Kitabı oku: «Por Todos los Medios Necesarios», sayfa 20

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Capítulo 54

3:23 a.m.

Centro de Detención Municipal – Washington, DC

Todo era blanco.

El suelo y las paredes eran blancos. Las luces del techo eran brillantes y blancas. Las puertas corredizas electrónicas de metal que se deslizaron para abrirse y se cerraron detrás de él estaban pintadas de blanco.

Procesaron a Luke y lo pusieron en una celda con otra media docena de hombres. La habitación era grande. Era blanca, con huellas de manos sucias por todas las paredes. El suelo era blanco, aunque se estaba tiñendo de un sucio gris por la suela de miles de pares de zapatillas. Había un urinario y un inodoro integrado a una de las paredes. El suelo se inclinaba gradualmente hacia el centro, en donde había un pequeño drenaje redondo abierto.

Un sucio banco blanco rodeaba las paredes de la celda llegando a darle casi la mitad de la vuelta. Luke se paseó por la celda durante varios minutos mientras los otros hombres lo observaban. Era el único blanco en la habitación. Eso no le molestaba. Apenas notaba a los otros hombres. Le molestaba estar atrapado aquí. No estar en movimiento. No podía soportarlo.

En algún lugar allí afuera, Becca y Gunner estaban en manos de gente mala. Luke podría estar engañándose a sí mismo pero sentía que aún estaban vivos. Si era así, tenía que salir de aquí y encontrarlos. Nunca se detendría, nunca, hasta que los encontrara otra vez. Y Dios ayude a los hombres que los tenían.

No. Eso estaba mal. Nadie podía ayudarlos.

Si le ponían encima tan solo un dedo…

Ahora que estaba atrapado aquí; podía sentir la ira comenzando a hervir dentro de él. La Vicepresidente, la persecución de coches; todo eso lo había distraído. Pero ahora no había nada que lo distraiga.

Luego, por supuesto, estaba Susan Hopkins. La había dejado con Ed y Brenna y Berg. Ellos eran hombres capaces, especialmente Ed. Pero si Luke todavía estaba vivo, realmente debería estar allí con ellos.

Sentía ganas de gritar.

Se acercó al banco y se sentó. En un minuto, un tipo que estaba sentado en el banco en frente se había acercado a Luke. Era un chico joven grande, musculoso, con una camiseta de Chicago Bulls. Tenía una masa loca enmarañada de cabello afro encima de su cabeza. Sonrió y uno de sus dientes frontales era de oro.

Se puso en cuclillas delante de Luke.

"Oye, hermano, ¿estás bien?".

Una ronda de risitas por lo bajo dio la vuelta entre los hombres en la celda.

Luke lo miró. "El Presidente murió esta noche. Hermano".

El chico asintió. "Me enteré de eso. Supongo que en realidad no me molesta. Nunca he votado por el hombre".

Luke se encogió de hombros. "¿Puedo ayudarte?".

El chico hizo un gesto con la barbilla. "Noté tus botas. Son lindas".

Ahora Luke asintió. Miró hacia abajo a sus propios pies y las botas de cuero que llevaba puestas. "Tienes razón. Son lindas. Mi esposa me las dio la Navidad pasada".

"¿Qué tipo son?".

"Son Ferragamo. Creo que pagó cerca de seiscientos dólares por ellas. A mi esposa le gusta comprarme cosas lindas. Ella sabe que yo nunca me las compraría".

"Dámelas", dijo el joven.

Luke negó con la cabeza. "No puedo hacer eso. Tienen un valor sentimental. De todos modos, no creo que te vayan bien".

"Las quiero".

Luke miró alrededor de la celda. Cada par de ojos estaba sobre él. Podía imaginar cómo para alguien esto podría ser una situación tensa y aterradora.

"Creo que es mejor si te vas a sentar", dijo. "No estoy de muy buen humor en este momento".

Los ojos del chico brillaron con ira. "Dame esos zapatos".

Luke revoleó sus ojos en exasperación. "¿Los quieres? Tómalos".

