Kitabı oku: «Retrato de la Lozana Andaluza», sayfa 13
MAMOTRETO LIV
Cómo platicaron la Lozana y Divicia de munchas cosas.
Loz. ¡Oh Divicia! ¿oiste nunca decir entre col y col lechuga? ¿sabes qué quiere decir afanar y guardar para la vejez? que más vale dexar en la muerte á los enemigos, que no demandar en la vida á los amigos.
Div. ¿Qué quieres decir?
Loz. Quiero decir que un hortelano ponia en una haza coles, y las coles ocuparon todo el campo, y vino su mujer y dixo: marido, entre col y col lechuga, y ansí este campo nos frutará lo que dos campos nos habian de frutar; quiero decir que vos no deis lo que teneis, que si uno no os paga, que os hagais pagar de otro doblado, para que el uno frute lo que el otro goza; ¿qué pensais vos que ha de hacer aquel nacido de aquellos cuchillos? jugallos ha, y así los perderéis.
Div. No perderé, que en los mismos cuchillos van dichas tales palabras, que él tornará.
Loz. Ándate ahí, puta de Tesalia, con tus palabras y hechizos, que más sé yo que no tú ni cuantas nacieron, porque he visto moras, judías, zíngaras, griegas y cecilianas, que éstas son las que más se perdieron en estas cosas, y vi yo hacer munchas cosas de palabras y hechizos, y nunca vi cosa ninguna salir verdad, sino todas mentiras fingidas, y yo he querido saber y ver y probar como Apuleyo, y en fin hallé que todo era vanidad, y cogí poco fruto, y ansí hacen todas las que se pierden en semejantes fantasías; decíme, ¿por qué pensais que las palabras vuestras tienen efecto y llévaselas el viento? decíme, ¿para qué son las plumas de las aves, sino para volar? quitaldas y ponéoslas vos, veamos si volaréis, y ansí las palabras dichas de la boca de una ostinada vieja antigualla como vos; decíme, ¿no decis que os aconteció ganar en una noche ciento y diez y ocho cuartos abrochados? ¿por qué no les dexistes esas palabras, para que tornasen á vos sin ganallos otra vez?
Div. Y vos los pelos de las cejas, y decis las palabras en algarabía y el plomo con el cerco en tierra, y el orinal y la clara de huevo, y dais el corazon de la gallina con agujas y otras cosas semejantes.
Loz. A las bobas se dan á entender esas cosas, por comerme yo la gallina, mas por eso vos no habeis visto que saliese nada cierto, sino todo mentira, que si fuera verdad, más ganára que gallina, mas si pega, pega.
Div. Quítame este pegote ó xáquima, que el barboquejo de la barba yo me lo quitaré.
Loz. Pareces borrica enfrenada.
Div. Acaba presto, puta, que me muero de sed.
Loz. No bebas desa, que es del pozo.
Div. ¿Qué se me da?
Loz. Porque todos los pozos de Roma están entredichos, á efeto que no se beba el agua dellos.
Div. ¿Por qué?
Loz. Era muy dulce de beber, y como venian los peregrinos y no podian beber del rio, que siempre venía turbia ó sucia, demandaban por las casas agua, y por no sacalla, no se la querian dar, los pobres rogaron á Dios que el agua de los pozos no la pudiesen beber, y ansí se gastaron, y es menester que se compre el agua tiberina de los pobres, como veis, y tiene esta excelencia, que ni tiene color, ni olor, ni sabor, y cuanto más estantiva ó reposada está el agua de este rio Tíber, tanto es mejor.
Div. ¿Como yo?
Loz. No tanto, que hedería ó mufaría como el trigo y el vino romanesco, que no es bueno sino un año, que no se puede beber el vino como pasa de Setiembre, y el pan como pasa Agosto, porque no lo guarden de los pobres, y si lo guardan, ni ellos ni sus bestias lo pueden comer, porque si lo comen las gallinas mueren.
