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Kitabı oku: «Retrato de la Lozana Andaluza», sayfa 7

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MAMOTRETO XXV

Cómo el auctor dende á pocos dias encontró en casa de una cortesana favorida á la Lozana y la habló.

Auctor. ¿Qué es esto, señora Lozana? ¿ansí me olvidais? al ménos mandános hablar.

Loz. Señor, hablar y servir; tengo que hacer agora, mandáme perdonar, que esta señora no me dexa, ni se halla sin mí, que es mi señora, y mire vuestra merced, por su vida, qué caparela me dió nueva, que ya no quiere su merced traer paño, y su presencia no es sino para brocado.

Auctor. Señora Lozana, decíme vos á mí cosas nuevas, que eso ya me lo sé, y soyle yo servidor á esa señora.

Loz. ¡Ay, ay, señora! y puede vuestra merced mandar á toda Roma y no se estima más; por vida de mi señora, que ruegue al señor dotor cuando venga, que le tome otras dos infantescas, y un mozo más, que el mio quiero que vaya á caballo con vuestra merced, pues vuestra fama vale más que cuanto las otras tienen; mirá, señora, yo quiero venir cada dia acá y miraros toda la casa, y vuestra merced que se esté como señora que es, que no entienda en cosa ninguna.

Cort. Mira quién llama, Madalena, y no tires la cuerda si no te lo dice la Lozana.

Loz. ¡Señora, Señora! ¡asomaos, asomaos! por mi vida, guayas, no; él, él, el traidor, ¡ay, qué caballadas que da! él es el que se apea; por mi vida y vuestra, abre, abre. ¡Señor mio de mi corazon! mirá aquí á mi señora, que ni come ni bebe, y si no viniéredes se moria. ¿Vuestra señoría es desa manera, luégo vengo, luégo vengo? que yo ya me sería ida, que la señora me queria prestar su paño listado, y por no dexalla descontenta, esperé á vuestra señoría.

Caballero. Tomá, señora Lozana, comprá paño y no lleveis prestado.

Loz. Bésole las manos, que señor de todo el mundo le tengo de ver, bésela vuestra señoría y no llorará por su vida, que yo cierro la cámara. Oyes, Madalena, no abras á nadie.

Madalena. Señora Lozana, ¿qué haré? que no me puedo defender deste paje del señor caballero.

Loz. ¿De cuál? ¿de aquel sin barbas? ¿qué te ha dado?

Mad. Unas mangas me dió por fuerza, que yo no las queria.

Loz. Calla y toma, que eres necia, véte tú arriba y déxamelo hablar, que yo veré si te cumple; á vos, galan, una palabra.

Paje. Señora Lozana, y áun dos.

Loz. Entrá, y cerrá pasico.

Paj. Señora, mercedes son que me hace, siéntese, señora.

Loz. No me puedo sentar, porque yo os he llamado, que quiero que me hagais un servicio.

Paj. Señora, mándeme vuestra merced, que mucho há que os deseo servir.

Loz. Mirá, señor, esta pobreta de Madalena es más buena, que no os lo puedo decir, y su ama le dió un ducado á guardar, y unos guantes nuevos con dos granos de almizcle, y todo lo ha perdido, y yo no puedo estar de las cosas que hace la mezquina, queríaos rogar que me empeñásedes esta caparela en cualque amigo vuestro, que yo la quitaré presto.

Paj. Señora, el ducado veislo aquí, y esotras cosas yo las traeré ántes que sea una hora, y vuestra merced le ruegue á Madalena de mi parte que no me olvide, que la deseo mucho servir.

Loz. Hi, hi, hi, ¿y con qué la deseais servir? que sois muy mochacho y todo lo echais en crecer.

Paj. Señora, pues deso reniego yo, que me crece tanto, que se me sale de la bragueta.

Loz. Si no lo pruebo, no diré bien dello.

Paj. Como vuestra merced mandáre, que mercedes son que recibo, aunque sea sobre mi capa.

