Kitabı oku: «Retrato de la Lozana Andaluza», sayfa 5
MAMOTRETO XVII
Informacion que interpone el autor para que se entienda lo que adelante ha de seguir.
Auctor. El que siembra alguna virtud coge fama, quien dice la verdad cobra ódio, por eso notad: estando escribiendo el pasado capítulo, del dolor del pié dexé este cuaderno sobre la tabla, y entró Rampin y dixo: ¿Qué testamento es éste? púselo á enxugar y dixo:
Ramp. Yo venia á que fuésedes á casa, y vereis más de diez putas, y quien se quita las cejas, y quien se pela lo suyo, y como la Lozana no es estada buena jamas de su mal, el pelador no tenía harta atauquia, que todo era calcina; hase quemado una Bolonesa todo el pegujar, y posímosle buturo y dímosle á entender que eran blanduras, allí dexó dos julios, aunque le pesó; vení, que reiréis con la hornera que está allí, y dice que traxo á su hija vírgen á Roma, salvo que con el palo ó cabo de la pala la desvirgó; y miente, que el sacristan con el cirio pascual se lo abrió.
Auctor. ¡Cómo! ¿y su madre la traxo á Roma?
Ramp. Señor, sí; para ganar, que era pobre. Tambien la otra vuestra muy querida dice que ella os sanará; mirá que quieren hacer berengenas en conserva, que aquí llevo clavos de gelofe, más no á mis expensas, que tambien sé yo hacer del necio, y despues todo se queda en casa. ¿Quereis venir? que todo el mal se os quitará si las veis.
Auctor. No quiero ir, que el tiempo me da pena, pero decí á la Lozana que un tiempo fué que no me hiciera ella esos arrumacos, que ya veo que os envia ella, y no quiero ir porque dicen despues que no hago sino mirar y notar lo que pasa, para escribir despues, y que saco dechados. ¿Piensan que si quisiese decir todas las cosas que he visto, que no sé mejor replicallas que vos, que há tantos años que estáis en su compañía? mas soyle yo servidor, como ella sabe, y es de mi tierra ó cerca della, y no la quiero enojar, ¿y á vos no conocí yo en tiempo de Julio segundo en plaza Nagona, cuando sirviedes al señor canónigo?
Ramp. Verdad decís, mas estuve poco.
Auctor. Eso poco allí os vi moliendo no sé qué.
Ramp. Sí, sí, verdad decís; ¡oh! buena casa y venturosa, más ganaba ella entónces allí que agora la meitad, porque pasaban ellas disimuladas, y se entraban allí, calla callando. Mal año para la de los Rios, aunque fué muy famosa. Mirá que le aconteció: no há cuatro dias vino allí una mujer Lombarda, que son bobas, y era ya de tiempo, y dixo que la remediase, que ella lo pagaria, y dixo: señora, un palafrenero que tiene mi amistad no viene á mi casa mas há de un mes, queria saber si se ha envuelto con otra. Cuando ella oyó esto me llamó y dixo: dame acá aquel espejo de alinde, y miró y respondióle: señora, aquí es menester otra cosa que palabras, si me traes las cosas que fueren menester serés servida. La Lombarda dixo: señora, ved aquí cinco julios. La Lozana dixo: pues andá vos, Rampin; yo tomé mis dineros y traigo un maravedí de plomo, y vengo y digo que no hay leña, sino carbon, y que costó más, y ella dixo que no se curaba. Yo hice buen fuego, que teniamos de asar un ansaron para cenar, que venía allí una putilla con su amigo á cená, y ansí la hizo desnudar, que era el mejor deporte del mundo, y le echó el plomo por debaxo en tierra, y ella en cueros y mirando en el plomo, le dixo que no tenía otro mal sino que estaba detenido, pero que no se podia saber si era de mujer ó de otrie, que tornase otro dia y veríalo de más espacio; dixo ella: ¿qué mandais que traiga?
