Kitabı oku: «Un paseo por Europa»
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© Francelina Robin
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1114-266-3
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AGRADECIMIENTOS
A Claude Robin, mi marido, compañero de todos momentos. A don José Segura Haro, director de Granada Costa, mi hermano de corazón y padrino de mis bodas de plata. A mi gran querida amiga doña Carmen Carrasco Ramos, directora nacional de poesía en Granada Costa y madrina de mis bodas de plata. A mi amiga doña Inmaculada Rejón, gran artista, cantante profesional de flamenco, poeta y rapsoda en Granada Costa y dama de honor de mis bodas de plata. A la señorita Leticia Pérez amiga y traductora y a todas las amigas y los amigos de Granada Costa.
DEDICATORIA
Dedicado a mis cinco generaciones. Este sería mi árbol genealógico, donde aparece mi familia materna y paterna: mis abuelos maternos, mi madre y mis tíos, abuelos paternos, mi padre y mis tíos, mis hermanos y yo, mis hijas, mis nietos.
Abuelos maternos:
Francisca Exposto Sousa
Julio Clemente de Sousa
Mi madre y mis tíos:
Maria Sousa Silva Pereira
José Sousa Clemente
Gloria Sousa Pereira
Rosa Sousa e Silva (mi mamá)
Eusébio Sousa Pereira
Abuelos paternos:
António Silva Pereira
Rosária Silva Pereira
Mi padre y mis tíos:
Inácio Silva Pereira
Manuel Silva Pereira
Maria Silva Pereira
Alfredo Silva Pereira
Casimira Silva Pereira
David da Silva Pereira (mi papá)
A falta de dos tíos que no conocí
Mis hermanos y yo:
Francelina Sousa Silva Pereira
Francisca Sousa Pereira
Luzia Sousa Pereira
Maria do Céu Sousa Pereira
José Sousa Pereira
Armênio Sousa Pereira
Maria da Gloria Sousa Pereira
Mis hijas:
Sylvie Michel da Silva
Maria da Gloria Pereira da Silva
Mis nietos:
Adrien Noel Astoul
Thomas Astoul
En estas fotografías aparecen mis cinco generaciones: mi abuela, mi madre, yo, mis hijas y mis nietos
FRANCELINA. PRÓLOGO PARA UNA MUJER DE TRES FRONTERAS
En realidad, estas tres fronteras que delimitan su personalidad como mujer me parecen muy pocas para la enorme expansión que ha tenido la vida de esta pequeña pero gran mujer: Francelina Robin. Cuya vida está plagada de innumerables episodios, la mayoría poco felices y luchando por sobrevivir en ese mar revuelto que le ha tocado atravesar (atravesar un mar o un desierto y volar en alas de nuestro sueño) hasta alcanzar este puerto seguro que, en su etapa otoñal, ha logrado encontrar al lado de quien ha sido su apoyo y amarre definitivo: su esposo Claude Robin (yo le ofrecí mi mano y él me dio su corazón).
Francelina, nombre y figura de muñeca pero una gran mujer en toda la extensión de la palabra. Luchadora donde las haya (todo lo que hoy te debilita, mañana será tu fortaleza). Artista. Bailarina. Esteticista. Maga de la jardinería (en mi jardín hablan las rosas). Una chef de primera… Y ahora, en que sus piernas ya se niegan a bailar, escritora y poeta.
Dios le ha repartido muchos dones y ella los ha sabido aprovechar y, saliendo de la nada (soy un vacío sin fin perdida en la oscuridad), ha ido subiendo peldaños en la vida hasta situarse en el pináculo donde actualmente se encuentra gracias a su tesón, voluntad, trabajo y a no dejarse vencer por las vicisitudes que la vida le ha deparado, que no han sido pocas (todo lo que hoy te debilita, mañana será tu fortaleza).
El presente libro, una autobiografía, está escrito a corazón abierto, sin concesiones a altruismos, disimulos, ni intentos de maquillar la verdad. Es un relato rebosante de autenticidad donde no hay lugar para medias verdades. A veces hay episodios en los que la autora vuelca todo su dolor y lo transmite al lector exento de dramatismo (las espinas no me alejaron de la rosa aunque la herida laceraba), de un modo sencillo y natural, como lo es ella, cual si estuviese hablando con unos amigos en un tono coloquial (la soledad es valiosa, pero una buena compañía no tiene precio). Como en una velada propicia a las confidencias.