Loz. ¡Ay, ay, que me burlaba! parece píldora de torre sanguina que así labora; ¿es lagartixa? andar, ¿por dó pasa moja? Ésta es tierra que no son salidos del caxcaron y pian; dámelo barbi-poniente, si quieres que me aproveche; entraos allá, deslavado, y callá vuestra boca. Madalena, vén abaxo, que yo me quiero ir; el paje del señor caballero está allí dentro, que se pasea por el jardin, es cari-deslavado, si algo te dixere, súbete arriba, y dile que si yo no te lo mando, que no lo tienes de hacer, y dexa hacer á mí, que mayores secretos sé yo tener que este tuyo.

Paj. Señora Madalena, ¡cuerpo de mí! siempre me echas unos encuentros como broquel de Barcelona. Mirá bien que esta puta güelfa no os engañe, que es de aquellas que dicen: Marica, cuécelo con malvas.

Mad. Estad quedo, así me ayude Dios, mas me sobajais vos que un hombre grande, por eso los páxaros no viven mucho; ¿que hacés? ¿todo ha de ser eso? tomá, bebeos estos tres huevos, y sacaré del vino; esperá, os lavaré todo con este vino griego, que es sabroso como vos.

Paj. Ésta y no más, que me duele el frenillo.

Mad. ¿Heos hecho yo mal?

Paj. No, sino la Lozana.

Mad. Dexála torne la encrucijada.

MAMOTRETO XXVI

Cómo la Lozana va á su casa, y encuentra su criado y responde á cuantos la llaman.

Loz. ¿Es posible que yo tengo de ser faltriquera de bellacos? venid Azuaga, ¿es tiempo? ¿no sabeis dar vuelta por do yo estó? anda allí á donde yo he estado, y decí á Madalena que os dé las mangas que dixo que le dió el paje, que yo se las guardaré, no se las vea su ama, que la matará; y vení presto.

Ramp. Pues caminá vos, que está gente en casa.

Loz. ¿Quién?

Ramp. Aquel canónigo que sanastes de lo suyo, y dice que le duele un compañon.

Loz. Ay, amarga, ¿y por qué no se lo vistes vos si era peligroso?

Ramp. Y ¿qué sé yo? no me entiendo.

Loz. Mirá qué gana teneis de saber y aprender, como no miráriades como hago yo, que estas cosas quieren gracia, y la melecina ha de estar en la lengua, y aunque no sepais nada, habeis de fingir que sabeis y conoceis para que ganeis algo, como hago yo, que en decir que Avicena fué de mi tierra dan crédito á mis melecinas; sólo con agua fria sanará, y si él viera que se le amansaba, cualque cosa os diera, y mirá que yo conozco al canónigo, que él verná á vaciar los barriles, y ya paso su dia, que, por mi vida, si no viene cayendo, que ya no hago credencia, y por eso me entraré aquí y no iré allá, que si es mal de cordon ó cojon, con las habas cochas en vino, puestas encima bien deshechas, se le quitará luégo, por eso andá decíjelo, que allí os espero con mi compadre.

Mario. Señora Lozana, acá, y hablarémos de cómo las alcagüetas son sutiles.

Loz. Señor, por agora me perdonará, que vó de priesa.

German. Ojo á Dios, señora Lozana.

Loz. Andá, que ya no os quiero bien, porque dexastes á la Dorotea, que os hacia andar en gresca, por tomar á vuestra Lombarda, que es más dexativa que menestra de calabaza.

Germ. Pues pese al mundo malo, ¿habian de turar para siempre nuestros amores? por vida del embaxador, mi señor, que no pasaréis de aquí si no entrais.

Loz. No me lo mande vuestra merced que voy á pagar un par de chapines allí, á Batista chapinero.

Germ. Pues entrá, que buen remedio hay, vén acá, llama tú aquel chapinero.

Surro. Señor, sí.

Germ. ¡Oh señora Lozana! ¿qué venida fué ésta? sentaos; vén acá, saca aquí cualque cosa que coma.

Loz. No, por vuestra vida que ya he comido, sino agua fresca.

Germ. Va, que eres necio, sácale la conserva de melon que enviaron ayer las monjas lombardas, y tráele de mi vino.

