Kitabı oku: «Escorado Infinito», sayfa 7
Capitulo 6
“Hola a todos, sed bienvenidos” proclamó Teip como buen anfitrión. Aquel hombre entrado en años se encontraba vestido con una bata y sujetaba en la mano un... “Una copa”, según les iba informando -entre tanta novedad- el aparatito biónico, que invisible en el interior de sus oídos cumplía óptimamente la feliz misión de descifrar palabras y conceptos.
-¿Tú eres Ist?
Eti asintió.
-Me enteré durante el trayecto.
-¿Qué tiene mi nombre?
“Ist…”. Que le sonaba de algo a Eti. Pero no recordaba de qué ¿Por qué les parecía a los tres que Teip la regañaba con la mirada? Mentían u ocultaban algo ambos, claramente. Él y Eti. Ist prefirió dejar las cosas como estaban. Sarie, como siempre, no estaba de acuerdo y a punto estuvo de plantear equis. Una maniobra de la mano del riano sobre su espalda, contemplada por un desconcertado Gie como una especie de agresión a su vista, desbarataba la búsqueda de equis y a la misma buscadora de equis. Más desconcertada que su propio hermano, silenció equis en su boca, y al mismo tiempo la condujo a una especie de extraño increible éxtasis que la inhabilitaba para otra cosa que sentirse… ¿Se le derretía el cerebro?
“Platos”. Una vez plantados en el interior de aquella nada ostentosa habitación, pudieron comprobar que sin duda lo primero que llamaba la atención allí era la cantidad de esos objetos decorados que colgaban en las paredes, pero también desparramados por todas partes. Todas las formas y todos los tamaños. Aunque predominaba la sencillez y ausencia de lujo, sí podía presumir de limpieza, orden y una encantadora elegancia. Y platos. A Sarie, en concreto, le gustaba la tonalidad anaranjada de las paredes combinada con el suave ocre del mobiliario. “Color castaño, de la tierra, como tu pelo, querida” -precisó Teip al comprobar su interés por la decoración- “¿Un poco de agua?” -agregó jarra en mano-. Todos rehusaron, en un primer momento, pero asintieron con una nueva reiteración de la invitación. “¿Eti?”. A ella se lo pidió con el mismo esmero en el trato. Ella sólo le sonrió como contestación. Un “no” en bonito. Los morphos también se alimentan e hidratan.
En un rapidísimo y más o menos disimulado repaso visual los tres pudieron comprobar que no reconocían a nadie en las escasas fotos enmarcadas que asomaban entre aquella maraña de porcelana. Teip se dirigió uno a uno, y como mandan los cánones de hospitalidad y buenos modales, uno a uno fue saludando. Dos apretones de manos y un beso ¿Por qué a Gie le había parecido que también le había intentado besar? Tonterías.
-Por ahora, creo que voy a dejar a un lado las bebidas más “espirituosas”, jajajá. Lo mejor para vosotros, es sin duda, agua; el agua de aquí. La mejor del mundo. Y lo mejor del mundo para cuerpo y mente.
Qué rica, qué gratificante, qué... Pidieron otra ronda. Y esta vez -fuera vergüenzas- encantados de la vida ¿Qué mierda/ñec les estaban sirviendo en Ría? Se suponía que agua era agua en todas partes. Menudo descubrimiento. Teip se dirigió primero hacia Ist, el más cercano a su persona, pero también el más desconocido. Le preguntó por su nombre ¿Así que Ist? Los nombres rianos eran tan curiosos para su mundo... Bueno, vale, el suyo también tenía tela –rió- pero esa era otra historia. Pues estaba claro les habían embarcado a los tres, en una aventura que les estaría resultando de lo más extraño, y por eso convino ir poco a poco en su contribución para el aterrizaje en nueva realidad. Por ejemplo, ¿por qué no comenzar tuteándose, reciprocamente? ¿Estaban de acuerdo? Qué le iban a responder, el viejo era mister simpatía desde luego, lo cual invitaba a sentirse realmente cómodo en su compañía.
