Kitabı oku: «Aproximación psicoanalítica a la psicopatología»

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Av. Luis Thayer Ojeda 95, of. 510, Providencia,

Santiago de Chile.

www.polvoraeditorial.cl

polvoraeditorial@gmail.com



JAIME COLOMA ANDREWS

APROXIMACIÓN PSICOANALÍTICA A LA PSICOPATOLOGÍA

EDITORES:

LUCAS SÁNCHEZ Y FRANCISCO VALENZUELA

CORRECCIÓN DE ESTILO

VÍCTOR SALDAÑA

1ª EDICIÓN, SANTIAGO: PÓLVORA ED., 2020. 300 P.;

15 X 22 CM. (COLECCIÓN PSICOANÁLISIS)

ISBN IMPRESO: 978-956-9441-36-3

ISBN DIGITAL: 978-956-9441-54-7


© 2020, Pólvora Editorial

DISEÑO EDITORIAL Y PORTADA: CAMILA GONZÁLEZ S.

FOTOGRAFÍA: MIGUEL MORALES

Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura.

Convocatoria 2018, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com


ÍNDICE

PRÓLOGO

CLASE 1 EL DIAGNÓSTICO, ENTRE LA ESCUCHA Y LA LECTURA

CLASE 2 ANTE EL DESLINDE DE ESTRUCTURA E HISTORIA. ¿ANTINOMIA O CONTRADICCIÓN?

CLASE 3 LO (DES)CENTRADO EN EL (DES)CONOCIMIENTO PSICOPATOLÓGICO

CLASE 4 LÍMITE DE LA INTERPRETACIÓN: EL FUNCIONAMIENTO PSICÓTICO FRENTE A LA ESTRUCTURA PSICÓTICA

CLASE 5 ¿EL RETORNO DE LO REAL? RESTO, CUERPO, DEMANDA, OBJETO

CLASE 6 LA ASIMETRÍA EN EL OFICIO: EL ANALISTA Y SU DERECHO SOBRE EL DESEO DEL PACIENTE

CLASE 7 ¿QUÉ ES LA ESTRUCTURA? PRECISIONES SOBRE LA TRANSFERENCIA

CLASE 8 DESDE LO REAL HACIA LA VIDA COTIDIANA

CLASE 9 NEUROSIS DE TRANSFERENCIA. ORIENTACIONES PARA ESCUCHAR SU ESTRUCTURA

CLASE 10 CONJETURAS SOBRE EL PSICOANÁLISIS A PARTIR DEL OBJETO FÓBICO

CLASE 11 EL FANTASMA COMO CARÁCTER FUNDAMENTAL EN LO NEURÓTICO

CLASE 12 LO PSICOSOMÁTICO Y LA FORCLUSIÓN

CLASE 13 EL ESPEJO NEGRO. DISTINCIONES EN TORNO A LA DEPRESIÓN Y LA MELANCOLÍA

CLASE 14 EL OFICIO EN LO INVISIBLE

CLASE 15 LA METÁFORA DEL NOMBRE DEL PADRE Y SUS DOS LUGARES

CLASE 16 LA “ASPIRADORA” SIGNIFICANTE

SOBRE ESTA EDICIÓN

Las clases del Profesor Jaime Coloma A. que se presentan en Aproximación psicoanalítica a la psicopatología corresponden al curso dictado el año 2006 en la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. El Profesor Coloma dictó este curso en solitario y en el estilo de un seminario, vale decir, como una comunicación oral ante un grupo de aprendices, la cual gira libremente en torno a un tema central y ha de apoyarse en el esfuerzo de problematización del maestro, llevado a cabo durante largos años de trabajo teórico y práctico.

La presente edición ha sido preparada en base a transcripciones y grabaciones existentes en idioma original, las cuales fueron llevadas a cabo por sus estudiantes bajo el encargo de la psicoanalista Eleonora Cassaula. La edición, corrección de estilo y notas al pie han sido íntegramente elaboradas por el equipo de Pólvora Editorial.

Los títulos de cada clase fueron definidos por los editores, de modo de hacer visible al lector los puntos focales de cada sesión y la organización conceptual del curso como un todo. La corrección de estilo y el establecimiento del texto fue realizado por Víctor Saldaña. Como ya es usual en Pólvora, el diseño y diagramación del libro estuvo a cargo de Camila González S y en fotografía Miguel Morales.