Loz. Una gallina negra y un gallo que sea de un año, y siete huevos que sean todos nacidos aquel dia, y traéme una cosa suya. Dixo ella: ¿traeré una ugujeta é una escofia? y la Lozana: sí, sí, y surraba mi perrica.
Ramp. Era el mayor deporte del mundo vella como estaba hecha una estátua; y más contenta viene otro dia cargada, é traxo otros dos julios, y metió ella la clara de un huevo en un orinal, y allí le demostró cómo él estaba abrazado con otra que tenía una vestidura azul; y hecimosle matar la gallina y lingar el gallo con su estringa, y así le dimos á entender que la otra presto moriria, y que él quedaba ligado con ella, y no con la otra, y que presto vernia; y ansí se fué, y nosotros comimos una capirotada con mucho queso.
Auctor. A esa me quisiera yo hallar.
Ramp. Vení á casa, que tambien habrá para vos.
Auctor. Anda, puerco.
Ramp. Tanto es Pedro de Dios.
Auctor. ¿Que no te medre Dios?
Ramp. Venívos y veréis el gallo, que para otro dia lo tenemos.
Auctor. Pues sea ansí que me llameis, y yo pagaré el vino.
Ramp. Si hace saná presto; ¿no quereis vos hacer lo que hizo ella para su mal, que no cuesta sino dos ducados? que por su fatiga no queria ella nada, que todo sería un par de calzas para esta invernada; mirá, ya ha sanado en Velitre á un español de lo suyo, y al cabo de ocho dias se lo quiso hacer, y era persona que no perdiera nada, y porque andaban entónces por desposarnos á mí y á ella, porque cesase la peste, no lo hizo.
Auctor. ¡Anda, que eres bobo! que ya sé quien es y se lo hizo, y le dió un tabardo ó caparela para que se desposase; ella misma nos lo contó.
Ramp. Pues veis ahí ¿por qué lo sanó?
Auctor. Eso pudo ser por gracia de Dios.
Ramp. Señor, no, sino con su ungüento; son más de cuatro que la ruegan, y porque no sea lo de Faustina, que la tomó por muerta y la sanó, y despues no la quiso pagar y dixo que un voto que hizo la sanó; y dióle ella paga nunca más empacharse con romanescas.
Auctor. Ora andad en buen ora y encomendámela, y á la otra desvirga-viejos que soy todo suyo, y válaos Dios.
Ramp. No, que no caí.
Auctor. Teneos bien, que está peligrosa esa escalera; ¿caiste? válate el diablo.
Ramp. Agora sí que caí.
Auctor. ¿Hecistes os mal? poneos este paño de cabeza.
Ramp. Ansí me iré hasta casa que me ensalme.
Auctor. ¿Qué ensalmo te dirá?
Ramp. El del mal francorum.
Auctor. ¿Cómo dice?
Ramp. Eran tres cortesanas y tenian tres amigos pajes de Franquilano, la una lo tiene público y la otra muy callado, á la otra le vuelta con el lunario. Quien esta oracion dixere tres veces á rimano, cuando nace sea sano. Amén.
MAMOTRETO XVIII
Prosigue el autor tornando al décimosexto mamotreto, que viniendo de la judería, dice.
Ramp. Si aquel jodío no se adelantára, esta gelosía se vende, y fuera buena para una ventana, y es gran reputacion tener gelosía.
Loz. ¿Y en qué veis que se vende?
Ramp. Porque tiene aquel ramico verde puesto, que aquí á los caballos ó á lo que quieren vender le ponen una hoja verde sobre las orejas.
Loz. Para eso mejor será poner el ramo sin la gelosía y venderémos mejor.
Ramp. ¿Mas ramo quereis que Trigo, que lo dirá por cuantas casas de señores hay en Roma?
Loz. Pues veis ahí, á vos quiero yo que seais mi gelosía, que yo no tengo de ponerme á la ventana, sino cuando muncho asomaré las manos; ¡oh qué lindas son aquellas dos mujeres! por mi vida, que son como matronas; no he visto en mi vida cosa más honrada ni más honesta.
