Kitabı oku: «La comunicación en la construcción del mundo social», sayfa 3

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ANOTACIONES PREVIAS PARA UNA REFLEXIÓN FINAL

El ejercicio realizado nos enseña que en el universo de la soberanía alimentaria existe una gran diversidad de agentes promoviendo prácticas y estrategias políticas de ruptura con el modelo hegemónico de la agroindustria. Dicha diversidad estimula unas formas de comunicación marcadas por la heteroglosia o polifonía discursiva (Voloshinov y Bajtin, 1992)14. Es decir, que son muchas las voces - y subjetividades- que se escuchan para dar sentido al “texto” de la soberanía alimentaria. Y precisamente, en el momento en que se hace un ejercicio de comunicación (de escuchar al otro), para comprender qué están diciendo realmente esta multiplicidad de acentos, encontramos en este estudio que hay una masa crítica, amorfa, organizada, enredada, itinerante, con más o menos recursos que comparte un sentimiento: la urgencia de reestructurar el sistema alimentario actual.

Dicha reestructuración, se basa, ante todo, en el saber hacer, la experiencia sedimentada o acumulada, el habitus (Serres, 2003[1985]; Bourdieu, 1991 [1980]; Seremetakis, 1996), las lógicas y las dinámicas sociales y económicas de los campesinos, o, de aquellos ciudadanos que trabajan subrepticia o tácticamente en proyectos pequeños de agricultura urbana15.

Reconocer de esta manera el origen de este movimiento telúrico es importante en épocas donde las experiencias de movilización social tienden a ser capturadas por aquellos discursos tecnocráticos que buscan con afán “datos” para justificar sus políticas de innovación o sus estrategias sobre gestión social del conocimiento. Lo que dicen, entonces, estas voces, al unísono, es que el proyecto agroindustrial es insuficiente, que ahonda las desigualdades sociales y agrava el deterioro ambiental del planeta. También dicen que es totalmente posible refundar nuestra relación con la naturaleza y emprender proyectos de vida alternativos y sostenibles en los procesos de producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos.

Ahora, los testimonios y experiencias acopiadas indican que la viabilidad de un proyecto de soberanía alimentaria colectivo demanda la construcción de “nuevos sujetos” prestos a repensar su relación con la alimentación como una acción política. No obstante, la magnitud de esta situación exige, además, que estos “nuevos sujetos” comprendan que el problema de la alimentación no se resuelve con el consumo de alimentos orgánicos, con el propósito de mejorar la calidad de vida de los individuos. Se trata, más bien, de que estos “nuevos sujetos” estén dispuestos a discernir sobre sobre la complejidad, sobre las relaciones de poder y sobre los procesos de resistencia política que se vivencian en la esfera de la producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos a escala global y local. Ubicar el problema en estas dimensiones (producción/distribución/consumo), resulta crucial porque en cada una de ellas acontecen prácticas y procesos de comunicación que resultan determinantes para apoyar o promover estrategias de cambio social, cobijadas bajo el telón de fondo de la soberanía alimentaria.

Por lo tanto, si bien es cierto que las iniciativas individuales pueden ser elogiables, y pueden ayudar al sujeto a reconfigurar sus posiciones políticas y su relación crítica con el conocimiento, el cambio social exige una aproximación vinculante y compleja con las distintas maneras como se distribuye la experiencia social en cada uno de los lugares que encadenan la producción, la distribución y el consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos, y, con los procesos de comunicación que la acompañan.

Un inventario de estas voces puede agruparse, de manera esquemática, en tres tendencias. Una, que tiene que ver con aquellos colectivos y organizaciones que agencian acciones políticas de movilización social para promover prácticas de soberanía alimentaria. Otra, que de manera directa emprende proyectos productivos en las fases de producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos. Finalmente, otra, que responde más a iniciativas individuales y tienen que ver con una experiencia corporal de orden somático. Se trata, en este último caso de un trabajo individual del cuerpo como recurso de emancipación; o, dicho de otra manera, de prácticas corporales “experienciales” para la vivencia subjetiva que permiten hacer consciencia del cuerpo a través de prácticas de producción, distribución y consumo de alimentos (Pedraza, 2010; 2013; Calero, Restrepo y Rivera, 2015).