Debemos finalmente agregar que a nivel de edición sólo se han introducido los cambios de estilo y redacción requeridos para adecuar el registro oral al escrito, con el objetivo de procurar una lectura fluida del texto. Toda vez que fue posible hemos optado por conservar los rasgos de espontaneidad, coloquialidad e inventiva propios del lenguaje de aula.

* * *

El derrotero de este libro puede resumirse del siguiente modo: Corría el año 2017 y el libro Freud y los chilenos de Mariano Ruperthuz acababa de ser publicado. En ocasión de una presentación del libro en el VIII Congreso chileno de Psicoanálisis (ICHPA), el equipo de Pólvora, liderado por su editor en jefe Lucas Sánchez, tomó contacto con Jaime Coloma y Eleonora Cassaula, ya que hace un buen tiempo existía la intención de llevar adelante una serie de publicaciones de psicoanalistas chilenos, que recogieran el trabajo clínico, la investigación y la transmisión del psicoanálisis que éstos promovieron durante su dilatada trayectoria. Por su parte, Eleonora comentó que varios estudiantes de Jaime que habían sido sus ayudantes en cursos de especialización clínica en la Escuela de Psicología de la P. Universidad Católica habían transcrito las grabaciones de un curso sobre psicoanálisis y psicopatología que se realizó el año 2006, y que Jaime venía realizando anualmente hace un par de lustros. A partir de ese punto, la idea de publicar parte de la enseñanza del Profesor Coloma vio por primera vez la luz.

La totalidad de las transcripciones de las clases fueron solicitadas a Eleonora, las cuales fueron compiladas como un único manuscrito, e iniciamos un primer y largo periodo de lectura y revisión, sin apuros. Durante el proceso tuvimos la oportunidad de dialogar con algunos de los antiguos ayudantes de Jaime, buscando ampliar el contexto de las escenas y entreveros que emergían una y otra vez a lo largo del texto. De vital importancia fueron los aportes de Jonathan Kaufmann, psicólogo y psicoanalista del ICHPA, quien compartió recuerdos detallados de la dinámica en aula, además del programa de las ayudantías y la bibliografía complementaria del curso, y especialmente el trabajo de Francisco Valenzuela, Profesor de la Universidad de Chile, quien se incorporó como coeditor y ayudó a completar el enmarque textual y de estilo que nos permite hoy presentar esta edición a público.

Rápidamente, la lectura del material transcrito nos reveló el compromiso que Jaime tiene con lo que él mismo ha llamado la “incorrección”: un esfuerzo constante por reivindicar la lectura activa de los materiales clínicos y teóricos por parte del analista, y de este modo hacer equivalente la interpretación a un acto de apropiación. Encontramos en ello el esfuerzo de adoptar una posición inusual en relación al psicólogo clínico en ciernes, orientado a revitalizar el entendimiento dogmático y árido de la psicopatología al que los estudiantes son expuestos normalmente. Descubrimos que esta suerte de rebeldía, que podemos considerar la piedra angular de la formación que Jaime ha intentado dispensar desde hace décadas, se basa en fuertes convicciones sobre la formación psicoterapéutica, las cuales a su vez son animadas por un deseo que en no menor medida ha surgido a partir de la experiencia política en las aulas universitarias chilenas.

Por una parte, reconocemos en su discurso la convicción de que la formación clínica psicoanalítica, en tanto magisterio de un “oficio en lo invisible”, se basa en afirmar la necesidad de que el futuro intérprete aprenda a poner en acto una “voz propia”, lo cual implica no sólo conjurar la voz curiosa e inquisitiva de los estudiantes, sino además, y decisivamente, de dar un lugar a la voz creativa, provocadora y rebelde del clínico en su rol de profesor. Como se podrá apreciar una y otra vez a lo largo de este libro, para Jaime la instancia de clase se entiende como un ejercicio fundamental de la Trans-misión, escrita con guión y entendida en un sentido ético y no ingenieril: se trata de que formadores y aprendices avancen juntos en una empresa interminable de problematización de herencias intelectuales y del psicoanálisis mismo, en tanto saber fallido del inconsciente. Por otra parte, reconocemos en el decir del Profesor Coloma la convicción de invitar a los aprendices, y ahora al lector, a encontrar en las grandes corrientes del psicoanálisis —la de relaciones objetales de Klein, Winnicott y Bion, y el (pos)estructuralismo de Lacan— elementos conceptuales que han de ser puestos al servicio del paciente en el encuentro clínico. “No trabajamos con el psicoanálisis, trabajamos con el paciente” afirma el autor de este libro, sesión a sesión y caso a caso, en el marco de una ética psicoterapéutica antes que académica, más allá de la repetición ciega del mantra de la Escuela. Una y otra vez a lo largo del curso, a veces subrepticiamente y a veces de manera más que franca, Jaime encuentra el modo de incluirse de forma reflexiva y autocrítica en esto último, desde su ubicación “moebiana” como Profesor Titular de la Escuela de Psicología.

