Kitabı oku: «Argentina: Las canciones de su folklore», sayfa 2

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De allí en más, su carrera fue intensa, giras por todo el territorio argentino, graba para la R.C.A Víctor, más tarde para C.B.S Columbia, llegando a participar en el II certamen de la canción en Montevideo ( Uruguay ) ganando el primero y segundo premio, con los temas La vuelta de Obligado y Nunca te dije nada ( como tema inédito ). De vuelta en su país, presenta en el festival de la canción Argentina su tema «Te quise prisionera», siendo uno de los finalistas, y consagrándose como cantautor. De allí en más, no solo la canción, si no también el cine y la televisión lo cuenta entre sus filas, junto al clan Stivel para televisión «Martín Fierro» con Federico Luppi,, En cine, la vida de «Juan Manuel de Rosas» dirigida por Manuel Antín y junto a Rodolfo Beban, obtiene las mejores críticas por su papel de «Juan Pueblo» al año siguiente, filma con Leo Fleider, «Embrujo de amor» junto a Sandro y la estrella española, Carmen Sevilla.

Vuelve a recorrer todo el territorio argentino, más de doscientos festivales junto a las principales figuras del folclore argentino.

En marzo de 1973, viaja a España, con gran elenco, Miguel Saravia, Robustiano Figueroa Reyes, Horacio Quiroga Mora y Los Chalchaleros, debutando en el teatro Español de Madrid, para después recorrer toda la península ibérica.

Es convocado como cantante actor y músico, en un film para R.T.V.Española, de la premiada mejor serie «libros iberoamericanos» junto a Carlos Estrada y dirigida por Julio Diamante, creando la música, escenas a caballo y cantando.

De vuelta en su tierra, alterna el canto y la composición, con su otra actividad, organizando un haras de caballos deportivos, domándolos y seleccionándolos para sus distintas disciplinas hípicas, su profundo conocimiento del caballo, lo lleva a realizar en T.V. «Mi amigo el caballo» y en radio Nacional L.R.1, «El caballo» varias veces premiado por distintos medios, en T.V. Cablevisión, el exitoso «Patria Gaucha».

Retomando su carrera artística cantora, vuelve uno de los más personales intérpretes de la llanura pampeana, a quien el «Vasco» Víctor Abel Giménez le pasara hace ya muchos años, en sus comienzos como cantor, unos versos para así tener si propia canción identificativa. El Chino Martínez, sin dudarlo, compuso la música en aire de milonga que se uniría a los versos del gran poeta de Arbolito y así nació ésta: «A mi me dicen el Chino».

A MI ME DICEN EL CHINO

Milonga

Letra: Víctor Abel Giménez

Música: Miguel Angel Martínez

Grabado por: Chino Martínez

A mi me dicen el «Chino», porque soy pampa señores,

porque en rueda de cantores fuí quinchando mi destino.

Yo soy del sur argentino, hecho a campo y sin más guía

que la herencia de otros días que me legaron mis tatas

sencillo como alpargatas y del pago e´Lobería.

Si observan bien mi figura, mirando todo el detalle,

va a ser difícil que le haye, en mi, ninguna mistura.

Soy hombre de la llanura, donde el indio anduvo suelto,

libre lo mismo que el viento y amigo de la verdad

y poniéndome a cantar, largo en mi voz lo que siento.

Pues tuve suerte señores de haber nacido argentino

y pa mejor mi destino, me entreveró entre cantores.

Oficios,habrá mejores, pero entrando a comparar

naides me puede negar, que entre el cuervo y el jilguero,

está de luto el primero porque no aprendió a cantar.

Porque ando medio empilchao a la manera pueblera

han de pensar los de afuera que del campo me e´olvidaó.

Siempre recuerdo el pasao, porque el pasao no se borra

cuando de pañuelo y boina, bataraza y siempre así,

yo vivía más feliz que el loro entre las cotorras.

Y ahora si, ya me voy andando, no me gusta importunar,

tal vez en otro lugar, alguna me esté esperando.

Si otra vez me hayan cantando ó prendido entre las clinas,

seguiremos la partida siempre en el mismo camino,

ya saben, yo soy El Chino, del pago de Lobería…

006. A Monteros

Monteros es una pequeña ciudad al sur de San Miguel de Tucumán. Tal como lo conocemos hoy, con sus calles y manzanas y su trazado regular, nació el 28 de Agosto de 1754, cuando el Gobernador de las Armas, Don Felipe Antonio de Alurralde, como apoderado de los monterizos, tomó posesión de los terrenos de la actual ciudad, «en un día claro y sereno como a las cuatro de la tarde».

