Kitabı oku: «Escorado Infinito», sayfa 9
Partiendo de sus propios tejidos, se había intercambiado su primigenia estructura bioplasmática-inerte, por ingeniosos “implantes” desarrollados a partir de tejido de Sarie. “¿Por qué “llamémoslo así”?”, -indagó Ist con imperiosa curiosidad- mientras los involucrados hacían un aparte entre sí. Boca en “o”, habían sido incapaces aún de digerir lo escuchado.
Pues, porque era un modo de hablar; se trataba de un proceso preatómico muy complejo. Nada que ver con sustitución a lo científico loco resucitamuertos. Allí entraba en juego una concatenación de procesos que debían ser inmediatamente compatibles biológicamente. El cuerpo ante todo debía identificar proteínas correctamente y la síntesis ribosómica debía ser sencillamente perfecta. Etcétera, etcétera, etcétera. Dart, sí, otra vez él, había intervenido. En realidad, a él se le debía el honor del logro. Había sido algo increíble. Casi milagroso ¿Qué otra cosa podría merecer denominarse como milagroso sino el aprender Medicina casi desde cero como él lo había hecho, antes de empezar a desarrollar aquella estrategia que había concebido en su prodigiosa cabeza? Pues efectivamente, había sido él y sólo él el que la había gestado, como siempre desarrollando lo que otros –en este caso Coi- no podía abordar con éxito. Rodearse de un excelente equipo de magníficos colaboradores no menoscababa un ápice su épico logro. Él era el motor, el director de aquella maravillosa melodía de vida. Él lo controlaba absolutamente todo, como siempre. Llevar la replicación a aquellos extremos era algo extraordinario. Ya se practicaba, pero a nivel mórphico, no así. Aquello era otra historia.
Ist no podía creer lo que oía.
-¿En serio que si Gie fuera chica…, sería… ¡¡Sarie!!?
Teip asintió con una sonrisa. Ist ya tenía la respuesta más inconcebible que podía haber escuchado nunca. Su cabeza le daba vueltas. Los otros dos, permanecían en un estado indescifrable para la mente humana, casi tiesos y sin poder cerrar sus silenciosas bocas. Eti se mantenía prudentemente callada, y a distancia. No deseaba interferir.
-Dart tardó en dar solución al problema, exactamente lo que le llevó leerse durante tres meses seguidos, a razón de una media de dieciocho horas diarias sin interrupción, todo el compendio de conocimientos expuestos en las asignaturas de esta materia…, en diez idiomas distintos.
¿Diez idiomas? “Gracias al implante, claro” –apuntó un cada vez más desvariado Ist-. Pues no, nada más equivocado. El “implante” en aquellos momentos, todavía no estaba disponible para esa habilidad. Le había llevado tres semanas. “¡Tres!” –protestó un absolutamente descompuesto Ist.
-Calma, hombre. Dart era... Es, una bestia, un monstruo. La verdad, no sabría bien como definirlo y menos dónde encuadrarlo. No, no lo sabría. No creo que haya habido en toda la historia humana un genio un cuarto de la mitad de su altura. Pero…
Ist ansiaba fisgar en cada una de sus palabras para obtener el extraño tuétano de más increíbles respuestas. Se estaba adaptando.
-¿Pero qué?
-¿Ves a Sarie?
Veía a Sarie, a la conmocionada Sarie.
-En todos los controles rianos a los que fue sometida en cada una de sus vidas, antes de los doce años, consiguió mejorar de media un quince por ciento el coeficiente mental de Dart.