Para pensar desde los intereses teóricos del campo de la comunicación habría que reconocer que, en las primeras dos tendencias, el espíritu de comunalidad, los procesos de comunicación (materializados a través de relaciones interpersonales, grupales o mediados por tecnologías de información) permiten entender la soberanía alimentaria como un proyecto de vida colectivo que aboga por el cambio social y por la refundación material y existencial de la condición humana. Con respecto a la tercera tendencia, no se puede negar que además de ser una experiencia corporal somática e individualizada, es también un ejercicio de comunicación intrapersonal realizado de manera creativa y disruptiva que reubica, en términos políticos, la condición existencial del sujeto en la medida en que éste también confronta, con sus acciones (predominantemente en las esferas de la distribución y el consumo de alimentos) aquellos conocimientos y prácticas hegemónicas que controlan el orden alimenticio.

En este sentido todas estas experiencias muestran cómo alrededor de la soberanía alimentaria se construyen unos procesos de comunicación marcados por la heteroglosia o polifonía discursiva. Al reconocerlas de esta manera, evita, por un lado, realizar una lectura dualista de esta experiencia, en el sentido de pensar que un tipo de acción es más político que el otro; y, por otro, permite comprender, de manera más amplia y crítica, el tipo de subjetividades emergentes en el contexto de esta práctica social. Aspectos determinantes para iniciar procesos de intervención pensados desde la comunicación para el cambio social.

CONCLUSIONES

Durante esta primera fase, el proyecto “Soberanía alimentaria y comunicación para la sostenibilidad” tuvo como propósito la identificación y caracterización de aquellos agentes que llevan a cabo prácticas orgánicas y/o agroecológicas. Aunque nuestro público objetivo estaba situado del lado de la producción y la circulación de estos productos, los análisis teóricos sobre la subjetividad no los desligan de los consumidores los cuales empiezan a ser abordados más que desde la descripción de sus características con base en la práctica, desde la manera como sus presencias completan el circuito y constituyen así mismo las subjetividades de productores e intermediarios.

Abordar este tema con base en las categorías de soberanía alimentaria y agroecología nos empezó a constreñir el escenario de las actividades puesto que ambos conceptos implican posiciones políticas evidentes. Las experiencias que se alinean a su alrededor están muy articuladas al activismo intelectual de cierto grupo de académicos que hacen de éste, un grupo muy singular y restringido. Por esta razón, decidimos ampliar nuestras observaciones a prácticas de producción y circulación de productos agroecológicos y/u orgánicos que implicaran subjetividades que, aunque no respondieran estrictamente a los principios agroecológicos estuvieran gravitando a su alrededor. Con esta decisión, nos acercamos a experiencias de agricultura limpia, agricultura orgánica, huertos urbanos, en las cuales se negocian los principios agroecológicos, como por ejemplo la concepción del espacio como un sistema autocontenido o los principios de autonomía y libre decisión sobre el consumo de productos agrícolas.

Desde el punto de vista de los agentes que participan en esta cadena en sus dos primeras fases, hemos podido identificar tres tipos de motivaciones: una, muy evidente, responde a los deseos de un cuerpo saludable y una vida sin enfermedad. Esta posición es individualista y se asienta en la idea de bienestar y placer. Otra, que demanda acciones políticas de compromiso con el entorno ambiental, social y económico que nos circunscribe. Se revela contra los dispositivos biopolíticos de las corporaciones de la alimentación y la producción de productos agroecológicos y/u orgánicos. Una tercera, intermedia entre las anteriormente mencionadas, que promueve un activismo ciudadano y en la cual la dimensión productiva es apenas una de las múltiples manifestaciones que ponen en escena. Expresiones artísticas alternativas acompañan este universo de productos sanos, políticamente correctos.

