Kitabı oku: «Historia de la industria papelera valenciana», sayfa 5
El papel obtenido de esta manufactura presentaba una calidad comparable, e incluso superior, al catalán, aunque resultaba algo más caro. En una carta del intelectual, impresor y editor Antonio Bordassar d´Artazu a Gregorio Mayans i Siscar, fechada el 4 de septiembre de 1731, aquél afirma: “respecto de papel, el de esta carta i su cubierta es el nuevamente fabricado en el molino de los frailes de Segorbe. Vea Vd. si le gusta, i tomaré unas 16 resmas que tienen, a 10 reales con costeras, si no, lo tomaré de Cataluña que le ai a nueve reales i medio, limpio de costeras i blanco, aunque no tan firme”139. Bernardo Espinal confirma la alta estima en que se tenía al papel de la manufactura de la Cartuja: “Tiene esta Cartuja molinos de papel y le fabrican de buena calidad que después de Capellades y otros molinos de Cataluña tiene la preferencia de los demás de España”140. Entre sus clientes, contaban incluso con el impresor del capítulo de la Catedral de Valencia, Antoni Bal·le, quien reconoció haber recibido107 resmas; por su parte, Mn Vicente Fraga, procurador de la fábrica del papel de la Real Cartuxa de Valdechristo, confesó haber recibido del s. canónigo D. Theodoro Thomás “cinquenta y tres libras y dos sueldos por cinquenta y nueves resmas de papel ordinario que se ha entregado a Anto. Bal·le de cuenta de dicho sr. canónigo, a razón de nueve reales la resma”141.
El papel elaborado en las manufacturas del monasterio resulta inconfundible, pues, por filigrana, se adoptó el escudo heráldico de la Cartuja, cuyas armas estaban tomadas del rey Martín I, fundador del cenobio. El escudo presenta las cuatro barras de Aragón, sobre ellas, la cruz y la leyenda Val de Christo, en letras mayúsculas. Carbonell y Manclús distinguen dos tipos de filigranas, claramente diferenciadas, la primera de dos cuerpos, y la más frecuente, de un solo cuerpo142. Al igual que hacían otras cartujas, los monjes de Altura arrendaban sus molinos a fabricantes. Así, en las últimas décadas del siglo XVIII, Mateo Madalena, vecino de Segorbe y fabricante de papel, se hizo cargo del arrendamiento de los molinos de la Real Cartuja de Vall de Cristo143. El papel procedente del monasterio, aun cuando los monjes no lo fabricaran directamente, conservaba sus filigranas.
A estos molinos, alude el castellonense Ponz, en su libro fechado en año 1789, al señalar que “junto á villa de Altura, situada entre Valdechristo, y Segorbe, perteneciente á dicha Cartuxa, tiene la Comunidad molinos de papel, y se fabrica de buena calidad”144. Larruga, del mismo modo, se refiere detalladamente a la fabricación de papel blanco por parte de la Cartuja. Ricord, en 1791, afirma que en Altura se fabricaba tanto papel blanco como papel de estraza. Llama la atención el silencio de Cavanilles, sobre la industria de Altura, puesto que suele incluir una documentación muy detallada. Laborde confirma estos extremos: “sus religiosos han establecido una fábrica de papel en Altura, lugar de 1500 habitantes, que les pertenece y se halla a un quarto de legua del monasterio. En éste se conserva la primera carta hidrográfica plana que se trabajó en el mundo el año 1413, dos años antes que se estableciese en los Algarbes la academia náutica, que se cree la inventora de este descubrimiento. Su autor fue Matías Viladestes, mallorquín”145.