Ese día nació como una comunidad organizada, pero mucho antes había comenzado a formarse como un caserío o poblado pequeño. Su nombre le viene del hecho que los apellidos Montero eran mayoría en la zona. Sin embargo su origen y el origen de su nombre dieron lugar a numerosas versiones de una imaginativa leyenda. Ella supone que Monteros fue el fruto de una rebeldía de los pobladores del antiguo San Miguel, quienes en 1685 se habrían negado a trasladarse al nuevo sitio de La Toma.

Una variante de esa leyenda agrega que el nombre de la villa se debe a que los primitivos habitantes debieron refugiarse en los montes vecinos. De tal hecho habrían cosechado el apelativo de «monteros», es decir aquello que vive o se cría en el monte.

Otra versión es la del Concejo Deliberante de Monteros, el cual en 1935 declaró que habitantes de la primitiva ciudad de San Miguel de Tucumán fundaron Monteros el día 4 de Octubre de 1685 con la denominación de ciudad del «Santísimo Rosario de los Monteros». Esta peregrina afirmación quedó registrada en el libro de Actas del cuerpo, Año 1936, paginas 5 hasta 8, y de esa tesis quedó hasta hoy una calle 4 de Octubre, en el barrio Monteros Viejo.

Se presume que la leyenda se gestó en el siglo actual, y es de origen culto. Quizás no sea más que el fruto de la curiosidad histórica de algunos que apelaron a la imaginación en lugar de hacerlo a los archivos. Monteros nació a la conquista española el día que Rojas, bajando de los valles por la Quebrada del Portugués, hizo su entrada al actual departamento. Bajó por la orilla del río Pueblo Viejo sin detenerse mayormente en la zona. De su paso por la zona de Monteros no quedaron fundaciones, pero sí quedó establecida una ruta que luego habrían de seguir otras expediciones en las cuales vinieron muchos de los que formaron parte de ésta primera entrada.

Se puede afirmar por ello que en el Departamento de Monteros es donde llegó por vez primera la conquista española, dentro de lo que hoy es la provincia. Y en esa misma zona habrían de tener lugar las primeras fundaciones posteriormente llevadas a cabo.

Y así a Monteros y a su historia compusieron esta bellísima zamba Pedro Favini (quien fuera integrante del colosal grupo Trío San Javier) y el Chango Nieto.

A MONTEROS

Zamba

Letra y Música: Pedro Favini y Chango Nieto

Grabado por: Mercedes Sosa, Luis salinas, Trío San Javier, Chango Nieto, Los Tucu Tucu, Las Voces del Norte, Sebastián Soria, Grupo Amanecer, Aguablanca…

A ella que le gusta que todos la nombren

con una guitarra y un bombo legüero.

A ella que le gusta que le enciendan coplas

por eso te nombra mi canto Monteros.

A ella que me viera de chango mirando

al ingenio tibio corazón de hierro.

A ella que las cañas la visten de verde

por eso te nombra mi canto Monteros.

Y más dulce que tu guarapo

son las niñas que hay en tu pueblo

sé que por tus venas de azúcar despiertas

toda la alegría mi linda Monteros.

A ella que el poeta la vio tempranera

tarareando duendes de vinos pateros

y dejó tu cielo la rosa galana

por eso te nombra mi canto Monteros.

A ella que en noviembre le pide a los grillos

otra vez el canto del hombre zafrero.

A ella que le gusta que le enciendan coplas

por eso te nombra mi canto Monteros.

007. A qué volver

Se trata de una zamba muy popular, cuya música compuso el virtuoso de la guitarra, Eduardo Falú, nacido en la localidad salteña de El Galpón y cuya letra escribió la cantautora tucumana Marta Mendicute, evocando sus estancias veraniegas en el Norte.

El pueblo jujeño de Tilcara está abrazado por dos ríos: el Grande, que recorre la Quebrada de Humahuaca de norte a sur, y el Huasamayo, que vierte sus aguas en el Grande de este a oeste. Ambos cursos están casi completamente secos la mayor parte del año. Los Chalchaleros, que ya habían cambiado en la canción anterior el velo de Angélica por el pelo —cosa poéticamente aceptable— en este caso, cambiaron el final del estribillo primero involuntaria y luego deliberadamente. Decían «para que muera tu ausencia» y así lo hemos cantado muchos. Esto cambiaba el sentido de la canción, porque la ausencia muere con la presencia del ser querido.