Ramp. Son Romanas principales.
Loz. Pues ¿cómo van tan solas?
Ramp. Porque ansí lo usan; cuando van ellas fuera, unas á otras se acompañan, salvo cuando va una sola, que lleva una sierva, mas no hombres ni más mujeres, aunque sea la mejor de Roma; y mirá que van sesgas, y aunque vean á uno que conozcan no le hablan en la calle, sino que se apartan ellos y callan, y ellas no abaxan cabeza ni hacen mudanza aunque sea su padre ni su marido.
Loz. ¡Oh qué lindas que son! pasan á cuantas naciones yo he visto, y áun á Violante, la hermosa, en Córdoba.
Ramp. Por eso dicen bulto romano y cuerpo senés, andar florentin y parlar boloñés.
Loz. Por mi vida, que en esto tienen razon, esotro miraré despues; verdad es que las Senesas son gentiles de cuerpo, porque las he visto que sus cuerpos parecen torres iguales. Mirá allá cuál viene aquella vieja cargada de cuentas y más barbas que el Cid Ruy Diaz.
Vieja. ¡Ay mi alma, parece que os he visto y no sé dónde! ¿por qué habés mudado vestidos? no me recordaba; ya, ya, decíme, ¿y habeis os hecho puta? amargá de vos, que no lo podrés sufrir, que es gran trabajo.
Loz. Mirá que vieja raposa, por vuestro mal sacais el ajeno, puta vieja, simitarra, piltrofera, sóislo vos dende que nacistes, y pésaos porque no podeis; nunca yo medre si vos decís todas esas cuentas.
Viej. No lo digais, hija, que cada dia las paso siete á siete, con su gloria al cabo.
Loz. Ansí lo creo yo, que vos bebedardos sois; ¿por que no estais á servir á cualque hombre de bien, y no andaréis de casa en casa?
Viej. Hija, yo no querria servir donde hay mujer, que son terribles de comportar; quieren que hileis para ellas y que las acompañeis, y haz aquí y toma allí, y esto no está bueno, y ¿qué haceis con los mozos? comé presto y vení acá, enxaboná, y mirá no gasteis mucho xabon, xaboná estos perricos, y aunque xaboneis como una perla mal agradecido, y nada no está bien, y no miran si el hombre se vido en honra y tuvo quien la sirviese, sino que bien dixo quien dixo que no hay cosa tan incomportable ni tan fuerte como la mujer rica; ya cuando servis en casa de un hombre de bien, contento él y el canavario, contento todo el mundo, y todos os dicen: ama, hilais para vos, podeis ir á estaciones y á ver vuestros conocientes, que nadie vos dirá nada, y si tornais tarde, los mozos mismos os encubren, y tal casa de señor hay que os quedais vos dona y señora; y por eso me voy agora á buscar si hallase alguno, que le ternia limpio como un oro y miraria por su casa, y no querria sino que me tomase á salario, porque á discricion no hay quien la tenga, por mis pecados, y mirá, aunque soy vieja, só para revolver una casa.
Loz. Yo lo creo, y áun una cibdad, aunque fuese el Cairo ó Milan.
Viej. ¿Esta casa habés tomado? sea en buen punto con salud, mal ojo tiene, moza para Roma y vieja á Benavente, allá la espero.
Trig. Sobí, señora, en casa vuestra, veisla aderezada y pagada por seis meses.
Loz. Eso no quisiera yo, que ya no me puede ir bien en esta casa, que aquella puta vieja, santiguadera, se desperezó á la puerta, y dixo: afan, mal afan venga por ella, y yo, por dar una coz á un perro que estaba allí, no miré, y metí el pié izquierdo delante, y mirá qué nublo torné en entrando.
Jud. No cureis, que Aven-Ruiz y Aven-Rey serán en Israel, y por vuestra vida y de quien bien os quiere, porque só yo el uno, que iré y enviaré quien pague la casa y la cena; y vos, pariente, aparejáme esos dientes, no os desnudeis, sino estáos así, salvo el paño listado, que no lo rompais, y si alguno viniere, hacé vos como la de Castañeda, que el molino andando gana.