Div. Por tu vida y mia, que yo lo vi ogaño echar en el rio, y no sabía por qué.
Loz. Porque lo guardaron para el diluvio, que habia de ser este año en que estamos, de mill y quinientos y veinte y cuatro, y no fué.
Div. Hermana, ¿qué quieres que meta en estas apretaduras que hierven en seco?
Loz. Mete un poco de agua, que la retama, y la xara, y los marruvios y la piña, si no nadan en el agua no valen nada. No metas de ésa, que es de rio y alarga, mete de pozo, que aprieta, y sacá un poco y probá si os aprieta á vos, aunque teneis seis texaredecas, que ya no os habia de servir ese vuestro sino de mear.
Div. Calla, puta de quis vel qui.
Loz. Y tú puta de tres cuadragenas ménos una.
Div. Calla, puta de candoque, que no vales nada para venderme ni para ser rufiana.
Loz. A tal puta tal rufiana; ves, viene Aparicio tu padrino.
Div. ¿Cuál? ¿Valderas el malsin? Es de nuestra cofradía.
Loz. ¿Cofradía tenés las putas?
Div. ¿Y agora sabes tú que la cofradía de las putas es la más noble cofradía que sea, porque hay de todos los linajes buenos que hay en el mundo?
Loz. Y tú eres la priosta, va que te llama, y dexa subir aquella otra puta vieja rufiana sarracina con su batirrabo, que por apretaduras verná.
Div. Subí, madre, que arriba está la señora Lozana.
Loz. Vení acá, madona Doméstica, ¿qué buscais?
Doméstica. Hija mia, habés de saber que cerca de mi casa está una pobre mochacha, y está vírgen, la cual si pudieses ó supiésedes cualque español hombre de bien que la quisiese, que es hermosa, porque le diese algun socorro para casalla.
Loz. Vieja mala escanfarda, ¿qué español ha de querer tan gran cargo de corromper una vírgen?
Dom. Esperá, que no es muncho vírgen, que ya ha visto de los otros hombres, mas es tanto estrecha que parece del todo vírgen.
Loz. A tal persona podrias engañar con tus palabras ante pensadas, que te chinfarase á tí y á ella, ¡oh, hi de puta! ¿y á mí te vienes, que so matrera? Mirá qué zalagarda me traia pensada, va con Dios, que tengo que hacer.
Div. ¿Qué queria aquella mala sabandija?
Loz. Tres bayoques de apretaduras, ansí la azoten, conmigo quiere ganar, que la venderé yo por más vieja astuta que sea.
Div. A casa de la Celidonia va.
Loz. ¿Qué más Celidonia ó Celestina que ella? Si todas las Celidonias ó Celestinas que hay en Roma me diesen dos carlines al mes, como los médicos de Ferrara al Gonela, yo sería más rica que cuantas mujeres hay en esta tierra.
Div. Decíme eso de Gonela.
Loz. Demandó Gonela al Duque que los médicos de su tierra le diesen dos carlines al año, el Duque, como vido que no habia en toda la tierra arriba de diez, fué contento, el Gonela, ¿qué hizo? atóse un paño al pié y otro al brazo, y fuése por la tierra, cada uno le decia, ¿qué tienes? y él le respondia, tengo hinchado esto, é luégo le decian, va, toma la tal hierba y tal cosa, y póntela y sanarás, despues escrebia el nombre de cuantos le decian el remedio, y fuése al Duque, y mostróle cuantos médicos habia hallado en su tierra, y el Duque decia: ¿Has tú dicho la tal medicina á Gonela? el otro respondia, señor, sí; pues pagá dos carlines, porque sois médico nuevo en Ferrara: así querría yo hacer por saber cuántas Celidonias hay en esta tierra.
Div. Yo os diré cuantas conozco yo, son treinta mill putanas y nueve mill rufianas sin vos, contaldas. ¿Sabeis, Lozana, cuánto me han apretado aquellas apretaduras? hanme hecho lo mio como bolsico con cerraderos.
