Kitabı oku: «Los laberintos de la vida cotidiana», sayfa 2
1. EL SÍMBOLO DEL LABERINTO
¿Qué simbología tienen los laberintos ?
Hay diversos tipos de laberintos y muchas interpretaciones de su sentido simbólico. Previsiblemente cada cultura y en cada momento histórico han podido ser utilizados para fines distintos. Iremos hablando de ello a lo largo de este capítulo.
Una de las interpretaciones que podemos darle es la relación con el cuerpo de la Madre Tierra. Las cavernas tuvieron una función religiosa en el paleolítico. La caverna «transformada ritualmente en laberinto, era a la vez teatro de las iniciaciones y lugar donde se enterraba a los muertos», por lo que entrar en un laberinto simbolizaba, en los rituales de iniciación o los funerarios, el retorno místico a la Madre.5
El diseño del laberinto no es el de un camino recto ni directo. Implica vueltas y encrucijadas que favorecen la desorientación y el perderse.
Rivera Dorado,6 citando a Plinio, hace hincapié en que el laberinto, en la época clásica, era considerado «emblema de un mundo al revés, donde están custodiados misterios y verdades superiores. Por lo tanto, según los casos, puede ser paradigma de los cielos o de los infiernos; expresión de una lógica opuesta a la humana».
2. EL LENGUAJE
El laberinto, como dice Gernot Candolini,7 puede considerarse como parte de un lenguaje oculto e incomprensible, que, sin embargo, todos conocemos.
Muchas veces miramos lo que está a nuestro alrededor pero no lo vemos. No entendemos en qué nos puede ayudar, qué nos quieren decir quienes los construyeron y qué es lo que transmite el propio laberinto con su lenguaje enigmático y su energía a través de los tiempos.
Una de las formas en que hemos podido mantener esa conexión es a través del lenguaje verbal. Con metáforas –«estoy en un callejón sin salida»– manifestamos, mediante la fuerza que tiene el símbolo del laberinto, determinados conflictos.
¿Por qué esa atracción por el tema a través de los siglos? ¿Por qué el ser humano ha sentido la necesidad de construir laberintos? ¿Quiénes en su vida cotidiana, desde edades tempranas, en momentos de confusión o de conflicto, o incluso como una especie de meditación, de mente en blanco, o hasta de aburrimiento, no han dibujado laberintos o representaciones laberínticas de este estilo?
Si, el laberinto tiene una fuerza que atrae, es la fuerza de la imagen arquetípica que reside en el inconsciente de cada cual y en el inconsciente colectivo; es un un modelo que sirve para expresar o representar algo.
Dibujos de laberintos espontáneos.
3. EL ESPACIO SAGRADO
El laberinto forma parte de los espacios sagrados; podríamos decir que en sí mismo constituye un espacio sagrado. Hablamos de espacio sagrado como opuesto a profano. Existen muchos lugares naturales de la Tierra que el ser humano ha identificado como sagrados. A este contacto o acercamiento a lo sagrado Mircea Eliade lo denomina “hierofanía”. Dice este autor: «al manifestar lo sagrado, un objeto cualquiera se convierte en otra cosa sin dejar de ser él mismo, pues continúa participando del medio cósmico circundante. Una piedra sagrada sigue siendo una piedra; aparentemente (con más exactitud desde un punto de vista profano) nada le distingue de las demás piedras. Para quienes aquella piedra se revela como sagrada, su realidad inmediata se transmuta, por el contrario, en realidad sobrenatural».8
Ciertos lugares fueron considerados como sagrados a través de los tiempos: bosques, cuevas, montañas, ríos... Algunos de esos lugares, como las cuevas, formaban parte de túneles o subterráneos laberínticos que estaban en el interior de la Madre Tierra. La Madre Tierra ha simbolizado en la antigüedad la vida (la que permite nacer las semillas, alimentarnos), la muerte (cuando morimos volvemos a la tierra), la transformación (todo se recicla) y el conocimiento.
Algunos de esos lugares eran sagrados porque parece ser que allí se experimentaba cierta energía –posiblemente había corrientes telúricas–, diversas sensaciones y percepciones que permitían un efecto “especial” sobre la persona,9 una apertura de la conciencia. Según Devereux10 «había en el pasado una actividad humana conspicua que reconocía el valor del lugar, del espacio sagrado: una preocupación por la interacción de la psique y el entorno». «Lo sagrado –continúa diciéndonos– es importante en los antiguos lugares sagrados porque lleva aparejadas zonas de la conciencia que han quedado anuladas en la conciencia contemporánea.»