MAMOTRETO XIX
Cómo, despues de ido Trigo, vino un Maestresala á estar la siesta con ella, y despues un Macero y el Balijero de su señoría.
Loz. Por mi vida que me meo toda, ántes que venga nadie.
Ramp. Hacé presto, que veis allí uno viene que yo lo conozco.
Loz. ¿Y quién es?
Ramp. Un Maestresala de secreto, hombre de bien, vuestros cinco julios no os pueden faltar.
Maestresala. Decí, mancebo, ¿está aquí una señora que es venida agora poco há?
Ramp. Señor, sí, mas está ocupada.
Maestr. Decilda que Trigo me mandó que viniese á hablalla.
Ramp. Señor, está en el lecho, que viene cansada, si quereis esperar, ella le hablará desde aquí.
Maestr. Andá, véola yo la mano, y está en el lecho, pues ahí la querria yo; decí que no la quite, que de oro es, y áun más preciosa; ¡oh, pese á tal con la puta, y qué linda debe ser! Si me ha entendido aquel harbadanzas, ducado le daré; ¿que dice esa señora? ¿quiere que muera aquí?
Ramp. Luégo, señor.
Maestr. Pues vení vos abaxo, mirá qué os digo.
Ramp. ¿Qué es lo que manda vuestra merced?
Maestr. Tomá, veis ahí para vos, y solicitá que me abra.
Ramp. Señor, sí; tirí, tiritaña, mirá para mí, ¿abriréle? que se enfria.
Loz. Asomaos allí primero, mirá qué dice.
Maestr. Hola, ¿es hora?
Ramp. Señor, sí; que espere vuestra merced, que quiere ir fuera, y ahí la hablará.
Maestr. No, pese á tal, que me echais á perder, sino ahí, en casa, que luégo me salgo.
Ramp. Pues venga vuestra excelencia.
Maestr. Beso las manos de vuestra merced, mi señora.
Loz. Yo las de vuestra merced, que deseo me quita de un mi hermano.
Maestr. Señora, para serviros más que hermano; ¿qué le parece á vuestra merced de aquesta tierra?
Loz. Señor, diré: como forastera, la tierra que me sé por madre me la hé, cierto es que hasta que vea, ¿porque no le tomaré amor?
Maestr. Señora, vos sois tal y haréis tales obras, que no por hija, mas por madre quedaréis desta tierra; vení acá, mancebo, por vuestra vida, que me vais á saber qué hora es.
Loz. Señor, ha de ir comigo á comprar ciertas cosas para casa.
Maestr. Pues sea desta manera: tomá, hermano, veis ahí un ducado, id vos solo, que hombre sois para todo, que esta señora no es razon que vaya fuera á estas horas, y vení presto, que quiero que vais comigo para que traigais á esta señora cierta cosa que le placerá.
Ramp. Señor, sí.
Maestr. Señora, por mi fe, que tengo de ser vuestro, y vos mia.
Loz. Señor, merecimiento teneis para todo, yo, señor, vengo cansada: ¿y vuestra merced se desnuda?
Maestr. Señora, puédolo hacer, que parte tengo en la cama, que dos ducados dí á Trigo para pagalla, y más agora, que soy vuestro yo y cuanto tengo.
Loz. Señor, dixo el ciego que deseaba ver.
Maestr. Esta cadenica sea vuestra, que me parece os dirá bien.
Loz. Señor, vos estos corales al brazo, por mi amor.
Maestr. Éstos pondré yo en mi corazon, y quede con Dios, y cuando venga su criado vaya á mi estancia, que bien la sabe.
Loz. Sí hará.
Maestr. Este beso sea para empresa.
Loz. Empresa con rescate de amor fiel que vuestra presencia me ha dado, seré siempre leal á conservarlo; ¿venis calcotejo? sobí; ¿qué traés?
Ramp. El espejo que os dexastes en casa de mi madre.