La propiedad y aprovechamiento del manantial de la Esperanza, disputados por regantes y molineros, fue objeto de un complicado pleito entre la ciudad de Segorbe y el monasterio146, que ha sido estudiado por Carbonell Boria y Monclús Cuñat147. La fundación del nuevo molino de papel (año 1728), ubicado entre Segorbe y Navajas, desencadenó el contencioso, sobre el cual se pronunció la Junta de Comercio en 20 de diciembre de 1748, “a fin de que desde aora a lo succesivo no se perjudique por ningún motivo a la fábrica de la referida Cartuja de Vall de Christo” 148. En el año 1758, el Intendente envió una comisión, integrada por Joseph Pedrós (alguacil mayor de la Intendencia) y Gaspar Francisco Ramoy (escribano). La ciudad de Segorbe puso en tela de juicio su imparcialidad, atribuyendo a los comisarios las siguientes palabras: “Más quiere el Rey una fábrica que a sus vasallos”149, a las que replicó Felipe Font, labrador segorbino, de la siguiente manera: “Que el Rei ningún quartel cobrava de la fábrica de papel y sí de los vecinos, por lo que más querría el Rei que éstos regassen sus heredades que no que anduviese la fábrica”150. Según los de Segorbe, “pretenden la Cartuja de Vall de Christo deberían dársele tres hiladas de agua de la que discurre por la acequia de la fuente nombrada de la Esperanza para beneficiar la fábrica de papel blanco que aquél posehe dentro del término de Altura”151. Según la ciudad de Segorbe, el conflicto se inició a consecuencia de la “novedad de tomar el monasterio media hilada de agua continua de la dicha azequia (que) es ocasionada de haver nuevamente fabricado un molino de papel entre los partidores de Dientes y Gerèa”152. El pleito acabó en 1765, pero, sólo seis años más tarde, se reabrió porque el agua del molino se vertía directamente al río, “sin embargo de haver reconvenido al monasterio para que indemnizase esta quiebra, no se ha logrado más que la esperanza de que se les haría cierto conducto que aún no se ha llegado â effectuar, haviendo también provocado ( . . . ) que la falta de dicha media hilada de agua únicamente cede en perjuicio de los vezinos de Segorve, respecto â que los de Altura en los días que se ha de partir procuran todos los arbitrios para quitar â la ciudad de Segorve, poniendo piedras, brozas y otras cosas”153.
Los monjes consiguieron suficiente agua para que el molino no sufriese contratiempo alguno por este motivo e incluso, antes de finalizar la centuria, el molino de los cartujos se remodeló, adaptándose, desde 1777, a la elaboración de papel de imprenta, florete, estraza, marca mayor, marquilla y cartones154. Sin embargo, el monasterio hubo de enfrentarse a varios contenciosos, así, por ejemplo, en 1806, fue denunciado por el baile de Sagunt por iniciar las obras de un molino harinero, sin permiso del intendente, aunque ganó la Cartuja155. También hubo pleitos entre este monasterio y los vecinos de Altura por el derecho de establecer tierras y aguas156.
Los molinos de la Cartuja de Vall de Cristo en Jérica
Junto a los molinos de Altura, debemos reseñar los de Jérica, también destinados a la fabricación de papel por los propios monjes157, tal y como señala Ricord. Larruga confirma que, en 1789, la Cartuja contaba con dos fábricas de papel blanco en Jérica. En el inventario realizado en el molino, al reabrirse en el año 1819, se reseñaron dos ruedas con nueve pilas, una tina con su hornillo, una caldera de cola, dos perchadas, etc. Además, del molino descrito, también disponía del “batanico de abajo” que contaba con 3 pilas corrientes, con su perchada, etc.158 Seguramente, ambos molinos quedaron inactivos, temporalmente, a raíz de las convulsiones bélicas y la inestabilidad política de las primeras décadas del siglo XIX.
