Kitabı oku: «Rugby mental», sayfa 3

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Todo tiempo pasado fue mejor…

Debemos tomar especialmente en cuenta que, al perfil psicodeportológico así descripto, por medio de los cinco factores mencionados, se suma:

A. El constante avance tecnológico comunicacional, que implica nuevos usos y costumbres de expresión, comunicación y enseñanza para con el logro del óptimo aprendizaje de nuestros jugadores.

La lógica nos indica que somos nosotros, en cuanto conductores-formadores, quienes debemos conocer y adaptarnos a esta generación y su particularidad, y no ellos a la nuestra, ya que nosotros somos los que vivenciamos la actualidad y sus cambios permanentes como consecuencia de los avances comunicacionales, y presenciamos, vivimos y conocemos la historia de ésta, y no a la inversa.

Nuestros hijos y jugadores escuchan asombrados cuando contamos que nuestro primer mundial de fútbol lo vimos por televisión blanco y negro; o que no nos permitían usar una calculadora en el colegio (cuando ahora los proveen de calculadoras científicas o computadoras para facilitar su aprendizaje); o cuando esperábamos durante meses para poder acceder a un teléfono de línea; o escribíamos una carta a una novia y debíamos ponerle una estampilla y llevarla hasta el correo o al buzón de la esquina para que llegara a destino…

No se trata de hacer un juicio de valor que determine que lo actual es nocivo o negativo y que “todo tiempo pasado fue mejor”, y actuar en función de ello, pretendiendo anular, reemplazar o bloquear la actual forma de comunicación, o querer imponer la histórica nuestra u otra.

He presenciado hechos inéditos al respecto, como el de un entrenador que quería prohibir el uso del facebook porque se le complicaba usarlo y era uno de los medios a través de los cuales más se comunicaban sus jugadores y su staff.

Muy por el contrario, se trata de intentar adaptarse y lograr, por medio de la creatividad, la llegada a estos nuevos y diferentes (ni mejores ni peores) receptores, utilizando estas nuevas herramientas de comunicación a favor de nuestra misión. Si bien es lógico que pretendamos establecer una comunicación de tipo directiva, ya que es la que internalizamos en nuestra infancia, y por medio de ella fuimos educados, debemos al menos comprender que hoy es obsoleta y que no nos conducirá fácilmente a la obtención de la formación humana y el rendimiento deportivo que pretendemos en nuestros jugadores.

La comunicación interactiva (de la que nos ocuparemos en el desarrollo de este libro) es, sin lugar a dudas, la más apropiada y, por lo tanto, el estilo de comunicación que deberemos esforzarnos en integrar y adaptarnos a utilizar para conseguir nuestros objetivos en cuanto conductores-formadores.

Por último, y para finalizar con el presente tema, se agrega al constante avance tecnológico comunicacional mencionado:

B. El importante y también constante desarrollo y crecimiento del rugby argentino, que implica un mayor compromiso en tiempo y forma del mundo rugbístico en general.

La sumatoria de los cinco factores a los que hicimos referencia (que hacen el perfil psicodeportológico generacional) y los puntos A y B mencionados derivan en la consecuente conclusión diagnóstica de un progresivo ensanchamiento de la brecha intergeneracional por falta de empatía (producto de dicha carencia de comprensión).

El noble objetivo de desarrollar personas a través del deporte (ayudarlas a crecer y superarse deportiva y humanamente) nos obliga hoy a tener en cuenta el diagnóstico mencionado y a utilizar en consecuencia, y en forma inevitable, tres “herramientas” fundamentales, a saber:

1 Tener muy presentes todos los aspectos mencionados hasta el momento, lo que derivará en una toma de conciencia que nos llevará a las dos siguientes.

2 Capacitarnos y actualizarnos en nuestros conocimientos rugbísticos y las áreas que lo auxilian (preparación física, nutricional, psicológica, etc.).

3 Capacitarnos y actualizarnos en el uso de las herramientas comunicacionales indicadas para poder transmitirlos (esto implica comprender y aprender a interactuar con esta nueva generación a través de una adecuada comunicación). Esta última herramienta es el pilar fundamental donde se asienta la aplicación de cualquier área de conocimiento, y es un aspecto prioritario, ya que el conocimiento en sí mismo no implica necesariamente la sabiduría suficiente para su transmisión.

