Kitabı oku: «Dimensiones de la migración en Colombia.», sayfa 2
El último capítulo del libro pertenece a Juan Thomas Ordóñez, quien analiza la experiencia de una población indígena ecuatoriana en Bogotá, que está articulada a redes migratorias amplias que abarcan casi todos los continentes. Los Kichwa-Otavalo, de la provincia de Imbabura, en Ecuador, llevan casi un siglo viniendo a la capital colombiana. En ese tiempo, algunas familias se asentaron permanentemente en la ciudad y hay tres generaciones de kichwas bogotanos, que tienen ciudadanía colombiana. Atados a migrantes más recientes y a actores en otras partes del mundo a través del parentesco y el comercio, los kichwa en Bogotá están “localizados” en un nodo particular de las redes, donde su experiencia está marcada por el Estado colombiano. El capítulo explora los efectos de las políticas de reconocimiento del distrito capital sobre los kichwas en la ciudad y muestra cómo la posicionalidad de los actores en las redes genera perspectivas diferentes de elementos como la ciudadanía, la identidad y la etnicidad.
Los editores queremos agradecer profundamente a la Vicerrectoría Académica General de la Universidad Santo Tomás (Colombia) por financiar esta publicación a través de la convocatoria Fodein 2018; a todos los autores, por sus valiosos aportes y conocimientos plasmados en cada uno de los capítulos; a los investigadores del Grupo de Estudios sobre Migraciones Internacionales y Vulnerabilidad (GEMIV), por sus aportes y críticas en la construcción de esta obra; a Nastassja Rojas Silva, decana de la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales, y Miguel Urra Canales, decano de la Facultad de Sociología, por el valioso respaldo y acompañamiento; a Laura de La Rosa Solano, representante del Comité Editorial, por su siempre ejemplar gestión; a los compañeros de Ediciones USTA, quienes vienen realizando un trabajo editorial de excelencia; y a todas las personas migrantes que esperamos se vean representadas en este pedazo de historia de la movilidad humana en Colombia.
Referencias
Aliaga, F. (Ed.). (2017). Migraciones internacionales. Alteridad y procesos sociopolíticos. Bogotá, D. C.: Ediciones USTA.
Aliaga, F. & Uribe, C. (Eds.). (2018). Migración de retorno. Colombia y otros contextos internacionales. Bogotá, D. C.: Ediciones USTA.
Aliaga, F. & Louidor, W. (Eds.). (2019). Defensa de los derechos humanos de los migrantes y refugiados. El rol de las organizaciones del tercer sector en Colombia y Ecuador. Bogotá, D. C.: Ediciones USTA.
Ministerio de Relaciones Exteriores. (2016). Obtenido de Becas KGSP para programas de posgrado, pregrado e investigación. https://bit.ly/2VHlKTb Consultado el 5 de marzo 2019.
Universidad Santo Tomás (2018). “Imaginarios de la integración en Colombia. Análisis del discurso de inmigrantes venezolanos y en las políticas públicas”. Convocatoria Fodein 2018. Bogotá, D. C.: Universidad Santo Tomás, Facultad de Gobierno y Relaciones Exteriores.
1 Fruto de este trabajo se han publicado tres libros con el sello Ediciones USTA. Defensa de los derechos humanos de los migrantes y refugiados. El rol de las organizaciones del tercer sector en Colombia y Ecuador (2019). Migración de retorno. Colombia y otros contextos internacionales (2018). Migraciones internacionales. Alteridad y procesos sociopolíticos (2017).
2 “Imaginarios de la integración en Colombia. Análisis del discurso de inmigrantes venezolanos y en las políticas públicas”. Convocatoria Fodeín 2018. Bogotá, D. C.: Universidad Santo Tomás, Facultad de Sociología y Facultad de Gobierno y Relaciones Exteriores.