El chico asintió y sonrió. Miró alrededor de la celda. Ahora había carcajadas. El gran matón rudo iba a robar los zapatos del hombre blanco. Se inclinó y se estiró para alcanzar los pies de Luke.

Luke se detuvo un instante y luego le dio una patada al niño en la boca. Fue como un rayo. La cabeza del niño rebotó hacia atrás. Algunos dientes salieron volando, tal vez tres en total. Uno era el diente de oro del frente. El niño se cayó hacia atrás. Terminó de rodillas, encorvado, con las manos en la boca.

Luke suspiró. Se puso de pie, se acercó por detrás del niño y le dio un golpe duro en la parte posterior del cuello, justo en donde la columna vertebral se une a la parte inferior del cráneo. El chico cayó al suelo sucio. Los ojos en blanco. En unos pocos segundos, estaba inconsciente. Unos segundos más tarde, comenzó a hacer un extraño sonido de ronquido.

Luke miró alrededor de la celda. Estaba de mal humor antes. El joven ladrón de zapatos no había hecho más que empeorarlo. Luke golpearía a todos los hombres aquí casi hasta la muerte si eso es lo que querían de él.

"El siguiente hombre que me joda, pierde todos sus dientes", dijo lo suficientemente alto para que todos pudieran oírlo.

Todos retrocedieron, con las bocas abiertas y finalmente todos apartaron la vista. Sus ojos, tan llenos de sed de sangre tan solo unos momentos antes, ahora estaban llenos de algo más: miedo.

Capítulo 55

5:45 a.m.

Observatorio Naval de los Estados Unidos – Washington, DC

Su nombre era William Theodore Ryan.

Él era el tataranieto de una línea de plantación aristocrática. Los miembros de su familia, por generaciones, habían sido confederados orgullosos y rebeldes. Y allí estaba él, el Presidente de los Estados Unidos de América.

Estaba más cansado de lo que podía recordar que alguna vez lo haya estado. Apenas había dormido la noche anterior. Antes de la primera luz había insistido que vuelen de regreso a Washington desde Site R. No había ningún sentido en permanecer bajo tierra, ¿no? La amenaza había terminado. Y sería una muestra para el pueblo estadounidense de lo valiente que era. No iba a esconderse en un agujero en el suelo mientras que más de trescientos millones de personas tenían que seguir adelante con sus vidas por encima del suelo vulnerables a un ataque extranjero.

Sonrió al pensar en ello.

Se sentó en el área de descanso de la oficina de arriba de la residencia oficial del Vicepresidente. Afuera, la débil luz estaba entrando en el cielo. La casa en sí era preciosa: una gran casa blanca al estilo Reina Anne con gabletes y una torreta en los preciosos jardines ondulantes del Observatorio Naval. Databa de mediados de la década de 1800 y generaciones de Vicepresidentes la habían llamado hogar. Ahora serviría de Casa Blanca hasta que la original pudiera ser reconstruida.

En el sofá frente a él estaba sentado el senador Edward Graves de Kansas. Más tarde hoy, a la edad de setenta y dos, Ed iba a convertirse en el Vicepresidente más longevo de la historia moderna de EE.UU. Ed Graves era un experto militar y había sido Presidente del Comité de Fuerzas Armadas del Congreso desde tiempo inmemoriales. Ed había sido uno de sus mentores durante casi veinte años.

Entre ellos, sobre la mesa, había un teléfono negro con altavoz. Graznaba, mientras un subsecretario de Estado Mayor Conjunto les daba una rápida actualización de los acontecimientos en Oriente Medio. Las cosas estaban tensas pero parecían estar yendo bien.

"Señor", dijo la voz, "como lo ordenó, dos aviones de combate estadounidense F-118 entraron en el espacio aéreo iraní aproximadamente a las 13:45 hora local hace casi media hora".

"¿Estado?", dijo Bill Ryan.