Los molinos papeleros dieciochescos de Segorbe
Según un cabreve del año 1737, Segorbe contaba con dos molinos papeleros, uno de ellos, emplazado en la partida de El Alvalat, fabricaba papel a la vez que molturaba cereal, siendo propiedad de los herederos de Joseph Ortells159; quizás se trate del mismo que, en 1661, pertenecía a la viuda de Joseph Valero, que primero, había sido harinero, luego, pasó a elaborar papel de estraza y, en las fechas en que se realizó el cabreve, se había especializado en la fabricación de papel blanco de gran calidad, pagando un censo anual de 60 sueldos. El otro había sido establecido por el albañil Juan Martínez, en régimen de enfiteusis, bajo el dominio mayor del duque de Segorbe, en una huerta de 6 hanegadas, pagaba un canon de 33 sueldos y fabricaba papel de estraza160. En el año 1744, estaba activo un tercer molino papelero, propiedad de Matías Lozano que, ubicado en la huerta de Segorbe, en la partida de El Alvalat, fabricaba papel de estraza161. La expansión comenzada por el sector papelero en la década de 1740 continuó, de forma que en el Censo del año 1747, figuraban ya cuatro molinos papeleros162.
Castelló, al referirse a Segorbe, afirma: “En su término hai tres molinos de papel fino y en nuestros días se ha establecido en las inmediaciones de la ciudad una fábrica de loza a semejanza de la de Alcora”163. En el año 1773, estos tres fabricantes papeleros –Julián Fuertes, Francisco Ferreras y Jaime Tort- y la Cartuja enviaron papel blanco a América. Larruga reseña cuatro molinos, concretamente, dos de papel fino blanco (propiedad de la marquesa de Cruilles y Francisco Ferreras Huarro, respectivamente), otro que elaboraba tanto estraza como papel fino (propiedad de Jaime Tort Torres) y un cuarto, de estraza (quizás, el perteneciente a Matías Lozano)164. En los envíos de papel blanco hacia América correspondientes al año 1782 figuran la Cartuja y cuatro fabricantes, a saber, Joseph Frigola (arrendatario de la manufactura de la marquesa de Cruillas), Jayme Tort, Francisco Ferreras y Xavier Bolumar.
Aventajaba a todos el molino de papel blanco de la marquesa de Cruilles que disponía de 4 ruedas y 21 pilas, ocupando a 21 operarios. Obtuvo, en el año 1771, privilegios de la Corona, en recompensa por lo avanzado de su tecnología y la calidad de su papel165. Al obtener la real protección, adquirió todas las preeminencias correspondientes, incluido el “uso del escudo de sus reales armas sobre las puertas de ella (manufactura) y demás almazenes que se quisiesen poner en estos reynos, y con el fuero de su Real Junta de Comercio”166. Ubicado en la partida del Censal, se vio afectado por sucesivas avenidas, especialmente en los años 1776 y 1782, que lo fueron debilitando, así, en el año 1786 “ha decaído mucho aquella fábrica y se encuentran en el Reyno no pocas que fabrican igual ê incomparablemente mejor papel”167. Este molino se arrendó sistemáticamente a fabricantes, entre ellos, Juan Dustou Larrosa168, Jaime Tort Torres y Joseph Frígola (que dio nombre al molino), cuyo arriendo concluyó en el año 1785. Posteriormente, otros fabricantes, como Juan Brugada, se hicieron cargo del molino. En octubre del año 1790, por decreto de Su Majestad y señores de su Real Cámara, se autorizó a Manuel María Monserrat y Acuña, marqués de Cruillas, para que en el término de dos años –luego, se amplió un año más- procediese a la venta de un molino de papel, sito en el término de la ciudad de Segorbe, y dos pedazos de tierra huerta, en el término de la Vega de la ciudad de Valencia, con cuyos fondos se dotarán dos capellanías. La venta de las tierras se hizo efectiva en 1793, siendo adquiridas por Josefa Caro, baronesa viuda de Cheste; sin embargo, no nos consta la venta del molino papelero169. A principios del siglo XIX, estuvo arrendado a Jaime Frígola y Francisco Romaní, este último un fabricante papelero muy conocido por estas fechas170.