Loz. Mostrá, bien habeis hecho; ¿no me mirais la cadenica?
Ramp. Buena, por mi vida, hi, hi, hi, qu’es oro, veis aquí dó vienen dos.
Loz. Mirá quién son.
Ramp. El uno conozco, que lleva la maza de oro y es persona de bien.
Macero. A vos, hermano, ¡hola! ¿mora aquí una señora que se llama la Lozana?
Ramp. Señor, sí.
Mac. Pues decilda que venimos á hablalla, que somos de su tierra.
Ramp. Señores, dice que no tiene tierra, que ha sido criada por tierras ajenas.
Mac. Juro á tal, que ha dicho bien, que el hombre donde nasce y la mujer donde va. Decí á su merced que la deseamos ver.
Ramp. Señores, dice que otro dia la veréis que haga claro.
Mac. Voto á san, que tiene razon; mas no tan claro como ella lo dice. Decí á su señoría que son dos caballeros que la desean servir.
Ramp. Dice que no podeis servir á dos señores.
Mac. Voto á mí, que es letrada; pues decilde á esa señora que nos mande abrir, que somos suyos.
Ramp. Señores, que esperen un poco que está ocupada.
Mac. Pues vení vos abaxo.
Ramp. Que me place.
Mac. ¿Quién está con esa señora?
Ramp. Ella sola.
Mac. ¿Y qué hace?
Ramp. Está llorando.
Mac. ¿Por qué, por tu vida, hermano?
Ramp. Es venida agora y ha de pagar la casa y demándanle luégo el dinero, y ha de comprar baratijas para la casa, y no se halla con mill ducados.
Mac. Pues tomá vos la mancha y rogá que nos abra, que yo le daré para que pague la casa, y este señor le dará para el resto; andad, sed buen truxamante.
Ramp. Señor, sí, luégo torno. Señora, mirá qué me dió.
Loz. ¿Qué es eso?
Ramp. La mancha y dará para la casa; ¿quereis que abra?
Loz. Asomaos y decí que éntre.
Ramp. Pues mojaos los ojos, que les dixe que llorábades.
Loz. Sí haré.
Ramp. Señores, si les place entrar.
Mac. ¡Oh cuerpo de mí! no deseamos otra cosa. Besamos las manos de vuestra merced.
Loz. Señores, yo las vuestras; siéntense aquí sobre este cofre, que como mi ropa viene por mar y no es llegada, estoy encogida, que nunca en tal me vi.
Mac. Señora, vos en medio, porque sea del todo en vos la virtud, que la lindeza ya la tenés.
Loz. Señor, yo no soy hermosa, mas así me quieren en mi casa.
Mac. Yo no lo digo por eso, que lo sois, voto á mí pecador; señora, esta tierra tiene una condicion, que quien toma placer poco ó asaz, vive muncho, y por el contrario; así que quiero decir que lo que se debe este señor y yo lo pagarémos, y tomá vos placer, y aunque sea descortesía con licencia y seguridad me perdonará.
Loz. ¿Así lo hacés? más vale ese beso que la medalla que traés en la gorra.
Mac. Por mi vida, señora, ¿súpoos bien?
Loz. Señor, es beso de caballero, y no podia ser sino sabroso.
Mac. Pues, señora, servíos de la medalla y de la gorra, por mi amor, y por vida de vuestra merced, que os dicen bien, no en balde os decís la Lozana, que todo os está bien; señora, dad licencia á vuestro criado que se vaya con este señor, mi amo, y me enviará otra con que me vaya.
Loz. Vuestra merced puede mandar como de suyo, vaya donde mandáre.
Balijero. Señora, ¿manda vuestra merced que venga con mi balija?
Loz. Señor, segun la balija.
Balij. Señora, llena, y verné á la noche.
Loz. Señor, vení, que antorcha hay para que os vais.
Balij. Beso las manos de vuestra merced; vení vos, hermano, que lo manda su merced.
Ramp. Sí haré; comience á caminar.