La conformación de personas alrededor de estas prácticas es también muy variada. Académicos activistas, estudiantes universitarios, productores campesinos, productores urbanos que viven en ambientes rurales, son quienes ocupan las posiciones de liderazgo. Sin embargo, como relatamos, en algunas experiencias, los liderazgos son blandos, imperceptibles, la idea es promover el encuentro y desaparecer hasta nueva orden. Sin cronogramas, ni planes que indiquen una visión de futuro. Son experiencias móviles construidas al filo de la oportunidad.

Entre los intermediarios coinciden los interesados por lo saludable con estilos de comunicación muy difusionistas, mientras que quienes expresan relaciones más complejas y políticas con el entorno, desarrollan estilos de comunicación más dialogales y participativos.

Esta investigación, por sus dimensiones teóricas y de intervención, y por las características mismas de su temática, nos ha llevado a experimentar el proceso de actividades diversas que ocurren simultáneamente en el ámbito escogido. Tal diversidad nos enfrenta con conocimientos muy formalizados y especializados hasta conocimientos experienciales y acciones que responden sólo al deseo de hacer parte de comunidades alternativas que movilizan a la sociedad civil.

Las experiencias recogidas se desarrollan a nivel urbano y rural. Todas se vislumbran como prácticas de transformación social que responden no solo a diferentes posturas políticas y existenciales, sino también a nuevas realidades y retos a nivel individual y colectivo las cuales dan prioridad al problema ambiental del planeta.

Otra de las características de estas experiencias es el trabajo transdisciplinar en el sentido de poner a conversar diferentes conocimientos disciplinares entre sí y a éstos con conocimientos legos, así como el reconocimiento del otro y de lo propio. Se observan en ellas subjetividades emergentes que van desde preocupaciones individuales por la salud y el bienestar hasta personas comprometidas con el destino colectivo. Es aquí donde los procesos de comunicación contribuyen a generar cambios, al facilitar el encuentro para la reflexión de todos los interesados en un mundo distinto del que hasta ahora nos ha sido posible.

REFERENCIAS

Bourdieu, P. (1991[1980]). El sentido práctico. Madrid: Taurus.

Calero, S., Restrepo P., Rivera, C. C. (2015). Conversación con Zandra Pedraza. En: S. Calero, C. C. Rivera y P. Restrepo (comps.). Cuerpo y Comunicación. Santiago de Cali: Universidad Autónoma de Occidente.

Choquehuanca, D. (2010). Hacia la reconstrucción del Vivir Bien. América Latina en movimiento. Recuperado de http://www.plataformabuenvivir.com/2011/08/choquehuanca-reconstruccionvivir-bien/

De Certeau, M. (1996). La invención de lo cotidiano 1. Artes de Hacer. México D.F.: Universidad Iberoamericana – Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente.

Foucault, M. (2007). Historia de la sexualidad 2. El uso de los placeres. México D.F.: Siglo XXI Editores.

Pedraza, Z. (2013). Por el archipiélago del cuerpo: experiencia, práctica y representación. Nómadas, (39), 12-27.

Pedraza, Z. (2010). Saber, cuerpo y escuela. El uso de los sentidos y la educación somática. Calle 14, 4(5), 47-56.

Seremetakis, N. C. (1996). The senses still. Perception and memory as material culture in modernity. Chicago, Il: University of Chicago Press.

Serres, M. (2003[1985]). Los Cinco Sentidos. Ciencia, poesía y filosofía del cuerpo. Aurora, Il: Taurus.

Voloshinov, V. y Bajtin, M. (1992). Marxismo y filosofía del lenguaje. Madrid: Alianza.

