Kitabı oku: «Hitos de la historia de España », sayfa 2

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306. Concilio de Elvira

Hasta las persecuciones de Decio y Diocleciano, en pleno siglo III, no pueden datarse los primeros testimonios de la presencia cristiana en Hispania, entonces referidos a las comunidades de Astorga, León y Mérida. A esta última ciudad y a las campañas de Diocleciano deberá el cristianismo, precisamente, una de las leyendas más poéticas de sus primeros tiempos: la nieve cubriendo pudorosa el desnudo cuerpo de santa Eulalia en el anfiteatro.


Sarcófago de los leones, Museo y Necrópolis Paleocristianos, Tarragona.

Todas las noticias confirman las relaciones del cristianismo peninsular con el norteafricano; en uno y otro, comerciantes y soldados contribuyen a sembrar la semilla del Evangelio. Adelantándose al Concilio de Nicea, la reunión de los obispos hispanos en Elvira demuestra el vigor de la comunidad cristiana, que a no tardar ofrece a la Iglesia universal las personalidades de Osio, obispo cordobés, o el papa san Dámaso, cuya elección tanta sangre hará correr en Roma.

589. Conversión de Recaredo

Cuando el brillo de Roma se marchita, los visigodos reaniman la antigua Hispania con su ardor guerrero, aunque no pueden evitar que sus dirigentes caigan postrados ante el prestigio de la cultura romana. En los concilios de Toledo se consagra la imparable romanización del pueblo germano y, en el III de ellos, Recaredo renuncia a la fe arriana y ordena el bautismo de sus súbditos godos. Cae así la última barrera entre los conquistadores y los hispanorromanos y se abre camino la alianza de la Iglesia y el Estado que se prolonga en la historia de España hasta bien entrado el siglo XX.


Conversión de Recaredo, de Muñoz Degrain. Palacio del Senado, Madrid.

711. Invasión musulmana

La cuenta atrás del reino visigodo de Toledo comienza con la muerte de Witiza. Como en otras ocasiones, las armas vuelven a despejar las divergencias entre los partidarios de mantener en el trono el linaje del difunto y la nobleza que ya ha elegido sucesor en la persona de don Rodrigo, duque de la Bética. Ante el sesgo de los acontecimientos, el clan witizano solicita ayuda del extranjero y a su reclamo acuden siete mil soldados, la mayoría bereberes, al mando de Tariq, gobernador de Tánger, que atraviesan el estrecho y se congregan al pie del peñón, bautizado Gibraltar en su memoria.


Representación de guerreros musulmanes. Cantigas de Santa María. Biblioteca de El Escorial.

Después de derrotado Rodrigo en Guadalete (711), las tropas musulmanas progresan hacia el norte hasta ocupar Toledo, sin que la anticuada maquinaria de guerra de los godos pueda hacer nada para frenarlas. Sobre las cenizas del más poderoso reino germánico de Occidente se yergue ahora el dominio del islam, cuya convivencia con la cultura cristiana y judía, pacífica unas veces, hostil muchas más, dejará huellas profundas en una tierra que comenzó no teniendo fronteras.

756. Abd al-Rahman I, emir

Los problemas califales provocan agravios y cuestionan los lazos de dependencia de al-Ándalus con Oriente. Pero la mecha la pone un retoño de la familia Omeya: la llegada de Abd al-Rahman a la península ibérica es la gran ocasión para romper los vínculos de esta con Bagdad. Nada más desembarcar en las playas sureñas (755), el príncipe fugitivo consigue atraerse a toda la oposición yemení y bereber, y con hábiles maniobras alcanza también el favor de la gran masa musulmana de al-Ándalus. Al año siguiente, marcha sobre Córdoba, donde con todas las bazas en la mano prohíbe mencionar al califa en los rezos, se proclama emir y da vida a la primera entidad política independiente del mundo musulmán.


Castillo de San Miguel, Almuñécar, en cuya pedregosa playa desembarcó Abd al-Rahman I.

813. Camino de Santiago

El 25 de julio del año 813 —así lo cuenta la tradición— un ermitaño asentado en los últimos confines del reino de Asturias, aunque cercano a la recién restaurada sede gallega de Iria Flavia, comunica al obispo Teodomiro la aparición de una estrella milagrosa en un bosque. Tras despejar el lugar, quedan al descubierto tres tumbas, que los fieles, reanimando en el corazón las leyendas sobre la evangelización jacobea de Hispania, atribuyen al apóstol Santiago y sus discípulos.

Conocida la noticia del hallazgo, Alfonso II se precipita a visitar los sacrosantos despojos y ordena levantar en el lugar una sencilla iglesia. Queda así fundada Compostela, la ciudad de Santiago el Mayor, cuyo culto inflamará a los creyentes norteños con la conciencia de la predilección divina. El rey no es más que el primer peregrino de una inmensa corriente de fieles no interrumpida aún. Calzada de la fe, el Camino de Santiago será, además, lugar de encuentro europeo, germen del renacimiento urbano a escala continental y vía de transmisión de nuevas formas e ideas. Por la Ruta Jacobea viajarán el románico y el gótico, la Canción de Roldán y los Comentarios al Apocalipsis de San Juan, de Beato de Liébana, las epidemias más devastadoras y el impulso que mueve el retoño del latín hasta la epifanía de las lenguas romances.


Iglesia de San Tirso, en Sahagún, una de las ciudades más importantes de la ruja jacobea.

1085. Conquista de Toledo

De Alfonso VI es la gloria de ocupar Toledo en plena época de expansión de Castilla hacia el sur. La vieja urbe del Tajo era algo más que una ciudad, era un puente hacia el pasado, un título de legitimidad para quien se vanagloriaba de llevar la misma sangre de los visigodos refugiados en las montañas cantábricas durante los días de la invasión musulmana. Tomar Toledo suponía quedarse sin parias. También obligaba a la repoblación de un territorio extenso y a regir con mano dura una gran urbe de veintiocho mil habitantes con una economía desconocida y una sociedad tan heterogénea que podía ocasionar graves tropiezos al mejor gobernante. Nada de ello detiene, sin embargo, al monarca castellano, cuyos planes para hacer de Castilla la cabeza del mosaico de reinos peninsulares se ven inmediatamente reforzados con la conquista. El título imperial que su cancillería empleaba desde su ascenso al trono cobra ahora legitimidad, y hasta los intelectuales y burócratas islámicos aceptan ese estatus, asignando a Alfonso VI la dignidad de «emperador de las dos religiones».


Puerta de Alcántara, Toledo, frente al magnífico puente que cruza el Tajo.

1123. Pinturas románicas

La pintura era muy importante en el románico. Los murales policromados que adornaban los templos tenían una doble función: ornamental y didáctica. Además de embellecer las iglesias, constituían auténticos libros de enseñanza, y aunque muchos de ellos se han perdido por completo, otros se han conservado y nos dan una idea de cómo eran en origen los viejos templos románicos, qué técnicas se empleaban para decorarlos y qué pasajes bíblicos utilizaban los clérigos como apoyo a sus homilías.

El pantocrátor de la iglesia románica de San Clemente de Tahull es la catequesis de la pintura mural. Las imágenes hieráticas muestran el poder de la corte celestial que alumbra con su Ego Sun Lux Mundis el lugar de culto y resistencia, el hogar de la esperanza.


Pantocrátor del ábside de San Clemente de Tahull.

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