Loz. Por el alma de mi padre, que ya sé que sois Alixandro, que si fuésedes español, no seríades proveido de melon, sino de buenas razones; señor, con vos estaria toda mi vida, salvo que ya sabeis que aquella señora quiere barbi-ponientes, y no jubileos.

Germ. ¿Qué me decis, señora Lozana? que más caricias me hace que si yo fuese su padre.

Loz. Pues mire vuestra merced que ella me dixo que queria bien á vuestra merced porque parescia á su agüelo, y no le quitaba tajada.

Germ. Pues veis ahí, mirá otra cosa, que cuando como allá, si yo no le meto en boca no come, que para mí no me siento mayor fastidio que vella enojada, y siempre cuando yo voy su fantesca y mis mozos la sirven mal.

Loz. No se maraville vuestra merced, que es fantástiga, y querrá las cosas prestas, y querria que vuestra señoría fuese de su condicion, y por eso ella no tiene sufrimiento.

Germ. Señora, concluí, que no hay escudero en toda Guadalajara más mal servido que yo.

Loz. Señor, yo tengo que hacer, suplícole no me detenga.

Germ. Señora Lozana, ¿pues cuándo seréis mia todo un dia?

Loz. Mañana; que no lo sepa la señora.

Germ. Só contento, y á buen tiempo, que me han traido de Tibuli dos truchas, y vos y yo las comerémos.

Loz. Beso sus manos, que si no fuera porque vó á buscar á casa de un señor un pulpo, que sé yo que se los traen de España, y tollo, y oruga, no me fuera, que aquí me quedára con vuestra señoría todo hoy.

Germ. Pues tomá, pagaldo, no vengais sin ello.

Loz. Bésole las manos que siempre me hace mercedes, como á servidora suya que só.

MAMOTRETO XXVII

Cómo va por la calle y la llaman todos, y un portugues que dice:

Portugues. Las vuestras beso.

Loz. Y yo las suyas, una y boa.

Port. Señora, sí, rapa la gracia de Deus; só vuestro.

Loz. Deso comerémos, pagá si quereis, que no hay coño de balde.

Canavario. ¿A quién, digo, señora Lozana tan de priesa? ¿sois forrier de aquélla?

Loz. Para vuestra merced no hay priesa, sino vagar y como él mandáre.

Guardaropa. ¿Me encomiendo, mi señora?

Loz. Señor sea vuestra merced de sus enemigos.

Can. ¿De dónde, por mi vida?

Loz. De buscar compañía para la noche.

Guard. Señora, puede ser, mas no lo creo, que quien menea la miel, panales ó miel come.

Loz. Andá, que no en balde sois andaluz, que más há de tres meses que en mi casa no se comió tal cosa, vos, que sois guardaropa y teneis mill cosas que yo deseo, y tan mísero sois agora como antaño, ¿pensais que ha de durar siempre? No seais fiel á quien piensa que sois ladron.

Guard. Señora, enviarme aquí á vuestro criado, que no seré mísero para serviros.

Loz. Vivais vos mil años, que burlo por vuestra vida; veis, viene aquí mi mozo, que parece, y que fué pariente de Algecira.

Guard. Alegre viene, parece que ha tomado la paga. Camina, pariente, y enfardeláme esas quixadas, que entraréis do no pensastes.

Loz. Señor, pues yo os quedo obligada.

Guard. Andá, señora, que si puedo yo verné á deciros el sueño y la soltura.

Loz. Cuando mandáredes.

Pierreto. Cabo de escuadra de vuestra merced, señora Lozana, adio, adio.

Loz. A Dios va quien muere.

Sobrestante. Señora, una palabra.

Loz. Diciendo y andando, que vó de priesa.

Sob. Señora, cuerpo del mundo, ¿por qué no quereis hacer por mí, pues lo puedo yo pagar mejor que nadie?

Loz. Señor, ya lo sé; mas voy agora de priesa, otro dia habrá, que vó á comprar para esta vuestra favorida una cinta napolitana verde, por hacer despecho al cortecero, que ya lo ha dexado.