Sus relatos están entremezclados a modo de flashback, y a veces nos habla con nostalgia de su etapa de niña y adolescente en su país natal, Portugal (cambia tus hojas, pero no pierdas tus raíces), y otras vuelve al presente, en España, o se retrotrae al país que, en realidad, considera suyo, ya que marchó allí con apenas veinte años, y allí se formó y se convirtió en lo que ha llegado a ser, culturalmente, como persona y artista: Francia.
A lo largo de los capítulos va recorriendo toda su vida, desde su nacimiento en un pueblo de Portugal hasta su llorosa llegada a París (las lágrimas son el lenguaje del corazón) y, finalmente, su decisión de vivir en España, concretamente, en el Levante alicantino. Por cada capítulo desfilan innumerables y pintorescos personajes, familiares, amigos, costumbres, fiestas típicas, algún toque a la política, anécdotas, desengaños (algunas personas merecen quedarse donde yo las encontré en el pasado), periodos de hambre (yo aprendí a dar, no porque tenga mucho, sino porque sé lo que no es tener nada), toda clase de trabajos que hubo de desempeñar, enfermedades, amores… Hasta llegar a esos años felices en que, junto a Claude, formaron pareja sentimental y de baile, alcanzando enormes éxitos en toda Europa y habiendo obtenido cientos de premios en cada exhibición en los numerosos certámenes de bailes de salón a los cuales se presentaban, lejos de todo divismo (para ser grande hay que estar al lado de la gente, no encima).
Como poeta, asimismo ha insertado algunos poemas (y nadie supo que eras un ángel hasta que abriste las alas…) de su autoría a lo largo del libro. Pero lo que yo más destacaría del mismo son las reflexiones que hace al principio de los capítulos y, sobre todo, los inspirados pensamientos, llenos de filosofía y profundidad, con que finaliza cada narración y de los cuales he intercalado algunos como muestra en mi sencillo prólogo. Son frases, en mi opinión, que dictadas por su corazón llegan hasta el nuestro y nos hacen reflexionar sobre esas verdades que, aun teniéndolas presentes, pasamos de largo por ellas insertos en la vorágine de nuestras vidas.
Amiga Francelina, mi enhorabuena por esta tu novena publicación. Has sido muy valiente al decidirte a abrir tu corazón y mostrarnos en las páginas de este libro tu alma al desnudo, hermosa alma que, pese a los avatares vividos, se refleja en tu eterna sonrisa, como bien expresas en esta frase tuya, favorita para mí: la vida arrancó mis lágrimas, pero no consiguió apagar mi sonrisa.
Carmen Carrasco, delegada nacional de poesía Granada Costa.
Valencia, Navidad del 2019.
PROFUNDO SENTIMIENTO
Las lágrimas me caen por el rostro, porque estoy cansada de tanto sufrimiento, de tantos lamentos, donde la pena da ganas de abandonar todo y me destruye por no sentir la verdad, en el profundo sentimiento gastado en la nostalgia. Las manos me duelen de la lucha ardua del trabajo, los campos y los arados me consumieron la piel, me volví como una desgraciada sobre la tierra que me fusilaba la fuerza y en un trago sacio la sed con vino, donde mato mi sed en las dificultades de la vida y del cuerpo ya vertido. Hay esencia en la tierra, solo disfruto del silencio con el olor a lo que cultivo, con las manos gastadas que me duelen, con el rostro quebrado por el sol, profundo sentimiento al sentir la hiel, donde la tierra me quema el cuerpo, me sana las heridas de la vida, profundo sentimiento. En la pobre realidad que me deja débil por la fuerza del trabajo que hago, soy agricultora al deshacerlo todo en pedazos con la azada, cambio mi voluntad de crear, en esta tierra que me ha de matar. Profundo sentimiento que guardo en mi silencio, donde los pájaros cantan en el maíz que sembré, donde sacian el hambre en aquello que nunca di, soy mujer, soy gente, pero no soy, ciertamente, las manos finas de alguien, pareciendo aquello que soy, sucia de la tierra que un día me pisó con el dolor de retirarla, en ella tapada voy a morir.