PROCESOS MIGRATORIOS
Cifras de la inmigración a Colombia: magnitud, origen, localización y sexo, 1819-2015*
WILLIAM MEJÍA OCHOA**
Introducción
Sobre la historia de la inmigración a Colombia desde los inicios de la República (1819) no se cuenta con un panorama que informe, con algún detalle, de la evolución de las cifras asociadas con ella, de estadísticas que la describan en su conjunto. No obstante, se dispone de una serie importante de documentos, en ocasiones con buen respaldo estadístico, pero sobre temáticas y períodos específicos, algunos de esos documentos, apenas por vía de ejemplo, se mencionan en el párrafo siguiente.
Centrados en normatividad, políticas y aparato estatal: Mármora (1976 y 1979); Cardona, Cruz & Castaño (1980); Aya, Carvajal & Téllez (2010); Mejía (2011 y 2018) y Ciurlo (2015). En relación con las normas de libertad religiosa: Cortés (2017). Referidos a nacionalidades particulares: alemanes (Garnica, 1992; Biermann, 2001); franceses (Lotero, 1992; Barreto, 2009); italianos (Capelli, 2006); japoneses (Sanmiguel, 2006; Hincapié, 2011; Arango, 2011); sirios, libaneses o palestino (Fawcett, 1991; González, 1997; Rhenals & Flórez, 2008); judíos (Bibliowicz, 2001). A inmigrantes en general en períodos cortos (Ordóñez, 1987; Colombia, 2017); o a síntesis históricas, destacando algunos grupos nacionales, regionales o étnicos (Wabgou, Vargas & Carabalí, 2012). Además, hay otra serie de trabajos, cuyo número crece con rapidez, sobre la inmigración venezolana reciente, que ha cambiado de manera radical la relación del país respecto a las migraciones internacionales, y lo ha llevado de ser, fundamentalmente, de origen, a constituir un destino y tránsito importante (Bermúdez, Mazuera-Arias, Albornoz-Arias & Morffe, 2018; Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento/Banco Mundial, 2018; Mejía & Quintero, 2018; Castro, 2019; entre otros).
En las condiciones descritas, parece pertinente empezar a construir, como de hecho lo hacemos, ese panorama estadístico de 200 años de inmigración, que nos adelantamos a calificar como de baja intensidad y que ya es historia, como referencia de los grandes cambios que la nueva inmigración venezolana ha significado y seguirá significando, por lo menos a mediano plazo.
Dada la amplitud del período por cubrir y las restricciones de tiempo y de recursos para hacerlo, la mirada la centramos en unas pocas variables, consideradas clave para el propósito: la cantidad o acervo de inmigrantes residentes en el país en distintos momentos (“stocks”); los “saldos migratorios” (entradas de extranjeros menos salidas, como aproximación a los flujos netos); los lugares de origen en el exterior y de asentamiento en Colombia; y el sexo. Al respecto, logramos colocar algunas piezas de rompecabezas, que permiten una primera visión, aún borrosa y fragmentada. La tarea para obtener mejores aproximaciones queda pendiente y exigirá regresar no solo a las mismas fuentes que consultamos, sino a otras no procesadas, como libros o planillas de registros de visados y carpetas de inmigrantes, alguna parte de lo que parece existir en el Archivo Nacional.
Dentro de las muchas otras variables disponibles en las fuentes consultadas y que no aprovechamos, por la discontinuidad de las series o la referencia solo a períodos cortos, están la edad, la profesión, el estatus migratorio, la mortalidad, la natalidad y la nupcialidad de los inmigrantes. Dada la importancia mayor de estas variables en la comprensión de la inmigración a Colombia, es una tarea pendiente volver a ellas para echar luces sobre los lapsos a los que se refieren.
Fuentes y anotaciones metodológicas
Las fuentes básicas de cifras fueron de dos tipos. En el primero están los informes de censos nacionales de población, de los que se localizaron 11, entre 1843 y 2005, que tenían datos relacionados con extranjeros, categorizados, en general, por el lugar de nacimiento. A partir de estos informes se conocieron los stocks totales1. En algunos, se encontró información sobre origen, lugar de residencia y sexo. Salvo el caso de 2005, que fue consultado en línea, a través de la aplicación Redatam, para todos los demás se utilizaron las copias pdf, disponibles en la biblioteca virtual del Departamento Nacional de Estadística (DANE) y en algunos otros sitios.