Balij. Decime, hermano, ¿esta señora tiene ninguno que haga por ella?
Ramp. Señor, no.
Balij. Pues ¿quién la traxo?
Ramp. Viene á pleitear ciertos dineros que la deben.
Balij. Si ansí es, bien es; tomá y llevalde esta gorra de grana á aquel caballero, y decí á la señora que cene esto por amor de mí, que sé que le sabrán bien, que son empanadas.
Ramp. Señor, sí; más estimará esto que si fuera otra cosa, porque es gran comedora de pescado.
Balij. Por eso mejor, que yo enviaré el vino, y será de lo que bebe su señoría.
Ramp. Señor, sí.
Mac. Señora, á la puerta llaman.
Loz. Señor, mi criado es.
Mac. Pues esperá; entra y cierra.
Ramp. Señor, sí.
Mac. Señora, yo me parto, aunque no quisiera.
Loz. Señor, acá queda metido en mi ánima. Hadraga, ¿qué traeis?
Ramp. Maravillas, voto á mí, y mirá que gato soriano que hallé en el camino, si podia ser más bello.
Loz. ¿Parece que es hembra?
Ramp. No es, sino que está castrado.
Loz. ¿Y cómo lo tomaste?
Ramp. Eché la capa, y él estuvo quedo.
Loz. Pues hacé vos ansí siempre, que hinchirémos la casa á tuerto y á derecho, eso me place, que sois hombre de la vida, y no venis vacío á casa; mirá quién llama, y si es el de la balija, que éntre, y vos dormiréis arriba, sobre el axuar de la frontera.
Ramp. No cureis, que á todo me hallaréis, salvo á poco pan.
Loz. Vuestra merced sea el bien venido, como agua por mayo.
Balij. Señora, ¿habeis cenado?
Loz. Señor, sí; todas dos empanadas que me envió vuestra merced comí.
Balij. Pues yo me querria entrar, si vuestra merced manda.
Loz. Señor, y áun salir cuando quisiere; daca el agua-piés, muda aquellas sábanas, toma esa cabellera, dale el escofia, descalza á su merced, sírvelo, que lo merece, porque te dé la bienandada.
Ramp. Sí, sí, dexá hacer á mí.
MAMOTRETO XX
Las preguntas que hizo la Lozana aquella noche al Balijero, y cómo la informó de lo que sabía.
Loz. Mi señor, ¿dormís?
Balijero. Señora, no; que pienso que estoy en aquel mundo donde no ternemos necesidad de dormir, ni de comer, ni de vestir, sino estar en gloria.
Loz. Por vida de vuestra merced, que me diga qué vida tienen en esta tierra las mujeres amancebadas.
Balij. Señora, en esta tierra no se habla de amancebadas ni de abarraganadas, aquí son cortesanas ricas y pobres.
Loz. ¿Qué quiere decir cortesanas ricas y pobres? ¿putas del partido ó mundanas?
Balij. Todas son putas, esa diferencia no os sabré decir, salvo que hay putas de natura, y putas usadas, de puerta cerrada, y putas de gelosía, y putas de empanada.
Loz. Señor, si lo supiera no comiera las empanadas que me enviastes, por no ser de empanada.
Balij. No se dice por eso, sino porque tienen encerados á las ventanas, y es de más reputacion; hay otras que ponen tapetes y están más altas, éstas muéstranse todas, y son más festejadas de galanes.
Loz. Quizá no hay mujer en Roma que sea estada más festejada que yo, y querria saber el modo y manera que tienen en esta tierra para saber escoger lo mejor, y vivir más honesto que pudiese con lo mio, que no hay tal ave como la que dicen: ave del tuyo, y quien le hace la jaula fuerte, no se le va ni se pierde.