Y lo que la Mendicute quería decir era otra cosa: «Para que duela tu ausencia... ¿a qué volver?». Que conste que todo esto lo ha reconocido el propio fundador del grupo Juan Carlos Saravia, al final de su carrera.

A QUÉ VOLVER

Zamba

Letra: Marta Mendicute

Música: Eduardo Falú

Grabado por: Eduardo Falú, Los Chalchaleros, Mercedes Sosa, Julia Elena Dávalos, Los Granjeños, Trío Siboney, Tomás «Tutu» Campos, Alma Salteña…

La casa ya es otra casa,

el árbol ya no es aquel.

Han volteao hasta el recuerdo,

entonces, ¿a qué volver?

Mi perro allá arriba inmóvil

viendo la tarde crecer.

Y este vacío de ahora,

entonces, ¿a qué volver?

Volver, ¿para qué?

¿Para sentir otra vez,

que se desboca tu ausencia,

dormida en mis venas,

borrada en mi piel?

Para que duela tu ausencia,

entonces, ¿a qué volver?

Mi puente, mi viejo puente.

¿qué río verás correr?

Si lo han llevado de Tilcara,

entonces, ¿a qué volver?



La magia ya se ha perdido,

¿quién la pudiera encender?

Ni la tierra ya es de tierra,

entonces, ¿a qué volver?

Volver, ¿para qué?

¿Para sentir otra vez,

que se desboca tu ausencia,

dormida en mis venas,

borrada en mi piel?

Para que duela tu ausencia,

entonces, ¿a qué volver?

008. A Villa Guillermina

La frase tan conocida del viejo «chamamé», trae remembranzas de un tiempo que parece ir perdiéndose lentamente. El pueblito más conocido del Norte santafesino que resplandeciera con La Forestal, aquella compañía inglesa que luego explotara hasta su muerte, los quebrachales y la esperanza de mucha gente, languidece allí a la espera de otro despertar, para seguir existiendo.

—¿Sabe porqué le pusieron su nombre don Miño?

¿Sabés porqué?. Nací mellizo y mi hermano estaba bien, pero yo era el que había salido mal. Ante eso los dichos del médico fueron: «hay que salvar a uno de los dos», y me dejaron a mí esperando lo peor. Por esto estuve en estado de coma durante tres días. Mi padre, ante una reacción que experimenté en la salud, dijo: «vamos a ponerle por nombre Manuel del Jesús, y aquí estoy —comenzó su relato Don Miño…

—Eramos nueve hermanos entre los que peleamos a la vida para ganarnos el par de “alpargatas” en la calle, para ayudar a nuestro hogar, por lo que hicimos de todo. Villa Guillermina, donde nací, era un pueblo pintoresco, muy lindo en donde todos estábamos unidos y podríamos decir que no nos faltaba nada. La gente era buena y trabajadora. En la fábrica de La Forestal mi padre fue “jornalero” y allí me dieron trabajo también de chico para ayudar el sostén de casa. Hice de ayudante de laboratorio químico, ya que había ido a la Escuela de Artes y Oficios en donde aprendí de química la parte práctica».

—La infancia de Don Manuel nutrida del encanto de un pueblo con reminiscencias de una postal de la campiña de Inglaterra, estuvo inmersa en las alegrías y los sinsabores de una época que marcó profundamente a la amplia comunidad norteña, incluso con huellas de sangre.

—«Yo estuve en la llamada revolución de Lamazón, cuando lo mataron al famoso “caudillo” Radical, vivía a tres cuadras de su casa y nos criamos juntos con sus hijos. Era un pibe de apenas quince años y como todos los chicos del poblado, iba a los comité cuando había asados, ya que sabían obsequiarlo. Un señor me había dado “una orden” para que vaya a retirarlo. En ese momento cuando estaba llegando se armó el tiroteo en la calle. Se aproximaba el último tren proveniente de Puerto “Piracuacito” de Corrientes, desde donde La Forestal trasladaba el “tanino” (producto del quebracho) a Buenos Aires. Este momento fue el de la emboscada que le prepararon al “caudillo” y donde en un tiroteo infernal, le dieron muerte. Lo mataron por su política —sigue contando Don Manuel— el defendía al pueblo y a los pobres. Yo tenía quince años, como te dije, y presencié este asesinato, el de Rogelio Lamazón. El era opositor de un candidato que “grandes intereses” ponían como “favorito”, y quería que los trabajadores tuvieran todos los derechos y no solo la alimentación, porque trabajo era lo que sobraba por entonces».