El segundo tipo de fuentes lo constituyen las estadísticas de entradas y salidas de viajeros al país, disponibles, de manera casi continua, desde 1926, primero como parte de los anuarios estadísticos generales de Colombia, publicados sucesivamente por la Contraloría de la República, la Dirección Nacional de Estadística y el DANE; posteriormente, como parte de los anuarios demográficos, también del DANE; hasta llegar a ser objeto de anuarios especializados, publicados por el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y por Migración Colombia, que ha permitido el acceso a sus datos a través de su portal, con el aplicativo Tableau.
Al incluir a todas las personas que cruzan un puesto de control, los totales de los registros de entrada de extranjeros (que normalmente son identificados) no dan cuenta de la inmigración (quiénes llegan para establecer residencia, permanente o temporal, en el país), pues incluyen, entre otras categorías que constituyen la mayor parte de los registros, a los que ingresan con propósitos turísticos, de negocios, o de visita a familiares. A esto se suma que lo identificado son movimientos y no personas, muchas de la cuales ingresan (y salen) varias veces en el mismo período. Algo semejante ocurre con los registros de salida de extranjeros, que involucran los movimientos de todas las categorías referidas, además de inmigrantes que viajan temporalmente fuera del país o en plan de retorno a su patria o de remigración a un tercer país.
Por otro lado, aunque, en algunos casos las estadísticas del motivo de viaje informado por el viajero son presentadas en los informes, la continuidad de esta información, además de la variabilidad de las categorías del motivo y la veracidad de lo informado por el viajero, en particular si se trata de un migrante que no cuenta con la visa respectiva, hacen inviable la construcción de series largas a partir de los datos desagregados sobre el motivo de viaje.
Como una alternativa práctica para estudiar los procesos de inmigración al país (al igual que los de emigración), surgen los saldos migratorios, entendidos como la diferencia entre el número de entradas y el de salidas de extranjeros, que pueden interpretarse como un acercamiento a la variación de la cantidad de inmigrantes asentados en el país (acervo o stock), ocasionada, simultáneamente, por la llegada de nuevos y la partida de otros asentados en períodos previos, que incluyen retornos a los países de origen o remigraciones a terceros.
Debe tenerse en cuenta también, que, tratándose de saldos anuales, una migración de duración inferior a doce meses, que ocurre dentro del mismo período, no se incluye en el saldo, al cancelarse el movimiento de entrada con el de salida. También ocurre que entradas de no inmigrantes se dan en un período, mientras la salida se registra en el siguiente, lo que implica que aumenten el saldo de inmigrantes del año de llegada y reduzcan el del año siguiente, produciéndose cierta compensación.
También, los saldos tienen limitaciones en la cobertura, al no incluir a las personas que no cruzan por los puestos de control, cuyo número tiende a crecer, con lo que se deduce el subregistro, como ocurrió cuando en Colombia se pasó de considerar solo los movimientos a través de los puestos marítimos por contabilizar, además, el paso por controles terrestres, fluviales y aeroportuarios.
En consecuencia, los saldos no indican valores exactos de impacto en el cambio de los stocks de inmigrantes del período para el que se calcularon, pero proporcionan un muy buen acercamiento a las variaciones en períodos cortos, por lo menos en sus órdenes de magnitud, y más en las tendenciales de los stocks de inmigrantes que cruzan por los puestos de control. Esta inclusión es la que explica la posibilidad de saldos negativos, que surgen cuando los que salen superan a los que habían llegado en el período, con un efecto de reducción del stock de inmigrantes con el que se empezó el año.