Y cambió de tercio rápidamente mientras se giraba bruscamente y seguía impartiendo materia. Ist necesitaba algo para relajarse. “Sarie… Dart…Tres…”. Despertó: ¡¡pero tres semanas!! ¡Era absolutamente inconcebible! Teip lo invitó a reflexionar con un ejemplo muy gráfico ¿Conocía a alguien capaz de memorizarse el Apocalipsis en una-sola-pasada? Dart lo había conseguido. Y de niño. No había necesitado repasar, simplemente, grababa en su memoria directamente lo que leía. Mediante un sistema de índices, le confirmaba al razonable incrédulo. Tras explicarle sucintamente qué era el Apocalipsis se despachó con el concepto dartiano de “índice”. Un índice era para él el número de una página ¡Se había aprendido los sagrados textos, sobre la marcha, por páginas numeradas! Vaya…, sólo quedaba pendiente en la cabeza del pobre Ist, del compendio de explicaciones, un fleco ¿Qué era la “Biblia” en realidad? El chivato informaba vagamente, o muy confusamente. No entendía muy bien. La Biblia... “¡Lo que había querido el Concilio de Nicea en el 325 después de Cristo!” -zanjó. Algo que había aprendido de su religioso hermanito. Por aquel entonces religioso hermanito ¿Religioso? Vaya, dato interesante, pero…, ¿tres…?
-Venga, no nos desviemos del asunto. Pues tres semanas, y a la perfección, incluso con acento, jodido Dart.
Lo que sí podía asegurarles era que la existencia de Gie no procedía de un clon de la nada. Él era ella; ella era él. Hermanos en el más amplio y exacto sentido del término. Aunque sus fenotipos exhibían lo que aparentaban, sus genotipos eran cero diferentes. Teip agarró por los hombros a Gie férreamente, y mirándole directamente a los ojos le escribió en sus pupilas, lentamente, la siguiente frase... “¿Puedes entender, que tu padre te quiera literalmente igual que a Sarie?” Teip se echó a un lado y dejó ante sí y entre ambos hermanos otra vez aquel hueco de silencio. Ellos se miraron, pero seguían sin saber que decirse el uno al otro. Pero de repente… Toda la emoción la canalizaron en un abrazo, un inmenso y estrujador abrazo. Sarie rompió a llorar otra vez. No podía más. Él se resistió lo que pudo, pero terminó cediendo alguna lagrimita perdida. Era un hombre, ¿no?, y además, era un iser. Lloraba por dentro. Menuda historia ¿Cómo estar preparado para semejante cosa? Ahora incluso hasta Ist parecía emocionado. Sí que lo estaba. Miraba a Sarie, miraba a Gie y... ¿Cómo podía ser?
Sarie enjugó sus mejillas con la manga de su traje, y tras haber recuperado a un hermano y doblegando su emotividad a flor de piel, expresó su punto de vista a cerca de la situación actual como punto de partida para esclarecer sus dudas.
-Bueno Teip ¿cómo están las cosas? O sea, ahora estamos en tu presente, en tu único presente. Así que en realidad, tú nunca has llegado desde el nuestro.
Efectivamente, el no había venido del futuro. Nunca. Pero Coi sí les había traído a su presente en infinidad de ocasiones, y a edades diferentes. A veces habían permanecido semanas, en otras ocasiones meses. ¡Eran un par de juguetones de miedo! Había tenido la suerte de disfrutarlos mucho. Cuántos recuerdos... Había vivido toda su vida para la Ciencia y por ese motivo nunca se había casado. Sí, debía de reconocer que su timidez había sido fundamental, pero la Ciencia era un gran estímulo. En cualquier caso ellos dos habían sido un hermoso regalo. Siempre el mismo día, en el mismo momento, aunque unas veces como bebés y otras niños, adolescentes... Sí, nunca había pasado de ese límite de edad. La máxima que recordaba era sobre los doce años. Y con cada clonación se les borraba aquellas experiencias, así lo quería su padre. Naturalmente a ellos no se les entregaba implante. Gracias a Dios, o por desgracia, podía ser consciente de los múltiples pasados que había vivido gracias a ese sutil y desconcertante desdoblador de personalidades que se alojaba casi invisible sobre su cuero cabelludo. Era la primera ocasión que los veía en su uso y “tan creciditos”. Ya le costaba a duras penas diferenciar todas las visitas al que se había sometido en tantas ocasiones. Ellos. Coi, Yert, Dart. Era como si compartiesen todas un mismo pasado. Incluso si se lo retiraba, de algún modo su memoria ya las había registrado y todo aquello permanecía como un poso de extraña realidad atemporal. Pero bueno, lo importante era contarles cómo estaba la situación “actual”. “Teip, mira, ¿me puedes decir qué quiere Dart?” -preguntó Ist-. Lo que quería Dart era seguramente, nada bueno, conociéndole. “Es una persona tan, tan, extraña” ¿Y Yert? Yert... Pues... Ya les había dicho que era más listo de lo que les parecía; había sido el número cuatro de la promoción. Por fin Eti encontró un motivo por el cual intervenir. Con mucho gusto.