—Cuenta la historia que los pueblos levantados por La Forestal gozaban de ciertas comodidades, que a ciudades como la nuestra, para tomar un ejemplo, todavía le están llegando. Pero la cosa no era tan pareja y el reparto de los bienes para nada equitativo, ya que acentuaban profundamente las diferencias entre la gente. «Guillermina tenía servicio de cloacas, agua corriente de red y teléfonos, es cierto, pero los que gozaban de toda esa modernidad, en tiempos impensados en el Norte, eran nada más que los empleados de una clase media alta. La población estaba dividida, ya que ellos vivían en casas con todas las comodidades previstas. En tanto los trabajadores comunes se alojaban en el llamado “pueblo nuevo”, separados físicamente y además por los créditos de las libretas. Las distinguidas eran de color negro y las de menor poder adquisitivo, amarillas. La división de los pobres con la clase más beneficiada se notaba notoriamente. Los menos favorecidos gozaban únicamente del agua potable, y aunque la compañía no les dejaba faltar nada, lo que les otorgaba por un lado, se lo sacaban por otro. Ellos tenían tienda, almacén, farmacia, correo, todo —continúan los recuerdos de Miño— de allí como dije primero, se desencadena la muerte del “caudillo” Lamazón, ya que su apoyo a la mayoría de los trabajadores, no le convenía a La Forestal, por eso había que eliminarlo. Ellos violaban las leyes y negaban lo que correspondía por sentido común, a la población entera».

—Así fue el comienzo de una historia contada tantas veces pero de la que siempre es posible despuntar imágenes desconocidas. Más de setenta años en la búsqueda del «oro colorado», al decir de Don Manuel, que recordó que también venía por el ferrocarril a Esperanza, para la vieja curtiembre que aprovechaba los métodos naturales para el curtido de sus cueros. Guillermina, en el «Chaco santafesino», como Villa Ana, Las Mercedes y otros sitios, obrajes despertados a una ambición extranjera desmesurada y luego librados a su suerte. Desde aquella vez, estos perduran por la buena voluntad de los que empujan el carro de la realidad queriendo ser un nuevo amanecer, y no solamente letra de un argumento que hable de olvido y soledad.

A VILLA GUILLERMINA

Chamamé

Letra: Gregorio Molina

Música: Ricardo Visconti Vallejo

Grabado por: Tránsito Cocomarola, Trío Taragüi, Atilio Puchot, Luis Angel Monzón, Conjunto Ivotí, Los Guanaqueros, Dúo Coplanacu, Los Granjeños y Patricio Quirno Costa, Los Trovadores del Norte, Los Tucu Tucu, El Chango Nieto, Julia Elena Dávalos,

Ramona Galarza, Teresa Parodi, Los Visconti, Hermanas Leiva, Antonio Tarragó Ros, Los Indianos, Chango Nieto, Los Indios Tacunau, Las Voces de Orán, Paloma Valdez, Los Reyes del Chamamé, Raúl Barboza…

¿Cómo olvidarte, oh, Villa Guillermina,

si entre tus calles soñé por vez primera,

en tus veredas, aroma de azahares,

que perfumaron mi loca juventud?

Entre el follaje de tu selva bravía

forjé ilusiones y trace mil caminos

tuve la dicha de amores y destinos.

¿Cómo olvidarte, Villa Guillermina?

Yo soy uno de tus hijos,

que en la distancia siempre recuerda

y aún escucho en mis oídos

voces y cantos tan queridos.

Despertaban las mañanas

el trinar de pajaritos;

el arroyo Los Amores

fue testigo de mi adiós.

Bailando junto con esa china amada,

sentí en mi pecho latir una esperanza:

esos amigos, recuerdos de la infancia

y esa maestra que bien me aconsejó.

¿Cómo olvidarte, oh Villa Guillermina,

si ese tu cielo es tan azul divino

y las estrellas aún más fulgurantes

es manto eterno que cubre mi orfandad?

Yo soy uno de tus hijos,

que en la distancia siempre recuerda

y aún escucho en mis oídos

voces y cantos tan queridos.