Los laberintos surgieron fundamentalmente como espacio sagrado donde se pudiera conectar con otras dimensiones espirituales o de la conciencia, como el contacto con sus dioses o como un lugar de iniciación, de experiencias difíciles que permitieran entender el proceso de vida y muerte.
El espacio sagrado es el espacio del misterio. Algo ocurre en el laberinto que es misterioso. De ahí su fuerza, su atracción y su temor. No tiene una lógica racional. Hay que trabajar con la intuición. Hay una parte que podemos entender, y otra que no, que es misteriosa, por eso prevalece esa atracción y temor al mismo tiempo.
4. LA DANZA SAGRADA
El movimiento de búsqueda del laberinto tiene cierto paralelismo a una danza.
Las danzas sagradas rituales tienen un simbolismo de unión con la divinidad. «Los místicos han sopesado la idea de que el final de la espiral es asimismo un comienzo, o la idea de que la espiral conduce fuera de este mundo.»11 Así podemos verlo en las danzas de los derviches giróvagos.
Hay en el mundo danzas rituales para celebrar las cosechas, los matrimonios, o acontecimientos importantes de la comunidad.
Las formas de danza más antiguas están muy relacionadas con el laberinto. «Las danzas circulares y en espiral constituyen el tipo más puro de las danzas de veneración, porque ponen un énfasis estricto en el centro y la creación del espacio interior.»12
La espiral es una imagen de la evolución del universo y «simboliza el movimiento que describe el espíritu y muestra la relación del círculo y su centro. Todas las danzas laberínticas imitan el viaje de los muertos: el camino tortuoso representa el deambular del alma».13
Una de las danzas más conocidas en relación al laberinto es la danza de Geranos o danza de la Grulla –ave acuática–. Rememora el recorrido que hizo Teseo a través del laberinto y nos ayuda a entender la relación que existe entre «el laberinto y su Señora, la Diosa Pájaro de la Prehistoria».14 El laberinto, que es una representación más compleja del doble meandro, debió haber sido un símbolo del culto a la diosa. Una tablilla de Knossos, descifrada por Palmar (1965), «nos informa que el laberinto debió de haber sido un símbolo de la morada o “palacio” de la “Señora del Laberinto”.15
La danza griega de Geranos tuvo una gran influencia en las danzas eclesiásticas del cristianismo primitivo. Durante la Edad Media había danzas que se celebraban en los laberintos de las catedrales (vg. en la catedral de Auxerre).16
5. JARDINES Y JUEGOS
Frente a esa dimensión sagrada, misteriosa e iniciática, el laberinto se vulgarizó, se hizo profano, perdió su carácter de ritual sagrado y se empezó a utilizar en juegos y jardines.
En la época romana, el tema del laberinto aparece en diversos lugares, como en los frescos, los suelos, o como motivo decorativo en la cerámica. En la Edad Media adquieren un sentido diferente –el camino que lleva a Jerusalén– y se representan en las entradas de algunas iglesias.
A partir del Renacimiento se van diseñando en los jardines, adquiriendo un sentido más profano y estético. En Italia (s. XI), en Inglaterra (s. XVI) o en Francia, se diseñaban jardines laberínticos. Al principio eran de poca altura, más o menos a la altura de la rodilla, pero posteriormente se hicieron también más altos, como el de los jardines de Versalles, diseñados por Perrault en 1667.17
El sentido que adquiría el jardín en estas épocas era, además del estético, para estimular determinados estados anímicos. A veces se trataba de favorecer estados de reflexión, de meditación, de tranquilidad y sosiego; mientras que en otros casos se pretendía el efecto contrario: generar sorpresa, miedo o confusión.18
También, en algunos casos, tuvieron un sentido erótico, utilizándose ese espacio para encuentros y juegos amorosos.
Los laberintos se fueron incorporando también en los juegos de salón, de mesa, o infantiles, como “la rayuela” o como el juego de la oca, en donde se avanza y retrocede continuamente; o en ferias y parques de atracciones o como juegos gráficos de entretenimiento.