La envidia es el homenaje que el mediocre brinda al éxito
ANTIGUA PRISIÓN DE PONTE
Monumentos de las Feiras Novas de Ponte de Lima, en realidad era un momento de cuando se oía a los folclóricos y tocadores de concertinas en Ponte de Lima es famosa pero también las artesanías de cantería y granito. Sugerimos las lecturas de ese comentario que dice concertinas, un instrumento para preservar las Vacas das Cordas se trata de una tradición que se pierde en el tiempo, sugerimos la lectura de las Vacas das Cordas. Existe, desde tiempos remotos, en la ciudad de Ponte de Lima la peculiar costumbre de, manualmente, en la víspera del día del Cuerpo de Dios, hacer correr una vaca negra presa y conducida por los ministros de la fundación que pudiesen con ayuda de tres largas cuerdas.
Esa diversión, cuyo verdadero origen se desconoce pero que todavía se mantiene, parece que va ganando popularidad atrayendo a la tierra numerosos forasteros, era un becerro ejecutado por dos molineros que eran obligados por pena de prisión conforme determinaban las posturas municipales. Muchos de esos molineros eran oriundos de la Freguesia de Rebordôes de Santa María, localidad que poseía numerosos molinos y que, con su decadencia, los molineros de la tierra emigraban para Brasil cerrándose muchos en Goiás. Al comienzo de la tarde, una vaca negra es presa en una reja cerca de la iglesia de la catedral, permaneciendo expuesta al mercado del pueblo que una vez en un patio que al pasar el tiempo se fue perdiendo entre aguijones y santería para intentar embravecer al animal.
Aquello que une y separa a las personas, no son las diferencias, sino los valores.
ESTACIÓN DE SAN BENTO, PORTO
En el tiempo de Salazar era una delicadeza que no se pueden imaginar, cuando fui a Portugal para llevar a mi exmarido para ver si me dejaba en paz, mandé muchas cosas en el tren pero las cosas llegaban al destino y pasaban varios días y meses, íbamos allí más de tres y cuatro veces, no querrán saber en el estado en que se encontraban nuestras ropas, si el gobernador era un dictador los que estaban a su servicio no eran mejores, esto era en la aduana.
Un día llego a la estación de San Bento de Porto, mi ropa en las maletas parecía una venta de trapos, todo revuelto en el suelo, las maletas reventadas, la Policía ni guantes tenía, me dijeron «¿esto es suyo?» y me revolvieron todo en el suelo, yo que tenía todo planchado y doblado y aquel bandido me esparció todo por todas partes, no tenían respeto ninguno por la gente y ni se podía abrir la boca. Parte de las cosas faltaban porque lo que a ellos les gustaba lo guardaban, imaginen después para meter la ropa en las maletas para llevarlas a casa de mi madre ya que yo no tenía casa. Esa estación era muy bonita, ahora no sé porque hace años que ya no entro ni paso por allí dentro. Su decoración era tan bonita, aquellos azulejos de colores tan bonitos, azules y blancos, eran una maravilla, Portugal estaba toda decorada con azulejos, todavía hoy hay muchos sitios en Portugal donde está todo decorado del mismo color. Pero hace muchos años que yo muchos sitios no los veo, hay cosas maravillosas. Muchas cosas del tiempo de Salazar, había bonitas y estimadas pero al pueblo no lo estimó, lo mataban de hambre y lo torturaban, si les mostrara ciertas cosas de él, quedarían sin habla, quien lo viera, ¡parecía un donjuán! hasta una mujer tuvo cuando era joven y estaba casado, pero como era Salazar el pueblo lo sabía pero él hizo callar el rumor para que nadie supiese la verdad.
Mis viejos recuerdos, voy a contar una anécdota. En mis primeros años viviendo en Francia pasaba la frontera de Vilar Formoso y bajábamos todos los pasajeros para hacer el control de pasaportes y de todo lo que se traía y se llevaba. Yo era joven y juguetona pero un día, riendo, riendo, pasé miedo. A mí me gustaba mucho la música, tal vez es, por ese motivo, que soy bailarina. Entonces yo llevaba un tocadiscos y la Policía me quiso complicar la vida y darme miedo. El tren hacía una parada larga, en ese momento me hicieron bajar, cogieron mi tocadiscos pero no los discos que tenía escondidos bajo del asiento del tren. Me llevaron al puesto dentro de la estación, me dijeron que tenía que dejar mi aparato. Imaginen mi tristeza, era mi pasión, allí me hicieron preguntas, como si tenía la intención de volverlo a llevar a Francia, yo les respondí que sí, pero ellos me dijeron que no. Nos dieron órdenes de dejar todo en ese lugar y esperar las órdenes del tren para salir. Y dijeron que podía llevar el tocadiscos a Portugal pero cuando volviera a Francia no lo dejara en Portugal.