Despertaban las mañanas

el trinar de pajaritos;

el arroyo Los Amores

fue testigo de mi adiós.

009. Achalay, mi mama

La mami, la mamá o la madre forman una parte muy importante en el folklore argentino. Son muchos los poetas que han escrito bien a sus madres o bien a la madre en general. El Chango Rodríguez, Peteco Carabajal, Ernesto Villavicencio, Remberto Narváez, Juan D’Arienzo, José Pedroni, Roberto Ternán, Teresa Parodi, Juan Carlos Dávalos, César Perdiguero, Armando Tejada Gómez y Polo Giménez son algunos que han compuesto diferentes pero a su vez bellísimas letras dedicadas a la mamá y que han enriquecido en gran parte el cancionero tradicional argentino.

En esta ocasión tanto la música como la letra de esta zamba pertenece a Ángel Linares y fue registrada el 10 de agosto de 1961. Lleva por título «Achalay mi mama», donde «achalay», viene a significar «que lindo», es una expresión de afecto, admiración y agrado por quien es en realidad la gran protagonista de la composición, la madre y donde el prodigio de la vuelta al hogar y el recibimiento maternal llegan al corazón del autor, que parece luchar entre la alegría del reencuentro con su ser querido y la tristeza del tiempo que pasó sin poder disfrutar de ella.

ACHALAY...MI MAMA

Zamba

Letra y Música: Ángel Linares

Grabado por: Carlos Infante, Los Indios Tacunau, Los Litoreños, Los Visconti, Tomás «Tutu» Campos, Los Troperos de Atuel, Los Cantores de Quilla Huasi, Trio Sanchez, Monges y Ayala, Antonio Tormo, Los 3 Amigos…

Después de muchos caminos

rodando la tierra con mi soledad,

vuelvo y la encuentro a mi madre,

vestirse de fiesta al verme llegar.

Siempre las mismas caricias,

prendidas las manos junto al delantal

como apretando a la vida

que ya con los años se quiere escapar.

Querencia...mi dulce querencia...

llevense los vientos con toda mi voz,

allí no anidan ausencias...

¡Achalay...mi mama! Qué puro es su amor.

Hay un rayito de luna

que en su cabellera se vino a dormir,

así me siento a su lado

benditas sus canas, qué bello es vivir.

Cantos y versos le traigo

en forma de zambas; quisiera llorar...

De nuevo me hallo en el pago

ya sale mi madre, me viene a esperar.

Querencia...mi dulce querencia...

llevense los vientos con toda mi voz,

allí no anidan ausencias...

¡Achalay...mi mama! Qué puro es su amor.

010. Achalay Tafí del Valle

Entrar a Tucumán, es entrar un poco en la historia. La voz de Mercedes Sosa acompaña, y cuando uno pregunta de dónde sale la hermosura, la respuesta solo tiene tres palabras: Tafí del Valle. Exponente principal de un lugar reconocido nacionalmente y que resulta una carta de presentación de ésta Provincia frente al mundo.

Cabecera del partido que lleva su mismo nombre, se ubica en el oeste tucumano, a unos 1976 metros de altura sobre el nivel del mar. Hoy en día cuenta con un poco más de 3000 habitantes, muy lejos de los primeros lugareños, que llegaron gracias a una estancia jesuítica en el siglo XVIII.

Sus calles de adoquines, que datan del inicio de todo, son una imagen pintoresca junto a las casas de antaño, con un hermoso valle de fondo. Sus amaneceres y atardeceres justificarán ineludiblemente la visita a este bello lugar.

Valle que emerge entre las Sierras del Aconquija, se encuentra a 106,5 km. de San Miguel de Tucumán por un camino sinuoso que se recomienda transitar con tranquilidad. Total, ¿para qué apurarse? a la vera del camino encontrarás mucho para ver…

Los Diaguitas fueron los primeros pobladores en disfrutar de estas tierras, dejando su legado marcado que se observa específicamente, en la Reserva La Bolsa.

Suelo bondadoso y rico, posee una vegetación con pastizales y bosques de coníferas. Si se visita en verano, disfrutará de un clima templado y húmedo. Si el paseo es en invierno podrá ser testigo de alguna nevada —más en las altas cumbres—; aunque el calor de los lugareños lo hará sentir como en casa.