Sob. ¿Es posible? pues él era el que me quitaba á mí el favor, tomá, y comprá una para ella y otra para vos; y más os pido de merced que os sirvais desta medalla, y hagais que se sirva ella de mí, pues que está sede vacante, que yo, señora Lozana, no seré ingrato á vuestros trabajos.

Loz. Señor, vení á mi casa esta tarde, que ella viene ahí, que ha de pagar un mercader, y allí se trabajará en que se vea vuestro extrato.

Sob. Sea, ansí me encomiendo.

Loz. Si sois comendador, seldo en buen hora, aunque sea de Córdoba.

Comendador. Señora Lozana, ¿por qué no os servis de vuestros esclavos?

Loz. Señor, porque me vencés de gentileza, y no sé qué responda, y no quise bien á hombre en este mundo, sino á vuestra merced, que me tira el sangre.

Com. ¡Oh cuerpo de mí! ¿y por ahí me tirais? soy perro viejo y no me dexo morder; pero si vos mandais, sería yo vuestro por servir de todo.

Loz. Señor, yo me llamo Sancho.

Com. ¿Qué come ese vuestro criado?

Loz. Señor, lo que come el lobo.

Com. Eso es porque no hay pastor ni perro que se lo defienda.

Loz. Señor, no, sino que la oveja es mansa, y perdonáme, que todo comendador, para ser natural, ha de ser portugues ó galiciano.

Com. Dóla á todos los diablos, y qué labia tiene, si tuviera chimenea.

Notario. Señora Lozana, ¿así os pasais?

Loz. Señor, no miraba, y voy corriendo porque mi negro criado se enoja, que no tiene dinero para gastar, y vóyselo á dar, que están en mi caxa seis julios y medio, que dice que quiere pagar cierta leña.

Not. Pues vení acá, Peranzules, tomá, id vos y pagá la leña, y quedaos vos aquí, que quiero que veais una emparedada.

Loz. Por vida de vuestra merced, que pasé por su casa, y sospeché que no estaba allí, que suelo yo vella, y con la priesa no puse mientes, por mi vida que la tengo de ver.

Not. Entrá allá dentro, que está haciendo carne de membrillos.

Loz. Es valenciana, y no me maravillo.

Not. ¿Qué te parece, Germanera? la Lozana pasó por aquí y te vido.

Beat. ¿Y por que no entró la puta moza? ¿pensó que estaba al potro?

Loz. ¡Ay, ay! ¿ansí me tratais? más vale puta moza que puta jubilada en el publique. ¡Por vida del Señor, que si no me dais mi parte, que no haga la paz!

MAMOTRETO XXVIII

Cómo va la Lozana en casa de un gran señor, y pregunta si por dicha le querrian rescebir uno de su tierra que es venido, y posa en su casa.

Loz. Decime, señores, ¿quién tiene cargo de tomar mozos en casa deste señor?

Palafrenero. Voto á Dios que es vuestra merced española.

Loz. Señor, sí; ¿por qué no? ¿soy por ventura tuerta ó ciega? ¿por qué me tengo despreciar de ser española? muy agudillo salistes, como la hija del herrero que peyó á su padre en los cojones; tornaos á sentar.

Palaf. Señora, teneis razon.

Escudero. Señora, si no le pesa á vuestra merced, ¿es ella el mozo? que todos la tomarémos.

Loz. Por Dios sí, que á vos busco yo, sé que no soy lecho que me tengo de alquilar.

Badajo. No lo digo por tanto, sino porque no veo venir ninguno con vuestra merced, pensé que queríades vos, señora, tomarme á mí por servidor.

Loz. Déxese deso hoy, respóndame á lo que demando.

Otro. Señora, el maestro desta lo tomará, que lo ha menester.

Loz. Señor, por su vida que me lo muestre.

Bad. Señora, agora cavalgo, si lo quiere esperar, éntrese aquí y hará colacion.

Loz. Señor, merced me hará, que cuando venga ese señor me lo envie á mi casa, y allí verá el mozo si le agradáre, que es un valiente mancebo, y es estado toda su vida rufian, que aquí ha traido dos mujeres, una de Écija, otra de Niebla; ya las ha puesto á ganar.