"Al cabo de dos minutos, fueron interceptados y enfrentados por tres aviones iraníes; creemos que son obsoletos cazas Mig rusos. Los F-118 destruyeron los aviones iraníes después de una breve riña. El radar tomó la presencia de al menos una docena más de Migs iraníes que convergían en la zona por lo que los F-118 se retiraron al espacio aéreo turco. Los iraníes se volvieron en la frontera".

"Está bien", dijo Ryan. "¿Qué más?".

"Dos estaciones de escucha, una en Japón y una en Alaska, han informado que hasta media docena de depósitos de misiles rusos en el este de Siberia se han pasado a un estado de plena disposición combativa en los últimos veinte minutos. Los depósitos tienen como objetivos principales áreas metropolitanas importantes a lo largo de la costa oeste incluyendo Seattle, Portland y San Francisco. Han localizado y fijado sus objetivos".

"Dios. ¿Por qué están haciendo eso?".

"No estamos seguros, señor. El momento en que lo hicieron parece estar relacionado con la incursión al espacio aéreo iraní pero la charla que estamos recogiendo sugiere cierta confusión en el Comando Central de Rusia. No creemos que los depósitos estén operando por su cuenta pero parecen haber entendido mal sus órdenes".

Ryan miró a Ed. Era típico de los rusos que no sepan ni en qué mundo viven. ¿Qué iban a hacer, iniciar una guerra nuclear sobre Irán? Tenía que admitir, sin embargo, que había algo estimulante en toda esta política sucia. Había sido Presidente por menos de ocho horas.

Ryan se dirigió a la voz. "¿Tenemos misiles que estén dirigidos a esos depósitos rusos?".

"Sí, señor".

"Entonces preparen esos misiles para estar listos para el combate y asegúrense que los rusos lo sepan. Tienen que poner en línea a sus muchachos. Si les mostramos nuestras armas, tal vez vean que vamos en serio por aquí".

La voz en el otro extremo vaciló. "Sí, señor".

"¿Algo más?".

"No en este momento, señor".

Ryan apagó el teléfono. La habitación estaba en silencio. Miró a Ed Graves.

"¿Qué piensas?".

Las manos de Ed descansaban sobre sus rodillas. Eran manos  ásperas y manchadas como troncos de árboles viejos. La cara de Ed era escarpada y llena de líneas. Tenía la nariz bulbosa y atravesada por vasos sanguíneos rotos. Pero sus ojos eran como rayos láser.

"Es una tontería", dijo, "enviar dos aviones a través de la frontera. ¿Por qué estamos probándolos? Sabemos lo que pueden hacer y sabemos lo que podemos hacer. Nos atacaron primero, ¿no? Ellos mataron a nuestro Presidente".

Aquí, Ed hizo un guiño estrafalario. Bill estaba casi avergonzado por él.

"Si eso es cierto, entonces tenemos que golpear y golpear con fuerza. Tenemos que tomar represalia. Tenemos la Quinta Flota en el Golfo Pérsico. Vamos a eliminar las armas iraníes en el Estrecho de Ormuz. No queremos darles la oportunidad de colocar minas allí. Simplemente eliminémoslas. Puf. Después, enviemos bombarderos hacia Teherán. Denles una dotación completa de cazas de escolta para que lleguen allí. Me gustaría empezar todo esto hoy".

Bill asintió. "Van a tener que abrirse camino a Teherán".

Ed se encogió de hombros. "Nuestros chicos son los mejores. ¿Y no les pagamos para que hagan eso? ¿Luchar? Una o dos semanas de intensos bombardeos en el centro de la ciudad y creo que todo nuestro problema iraní va a desaparecer".

"¿Qué hacemos con los rusos?".

Ed Graves pareció pensar en eso por un momento. Por último, se encogió de hombros. "Al diablo con los rusos".

Llamaron a la puerta de roble macizo.

"Adelante".

La puerta se abrió. Un joven ayudante entró. Su nombre era Ben y había sido parte del personal de Ryan por un par de años. Era un niño lleno de energía en general pero hoy parecía extremadamente eléctrico con excitación. Todo el equipo se movía hacia arriba en el mundo.

