La convivencia, el compartir el mundo con otros. Múltiples diversidades y cómo construir desde ellas las formas de estar juntos.
La dinámica de lo que denominamos las “4 D”. Si en los cincuenta y sesenta era el desarrollo; en los setenta la dependencia; en los ochenta la democracia y en los noventa la devastación y el desguace; en la actualidad la D podría ser la de la diversidad. Estas diversidades son múltiples en nuestro presente. Entre las principales podemos consignar las de clase, las nacionales, étnicas, culturales, por sexualidades y géneros, generacionales, territoriales, tecnológicas, entre otras.
La multi, pluri, inter y trans culturalidad. Recuperar y profundizar en las diferencias que existen entre estas nociones. Mientras la interculturalidad remite a sujetos más unívocos que se vinculan con otros mundos culturales desde su cultura; hablar de multi, pluri y trans culturalidad -con sus matices- nos enfoca en sujetos múltiples, que habitan y son habitados por una pluralidad de culturas y que construyen su relación con el mundo desde esa diversidad que atraviesa espacios y situaciones. Y el desafío también es lograr que la pluralidad de diferencias y diversidades del presente no se transformen en desigualdades actuales y hacia el futuro (Vommaro, 2009).
El problema de la integración regional. Asumir y revertir una de las contradicciones más importantes de nuestro tiempo: que las mercancías y el capital tienen libre circulación y las personas ven restringidos sus movimientos. Esto nos envía directamente al problema de las migraciones, tan vigente en nuestro continente.
Las relaciones entre Estado y sociedad. Repensar y redefinir la democracia. ¿Qué democracia queremos y hace falta en nuestros países? Sin duda, hoy es necesario adjetivar la democracia ya que el término ha quedado vacío y solo referencia aspectos formales que muchas veces esconden realidades autoritarias y opresivas. El desafío de lograr espacios y mecanismos de participación directa. El lugar de las organizaciones sociales en estas cuestiones. Lo territorial como dimensión de la política. La territorialización de la política y la politización del territorio. Las formas alternativas de la política. La construcción de lo público no necesariamente ligado a lo estatal, sino también a espacios comunitarios. El problema de la autonomía. Las políticas públicas. Cómo es posible fortalecer desde el Estado las capacidades sociales, como potenciar lo que existe, lo que las organizaciones sociales producen y proponen.
Las formas alternativas de producción en lo rural y lo urbano. La soberanía alimentaria, el medio ambiente. Las empresas recuperadas. Los emprendimientos productivos comunitarios desde las organizaciones sociales. Las nuevas sociedades en el presente.
El desarrollo humano y la reactualización del humanismo. La multidemensionalidad del hombre. Las múltiples y diversas dimensiones de la realización del ser humano. Asumir que el sujeto solo se realiza en comunidad, estando con otros, compartiendo su ser y su hacer.
Los desafíos se enriquecen con las preguntas que se plantean en el seno de CLACSO y hacia los intelectuales y organizaciones sociales latinoamericanas. En el número dos de la Revista Crítica y emancipación, editada por CLACSO en mayo de 2009, se consultó a algunos intelectuales latinoamericanos -o que piensan América Latina- acerca de los desafíos que debe encarar una agenda del pensamiento crítico latinoamericano. Algunos de los principales que se citaron allí fueron:
1 Superar el eurocentrismo, el monoculturalismo. Se desperdicia y se menosprecia el pensamiento popular, campesino e indígena, su experiencia, sus saberes, sus tradiciones, lenguajes, prácticas. El pensamiento crítico es también multicultural.
2 Relación entre la adscripción de clase y otras subjetividades colectivas: mujeres, indígenas, campesinos, afrodescendientes, minorías sexuales, migrantes, ciudadanos organizados, pobladores. No como homogenización, no como unificación.
3 Asumir el problema del Estado. El Estado como campo de contradicciones, como escenario de lucha. Es herramienta de dominación, pero también es terreno de disputas. Relación entre movimientos sociales y Estado.
4 Construcción de formas alternativas de producción y sociedad. No quedarse en los modelos anteriores. Hay fuentes en el socialismo, pero el poscapitalismo no puede reducirse a eso.
5 Pensar la democracia más allá del sistema liberal conocido. ¿Existen otras formas de democracia? El respeto por los derechos humanos. Los básicos, pero también ver si hay otros derechos humanos para contemplar y defender.
6 Concebir una integración regional no colonial. ¿Es posible construir bloques regionales que no sean solo de resistencia u oposición, sino de propuestas e iniciativas?
7 Impulsar un desarrollo que parta del buen vivir, de los saberes de otras culturas, de la relación con la naturaleza. Concebir al sistema económico también en su dimensión cultural.
Lo decolonial. Como superar las realidades coloniales y colonialistas, a la vez que las visiones que las sustentan y reproducen. Las dinámicas entre lo poscolonial y lo decolonial.
Construir conocimiento, pensamiento y práctica desde y hacia América Latina. Una praxis latinoamericana. Impulsar lo nuestro americano. Y aquí tenemos que pensar también cómo la Universidad puede ser un espacio potente para la producción de pensamiento crítico y su capacidad para estimular la creación y la innovación para fortalecer los proyectos alternativos y disruptivos, antes que asegurar la reproducción de lo que existe.
Referencias
Crítica y emancipación. Revista latinoamericana de Ciencias Sociales (2). (2009). Buenos Aires: CLACSO.
Crítica y emancipación. Revista latinoamericana de Ciencias Sociales (3). (2010). Buenos Aires: CLACSO.
Cueva, A. (2008). Entre la ira y la esperanza y otros ensayos de crítica latinoamericana. Bogotá: CLACSO y Siglo del Hombre Editores.
De Sousa Santos, B. (2007). Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social. São Paulo: Boi Tempo.
Faletto, E. (2009). Dimensiones políticas, sociales y culturales del desarrollo. Bogotá: CLACSO y Siglo del Hombre Editores.
Fals Borda, O. (2009). Una sociología sentipensantepara América Latina. Bogotá: CLACSO y Siglo del Hombre Editores.
Fernandes, F. (2008). Dominación y desigualdad: el dilema social latinoamericano. Bogotá: CLACSO y Siglo del Hombre Editores.
Fernández Retamar, R. (1989). Algunos usos de Civilización y Barbarie. Buenos Aires: Letra Buena.
García Linera, Á. (2009). La potencia plebeya. Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia. Bogotá: CLACSO y Siglo del Hombre Editores.
González Casanova, P. (Coord.) (1988). América Latina: Historia de medio siglo. México: Siglo XXI.
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