-Y tú el tercero, pero el más envidiado, pues...
-Eti...
-¡¡Y el más guapo, jajajá!!
Eso no lo podía confirmar, naturalmente, pero sí que los grupos se formaban de forma vertical en cuartetos, por orden de mérito, así que el suyo era un grupo obvio. A pesar de todo había llegado a convertirse en una pandilla muy bien avenida de -aunque les extrañase- verdaderos camaradas. Bueno, la UMR había hablado por él. Al parecer, buscaba aprovechar la situación para obtener poder, un poder ilimitado en un mundo que estaría irremisiblemente a su merced ¿Soñaba en alto? Pero el motivo no lo había entendido muy bien. Lo que sí había quedado patente era que necesitaba apoderarse o eliminar la máquina del tiempo...
-Que se encuentra aquí.
Bravo, eso mismo. Porque de lo contrario lo tenían crudo para volver. Lo que ocurría, era, algo… “muy gracioso”. O no, porque esa máquina maravillosa se hallaba fraccionada en varios componentes que habían sido convenientemente dispersados por “diversos lugares”. La cuestión era que, bueno: que era largo de contar.
-Mañana veremos la grabación del interrogatorio y os daré detalles. A ver si sacamos algo. Puede que Coi haya introducido alguna astuta pista en su cabecita, no sé. Vamos, sí que lo sé. Es eso. Me precio de saber que ya daba por supuesto que lo íbamos a someter a interrogatorio con UMR. Es igualito que Dart, toma en cuenta -os lo aseguro- todas las variables posibles.
Capitulo 7
Lo más extraño de jugar al tot con tu “enemigo” -literalmente extraño enemigo- en circunstancias así, es que hay que tratar de vencerlo no solamente en el juego sino en la realidad. Vencerlo, no convencerlo. Coi sabía perfectamente que en eso no podía ganar. Dart era el mismo de siempre. El que siempre había conocido: espiritual e intransigente; inflexible en su filosofía de existencia maniático-depresiva ¿Iba a cambiar ahora, precisamente ahora? Dart no estaba loco, pero daba a veces la impresión que sus ideas conducían inexorablemente a la esquizofrenia. No había en él términos medios. Para muestra, el botón de aquel día en la Academia, en su primera vida terrestre, cuando llegó a censurar a un profesor que en esos momentos enseñaba muy seriamente a sus alumnos variados modos de matar lentamente. Eran militares científicos, pero también militares. La cosa iba de tratar de sacar información al enemigo. Y ahí chocaba con Dart. No merecía la pena el conocimiento de la verdad si no iba acompañado del honor. Y le parecía que poco había en los métodos que impartía el docente. El honor para Dart era el significado. Prefería su propia muerte al dolor ajeno que sus actos deshonrosos pudieran infligir en otros. El magister le preguntó que por qué no se dedicaba a otra cosa: “es usted militar”, y el le respondió: “ya lo hago: soy científico”. Continuó argumentando: “yo lo mataría a usted sin dolor, pero sobre todo rápidamente, y ya buscaría luego una solución inteligente a los problemas del mundo que para mi conciencia ese ya estaría resuelto”. Dart siempre aprovechaba el arma que le ofrecían las palabras para escupir a uno en la cara y que le devolvieran a cambio una sonrisa. Él no interesaba en la solución “sus” problemas, sino los de todo el mundo. Premonitorio. A pesar de todo, Dart era buen compañero, buen jugador de tot y sobre todo, un amigo. Cualquiera que lo conociese un poco sabía que no le iba a traicionar jamás. O por lo menos, si lo hacía, sería por su bien. Quizá no le haría mucho caso en la mayoría de las ocasiones, pero sus pecados no venían de la malicia sino de la soberbia. En resumidas cuentas, si te iba a matar, seguro que tenía sus buenos motivos.