El refrán de mi mamá, mi madre me decía «te pasas la vida comprando música, ¿crees que eso te llena la barriga?». Y le contesté que no pero que me daba alegría y éramos pobres pero yo me pasaba la vida cantando y ahora cambió el disco, me paso la vida llorando. Pero me castigaron tanto de tristezas que me pregunto: ¿de dónde viene tanta maldad para hacerme tanto daño? Yo que solo buscaba calma y tranquilidad, por eso solo estoy bien en mi casa, ni quiero salir para nada oír. Hasta el punto que cuando oigo hablar a una persona de otra, me entran ganas de decirle que se calle. Para mí la música era vida, para otros de la familia eran los celos y la maldad, para mí no vale nada decir cosas malas de otros, ya que no llena la barriga de nadie, solo causa tristezas y problemas. Yo huí de mis raíces, huí porque teníamos un gobierno que era como la gente a la que no les cuesta matar a los animales, el gobierno que teníamos en esos tiempos no les costaba matar a la gente y cuando veía a aquel demonio bien presentado nadie hubiese podido decir que era un dictador y que mató a tanta gente inocente. La muerte es nuestra siempre presente compañía, desde aquel momento de alegría que es el día de nuestro nacimiento. No nos gusta ni oír hablar de ella, pues nos recuerda siempre el dolor y el pesar que esta a todos trae el día de cualquier pensamiento.
Un día de noviembre de 1945, Portugal. En una casa más o menos de diez metros cuadrados, que por mobiliario tenía una cama con cuatro vigas, cuatro tablas y un colchón de paja. De vajilla había un plato, una cuchara, un tenedor, una cuchara de servir la sopa que servía para freír un huevo para comer cuando lo tenían. Un día de frío mis padres acabaron de terminar de quemar un horno de barro y piedra, para cocer el pan de maíz que cogían del campo que trabajaban de los ladrones de los capataces. Cuando mis padres terminaron de meter el pan en el horno y lo cerraron, mi madre pensaba acostarse pero yo decidí que era el día de salir de las entrañas de mi madre, ¡en ese momento vine al mundo! para ser poeta, hoy escritora. Mi padre contaba como anécdota que sabía que era su hija porque nací a los nueve meses justos desde el día en que contrajeron matrimonio.
Un día decidí ir a ver si veía alguna cosa sobre mis raíces. Hace poco tiempo fui a ver si encontraba alguna cosa sobre el tiempo pasado para ver si encontraba restos, pero nada había solamente quedaban árboles, nada más. De hecho, no conocía bien el sitio, toda la gente ya no está aquí y dentro de poco tampoco estaré yo, ni mi padre me puede apretar contra él como en aquellos tiempos cuando me apretaba contra él y decía que era parecida a él. Ahora solamente en el otro mundo si es verdad que él existe. Yo estaba embarazada de mi última hija. Cuando él dijo: «esta, vino al mundo a comer el resto del pan de la guerra». Pero yo no sabía que mi padre incluso con el gran amor que yo le tenía y le tengo, hizo que mi madre sufriera una gran cruz en su vida, yo sabía muchas cosas, pero acabé por saber más por una de mis hermanas. Como yo me fui lejos muy joven a trabajar no vi parte de las cosas, sabía muchas pero no tantas, mi pobre abuela cada vez que iba a hacer pipí tenía que entrar con sus manos en sus órganos porque mi abuelo la puso en ese estado por los golpes que le dio. Quería ocultar ciertas cosas pero vuelvo atrás, más vale que ya que hablamos de las raíces, se cuenten las cosas más o menos como fueron, es decir, mi madre se casó antes de su mayoría de edad para huir de los golpes de su padre, pero mi abuelo enseñó bien a su yerno, a mi padre, a hacerle lo mismo a su hija. Era por la bebida, si no bebiesen tanto… pues no había de comer, pero de beber había muchas tabernas y analfabetismo, mi padre no gritaba, venía y mordía como los perros sin decir nada, había una dictadura aunque hoy en día todavía existen muchas mujeres que mueren a causa de los golpes de los maridos. Yo fui una de ellas, pero no sé cómo pasé ese momento de mi vida. Y, además, después las mujeres que somos golpeadas escondemos porque tenemos vergüenza de decir que nuestros maridos nos golpean, entonces no damos el paso para denunciar y en aquel tiempo el matrimonio era sagrado bastaba con tener un dictador y… ¡Viva Salazar!