Al parecer el amigo ya conocía por lo visto de Sarie y Gie muchos detalles que incluso ellos mismos desconocían. Con las referencias que tenían, y de quien venían, intuían que se trataba de una persona de absoluta confianza. De ello se percató pronto el anfitrión. Sonrió y se dirigió ahora hacia el gigantón.
-Gie, tú no me recuerdas, pero yo te tuve entre mis rodillas. Una vez me mordiste, aquí, en el brazo. Me tuvieron que administrar alcohol y agua oxigenada; una semana tardó en curarme. Y otro día me hiciste pis sobre...
Como si le estuviesen enjuiciando por algún delito hizo protesta en su defensa ¿Había hecho algo bueno? Pareciera que estuviera anunciando al devorador de las naves en lugar de un iser como “¿la copa de un pino?”. Vaya con el aparato y su vocabulario. Al menos esperaba que no le guardase mucho rencor por sus crueldades infantiles. “Tiene mucho sentido del humor, y encima es médico” -aseveró Eti con gran convencimiento-. Otra sonrisa de regalo.
-¿Ahora eres médico? Bueno, si me vuelves a morder, cúrame después por lo menos, jajajá. No, querido Gie... eras un encanto, pero tenías tus cosas, como todos los niños. En cambio dabas unos besos-chupón preciosos.
“Trágame tierra” -pensó quien no se reconocía en los detalles-. Tal vez prefería su faceta menos colorista. Ahora le tocaba el turno a Sarie.
-¡Sarie, querida Sarie!, ¡cómo has crecido! Bueno tú también Gie, ¡no hay más que verte! ¡Pero... qué hermosa eres, niña!
Qué raro ¿Cómo era que no recordaba nada de nada de ese infantil pasado? Su hermano protestó por ella: que si él podría fallar en una prueba de memoria –por algún motivo- tenía un pase, pero que Sarie no recordara “algo, de cualquier cosa”, era literalmente imposible. Ella era muy consciente de la gran verdad que había soltado. Si Gie había quedado más sorprendido que un pescador de illuñs en época de vaciado de canales, ella no menos ¿También la había sentado alguna vez sobre sus rodillas?
-¡Muchas! Menuda cría eras. Con seis añitos y ya recitabas el Manual de Keerar-Sanz de Biofísica Aplicada de memoria, y dominabas las fórmulas de preevolución de plasmas masa-energía. Increíble, ¡a los seis añitos! De la forma más natural. Y algunos colegas míos todavía se perdían en algunas fórmulas. Vamos, que eras la niña mimada de papá. Y un encanto. Qué niña más linda. ¡Pero qué guapa que estás ahora!
Ella insistía por fuerza ¿Cómo era que no se acordaba de todo eso, si tanta memoria tenía?
-La misma de siempre, no dejas nada sin analizar; te das cuenta de todo, nada se te pasa. Tu cerebro descubre muchas más cosas en una frase que cualquier persona normal. En fin, habría muchas cosas que contar. Aunque la madrugada es para dormir, si no estáis demasiado cansados me gustaría comentaros algunas cuestiones, muy importantes.
Ist estaba requete dispuesto. Él ya había dicho que estaba fresco. Sarie, por supuesto. Gie en su línea: procuraría no dormirme. Luego bostezó.
-Bien, pues... Esto... No sé... Son tantas cosas... Lo primero que tengo que informaros es que no habéis sido vosotros los únicos en presentarse hoy. Veinte minutos antes de vuestra llegada, he recibido la visita de un viejo amigo que me ha puesto más o menos en antecedentes de vuestra venida.
“¿Y bien...?” –planteó la impaciente Sarie-. Pero su respuesta no vino de la boca de Teip. “Soy yo” -se escuchó a sus espaldas-. La voz fue acompañada por la entrada de alguien en la habitación. La sorpresa era mayúscula ¡¡Yert!! ¡Yert estaba allí! Tan fresco como una rosa de primavera ¿Cómo coño podía estar allí sin el trazador?