"¿Qué puedo hacer por ti, Ben?”.

"Señor, acabamos de conseguir una identificación de la mujer que se encontraba en la camioneta que explotó y se metió en la dársena de marea anoche. Me pidió que le informe cuando sepa algo de eso".

"Sí, es cierto. ¿Qué tienes?".

"Los registros dentales indican que era una mujer llamada Liza Redentora".

No eran palabras que Bill Ryan quisiera oír. "¿Redentora?".

"Sí, señor. Era una vagabunda de 33 años. Largo historial de enfermedad mental, esquizofrenia, trastorno bipolar, de todo. Se cambió el nombre legalmente de Elizabeth Reid cuando cumplió 18. No hay ninguna indicación aquí de lo que estaba haciendo en ese auto".

Ryan asintió. "Está bien. Gracias".

Cuando el ayudante salió, Ryan miró a Ed Graves de nuevo.

"Tenemos que comunicarnos por teléfono con Don Morris".

Capítulo 56

7:15 a.m.

Centro de Detención Municipal – Washington, DC

"¿Cómo dormiste?".

"Como un bebé. Estuve en la cárcel con otros seis hombres. Buenos chicos. Nunca supe cuántas personas inocentes había en la cárcel".

Luke entró a la luz del sol fuera del centro de detención. Era muy brillante. Sus manos estaban aún esposadas. Era llevado por Don Morris. Él, Don y dos agentes que Luke no reconoció bajaron los escalones y se dirigieron hacia un sedán negro último modelo aparcado en la calle.

"Fue un buen truco el que hiciste. Tuvieron que utilizar registros dentales para darse cuenta que no era Susan Hopkins la mujer en el coche contigo. Y eso fue hace apenas una hora. Todavía no saben quién es".

"Oh", dijo Luke. "Podría haber jurado que era Susan".

Don dejó de caminar. Miró a Luke. "Déjate de pelotudeces, Stone. No estoy de buen humor hoy y no pensé que tú lo estarías tampoco. Vas a hablar y vas a decirnos en donde está Susan. Te das cuenta de eso, ¿verdad? Oh, ya sé. Luke Stone es inquebrantable. Va a tomar días para extraerle la información. En lo personal, no lo creo. Creo que vas a hablar muy rápido. Tenemos algún tipo de ventaja sobre ti, en caso de que te hayas olvidado".

"Tú dijiste que nunca le harías daño a mi familia".

Don sonrió. "No lo haré. Tu familia está viva y bien. Tienes que saber eso. Sin embargo, necesitamos saber en dónde está Susan Hopkins".

"Don, Susan es la Presidente de los Estados Unidos".

Sacudió la cabeza. "Tú no decides eso, Stone".

"No. La Constitución lo decide".

Don hizo un sonido. Fue algo así como un carraspeo. Miró a los dos agentes con ellos. "¿Nos pueden dar al Agente Stone y a mí un momento a solas?".

Los dos hombres caminaron unos treinta metros de distancia. Se quedaron cerca de un coche aparcado y miraron a Luke y a Don. Ellos no simulaban hacer nada más que mirar. Luke suponía que deberían saber que podía matar a Don con los brazos y las piernas atadas.

Don se apoyó en el sedán negro. "Hijo, ¿qué haces?".

Luke se quedó mirándolo. Había conocido a Don por mucho tiempo y sin embargo, en realidad nunca lo ha conocido en absoluto. "¿Qué estás haciendo tú, Don? ¿Qué estás haciendo tú? Yo no soy el que acaba de ayudar a diseñar un golpe de estado".

Don negó con la cabeza. "Luke, como sea que prefieras llamarlo, ya ha terminado. Las cosas se están moviendo hacia adelante, no hacia atrás. Bill Ryan es el Presidente de los Estados Unidos, te guste o no. Tu familia está en peligro, pero no están muertos y no han sido heridos. Puedes hacer que te los devuelvan. Sólo tienes que cooperar un poco aquí. Ni siquiera puedo creer tu renuencia. No tienes ninguna carta para jugar".