Mi madre escondía que mi padre la golpeaba pero los hijos veían lo que mi padre hacía, yo vi cosas el tiempo que estuve en casa. ¡Mi madre nunca nos golpeó! Ciertamente, a veces, hablaba demasiado de cosas que no me gustaban sobre el resto de la familia, pero hoy, pasado el tiempo, pienso que no era su culpa. Ahora digo que era una católica profunda, si alguien merece ser santa es ella por todo lo que ella sufrió de hambre, de golpes, fue una esclava de la vida. Acabó, pobre madre, tenía miedo a la muerte, estoy segura de que cuando murió fue un alivio, en su juventud mi abuelo, después mi padre, después la hija que necesitaba ir adonde ni digo, porque a dos sitios que ella necesitaba.
Pues mis hijas, ellas fueron exactamente como Salazar ¡tanto daño hizo! mi hija no sabía a quién escoger si a la madre o la tía, un día me dice: «perdona, madre, si tuviera que escoger no sé si me gustas más tú o la tía». No me digan que mi hija no necesitaba una bofetada en la cara, una madre con dos hijas, como ella y no quieren saber que era su madre la que sufrió. Por eso digo que es como el dictador de Salazar y decir que había gente que lloraba por él, hasta cuesta creerlo, yo solo quería que viesen los sitios en los que él retenía a personas dentro hasta la muerte, los pechos de las mujeres los hacía pasar por ceniceros, a otros los ponían al sol y hacían sus necesidades y a medida que tenían que quitar su ropa y limpiarla hasta que se quedaban desnudos al sol, otros con barras los mataban a golpes y los dejaban al sol.
Un día venía con mis hijas de llevar de comer a su padre y oí a una mujer gritar: «no se lleven a mi marido, ¿qué voy a hacer con mi hijo?», y el cabrón del marido que decía que no hacía nada malo, que solo arrancaba las uñas de las manos, yo le respondí: «arranque las de él a ver si no le hacen daño, malditos». Cuántos murieron. Una señora hacía años que llevaba de comer a su marido todos los días y el día de la independencia ella fue a buscar a su marido y le dijeron que lo mataron el mismo día que lo cogieron. Imaginen esa pobre esposa que llevó de comer a esos bandidos varios años a la gente que trabajaba para él, qué poca vergüenza.
El objetivo del arte es representar no la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior.
LAS CALZADAS DE PORTUGAL
La calzada portuguesa es una de las marcas más características de nuestra identidad que queda en el país, el pueblo aprecia mucho pero también es apreciada por los turistas que la visitan. Pero en Lisboa se coloca y no se deberían cambiar grandes partes de este pavimento típico y substituirlo por otros, se trata de un atentado a nuestra historia, a nuestro patrimonio y es nuestro deber denunciar y luchar por preservar la calzada portuguesa, sería un crimen contra la historia de mi país de origen, Portugal. Maravillosos paisajes, nuestro vino maravilloso, representar a sus orígenes. La Quinta Vinos do Douro esta quinta es muy linda y hacen unos de los mejores vinos de Portugal, el vino de Porto. Linda de más es una pena que fueran extranjeros los que tomaran cuenta de ellos. Lisboa vista desde el cielo, cuántas lindas maravillas dentro están, una pena que con mi edad algunas ya no iré a visitarlas pero muchas las tengo en el corazón y las miro.
Siempre recordaré el mes de julio de 1998, me iba de vacaciones, acababa de ser campeona de Isla de Francia y campeona de Francia y seleccionada para ir al campamento de Europa para mí era monumental. Me fui de vacaciones, entonces llegué al país de mis raíces y fui recibida con los brazos abiertos por un matrimonio para bailar más de once años seguidos donde de pequeña soñaba y ese día comienza a aparecer pero yo siempre simple, nunca mis pensamientos se desplazaron de la pobre sin bragas, descalza, que moría de hambre. Recorrí del norte al sur para hacerme conocer sin nada pedir, era la gente que me quería ver, en esos tiempos incluso ya reconocida, por los médicos de Francia, como una mujer con el cuerpo desgastado, pero yo con alegría trabajaba mi baile, quería ser grande sobre la pista.