-Sé que os parecerá extraño, pero aquí estoy.
¿Qué clase de pacto podía haber establecido Coi a escondidas? -¿o Dart? Con ese canalla que no hacía tanto lo -¿o los?- había amenazado de muerte -pensó enfadado Ist-. Teip saltó a la arena a atemperar ánimos. Tranquilo todo el mundo que lo iba a explicar en un periquete. Por muy extraño que le pareciere, Sarie y Gie no padecían del alboroto que protagonizaba el tercer riano. Sarie daba una posible solución: lo conocía desde hacía un par de meses. De su futuro.
-Sentaos por favor. Y tú, si haces el favor, retírate otra vez a tu habitación. Te lo agradecería mucho. Sabes que no puedes estar aquí ahora.
-¿Puedo tomar un poco de ese licor?
Ist se expresó con total honradez, en un papel más propio de su colega iser: “¿Y una patada en la boca con recorrido le gustaría?”.
-Tranquilícese amigo, ahora precisamente no tengo ganas de problemas de ningún tipo con nadie.
Gie curiosamente estaba más en lo técnico. Para él tenía lo que necesitaba. Abrió una especie de cremallera en su antebrazo y automáticamente se extendió una especie de muestrario de pastillas de diversos colores y tamaños. Ahora mismo se iba a tomar unas de esas de refrescantes sabores que le iban a encantar. “Ah, ¿UMR otra vez?” -gruñó-. Bajo su punto de vista consideraba que ya no era necesario. Se la había administrado Teip no hacía ni diez minutos y por supuesto le había cantado todo todito.
-Creo que me quedó la boca seca de tanto parlotear.
Eso era verdad, lo confirmaba Teip. Había estado hablando sin parar durante ese corto espacio de tiempo. Bueno, prácticamente sólo hacía un momento. Podían creerle, la droga era infalible. Sí, eso era cierto, lo sabía bien. Ya se encontraba más tranquilo. Gie enfundaba de nuevo el arma parloteante. Por su parte Teip invitaba a retirarse a su habitación a alguien al que no proporcionaba trato de menosprecio precisamente. Yert cumplió obedientemente tras saborear su rápido trago, y constatado que ya se encontraba donde se le pedía, Teip asegurábase de que todos se descansaran de la errónea idea de que tenerlo fuera del alcance era invitación a una fácil huida. Eti estaba dotada de una increíble capacidad de rastreo y detección y mantenía Yert en un constante protocolo de vigilancia. Bueno, vaya por Dios, el ejemplar regresaba otra vez a por un poco más de licor.
-Llévate la botella, anda, y agarra esta copa vacía. Mañana hablaremos.
Yert tomó su premio y se largó.
-No puede oír nada desde allí y sabemos que no se moverá del sitio, pues lo sabría Eti. Bien, el asunto está así: necesitamos de Yert porque tiene cierta información que sólo él y nadie más que él conoce, y es indispensable para nosotros. Eso lo sabía perfectamente Coi. Bueno, veréis, todo arranca desde hace mucho tiempo, cuando mis años de juventud. En el laboratorio no éramos sólo dos amigos, sino cuatro. Aunque os parezca mentira Yert era uno de ellos. No era mal tipo. No es mal tipo.
“Has citado cuatro” -señaló Ist-. A él no le salían las cuentas ¿Quién era el otro? Efectivamente, cuatro compañeros de trabajo que también habían sido... cuatro amigos. El cuarto era...
-Dart.