"¿Qué ganas tú en esto, Don? Seguramente no lo hiciste sólo porque Bill Ryan es tu viejo amigo de la universidad".

Don asintió. "Bueno. Buena pregunta. Si te ayuda a hacer lo correcto, voy a responderla. Estoy cansado de que Estados Unidos sea débil. Estoy cansado de que Estados Unidos sea vacilante. Ese tipo de cosas nunca estuvo en mi formación como militar y, francamente, no está en mi ADN. No puedo soportarlo. Y estoy cansado de rogar por recursos para mantener al Equipo de Respuesta Especial a flote año tras año. Estábamos haciendo un gran trabajo, tú lo viste, tú fuiste parte de eso y todo se estaba yendo por los caños".

Luke estaba empezando a ver. "¿Así que Bill Ryan te va a dar el presupuesto que deseas para el ERE?".

Don negó con la cabeza. "No. Bill Ryan es una figura decorativa, como estoy seguro de que estás consciente. Hay otras potencias trabajando aquí. Y les gustaría ver a Estados Unidos restaurado a su grandeza, del mismo modo que a mí me gustaría y que a ti te gustaría. Así que esta tarde, Bill va a anunciar que soy su candidato a la Secretaría de la Defensa".

Luke se quedó mirándolo. Volvió a pensar en la noche anterior; David Delliger recibiendo una bala en la línea de 50 yardas en el interior del estadio de fútbol de la Academia Naval.

"¿Estás seguro que quieres ese trabajo? Estuve con tu predecesor anoche. Su mandato terminó muy abruptamente".

Don sonrió. "David no era una buena elección para ese trabajo. Era un militar pero no era un guerrero. Estos tiempos requieren un guerrero. Estoy seguro de que, de todas las personas, tú puedes comprender eso".

"Don, si vamos a la guerra con Irán, los rusos…"

Don levantó una mano. "Luke, no me des lecciones sobre los rusos. Estaba matando rusos cuando tú te estabas cagando en tus pañales. Yo sé lo que van a hacer los rusos. Nada, eso es lo que van a hacer. Van a esperar y ver. Ahora dime en dónde está Susan. Por favor."

Luke no dijo nada.

"Rebecca y Gunner van a morir hoy, Luke. Eso es lo que va a ocurrir. Y no tendrás a nadie a quién culpar sino a ti mismo".

Luke desvió la mirada. "Eres un traidor, Don".

Por la calle, en la dirección que Luke estaba mirando, algo extraño estaba sucediendo. Los dos agentes estaban caminando rápidamente de nuevo hacia aquí. Detrás de ellos, un grupo de hombres de traje y gafas de sol los seguían a lo largo de la acera. Luke contó siete hombres. Se dio la vuelta y miró en la otra dirección. Tal vez todos se dirigían a otro lugar.

No. Otra media docena venían por la acera en dirección contraria. Luke volvió a mirar a los agentes que estaban con Don. De repente, se echaron a correr. Uno salió disparado hacia la calle. Corrió hasta la mitad antes de que un coche lo arrollara. El coche paró en seco. El agente rodó sobre el capó y cayó a la calle. Tres hombres corrieron hacia él con armas en mano.

El otro agente corrió a través de un patio hacia un estacionamiento. Cinco hombres lo persiguieron.

Tres hombres se acercaron a Don y a Luke de un lado, dos del otro lado. Sacaron sus armas. Un hombre levantó una placa.

"Servicio Secreto", dijo.

Pusieron a Don en el suelo con la cara hacia abajo. Tomaron sus armas y lo esposaron.

"¿Cuáles son los cargos?", dijo Don.

"¿Por dónde empiezo?", dijo el hombre. "Traición. Terrorismo doméstico. Asesinato. Secuestro. Conspiración. Esos son suficientes para comenzar".

Le liberaron las esposas a Luke. Se masajeó las muñecas recobrando la sensación en ellas. "Algunos de esos suenan como delitos de pena de muerte".

El hombre del Servicio Secreto asintió con la cabeza. "Lo son".