Muda es la fuerza (me dicen los árboles) y la profundidad (me dicen las raíces) y la pureza (me dice la harina). Ningún árbol me dijo «soy más alto que todos». Ningún árbol me dijo «yo soy más hondo» y nunca el pan me ha dicho «no hay nada como el pan».
RECUERDO DE MI INFANCIA
Hay cosas que marcan una vida, cuando apenas tenía cuatro años, mi hermano tuvo un problema de salud, fueron a buscar una inyección a un curandero, vino una mujer que era vecina para ponérsela y le inyectó el líquido y mi pequeño hermano murió. Yo no comprendía por qué mi madre lloraba agarrada a él. Yo quería jugar con él. Y ella me decía que él estaba durmiendo y que no podía, pero cuando fui hacia afuera mi padre me apretó contra él muy fuerte, me deshizo bacalao salado y me puso en un poquito de pan que tal vez debía de tener más de una semana, ya que solo se cocía pan cada quince días y cuando había harina.
Nuestra casa estaba compuesta de tres piezas, cocina, una pieza donde dormíamos todos y una pieza que le llamaban bodega, donde ponían las cosechas de la tierra. Es decir, en la misma pieza que dormían mis padres nosotros también y en toda la casa el suelo era tierra. Entonces ese día murió mi hermano, mi madre apareció fuera de la puerta, había llorado tanto encima de mi hermano y mi padre nos cerró a las dos entre sus brazos. Hoy no puedo comprender por qué hizo mi padre de mi madre su «calmanervios», perdía el juicio y luego la pobre se llevaba golpes, como yo me llevé y a cuántas conocí así, para mis padres era una tristeza muy grande. Yo era la primera hija, después tuvieron un hijo y murió, pero después vinieron más al mundo porque éramos grandes familias, de parte de mi padre eran entre hermanas y hermanos nueve, después cada matrimonio tenía el mínimo de nueve a diez hijos o incluso más, solo que Dios se llevó a algunos pero yo era pequeñita y eso no lo comprendía. Al día siguiente comprendí menos cuando metieron a mi hermano en la urna y se lo llevaron, yo me preguntaba ¿por qué metieron a mi hermano en una caja? La respuesta era que iba con los ángeles. Tantas veces pensé en esto muchos años más tarde.
Con dos años de escuela y yo pensaba que un libro quería escribir para contar mi vida, pero mi madre me decía: «no escribas un libro porque van a acabar sabiendo toda nuestra vida». ¿Por qué tenía miedo mi madre de que contara su vida, por decir que mi padre la golpeaba o por la pobreza? Porque hablando de pobreza, yo era una esclava de todos, trabajaba y ni dinero ganaba y pasaba hambre, descalza ante esa gente que eran ricos, con dinero, casas y terrenos, cuanto más tenían menos me daban de comer. Siendo pequeñita de edad y de altura, mi padre iba a trabajar a un lugar que llamaban la «carretera de la Granja» que, prácticamente todo ese pueblo era de ellos, los señores Nortâo de Matos. Antes de que yo naciera, mis padres me contaron que existían «las minas del volframio» cerca de donde mis padres construyeron esa casita donde acabaron mis padres por criarnos, donde sacaban en el tiempo de la guerra por lo que me decía mi madre era una especie de hierro, hoy está todo agujereado de minas y a veces se escuchan pequeñas sacudidas de temblor en la tierra. Ella me decía que metían las manos por el cuerpo al salir con el miedo de que ellos llevasen algún trozo con ellos, tenían miedo de ser robados.
Cuando tenía trece años cogía el tren, no era en Porto, era en Matosinhos, toqué para bajarme, sabía que pretendía bajar pero él no paró. En las calles de Porto, yo quería pasear en un bello día más de verano, iba paseando y muy distraída iba mirando, veo a lo lejos a una compañera con la que había trabajado. Y como el tren pasaba por todos los sitios y paraba, yo giré mi cabeza para hablarle y un gran cabezazo en el tren me di y un gran chichón en la frente me salió, no conseguí hablar a mi colega porque me quedé tan tonta que ya ni vi por dónde estaba la salida ni la entrada, recuerdo de hace muchos años, agosto de 1960.