Sarie no perdonaba, habría puesto la mano en el fuego en eso. Efectivamente, brillante Sarie, apreciaba el veterano tertuliano. Sin embargo, con sincera humildad, doña perfección se deshacía de todo el valor de su deducción. En su opinión, tan sólo había sido una suposición bastante admisible, teniendo en cuenta los especiales vínculos que al parecer tenía con él Yert. Para su hermano era una oportunidad para todo lo contrario. Su Sarie era “la leche” deduciendo cosas. Qué bien, su traductor mental ya le estaba poniendo al día con las expresiones del nuevo mundo. Era muy curioso. Como si escuchara voces y le pareciera normal repetirlas. Todos rieron la gracia más por cómo lo decía que por lo que decía. Todos, menos Sarie, que no estaba en eso de disertar sobre lo curioso que era el “nuevo mundo” en el que se encontraban o las extrañas proposiciones a las que invitaba el microaparatito. A ella lo que le importaba, lo que necesitaba saber, era… cómo puñetas Yert había podido realizar el viaje sin el papelito trazador, pues por la vía “normal” ya habían averiguado que no. Eso sí era realmente “curioso”, por no decir... Mejor no decirlo, era una señorita bien educada. Teip mostraba sus impresiones.
-Sarie, Yert no ha comentado nada a cerca de ello. Seguramente ha ocurrido algo en el futuro que... La verdad, no creo que darle vueltas ahora tenga mucho sentido.
¿Teip estaba convencido o tratando de conoce a Sarie? Sarie no era convencible, salvo por medio lógicos. Pues claro que lo tenía. No, desde luego a ella no la estaba convenciendo, pero a cambio sí notó que la mano de Ist se le colaba sinuosamente, casi serpenteante, ooooooh… ¡por la cadera!, y le apretaba con suave disimulo. Oh... y sí, deliciosamente... la cintura... Y... pues... bien sorprendida... Calló. Qué atrevido sinvergüenza... Ah, ¿que no? La mirada del riano demasiado obvia, ¿no? ¿Tan sólo se trataba de un “por favor, déjalo seguir, mujer”? ¡Ahora que ya estaba en punto ebullición! Por un momento se imaginó que... No, mejor no imaginar nada.
Qué equivocada. Por lo que se veía, las Matemáticas y la comprensión de la realidad de los fetichismos mentales masculinos, le discurrían a la ingenua por circuitos neuronales bien distintos y distantes. Ist –que naturalmente sabía la verdad nada profunda de su verdadera intención- después de la sutil faena, miró su manita, y se felicitó de su audacia. Dos motivos de acierto. El “a” era por lo de –también- adecuado de la maniobra. Eso del despiste y esas cosas. El “b”, por favor... el “b”... Pero Ist, lamentablemente también estaba obligado a no renunciar al punto “a”: ir hacia delante y que el viejo no se mosqueara y los dejase colgados, pues no en vano recién lo habían conocido y quedaba mucho por averiguar. No había tiempo que perder pues, y apremió a Teip, casi con mansedumbre de encantador gentil. Total ya el objetivo estaba cumplido; el verdadero objetivo. Menudo zorro, había conseguido la excusa perfecta para... tocarla... ¡Tocarla! ¡Tocarla, tocarla, tocarla! ¡¡¡Tocarla!!! Tocarla... Como fuera o como fuese.Tocarla... Formuló un millón de infinitas gracias al mundo que daba tanta felicidad con tan sólo un mal pensamiento y unos dedos repletos de yemas. Igual no estaba muy centrado en otra cosa. Evidentemente aquello si no era una necesidad imperiosa, un impulso incontenible, ¿qué, entonces? Y bueno, pues, eso, que había encontrado la excusa perfecta, y punto. Sarie era hermosa, preciosa... El Cielo en carne y hueso. Había necesariamente que tocarla. Punto. A Ist le temblaban las piernas como a un niño que hubiese cometido una feliz travesura. La verdad era que ambos se habían acompasado las miradas como quien juega al despiste tras una señal entre colegas en una partida de brisca ¿Para qué reproches? Igual daba, que Teip siguiera “con lo suyo”, prescindirían de ese punto por ahora. Y había cosas verdaderamente más importantes en las que pensar, por ejemplo: Yert estaba allí y no lo podían evitar. Seguramente si alguien más tuviera que aparecer ya lo habría hecho. Y si esto y si lo otro. Y si aquello. Qué tontería. Todo era novedad y el mundo se movía. Punto. La había tocado… Le había tocado…
Ajeno a la realidad “a”, y ante tanta aparente comprensión de los sentimientos encontrados que allí “percibía” –no sabía bien de qué carácter-, Teip inició la descompresión. No había tanto de qué preocuparse por lo del trazador, dudaba mucho que su padre hubiera dejado cabos sueltos. Por lo menos, los que no le interesase. Siempre se había tomado muy a pecho la seguridad en ese punto. Si esa situación se había producido era porque él seguro que lo había querido. Suponía. Pero tranquilidad, tenía gran fe en su inteligente padre.