Si bien esto era cierto, no lo era menos que disfrutaba de una segunda versión de sí mismo: la de buscar las cosquillas al personal. Coi iba a poner a prueba su capacidad de sacar a uno de sus casillas. No había que precipitarse; poco a poco. Ahí iba la primera andanada como quien no quiere la cosa. Coi había sido el segundo de la promoción ¿Había aprovechado bien su posición para hacer lo que debería hacer? Coi no podía ver aún el alcance de la jugada. Buscó la respuesta más sencilla. La más sincera también: él lo estaba intentando. Ahora. Sí, creía en lo que hacía. “Sigues una línea equivocada” -añadió Coi-. Sus problemas morales, que los tenía, que sólo le afectasen a él. Muy bonito eso de querer decidir por los demás. Para empezar, su propia nave decidía por él. Cuando llegaba el enemigo, lo abatía, y lo convertía en un mero espectador. Se daba por hecho que era necesidad y supervivencia pero, ¿dónde se encontraba su libertad de elección? ¿No era lo mismo que hacía él? Turno para Dart. Se trataba simplemente de salvar a todos porque él era Nave y todos estaban bajo su “protección”. Sólo necesitaba un poco de fe. Coi se las veía venir, pero no era uno al que coger desprevenido. Había practicado mucho con él ¿Y quién le decía que no al sordo que daba tanto por hecho y suprimía de un plumazo las consideraciones ajenas a base de imponerlas? Estaba claro que no podía evitar que las cosas fueran como habían discurrido, pero ninguno de los dos era una máquina, y menos aún nadie tenía que estar programado para obedecerle sus propias locuras. Vaya, Dart tenía que replantearse el siguiente movimiento.
-Nosotros, tú y yo, nos inmiscuimos en la vida de cientos de miles de millones de personas, para concederles luego la vida que nos conviniese, cierto. Ya sabes, una bonita travesía en naves de todo el pueblo riano, y luego vuelta a casita como si nada. Decidimos por ellos, pero sin sufrimiento, aunque eso sí... sin conocimiento. Y no les fue nada mal. Sobrevivieron. Ria reina en el Cosmos ¿Qué dices a eso? A propósito, me como tu peón.
Un punto para Dart. Pleno en la diana ¿Cómo se podía contrarrestar ese dardo envenenado de “supervivencia”? Coi sabía que esa era la herida donde tenía que hurgar. Cualquier respuesta dejaba flecos al descubierto. Pero Dart aún seguía apuntalando su posición ofensiva ¿Creía que por haber abandonado el Comité podría purgar sus infinitos pecados? ¿Acaso consideraba que el mundo se iba de repente hacer bueno, muy bueno, buenísimo y él un santo liberado de toda su roñosa alma? ¿Cuánto había tardado en reconsiderar tu conducta? ¡Siglos! ¿Le venía con esas ahora? Pero claridad tenía para quien se la solicitaba. Simplemente deberían haberlo sabido mucho antes y actuado en consecuencia. El pasado había sido un error. Un absoluto error por parte de ambos.
-Hemos sido unos asesinos. Ese proceso sin opciones no es una opción, es una imposición; una cárcel. Más vale reconocerlo tarde que nunca.
Punto para Coi. Dart no se lo esperaba. Una respuesta espiritual. No cambiaba nada, pero era honrosa. La confesión del error era lo más convincente que se podía aportar. Muy bien, que se preparara: ¿se daba cuenta entonces a aquellas alturas? Coi no necesitaba tantas alturas. Siempre lo había sabido. Siempre. Otro punto para él ¿Cómo se puede desarbolar un tronco sin ramas?
-Te como el peón que se ha comido al mío.