Loz. ¿Pues qué, si metieras de aquellas sorbas secas dentro? no hubiera hombre que te lo abriera por más fuerza que tuviera, aunque fuera micer puntiagudo, y en medio arcudo, y al cabo como el muslo.
Div. Yo querria, Lozana, que me rapases este pantano, que quiero salir á ver mis amigos.
Loz. Espera que venga Rampin, que él te lo raerá como frente de calvo. No viene ninguna puta, que deben xabonar el bien de Francia; dime, Divicia, ¿dónde comenzó ó fué el principio del mal frances?
Div. En Rapolo, una villa de Génova, y es puerto de mar, porque allí mataron los pobres de San Lázaro, y dieron á saco los soldados del rey Carlo Cristianísimo de Francia aquella tierra y las casas de San Lázaro, y uno que vendió un colchon por un ducado, como se lo pusieron en la mano, le salió una buba ansí redonda como el ducado, que por eso son redondas, despues aquél lo pegó á cuantos tocó con aquella mano, y luégo incontinenti se sentian los dolores acerbísimos y lunáticos, que yo me hallé allí y lo vi, que por eso se dice el Señor te guarde de su ira, que es esta plaga que el sexto ángel derramó sobre casi la metad de la tierra.
Loz. ¿Y las plagas?
Div. En Nápoles comenzaron, porque tambien me hallé allí cuando dicien que habian enfecionado los vinos y las aguas, los que las bebian luégo se aplagaban, porque habian echado la sangre de los perros y de los leprosos en las cisternas y en las cubas, y fueron tan comunes y tan invisibles, que nadie pudo pensar de donde procedian. Munchos murieron, y como allí se declaró y se pegó, la gente que despues vino de España llamábanlo mal de Nápoles, y éste fué su principio, y este año de veinte y cuatro son treinta é seis años que comenzó. Ya comienza á aplacarse con el legño de las Indias Occidentales, cuando sean sesenta años que comenzó, al hora cesará.
MAMOTRETO LV
Cómo la Lozana vido venir un jóven desbarbado, de diez y ocho años, llamado Coridon, y le dió este consejo como supo su enfermedad.
Loz. Mi alma, ¿dó bueno? vos me pareceis un Absalon, y Dios puso en vos la hermosura del gallo, vení arriba, buey hermoso, ¿qué habeis, mi señor Coridon? decímelo, que no hay en Roma quien os remedie mejor; ¿qué me traés aquí? para comigo no era menester presente, pero porque yo os quiera más de lo que os quiero, vos, mi alma, pensais que por venirme cargado lo tengo de hacer mejor, pues no soy desas, que más haré viéndoos penado, porque sé en qué caen estas cosas, porque no solamente el amor es mal que atormenta á las criaturas racionales, mas á las bestias priva de sí mismas; sino veldo por esa gata, que há tres dias que no me dexa dormir, que ni come ni bebe, ni tiene reposo, ¿qué me hará un mochacho como vos, que os hierve la sangre, y más el amor que os tiene consumido? decíme vos á mí dónde, y cómo, y quién, y yo veré cómo os tengo de socorrer, y vos contándomelo aplacaréis y gozaréis del humo, como quien huele lo que otro guisa ó asa.
Coridon. Señora Lozana, yo me vine de mi tierra, que es Mantua, por esta causa, el primero dia de Mayo al hora cuando Jove el carro de Phetonte intorno giraba, yo venía en un caballo blanco, y vestido de seda verde, habia cogido munchas flores y rosas, y traíalas en la cabeza sin bonete como una guirnalda, que quien me veia se namoraba. Vi á una ventana de un jardin una hija de un cibdadano, ella de mí y yo della nos enamoramos, mediante Cupido, que con sus saetas nos unió haciendo de dos ánimos un solo corazon. Mi padre, sabiendo la causa de mi pena, y siendo par del padre de aquella hermosa doncella Polidora, demandóla por nuera, su parentado y el mio fueron contentos, mas la miseria vana estorbó nuestro honrado matrimonio, que un desgraciado viejo, vano de ingenio y rico de tesoro, se casó con ella descontenta, yo por no verme delante mi mal, y por excusar á ella infelice pena y tristicia, me partí por mejor, y al presente es venido aquí un espion que me dice que el viejo va en oficio de senador á otra cibdad; querria que vuestra señoría me remediase con su consejo.