En el año 1744, Matías Lozano y Juana Novella figuraban como propietarios de un molino que fabricaba papel de estraza y de un batán de enfurtir paños, además de diversas tierras (estimaron su hacienda en 1300 libras). Ese mismo año, decidieron hacer “gracia y donación pura y perfecta que el derecho llama inter vivos irrevocable al dicho doctor Mathías Lozano subdiácono”, su hijo pequeño, de los citados artefactos171. Gaspar Pastor, administrador de la real renta del 8%, consideró que dicha donación era “notoriamente fraudulenta, y como á tal, nula”172, puesto que se había hecho exclusivamente con la finalidad de eludir al fisco. En efecto, el poner el molino a nombre del sacerdote sólo pretendía soslayar la obligación de satisfacer algunos impuestos, como ocurrió cuando quiso entrar el papel en Valencia173. En el año 1786, Matías Lozano y Roque Pérez entraron en conflicto con la testamentaría de la marquesa viuda de Cruillas, cuando ésta pretendió variar el cauce de la acequia que conducía el agua a su molino papelero174. La testamentaría de la marquesa fracasó en su intento de abrir una acequia nueva por terrenos de propiedad particular.
Manuel Rodríguez, propietario de un molino de papel emplazado en la partida de Amara, obtuvo el correspondiente establecimiento “de la muy Ilustre Ciudad para conducir y llevar el agua á dicho molino y usar francamente de la que fuere necesario para el uso y aprovechamiento de la indicada su fábrica, tomándola del río (acequia Fonesca)”175. No obstante, en el año 1772, los regantes iniciaron un pleito contra los propietarios del molino. El litigio continuaba en el año 1800, cuando el molino ya había sido adquirido por Jaime Tort Torres176.
El propio Jaime Tort Torres, en el año 1775, solicitó permiso al ayuntamiento de Segorbe para establecer un segundo molino, próximo al anterior, ubicado en la partida de Agustina, para fabricar tanto papel de estraza como blanco177. Las instalaciones manufactureras incluían también un molino harinero de dos piedras y un batán, igualmente, de su propiedad.
En las últimas décadas del siglo, se aceleró el crecimiento de la industria papelera, como lo atestigua el establecimiento de cuatro nuevos molinos, duplicando el número de manufacturas en muy pocos años.
Juan Brugada, vecino de Madrid, con intereses en Murviedro y Navajas, figuraba como propietario de dos molinos “que se construyeron en estos últimos tiempos”178. Estos dos molinos, conocidos como «el de Lozano» y «el del Tesorero», estaban emplazados ambos junto a la acequia del Censal179, ahora bien, mientras el primero sólo fabricaba papel de estraza, el segundo hacía también papel blanco180. Según la descripción de las Relaciones: “A un quarto de legua de Segorbe, al Oriente, azia la mano izquierda, aun quarto de legua, se pasa el río, y antes hai un molino de papel mui crecido, que se llama del Tesorero, y se encuentra un lugar llamado Carrica, y a un quarto de Carrica, azia el Oriente, está la villa de Castellnovo”181.
Apenas, tenemos datos del séptimo molino papelero, activo en Segorbe a fi-nales del dieciocho. La documentación que poseemos, simplemente nos indica que pertenecía a Francisco Triguella, vecino de la ciudad de Segorbe, pero no nos proporciona más detalles, que permitan hacernos una idea de su tamaño u otras características182.
El octavo molino en activo pertenecía a Francisco Ferreras Huarro, quien establecería, al poco tiempo, un segundo molino papelero en Navajas. El origen de aquel molino se remonta al año 1767, cuando Manuel Martínez Pradal y Francisca Molina obtuvieron permiso del duque de Medinaceli para establecer un molino harinero en el término de la ciudad de Segorbe, partida de Olietes. Por escritura de 3 de julio de 1788, ante el notario Manuel Holano, los propietarios vendieron dicho molino a Francisco Ferreras. Ferreras amplió las instalaciones manufactureras de forma que junto al molino harinero construyó un molino papelero y una almazara. En sus conflictos con el fisco, Ferreras argumentaba que “la fábrica de papel y el molino arinero es todo una misma finca, situada en la propia idéntica partida y término; que el molino arinero es de muy corto valor, porque no tiene molienda continua”183. El molino papelero se hallaba en la parte superior, de forma que “se advierte que luego que sale el agua de dentro de la fábrica de papel, (…) a mui corta distancia la toma para introducirla en sus canales el dicho molino arinero”184.