Como un único cuerpo, este libro recoge gran parte de esa lucha tenaz, y al mismo tiempo simple y cotidiana, por encontrar un lenguaje propio para navegar un quehacer incierto, y radicalmente alterno, por parte de un renombrado formador en/del psicoanálisis. Como editores, hemos procurado definir unos límites suficientemente buenos, que permitan al lector sumergirse en el mar de una enunciación combativa, vigorosa e insistente, de antigua calaña, sin riesgo de ahogarse. En este sentido, para facilitar la lectura hemos estructurado este libro siguiendo los contornos materiales de las clases que el Profesor Coloma dictaba durante la realización de sus cursos: esto es, una hora lectiva, un capítulo. Sin perjuicio de lo anterior, el lector ha de ser advertido sobre un sinuoso recorrido, comenzando por la(s) neurosis, y avanzando por la(s) fobia(s), la depresión y la perversión, volviendo una y otra vez sobre el territorio indómito de la(s) psicosis.

Sin duda, capturar en un único registro escrito el genio de un orador con cientos de miles de horas de cátedra, consulta y supervisión en el cuerpo resulta, en una palabra, imposible. Sin embargo, como todo estudiante del psicoanálisis llega a aprender de modo más o menos forzoso, imposibilidad es el nombre del juego, fuente de todo dolor y a la vez de toda dicha y de todo poder de transformación. En nombre de un noble compromiso con la paradoja, yendo en contra y a favor de la imposibilidad del pensamiento —y del tiempo irrefrenable— esperamos que el lector se encuentre con una edición trabajada con cuidado y afecto, elaborada con un único fin: dar lugar a la palabra viva de uno de los psicoanalistas más influyentes en la historia de nuestro país.

LUCAS SÁNCHEZ

FRANCISCO VALENZUELA

EDITORES

PRÓLOGO

Nos encontramos ante un libro basado en el trabajo como profesor de Jaime Coloma Andrews, que admite ser tenido como singular. Si lo abordamos, primeramente, desde el ángulo de lo que no es, tenemos que decir que no es, aunque parezca obvio hacerlo constar, un manual o tratado de psicopatología psicoanalítica. Su relación con la psicopatología no se deja caracterizar de buenas a primeras, para ello resulta útil tener en cuenta un libro anterior del profesor Coloma, El oficio en lo invisible (2011). En dicho trabajo, que es el resultado de distintas ocasiones en las que el trabajo del psicoanalista se convierte en el objeto de examen y reflexión confrontado con diversas instancias y problemas en el interior del campo psicoanalítico y otros espacios de pensamiento, en un sentido amplio, el de la cultura, se hace visible que el interés más permanente a lo largo de una larga trayectoria es la insistencia, del autor, de hacer pensable o representable, si se prefiere, el quehacer y la manera en que el psicoanalista hace uso de sus herramientas, es decir, de sus conceptos. Desde una toma de posición que reconoce una preeminencia de la comprensión psicoanalítica del paciente y las vicisitudes de su sufrimiento, por sobre las acciones que pudieran denominarse técnicas, que en rigor se derivarían de esa comprensión, el presente libro se ubica en la trayectoria de este empeño.