Esa respuesta era muy Dartiana. Entonces, ¿qué era para él entonces la vida? Coi lo tenía muy claro: “es algo que te ocurre, te mueres, y se acabó”. Dart tenía otro punto de vista. El opuesto. Creía en otro mundo mejor que en el que vivían, imposible de comparar y en el que el significado sería el motor de sus existencias. Coi no se dejó impresionar y dejó bien patente su postura. Prefería el fin, sin punto seguido ¿Ah, sí? ¿Entonces qué sentido tenía lo que hacían en ese preciso presente, lo que habían hecho en sus pasados y lo que hiciesen en cualquier futuro? ¿Cómo?, ¡¡¿que ningún sentido?!! Eso era lo peor que podría haber escuchado Dart. La respuesta era la nada ¡La nada! ¿Cómo se podía abordar esa respuesta? ¿Hacía las cosas porque sí, se movía en el mundo sin motivos? “No, eso no” -le respondía-. Él no había dicho eso en ningún momento, sólo que el significado de la vida de una persona era, simplemente absurdo. Peor fue oír eso. Y aún tenía que soportar que el ser humano creaba su mundo desde la historia que iba arrastrando como un... un…, objeto, cosa…, ser…, más del Universo ¿Por qué cada uno no vivía su mundo sin inmiscuirse en el de los demás y ya estaba? Vivir y luego desaparecer. Cada persona era un Dios. Mu bien, cada vez peor ¿Pero qué había escuchado de ese descarado de los cojones? No hacía mucho hasta ahí hubiera podido tolerar una respuesta como esa, incluso de él, sin a continuación reventar el aire de un rugido. Qué extraño, sin embargo sonrió. Pero la sonrisa duró poco. Mutó de parecer en un segundo. Había hecho lo que había podido para soportar su propio carácter. Tan furibundo e importunado como un toro al envite, golpeó violentamente el tablero, y este salió volando por el aire. Hacía tiempo que no veía a un Dart tan descolocado mentalmente ¡Luego desaparecer y ya estaba! ¡Sin más! ¡El cero absoluto! ¡La nada eterna! Qué bien, Dart se enredaba en su propia red. Oportunidad. Coi aventó el fuego: lo que él quisiera, y si deseaba auto engañarse, mejor. Si es que no había mucho que rebuscar en el bosque de las palabras para encontrar la frase perfecta: ¿para qué quería la eternidad Dart? “La eternidad es tonta”. Dart agarró por los brazos a Coi con verdadera, sí, verdadera desesperación. Y Coi se quedó mirándolo fijamente a las pupilas, poco o nada impresionado con aquella demostración de furia. Ya lo conocía bien. Dado que Coi no había efectuado amago alguno para repeler la acción, el morphoide de Dart siguió permaneciendo en reposo, aunque vigilante. Tenía tiempo de reacción más que suficiente.
-La eternidad es un callejón sin salida. Vivir eternamente, ¿haciendo qué, Dart? Por otra parte, llegar hasta aquí y luego nada... también es absurdo. Sí, un callejón sin salida; y absurdo. Me ratifico. Lo ideal es desaparecer como si nunca se hubiese existido.
Dart se desprendió de su desahogo con desdén y se irguió algo más sereno, para a continuación arrojarse a su teoría vital con vehemencia de un santón de Pris. Comenzó a dictar doctrina. Los actos, todos, tenían que tener alguna repercusión, no estaban allí para convertirse en absurdos crónicos. Él conocía su posición en el plan... divino... Se sacrificaría por los demás. Dios sabría perdonar sus actos si en algo fallaban. Vale, un nuevo Mesías. Era la típica justificación de un asesino; decidir por los demás es siempre el camino más recto, más sencillo. Estaba optando por la solución más fácil, no la mejor, o así lo entendía Coi ¿Podría comprender Dart de una vez por todas que cada uno era reo de sus actos? Respuesta lógica: “haré lo que creo honestamente debo hacer”. Punto para Dart. Habló nuevamente el Santón de Pris. Los dogmas no son abordables y viva yo. Silogismo: si puedo es que debo. Por algo podré. Sí, era una postura ciertamente inabordable, pero bueno, en resumidas cuentas, a lo importante: ¿cómo lo iba a hacer entonces con su honestidad “todosincluídos”? Tema menor. Ya tocaría hablar de eso, por lo de pronto le informaba que Nave le había puesto al corriente de lo ocurrido antes de su aparición en escena.