Tanto Ricord, como el Almanak Mercantil incluyen a Segorbe entre las localidades papeleras, pero aportan pocos datos. Ricord indica que se fabricaba tanto papel blanco como de estraza. En el Almanak, se afirma: “hay fábricas de papel cerca de Segorbe”. Cavanilles cifraba el número de molinos en ocho, que producían 14.000 resmas185; pero al iniciarse el nuevo siglo, todavía se establecieron nuevos molinos, como el de Vicente Tort186.
Los molinos papeleros de Castellnovo
Bernardo Espinalt asegura que, en el año 1784, en Castellnovo, funcionaba un molino de papel blanco, a cuyo cargo, quizás, estuvo Xavier Bolumar, hasta que, en el año 1785, se instaló definitivamente en Buñol187. Después de Bolumar, otros papeleros tomaron el relevo, entre ellos, Francisco Rodier y Pascual Berinas. Miñano confirma la continuidad de una manufactura de papel blanco, activa en el año 1826.
De todas formas, por estas fechas, las fuentes aluden a un segundo molino, emplazado en la partida de Susierres, que compartía instalaciones con un molino harinero contiguo. Este molino, propiedad de Cristóbal Tort, se dedicó pronto a la elaboración de papel de estraza188. En diversos documentos, se hace referencia a Pascual Bernat, Manuel Bellón y Antonio Ibáñez, los dos primeros fabricantes de papel y, el último, oficial.
Otros molinos papeleros del Alto Palancia (Soneja, Caudiel y Bejís)
En las Relaciones, se afirma que en Soneja, “junto al río Segorbe hay algunos molinos de papel y trigo y algunas casas o masías”189. Ricord incluye a Caudiel190 entre los pueblos que elaboraban papel blanco y a Bejís entre los que poseían molinos de papel de estraza. Aunque, Ponz, natural de Bejís, en ningún momento alude a esta industria cuando se refiere a su pueblo natal, tenemos constancia de la actividad de dos molinos papeleros, dedicados a la fabricación de papel de estraza. Ambos, se afirmaba en 1806, de construcción reciente y, junto a ellos, varios batanes (uno de ellos, propiedad de Josef Vicente)191. Uno de los molinos192, se “construyó en el lugar de Bexis, en las riberas del río que le baña y actualmente posee Juan Benedito, vecino y morador del mismo”193, mientras que, del otro, se dice pertenecer a Vicente Alcayde194. Aunque los dos molinos fabricaban papel de estraza, posteriormente, en Bejís, también se elaboró papel blanco, como asegura Madoz y confirma Viñas Campi.
4.3.3. El siglo XIX
En el siglo XIX, comenzó un proceso de declive para la industria papelera del Alto Palancia, que culminó con su total desaparición. Aun cuando se abrieran nuevos batanes en Teresa de Viver y Castellnovo, la decadencia se cierne sobre Bejís y Segorbe. Tampoco los molinos papeleros de Altura y Jérica superaron jamás las consecuencias de la desamortización. En pleno declive, la industria papelera del Alto Palancia no contaba con unas circunstancias favorables para sumarse a las innovaciones tecnológicas, necesarias para su supervivencia. A consecuencia de los procesos de mecanización, desapareció, por completo, la industria tradicional, de forma que no hay continuidad entre aquellos molinos y las fábricas del siglo XX, todas de nueva creación.