Balij. Pues dexáme acabar, que quizá en Roma no podríades encontrar con hombre que mejor sepa el modo de cuantas putas hay, con manta ó sin manta. Mirá, hay putas graciosas más que hermosas, y putas que son putas ántes que mochachas, hay putas apasionadas, putas estregadas, afeitadas, putas esclarecidas, putas reputadas, reprobadas, hay putas mozaraves de Zocodover, putas carcavesas; hay putas de cabo de ronda, putas ursinas, putas güelfas, gibelinas, putas injuinas, putas de rapalo zapaynas, hay putas de simiente, putas de boton griñimon, noturnas, diurnas, putas de cintura y de marca mayor, hay putas orilladas, bigarradas, putas combatidas, vencidas y no acabadas, putas devotas y reprochadas de Oriente á Poniente y Setentrion, putas convertidas, repentidas, putas viejas, lavanderas porfiadas, que siempre han quince años como Elena, putas meridianas, ocidentales, putas maxcaras enmaxcaradas, putas trincadas, putas calladas, putas ántes de su madre y despues de su tia, putas desubientes é descendientes, putas con virgo, putas sin virgo, putas el dia del domingo, putas que guardan el sábado hasta que han enxabonado, putas feriales, putas á la candela, putas reformadas, putas xaqueadas, travestidas, formadas, estrionas de Tesalia, putas avispadas, putas terceronas, aseadas, apuradas, gloriosas, putas buenas y putas malas, y malas putas; putas enteresales, putas secretas y públicas, putas jubiladas, putas casadas, reputadas, putas beatas, y beatas putas, putas mozas, putas viejas, y viejas putas de trintin y botin, putas alcagüetas, y alcagüetas putas, putas modernas, machuchas, inmortales, y otras que se retraen á buen vivir, en burdeles secretos, y publiques honestos, que tornan de principio á su menester.
Loz. Señor, esas putas reiteradas me parecen.
Balij. Señora, ¿y latin sabeis? reitero reiteras, por tornároslo á hacer otra vez.
Loz. Razon tiene vuestra merced, que agora dió las siete.
Balij. Tené punto, señora, que con ésta serán ocho, que yo tornaré al tema do quedamos.
Loz. Decíme, señor, ¿hay casadas que sean buenas?
Balij. Quien sí, quien nó; y ése es bocado caro, y sabroso, y costoso, y peligroso.
Loz. Verdad es que todo lo que se hace á hurtadillas sabe mejor.
Balij. Mirá, señora, habeis de notar que en esta tierra á todas sabe bien, y á nadie no amarga, y es tanta la libertad que tienen las mujeres, que ellas los buscan y llaman, porque se les rompió el velo de la honestidad, de manera que son putas y rufianas.
Loz. ¿Y qué quiere decir rufianas, rameras, ó cosa que lo valga?
Balij. Alcagüetas, si no lo habeis por enojo.
Loz. ¡Cómo! ¿que no hay alcahuetas en esta tierra?
Balij. Si hay, mas ellas mismas se lo son las que no tienen madre ó tia, ó amiga muy amiga, ó que no alcanzan para pagar las rufianas, porque las que lo son son muy taimadas, y no se contentan con comer y la parte de lo que hacen haber, sino que quieren el todo y ser ellas cabalgadas primero.
Loz. Eso del todo no entiendo.
Balij. Yo diré: si les dan un ducado que les lleven á las que se han de echar con ellos, dicen las rufianas: el medio es para mí por su parte dél, ¿y vos no me habeis de pagar, que os he habido un hombre de bien, de quien podeis vos sacar cuanto quisiéredes? amiga, yo no quiero avergonzar mis canas sin premio, y como os lo he habido para vos, si yo lo llevára á una que siempre me añade, en mi seso estaba yo; cuándo no me queria empachar con pobres, ésta y nunca más. De manera que, como pueden ellas á los principios impedir, han paciencia las pobretas, y se excusan el posible si pueden hacer sin ellas.
Loz. Señor, mirá, para mujer, muy mejor es por mano de otrie que de otra manera, porque pierde la vergüenza, y da más autoridad que cuantas empanadas hay, ó enceradas, como vos decís.
Balij. Señora, no os enojeis; que sean emplumadas cuantas hay por vuestro servicio, y quien desea tal oficio.