-Precisamente, Nave… ¿Cómo está la transducción del material?
-NAVE. Dos por ciento.
-Mejor de lo que esperaba. Nave, recalcula velocidad para el viaje en función de la transducción.
La reconstrucción exacta del papel era imprescindible, de ahí que fuera tan laboriosa. Pero también, era un proceso perfectamente cuantificable, y por la misma razón, controlable. Así, viaje y transducción se consumarían prácticamente a la par. En realidad Dart ya lo tenía previsto. A Coi no le cogió de sorpresa, todo era posible con Dart. Si lo sabía bien.
Capitulo 8
Sarie desde la ventana abierta de par en par oteaba su primer amanecer en aquella tierra tan peculiar. Qué brisa tan deliciosa. “Horizonte azul turquesa...”. Cuántas palabras le insinuaba aquel aparatito. Le leía los pensamientos y se los recitaba. Una gaviota en el edificio vecino reía aparatosamente, o se quejaba, o algo parecido; y algunas lejanas pero estridentes voces infantiles se colaban por aquel puesto de vigía que tamizaba en su cuerpo rectangular mil y un increíbles sensaciones. El aparatito era buen cicerone y hasta le instruía en algunos de los fenómenos que ante ella se revelaban -”ese sonido corresponde al tráfico de vehículos”- tan sutilmente, que no le producía incomodidad alguna, ni siquiera extrañeza. Había “grúas”, “tejados”, “repartidores”, una “ambulancia” medio desapareciendo con su luz volátil y el sonido de su “sirena” en dopler. Todo iba emergiendo como... En Ría, por favor, no había nada así. Ni parecido. Este era el planeta origen tan mencionado en su formato de leyenda y del que nadie tenía la más remota idea de como describir. Ahora lo podía verificar in situ. Qué curioso, qué curioso. Qué extraordinario.
-¿Has dormido bien, princesa?
¿Por qué había soltado tamaña majadería? Ist se sorprendió así mismo, y tras taponarse la boca en un fulgurante acto reflejo, no tardó en disculparse.
-Lo siento, ¡este chisme suelta cada gracia…! ¡Tiene vida propia! No es como los que yo había usado hasta el momento.
-Jajajá... no te preocupes, ya lo sé; lo entiendo. Si yo te contara...
Era la primera ocasión que la veía reír de aquella forma tan… especial, y le pareció que un cosquilleo le recorría todo el cuerpo... Sería hambre. Pero qué guapa estaba ¿Qué vendría ahora? ¿Le diría, “Sarie, ¿por qué no usas faldita, mujer, que debes tener unas piernas preciosas y así no hay forma”?? Sí, que guapa estaba... Oh, santo cielo…, ¡en “camisón”! ¿En camisón? ¡Dios santo! ¡Milagro! Oooohhhh, ahí las tenía... Qué primorosas piernas... Sí, qué pedazo de piernas más bien hechitas ¡¿Cómo sería todo el contenido si parte del continente daba tanto de sí?!
-Qué guapa estás.
Selló nuevamente su boca con ambas manos enfundándolas en un pose de rezo. Aquel sorpresivo movimiento instintivo dio paso a la propina de una pícara sonrisa. A ver si colaba como broma o algo parecido, porque si no, aquello semejaba mucho a ponerse en traumática evidencia. En realidad estaba más que sorprendido de sí mismo. Otra vez. Otra vez. Ist no se reconocía. No. O sí. Quizá aquel diablillo oculto en realidad lo que hacía era describirle perfectamente. Menudo atrevido Don Juan estaba hecho el compañero de la oreja ¡Pues no le estaba tirando los tejos! En verdad que sí, que sí que estaba guapa, muy muy guapa. Guapísima. Preciosa.
-Jajajá ¿Y esto es de su cosecha o te lo ha apuntado el charlatán?