Por mucho que dijera, aquello no terminaba de cuadrar en la cabeza de doña reparos, pero tampoco quería perder el hilo que se estaba desmadejando. Sí, mejor que continuase. No, si él continuaba, sin problema, y hasta les rogaba nuevamente que se le dirigieran sin tanto formalismo. “Tú” y no “usted”. A él le salía de forma natural. Lógico, tenía edad más que suficiente para ello. Total, que para él, cinco amigos. Contaba a Eti, sin duda. Para los tres recién llegados, aparentaba más, que seis; uno de ellos ese bien gordito, que en el fondo, no le estaba siendo tan irritable como lo recordaba. En fin, Gie volvió la mirada hacia Eti, que le lanzó la sonrisa más esplendorosa que se pueda ofrecer. Pura cortesía pastelera espolvoreada toda ella con azúcar envenenado, a su ver. O al menos a él le seguía pareciendo. Se veía que contaba para Teip como de la familia; eso, desde luego.
Teip abrió velas y comenzó a desplegar la historia. Todo comenzaba con una cuadrilla de buenos camaradas que iban juntos a todas partes. Los cuatro participaban en el experimento del control del tiempo, si bien era cierto que cada uno, a su modo, Aquella semana tan especial… Dart y Yert habían estado enfrascados en otros asuntos militares, una especie de ondas para paralizar el sistema de control de cohetes militares, o algo así. De todos modos, aquel experimento había fracasado.
-Y se reunieron con nosotros dos días después, cuando el nuestro ya era un éxito en toda regla.
“Yo pensaba que Yert era un zoquete” -comentó jocosamente Gie-. Sarie se adelantó a Teip, para confirmar lo que ella sabía que este le iba de algún modo a responder. Pudiera ser que, visto lo visto, no le hubiese gustado mucho la expresión vertida sobre él. Por si acaso, hizo de cortafuegos del bocazas ilustrándole con eficaz razonamiento, que aquel a quien se refería no podía ser cualquier desgraciado del mundo. Que analizara. Para abrir de boca, era General. Que pensara qué puesto en promoción hacía falta para obtener ese grado. Entre los diez primeros de su promoción, o lo que fuese, seguramente. Pues eso. Ahora Teip retomó la palabra.
-Bueno, nosotros copábamos los cuatro primeros puestos.
-Entiendo.
-Gracias por entenderlo Gie, pero es importante aclarar que no me refiero a una promoción “o algo parecido”.
¿Si no se refería a eso, a qué entonces?
-Gie, me refiero a un ranking, muy peculiar. Al de nuestro ya superpoblado planeta.
Comenzaba fuerte el hombre: copaban los cuatro primeros…, de una selección mundial. Más fuerte imposible. Dart y él eran nativos del lugar en que se encontraban. El proyecto de la máquina del tiempo era suyo, y por tanto se le había concedido desarrollarlo donde más me gustase ¿Dónde mejor que en donde vive uno? Bien, entonces, Yert, ¿era malvado? Tenía sus dudas ¿Codicioso? Nooo. Para nada ¿Gordo...? Un poquito. Esto último hizo que estallara en una carcajada riéndose su propio chiste.
-Sí, podía ser muchas cosas, ¡pero no era un zoquete!