Al construir la serie, se notó la ausencia de datos para varios años, entre ellos 1948, 1950, 1970, 1971 y 1972, que no fueron publicados, además de otros que no localizamos, sin tener noticia acerca de si habían sido publicados o no. Casos especiales fueron los de 1974 y 1980, cuya información desagregada por nacionalidad informaba de saldos completamente atípicos (124.000 y 213.000), que hacen pensar en errores del procesamiento o edición para las publicaciones, por lo que se tomó la decisión de prescindir de ellos en la construcción de la serie. La veracidad de tales valores implicaría la ocurrencia de hechos muy especial durante esos años, que, en este momento, no logramos identificar.
Se observaron algunas inconsistencias en el interior de un mismo anuario (valores distintos para la misma variable), como entre los datos de los anuarios de los años correspondientes y los contenidos en las recopilaciones de cortos períodos hechos en anuarios posteriores, boletines o publicaciones especiales de las mismas fuentes. Las últimas podrían deberse a revisiones de errores o a la inclusión de datos traspapelados o llegados a destiempo. En la medida de lo posible, fuimos ajustando nuestra información a las estadísticas más recientes, pero, cuando el nuevo dato encontrado significaba la inversión de tiempo importante (en el marco de una investigación contra el reloj), no había diferencia en los órdenes de magnitud y no variaban las tendencias, se dejó el dato ya consignado.
Primera mirada panorámica
Al observar los resultados censales, se evidencia la poca importancia cuantitativa que históricamente había tenido la inmigración antes de la llegada masiva reciente de venezolanos, tanto en términos absolutos, como relativos respecto a la población total del país, con un pico algo por encima de 160.000 en el censo de 1985 y participaciones máximas de 6.5 por mil, dentro de ese total, en el mismo año y en 1938 (ver tabla 1). Dada su concentración en algunas pocas ciudades, cabe decir otra cosa respecto a ellas, como se verá adelante.
Tabla 1. Colombia, residentes nacidos en el exterior, según datos censales y número de ellos por 1000 habitantes, 1843-2018
*Solo hombres
Fuente: elaboración propia, a partir de informes censales, Anexo 1.
Por otro lado, el comportamiento de los saldos conocidos muestra que hasta 1968 estuvieron siempre por debajo de cinco mil (figura 1) y que en 1966 se inicia una fase de crecimiento que lleva a un período donde predominan valores significativamente más altos, hasta el último año estudiado. Visto a través de los promedios de los saldos conocidos, mientras entre 1926 y 1965 el valor medio fue de 999, de 1960 a 2015 llegó a 29.081.
Figura 1. Colombia, saldo migratorio anual de los extranjeros (no nacionales colombianos), 1926-2015
Fuente: elaboración propia a partir de los anexos 1 y 2, además de otros de los informes estadísticos, para los datos de los años no incluidos en los anexos.
La disposición asimétrica de información y la diferencia de comportamiento de los saldos que se acaba de ver, entre otras cosas, nos llevan a dividir el análisis siguiente en cuatro subperíodos: de 1819 a 1899; de 1900 a 1925; de 1926 a 1965; y de 1966 a 2015. A continuación, se detalla cada uno de ellos.
Inmigración durante el siglo XIX
Colombia inició la vida como país independiente en 1819, cuando, junto con Venezuela y Ecuador, que continuaba bajo el dominio español, se conformó, en el Congreso de Angostura, la República (Colombia, 1819), conocida popularmente como la Gran Colombia, a la cual se unió Panamá en 1821. Venezuela y Ecuador se separaron en 1830 y Panamá en 1903.
Desde sus comienzos, la nueva república fue favorable, con algunas condiciones, a la llegada de extranjeros. Como compensación por el apoyo económico a la causa independentista, en 1819 el Gobierno confirió a los judíos de las Antillas, especialmente de Curazao, la posibilidad de establecerse en la costa del Caribe, con los mismos derechos de los nacionales y la garantía del libre ejercicio de su religión (Bibliowicz, 2001). De manera general, en la primera Constitución, se estipuló que serían colombianos los no nacidos en el país que obtuvieran carta de naturaleza (Colombia, 1821, art. 4).