CAPÍTULO 2
TRAYECTIVIDAD DE LA COMUNICACIÓN PARA EL DESARROLLO A LA COMUNICACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

HERNANDO VACA-GUTIÉRREZ16

YURI TATIANA MUÑOZ-QUICENO17

En el presente capítulo afirmamos la dimensión constitutiva de la comunicación en el ser humano, lo humano surge al surgir el lenguaje (Maturana, 1989). Así mismo, en lo colectivo, la comunicación constituye la sociedad y es constituida por ella, la comunicación es un hecho social. En esa perspectiva, en este texto se sostiene que la comunicación es realidad estructural y estructurante de la sociedad, y desde ahí se sintoniza con la propuesta del presente libro. Por otra parte, muestra cómo los discursos tienen unos lugares de producción y, por lo tanto, unos intereses y estrategias políticas que, en el caso latinoamericano, configuran una dependencia epistémica que poco contribuye a comprender, explicar y solucionar los problemas de nuestra compleja realidad. Tal es el caso de la “comunicación para el desarrollo”.

Iniciamos con una aproximación, en sentido general, a la comunicación para el desarrollo y, para ello, partimos diciendo que el concepto de desarrollo no tiene un solo significado, no es universal, pues si bien hay autores que lo explican desde lo económico, hay otros que lo relacionan con las dimensiones socioculturales y educativas, discusión en la que ha estado inmersa la comunicación desde hace varias décadas.

Ningún modelo resultante de la relación entre comunicación y desarrollo ha sido una fórmula mágica. Por eso, los teóricos de la comunicación para el desarrollo se han encontrado en la necesidad de replantear sus fundamentos preestablecidos frente a las exigencias del contexto. No ha sido fortuito que hayan surgido planteamientos en torno al tema; realmente ha sido un esfuerzo académico por mantener al día una teoría nacida después de la práctica. Pero todos estos distintos nombres, como dicen Martínez y Agudiez (2012), en su núcleo se cimientan en la transformación.

En esta misma lógica, el presente documento -en primera instancia-, recopila históricamente la concepción de desarrollo y cómo se ha ido vinculando la comunicación en este debate; además, incluye la reflexión teórica del Grupo de Investigación en Comunicación para el Desarrollo de la Universidad Autónoma de Occidente enfocado en la comunicación y el cambio social.

COMUNICACIÓN PARA EL DESARROLLO
Inicios de la comunicación para el desarrollo

La concepción de “desarrollo”18 surge a partir del discurso de Harry Truman en el acto de posesión de su segundo mandato como presidente de Estados Unidos, en el año 1949. En ese momento manifestó su interés en promover un programa que movilizara la producción científica y progreso industrial en los países subdesarrollados o “estancados”, asegurando que más de la mitad de la población del mundo vivía en condiciones de “miseria” y la fórmula para resolverlo era capital + innovación + tecnología. Hasta este momento la comunicación no tenía partida en este debate sociopolítico, pero fue después de la publicación “Difusión de innovaciones” de Everett Rogers (1962) cuando se resalta la condición de una comunicación para el desarrollo.

En los años 50, tras terminar la Segunda Guerra Mundial, el mundo se sumerge en la modernización, enfocada en mejorar las condiciones de vida de los habitantes de los países del tercer mundo mediante la transferencia de información, haciendo uso de los medios masivos de comunicación, pues se creía en el poder que éstos tenían para modificar las conductas de las personas –de forma casi automática- y promover la adopción de innovaciones para generar desarrollo, entendido como avance económico.

Esta propuesta no era más que una estrategia para reimpulsar la industria mediante un proceso de expansión de mercados en el que los medios ejercían dominio sobre la sociedad, tenían el poder de manipular y modificar costumbres, gustos, pensamientos, “entre otras cosas, los valores fundamentales de la sociedad” (Gumucio, 2004).

El conocimiento era un factor clave para el desarrollo y la cultura se presentaba como un obstáculo para las regiones “pobres”, era la razón del subdesarrollo, así que los países no modernizados debían ser como los grandes estados industrializados, era necesario imitar todos los procesos de los países avanzados: sustituir por otro sus conocimientos; renunciar a sus proyectos culturales. Es por esta razón que Paulo Freire, entre otros, hablará de este modelo extensionista como de invasión cultural y teoría anti-dialógica (Vaca, 2008; 2009; 2011).

Pero, ¿cómo se medía si había o no crecimiento del desarrollo? Una sugerencia era que se hiciera a partir del Producto Interno Bruto - PIB, la alfabetización y la urbanización (Servaes, 2000). Este intento por generar desarrollo concebido desde lo económico generó mayor desigualdad en la sociedad.