Por eso, es de fundamental importancia conocer primero la realidad y la necesidad del receptor (perfil psicodeportológico mencionado), para que podamos intentar hacernos comprender y nuestros jugadores puedan tener un real acceso a nuestro mensaje. Se trata de una cuestión de formas, y no solo de contenido. Recordemos que la capacidad de expresar una idea es tan importante como la idea en sí misma.

Por lo tanto, la mayoría de las veces, resultará más eficaz el conductor que no cuenta con demasiados conocimientos rugbísticos pero conoce la mejor forma de transmitirlos según las necesidades del receptor, que aquel que está capacitado en cuanto a conocimientos rugbísticos, pero no está lo suficientemente preparado en el arte de la transmisión.

De estas cuestiones, entre otras varias, es que se ocupa la práctica de la psicología aplicada al deporte, que tiene como uno de sus objetivos prioritarios el auxiliar al resto de las disciplinas que le dan apoyo.

Subiendo la escalera… ¿Y si comenzáramos por el primer escalón?

Es por demás sabida la prioridad que tienen los objetivos para la planificación de cualquier tipo de actividad. Sin embargo, la mayoría de las veces, cuando preguntamos a nuestros jugadores o entrenadores sobre el tema, observamos una importante tendencia a establecer objetivos de resultado, y a poner el foco en ellos, sin reparar en que, para alcanzarlos, previamente es menester poner el foco en las metas de desempeño, que son las que nos permitirán contar con mayores probabilidades de conseguirlos.

Definiré las metas como “los objetivos de transición hacia un objetivo mayor”. (Si bien no todos los autores coinciden en esto, considero que esta definición es la más apropiada a los fines de una fácil comprensión). Por lo tanto, y sin lugar a dudas, tienen una importancia mayor que cualquier objetivo final, ya que son los escalones indispensables de la escalera que inevitablemente debemos progresivamente subir para aspirar a alcanzar la cima.

Objetivos tales como “clasificar al Top 12”, “mantener la categoría”, “salir campeones”, “ganar el próximo partido”, etc., no son sino el resultado de un proceso previo (metas), sobre el cual es menester poner el foco, para tener mayores posibilidades de alcanzar dichos objetivos. En otras palabras, el establecimiento de metas de desempeño es prioridad absoluta para alcanzar estos “objetivos de resultado”.

Si nos preguntáramos, sencillamente, ¿es que acaso podemos controlar los resultados?, la respuesta nos haría ver el sinsentido de un objetivo de estas características. El caer en la tentación casi inevitable de enfocarse mayormente en estos últimos (ya que representan nuestro sueño final) hace que probablemente perdamos nuestro rumbo (o, al menos, que perdamos momentáneamente el foco de lo prioritario), ya que los resultados no dependen solo de nosotros y, por lo tanto, no son manejables.

Lo verdaderamente manejable, y que está dentro de nuestro control, son las metas de desempeño, que se relacionan con trabajar en cada escalón que nos permitirá alcanzar dicha cima, resultado final o sueño. Es por esa razón por la que, muchas veces, los equipos sufren una especie de caída libre que parece no tener fin –a pesar de que previamente había parecido que tenían equipo suficiente–, al no conseguir los resultados esperados sobre los cuales pusieron el objetivo como foco prioritario.

Podemos afirmar sin temor que las metas son las que verdaderamente orientan nuestro esfuerzo y mantienen nuestra motivación, ya que tienen la connotación de ser más reales y tangibles por su cercanía, por ser el o los próximos pasos concretos a seguir, que son mayormente alcanzables y están más a mano, los primeros escalones para llegar a la cima aún lejana, aunque necesaria en cuanto a sueño último.

Las metas son los kilómetros indispensables a recorrer de una larga ruta para llegar al destino final. Esto hace a que sean mayormente cumplibles, en comparación con el objetivo final o sueño que, si bien es noble, es aún muy lejano, abstracto, y sobre el cual no tiene mayor sentido poner el foco de antemano, ya que depende en forma absoluta de cómo recorramos este camino previo.

Cada meta así establecida hace a lo motivacional de querer alcanzarla y a orientar el esfuerzo en cada acción que nos acercará a ella; y por eso es fundamental el establecimiento de metas en forma conjunta (jugadores, entrenadores y club en general), para poder apropiarse e identificarse con ellas. Dialogarlas, discutirlas y consensuarlas, lo que hará sentirlas como propias y desearlas en conjunto, es la condición indispensable para poder alcanzarlas.