Actualmente algunas ciudades incorporan recorridos laberínticos como estímulo de diversión (Barcelona, Budapest). [FIGURA 8.]
El juego de la oca y tres en raya.
La rayuela.
Jardín de Coyoacán (México).
6. TIPOS DE LABERINTOS
Hay muchos tipos de laberintos:19 Los hay muy sencillos como por ejemplo las espirales, aunque hay quienes las consideran pseudolaberintos porque no hay opciones que tomar, sólo hay un sendero; simplemente es un camino largo. Pero hay otros más complejos en donde el sendero inicial de entrada se divide en varios senderos y hay que elegir. Es el debate entre lo racional y lo irracional: ¿cuál será el sendero adecuado?, ¿a dónde me llevará este camino: a la salvación o a la muerte?, ¿qué voy a encontrarme en este recorrido? ¿quién/quiénes puede/n aparecer?, ¿cuáles podrían ser los peligros?
Hay laberintos unidimensionales, bidimensionales, tridimensionales. Los hay hacia arriba, en dirección ascendente, como los zigurats, los hay hacia abajo en los subterráneos de ciertas construcciones o en los túneles y grutas. Los hay redondos, cuadrados... los hay simétricos (de ahí también su relación con los mandalas [FIGURA 9]: representación del cosmos que se utiliza para la meditación y el encuentro con el propio centro espiritual)20 y asimétricos; los hay con un centro que hay que alcanzar, o con varios centros –o pseudocentros que llevarían al principal–, o incluso sin centro (podría ser un laberinto como puro juego de entrada y salida). Podríamos decir que las variaciones de diseño son infinitas.
Generalmente, en los laberintos clásicos, a partir de una cruz van surgiendo círculos que acaban formando un camino entrelazado. Conduce hacia dentro y hacia fuera, siempre es de entrada y de salida y se dirige finalmente hacia el centro. Allí se encuentra el punto de regreso y el mismo camino conduce de nuevo al exterior.21
Humberto Eco22 agrupa los laberintos en tres modelos fundamentales:
a) Laberinto “univiario”: corresponde al laberinto clásico. Tiene una vía, un sendero y, aunque parezca muy complicado, es como un ovillo con dos cabos; se entra por una parte y se sale por la opuesta.
b) Laberinto “manierista”: es un laberinto difícil porque puede hacernos volver continuamente sobre nuestros pasos. Si pudiéramos deshacerlo no nos saldría un hilo, como en el univiario, sino una estructura de árbol con muchas ramificaciones, y solamente una lleva a la salida.
c) Laberinto “rizoma” o “red infinita”, donde cada punto se conecta con los demás, extendiéndose al infinito, como si fuera «un libro en el que tras cada lectura se altera el orden de las letras y se produce un texto nuevo».
7. EL SENDERO Y EL CENTRO
Los elementos más característicos del laberinto son: el sendero o camino que hay que recorrer y el centro, el lugar que hay que alcanzar, la meta que hay que conseguir y que supone aparentemente el objetivo del laberinto, adonde hay que llegar y desde donde habría que salir. Sin embargo, hay que destacar la importancia del sendero; es el recorrido que se hace, la actitud que se mantiene en el trayecto, lo que genera unas transformaciones internas, que culminan al llegar al centro y salir del laberinto. Llegar al centro supone que has tenido que hacer un viaje, haber realizado el difícil camino de transformación personal, de transformación de la conciencia.
Frecuentemente los laberintos –exceptuando los más simples o pseudolaberintos– son recorridos que tienen varios senderos, varios caminos, muchas opciones. Pero sólo uno de ellos será el adecuado, y no se sabe cuál. Eso es lo que genera confusión, desorientación. El laberinto es un recorrido que induce a la desorientación, a la confusión. Produce una sensación de locura («no tiene lógica»), vivencia de muerte («¿saldré viva/o de aquí?», «¿llegaré a encontrar el centro?»...).
Podría decirse que es un «enredo desorientador de caminos en los cuales puede perderse el incauto, pero que sin embargo tiene un auténtico camino hacia el centro».23
Incluso en los más simples, como veremos en el capítulo III, se generan también ciertas sensaciones y percepciones especiales al recorrerlos.