Déjame sanar tus heridas que al curar las tuyas se curan las mías, a veces la caída es dura pero necesaria.
FAMILIARES
Hace unos cuantos años, un domingo, fui a dar una vuelta, hacía calor, estaba con mis familiares y yo quería ir a la playa, en Barreiro. Pero mi excuñado quería una cerveza y unos caracoles a la portuguesa, finalmente, subimos por unas escaleras por arriba del mar y ni los pies me fui a mojar, solamente admiré ese rincón tan bonito pero me sentía tan nerviosa porque después se pusieron a beber y a conversar y nunca más salimos de allí, lo hicimos cuando el sol estaba poniéndose, al final no me bañé ni nada visité, salimos de un bar para, pocos kilómetros después, entrar en otro restaurante para beber otra vez y comer y volver a la mesa.
Ya había pagado la primera cuenta y, por la tarde, que debía ir a la playa, más adelante fuimos a comer otra vez se levantó cuando ellos pidieron la comida yo dije: «uno, no dos, porque nosotros no tenemos hambre» y mi hermana me dijo: «déjalo así, se come todo» y yo respondí: «¿dónde vais a meter la comida, os la vais a llevar en el bolso?», yo me quedé con la boca abierta y dije: «no se come todo, las dos cacerolas de barro de arroz de marisco». No sé dónde se metieron tanta comida, él y su esposa, él bebía bien, comía bien y era delgado de cuerpo y también de cartera ya que volvimos a pagar. Toda la gente se levantó y la cuenta llegó, así que pagué yo. Salimos de cenar y de vuelta a casa y dice de nuevo: «vamos a tomar aquí una cerveza», yo dije: «no, yo no quiero ni tengo sed». La persona que me acompañaba a mí dijo: «yo voy a tomar una cerveza». Comer no, pero bebía bien también, yo entré y le dije al camarero: «la cuenta désela al señor joven que está fuera». Hay personas que no tienen vergüenza, se me removían las tripas, me dije que cuando fuera a pasear iría sola, así sería yo quien iba a decidir, 1986, agosto. ¿Este es ese sitio de donde dicen que son mis raíces?
No existen luces ni brillos señalando nuestra presencia en el lado de la conciencia. No hay instantáneas revividas en el otro lado de la existencia. Quien describa iluminaciones o señale algunos episodios solamente está mintiendo por miedo a ser visto por los que pasaron por el mismo estado dormido.
France, Boutigny sur Essonne
Este fue mi rinconcito adorado, tenía mi casa, mi huerta, jardines muy bonitos que pasaba el tiempo admirándolos. Recogía mis legumbres, cortaba mis flores. Y cuando a veces tenía una angustia o por un problema o por una discusión, como muchos casados, metía mis botas y pantalones, la cesta en el brazo e iba a un gran bosque que tenía pegado a mi casa, cogía especias de las plantas para mis platos de comida, sopas, setas y cuantas y cuantas variedades de plantas comestibles y otras cosas. En octubre cogía mis castañas, había muchos animales salvajes y yo les daba de comer. Y ellos después se habituaron y venían todos los días a buscar su comida. Pero un día era yo la que iba a ser comida por dos bandidos con el cabello amarillo y rojo que iban vestidos de cuero. Al principio no los había visto, oí un ruido que decía: «ella estaba aquí». Yo estaba agachada recogiendo un champiñón y cuando me levanté vi a esos dos enormes hombres y me di un susto y me escondí. Ellos siempre iban corriendo a todos los sitios y decían: «yo la vi aquí». Y yo, con mi poca fuerza, intenté ni respirar, por el miedo que tenía. Si no ellos me habrían matado y mi marido se habría quedado sin saber, era detrás del monte y él no oía. Yo fui arrastrándome por el suelo en medio de las moreras hasta que vi la puerta de mi propiedad. 30 de octubre de 1999. Yo por el camino escondida hui para mi casa, porque conocía bien el monte, corrí hasta la entrada de nuestra casa y los vi a más de cien metros de mí. Entré dentro de la propiedad y ellos no me encontraron, si no, no estaría hoy aquí para contarlo. Mi marido me prohibió ir más al monte, era mi placer y podría haber sido mi muerte.