Loz. Amor mio, Coridon dulce, récipe el remedio, vá, compra una veste de villana que sea blanca y unas mangas verdes, y vaiste descalzo y sucio y loqueando, que todos te llamarán loca, y di que te llaman Jaqueta, que vas por el mundo reprendiendo las cosas mal hechas, y haz á todos servicios y no tomes premio ninguno, sino pan para comer, y va muchas veces por la calle della, y coge serojas, y si su marido te mandáre algo hazlo, y viendo él que tú no tomas ni quieres salario, salvo pan, ansí te dexará en casa para fregar y cerner y xabonar, y cuando él sea partido, limpia la casa alto y baxo, y haz que seas llamada y rogada de cuantas amas terná en casa, por bien servir y á todas agradar con gentil manera, y si te vieres sola con esa tu amante Polidora, haz vista que siempre lloras, y si te demandáre por qué dile: porque jamas mi nacion fué villana, sabe que soy gentildona Breciana, y me vi que podia estar par á par con Diana, y con cualquier otra dama que en el mundo fuese estada. Ella te replicará, que tú le digas: ¿por qué vas ansí, mi cara Jaqueta? tú le dirás: cara madona, voy por el mundo reprochando las cosas mal hechas, sabed que mi padre me casó con un viejo como vuestro marido, calvo, floxo como niño, y no me dió á un jóven que me demandaba siendo doncella, el cual se fué desperado, que yo voy por el mundo á buscallo: si ella te quiere bien, luego lo verás en su hablar, y si te cuenta á tí lo mismo, dile cómo otro dia te partes á buscallo, si ella te ruega que quedes, haz que seas rogada por sus amas que su marido le dexó, y así cuando tú vieres la tuya, y siendo seguro de las otras, podrás gozar de quien tanto amas y deseas penando.
Cor. ¡Oh señora Lozana! yo os ruego que tomeis todos mis vestidos, que sean vuestros, que yo soy contento con este tan remediable consejo que me habeis dado, y suplícoos que me espereis á esta ventana, que verné por aquí y veréis á la vuestra Jaqueta cómo va loqueando á sus bodas, y reprenderé muncho más de lo que vos habeis dicho.
Loz. ¿Y á mí qué me reprenderás?
Cor. A vos no siento qué, salvo diré que vivis arte et ingenio.
Loz. Coridon, mira qué quiere un loco ser sabio, que cuanto dixeres é hicieres sea sin seso y bien pensado, porque á mi ver más seso quiere un loco que no tres cuerdos, porque los locos son los que dicen las verdades, di poco y verdadero y acaba riendo, y suelta siempre una ventosidad, y si soltares dos, sean sanidad, y si tres, asinidad, y qué más, ¿me dirás celestial sin tartamudear?
Cor. Ce, les, tinal.
Loz. ¡Ay, amarga, muncho tartamudeas! dí alcatara.
Cor. Al, ca, go, ta, ra.
Loz. Ay amarga, no ansí, y tanto ceceas, lengua de estropajo tienes, entendamos lo que dirás á tu amiga cuando esté sola, y dilo en italiano, que te entienda: «Eco, madona, el tuo caro amatore, se tu voy que yo mora son contento, eco colui que con perfeta fede, con lachrime, pene y estenti te à sempre amato et tenuta esculpita in suo core, yo son Coridone, tuo primo servitore, ¡oh mi cara Polidora! fame el corpo felice, y seró sempre tua Jaqueta dita Beatrice»; y así podrás hacer tu voluntad.