"Mi esposa e hijo han sido secuestrados. Este hombre sabe en dónde están".

Luke se quedó mirando a Don.

"Si yo fuera tú", dijo, "empezaría a hablar y rápido".

Capítulo 57

7:45 a.m.

Observatorio Naval de los Estados Unidos – Washington, DC

Un utilitario negro estacionó en la entrada circular frente a la residencia oficial del Vicepresidente.

La puerta trasera se abrió y Susan Hopkins salió. El médico iraquí había curado su brazo y muñeca en la noche. La cara sobrepasaba sus capacidades; se había limitado a poner un analgésico tópico sobre las quemaduras para que pudiera dormir.

Había hablado con Pierre hacía apenas quince minutos después de que se cercioró que era seguro hacerlo. Él había llorado y ella casi lo hizo también. Todavía no había hablado con las chicas.

Caminó hacia la gran casa blanca llevando un traje antibalas de cuerpo completo debajo de su traje. Chuck Berg caminaba con ella al igual que Walter Brenna.

La casa era hermosa y nunca había parecido tan bonita de lo que parecía esta mañana. Ella amaba esa casa. Había sido su residencia durante los últimos cinco años.

Entraron en el vestíbulo.

Alrededor de una docena de hombres vestidos con ropa azul del Ejército y con trajes de negocios los miraron a medida que entraron. Ella reconoció a algunos de los hombres. Eran agentes del Servicio Secreto. Toda gente de Ryan.

La miraron como si hubieran visto un fantasma. Uno de los hombres se dio la mano con Chuck Berg. Un murmullo recorrió la multitud.

"¿Puedo ayudarle?", dijo un hombre vestido con ropa de Ejército.

"Estoy aquí para hablar con William Ryan".

"¿Quién lo está llamando?".

"Mi nombre es Susan Hopkins y soy la Presidente de los Estados Unidos".

Más personas entraron en el vestíbulo. Muchos de ellos eran hombres altos de traje azul con armas de fuego bajo sus chaquetas. Entró una pequeña mujer con uniforme de mucama. Susan la reconoció. Se llamaba Esmeralda pero la gente la llamaba Esa y había trabajado en esta casa durante más de veinte años. Parecía desconcertada. Miró a Susan como si fuera uno de esos milagros a los que los creyentes católicos a veces acuden en manada. Podría haber sido una Virgen María que lloraba en la escarpada cara de un acantilado de piedra.

"¿Señora Hopkins?", dijo Esa. "Está viva".

Se acercó a Susan como si estuviera en un sueño. Las dos mujeres se abrazaron. Fue tentativo al principio pero luego Susan la acercó más a Esa. De repente, Susan comenzó a llorar. Se sentía tan, tan bien estar aquí con esta mujer en este momento.

"Sí, lo estoy", dijo. "Estoy viva".

Cerró los ojos y dejó que se prolongara el abrazo.

"Tú no eres la Presidente", dijo una voz estruendosa.

Susan soltó a  Esa. Bajando por la escalera de mármol no era otro que William Ryan. Se veía sano y fuerte, en forma y lleno de energía, mucho más joven que sus años. "Yo soy el Presidente. Tomé el juramento del cargo anoche. Fue administrado por el Presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos".

Llegó a la parte inferior de las escaleras y se dirigió directamente a Susan. Era muy alto. Se alzaba como una torre sobre ella. Ella lo miró. Chuck Berg estaba a su derecha. Walter Brenna estaba a su izquierda.

"Susan", dijo Ryan. "Es lindo verte. Pero voy a tener que pedirte que te vayas. Es obvio que has estado bajo una terrible tensión durante las últimas veinticuatro horas. Estoy bastante seguro de que no estás en el estado mental como para tomar el juramento".

Una muchedumbre de militares y agentes del servicio secreto se había reunido en el vestíbulo ahora.

Ryan hizo un gesto a un par de hombres militares cerca de él. "¿Podrían acompañar a la señora Hopkins a la puerta, por favor? Tenemos trabajo que hacer aquí".