Pronto se pasó de la aceptación de la inmigración a su promoción, como mecanismo de ocupación del territorio y crecimiento demográfico y en 1823 se definieron normas claves al respecto. Una primera incentivaba, mediante la oferta de tierra y de naturalización al establecerse, la llegada de labradores y artesanos europeos y norteamericanos (Colombia, 1823a).
Días después, se ofreció la naturalización a “todos los nacidos fuera del territorio de Colombia”, que, entre otras cosas, llegaran con “algún jénero de industria ú ocupación útil de que subsistir” (sic) y se establecían reducciones de ese tiempo en función de algunas condiciones, con la adquisición de un bien inmueble por valor de cuatro mil pesos como la más ventajosa, pues eximía de cualquier tiempo de residencia para la carta de naturaleza (Colombia, 1823b).
Pasados unos años, ya separados Venezuela y Ecuador, Colombia (en ese entonces con el nombre de Nueva Granada) dio muestras de cómo el acogimiento de extranjeros alcanzaba a personas en busca de refugio. En 1835 el secretario del Interior y Relaciones Exteriores dirigió una circular a los gobernadores, pidiéndoles organizar una colecta para auxiliar a más de 800 ecuatorianos que habrían llegado al país, como consecuencia de enfrentamientos políticos en Ecuador; los recursos acopiados se sumarían a otros que el Congreso aprobaría (Nueva Granada, 1835a)2.
Además de lo anterior, y haciendo eco de lo que parecía ser un consenso nacional, la expedición de normas legales incentivando y facilitando la inmigración se extendió durante todo el período, con argumentos y motivos distintos. Buena parte del esfuerzo se orientó a incentivos para la colonización, de los que, en algunos casos, también se beneficiaban los nacionales, pero también hubo algunas normas referidas a la contratación, como obreros asalariados, de culíes de la India y de chinos (Mejía, 2011). Refiriéndose solo a los “más importantes”, Brigard (1914) relacionó 31 leyes y 4 decretos, expedidos entre 1823 y 1893, sobre los asuntos mencionados.
Hacia la mitad del siglo, las facilidades e incentivos no mostraban frutos significativos y los inmigrantes no llegaban a dos mil, como lo indican los resultados de los censos de población de 1843, primero en contabilizar los extranjeros (Rueda, 2012) y de 1851 (ver tabla 1). Mientras tanto, los datos de la población total significaban, en un país de 2.680.000 kilómetros cuadrados3, densidades inferiores a un habitante por kilómetro, y la baja ocupación del territorio siguió alimentando durante el resto del siglo XIX los argumentos de quienes deseaban la inmigración con distintos propósitos.
Dentro de los inmigrantes asentados, la mayoría debió ser masculina durante todo el período, si se tiene en cuenta que, en el censo de 1851, único dato que tenemos disponible sobre la proporción por sexo en el siglo XIX, las mujeres apenas representaban el 20.7 % y solo llegaron a superar a los hombres en el censo de 2005 (ver Anexo 1). Tal situación coincide con una de las calidades de la inmigración que se definía en las normas, que casi siempre hacían mención explícita de los hombres, mientras “las mujeres, acorde con la condición de abierta discriminación de que eran objeto en la época, sólo aparecían como componentes del hogar de los migrantes, que, se entendía, eran los varones, aunque en algunas normas se hacía referencia a ‘familias migrantes’ ” (Mejía, 2011, p. 3). No obstante, teniendo en cuenta el escaso éxito de los planes oficiales de promoción de la inmigración, no cabe esperar que se tratara de una relación causal.
En el origen nacional, los dos censos mencionados muestran una distribución semejante, aunque es notorio el incremento venezolano, que pasa a ocupar el primer lugar, desplazando a la inmigración británica (figura 2). En 1851, la participación de los seis países europeos identificados (41 %) era casi igual a la de Venezuela y Ecuador juntos (40.2 %), como se desprende de los datos relacionados en el Anexo 1.