Los molinos papeleros de Altura
Los molinos cartujanos de Altura (y Jérica) fueron arrendados, en el año 1819, a Francisco Romaní, que había formado compañía con Jaime Perera. Seguramente, el molino permaneció arrendado a este fabricante y a sus herederos hasta la desamortización. Con el desarrollo del movimiento liberal, la Cartuja empezó a tener problemas hasta, finalmente, ser suprimida y, por tanto, su comunidad declarada disuelta el 4 de septiembre de 1835. Sus propiedades pasaron a dominio de la Nación.
Después de la desamortización, el primer arrendatario del molino de Altura fue Mariano Huarro, fabricante de reconocido apellido papelero. No obstante, la insuficiencia de sus recursos financieros, le obligó a pedir un préstamo, con el que reanudar la actividad papelera. Reproducimos un fragmento del acta notarial que nos ha permitido comprobar estas circunstancias: “En la villa de Altura, á los once días de Enero de 1836. Ante mí, el infraescrito Escribano de su Majestad y testigos que se expresan, comparecieron Mariano Vicente, vecino y del comercio de la ciudad de Segorbe de una parte, y de otra Mariano Huarro de oficio papelero con la consorte Vicenta Máñez y Don Joaquín Lozano, presbítero, vecinos de esta villa ( . . . ). Dijeron: Que habiéndose quedado en arriendo dicho Huarro el batán de papel procedente del suprimido Monasterio de Valdecristo, y por consiguiente ahora de la Nación, y necesitando para su manejo de algunos fondos, han tratado y convenidose los comparecientes el que dicho Mariano Vicente les presta la cantidad de 20.000 reales de vellón que le hayan de abonar anualmente el rédito correspondientes ( . . . ) a devolver en dos años. Miguel Murciano de Echevarría195.
Madoz aún consideró que Altura disponía de la más importante concentración papelera de la provincia de Castellón. Sin embargo, la Cartuja fue puesta en venta mediante subasta pública, y adquirida, el 9 de noviembre de 1844, por Sebastián de Araujo y Pedro García Ruiz, que satisfizo 1.300 reales de vellón. Entre ambas fechas, el monasterio fue expoliado. La actividad papelera cesó definitivamente en este molino; así, se desprende de la documentación posterior, pues ni Giménez Guited ni El Indicador de Viñas Campi aluden a ella, lo que nos hace presumir que concluyó en este lapso de tiempo.
Los molinos papeleros de Jérica
En el año 1819, Francisco Romaní, que formó compañía con Jaime Perera (del comercio de Segorbe), arrendó los dos molinos papeleros de Jérica, emplazados en la partida de la Morería, junto al río Palancia. En este año, las dos manufacturas de Jérica estaban inactivas y, por lo tanto, la prioridad fue ponerlas en funcionamiento. Sólo lo consiguió en parte, pues únicamente habilitó una de las dos tinas disponibles. En ambos molinos, se proponían obtener papel blanco de escribir, “siendo el papel que se fabrica de muy buena calidad y por el mucho consumo, como por el ramo de policía se ha surtido en el año próximo pasado, para la impresión de pasaportes y son muchas á más las resmas que se hacen para Madrid”196.
Francisco Romaní había obtenido un contrato ventajoso (debía pagar 300 pesos, la mitad por el molino de Altura), ante el temor, por parte del prior, hacia las medidas que estaba tomando el gobierno constitucional (1820-3). De hecho, en el Diario de Valencia de 9 de febrero de 1823, se anunciaba la venta judicial del cuarto diezmo y medio diezmo de dicho molino, ubicado en la partida de la Morería. A la muerte de Romaní, el prior pretendió rescindir el contrato, iniciando un pleito contra Magdalena Tort, viuda de Romaní. No obstante, Tort obtuvo una sentencia favorable, por resolución de 16 de enero de 1833, a menos de tres años de la desamortización de la Cartuja.