Claro que no, sabía muy bien el terreno que pisaba. Cuidado con la idea que pudieran haberse formado de él. Sin el concurso de su brillantez muchos de sus trabajos, y de los otros tres, simplemente no habrían fructificado, o por lo menos se hubieran retrasado a saber cuánto. Él era como una maravillosa enzima catalizadora de las ideas ajenas, y sobre todo, un gran planteador de interesantes hipótesis. En ocasiones, cuando alguno de ellos se “atascaba” solía emerger del mar de la confusión mágicamente con su curiosa intuición al rescate, para hacerles ver precisamente la luz que ya les estaba iluminando. Simplemente les hacía tener fe en ellos mismos ¡Oh, muy bien, oh, magnífico!, pero, a ver, “¿todos estos años siendo los primeros?” -enfatizó Sarie, muy dispuesta a no perder el hilo, y la lógica, de la interesante historia.
-Querida Sarie, te gusta saber, ¿verdad? Todos estos... Siglos. No, no digáis nada, dejadme continuar. Todos estos siglos en nuest... sus manos, en realidad ¿Qué podía hacer una civilización que era transbordada continuamente para ser, digamos, “reprocesada” en Naves según las “necesidades”?
Cuántas cosas desconocían y cuántas creía saber. Quien salía de Ría, ya no regresaba. O los dirigían hacia otros sistemas planetarios o permanecían como nómadas errantes de nave en nave de por vida.
-Como sabéis, hay naves de transporte decenas de veces más grandes que Ría y son un mundo en sí, obra y gracia de nuestros conocimientos sobre la conversión masa-energía en un plasma dotado de características increíbles.
Que se olvidaran de lo que consideraban como normal. Ría sólo era el primer planeta vivero de tantos; un primer eslabón en una cadena de montaje. El primer filtro para sus exportables ciudadanos.
-Todo esto lo sé porque me lo han ido contando vuestro padre y Yert. Y, sí: el mismísimo Dart en persona. Pero sobre todo también por los cek de memoria que me ha pasado en tantísimas ocasiones para acoplar al implante que llevo sobre mi cabeza... mi buen, mi fiel amigo... Coi. Vuestro padre. Es lo bueno que tiene tener amigos de verdad; quieren saber de ti, y no es necesario que tú vayas a ellos, ellos vienen a ti. Se interesan por lo que haces, indagan en tus proyectos, te preguntan qué motivos y qué clase de emociones te han llevado a crear tal o cual nueva invención, con tanto ánimo de curiosidad como de verdadero aprecio. Antes que científicos éramos amigos. Vuestro padre… Me sentí tan acompañado cuando... Ya sabéis. La soledad del corredor de fondo. Y él estaba ahí, siempre; para apoyarme, estimularme. Simplemente, ¡¡¡estar!!!
¿Qué le ocurría a Teip? Menudo final de frase. Su semblante había tornado a inexpresivo, sus ojos miraban en perdido. Sus manos eran dos puños.
-Aprecio mucho a vuestro padre porque no me falló en aquellos días que no tenía ni un milímetro de margen de error. Y en ello ganó saber de mí y de mi proyecto mucho más que los otros dos. Un hombre no necesita entender lo que le dicen, sino ver lo que le hacen. En realidad, ellos, Yert y Dart, estaban más preocupados por un experimento que consistía en bloquear y redirigir sistemas de comunicación a distancia mediante el empleo de una tecnología revolucionaría de plasma-energía que otra cosa. Sí, Dart estaba muy centrado en todo lo suyo, pero conmigo… Bien, sus trabajos eran una maravilla ¡¡Eso sí que no lo puedo cuestionar!! ¡Pero...!
Teip pareció de repente comprender que se le estaban escapando las palabras directamente de las entrañas, y cesó la confesión. Se descubrió así mismo lleno de resentimiento y dirigió la mirada hacia el suelo sin más que comentar. Imposible no percibir claramente aquella cuasidisertación como un desahogo ¿Cuánta rabia permanecía oculta en aquellas manifestaciones de despecho? Sarie prefirió remontar aquel discurso pintado en feo sinsabor, tenía la receta apropiada en forma de petición ¿Sería mucho pedir hacer un alto en el camino y que les explicara cómo había acontecido el experimento? Ahora que lo pensaba, no podía creer que su padre no le hubiese comentado nunca detalles acerca de ello ¿Por qué sería? Y eso de “siglos” relacionado con papá, y ellos mismos, se lo tenía que explicar detenidamente. Sarie, primero rogando y después exigiendo.