La comunicación en esta época se enmarcaba bajo el modelo difusionista, como consecuencia de su papel dependiente del desarrollo económico y tecnológico. Entre otras perspectivas, Lerner (2011) tenía una mirada hacia el uso de los medios masivos de comunicación, pero su función radicaba en la creación de nuevas aspiraciones, en la empatía, en ejercer liderazgo hacia el cambio y fomentar la participación ciudadana.

Rogers (1962) le apuntó a la difusión de innovaciones, a través de diversos medios de comunicación –no solo masivos- la sociedad conoce y adopta una innovación (idea nueva) en un determinado tiempo; un proceso que implica: percepción, interés, evaluación, prueba, y finalmente, adopción (Loreti, Mastrini y Baranchuk, 2007).

De las anteriores teorías surgen títulos para la relación entre comunicación y desarrollo, denominada comunicación de desarrollo y comunicación de apoyo al desarrollo. Parafraseando a Beltrán (1993), la primera alude a la capacidad que tienen los medios de comunicación masivos para generar un ambiente positivo al cambio en la sociedad, necesario en la transición del tradicionalismo a la modernización. La segunda se conceptualiza como una comunicación de carácter masiva o no19, “planificada y organizada” que apoya las actividades lideradas por entidades que propenden el desarrollo.

Por su parte, los estados direccionaron sus políticas económicas para adoptar la propuesta.

La Comisión Económica para América Latina - CEPAL (1981), reaccionó ante el paradigma de modernización con el modelo “desarrollo hacia adentro” que, enjuiciaba la dinámica de comercialización global en el que las grandes potencias, en comparación a Latinoamérica, eran superiores en tecnología, comercio y poder económico. Desde Suramérica se exportaban materias primas sin valor agregado y adquirían de países extranjeros productos manufacturados, lo que ampliaba la distancia entre centro – periferia. El modelo de la CEPAL, entonces, proponía fortalecer los mercados internos y así sustituir dichas importaciones para disminuir tal brecha.

Este modelo y el pensamiento marxista dieron pie al surgimiento del paradigma de la dependencia, propuesto por el filósofo Leopoldo Zea a mediados de la década de 1950 y que explicaba, histórica e ideológicamente, la situación de nuestros países con relación al primer mundo, es decir, las relaciones de las sociedades latinoamericanas con el mundo occidental (Zea, 1993).

La falta de información y la cultura dejan de ser considerados causales del subdesarrollo, más bien se les atribuye la responsabilidad a los problemas estructurales de las regiones. Esta etapa fue fundamental para cuestionar la teoría de la aguja hipodérmica y contribuyó positivamente a la concepción de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación - NOMIC20, que buscaba reformular y equilibrar los flujos de información mundiales entre los países desarrollados y del tercer mundo.

Como producto del NOMIC se hizo un documento que conmocionó al campo de la información y la comunicación: “Un solo mundo, voces múltiples” (MacBride, 1980), realizado por una Comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de Comunicación21 de la UNESCO, presentado en la Conferencia de Belgrado en 1980. Era una propuesta abierta a una comunicación más democrática, tajante ante la dispar circulación de la información en el mundo y posibles soluciones o acciones estratégicas como, por ejemplo, políticas de comunicación, reconocimiento del pluralismo cultural, fortalecimiento de capacidades comunicativas; aunque poco después este proceso fue frenado por las potencias mundiales, quitándole la posibilidad económica a la Unesco y direccionando las discusiones de esta organización hacia el “libre flujo de información” diferente al planteado por los países No Alineados (Torrico, 2010).

Este cambio de paradigma en temas comunicativos se daba en plena distención de la Guerra Fría, en contextos de luchas contrarias al colonialismo de países asiáticos y africanos en busca de su independencia como estados; mientras en América Latina, en naciones como Cuba y Chile, comenzaban a imperar los movimientos comunistas y socialistas, respectivamente, sobre las dictaduras.

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