La importancia fundamental de este consenso puede verse reflejada en una pregunta sencilla: ¿Cómo hacer para que todos tiren para el mismo lado si no se está de acuerdo sobre el lado para el que hay que tirar? En este sentido, no tiene razón de ser alguna que el entrenador sea el que le imponga las metas al equipo, sin que los jugadores que lo integran tengan la posibilidad de sentirlas como propias. La discusión, la elaboración, el intercambio y la exposición conjunta de metas hace a la base del grupo humano y el equipo deportivo, y al compromiso posterior para con ellas. Es por esa razón por la que hablamos de que las metas deben ser “consensuadas”.

Siguiendo con el ejemplo del camino, sería impensado que un piloto de Fórmula 1 ponga el foco en el resultado (salir primero en la carrera o clasificar), sin ocuparse previamente de tomar cada curva o recta de la mejor manera para optimizar el tiempo y así lograr la mayor velocidad posible, a fin de superar a sus rivales para, luego de realizar esto durante toda la carrera, tener entonces, recién allí, mayores probabilidades de ganarla, ya que también están en juego otros factores que no maneja como, por ejemplo, la potencia de los motores de los autos rivales, algún accidente sorpresivo, etc.

El enfocarse en cada acción suya hará que pueda cumplir con cada una de las vueltas de la mejor manera posible, lo que se desencadenará en mayores probabilidades de alcanzar ese sueño final, que es ser primero en esa carrera o en las siguientes. El enfocarse en establecer a priori metas que se refieran a entrenar entonces cada tackle, cada ruck, cada scrum o line, o cada una de las opciones de las acciones del juego, es lo que conllevará a tener mayores probabilidades de alcanzar el resultado final.

El establecimiento de metas cuenta con múltiples beneficios, ya que nos posibilitará preguntarnos: ¿Alcanzamos la meta? ¿Por qué? ¿Cómo hicimos para alcanzarla? ¿Qué nos faltó? ¿Sobre qué tendremos que trabajar para alcanzarla la próxima vez? Preguntas de esta clase y similares hacen a la consecuente toma de conciencia de nuestros actos en forma permanente, y al desarrollo de la capacidad de análisis y autocrítica, que son las que nos permitirán luego integrar las destrezas mentales a las físicas y continuar creciendo en forma conjunta como grupo humano y equipo deportivo a corto, mediano y largo plazo.

Es importante que las metas sean difíciles, para que nos auxilien en el proceso de motivación y autosuperación permanente; pero, a su vez, también medibles, reales y alcanzables, ya que, de lo contrario, posiblemente acarrearán frustración y obtendremos lo contrario de lo buscado.

Es fundamental tener en cuenta tanto las metas individuales como las grupales, ya que las primeras hacen a la autoestima, la autoconfianza y el crecimiento individual de cada uno de los miembros que conforman el grupo humano/equipo deportivo, y las segundas, al espíritu del grupo en sí mismo.

Las tareas extradeportivas de índole grupal, como metas que tienen que ver con lo informal (actividades solidarias, dar una charla para algún otro plantel del club, o juntarse a cenar o alguna otra actividad habitual, entre otras), son fundamentales, ya que el proceso mental de puesta de metas es el mismo, y estas hacen a la conformación del grupo humano y el equipo deportivo en su totalidad.

Es clave generar el hábito de establecer metas en forma permanente para cada entrenamiento, ya que debemos tener en cuenta que el juego es una recreación del entrenamiento; es decir, se juega como se entrena y, por lo tanto, si queremos cumplir con determinados objetivos de desempeño en el partido, debemos generar inevitablemente el hábito de establecerlos y cumplirlos previamente en cada entrenamiento.

Continuando con esta lógica, si queremos contar con un equipo analítico, que desarrolle la capacidad de autocrítica, que se adapte y sea flexible para tomar las mejores decisiones ante la estrategia rival y sus posibles cambios en determinados momentos del partido, es clave que se pueda prever esto en los entrenamientos, ya que se verá reflejado en la disputa. Por ello decimos que los partidos no se juegan el día sábado, sino en cada uno de los entrenamientos de la semana, y que el día del partido en sí está casi todo dicho.