Vaya, menudo compromiso. Si ahora desmentía el piropo, quedaba como un desconsiderado. Si confirmaba la galantería, podría parecer un gilipollas. No, en realidad estaba… Radiante. Y se lo reconoció, qué menos. Bueno, ambos –chisme y aturdido- estaban más que de acuerdo en eso. El chivato tenía buen gusto. De verdad que lo sentía. O no. No lo sentía: estaba guapa, hermosa, radiante. Cualquier sinónimo de tanta maravilla era insuficiente para reflejar aquel desbordamiento mental que sufría su cabeza. Ah, entonces se merecía un beso ¿¡¡¡De verdad?!!! Y Sarie le propinó un precioso beso... De hermano. En la oreja. Qué cosa más absurda, ¿no?, comenzar la mañana así. Pero, ¡qué importaba!, ¡no iba a pedir cuentas a nadie! Aquello, aquello, aquello era… Oooooh síiiiii… ¡Impagable! Vamos, ¿qué podía tener de emocionante un beso en un puñetero oído? Quién lo diría, pues estar en el mismísimo Cielo. Jesús que le había dado fuerte. Contuvo la emoción como pudo, pero la sensación de la frescura de sus labios en tan curiosa zona anatómica perduraba como una continua oleada de placer salvaje. Puffff. Bueno, en realidad su amigo invisible estaba en la otra –advirtiole-. Pues otro beso en la otra oreja. La Gloria.
-Oye Sarie, ¡yo quiero otro!
Sarie repitió la operativa estampándole otro, inmenso; en la nariz de su celoso hermano. El celoso había aparecido de improviso, justo cuando -por favor...- y por tano, había que “hacer algo”. No se le ocurrió otra cosa.
-No os puedo dejar solos. Pero coño Sarie, ponte los “pantalones” también, al menos, mujer.
Aquello claramente se mimetizaba inútilmente de aparente sonrisa sin colmillos; pero pareciera lo que pareciera, lo cierto era que llegado a aquel punto, no le importaba excesivamente la imagen que proyectara. Él era el guardián. Punto. Le hubiera regalado un cinturón de castidad si fuera posible, o no estaría de más emparedarla hasta que se le bajaran los ardores. Dios… ¿”bajaran los ardores”? ¿De dónde le venían aquellos pensamientos tan eficazmente restrictivos en cadena? Sarie inclinó la cabeza y… ¿los pantalones? Camisa, pantalón, camisa, pantalón... ¡Los pantalones! Y ella tan natural ¿En qué estaba pensando? Bueno, como si fuera lo más normal del mundo, como es lógico, mostrar ante un absoluto desconocido la natural inclinación al desenfreno de las mujeres de su edad ¿Y las “bragas”, mujer? En Ría no tenían bragas, ni se fabricaba nada parecido, el traje se ocupaba de tapar las vergüenzas. Se tocó el culo... y maldición... Efectivamente: no tenía bragas. Pero sí pudor, en Ría había de eso. Era como si hubiese descubierto de repente el pecado original más que el planeta origen. Menos mal que la prenda superior le llegaba hasta las rodillas, por eso el dimelotodo se expresó tan acertadamente no con el término “camisa” sino como lo que era: gran camisa, por tanto “camisón”. Su propietario, Teip, tenía buena percha. La primera vez en su vida que había sustituido su única prenda universal, moda riana, por otra a lo terrestre. Pasar de una a otra puede producir extraños pero lógicos despistes, sobre todo porque uno no se hace idea de lo que es normal fácilmente tras haber cruzado una barrera espacio-temporal. Sarie había querido probar lo nuevo, normal: no dejaba de ser mujer, allí y en el otro lado del Infinito. Con lo fácil que hubiera sido copiar el diseño. Su traje especial estaba dotado de tal posibilidad, pero no: “quiero probar”. Salvada, pero azaradísima, se despidió de ambos lo más cortés que pudo; la versión de ñec, al cubo, en la lengua autóctona del nuevo mundo.