-Te puede la curiosidad, ¿eh? No hay problema, de todos modos lo iba a hacer a continuación ¿Cómo piensas querida que se puede conseguir eso?
¿Cómo podía saberlo? Su especialidad era la construcción de Naves, concretamente la rama de transformación de plasmas masa-energía-masa y sobre todo de su aplicación como protección. No podía dar una respuesta muy apropiada. Su padre y ella nunca habían llegado a intercambiar más información de sus respectivos trabajos que triviales comentarios, y eso porque cada uno tenía sus miras propias. Pero se imaginaba que tendría que ver con la domesticación de la partícula Q.
-Si hubiéramos contado contigo en aquellos tiempos, la máquina sería una realidad mucho antes. Bien, esta partícula, la más elemental que se haya descubierto, posee una triple propiedad como sabéis: materia-energía, espacial y temporal. De acuerdo, pues pudimos comprobar que esta partícula se sincroniza constantemente con una frecuencia infinitesimal en un intercambio energético con “¡la nada!”, es decir: desaparece y vuelve a aparecer una vez en el pasado y otra en el futuro.
Era como si retrocediera y avanzara hacia sí misma en un vaivén ultramegamaxipluscuántico. Hasta el momento no había sido posible aislar aquella frecuencia pero por descarte de probabilidades en los efectos estadísticos que producían en entornos liberados de otras fuentes de energía habían deducido que había una alta probabilidad de su existencia.
-Nosotros tampoco lo conseguimos, demasiado ínfima, casi despreciable; tendiendo al cero con desesperación. Pero sí otra cosa: amplificar sus efectos. Sí, así es, sus efectos. Nuestro sistema consistía primero -como ya comenté- en filtrar el resto de frecuencias; cosa fácil teniendo en cuenta que a su lado la más tenue tomaba proporciones comparativas infinitas. Una vez limpiado el espectro estadístico del resto de cualquier interferencia de probabilidad referenciada a niveles de longitud de onda conocida en fase t, ideamos una especie de magnificador de probabilidad de onda que una y otra vez tuvimos que recomponer y mejorar. Después de cientos de intentos logramos obtener los primeros frutos verdaderamente alentadores. Recuerdo el feliz experimento. Usamos como cebo un microrruptor, del tamaño de 10 elevado a menos 9 tis, en fase k. Cuando comprobamos tras la irradiación en la pantalla del Kat que su t-cuanto estado, por deducción estadística, había cambiado más de 6 mil trillones de veces de fase -al menos-, comprendimos que habíamos conseguido plenamente nuestro objetivo. Lógicamente, el siguiente y obvio paso era obtener la más alta amplificación estadística posible. Pero ocurría una cosa: por mucho que lo intentásemos, se conseguía siempre un mismo resultado, el acoplamiento del espacio-tiempo a un espacio-tiempo determinado. Siempre el mismo. El cambio temporal se producía o no, pero si se producía conducía siempre al mismo pasado.
“¿Y el futuro?” -preguntó Ist, un tanto ansioso-. El futuro consistía en volver, así de sencillo. Se conseguía retornar del pasado forzado al presente que se había abandonado, o lo que era lo mismo, dirigirse hacia un futuro conocido. Pero, a lo que iban; lo extraordinario era que había una impronta fijada en el recorrido temporal. Estaba asociado a un vector que no terminaban muy bien de entender. Habían transcurrido meses sin muchos avances hasta que un día por casualidad se le ocurrió sustituir el sustrato que se posaba sobre el receptáculo de irradiación, por otro material, y –eureka- el objeto varió inmediatamente su porcentaje de probabilidad estadística.
-Y así pronto pudimos deducir que era necesario un portador de cambio pero también un director que indicara las coordenadas de desplazamiento. Por ejemplo, un cuerpo humano y un papel.