El libro, que es el resultado de las transcripciones de las clases realizadas en el desarrollo de un curso en la escuela de Psicología de la Universidad Católica de Chile, en el año 2006, cuyo nombre, Curso de Aproximación Psicoanalítica a la Psicopatología, es revelador de su naturaleza, consiste en una sostenida interrogación sobre el trabajo del psicoanalista teniendo como telón de fondo los distintos problemas del campo psicopatológico. Entre el polo que podemos denominar psicopatológico, que normalmente concebimos como una realidad estática, en la pretensión de fijar los procesos mentales en estructuras y el devenir de las vicisitudes de la vida del paciente, tanto psíquica o interna, como externa, en las relaciones con sus objetos y ocupaciones, parece situarse el psicoanalista como un atento observador participante, en “una actitud diagnóstica de la situación en proceso”. Sin embargo, el uso de la palabra diagnóstico no debe llevarnos a una idea equivocada acerca de lo que el autor nos quiere indicar con esta operación del psicoanalista. Como nos lo advierte “se trata de una actitud diagnóstica que implica conservar una alerta implícita a la evolución del material”, una actitud, nos atrevemos a remarcar, atenta al estado de cosas, en distintos momentos del conflicto psíquico, durante el desarrollo del psicoanálisis.

A lo largo del desarrollo del curso, Jaime Coloma nos recuerda en distintas ocasiones la naturaleza de su trabajo y la independencia que reivindica respecto de las diferentes escuelas psicoanalíticas y los autores que las lideran, pero que no han dejado de imprimir en él la huella de su trabajo: Klein, Lacan, Winnicott, Bion, entre otros. Estos pensadores del campo psicoanalítico no son solo unos hitos respecto de los cuales se quiere conservar tal independencia, sino son también referencias en diálogo con las cuales toma forma el pensar de Coloma y respecto de las cuales, si así puede decirse, toma sus posiciones en diferencia o en acuerdo, respecto de los más diversos y complejos problemas con que se encuentra el psicoanalista en el trabajo de asistir al paciente en el devenir del hacer realidad su subjetividad. En el proceso de posibilitar el advenimiento del yo en el lugar donde ello es.

Una de las primeras dificultades que salen al paso del psicoanalista en tanto psicoterapeuta, es la necesidad de distinguir, de no pasar por alto, los indicios que pueden anunciar un desenlace del proceso que se ha echado a andar en el despeñadero de la psicosis. Como decía Freud en sus trabajos sobre técnica, para el psicoterapeuta esta distinción no es un problema puramente teórico o académico, se trata de un asunto práctico, que tiene consecuencias para los destinos del paciente y el trabajo emprendido. Consecuentemente, este es uno de los primeros problemas que aborda Coloma en su aproximación psicoanalítica a la psicopatología. Teniendo como referencia las líneas más gruesas, es decir, aquellas que dibujan los rasgos más característicos, de las escuelas que llevan el nombre de sus fecundadores, Klein, Lacan, Winnicott, el autor nos presenta un esquema referencial que permite ordenar, mediando una inicial caracterización del tipo de construcción teórica en que los autores sostuvieron su trabajo, y reconocer nuestra posición en relación con el tipo de elementos conceptuales utilizados. ¿Pensamos en términos de estructura, función o existencia? Respectivamente, ¿en conceptos propios de Lacan, Klein o Winnicott? Señalemos de paso que Jaime Coloma no ha dejado de expresar, en distintas oportunidades, el de mantener su trabajo de pensamiento con independencia de las distintas teorías dominantes, pero sin perderlas de vista en tanto perspectivas que dan cuenta de la compleja experiencia de conocimiento en que consiste el psicoanálisis. Orientando su discurrir con este entramado conceptual, aborda los distintos problemas implicados en el esfuerzo de distinguir, en distintos momentos del trabajo psicoanalítico, no solo la naturaleza de los fenómenos y procesos psíquicos como pertenecientes al espacio de las neurosis, las perversiones o las psicosis, sino también el modo en que estas regiones de la psicopatología presentan fronteras con grados diversos de permeabilidad entre ellas: el modo en que una clase de fenómenos pueden devenir en otros y en qué condiciones.