Teip hacía su entrada en ese preciso momento y Sarie -la meteórica- en su cabizbaja frenética huida, con ambos brazos apuntalando sus muslos en contrafuerte -habría llegado hasta la pantorrilla estirándolos hasta la deformación si fuera posible- a punto estaba de cabecearle el estómago, cuando, menos mal, Eti, carabina de los delicados órganos del amigo, evitó al anciano un mal día de estragos intestinales. Eti le sonrió el desmadre. Sus dedos mágicos separaban maternales la melena de Sarie a un centímetro del ombligo de su víctima. Mientras esto sucedía al fondo, Ist maldecíase para sus adentros no haber podido disfrutar ninguna vista de interiores. “Ten cuidado, cariño” -recomendó Eti dulcemente-. Sarie, no se despidió. Sólo quería morirse ¿Todo bien? -inquirió Teip con un toque de sarcasmo-. Todo bien, sólo se trataba de un pequeño percance doméstico. Su hermanita, que aún estaba en periodo de “adaptación”. Sólo eso. “Todo perfectamente” -murmuró un ensimismado Ist- todavía bajo los efectos narcóticos de aquellos ósculos afrodisíacos en estéreo y el eco de la relamida emoción cárnico-endomorfínica de aquella sensual piel aireada. De haberla contemplado desnuda, lo habría infartado sin solución. Su imaginación estupefaciente ya le alteraba soberanamente los pulsos. “Bah... tonterías...”, era la traducción del oscuro pensamiento de su hermano de “claro, cabrón, mi hermana en pelotas y tú babeando”. Para distraer la situación Teip se saludó con un “¿habéis visto que día más precioso?” Era el ¡desayuno! Eti les obsequiaba con el movimiento en verónica de su brazo a una sabrosa bollería. “Se iban a enterar de lo que valía un peine” “¿Cuánto val...?” -se preguntó Gie- hasta que el mini informador lo sacó de dudas: “un peine es un expresión que significa...”. También se anunció Yert con un “Buenos días, ummmh, qué rico se ve la bandejita.” muy apropiado para su apariencia de tragatodo. Pero Teip no se anduvo por las ramas y se dirigió hacia él regañándole como a un niño castigado.
-Coge lo que quieras y a tu habitación otra vez, por favor, tenemos que hablar entre nosotros.
-Vale, vale... pero luego hablamos, ummmh. Me llevo este, este, ese, este también, y est...
Yert notó el palmetazo en su mano y la crema sobre sus dedos hincados en el rosco relleno.
-¡Coño, deja alguno para los demás, goloso! Y llévate ese en el que has rebozado los dedos, no seas cochino.
-Vale, vale, de acuerdo, más vale solo que mal acompañado.
Teip era muy considerado con él, a la vista saltaba. El trato que le dispensaba más parecía el del típico colega que afeaba la conducta del otro más dentro del normal discurso de benevolente regaño -una cachetada y no vuelvas a hacerlo- que un repudio intransigente a su pretérita conducta. Yert, evidentemente le seguía el juego. Ese “qué te aproveche” y la acompañante sonrisa de Teip no dejaban lugar a la más mínima duda ¿Qué vería en un tipo así para tratarlo casi como un hijo descarriado? Teip parecía miss simpatía con él y no lo podía ocultar. Y Yert parecía aceptarlo con la más absoluta normalidad. Qué raro cuadraba todo eso, por muy amiguetes que fueran antaño.
Yert salía. Entraba Sarie. Esta vez con el equipo oficial de “no te enseño nada”. Pun. Bollos al suelo. “¡Perdón! Hoy no tengo mi día” -clamó al cielo Sarie sin fijarse ni mucho ni poco en aquel tipo-. Eti se sumó a la fiesta.
-Una no puede estar en todo, ¿verdad, corazón?, jajajá. Anda, relaja tus nervios con un buen desayuno, mujer.
El goloso recogió sus tesoros ajeno a cualquier otro interés inmeditato, y se largó religiosamente, devoto ausente de otro menester que no fuera despachar su fervor hacia aquel maná, antes que le ocurriera otra desgracia, como un terremoto o algo así.
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