Otro. ¿Dónde, señora, en vuestra casa?

Loz. Señor, no, mas ahí junto.

Señor de la casa. ¿Quién es esta mujer? ¿qué busca?

Escudero. Monseñor, no sé quién es, ya se lo queria demandar.

Monseñor. ¿Etate espagnola?

Loz. Monseñor, soy buena hidalga y llámome la Lozana.

Mons. Sea enhorabuena; ¿sois de nuestra tierra?

Loz. Monseñor, sí.

Señor. ¿Qué os place desta casa?

Loz. Monseñor, el patron della.

Mons. Que se os dé, y más, si más mandáredes.

Loz. Beso las manos de vuestra señoría reverendísima, quiero que me tenga por suya.

Mons. De buena gana, tomá, y venínos á ver.

Loz. Monseñor, yo sé hacer butifarros á la ginovesa, garafurias, y albóndigas, y capirotada, y salmorejo.

Señ. Andá haceldo, y traérnoslo vos misma mañana para comer, ¡cuánto tiempo há que yo no sentí decir salmorejo! déxala entrar mañana cuando venga, y vay tú allá, que sabrás compralla lo necesario, y mira si ha menester cualque cosa, cómprasela, ¡oh qué desenvuelta mujer!

Despensero. Señora, si quereis cualque cosa, decímelo, que soy el despensero.

Loz. Señor, solamente carbon, y será más sabroso.

Despens. Pues, ¿dó morais? y enviaros he dos cargas por la mañana.

Loz. Señor al Burgo do moraba la de los Rios, si la conocistes.

Despens. Señora, sí, esperá un poco y tal seréis vos como ella, mas sobre mí que no compreis vos casa, como ella, de solamente quitar cejas y componer novias; fué muy querida de romanas, ésta fué la que hacia la esponja llena de sangre de pichon para los virgos, esto tenía que no era interesal, y más ganaba por aquello, y fué ella en mejor tiempo que no esta sinsonaderas, que fué en tiempo de Alejandro VI, cuando Roma triunfaba, que habia más putas que frailes en Venecia, y filósofos en Grecia, y médicos en Florencia, y cirujanos en Francia, y maravedís en España, ni estufas en Alemaña, ni tiranos en Italia, ni soldados en campaña, y vos siempre mozo, ¿no la conocistes? pues cualque cosa os costaria, y esta Lozana nos ha olido que ella os enfrenará, á mí fidamani; miralda que allí se está con aquel puto viejo rapaz.

Balij. Si la conozco, me dice el borracho del despensero, yo fuí el que dormió con ella la primera noche que puso casa, y le pagué la casa por tres meses. Por vida de monseñor mio, que juraré que no vi jamas mejores carnes de mujer, y las preguntas que me hizo aquella noche me hicieron desbalixar todos los géneros de puta que en esta tierra habia, y agora creo que ella los sabe mejor por su experiencia.

Badajo. Ésta no hace jamas colada sin sol.

MAMOTRETO XXIX

Cómo torna su criado, que venga presto, que la esperan una hija puta y su madre vieja.

Loz. ¿A qué tornais, mal-urde? ¿hay cosa nueva?

Ramp. Acabá, vení, que es venida aquella madre.

Loz. Callá, callá, que ya os entiendo, ¿vacía verná, segun Dios la hizo?

Ramp. No; ya me entendeis y bueno.

Loz. ¿Uno solo?

Ramp. Tres y otras dos cosas.

Loz. ¿Qué, por mi vida?

Ramp. Ya lo veréis, caminá, que yo quiero ir por lo que dexo tras la puerta de su casa, y veis aquí su llave.

Senes Paje. Señora Lozana, acá, acá, mirá acá arriba.

Loz. Ya, señor, os veo, mas poco provecho me viene de vuestra vista, y estoy enojada porque me contrahicistes en la comedia de carnaval.

Senes. Señora Lozana, no me culpeis, porque, como vi vuestra saya y vuestro tocado, pensé que vos lo habíades prestado.

Loz. Yo lo presté, mas no sabía para qué, á osadas que si lo supiera que no me engañáran, pero de vos me quejo, porque no me avisastes.