Cor. ¿Mirá si lo que os digo á vos está bien?
Loz. No, porque tú no piensas la malicia que otrie entenderá, haz locuras y calla, no me digas nada, que tienes trastrabada la lengua, que muncho estropajo comiste, pues no puedes decir en español arrofaldada, alcatara, celestial.
Cor. Aro, fi, a, na, da; al, ca, go, ta, ra; ce, lesti, nal.
Loz. Calla, que por decirme taimada me dixiste tabaquinara, y por decirme canestro me dices cabestro, y no me curo, que no se entiende en español qué quiere decir, mas, por la luz de Dios, que si otro me lo dixera y Rampin lo supiese, que poco tenemos que perder, y soy conocida en todo Levante y Poniente, y tan buen cuatrin de pan nos hacen allá como acá; Coridon, esto podrás decir, que es cosa que se ve claro: Vittoria, Vittoria, el Emperador y rey de las Españas habrá gran gloria.
Cor. No queria ofender á nadie.
Loz. No se ofende, porque, como ves, Dios y la fortuna le es favorable, antiguo dicho es, teme á Dios y honra tu rey, mira que prenóstico tan claro, que ya no se usan vestes ni escarpes franceses, que todo se usa á la española.
Cor. ¿Qué podria decir como ignorante?
Loz. Di que sanarás el mal frances, y te judicarán por loco del todo, que ésta es la mejor locura que uno puede decir, salvo que el legño es salutífero.
MAMOTRETO LVI
Cómo la Lozana estaba á su ventana, y dos galanes vieron salir dos mujeres, y les demandaron qué era lo que negociaban.
Ovidio. Mirámela, cual está atalayando putas, mirá el alfaquí de su foxco marido que compra grullos, ella parece que escandaliza truenos, ya no se desgarra como solia, que parecia trasegadora de putas en bodegas comunes, estemos á ver qué quieren aquellas que llaman, que ella de todo sabe tanto que revienta, como Petrus in cunctis, y tiene del natural y del positivo, y es universal in agibilibus.
Galan. ¿No veis su criado negociando, que parece enforto de almiherez? librea trae fantástiga, parece almorafan en cinto de cuero.
Ovid. Calla, que no parece sino cairel de puta pobre, que es deseada aunque gorda, ya sale una mujer, ¿cómo harémos para saber qué negocio?
Gal. Vamos, y dejámela interrogar á mí; madona, ¿sois española?
Prudencia. Fillolo, no, mas sempre o voluto ben á spañoli, questa española me ha posto ólio de ruda para la sordera.
Gal. Madona, ¿cómo os demandais?
Prud. Fillolo, me demando Prudenza.
Gal. Madona Prudenza, andá en buen hora.
Ovid. ¿Qué os parece si la señora Lozana adorna esta tierra? en España no fuera ni valiera nada; veis, sale la otra con un mochacho en brazos, por allá va, salgamos á esa otra calle.
Gal. ¡Ah! ¿vos, señora, sois española?
Cristina. Señor, sí; de Cecilia á vuestro comando.
Ovid. Queriamos saber quién queda con la señora Lozana.
Crist. Señor, su marido, ó criado pretérito, ó amigo secreto, ó esposo futuro, porque mejor me entendais, yo soy ida á su casa no á far mal, sino bien, que una mi vecina, cuya es esta criatura, me rogó que yo veniese á pedille de merced que santiguase este su hijo, que está aojado, y ella lo hizo por su virtud, y no queria tomar unos huevos y unas granadas que le traxe.
Gal. Decínos, señora, que vos bien habréis notado las palabras que dixo.
Crist. Señores, yo os diré, dixo: si te dió en la cabeza, válate Santa Elena, si te dió en los hombros, válante los Apóstoles todos, si te dió en el corazon válgate el Salvador; y mandóme que lo sahumase con romero, y ansí lo haré por contentar á su madre, y por dalle ganancia á la Lozana, que en esta quemadura me ha puesto leche de narices.