Susan lo señaló. "Arresten a ese hombre. Por traición y por el asesinato del Presidente Thomas Hayes y otras más de trescientas personas".

Hubo un momento en que ella no sabía lo que sucedería. Todo el mundo simplemente se quedó allí mirando. En algún lugar, se escuchaba un reloj. Tres segundos, cuatro segundos.

Cinco.

Chuck Berg dio un paso adelante. Tomó un par de esposas de acero de su cinturón.

Se acercó a Ryan. "Señor, tiene derecho a permanecer en silencio".

Un hombre del Ejército se puso delante de él. Chuck empujó al hombre. De repente, había empujones por todas partes. Susan fue atropellada cuando estos grandes hombres fuertes se empujaban entre sí. Entonces sintió un dolor agudo.

Alguien le había pisado el pie.

Los agentes del Servicio Secreto superaban en número a los militares tres a uno. Todos los hombres del Servicio Secreto ratificaron sus puestos de trabajo.

Al final, Ryan luchó contra ellos. Cayó peleando pero terminó en el piso de todas maneras. En cuestión de segundos, estaba de cara al suelo de madera pulida con dos hombres del Servicio Secreto sosteniéndolo.

El Servicio Secreto lo puso a Ryan de pie. Su cara estaba roja por el esfuerzo. Miró a Susan mientras lo llevaban hacia la puerta principal.

"¡Soy el Presidente de los Estados Unidos!", gritó.

Susan agitó una mano desdeñosa hacia él.

"Sal de mi casa", dijo.

*

Pierre y las chicas estaban volando a verla. Ese pensamiento le daba esperanza y felicidad. Necesitaba un poco de eso.

Esto de ser Presidente iba a ser una tarea difícil. La conspiración contra Thomas Hayes había sido de gran envergadura. En este punto, era imposible saber todos los que estuvieron involucrados y en qué ramas de gobierno se encontraban. En el futuro previsible, el nivel de amenaza doméstica contra ella sería considerado del más alto nivel. Tendría que vestir chaleco antibalas durante todas las apariciones públicas.

Los problemas en el Medio Oriente no se irían de la noche a la mañana pero tal vez ya estaba haciendo algunos progresos. Había hablado hoy brevemente con el Presidente de Rusia. Él le dijo, a través de un intérprete, que estaba muy contento de saber que estaba viva. Le aseguró que podrían trabajar juntos para suavizar los problemas con Irán.

Pero había problemas incluso más oscuros en el horizonte. Por la tarde, se sentó en su oficina con dos visitantes.

"Quiero mantener la financiación del Equipo de Respuesta Especial", dijo. "Pero me gustaría sacarlo de debajo del ala del FBI".

Luke Stone estaba parado junto a la ventana, mirando hacia los terrenos del Observatorio Naval. "¿Debajo del ala de quién le gustaría ponerlo?".

Ella se encogió de hombros. "Podría ser una rama del Servicio Secreto. O podría simplemente ser una organización independiente que se reporte directamente con el Presidente".

"Eso suena bien", dijo Ed Newsam. Estaba sentado en una silla de ruedas con su pierna herida sobre el escritorio. Sostenía un puro sin encender en sus manos. "Me gusta cómo suena eso".

Stone se dio la vuelta. "Hasta ayer, estaba con un permiso de ausencia. No sé si siquiera sigo trabajando para el Equipo de Respuesta Especial".

"Qué extraño", dijo. "Como que ya había pensado en ti para Director. Me equivoqué contigo, Stone. Eso es lo que te estoy diciendo. En las últimas veinticuatro horas, me has salvado la vida una y otra vez".

Stone negó con la cabeza. "Necesito encontrar a mi esposa e hijo. La trama se ha desentrañado y los conspiradores no los necesitan más. Cada minuto que pasa…"

Susan asintió. "Lo sé. Tenemos todos los recursos disponibles trabajando en su búsqueda. Yo te prometo que los vamos a encontrar. Pero mientras tanto, no puedo permitir que te alejes del ERE. Hay sólo un puñado de personas en las que puedo confiar en este momento y ustedes dos están en la parte superior de esa lista".