8. FASES DEL LABERINTO
a) El inicio
b) El desarrollo del viaje
c) La salida
a) ¿Por qué o para qué meternos en un laberinto? ¿Qué sentido tiene?
En algunas narraciones el viaje laberíntico se inicia porque en un momento concreto surge un problema y el héroe o heroína deben iniciar un viaje para encontrar la solución al problema. En la novela La historia interminable, de Michael Ende, el viaje se inicia porque el país sólo podrá salvarse de la “Nada” si Atreyu (el héroe) encuentra un nuevo nombre.
Se va en busca de algo extra-ordinario que tiene poderes sobrenaturales (vg.: el Grial). En algunos cuentos alguien se enferma o sufre un encantamiento y hay que iniciar un viaje para encontrar lo que le puede sanar.
¿Cómo nos preparamos para el viaje? ¿Tenemos conciencia de dónde estamos o dónde vamos a meternos? A veces sí, a veces no; sencillamente se inicia y eso no tiene vuelta atrás.
Cuando es posible preparar el viaje porque se es consciente de que se quiere iniciar, no hay que llevar mucho equipaje; pocas cosas, lo mínimo imprescindible. Una pesada mochila nos impediría caminar con la suficiente soltura.
b) Una vez dentro del laberinto ya hemos iniciado el viaje. Hay que recorrerlo.
El desarrollo del laberinto es lo que propiamente podríamos denominar “el viaje”, aunque éste también abarque el inicio y el final.
En ese proceso se generan acontecimientos que el héroe o la heroína tendrá que enfrentar. Es la «aventura» que aparece como la trama de cuentos, novelas o películas.
Ahí aparecerán personajes u objetos que funcionan como aliados/as, y otros que se manifiestan como monstruos o enemigos/as. ¿Cómo enfrentarse a ellos/as?
El laberinto es una experiencia de conocimiento, un viaje de conocimiento, más o menos fácil, con un sendero o varios, más o menos largo, con un centro o varios: pseudocentros o centros engañosos para que descubras el verdadero centro. Es en ese sentido en el que nos interesa el laberinto; cuando hablamos de conocimiento no nos referimos al conocimiento racional, sino a otro más intuitivo, se trata de la apertura a otro nivel de conciencia.
El laberinto es un símbolo sobre el difícil y complejo camino de la vida. «Habla de las verdades de la vida, de las dificultades y luchas, pero también simboliza la entrada, el centro y la nueva libertad una vez se vuelve al exterior».24
c) La salida del laberinto implica volver tras haber hecho el viaje y la transformación interior, afrontando las vicisitudes del camino, conseguir llegar al centro (matar al monstruo, conseguir el objeto mágico de sanación o adquirir el conocimiento necesario para poder volver) y luego retornar al punto de partida que se transforma con el retorno del héroe o heroína, quienes a su vez llegan también cambiados, no vuelven como partieron; todo lo que les ocurrió durante el viaje les ha madurado.
Así como cuando se anda el laberinto uno de los miedos que aparecen es no llegar al centro, una vez alcanzado, otro miedo es no encontrar la salida y quedar atrapado/a.
9. EL VIAJE
El laberinto simboliza un viaje, un viaje espiritual, un viaje heroico. Así se representa en diferentes mitos y leyendas de todo el mundo. Son viajes complicados, llenos de pruebas difíciles por las que la heroína o el héroe han de pasar. Una de las historias de viajes más conocidas en Occidente es la Odisea, de Homero. La Odisea nos narra el viaje que realizó Ulises, rey de Itaca –el héroe–, cuando volvía de la guerra de Troya para llegar a su país y a su casa. Anduvo perdido durante años teniendo que enfrentar un sinfín de viscisitudes, aventuras y desventuras con todo un panorama de emociones.
Mientras, en Itaca ¿qué hace Penélope, su mujer? Teje y desteje, teje y desteje –¿a qué nos recuerda esto? Es lo que se vive también en los laberintos internos, como se verá en los capítulos II y III– mientras Ulises continúa su viaje hasta que consigue volver.