Senes. ¿Cómo decis eso? á mí me dixeron que vos estovistes allí.

Loz. Si estuve, mas dixéronme que me llamaba monseñor vuestro.

Senes. ¿No vistes que contrahicieron allí á munchos? y ninguna cosa fué tan placentera como vos á la gelosía, reputando al otro de potroso, que si lo hiciera otrie quizá no mirára ansí por vuestra honra como yo, por eso le suplico me perdone, y sírvase destas mangas de velludo que mi padre me mandó de cena.

Loz. Yo os perdono, porque sé que no sois malicioso, vení mañana á mi casa, que ha de venir á comer comigo una persona que os placerá.

Otro paje. So caballo ligero de vuestra merced.

Loz. Ay, cara de putilla sevillana; me encomiendo que voy de priesa.

Hija. ¿Tiro la cuerda? esperá, que ni hay cuerda ni cordel.

Loz. Pues vení abaxo.

Hij. Ya va mi señora madre.

Granadina. Vos seais la bien venida.

Loz. Y vos la bien hallada, aunque vengo enojada con vos.

Madre. ¿Y por qué comigo, sabiendo vos que os quiero bien, y no vernia yo con mis necesidades y con mis secretos á vos, si os quisiese mal?

Loz. ¿Cómo? ¿vos sois mi amiga y mi corazon, y venisme cargada á casa, sabiendo que haria por vos y por vuestra hija otra cosa que estas apretaduras, y tengo yo para vuestro servicio un par de ducados?

Gran. Señora Lozana, mirá que con las amigas habeis de ganar, que estais preñada y todo será menester, y cuanto más, que á mi hija no le cuesta sino demandallo, y tal vuelta se entra ella misma en la guardaropa de monseñor, y toma lo que quiere y envia á casa, que, como dicen, más tira coño que soga; estos dos son agua de ángeles, y éste es azahar, y éste cofin son dátiles, y esta toda es llena de conficion, todo venido de Valencia, que se lo envia la madre de monseñor, y mirá, señora Lozana, á mí me ocurre otro lance, que para con vos se puede decir.

Loz. ¿Qué, señora?

Gran. Un señor no me dexa á sol ni á sombra, y me lo paga bien, y me da otro que mi hija no me dará, y no sé cuándo terné necesidad, mirá qué me aconsejais.

Loz. Lo que os aconsejé siempre, que si vos me creyérades, más há de un año que habíades de comenzar, que en Roma todo pasa sin cargo de conciencia, y mirá que os perdistes en no querer más que no os dará ese otro, y era peloso y hermoso como la plata, y no queria sino viudas honradas como vos.

Gran. Señora Lozana, mirá, como se dice lo uno se diga todo, yo os diré por qué no lo hice, que bien estaba yo martela por él, mas porque se echó con mi hija no quise pecar dos veces.

Loz. No seríades vos la primera que eso hace en Roma sin temor, tantos ducados tuviésedes, eso bien lo sabía yo, mas por eso no dexé de rogároslo, porque veia que era vuestro bien, y si le veo, le tengo de decir que me hable, por eso es bueno tener vos una amiga cordial, que se duele de vos, que perdeis lo mejor de vuestra vida, que pensais que estais en Granada, do se hace por amor. Señora, aquí á peso de dineros, daca y toma, y como dicen, el molino andando gana, que guayas tiene quien no puede; ¿qué hace vuestra hija? ¿púsose aquello que le dí?

Gran. Señora, sí; y dice que mucho le aprovechó, que le dixo monseñor: ¡qué coñico tan bonico!

Loz. Pues tenga ella advertencia que cuando monseñor se lo quiera meter, le haga estentar un poco primero.

Gran. Sí hará, que ya yo lo avisé, aunque poco sé deso, que á tiento se lo dixe.

Loz. Todas sabemos poco, mas á la necesidad no hay ley, y mirá que no coma vuestra hija menestra de cebolla, que abre muncho, y cuando se toca tire la una pierna y encoxa la otra.

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Litres'teki yayın tarihi:
11 ağustos 2017
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