Aunque el propósito central de esta confrontación del pensar del psicoanalista en el trabajo con el paciente apunta a la relación de este trabajo con las teorías y conceptos psicopatológicos, en el discurrir de Coloma no se evade la posibilidad visitar las más distintas estaciones del pensamiento y la cultura en general, dada la necesidad de profundizar en la comprensión de los hechos de la clínica que ponen en entredicho nuestros hábitos de pensamiento no solo en la dimensión metapsicológica sino, también con frecuencia, en problemas propios de la metafísica y la antropología, por un lado, y en las cuestiones más domésticas y cotidianas para el psicoanalista como lo son los problemas implicados en la conducción del proceso de cura que acostumbramos nombrar como técnica, por el otro. Esta trayectoria está jalonada con diversas instancias de confrontación y reconocimiento en y con los más distintos autores, ante las cuales el pensamiento de Jaime Coloma se precisa, pero también se pone en crisis, aunque sin dejar de progresar. En todo este desarrollo no es posible desentenderse del hecho de que se trata de un pensar en conjunto con los autores y con los estudiantes que, participando activamente del desarrollo del curso, interpelan, interrogan, cuestionan y piden esclarecimientos, ante los cuales el profesor mantiene una actitud dialogante que también interpela a los estudiantes. El autor es generoso en el ejercicio de trasmisión del saber del oficio de psicoanalizar, exponiendo el soporte más importante de su saber: su larga experiencia en el oficio.

Con estas breves indicaciones queremos invitar al lector a emprender la aventura de participar de esta discusión del autor con una gran pluralidad de puntos de vista, experiencia en la cual deberá pasar, también, por distintos y contradictorios sentimientos. No siempre se está de acuerdo con el autor, pero siempre se puede llegar a la experiencia de sentirse provocado y convocado a tomar parte del estudio, el examen y la discusión de cuestiones psicoanalíticas que, cuando profundizamos en las exigencias de nuestro particular trabajo, resultan ineludibles.

HUGO ROJAS OLEA

ENERO DE 2020

CLASE 1

EL DIAGNÓSTICO, ENTRE LA ESCUCHA Y LA LECTURA

Hace muchos años pensé en hacer este curso por obra de algo que me ocurrió en la clínica, en la cual trabajo psicoanalíticamente. La mayoría de ustedes saben que denomino “psicoanálisis” a aquella disciplina psicoterapéutica que se sostiene en una lectura psicoanalítica de lo que ocurre en la sesión, más allá del modo concreto de acción que se desarrolla durante la misma. Trabajo de la siguiente forma: leo psicoanalíticamente, y con regularidad, lo que manifiesta el paciente, para luego seleccionar intervenciones de distinta índole. No adscribo a una técnica, sino que opero con distintos recursos derivados de la lectura del material del paciente, para proceder en función de esa interpretación en la forma más ajustada que pueda, buscando logros terapéuticos cercanos o lejanos en el tiempo. Esto es lo que define, para mí, la puesta en práctica de un psicoanálisis. No me siento representante de ninguna escuela psicoanalítica, sólo me defino como psicoanalista. Ni kleiniano, ni winnicotiano, ni lacaniano. Solo un psicoanalista que sostiene su práctica en las posibilidades que esta teoría le da para comprender profunda y acuciosamente al paciente, permitiendo un actuar, según mi criterio, más eficiente.

A lo largo de los años, al correr de las clases de esta cátedra, comencé a darme cuenta, revisando mi actitud y comportamiento en las sesiones concretas con mis pacientes, que era necesario estar siempre en lo que podría considerarse una “actitud diagnóstica de la situación en proceso”. Vale decir, en el aquí y ahora de las cosas, en el entonces y en el cuándo, de acuerdo con cada sesión. A veces, cuando la situación lo demandaba y algo de ella despertaba mi atención, me fijaba en el minuto en juego. Otras veces, tomaba como antecedente la semana, el período que podía abarcar el mes, el año, todo lo ya vivido, etcétera. Se trata de una actitud diagnóstica que implica conservar una alerta implícita a la “evolución del material”, como lo llaman los kleinianos.

El término “material” no es universal dentro de esta disciplina. Con los lacanianos, por ejemplo, no concebimos un material, sino que hablamos del “discurso”, aunque, al hacerlo, no podemos referirnos a una “evolución del discurso”. Quizá se dan cuenta por qué no se puede hablar de evolución del discurso. A un lacaniano lo que le interesa no es el proceso en tanto se da evolutivamente, sino que encontrar aquellos momentos que podemos llamar de significación, en los cuales vale la pena introducir un corte para que, en ese corte, se haga presente el sujeto del inconsciente. Aunque esto pueda simplificar la idea lacaniana, por ahí creo que camina. En este sentido, sólo se podría hablar del discurso y de su estructura, pero no de “evolución del discurso”.