Tafí del Valle en Tucumán, ofrece una gama inmejorable de posibilidades durante todo el año. Para no perder las raíces y conocer más de ellas, es necesario guiarse por la Ruta del Artesano. Texturas, formas y colores para conocer más del lugar, como el «poncho tucumano». Manos laboriosas que cuentan historias y las regalan en cada prenda, hechas con técnicas ancestrales.

Encantos por doquier, como los artesanos de la gastronomía que se destacan por sus postres dulces y chocolates.

Y ya que estamos hablando de lo ancestral, saliendo por Ruta Provincial 307, hacia el norte a unos 82 kilómetros están las Ruinas de los Quilmes. En el Cerro Alto El Rey se erige uno de los centros arqueológico más importantes del norte de Argentina. Casi dos mil metros de altura y muchísima historia, que ha sido rescatada no hace mucho tiempo por el cantante popular Abel Pintos. Un teatro natural realmente, para apreciar y dejarse llevar.

El Embalse La Angostura, la Avenida Presidente Perón donde los negocios y restaurantes del lugar se dan cita, la Plaza Ángel Miguel Estévez, el verde, el azul, el marrón. Todo se conjuga para hacer de Tafí del Valle, algo digno de visitar.

En esta canción, «Achalay Tafí del Valle», Horacio Guarany cuenta que llegando al lugar, el alma se vuelve zamba. Y no está, para nada, equivocado.

ACHALAY TAFÍ DEL VALLE

Zamba

Letra y Música: Horacio Guarany

Grabado por: Horacio Guarany, Soledad Pastorutti, Los Tres del Río…

Achalay cuando llega la tarde

achalay el jilguero de mi alma

y llegando pa’ Tafí del Valle

toda el alma se me vuelve zamba!

Achalay el aroma a tomillo

ese agüita que corre cantando

y una linda morocha esperando

con la humita caliente en el rancho.

Y qué más?

pa’ que más?

achalay con la miel y el quesillo

y un vinito patero de aquellos

que hasta el alba se queda cantando

achalay cha que lindo es mi pago

pa’ que diablos me vua dir!

Achalay con esa majadita

va a peliar el invierno al verano

y si acaso me afloja la suerte

no hay faltar alguien que de la mano.

Achalay con la vida del criollo

cuando el hombre se aviene a su suerte

y aunque venga a buscarlo la muerte

no ‘ay ser tan peliagudo irse al hoyo!

Y qué más?

pa’ que más?

achalay con la miel y el quesillo

y un vinito patero de aquellos

que hasta el alba se queda cantando

achalay cha que lindo es mi pago

pa’ que diablos me vua dir!

011. Adagio en mi país

Cuenta el escritor y poeta uruguayo Enrique Estrázulas: «Vuelve a mi memoria un invierno de 1972 en que tuve que cruzar Montevideo de punta a punta bajo una lluvia torrencial, en un destartalado taxímetro, para acudir a un llamado urgente de Zitarrosa. Supuse al principio que se había enfermado, que estaría dolorido por algo o, en el mejor de los casos, habría cometido alguno de sus excesos. Cuando llegué todo estaba en calma. Y el amigo trovador en cuestión de lo más bien, sentado junto al grabador, secándose unos lagrimones que, yo sabía, venían de la emoción creadora:

—Solamente quería que escucharas un “Adagio” que se me acaba de ocurrir. Entonces dejé que regresara la calma, colgué el impermeable empapado y me dispuse a oír los acordes de lo que más tarde se transformaría en el famoso ‘Adagio en mi país’, una de las más conmovedoras canciones que se han escrito en Uruguay, acaso premonitoria, inspirada en la guerra y señalando un camino de paz».

Este impresionante poema lírico «Adagio en mi país» fue escrito en mil novecientos setenta y tres, «año infeliz en la memoria de los uruguayos», afirma la profesora Mónica Salinas, en su obra «Poesía y mito. ALFREDO ZITARROSA». En ese año se instauró el régimen de Juan María Bordaberry Arocena y también en ese mismo año fue exiliado Zitarrosa.

El poema consta de seis estrofas. Las cuatro primeras presentan la misma estructura externa; los dos primeros versos se reproducen de manera anafórica al final de la estrofa, confiriéndole a la misma una estructura «circular». Las últimas estrofas, por otra parte, no presentan la estructura «circular» de las otras estrofas.