Figura 2. Colombia, distribución de la población extranjera censada por nacionalidad, 1843 y 1851
Fuente: elaboración propia, a partir de Anexo 1.
La llegada de europeos, por lo menos españoles, italianos y alemanes, se mantuvo hasta fines del siglo, si se considera que durante su último decenio mostraron un saldo anual promedio de 226, según los datos de la tabla 2.
Tabla 2. Colombia, promedio anual estimado de llegada de inmigrantes españoles, italianos y alemanes, por períodos, 1882-1899
Fuente: elaboración propia a partir de datos de McGreevey (1965, citados por Cardona et al., 1980, p. 20)4.
Con respecto a las áreas de asentamiento, el censo de 1851 también brinda información para los 1527 extranjeros que contó: 456 en Santander, casi todos venezolanos, principalmente en Cúcuta; 377 en Panamá, casi todos norteamericanos; 157 (ingleses y franceses, 6 alemanes) en Bogotá; 70 en la provincia de Mariquita, principalmente en Ambalema; 110 en Riohacha, presumiblemente de Curazao; y el resto, 116, “diseminado en números insignificantes” (Camacho, 1923, p. 254).
En Panamá, la construcción del ferrocarril transístmico fue motivo para la llegada, en marzo de 1854, de 705 trabajadores chinos para la Panama Railroad Company, según lo informó el Panama Herald del 1 de abril. La mortalidad entre este contingente, que fue instalado en un campamento aislado en medio de la selva, denominado por los nativos Matachín o Mata chino, fue tanta que la compañía contratante decidió “trasladar a los supervivientes, y canjearlos por trabajadores negros de Jamaica” (Tam, 2005, p. 12).
Para 1881, cuando el suizo Ernst Rothlisberger llega a Colombia como profesor de la Universidad Nacional, a su paso por Barranquilla hace comentarios que indican un posicionamiento importante de los inmigrantes en la ciudad, coincidente con una etapa significativa de desarrollo de sus comunicaciones, que la condujo a ser el centro del tráfico comercial del país:
En Barranquilla me encontré también con algunos suizos (comerciantes y relojeros) en cuya compañía vi con detalle las cosas notables de la ciudad. Estas eran, en primer lugar, el Hospital, situado en las afueras de la población y regentado ejemplarmente por piadosas hermanas francesas, donde se atiende con carácter gratuito a enfermos de todos los países […] la ciudad tiene un gran futuro, y ello se lo debe no en último lugar al influjo de los acreditados comerciantes extranjeros. Barranquilla es la plaza donde los inmigrantes se han adaptado más rápidamente, contribuyendo mucho a su embellecimiento y mejoras. (Rothlisberger, 1963, pp. 11 y 14)
Quizás, entre los extranjeros que Rothlisberger encontró en Barranquilla estaban ya los primeros sirio-libaneses que entraron al país, que, según Fawcett (1991), llegaron a la ciudad durante la misma década. De esos primeros sirio-libaneses, que también se habían asentado en Cartagena, surgieron quienes empezaron a remontar el río Atrato, llegando hasta Quibdó y otros sitios, donde establecieron negocios y familias (González, 1997), por lo que en el censo de 1912 ya se encontrará un grupo representativo de inmigrantes en el Chocó.
Por otro lado, la estimación del mismo Rothlisberger de la población extranjera en Bogotá indicaría que ella no había crecido mucho desde el censo de 1851:
Los extranjeros no son numerosos en Bogotá. Por la mitad de los años ochenta, su cifra no pasaba, sin duda, de los doscientos. Alemania estaba representada por comerciantes e investigadores; Francia, por una muy unida y densa colonia de gente dedicada al comercio por mayor o menor, peluqueros, confiteros, hoteleros... y también algunos aventureros auténticos; Italia, por arquitectos, modelistas, comerciantes, estañadores y zapateros remendones; Suiza tenía solo dos o tres súbditos en el país. (Rothlisberger, 1963, p. 90)