Gal. Mas no de las suyas.
Crist. Y vuestras mercedes queden con Dios.
Ovid. Señora Cristina, somos á vuestro servicio, id con la paz de Dios.
Gal. Quien no se arriesga no gana nada; son venidas á Roma mil españolas, que saben hacer de sus manos maravillas, y no tienen un pan que comer, y esta plemática de putas y arancel de comunidades, que voto á Dios que no sabe hilar, y nunca la ví coser de dos puntos arriba, su mozo friega y barre, á todos da que hacer, y nunca entiende sino ¿qué guisarémos, que será bueno para comer? la tal cosa yo la sé hacer, y el tal manjar cómprelo vuestra merced, que es bueno, y daca especia, azúcar, trae canela, miel, manteca, vé por huevos, trae tuétanos de vaca, azafran, y mira si venden culantro verde; no ceja jamas, y todo de bolsa ajena.
Ovid. Oh pese al turco; pues veis que no siembra y coge, no tiene ganado y tiene quesos, que aquella vieja se los trajo, y la otra granadas sin tener huerto, y huevos sin tener gallinas, y otras muchas cosas, que su audacia y su no tener la hacen afortunada.
Gal. Es porque no tiene pleitos ni letigios que le turen de una audencia á la otra, como nosotros, que no bastan las bibalías que damos á notarios y procuradores, que tambien es menester el su solicitar para nuestros negocios acabar.
Ovid. Es alquimio de putas, y trae definiciones con sentencias, oxalá sin dilaciones, y de esta manera no batiendo moneda la tiene, y huerta, y pegujar, y roza sin rozar, como hacen munchos, que como no saben sino expender lo ganado de sus pasados, cuando se ven sin arte y sin pecunia métense frailes por comer en comun.
MAMOTRETO LVII
Cómo salió la Lozana con su canastillo debaxo, con diversas cosas para su oficio, y fué en casa de cuatro cortesanas favoridas, y sacó de cada una, en partes, provision de quien más podia.
Loz. ¿Quién son aquellos tres galanes que están allí? cúbranse cuanto quisieren, que de saber tengo si son pleiteantes. Andá ya, ¿por mi vida para mí todas esas cosas? descubrí que lo sirva yo, que un beso ganarés.
Gal. ¿Y yo? señora Lozana.
Loz. Y vos beso y abracijo; ¿qué cosa es ésta? ¿quién os dixo que yo habia de ir á casa de la señora Xerezana? ya sé que le distes anoche música de flautas de aciprés, porque huelan, y no sea menester que intervenga yo á poner bemol; hacé cuanto quisiéredes, que á las manos me vernés.
Ovid. ¿Cuándo?
Loz. Luégo, vengan vuestras mercedes cuando yo sea entrada, que me tengo de salir presto, que es hoy sábado, y tengo de tornar á casa, que si vienen algunas putas orientales y no me hallan, se van enojadas, y no las quiero perder, que no valgo nada sin ellas, y máxime agora que son pocas y locas.
Gal. Señora Lozana, decí á la señora Xerezana que nos abra, y terciá vos lo que pudiéredes, y veis aquí la turquina que me demandastes.
Loz. Pues miren vuestras mercedes, que si fuere cosa que podeis entrar, yo porné este mi paño listado á la ventana, y entónces llamá.
Gal. Sea ansí; alegre va la puta vieja encrucijada, voto á Dios, mejor cosa no hice en mi vida que dalle esta turquina, que ésta es la hora que me hace entrar en su gracia, cosa que no podia acabar con cuanto he dado á sus mozos y fantescas, que no me han aprovechado nada, tanto como hará agora la Lozana, que es la mejor acordante que nunca nació, y parece que no pone mano en ello; vello hemos, ya llamá, y la señora está á la ventana, vámonos por acá, que volverémos.