El yo lírico describe la experiencia psicológica que experimenta el yo de autor. La voz poética describe una transformación interna en la que las emociones se van elaborando, evolucionando de impulsos (tristeza y rencor) a sentimientos, valores, ideales y virtudes (esperanza y paz). El poeta utiliza distintos símbolos, como por ejemplo la luz del sol, para describir la conversión interna que experimenta al ascender desde las regiones más bajas de la psiquis a las esferas más altas de la conciencia.

El padre desempeña la función de un guía y protector. Es curioso destacar que éste no se remite a una etapa más gratificante de su pasado, sino que se proyecta al futuro, su función es alentar la esperanza de su hijo y también la de los lectores.

En mí país, qué tristeza

La pobreza y el rencor

Dice mi padre que ya llegará

Desde el fondo del tiempo otro tiempo

Y me dice que el sol brillará,

Sobre un pueblo que él sueña

Labrando su verde solar.

En mi país qué tristeza

La pobreza y el rencor.

La voz poética evalúa y analiza la situación del país a través de distintos puntos de vista: del padre, del poeta y del pueblo. Mónica Salinas sostiene que la postura del padre oscila entre «la profecía de un renacimiento de las gestas heroicas, y la amarga constatación del potencial destructivo del infame».

Tú no pediste la guerra/ Madre tierra, yo lo sé,

Dice mi padre que un solo traidor /puede con mil valientes;

él siente que el pueblo, en su inmenso dolor/ hoy se niega a beber

de la fuente clara del honor/

Tú no pediste la guerra/ Madre tierra, yo lo sé.

Como se observa, la obra artística de Alfredo Zitarrosa es una obra comprometida con una causa social, porque a través de ella él reconfortó a su pueblo en un momento de sufrimiento. Él es un ejemplo de que es posible que un sujeto puede trascender un contexto impregnado de sufrimiento.

ADAGIO EN MI PAÍS

Zamba

Letra y Música: Alfredo Zitarrosa

Grabado por: Alfredo Zitarrosa, Vos América, César Isella, Huerque Mapu, Sanampay, Quinteto Tiempo

En mi país, qué tristeza,

la pobreza y el rencor.

Dice mi padre que ya llegará

desde el fondo del tiempo otro tiempo

y me dice que el sol brillará

sobre un pueblo que él sueña

labrando su verde solar.

En mi país, qué tristeza,

la pobreza y el rencor.

Tú no pediste la guerra,

madre tierra, yo lo sé.

Dice mi padre que un solo traidor

puede con mil valientes;

él siente que el pueblo en su inmenso dolor

hoy se niega a beber en la fuente

clara del honor.

Tú no pediste la guerra,

madre tierra, yo lo sé.

En mi país somos duros,

el futuro lo dirá.

Canta mi pueblo una canción de paz.

Detrás de cada puerta

está alerta mi pueblo,

y ya nadie podrá

silenciar su canción



y mañana también cantará.

En mi país somos duros,

el futuro lo dirá.

En mi país, qué tibieza

cuando empieza a amanecer.

Dice mi pueblo que puede leer

en su mano de obrero el destino

y que no hay adivino ni rey

que le pueda marcar el camino

que va a recorrer.

En mi país, qué tibieza

cuando empieza a amanecer.

En mi país somos miles y miles

de lágrimas y de fusiles,

un puño y un canto vibrante,

una llama encendida, un gigante

que grita: ¡Adelante... adelante...!

En mi país brillará,

yo lo sé,

el sol del pueblo arderá

nuevamente, alumbrando mi tierra.

012. Adios Catamarca, adios

Cuenta el folklorista catamarqueño Coco Melo Cabrera cómo fue testigo del momento en que Don Manuel Acosta compuso esta zamba, en 1951, en el Bar Munich de las calles Sarmiento y San Martín de Catamarca, momentos antes de partir a una gira por todo el norte del país. En ese día, integraban el conjunto Manuel Acosta Villafañe, Pebete Gerván Leguizamón, Pila Quinteros, Juan Ramón Ponce, Ramiro Espoz Saavedra, Noia y Ponce. Casi veinte años después el grupo Los Chalchaleros, formado por Juan Carlos Saravia, Ernesto Cabeza, Polo Román y Pancho Figueroa, grabó la que sin duda es la mejor versión realizada nunca de esta zamba, llena de sentimiento y amor por todos y cada uno de los bellos lugares de la provincia en la que nació el autor y cuya capital es San Fernando del Valle de Catamarca.

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