En tanto discurso, valdría tener presente algo relativo a una cierta… no se trata de una etimología de la palabra discurso, pero sí de una implicación de esta idea: dis-curso, así, con un guion separando, o sea, el discurso como lo que altera el curso de la continuidad. Si no fuera por el dis-curso viviríamos en una continuidad imposible de asumir. La continuidad es quizás asimilable a la llamada Naturaleza, vale decir, un sostén de la existencia precultural. Esa condición donde, según entiendo afirman los lacanianos, un significante inscribe inicialmente lo que se desplegará como Cultura. Lacan, en el Seminario 11,1 habla de los significantes de la naturaleza, aquellos que operan en el campo determinado por el pensamiento salvaje de Lévi-Strauss; formas clasificatorias primarias que operan por oposición y que son aportadas por la Naturaleza. Es un momento de origen de enigmática factura, pero que vale tener presente, cuando hablan precisamente los lacanianos de una discontinuidad radical entre Naturaleza y Cultura. Winnicott, por ejemplo, se pronuncia por una continuidad, pero ¿quién puede afirmar tan definitivamente el tema de los orígenes? Winnicott habla del “origen teórico”. Me parece interesante, pero volvamos a lo que estábamos viendo.

Me atrevo a postular que, si bien vivimos en la Naturaleza, solo podemos existir en la Cultura, que es la que hace Mundo. El vivir podría adjudicarse solamente al ser como tal, no al existir en el mundo. Pero estas son sutilezas filosóficas a las que solo puedo aludir superficialmente. No soy filósofo. En todo caso, el Dasein heideggeriano, por definición excéntrico, instala en esa excentricidad la presencia de lo que Lacan llama “gran Otro”, principalmente identificado con el peso determinante del lenguaje. Sólo podemos asumir lo representacional, lo que se alcanza con los cortes del lenguaje que inicialmente son significantes. Los cortes configuran una representación en la diferencia que marcan, que vuelve discontinua la continuidad de la Naturaleza. Así se da la re-presentación que es una presentación en segunda instancia. Existimos en la representación, en la palabra. Heidegger dice que la cuestión del ser se halla directamente vinculada a la pregunta por la palabra. En Introducción a la metafísica,2 Heidegger liga al ser con el “brotar”, el “surgir”. Aludo a esto porque creo que en la actitud de tomar postura por una continuidad o una discontinuidad entre Cultura y Naturaleza están en juego asuntos muy complejos. Por ejemplo, lo que implica distinguir y aunar el ser y el existir. Habría que hacer aquí ciertas elucubraciones respecto del lugar de la facticidad en lo representable, pero no me detendré en esto ahora porque nos desviaríamos demasiado. En todo caso, para lo que nos interesa aquí, esta discusión está en el trasfondo de las distancias entre Lacan y Winnicott, entre experiencia y estructura, entre tratamiento y técnica, etcétera. Espero que podamos, en este curso o en el otro sobre teoría de la práctica psicoanalítica, precisar y profundizar estas consideraciones.

El dis-curso, que discontinúa el curso de la continuidad, integra nuestra existencia apoyada en un ser que conlleva un sustrato supuesto de pura continuidad. Lo representacional, producto del corte de esa continuidad, hace posible entonces el existir. Estas son las derivaciones de la potencia del corte que da lugar al discurso. En realidad, si queremos ser estrictos con la idea lacaniana de discurso, este corte implica el significante y, por ahí, el sujeto. Para el lacaniano, el sujeto es un significante significado por otro significante. En la medida que hay un significante dos que significa al significante uno, apareciendo el sujeto. Esto requiere una discusión más precisa, pero no es aún el momento de llevarla a cabo. El discurso es cosa del sujeto; el material, idea kleiniana, es tema del yo.

Entonces, no es estricto decir “evolución del discurso”, porque este no evoluciona en su estructura, sino que cambia solamente en su contenido, lo que no es de interés para un lacaniano. Lo que digo lo relacionaré, posteriormente al aludir a las ideas de antinomia, contradicción, estructura e historia. Lo veremos en un momento más.