La frase “jugarás como entrenaste” representa el real valor y la importancia de la puntualidad, el compromiso, la concentración, la actitud, la predisposición y el esfuerzo en los días de entrenamiento. La conocida conclusión conformista en la que a veces nos amparamos para justificar algún desdibujado entrenamiento, que dice “total es un entrenamiento, y la hora de la verdad será el día del partido”, tendría que estar prohibida en nuestro imaginario, si es que pretendemos realmente alcanzar objetivos sustentables y nuestro máximo rendimiento a través del tiempo; ya que, si pretendemos dar algo más en cada partido, inevitablemente tendremos que generar el hábito de dar ese algo más en cada entrenamiento.

El lector podrá comprender la importancia clave que tendrá generar el hábito de establecer metas a diario (para trabajar en el análisis posterior y determinar si fueron alcanzadas o no, y poder continuar trabajando en consecuencia), como primer escalón indispensable para trabajar la fortaleza mental.

“Un viaje de mil millas comienza con un solo paso”.

LAO-TSE (604-531 A.C.)

CAPÍTULO 2 EL PODER DE LA PALABRA

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas”.

JUAN 1: 1-3

La comunicación eficaz como garantía del éxito deportivo

Aprendemos a hablar a partir de los mensajes comunicacionales de los otros. Esto significa que, para aprender a hablar, debimos previamente oír para aprender a escuchar, tal como nos determinó nuestra madre naturaleza, ya que nadie nació hablando, pero sí oyendo (en este sentido, recomiendo al lector la película Greystoke, la leyenda de Tarzán, con Christopher Lambert).

De hecho, no solo nacemos oyendo para luego poder aprender a escuchar y a hablar, sino que… ¡hasta somos nombrados antes de nacer! Es decir, nuestros padres nos ponen nombre aun antes de que tengamos existencia física en este mundo. Lo que nos diferencia de los animales es el pensamiento (al menos, en sus formas). Pensamiento que nace a partir del lenguaje mismo, como producto de los mensajes de nuestros antecesores.

Ya desde el origen inmemorial de los tiempos, se ha hecho referencia al poder de la palabra. El reconocido pasaje bíblico de Juan 1: 1-3 que usé como epígrafe de este capítulo y que vale la pena repetir “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas” hace alusión de alguna manera (más allá de las diferentes interpretaciones del mismo) a la importancia del lenguaje en cuanto esencia de la existencia del ser.

Podemos comprender que el Verbo es el principio de todo, ya que el mundo no es posible sin un lenguaje que lo explique. De hecho, la existencia de Dios tampoco es posible sin un lenguaje que le permita crear al mundo a través del mito del Génesis.

Habiendo realizado la debida alusión a la indudable importancia de la comunicación en cuanto a esencia de nuestra existencia, continuaré refiriéndome a la misma pero haciendo uso de algunos conceptos clave que harán al óptimo desarrollo de nuestros deportistas.

La clave está en el feedback

Es por demás sabida la importancia que los clubes de rugby (así también como de cualquier otro deporte y, por sobre todos, los de equipo) tienen como fenómenos socializadores en niños, jóvenes y adultos. Podemos decir que, junto con las escuelas, las iglesias y los emprendimientos comerciales, son los fenómenos socializadores por excelencia, ya que, entre otros beneficios, fomentan la autoconfianza, el cambio de actitudes, la adopción de objetivos y el aumento de la autoestima (ver Carron y Haunseblas, Dinámicas de grupo en el deporte).

Buena parte de la tarea del entrenador pasa por la comunicación (“se puede comunicar sin motivar, pero no se puede motivar sin comunicar”, como dice Carlos Giesenow en Psicología de los equipos deportivos). Por ello, el éxito de la comunicación va a depender de su habilidad para comunicarse con jugadores, staff, familiares, etc., más allá de sus conocimientos deportivos.

Si bien comunicarnos es algo que hacemos a diario, no solemos cuestionarnos el cómo lo hacemos, y mucho menos aun el proceso mismo; y, por lo general, lo ponemos a funcionar en automático. Muchas veces, cuando no obtenemos por parte de nuestros jugadores los resultados deportivos esperados, tiramos la pelota afuera (sin intención alguna de por medio) y acostumbramos emitir frases tales como: “los jugadores no hablan y no preguntan”, “nos faltan líderes”, “no tienen compromiso”, “les falta humildad” (entre otras conclusiones varias).

¿No será el momento de preguntarnos qué aspectos nuestros, desde lo comunicacional, hacen que los cambios que pretendemos a veces no se produzcan?

La comunicación es un proceso de 2 vías (ida y vuelta) que involucra el envío, la recepción y la interpretación del mensaje (feedback o devolución), tal como lo representa el siguiente gráfico.