Según Madoz, Jérica conservaba una fábrica de papel, mientras que la otra, al parecer, se reconvirtió en fábrica de borras. Esta fábrica no aparece en Giménez Guited del año 1862, pero sabemos que, dos años más tarde –así, se asegura en El Indicador-, seguía activa, se dedicaba a la elaboración de papel de estraza y pertenecía a José Monleón. En los Bailly-Bailliere de 1888 y 1900, se reafirma su continuidad, al tiempo que se asegura que la propiedad de los molinos de papel de estraza recaía en Rita Aliaga Espuch.
Los molinos papeleros de Segorbe
Sin duda, las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras de la centuria siguiente -cuando todavía se establecieron nuevos molinos, como el de Vicente Tort, datado en el año 1816197- fueron las de mayor esplendor de la industria papelera segorbina. Algunos de los molinos, los pertenecientes a fabricantes, eran explotados directamente por sus dueños. Sin embargo, otros molinos, aquellos que pertenecían a compañías comerciales, estaban arrendados a fabricantes papeleros. En esta situación, se encontraban los molinos de «Lozano» y «del Tesorero», ambos propiedad de los hermanos Juan y Antonio Brugada Carbonell, vecinos de Madrid. A principios del siglo XIX, el primero, emplazado en el Realet y dedicado a la elaboración de papel de estraza, estaba arrendado a José Saumell198, mientras que el segundo estaba arrendado a Francisco Gustems199.
Los arrendatarios de los molinos de «Lozano» y del «Tesorero» se vieron perjudicados por los remansos de agua efectuados por Severino Belarte (molinero y botiguero200), quien, recientemente, le había comprado un molino harinero a Antonio Arnau201. Este molino, conocido como de «Capuchinos» que, posteriormente, quedaría sometido a diversos usos202, se ubicaba encima de las fábricas de papel. El embalsamiento de agua del molino harinero dejaba sin fuerza motriz a los molinos papeleros, causando, además, otros perjuicios203. El conflicto entre los arrendatarios de aquellos molinos y el flamante propietario del molino harinero, Severino Belarte, culminó con un pleito por el uso de las aguas de la acequia del Censal, entre éste y Antonio Brugada, propietario de los molinos papeleros204.
Desde la Guerra de la Independencia, la decadencia del núcleo papelero del Alto Palancia parece fuera de dudas. Sabemos, con certeza, que algunas fábricas de papel cambiaron de actividad. Así, por ejemplo, en el año 1818, el heredero de Jaime Tort Torres, José Marqués, reconvirtió uno de los molinos papeleros en harinero205. El mismo proceso sufrieron otros artefactos, también transformados en harineros206. Quizás, la necesidad de recurrir a anuncios en prensa para encontrar compradores sea otro síntoma de estancamiento207. La reconversión del molino de papel de los cartujos a otros usos -en él se había plantificado varias máquinas de tejidos e hilados de algodón, con algunas sierras hidráulicas- denota que la crisis afectó a toda la comarca.
Según Madoz, Segorbe contaba con diversas fábricas de papel aunque no explicita su número. Guiménez Guited asegura que, en 1862, estaban en activo 4 fabricantes que disponían de 4 tinas, empleaban a 32 operarios y su capital se estimaba en 160.000 reales de vellón. Una de las fábricas en funcionamiento, al menos entre 1850 y 1870, fue la papelera de Jarque Frígola. En 1862, Miguel Leal fundó una quinta fábrica, dedicada a la elaboración de papel blanco y de fumar, activa todavía en 1886. Según El Indicador de Viñas Campi, estaban en activo, en 1864, cinco fábricas de papel de estraza, a cuyo cargo estaban Juan García, Francisco Rodríguez, José Tort, Manuel Tort y Vicente Tort. En los Bailly-Bailliere de 1886 a 1900, no encontramos ninguna referencia a la industria papelera segorbina.