“¿En qué coordenadas?” -esa era la ansiedad que acusaba ahora la entregada Sarie.
-Mira que bonito: las del momento exacto en que director y dirigido perdieron su último contacto físico, que es como decir en su “último” pasado.
La primera vez era el referente, la coordenada cero. Y a grandes rasgos, era así. A continuación, se sinceró. La verdad era que la suerte había influido mucho en el experimento. Se habían dado dos casualidades magníficamente engarzadas para que aquel día tan especial fructificara.
-Después de una agotadora jornada más, estábamos demasiado cansados para continuar. Era ya madrugada y nos fuimos a dormir, pero antes yo me puse a revisar por última vez la máquina.
Sólo pretendía retirar el objeto que contenía el plato de irradiación para al día siguiente probar con otro material. Su amigo Coi ya se encontraba en su habitación. No sabía cómo, pero al final habían quedado depositadas sobre el citado disco, el manojo de llaves del laboratorio. “Soy un despistado calamitoso y crónico” -lamentó.
Al día siguiente apareció Coi todo alborotado golpeando la puerta de mi dormitorio. “¡Un regalito, un regalito de Dart para los dos! ¡Lo ha mejorado!”.
Y claro que lo había mejorado. El “regalito” al que hacía referencia su padre se trataba de ni más ni menos que un “implante”. Sí, como los que portaban ellos, pero aquellos primeros, con la forma de unos vulgares cascos de audio. Muy básicos, pero al menos, funcionales, porque los que estaban utilizando habrían sufrido infinitas mejoras. De hecho, según le había comentado Coi, los últimos modelos, estaban preparados para compartir las señales de otros implantes en modo latente, de forma que si hubieran sido configurados convenientemente podrían almacenar en su ingente memoria precuántica las “vivencias” de hasta un par de decenas de señales. Esto era, varias decenas de implantes. O lo que era lo mismo: lo que habían registrado visualmente los ojos del usuario. Y sobre todo: sensaciones, sensaciones visuales, qué era incluso mejor a su criterio, porque no era reflejo crítico de un momento determinado sino exposición nítida del acontecimiento acaecido, con todas aquellas percepciones biológicas vividas y recuperadas.
-A ver... Sería como percibir emociones sin reflejar en ello mis prejuicios emocionales, aprobación, desconfianza. En fin, es algo sutil pero bien diferente. Su alcance es de varios “kilómetros”.
-Tenía oído algo de papá acerca de eso, pero esa tecnología todavía no se había implementado oficialmente en los implantes.
-¿Oficialmente? Sarie, cuando dije que llevabais “la última moda”, me refería a eso concretamente. Desterrad cualquier idea que tengáis sobre el concepto de “implante”. Lo que viaja adherido sobre vuestras cabecitas, es “otra cosa”. Marca Dart.
El Dart ese estaba era omnipresente, como podían comprobar. “¿Cómo se puede verificar si lo tienen activado?” -interrumpió un curioso Ist-.
-¿Cómo que “tienen”?
-Obviamente te estás refiriendo a ellos dos.
-No, yo me refería a los tres.
-Qué dices, yo no puedo tener “eso”. Ya me gustaría.
-Eres un ingenuo.
-¿Coi?
-El mismo.
¿Cómo lo sabes?
-No lo sé, lo estoy dando por hecho si los estás acompañando en esta aventura. Es más, yo diría que es cosa segura. Coi no deja cabos sueltos jamás.
-Pues ya me dirás cómo se las ha podido ingeniar para hacerlo.
-El mismo prestidigitador de siempre ¿No tenía acaso el mando de tu nave?
-Era un General Uno, Nave sabe a quién obedecer.
-Pues ya tienes la respuesta.
-Una suposición no es una certeza. Habría que demostrarlo, ¿no?
Eso era la parte más sencilla, no tenía más que intercambiarlo con alguien y ver qué ocurría. Allí estaba Gie para el experimento, el cual no tardó ni un segundo en prestar colaboración. Mejor él que Sarie, por supuesto.