EMISOR ⇒ MENSAJE ⇒ RECEPTOR

RECEPTOR ⇒ FEEDBACK ⇒ EMISOR

Debemos comprender que la comunicación está dada por lo que el jugador/equipo entiende, y no por lo que el entrenador dice; y por esa sencilla razón decimos que en el feedback está la clave. De allí la importancia fundamental que tiene promover la comunicación interactiva (y no la directiva).

El entrenador como moderador

Como dijimos, es fundamental promover la comunicación interactiva; esto significa el predisponer a un necesario ida y vuelta en cada charla en la que tengamos oportunidad de intervenir. Recordemos que la elaboración interna es la vía optima del aprendizaje; por lo tanto, es fundamental la capacidad de orientar actuando como moderadores, para predisponer a que sean ellos lo que se acerquen a las soluciones pertinentes (aunque uno crea saberlas a priori).

Definitivamente, debemos intentar favorecer el desarrollo de la capacidad de análisis y autocrítica (plano psicológico) para que aparezca así mágicamente la humildad que acostumbramos solicitarles (plano moral valorativo). Por lo tanto, tenemos que generar el hábito de que analicen los entrenamientos físicos, técnicos y táctico-estratégicos, y el juego, tanto individual como grupalmente.

Pasaré a describir algunas consideraciones de fácil aplicación que harán que podamos mejorar notablemente la comunicación y obtener así los resultados que pretendemos:

 Aprendamos a dar la palabra. Actuemos como moderadores, dándoles previamente la palabra. Esto los hará partícipes y protagonistas, y ayudará a que eleven la autoestima, ya que, con el correr del tiempo, perderán el temor a exponer en público, con la seguridad personal que ello implica (esto también favorece la comunicación y el intercambio grupal).

 Aprendamos a escuchar. Es condición prioritaria que aprendamos a ejercitar la escucha, ya que, si escucho a los demás, los demás me escucharán (cuidado: no es lo mismo escuchar que estar esperando para hablar). Escuchar implica la intención de querer comprender lo que me están comunicando, más allá de lo que yo piense y quiera exponer al respecto. Acotemos solo en el caso de ser necesario o para cerrar o resumir una idea o un concepto.

 Aprendamos a preguntar. Aprendamos a preguntarles para ayudarlos a pensar: ¿creés que hiciste bien el movimiento?, ¿por qué?, ¿cómo estaban parados tus compañeros?, ¿por qué tomaste esa decisión?, ¿había otras opciones?, ¿me podés mostrar?

 Asegurémonos de que se entendió. Cuando expongamos, asegurémonos de que se entendió. Acostumbrémonos a preguntarles, dentro de las rondas de grupo, en forma individual, a dos o tres jugadores por entrenamiento, en forma alternada (recordemos que lo importante no es lo que uno dice, sino lo que los otros escuchan).

 Rescatemos la persona. No nos acostumbremos a hablar dirigiéndonos siempre al grupo; utilicemos con frecuencia los nombres de cada uno, en forma alternada, para preguntarles y captar la atención, mirándolos a los ojos al hablar, con el mismo objetivo. Tengamos en cuenta que, en ocasiones, el grupo equivale a que nadie se haga cargo. No es lo mismo expresar “me gustaría que alguien hable” que dirigirse a alguien diciéndole “me gustaría que hoy hablés vos” (con nombre y apellido). Esto es útil para moderar y no dar lugar a que siempre hablen los mismos.

 Utilicemos disparadores. Es importante que utilicemos metas y objetivos como disparadores. Recordemos que (tal como vimos en “Subiendo la escalera… ¿Y si comenzáramos por el primer escalón?”) la metas orientan el esfuerzo y mantienen la motivación. El establecer metas previas a cada entrenamiento o partido los despierta, concentra e integra, y es imprescindible incorporarlo como hábito en toda oportunidad posible. De esta manera, al final el entrenamiento, podremos preguntarles: ¿alcanzamos el objetivo?, ¿por qué si o por qué no?, ¿qué hicimos bien y qué no?

Esto servirá para desarrollar la capacidad de análisis y autocrítica ya mencionada, y para desarrollar también jugadores flexibles que puedan tomar las mejores decisiones, utilizando diferentes recursos ante los diversos desafíos que pudieran presentárseles en los partidos a jugar (situaciones adversas, cambios de estrategia del rival, etc.).

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