El molino papelero de Navajas
El duque de Medinaceli autorizó el establecimiento de un molino de papel blanco, cuyo emplazamiento se fijó con precisión en los documentos: “el molino que se hace mérito se halla situado muy próximo a la Vall de Almonacin, al otro lado de Nabajas, junto al término de Xérica”208. Posteriormente, se matiza su ubicación y se le sitúa en la partida de Rascaña, en el término municipal de Navajas. Las primeras noticias sobre este molino están datadas en el año 1806, cuando la construcción de un azud y una acequia, para conducir el agua al molino batán de papel, desencadenó una denuncia del arrendador de la Bailía de Murviedro209. En dicha denuncia, se afirmaba: “Francisco Ferreres vecino de Navajas posehe un molino batán de papel en el lugar de Navajas, cuya finca sin embargo de corresponder al Real Patrimonio en dominio mayor y directo, con todos los derechos del emphiteusis, no le contribuye el canon anuo ni su dueño ha manifestado como enfeudada, no obstante de repetidas circulares, que en 13 de agosto y 25 de noviembre del año próximo pasado se expidieron por la Junta Patrimonial . . .” 210 Josef Casanova, escribano real y público de la villa de Viver, dio fe de haber comunicado dicha denuncia al propietario, dentro del propio molino. Estas denuncias no solían prosperar porque los molinos papeleros sí se habían erigido con licencia del duque de Segorbe y si contribuían con los cánones y cargas enfitéuticas que debían a sus señores feudales. Madoz asegura que, todavía a mediados del siglo XIX, estaba activo este batán de papel211.
Los molinos papeleros de Castellnovo
Según Miñano, en 1826, Castellnovo contaba con un batán de papel blanco, propiedad de Cristóbal Tort, quien también poseía un molino harinero de una muela. A su muerte, sus hijos se repartieron sus propiedades. Luciano Tort obtuvo el molino harinero, mientras que el batán de papel se le adjudicó a dos de sus otros hijos, Fernando y Carlos Tort. El primero poseía una tienda, por lo que recurrió al arrendamiento sistemático de su parte del batán, al no tener interés alguno en la fabricación de papel. En el año 1829, lo arrendó a Carlos Tort, por término de un año y precio de 30 libras anuales, pagaderas en tres plazos iguales212. Un nuevo contrato de arrendamiento, semejante al anterior, se firmó a finales de octubre del año 1830, ahora por 32 libras y seis sueldos213. En el año 1831, Fernando Tort arrendó su parte a su hermano Manuel Tort, por un tiempo de dos años y 63 libras anuales, a satisfacer en dos plazos214. Finalmente, con fecha 29 de diciembre de 1831, se produjo la división definitiva del batán entre ambos hermanos, Fernando y Carlos215. En el año 1833, Fernando Tort arrendó su batán a Miguel Almazán, por un tiempo de dos años y un precio de 65 libras anuales, a pagar por meses216.
En tiempos de Madoz, Castellnovo contaba con tres batanes de papel, probablemente, todos pertenecientes a la familia Tort. Nada sustancial cambió en los siguientes quince años, pues Giménez Guited afirma que estaban en activo tres fabricantes, que disponían de tres tinas, empleaban a 18 operarios y tenían un capital estimado de 60.000 reales de vellón. Sin embargo, en 1864, ya se había abierto un nuevo batán, de forma que se alcanzó su mayor número. Los cuatro molinos, propiedad de Simón Guinot, Carlos Tort, Cristóbal Tort y José Tort, producían papel de estraza.
Los molinos papeleros de Teresa de Viver
Madoz asegura que Teresa de Viver contaba con tres molinos de papel. La actividad papelera continuó en las décadas siguientes. Giménez Guited afirma que, en Teresa de Viver, estaban en activo dos fabricantes, que disponían de dos tinas, empleaban a 12 operarios y su capital se estimaba en 70.000 reales de vellón. En el año 1873, se mantenían en funcionamiento dos fábricas de bastante importancia. En el Bailly- Bailliere de 1900, se menciona la fábrica de papel de estraza de Miguel Sánchez, que ya había cesado su actividad en el año 1918.