Antinomia Contradicción
Estructura Historia

Tabla N°1: Antinomia, contradicción, estructura e historia.

Quiero que se den cuenta que estoy guiándolos en una dirección reflexiva, que busca mostrar algo que está incluido en un cuadro de ordenamiento psicopatológico que he elaborado para organizar el modo de aplicar lo que alguna vez llamé “el uso incorrecto de los autores”.

Hace pocos años en un congreso en Buenos Aires postulé, en una crítica al ejercicio técnico de las escuelas psicoanalíticas, algo que llamé “el uso incorrecto de los autores”.3 Con ello, me refería a que la corrección técnica y teórica conducía a un sometimiento del pensar, que vulneraba la capacidad de leer al paciente como un ser altamente particular, como un individuo que supera en sus singularidades, aun su propia historia, y lo que se considere como su estructura. Sostuve que quien incurra en este “uso incorrecto” debe velar por su propia consistencia al hacerlo y no por la consistencia del autor citado. Señalaba también que, a mi parecer, buena parte de los autores psicoanalíticos de diversas orientaciones aportaban a la comprensión de los pacientes de una manera fecunda, que era necesaria aprovechar. Seleccioné así tres grandes escuelas: la de Klein, la de Lacan y la de Winnicott, y las organicé por sus características que, a mi entender, son las centrales: función, estructura y existencia. En este curso justificaré y fundamentaré este esquema para hacerlo operativo.

Solo con afán introductorio detengámonos por un momento en cómo concebí este cuadro:


PSICOSIS NEUROSIS PERVERSIÓN
Lacany seguidores ESTRUCTURA “La ’psicosis‘” “La ’neurosis‘” “La ’perversión‘”
M. Klein, W. Bion y seguidores FUNCIÓN “Lo” psicótico “Lo” neurótico “Lo” perverso
D. Winnicott y seguidores EXISTENCIA “el” o “la” psicótico/a “el” o “la” neurótico/a “el” o “la” perverso/a

Tabla N°2: Escuelas psicoanalíticas y categorías psicopatológicas clásicas.

La tabla se organiza en la fila superior sobre la base de la distinción estructural que formula Lacan entre psicosis, neurosis y perversión. Es posible que en la práctica se requiera agregar otras categorías que incluyan, por ejemplo, patologías de déficit u otras. Sin embargo, por lo menos por ahora, esta distinción estructural me parece orientadora de las bases de una psicopatología, entendiendo que, en la primera columna, las teorías de la función permiten abordar patologías más cercanas a lo yoico, como las condiciones limítrofes. En esta columna se reparten buena parte de las teorías principales del psicoanálisis distinguiendo entre aquellas definidas por lo estructural, aquellas basadas en lo funcional y aquellas que dan cuenta de una consideración existencial.

El sentido de este ordenamiento lo expondré a lo largo del curso, pero en principio permite, al diferenciar entre lo estructural y lo funcional, considerar que las estructuras no se pueden intercambiar, pero las funciones sí. Por ejemplo: una psicosis estructuralmente no puede transformarse en una neurosis, pero un funcionamiento psicótico sí tolera aparecer en una estructura neurótica. Una ilustración de esto se ve en las locuras histéricas. Así “lo” psicótico puede darse en “la” neurosis. La vertiente existencial, inspirada en Winnicott, tiene presente que más allá de las descripciones estructurales o funcionales, es siempre necesario considerar al individuo, cuya particularidad solo se da en el modo de vivir la vida cotidiana.

En todo caso, estas referencias a lo antinómico, a lo estructural, a lo funcional, a lo histórico, estos dos esquemas que he dibujado en la pizarra, se intercalan en la reflexión para darle sentido y contenido a la escucha, la atención al discurso y al material que mencionábamos al comienzo de esta clase. Quiero decir, si asumimos una posición dialéctica desde la contradicción, podemos tomar las teorías estructurales y funcionales en su campo. Si tomamos una posición antinómica, no. Pero avancemos y veamos después esto de manera más fundamentada. Volviendo a lo que planteábamos respecto del discurso, decía que hablar de “evolución del discurso” es una transgresión conceptual. Podemos hablar entonces de ella en la medida que tengamos presente que hacerlo es una transgresión, una licencia en el uso de lenguaje.

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345 s. 10 illüstrasyon
ISBN:
9789569441547
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