Xerezana. Hola, mozos, abrí allí, que viene la Lozana y sus adherentes; mirá, vosotros id abaxo y hacelda rabiar, y decí que es estada aquí una jodía, que me afeitó, y que agora se vá, y que va en casa de la su favorida la Pimpinela, si queremos ver lidia de toros, y yo diré que porque se tardó pensé que no viniera.
Corillon. ¿Quién es? paso, paso, que no somos sordos; señora Lozana, ¿y vos sois? vengais norabuena y tan tarde, que la señora quiere ir fuera.
Loz. ¿Y dó quiere ir su merced? ¿no esperará hasta que la afeite?
Cor. No lo digo por eso, que ya está afeitada, que una jodía la afeitó, y si ántes viniérades la hallárades aquí, que agora se vá á casa de la Pimpinela.
Loz. Mal año para tí y para ella, que no fuese más tu vida, como dices la verdad, la Pimpinela me tiene pagada por un año, mirá cómo se dexará afeitar de una jodía, mas si la señora se ha dejado tocar y gastar, que no podia ser ménos, por la luz de Dios ella se arrepentirá, mas yo quiero ver esta afeitadura cómo está; díme, ¿su merced está sola?
Cor. Sí, que quiere ir en casa de monseñor, que ya está vestida de regazo, y va á pié.
Altobelo. Señora Lozana, sobí, que su merced os demanda, que os quiere hablar ántes que se parta.
Loz. ¿Dónde está la señora? ¿en la anticámara, ó en la recámara?
Altob. Entrá allá á la loja, que allá está sola.
Loz. Señora, ¿qué quiere decir que vuestra merced hace estas novedades? ¡cómo! ¿he yo servido á vuestra merced desde que venistes á Roma, y á vuestra madre hasta que murió, que era ansí linda cortesana, como en sus tiempos se vido, y por una vuelta que me tardo llamais á quien más presto os gasten la cara, que no adornen, como hago yo? mas no me curo, que no son cosas que turan, que su fin se traen como cada cosa, ésta me porná sal en la mollera, y á la jodía yo le daré su merecer.
Xer. Vení acá, Lozana, no os vais, que esos bellacos os deben haber dicho cualque cosa por enojaros, ¿quién me suele á mí afeitar sino vos? dexá decir, que como habeis tardado un poco os dixeron eso, no os cureis, que yo me contento; ¿quereis que nos salgamos allá á la sala?
Loz. Señora, sí, que traigo este paño listado mojado, y lo meteré á la finestra.
Xer. Pues sea ansí; ¿qué es esto que traés aquí en esta garrafeta?
Loz. Señora, es un agua para lustrar la cara, que me la mandó hacer la señora Montesina, que cuesta más de tres ducados, y yo no la queria hacer, y ella la pagó, y me prometió una carretada de leña y dos barriles de vino dulce para esta invernada.
Xer. ¿Tenés más que ésta?
Loz. Señora, no.
Xer. Pues ésta quiero yo, y pagalda, veis aquí los dineros, y enviá por una bota de vino, y hacé decir á los mulateros de monseñor que toda esta semana vayan á descargar á vuestra casa.
Loz. ¡Ay, señora! que soy perdida, que me prometió que si era perfeta que me daria un sayo para mi criado.
Xer. Mirá, Lozana, sayo no tengo, aquella capa de monseñor es buena para vuestro criado, tomalda, y andá norabuena, y vení más presto otro dia.
Loz. Señora, no sé quien llama, miren quién es, por cuando yo salgo no éntre alguno.
Xer. Vá, mirá quién es.
Montoya. Señora, los dos señores janiceros.
Xer. Dí que no só en casa.
Loz. Haga, señora, que entren y contarán á vuestra merced cómo les fué en el convite que hizo la Flaminia á cuantos fueron con ella, que es cosa de oir.
Xer. ¿Qué podia ser poco más ó ménos? que sabemos sus cosas della.
Loz. Mande vuestra merced que entren y oirá maravillas.
Xer. Ora, sús, por contentar á la Lozana, va, ábrelos.