El viaje del héroe se considera como «metáfora del proceso de desarrollo espiritual, durante el cual los diversos paisajes que la figura heroica recorre representan distintos aspectos de la psiquis humana y las pruebas físicas se convierten en exámenes de sus esfuerzos espirituales».25
No hay atajos en el laberinto; es un camino de conocimiento. Hay que hacer todo el viaje, pasar por todas las emociones transformándose en un ser nuevo, depurándose para alcanzar el centro, el conocimiento y volver transformado/a. Eso requiere un tiempo y una maduración personal. ¿De qué serviría querer conocimiento si no se estuviera preparado para recibirlo?
Cada tradición cultural tiene sus pequeños o grandes viajes espirituales. Los más pequeños pueden hacerse con frecuencia –vg. ir en romería a una ermita–, mientras que hay otros que por su dificultad o extensión en tiempo y espacio quizás pueden hacerse al menos una vez en la vida. El Camino de Santiago es el recorrido de viaje espiritual más emblemático de la cristiandad, así como La Meca lo es para el mundo musulmán o el Ganges para el hinduista.
10. MITOS, LEYENDAS, CUENTOS Y NARRACIONES
Los laberintos están relacionados con mitos y leyendas. «Los mitos, leyendas y cuentos no pretenden transmitir los hechos históricos de manera exacta, sino reflejar las vivencias del alma. Tratan de miedos, luchas y experiencias interiores que son comunes para muchos de nosotros».26
El más famoso mito laberíntico de nuestra tradición cultural europea, es el del Laberinto de Creta.27 En líneas generales el mito podría resumirse así:
«El rey Minos, casado con Pasífae, había pedido al dios Poseidón que le enviase una señal que confirmase su apoyo a Creta. Eso, además, le reconfirmaría también en su poder como rey. Poseidón aceptó la demanda pero a cambio exigió a Minos que a continuación le sacrificara el animal que le enviara como presente.
»De las aguas, surgió un bellísimo toro blanco. Era tal su belleza y potencia que Minos, rompiendo la promesa que había hecho, decidió ofrecer en sacrificio otro animal.
»Poseidón se enfureció y decidió castigarle: hizo que Pasífae se enamorara apasionadamente del toro blanco y copulara con él. De ahí surgiría el Minotauro, un monstruo mitad hombre, mitad toro.
»El rey Minos pidió al arquitecto Dédalo, que construyese un laberinto para encerrar en él al Minotauro.
»Uno de los hijos de Minos y Pasífae, Androgeo, que se distinguía por su destreza en las competiciones fue muerto en Atenas; unas versiones dicen que lo mataron jóvenes atenienses; otras, que fue el toro de Maratón que había enviado el rey de Atenas.
»Frente a este acontecimiento, Minos declaró la guerra a Atenas obteniendo la victoria con el apoyo de Zeus. Pero una de las condiciones de paz fue que cada nueve años se enviaría a Creta siete jóvenes y siete doncellas que serían entregados como tributo y devorados por el Minotauro.
»Después de dieciocho años, Teseo –hijo de Egeo, rey de Atenas– decidió formar parte de la comitiva que le iba a ser entregada al Minotauro, para enfrentarse a él y finalmente matarlo.
»Al llegar a Creta, Teseo conoció a Ariadna –una de las hijas de Minos y Pasífae–, que se enamoró de él. Deseando ayudarle en su salida al laberinto, Ariadna le entregó, un ovillo de hilo, para que, una vez muerto el Minotauro, encontrase el camino de vuelta. Pidió a cambio que se casara con ella y la llevase a Atenas. Teseo entró solo al laberinto, se enfrentó y mató al Minotauro y consiguió salir y liberar a sus compañeros/as gracias al hilo de Ariadna. Cuando finalmente salieron de Creta, Teseo abandonó a Ariadna en una isla...»
Una de las leyendas más conocidas en Europa se fue desarrollando a partir de relatos del siglo XII, en la Edad Media. Se trata de la leyenda del Grial. El viaje en busca del Grial que realizaron los Caballeros de la Tabla Redonda simboliza la búsqueda del paraíso.
La importancia del viaje se nos muestra también en los cuentos que, deformados por ropajes posteriores,28 han ido encubriendo su verdadera enseñanza. Cuentos como Alicia en el País de las Maravillas; novelas clásicas como «La Divina Comedia» de Dante, o modernas como Atrapados en el hielo (la legendaria expedición a la Antártida de Schackleton) de Caroline Alexander, guiones de cine –La huella, de Mankiewicz– etc., tienen una estructura laberíntica.