Se acercó a la puerta de la oficina y miró hacia fuera. Chuck Berg y otro agente estaban a tres metros de distancia. Cerró la puerta en silencio.

Se volvió hacia Stone y Newsam.

"La verdad es que tengo otra misión urgente para ustedes. Recién me enteré esto en la última media hora. Desafortunadamente, nuestros enemigos nos ven en una posición debilitada y están tomando este momento para atacar. Las siguientes cuarenta y ocho horas serán cruciales".

Ahora Stone y Newsam se miraban el uno al otro.

"Vamos, chicos. Los necesito".

"¿Aunque sea nos van a decir lo que es?".

Ella asintió. "Estoy a punto de decirles. Pero quiero que digan que sí primero".

Pasó un largo momento.

"Sí".

*

Luke caminaba por los cuidados jardines del Observatorio Naval hacia el estacionamiento. Junto a él, Ed Newsam rodaba su silla de ruedas, sus enormes brazos haciendo girar las ruedas de vez en cuando.

"¿Vas a salir de esa cosa alguna vez?", dijo Luke. "Siento como si estuvieras holgazaneando. ¿No puedes hacer terapia física o algo?".

"Stone, sólo he estado en ella desde ayer a la noche".

Luke se encogió de hombros. "Bueno, no puedo evitar lo que siento. Pareciera como si hubieras estado en ella durante un mes ya".

Sonó el teléfono de Luke. Lo sacó y miró el número. Por una fracción de segundo, había estado esperando que…

Respondió. "Trudy. ¿Qué tienes para mí? ¿Qué está pasando con la computadora de Don?".

Su voz era musical, optimista. Probablemente no había dormido en cerca de cuarenta y ocho horas. Probablemente ni siquiera había ido a casa en todo ese tiempo y probablemente iba por su taza de café negro número veinte. Pero había algo acerca de ganar, incluso ganando por las malas, que sacaba música de las personas.

"Swann finalmente logró romper el cifrado de archivos de Don. Luke, lo supo todo el tiempo. Estuvo en el planeamiento desde el principio. De hecho, estuvo en esto desde antes del comienzo. Hay correos electrónicos entre él y Bill Ryan sobre tomar el poder que datan de antes de que Thomas Hayes siquiera haya sido Presidente".

"Crees que conoces a un tipo", dijo Luke.

"Pensé que lo conocía mejor que la mayoría", dijo Trudy.

Luke ignoró esa declaración. Él y Trudy tenían una historia complicada. No se sentía con ganas de lidiar con eso ahora mismo.

"¿Qué más?", dijo.

"Luke, Don habló. Dio la dirección de una casa de seguridad de la CIA. Las personas que la administran son espías fantasmas. No están en la nómina oficial. Don piensa que es en donde podrían estar tu esposa y tu hijo".

Luke dejó de caminar. Su corazón comenzó a latir con fuerza en su pecho.

"¿Qué?".

Instintivamente, se palpó buscando el arma dentro de su chaqueta. Miró a Ed Newsam. Ed lo miró. Entendió el lenguaje corporal de Luke. La mano de Ed se fue hacia sus propias armas.

"Tengo la dirección de una casa de seguridad. Estamos enviando agentes allí. Van a atacar con fuerza y sin previo aviso. Si tu familia está allí, los agentes van a hacer todo lo posible para mantenerlos a salvo".

"Trudy, dame la dirección".

"No puedes ir allí, Luke. No tienes ninguna objetividad. Serás una carga para la operación. Y pondrás a todos en peligro".

"Trudy…"

"Luke…"

"Trudy, dime la dirección".

Hubo una larga pausa en la comunicación. Todo su cuerpo estaba en llamas por el dolor lacerante de perder a Becca y a Gunner.

"Dime", imploró.

Siguió un largo silencio.

Y luego le dijo.

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 eylül 2019
Hacim:
320 s. 1 illüstrasyon
ISBN:
9781632917027
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